Los afectos deben seguir los principios

23 Oct 2022

Por Natasha, Estados Unidos

Cuando era niña, mis padres y maestros me enseñaron a ser una buena persona y a practicar la gratitud, como dice el proverbio: “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”. Por eso, desde la niñez, este fue el principio conforme al cual me comporté y traté a otros en sociedad. Sobre todo cuando otros eran amables conmigo, me esforzaba por retribuir su amabilidad el doble. Con el paso del tiempo, recibí la aprobación y los elogios de la mayoría de quienes me rodeaban, y mis familiares y amigos creían que yo era amable y leal, por lo que estaban dispuestos a interactuar y llevarse bien conmigo. Tras convertirme en creyente, me llevaba con mis hermanos y hermanas de la misma manera. Pensaba que actuar así me convertía en una buena persona con conciencia. Sin embargo, a partir de la exposición de las palabras de Dios, me di cuenta de que las ideas de la cultura tradicional no son la verdad y de que no son los criterios según los cuales debemos actuar y conducirnos.

En septiembre de 2018, me destituyeron como líder por ser incapaz de hacer trabajo real. En ese momento, estaba muy negativa y débil, pero la hermana Leslie, que era responsable de los asuntos generales, me envió pasajes de la palabra de Dios para apoyarme y ayudarme, y eso me hizo sentir verdaderamente conmovida. Sentí que Leslie, además de no despreciarme, me alentaba y me ayudaba. Después, Leslie dispuso que yo me ocupara de los asuntos generales. Me cuidó mucho y usualmente tomaba la iniciativa de preguntarme qué pensaba y opinaba sobre algunos asuntos relacionados con nuestro deber. Al ver que Leslie me valoraba tanto, me sentí incluso más agradecida con ella. Después, cuando un líder de iglesia analizó evaluaciones sobre mí, algunos hermanos y hermanas dijeron cosas que eran malentendidos, pero Leslie estaba al tanto del contexto del incidente y aclaró esos hechos sobre mí en el momento. Por eso, tuve aún más gratitud hacia ella, porque sentí que me defendió en un momento crucial y que salvó mi imagen. Aunque no le expresé mi agradecimiento con palabras, siempre quise tener la oportunidad de agradecerle.

Poco después, destituyeron a Leslie por no hacer un trabajo real, y a mí me eligieron líder de equipo. Al revisar su trabajo, descubrí que a menudo ella era distraída y olvidadiza. Le pregunté en tono amable: “Leslie, ¿por qué eres tan descuidada en tu deber?”. Al oírme, en vez de hacer introspección, dijo: “Soy vieja y tengo mala memoria”. Después, la hermana que era mi compañera vio que Leslie seguía olvidadiza en su deber y se lo señaló varias veces, pero ella de todos modos no cambió. Quería hallar un buen momento para hablar con ella al respecto, pero recordé que, cuando me destituyeron, yo estaba en un mal estado y ella me ayudó y me apoyó muy amablemente. Ahora acababan de destituirla, por lo que, si ponía al descubierto sus problemas en ese momento, ¿no pensaría que yo era muy cruel? Además, acababan de destituirla y estaba en un mal estado, por lo que sus distracciones eran perdonables. Debía ayudarla más amorosamente y darle tiempo a cambiar. Después de eso, cuando Leslie no hacía bien algo en su deber, mi compañera y yo sencillamente lo hacíamos por ella. Temía que ella olvidara algo, por eso se lo recordaba a menudo, y solía hablar con ella y preguntarle por su estado. Pero su estado no mejoró. En varias charlas sobre el trabajo, sus sugerencias no concordaban con los principios, y la mayoría de los hermanos y hermanas no las aprobaban, pero ella insistía en que su punto de vista era correcto y obligaba a otros a aceptarlo, lo que hacía que las conversaciones fueran casi imposibles de continuar. Yo de veras quería advertirle, pero pensaba que la habían destituido hacía poco y que debía de sentirse muy triste. Si exponía sus problemas en ese momento, ¿no estaría echando sal en su herida? Por eso, lo dejé pasar, esperando que ella se diera cuenta sola en su momento. No le hice ningún llamado de atención, solo intenté asegurarme de que participara menos en las charlas de trabajo. Pero, en lugar de hacer introspección, ella me culpó indirectamente diciendo que yo no escuchaba sus opiniones. Al ver que no se conocía para nada, hice de tripas corazón y me sinceré con ella: “Leslie, eres demasiado arrogante y sentenciosa. De verdad deberías hacer introspección”. En ese momento, su expresión se endureció un poco y bajó la voz. De repente, me sentí mal. ¿Era demasiado que yo la tratara así? Después de toda la ayuda que me había dado, ¿no era insensible de mi parte? Empecé a culparme.

