Los afectos no deben anteponerse a los principios
Hace unos seis meses, Ruthy y yo cumplíamos con nuestros deberes en un grupo. Ruthy era culta, muy hábil y tenía una buena aptitud. Era muy valorada dentro del grupo. Pero yo, se mire como se mire, siempre me quedaba corta. A menudo no cumplía con mi deber y quedaba en evidencia, pero Ruthy nunca me menospreciaba ni me miraba por encima del hombro, siempre me consolaba y me animaba. Ella, cuando tenía algo en mente, venía a charlar conmigo. Eso me conmovía mucho y me hacía verla como una amiga íntima. Aunque sabía que su carácter era algo arrogante y que no recibía bien las sugerencias, mis sentimientos por ella me impedían plantearle estas cuestiones. Yo incluso pensaba que todos tenían un carácter corrupto y que esto no era algo que pudiera resolverse de la noche a la mañana. Durante un tiempo, en mi deber me encontraba con un problema tras otro. Y, por mi negatividad, aunque quería rendirme, Ruthy colaboraba activamente conmigo y me ayudaba pacientemente con mis problemas técnicos. Vi resultados en mi deber y al fin pude respirar aliviada. Al ayudarme a superar esta crisis, sentí que Ruthy tenía verdadera compasión por mí, y me sentí muy agradecida con ella. Un poco más tarde, se convirtió en líder. Me sentía muy feliz por ella y a menudo le daba ánimos.
Una noche, justo cuando me preparaba para irme a la cama, de repente, Ruthy me envió un mensaje donde decía que la habían destituido y que estaba totalmente desconsolada. Al hablar con ella, me enteré de que algunos hermanos y hermanas la habían denunciado. El líder le había leído los detalles del informe. A ella le costaba mucho aceptarlo y le parecía una exageración de los hechos. Por ejemplo, habían dicho que tenía un gran deseo de reputación y estatus, y, aunque ella admitía que valoraba estas cosas, rechazaba que llegase a ser un gran deseo. El informe también decía que ella no cooperaba en armonía ni hacía trabajo práctico, y que, cuando las cosas no salían a su manera, se ponía de mal humor e interrumpía el trabajo de la iglesia. Ella admitía tener algunos problemas en su deber, pero no tan graves como decían. Al hablar de sus quejas, rompió en llanto. Ella también dijo que el informe solo la dejaba como una mala persona. Prejuzgaba a quienes la habían denunciado y al líder encargado del asunto, y pensaba que el líder solo escuchaba una parte de la historia. También dijo que, aunque tenía problemas en su deber, nadie se había comunicado con ella para ayudarla, y que su repentina destitución era totalmente injusta. Cuanto más hablaba, más agraviada se sentía. Al verla tan destrozada, me sentí un poco molesta, y mientras la consolaba, en mi interior pensaba: “¿Las afirmaciones del informe son tan exageradas realmente? ¿En realidad, fue destituida injustamente?”. Entonces, de repente, Ruthy dijo algo que me incomodó mucho. Afirmó: “En mi opinión, este informe es igual que una denuncia de la revolución cultural. Solo quieren verter un montón de acusaciones sobre mí para hundirme y desprestigiarme”. Se me estremeció el corazón. Me pareció muy raro que ella dijera algo así. Ser denunciada y destituida era algo muy serio; sin embargo, ella no estaba haciendo introspección, ni buscando la verdad, ni aprendiendo ninguna lección. Incluso comparó el informe y la destitución con las denuncias del PCCh. Ella sentía que intentaban castigarla. ¡Esto era algo muy serio! Enseguida, le recordé que no debía decir ese tipo de cosas y que debía hacer introspección.