Unos días después, la supervisora vio que mi compañera y yo solíamos hacer el trabajo de Leslie, por lo que nos preguntó cómo le iba a Leslie en su deber. La pregunta me puso nerviosa. Si respondía honestamente sobre la situación de Leslie, tal vez la destituyeran. Yo pude ocuparme de los asuntos generales solo porque ella lo organizó. Solía tratarme bien y me ayudó en momentos cruciales. Si la destituían mientras yo era líder de equipo, ¿se ofendería conmigo y diría que yo carecía de conciencia y era desalmada? Para mantener su trabajo, hice un relato objetivo de sus conductas, e incluso hice todo lo posible por agregar: “Estas conductas se deben a su mal estado porque fue destituida hace poco. Está intentando cambiar de un modo consciente”. Después, para evitar que la destituyeran, en varias reuniones deliberadamente compartí enseñanza sobre su estado para ayudarla, pero ella continuaba siendo negligente como lo había sido siempre, y había problemas constantes en su deber. Incluso, una vez, hizo compras innecesarias sin consultarlo con nadie, y el precio fue mucho mayor de lo habitual. En ese momento, yo estaba muy enojada y quería podarla, pero por preservar nuestra relación, me contuve. Solo la persuadí de no volver a hacerlo y de ser más cuidadosa en su deber. Ella estuvo sinceramente de acuerdo, por lo que no dije nada más al respecto. En esa época, los hermanos y hermanas constantemente me hablaban de los problemas en el trabajo de Leslie. De verdad quería regañarla y podarla, pero, al enfrentarla, no me salían las palabras. Las tuve en la punta de la lengua un par de veces, pero me las tragué. Después, la supervisora vino a ver cómo le iba a Leslie en su deber. Ella y los demás hermanos y hermanas de nuestro grupo evaluaron juntos a Leslie de acuerdo con los principios y determinaron que no era apta para seguir ocupándose de los asuntos generales, así que me instaron a destituirla de inmediato. Pero al pensar que acababan de destituir a Leslie como líder de equipo, y ahora iban a reasignarla a otro deber nuevamente, ¡qué golpe sería! ¿Podría soportarlo? En ese momento, pasaron por mi mente los recuerdos de todas las ocasiones en las que ella me había ayudado. Durante varios días, cada vez que pensaba en destituirla, me sentía oprimida y triste. Durante varias noches no pude dormir, daba vueltas y vueltas. Me sentía tan mal como si me hubieran destituido a mí. No podía dejar de pensar: “Ella me ayudó antes, pero ahora debo destituirla personalmente y poner al descubierto su conducta. ¿Pensará que soy desagradecida y se resentirá conmigo por eso?”. Para evitar sentirme culpable, quería dejar que la supervisora hablara con Leslie, mientras yo me quedaba al margen sin decir mucho, o incluso quería excusarme para no ir. Pero sabía que esta clase de intención era muy despreciable y vergonzosa, por lo que me sentía atrapada en el dilema. Angustiada, oré a Dios: “Dios mío, sé que destituir a Leslie es lo correcto, pero ¿por qué se me hace tan difícil? Dios, ¿dónde radica mi problema? Por favor, guíame para que me conozca”.

Tras orar, medité sobre por qué no me resultaba difícil destituir a otras personas, pero estaba tan indecisa sobre destituir a Leslie. Mientras buscaba, leí estas palabras de Dios: “Algunas personas son extremadamente sentimentales. Cada día, en todo lo que dicen y en todas las maneras en las que se comportan con los demás, viven según sus sentimientos. Sienten afecto por esta o aquella persona y pasan sus días envueltos en las sutilezas del afecto. En todo lo que se encuentran, viven en el ámbito de los sentimientos. […] Se podría decir que esos sentimientos son el defecto fatal de esta persona. Sus emociones los constriñen en todos los asuntos, son incapaces de practicar la verdad o de actuar de acuerdo con los principios, y con frecuencia son propensos a rebelarse contra Dios. Los sentimientos son su mayor debilidad, su peor defecto, y pueden llevarlos a la ruina absoluta y destruirlos. Las personas que son demasiado sentimentales son incapaces de poner la verdad en práctica o de someterse a Dios. Les preocupa la carne y son estúpidos y están atolondrados. La naturaleza de esta clase de personas es muy sentimental y viven en función de sus sentimientos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). “¿Qué caracteriza a los sentimientos? Desde luego, nada positivo. Es un enfoque en las relaciones físicas y en satisfacer las predilecciones de la carne. El favoritismo, defender los defectos de otros, malcriar, mimar y consentir, todo ello entra dentro del ámbito de los sentimientos. Algunas personas les dan mucha importancia a los sentimientos, reaccionan a cualquier cosa que les ocurra basándose en ellos; en su corazón, saben muy bien que esto está mal, y aun así son incapaces de ser objetivos, y mucho menos de actuar según los principios. Cuando los sentimientos constriñen siempre la conducta de las personas, ¿acaso son capaces de practicar la verdad? ¡Esto resulta extremadamente difícil! La incapacidad de muchas personas para practicar la verdad se reduce a los sentimientos; consideran que estos son especialmente importantes, los ponen en primer lugar. ¿Se trata de personas que aman la verdad? Por supuesto que no. ¿Qué son los sentimientos, en esencia? Son una clase de carácter corrupto. Las manifestaciones de los sentimientos pueden describirse utilizando varias palabras: tener favoritismo, proteger a los demás sin atenerse a los principios, mantener relaciones físicas y tener parcialidad; eso son los sentimientos(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad-verdad?). Solo tras leer las palabras de Dios me di cuenta de que destituir a Leslie me causaba tanto dolor y malestar porque mis sentimientos por ella eran demasiado fuertes, y yo siempre me sentía limitada por ellos. Pensaba que, como Leslie una vez me había ayudado y había sido amable conmigo antes, yo debía ser agradecida con ella. Cuando vi que era negligente en su deber, retrasaba el trabajo y se negaba a cambiar incluso tras recibir enseñanzas varias veces, supe claramente que debía podarla, pero temía que eso dañara su orgullo e hiciera que se resintiera conmigo, por lo que solo se lo mencioné amablemente, y dejé el tema. Ella tenía puntos de vista equivocados, pero insistía en que todos la escucharan y obedecieran, lo que hizo que varias charlas de trabajo se estancaran y causó perturbaciones. En todo ese tiempo, yo no me atreví a ponerla al descubierto ni a podarla. Cuando la supervisora preguntó sobre cómo cumplía su deber Leslie, me preocupó que la destituyeran, por lo que mentí y dije que ella intentaba cambiar, con la esperanza de confundir a la supervisora e impedir que pudiera juzgar correctamente. Cuando vi que Leslie no tenía principios en su deber y que derrochaba el dinero de la iglesia, no la regañé sino que, en cambio, la protegí ciegamente y le di lugar. Ahora, debía destituirla y exponer su conducta, pero quería que se ocupara de ello la supervisora. Mis sentimientos eran demasiado fuertes, carecía de todo testimonio de práctica de la verdad. Para proteger a Leslie, evitar que se resintiera conmigo y me llamara ingrata, seguí protegiéndola y consintiéndola, sin pensar en el trabajo de la iglesia. Vivía en mis sentimientos, me preocupaba por su carne y protegía mi relación personal con ella. Incluso pensé que la estaba ayudando amorosamente, actuando por afecto y lealtad pero, en realidad, solo me estaba involucrando en la filosofía para asuntos mundanos. Quería que ella me viera positivamente aunque eso dañara los intereses de la iglesia. Todo lo que hacía era por mí. ¡Era tan malvada y despreciable! Sentí mucho remordimiento. Actuaba desde los sentimientos, lo que dañaba el trabajo de la iglesia e hizo que Dios me detestara. Si continuaba actuando desde los sentimientos y sin practicar la verdad, un día sería descartada.