Más tarde oí decir a sus compañeros que, como líder, ella no hacía trabajo práctico ni cooperaba cordialmente, y que rara vez atendía el trabajo que supuestamente era responsabilidad suya. Cuando el líder hacía un seguimiento de su trabajo y detectaba problemas, este hablaba y trataba con ella, pero Ruthy se mostraba reticente y nada receptiva, siempre ponía excusas y cargaba a otros con la culpa de sus problemas, e incluso llegaba a desatender sus responsabilidades por completo. Con esta información estaba segura de que el contenido del informe era cierto. Luego pensé que Ruthy había dicho que era como si el informe hubiera salido directamente de una sesión de lucha de la revolución cultural, y fui consciente de la seriedad del asunto. Evidentemente, ella no estaba haciendo trabajo real y no estaba receptiva cuando el líder trataba con ella. En realidad, era una falsa líder que merecía ser destituida. No hacía introspección, y comparaba un informe legítimo con una denuncia del PCCh. Esto no solo era negar la verdad, sino también distorsionar los hechos y tergiversar la realidad. Esto era oponer resistencia, causar un alboroto y blasfemar contra cosas positivas. ¡Esto era ofender el carácter de Dios! Cuanto más pensaba en ello, más miedo me daba. Sentía que su carácter era desalmado, y que si ella seguía oponiendo resistencia sin reflexionar ni arrepentirse, la descartarían conforme a los principios de la iglesia sobre la expulsión de personas. Me planteé si debía informar al líder sobre su estado actual y sobre lo que ella me había dicho. Pero luego pensé: “Si el líder se entera de su estado y lo examina junto con su comportamiento como líder, y entonces decide que ella es una malhechora que no acepta la verdad en absoluto, ¿será expulsada de la iglesia?”. Pensar en esto me hizo sentir muy incómoda. Ese no era el resultado que yo perseguía. También pensé en todos los momentos que habíamos compartido, en lo buena que había sido conmigo, y en que debería intentar ayudarla y consolarla más. Si ella supiera que yo había informado al líder de todo lo que me había dicho en confianza, se sentiría muy herida. Ella me había dicho esas cosas tan abiertamente porque confiaba en mí, y denunciarla al líder sería muy despiadado por mi parte. Le di vueltas al asunto en mi cabeza, sin poder decir nada. Yo no dejaba de pensar que hacer eso sería traicionar a mi amiga, y que incluso sería desaprensivo. Así que no le hablé de su problema a nadie. Cada vez que tenía tiempo, le enviaba un mensaje para saber cómo estaba o algunas palabras de Dios. Yo esperaba que ella pudiera corregir su estado incorrecto y cumplir bien con su deber lo antes posible. Aunque estaba protegiendo nuestra relación, me sentía mal. Yo sabía que sus problemas eran muy graves, pero no decía nada. ¿No la estaba protegiendo? Me sentía confusa por dentro. Al no decir nada, tenía cargo de conciencia, pero si hablaba, sentía que estaría defraudando a Ruthy. Todo este asunto me estaba afectando mucho y no sabía qué hacer. Así que oré a Dios, le pedí que me guiara y que me permitiera entender Su voluntad en este asunto y encontrar una senda de práctica.
Un día, leí unas palabras de Dios. “Debéis aprender a discernir lo que es un buen comportamiento, y lo que es practicar la verdad y cambiar vuestro carácter. Cambiar vuestro carácter implica practicar la verdad, escuchar las palabras de Dios, obedecerle y vivir según sus palabras. Entonces, ¿qué debe hacer una persona para practicar y vivir según las palabras de Dios? Digamos, por ejemplo, que hay dos personas que son muy buenas amigas. Se han ayudado mutuamente en el pasado, han superado tiempos difíciles juntos, y darían sus vidas para salvarse el uno al otro. ¿Es eso practicar la verdad? Eso es hermandad, es valorar a los demás más que a uno mismo, es un buen comportamiento, pero no es practicar la verdad. Practicar la verdad es actuar de acuerdo con las palabras y exigencias de Dios; es obedecer y satisfacer a Dios. El buen comportamiento consiste en cumplir con las relaciones de la carne y preservar los lazos emocionales. Por lo tanto, la hermandad, proteger las relaciones, ayudar, tolerar y tratar bien a los demás son asuntos privados y personales y no tienen nada que ver con la práctica de la verdad. Entonces, ¿cómo exige Dios que las personas traten a los demás? (Dios exige que nos tratemos con principios. Si otra persona hace algo malo, algo que no está en línea con los principios de la verdad, entonces no podemos escucharla, aunque sea nuestra propia madre o nuestro propio padre. Debemos aferrarnos a los principios de la verdad y proteger los intereses de la casa de Dios). (Dios exige que los hermanos y hermanas se ayuden mutuamente. Si vemos que otra persona tiene un problema, debemos señalarlo, comunicar sobre ello y buscar juntos los principios de la verdad para resolverlo. Solo haciendo esto los estamos ayudando de verdad). Él quiere que el comportamiento de las personas hacia los demás se construya