Después de eso, me pregunté: “¿Por qué hice, desde los sentimientos, tantas cosas que van contra los principios-verdad?”. En mi búsqueda, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Las intenciones son una parte clara del estado de las personas, y una de las más comunes. En la mayoría de los asuntos, las personas tienen sus propios pensamientos e intenciones. Cuando tienen lugar esos pensamientos e intenciones, la gente los considera legítimos, pero la mayoría de las veces son en favor de su propio beneficio, orgullo e intereses, o bien para encubrir algo u obtener satisfacción de alguna manera. En esos momentos, debes examinar cómo surgió tu intención, por qué se produjo. Por ejemplo, la casa de Dios te pide que hagas el trabajo de depuración de la iglesia, y hay una persona que siempre ha sido superficial en su deber y que constantemente busca la manera de holgazanear. Según los principios, esa persona debería ser depurada, pero tienes una buena relación con ella. Entonces, ¿qué tipo de pensamientos e intenciones surgirán en ti? ¿Cómo practicarás? (Actuaré según mis propias preferencias). ¿Y en qué se basan esas preferencias? En que esa persona ha sido buena contigo o ha hecho cosas por ti, tienes una buena impresión de ella, y por eso, en este momento quieres protegerla y defenderla. ¿Acaso no es ese el efecto de los sentimientos? Tienes sentimientos hacia ella, y por eso adoptas el enfoque de ‘Las autoridades superiores tienen políticas; las de las localidades tienen sus contramedidas’. Estás haciendo un doble juego. Por un lado, le dices: ‘Debes esforzarte un poco más cuando hagas las cosas. Deja de ser superficial, tienes que sufrir algunas adversidades; es nuestro deber’. Por otro lado, le respondes a lo Alto y dices: ‘Ha cambiado para bien. Ahora es más eficaz cuando cumple con su deber’. Pero en tu cabeza lo que estás pensando realmente es: ‘Eso es porque he trabajado en ella. Si no lo hubiera hecho, seguiría siendo igual que antes’. En tu mente, siempre piensas: ‘Se ha portado bien conmigo. ¡No la pueden echar!’. ¿De qué estado se trata cuando se hallan tales cosas en tu intención? Eso es dañar la obra de la iglesia a cambio de proteger las relaciones emocionales personales. ¿Acaso actuar así se ajusta a los principios-verdad? ¿Y existe sumisión cuando haces eso? (No). No existe sumisión, sino resistencia en tu corazón. En relación con las cosas que te suceden y el trabajo que se supone que debes hacer, tus propias ideas contienen juicios subjetivos, y ahí intervienen factores emocionales. Estás haciendo cosas basándote en los sentimientos, y aun así crees que actúas de manera imparcial, que estás concediendo a la gente la oportunidad de arrepentirse, y que les estás proporcionando una ayuda afectuosa; así haces lo que tú quieres, no lo que dice Dios. Trabajar de esa manera disminuye la calidad del trabajo, reduce la efectividad y daña la obra de la iglesia; todo es el resultado de actuar siguiendo los sentimientos. Si no te examinas a ti mismo, ¿serás capaz de identificar el problema? Nunca podrás hacerlo. Es posible que sepas que actuar así está mal, que es una falta de sumisión, pero lo piensas de nuevo y te dices a ti mismo: ‘Debo ayudarla con amor, y después de haberla ayudado y de que haya mejorado, no habrá necesidad de deshacerse de ella. ¿Acaso Dios no concede a la gente la oportunidad de arrepentirse? Dios ama a las personas, así que debo ayudarla con amor, y debo hacer lo que Dios me pide’. Después de pensar esas cosas, actúas a tu manera. A continuación, sientes tranquilidad en el corazón; te parece que estás practicando la verdad. Durante ese proceso, ¿has practicado conforme a la verdad, o has actuado según tus propias preferencias e intenciones? Tus acciones fueron totalmente acordes con tus propias preferencias e intenciones. A lo largo de todo el proceso, utilizaste tu supuesta bondad, amor, sentimientos y filosofías para los asuntos mundanos para suavizar las cosas y permanecer neutral. Parecía que estabas ayudando a esa persona con amor, pero en tu corazón estabas limitado por los sentimientos y, temeroso de que lo Alto lo descubriera, trataste de ganártelos siendo transigente, de tal modo que nadie se ofendiera y el trabajo se acabara haciendo; esa es la misma manera que utilizan los no creyentes para tratar de permanecer neutrales(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La actitud que ha de tener el hombre hacia Dios). Fue recién tras leer las palabras de Dios que me di cuenta de por qué, si sabía que Leslie tenía problemas, no la expuse y seguía protegiéndola. Era porque quería que ella me viera positivamente. De hecho, me controlaba la idea de “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”. Usaba esta idea como mi principio para comportarme e interactuar con otros en sociedad. Creía que las personas debían ser amables y leales con los demás, y si eran amables conmigo, yo debía retribuir esa amabilidad el doble. De otro modo, sería una ingrata, y los demás me condenarían y desdeñarían. Por eso, cuando vi que Leslie me ayudaba, me cuidaba y me defendía, sentí que debía retribuirle. Cuando vi que Leslie siempre era negligente en su deber, prefería violar los principios y dañar los intereses de la iglesia antes que exponerla y podarla. Lo peor fue que seguí ofreciéndole amor y enseñanzas ciegamente para ayudarla, y mentí y engañé a la supervisora para encubrir el hecho de que ella era negligente en su deber y perturbaba la obra de la iglesia. Hice esto solo para que la gente creyera que yo era una buena persona, agradecida y amable con los demás. A través de lo que exponían las palabras de Dios, finalmente vi que todas estas ideas y puntos de vista son para desorientar y corromper a las personas. Vivía según estas cosas sin distinguir el bien del mal, y actuaba y me comportaba sin principios. Parecía que hacía mi deber, pero, en realidad, hacía las cosas según mi propia voluntad, sin ninguna sumisión a Dios. Incluso obstaculicé la obra de la iglesia y me resistí a Dios sin darme cuenta. Si creemos en Dios, pero no practicamos la verdad y seguimos viviendo según estas cosas, no importa cuán buena parezca ser nuestra conducta y lo bien que nos llevemos con la gente, a ojos de Dios, seguimos siendo alguien que se resiste a Él. Solo entonces obtuve algo de discernimiento sobre estos puntos de vista satánicos absurdos y despreciables. Vi que todas estas cosas vienen de Satanás y van contra la verdad; están contaminadas con intereses y deseos humanos, son malvadas y horribles. No deberían ser los criterios según los cuales actúo y me conduzco.

Unos días después, vi otro pasaje de la palabra de Dios y obtuve algo de entendimiento sobre la naturaleza de esta cuestión. Las palabras de Dios dicen: “Esto no es simplemente que no te atengas a la palabra de Dios y a tus deberes, sino que adoptas los ardides de Satanás y su filosofía para los asuntos mundanos como si fueran la verdad, los sigues y los practicas. Obedeces a Satanás y vives de acuerdo con una filosofía satánica, ¿verdad? Esto significa que eres una persona que no se somete a Dios y ni mucho menos acata Sus palabras. Eres un canalla total. ¡Dejar de lado las palabras de Dios y, por el contrario, adoptar una frase satánica y practicarla como verdad es traicionar la verdad y a Dios! Trabajas en la casa de Dios, pero los principios para tus acciones siguen la lógica satánica y su filosofía para los asuntos mundanos; ¿qué clase de persona eres? Una que traiciona a Dios y lo deshonra gravemente. ¿Cuál es la esencia de esta acción? Condenar abiertamente a Dios y negar abiertamente la verdad. ¿No es esa su esencia? (Lo es). Aparte de no seguir la voluntad de Dios, permites que proliferen en la iglesia los diabólicos dichos de Satanás y las filosofías satánicas para los asuntos mundanos. Con ello te conviertes en cómplice de Satanás ayudándole a llevar a cabo sus actividades en la iglesia y a trastornar y perturbar la obra de la iglesia. La esencia de este problema es grave, ¿no es verdad?(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión uno: Qué es la verdad). Las palabras de Dios parecieron perforar mi corazón. Frases como: “un canalla total”, “traicionar la verdad”, “una que deshonra a Dios gravemente” y “cómplice de Satanás” se hundieron en mi corazón como espadas afiladas. Vivía según estas ideas de la cultura tradicional. A ojos de Dios, esto no era solo una instancia momentánea en la que actuaba por mis sentimientos en lugar de practicar la verdad y defender los intereses de la iglesia, sino que era ser desleal a Dios y a mi deber, y estaba negando la verdad, deshonrando a Dios y traicionándolo. ¡La naturaleza de esto era muy grave! Al darme cuenta de esto, me sentí sumamente angustiada y asustada. No sabía que basarse en pensamientos satánicos al creer en Dios y cumplir con el deber fuera un problema tan grave. Tardé mucho en calmarme.