sobre el fundamento de los principios de la verdad, sin importar cuál sea su relación. Cualquier cosa fuera de estos principios no cuenta como práctica de la verdad. Por ejemplo, si una persona hace algo que perjudica el trabajo de la iglesia y todo el mundo le llama la atención sobre ello y le pone objeciones. Su amigo dice: ‘¡No tenéis que exponerlo solo porque cometiera un error! Soy su amigo; ante todo, debo ser comprensivo con él; debo ser tolerante con él y ayudarlo. No puedo llamarle la atención como habéis hecho vosotros. Debo consolarlo, no herirlo, y le diría que el error no es para tanto. Si alguno de vosotros le llama la atención y le hace pasar un mal rato otra vez, tendrá que lidiar conmigo. Ninguno de vosotros es tan cercano a él como yo. Somos buenos amigos. Los amigos se cuidan mutuamente, y yo daré la cara por él si es necesario’. ¿Esto es practicar la verdad? (No, esto es una filosofía de vida). La mentalidad de la persona se basa también en otro fundamento teórico: cree que ‘Mi amigo me ayudó en el momento más duro y doloroso de mi vida. Todos los demás me habían abandonado; solo él se ocupó de mí y me ayudó. Ahora está en apuros, y me toca a mí ayudarle; siento que esto es lo que significa tener conciencia y tener humanidad. ¿Cómo puedes llamarte a ti mismo humano si crees en Dios pero no tienes ni siquiera esta pequeña pizca de conciencia? ¿Acaso eso no convierte tu fe en Dios y la práctica de la verdad en palabras vacías?’. Estas palabras parecen correctas. La mayoría de la gente no puede distinguir lo que son en realidad, ni siquiera la persona que las dijo, la cual piensa que sus acciones surgen de la verdad. Pero, ¿son correctas sus acciones? En realidad, no lo son. Si se mira más de cerca, cada palabra que dice nace de la ética, la moral y la conciencia. Según la medida de la ética humana, esta persona es meticulosa y seria. Dar la cara por su amigo de esta manera le convierte en una buena persona. Pero, ¿alguien sabe qué carácter y esencia se esconde detrás de esta ‘buena persona’? No es un verdadero creyente en Dios. En primer lugar, cuando ocurre algo, no ve la situación de acuerdo con las palabras de Dios. No busca la verdad en las palabras de Dios, sino que elige ver el asunto según la moral y la ética y las máximas de vida de los incrédulos. Toma las herejías y falacias de Satanás como la verdad, y hace a un lado las palabras de Dios. Al hacer esto, se burla de la verdad e ignora lo que dicen las palabras de Dios. Esto demuestra que no ama la verdad. Sustituye la verdad por las máximas satánicas de la vida y las nociones, la ética y la moral del hombre, y actúa según las filosofías satánicas. Incluso dice con confianza que eso es practicar la verdad y satisfacer la voluntad de Dios, que esa es la manera justa de actuar. ¿Acaso no está usando esta apariencia de justicia para violar la verdad?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La buena conducta no implica que se haya transformado el carácter). La palabra de Dios reveló exactamente mi estado. Reflexioné sobre mis pensamientos de los últimos días. Aunque yo sabía que Ruthy no aceptaba la verdad y que estaba difundiendo negatividad y mentiras de forma encubierta, la protegía y no la denunciaba. Todo esto era porque me habían influenciado ideas satánicas como “sacrificarse por los amigos” y pensaba que era ético priorizar los afectos y la benevolencia en la conducta de uno. Como incrédula, había visto, en la tele y en historias, a todos esos personajes que eran totalmente devotos de sus amigos y los admiraba profundamente. Yo sentía que eso era ser una persona íntegra y realmente buena. Eran mis modelos de conducta. Me dije que sería una persona que valoraría la lealtad y el compañerismo, que, si los demás eran amables conmigo, yo tenía que devolverles el doble, que no podía hacer absolutamente nada para defraudarlos, o sería una desaprensiva y despreciable. Tras convertirme en creyente, este tipo de pensamientos siguieron dentro de mí. Si alguien se portaba bien conmigo o me mostraba una atención especial, yo lo tendría presente sin importar las dificultades o los problemas que estuviera atravesando, siempre lo ayudaría y nunca haría nada que comprometiese nuestra amistad. Como yo estaba atada a esta supuesta “moralidad”, aunque sabía que Ruthy tenía problemas y que debía defender mis principios denunciándola, no me atrevía a dar el paso de practicar la verdad. Yo no dejaba de pensar que si daba mi opinión sobre lo que me había dicho en confianza, en realidad, la estaría decepcionando. Estas filosofías satánicas me controlaban, me hacían incapaz de distinguir lo correcto de lo incorrecto, y me despojaban de todo principio. Cuanto más reflexionaba, más cuenta me daba de lo necia y confundida que había estado. Aunque creía en Dios y leía Su palabra, cuando me pasaban cosas seguía confiando en las filosofías satánicas. ¡Al final, entendí que yo era muy lamentable y que no tenía ninguna de las realidades de la verdad!