Después, leí dos pasajes más de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “En toda la humanidad, no existe una sola raza en la que tenga poder la verdad. Por muy elevadas, antiguas o misteriosas que sean las ideas o la cultura tradicional que haya producido una raza, la educación que se haya recibido o los conocimientos que posea, una cosa es segura: nada de eso es la verdad ni guarda relación de ningún tipo con ella. Algunas personas dicen: ‘Parte de la moralidad o las nociones para medir el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, el blanco y el negro, contenidas en la cultura tradicional parecen bastante cercanas a la verdad’. El hecho de que suenen parecidas a la verdad no quiere decir que lo sean en cuanto a su significado. Los dichos de la humanidad corrupta se derivan de Satanás, nunca son la verdad, mientras que tan solo las palabras de Dios son la verdad. Por tanto, por muy cerca que algunas de las palabras de la humanidad parezcan estar de las palabras de Dios, no son la verdad y nunca pueden llegar a serlo; esto es indudable. Se acercan solo en cuanto a las palabras y la expresión, pero, de hecho, estas nociones tradicionales son incompatibles con las verdades de las palabras de Dios. Aunque se dé cierta cercanía en el sentido literal de estas palabras, no comparten la misma fuente. Las palabras de Dios provienen del Creador, mientras que las palabras, ideas y opiniones de la cultura tradicional provienen de Satanás y los demonios. Algunas personas dicen: ‘Las ideas, las opiniones y los dichos famosos de la cultura tradicional son universalmente reconocidos como positivos; incluso si son mentiras y falacias, ¿pueden convertirse en la verdad si la gente los cumple durante varios cientos o miles de años?’. En absoluto. Ese punto de vista es tan ridículo como decir que los simios evolucionaron hasta convertirse en hombres. La cultura tradicional nunca se convertirá en la verdad. La cultura es la cultura, y por muy noble que sea, no deja de ser algo relativamente positivo producido por la humanidad corrupta. Pero ser positivo no equivale a que sea la verdad, ser positivo no lo convierte en un criterio; es simplemente relativamente positivo, y nada más. Entonces, ¿nos queda claro si, detrás de esta ‘positividad’, el impacto de la cultura tradicional en la humanidad es bueno o malo? No cabe duda de que tiene un impacto malo y negativo en la humanidad(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión uno: Qué es la verdad). “La humanidad ha sido condicionada, anestesiada y corrompida por esos aspectos de la cultura tradicional. ¿Y cuál es el resultado final? Que la humanidad se ve desorientada, refrenada y regida por la cultura tradicional, y surge de forma natural un tipo de mentalidad y de teoría por el que aboga la humanidad, que esta difunde, transmite ampliamente y consigue que la gente acepte. Por último, se apodera del corazón de todos y lleva a que respalden esa clase de idea y mentalidad, y todo el mundo se ve corrompido por esa idea. Una vez que han sido corrompidas hasta cierto punto, las personas dejan de tener nociones acerca de lo que es correcto o erróneo; ya no desean discernir lo que es justo y lo que es perverso, ni están dispuestas a seguir discerniendo qué cosas son positivas y cuáles negativas. Incluso llega un día en que no tienen claro si son realmente humanas, y hay muchas personas enfermas que desconocen si son un hombre o bien una mujer. ¿Qué tan lejos está de la destrucción una raza humana como esa? […] Que las filosofías, leyes, ideas y presuntas mentalidades de Satanás han desorientado y corrompido a toda la raza humana. ¿Hasta qué punto ha sido desorientada y corrompida? Todas las personas han aceptado las falacias y los dichos endiablados de Satanás como la verdad; todas ellas adoran a Satanás y lo siguen. No entienden las palabras de Dios, el Creador. No importa lo que Él diga, cuántas cosas diga ni lo claras y prácticas que sean Sus palabras; nadie lo entiende, nadie lo comprende. Todas las personas están anestesiadas y son torpes, sus pensamientos y mentes están confusos. ¿Cómo llegaron a confundirse? Satanás es quien las confundió, él ha corrompido por completo a las personas(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión uno: Qué es la verdad). En el pasado, solo sabía que filosofías satánicas para los asuntos mundanos como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda” y “Yo soy el único soberano del universo” eran contrarias a la verdad y no algo que aquellos con humanidad normal debieran poseer. Pero respecto de los refranes de la cultura tradicional que parecían concordar con la conciencia y la moral, como “De bien nacidos es ser agradecidos”, “La amabilidad de una gota de agua debe ser recompensada con un manantial”, “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?” y otras frases de moral tradicional que parecen civilizadas y nobles, yo no podía discernirlas. Pensaba que estas cosas pasaban de generación en generación, y las buenas personas debían obedecer estos conceptos. No ejercité el discernimiento para estos pensamientos tradicionales, los consideraba como algo positivo que perseguir y practicar. Me sentía culpable si iba en contra de estas cosas, y temía que la gente me condenara y desdeñara. Ahora, gracias a lo que exponían las palabras de Dios, finalmente vi que, bajo el control de estas ideas y puntos de vista, la gente solo piensa en los sentimientos al interactuar entre sí, no en los principios, y no puede discernir entre el bien y el mal, ni entre lo correcto o incorrecto. Siempre que los demás fueran amables conmigo, aunque fueran personas malvadas o malhechores, incluso si ayudarlas era ayudar a hacer el mal, debía devolver sus gentilezas y ayudarlas. Parecía tener conciencia, pero en realidad estaba confundida y era estúpida, y tenía mis propios motivos e intenciones. Lo hacía para proteger mi propia buena imagen y reputación, solo por mis propios intereses. Era muy egoísta, despreciable e hipócrita. De hecho, no era una verdadera buena persona para nada. Si me aferraba a estas filosofías y doctrinas satánicas, eso solo me haría cada vez más artera, falsa, egoísta y malvada. Vi que estas ideas y proverbios tradicionales, que parecen ser nobles y legítimos, son mentiras solapadas. Suenan elevadas y acordes con la moral y la ética humanas, pero, de hecho, son hostiles a la verdad, y son una de las maneras en las cuales Satanás corrompe a la gente. Me di cuenta de que hacía muchos años que creía en Dios, pero como no practicaba la verdad y vivía según estas ideas tradicionales, ponía la conciencia en el centro de todas mis interacciones, siempre quería retribuir la amabilidad de la gente, pero no podía discernir entre el bien y el mal. ¡Era una idiota confundida que no podía distinguir lo correcto de lo incorrecto! Dios ha expresado mucha verdad en los últimos días, y ha revelado con detalles precisos todos los aspectos de la verdad que debemos practicar, con la esperanza de que nos conduzcamos y actuemos de acuerdo con ella y la palabra de Dios, y para que podamos dar testimonio de Él y glorificarlo. Pero yo cumplía mi deber solo para mantener mis relaciones carnales, y no buscaba la verdad ni protegía los intereses de la iglesia. Tras darme cuenta de esto, sentí culpa y remordimiento por todo lo que había hecho. Fui ante Dios y oré: “Dios mío, vivo según los venenos satánicos. He hecho demasiadas cosas que van contra la verdad y que se oponen a Ti. Dios, quiero arrepentirme y actuar de acuerdo con los principios-verdad”.