Seguí leyendo la palabra de Dios. “¿Cómo puede haber bondad en los que no aman la verdad? ¿Cómo puede haber justicia en los que solo aman la carne? La justicia y la bondad, ¿no se refieren solo a la verdad? ¿No están reservadas para los que aman a Dios incondicionalmente? Los que no aman la verdad y no son sino cadáveres podridos, ¿acaso no albergan el mal todos ellos? Aquellos incapaces de vivir la verdad, ¿no son enemigos de la verdad? ¿Y qué hay de vosotros?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo los perfeccionados pueden vivir una vida significativa). “Quizás eres excepcionalmente amable y dedicado a tus parientes, tus amigos, tu esposa (o esposo), tus hijos e hijas y tus padres, y nunca te aprovechas de nadie, pero si eres incapaz de ser compatible con Cristo, si eres incapaz de relacionarte en armonía con Él, entonces, aun si gastas todo lo que tienes ayudando a tus vecinos, o si le brindas a tu padre, a tu madre y a los miembros de tu casa un cuidado meticuloso, te diría que sigues siendo un ser malvado y, más aún, lleno de trucos astutos” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Quienes son incompatibles con Cristo indudablemente se oponen a Dios). Al leer la palabra de Dios entendí que la justicia y la bondad verdaderas no son ser leal a una persona. No importa lo amable o leal que puedas ser con un amigo o miembro de la familia, ni todo lo bueno que otros te digan que eres ni lo mucho que la sociedad te alabe, no pueden llamarte justo ni bueno. La justicia y bondad verdaderas las dicta la verdad, y son cosas que se alinean con ella. Cuando las cosas te suceden, la capacidad de practicar la verdad, de actuar conforme a la palabra de Dios, de dejar de lado las emociones para defender los principios, y de proteger el trabajo de la iglesia demuestra la justicia y el amor por la verdad, y tendrá la aprobación de Dios. Pensé en la Biblia, en un momento crítico, cuando Lot fue capaz de cambiar a sus dos hijas por la seguridad de los dos mensajeros, y en que Dios consideró justa esta conducta. Pensé en que, al recibir la comisión de Dios, Noé pasó más de 100 años construyendo el arca, y que en ese momento soportó mucho sufrimiento, calumnias y juicios, pero aún así fue capaz de acatar la palabra de Dios y de completar Su comisión. Esto era justicia. Comprendí que haciendo la voluntad de Dios, uno puede practicar en total conformidad con Su palabra, y no importa el sufrimiento ni siquiera si uno debe renunciar a su vida, aún así se puede completar la comisión de Dios y proteger el trabajo de Su casa. Solo a esto se le puede llamar justicia y bondad. Siempre había protegido mis relaciones con los demás y mis afectos por ellos. Sabía que Ruthy estaba difundiendo negatividad y mentiras de forma encubierta, pero, sin embargo, no la denuncié. Di prioridad a mis afectos por ella y a protegerla incluso a costa del trabajo de la iglesia. Antepuse mis sentimientos y vulneré la verdad. ¿Qué tenía esto de justo o bueno? Básicamente, me estaba resistiendo a Dios y fui condenada por Él. Ante esta idea, me di cuenta de la gravedad del problema y mi corazón fue presa del pánico. No podía seguir actuando en función de las emociones. Tenía que adherirme a la verdad y a los principios denunciando a Ruthy. Así que redacté un informe objetivo con los problemas de Ruthy y se lo envié al líder.