Después de eso, me pregunté: “Si vivir según estas ideas y opiniones tradicionales no significa que tenga buena humanidad, ¿qué significa tener buena humanidad?”. Después, vi un pasaje de las palabras de Dios que me dio un estándar preciso con el cual evaluar las cosas. Las palabras de Dios dicen: “Debe haber un estándar para tener buena humanidad. No consiste en tomar la senda de la moderación, no apegarse a los principios, esforzarse por no ofender a nadie, ganarse el favor dondequiera que se vaya, ser suave y habilidoso con todo el que se encuentre y hacer que todos hablen bien de ti. Este no es el estándar. Entonces, ¿cuál es el estándar? Es ser capaz de someterse a Dios y a la verdad. Consiste en acercarse al deber propio y a toda clase de personas, acontecimientos y cosas desde los principios y un sentido de responsabilidad. Esto es evidente para todos; todos lo tienen claro en su interior. Además, Dios escruta el corazón de la gente y conoce su situación, a todos y cada uno; sean quienes sean, nadie puede engañar a Dios. Algunas personas alardean de poseer buena humanidad, de jamás hablar mal de los demás, jamás perjudicar los intereses de otros, y sostienen que jamás han codiciado los bienes del prójimo. Cuando hay una disputa sobre los intereses, incluso prefieren perder a aprovecharse de los demás, y todos piensan que son buenas personas. Sin embargo, cuando llevan a cabo sus deberes en la casa de Dios, son maliciosos y escurridizos, siempre maquinando para sí mismas. Nunca piensan en los intereses de la casa de Dios, nunca tratan como urgentes las cosas que Dios considera urgentes ni piensan como Dios piensa, y nunca pueden dejar a un lado sus propios intereses a fin de llevar a cabo su deber. Nunca abandonan sus propios intereses. Aunque ven a las personas malvadas hacer el mal, no las exponen; no tienen principio alguno. ¿Qué clase de humanidad es esta? No es humanidad buena. No prestes atención a lo que dice la gente así; debes ver qué vive, qué revela y cuál es su actitud cuando lleva a cabo sus deberes, así como cuál es su condición interna y qué ama. Si su amor por su propia fama y ganancia excede su lealtad a Dios, si su amor por su propia fama y ganancia excede los intereses de la casa de Dios, o excede la consideración que muestra por Dios, entonces ¿acaso esta gente posee humanidad? No se trata de personas con humanidad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entregando el corazón a Dios, se puede obtener la verdad). Tras leer las palabras de Dios, comprendí que una persona de buena humanidad no hace concesiones solo para que nadie se ofenda y todos la apoyen y aprueben. En cambio, puede amar la verdad y las cosas positivas, es responsable en su deber, sostiene los principios-verdad y protege la obra de la iglesia. Solo la gente así de verdad es buena gente. Si protegemos nuestras relaciones con la gente, nuestra fama y estatus, y nos llevamos bien con otros pero no somos leales a Dios en nuestro deber, y si mantenemos relaciones con la gente a costa de dañar la obra de la iglesia, entonces somos extremadamente egoístas y despreciables. No importa cuán moralmente aceptable parezca nuestra conducta: desorientamos a la gente y somos hostiles con la verdad. Pensé en que había vivido según estas ideas y puntos de vista tradicionales y había simulado ser una buena persona. En realidad, solo me volví cada vez más egoísta, falsa y malvada por dentro. Todo lo que hacía era para proteger mi reputación y estatus, y para satisfacer mis ambiciones y deseos personales. No tenía ninguna semejanza humana; todo lo que vivía era demoníaco. En el pasado, cuando juzgaba si alguien tenía humanidad, me basaba en mis propias nociones e imaginaciones. Eso no concordaba para nada con la verdad y no estaba en línea con los estándares de Dios para evaluar a la gente.

Durante los días siguientes, medité sobre cómo practicaba de acuerdo con los principios-verdad y las intenciones de Dios. Leí en la palabra de Dios: “Tus relaciones con las personas no se erigirán sobre la carne sino sobre el fundamento del amor de Dios. Casi no tendrás interacciones carnales con los demás, pero a nivel espiritual tendrán comunicación y mutuo amor, consuelo y provisión. Todo esto se hace sobre el fundamento del deseo de complacer a Dios; estas relaciones no se mantienen a través de filosofías humanas para los asuntos mundanos, sino que se forman de una manera natural cuando se lleva una carga para Dios. No requieren de ningún esfuerzo humano artificial de tu parte, solo necesitas practicar según los principios de las palabras de Dios. […] Las relaciones interpersonales normales se establecen sobre el fundamento de volver nuestro corazón a Dios, no por medio del esfuerzo humano. Si Dios está ausente en el corazón de una persona, sus relaciones con los demás son solamente relaciones carnales. No son normales, son complacencias lujuriosas, y Dios las odia y aborrece(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante establecer una relación normal con Dios). Dios requiere que tratemos a la gente según los principios-verdad, que usemos Su amor como una base sobre la cual interactuar con nuestros hermanos y hermanas, que nos apoyemos y ayudemos en la verdad y la vida, y no que nos involucremos con filosofías de la carne para los asuntos mundanos. Leslie me había ayudado anteriormente, y eso fue la soberanía y el arreglo de Dios; debería haberlo reconocido y aceptado de parte de Dios. Pero, en cambio, le atribuí todo eso a la propia Leslie y le mostré mi gratitud en todo. Vi que mi relación con Leslie se basaba en la carne, que lo que yo había hecho y cómo me había comportado no concordaba para nada con las intenciones de Dios, y que yo no tenía principios. De hecho, cuando los hermanos y hermanas encuentran fracasos o contratiempos y se vuelven negativos y débiles, enseñar las palabras de Dios para ayudarlos y apoyarlos concuerda con los principios-verdad y es algo que debemos hacer. Pero quienes constantemente salen del paso en sus deberes y son irresponsables, y quienes incluso trastornan y perturban la obra de la iglesia deberían ser restringidos, puestos al descubierto, podados o incluso destituidos. Nunca deberían ser encubiertos o protegidos debido a los sentimientos. Incluso cuando somos cariñosos, debemos actuar de acuerdo con los principios. Leslie siguió siendo irresponsable y negligente en sus deberes después de ser destituida, y no tenía una verdadera comprensión de sus problemas. Si yo utilizara las palabras de Dios para enseñarle y diseccionar su conducta y la naturaleza de sus problemas para que pudiera hacer introspección, arrepentirse y cambiar, eso sería amor por ella de verdad. Eso también beneficiaría a la obra de la iglesia. Cuando me di cuenta de ello, de pronto tuve una sensación de liberación, y ya no quería proteger mis relaciones carnales.

Después, usé las palabras de Dios para poner al descubierto la actitud de Leslie hacia su deber y varias de sus conductas, y la cambié de deber. Tras la enseñanza, me sentí muy tranquila. Leslie no se resintió conmigo y lo aceptó de parte de Dios. Dijo que, si no la hubieran destituido y desenmascarado, nunca se habría dado cuenta de que lo que hizo causó tanto trastorno y perturbación, y no tuvo quejas sobre cómo fue tratada. Cuando la oí decir eso, de verdad sentí que viviendo de acuerdo con las palabras de Dios podemos beneficiar y ayudar a la gente genuinamente, y también nos sentimos muy aliviados. Experimenté personalmente que estas cosas aparentemente civilizadas y nobles de la cultura tradicional, sin importar cuánta gente las pregone y admire, no son la verdad. Son todas distorsionadas y malvadas, y solo pueden dañar a otros y a nosotros mismos. La verdad es el único estándar de nuestras acciones y nuestra conducta.

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

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