Al poco tiempo, el líder me dijo: “Los problemas de Ruthy son muy graves. Desde su destitución no ha reflexionado, persiste en la desobediencia y la indignación, sigue difundiendo conceptos y negatividad, y no ha empezado a comportarse como es debido. De nuevo, sus problemas tendrán que ser expuestos. Si ella no se da cuenta de la gravedad de estos problemas, ¡podría seguir difundiendo negatividad y perturbando la vida de la iglesia!”. El líder también me pidió que participara en esto. De repente, me puse nerviosa y volví a entrar en conflicto: “Si esta comunicación para exponer los problemas de Ruthy va a ser frente a muchas personas, ¿qué pensará ella de mí? ¿Me odiará? ¿Se sentirá dolida? ¿Pensará que no soy alguien con quien puede hablar y me ignorará?”. No quería imaginarme la escena de su denuncia. Solo quería escapar. El líder notó mi indecisión y me dijo: “Si no te sientes cómoda, no tienes que asistir. Piénsalo bien”. No dije nada. Después, me sentía muy incómoda y me preguntaba: “¿Por qué me da tanto miedo enfrentarme a Ruthy? ¿Por qué no tengo el valor de exponerla? Sigo viviendo según mis emociones y queriendo proteger mis relaciones”. Al darme cuenta de esto, me sentí muy culpable y oré a Dios: “¡Oh, Dios, por favor ayúdame! Dame valor para liberarme de la oscura influencia de Satanás. Deseo practicar la verdad”.
Después de orar, leí unas palabras de Dios relacionadas con mi estado. “Una vez que la verdad se haya convertido en vida en ti, cuando observes a alguien que es blasfemo hacia Dios, no es temeroso de Él, y es descuidado y superficial al cumplir con su deber, o que interrumpe e interfiere con el trabajo de la iglesia, responderás de acuerdo con los principios de la verdad, y serás capaz de identificarlos y exponerlos cuando sea necesario. Si la verdad no se ha convertido en tu vida y todavía vives inmerso en tu carácter satánico, entonces cuando descubras a personas malvadas y a demonios que interrumpan y perturben el trabajo de la iglesia, harás la vista gorda y oídos sordos; los desestimarás sin que te lo reproche tu conciencia. Llegarás a creer que cualquiera que perturbe el trabajo de la iglesia no tiene nada que ver contigo. Por más que se resientan el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, a ti no te importa, ni intervienes ni te sientes culpable, lo que te convierte en alguien sin conciencia ni sentido, un incrédulo, un hacedor de servicio. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y disfrutas de todo lo que viene de Dios, pero crees que ningún perjuicio a los intereses de la casa de Dios tiene que ver contigo, lo que te convierte en un traidor que muerde la mano que le da de comer. Si no proteges los intereses de la casa de Dios, ¿eres siquiera humano? Eres un demonio que se ha introducido en la iglesia. Finges creer en Dios, ser de Sus escogidos, y quieres gorronear en la casa de Dios. No estás viviendo la vida de un ser humano y, obviamente, eres incrédulo. Si eres alguien que cree realmente en Dios, entonces, aunque aún no hayas obtenido la verdad y la vida, al menos hablarás y actuarás desde el lado de Dios; al menos no te quedarás impasible cuando veas que los intereses de la casa de Dios están comprometidos. Cuando tengas el impulso de hacer la vista gorda, te sentirás culpable, a disgusto, y te dirás a ti mismo: ‘No puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada, debo levantarme y decir algo, debo asumir la responsabilidad, debo revelar este mal comportamiento, debo detenerlo para que los intereses de la casa de Dios no se vean perjudicados, y la vida de la iglesia no se vea alterada’. Si la verdad se ha convertido en tu vida, entonces no solo tendrás este valor y esta determinación y serás capaz de comprender el asunto del todo, sino que también cumplirás con la responsabilidad que te corresponde en la obra de Dios y en los intereses de Su casa, con lo que cumplirás con tu deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). “En la iglesia, permaneced firmes en vuestro testimonio de Mí, defended la verdad; lo correcto es correcto y lo incorrecto es incorrecto. No confundáis lo negro y lo blanco. Estáis en guerra con Satanás y debéis vencerlo por completo para que nunca más vuelva a levantarse. Debéis dar todo lo que tenéis para proteger Mi testimonio. Este será el objetivo de vuestros actos, no lo olvidéis” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). Tras leer la palabra de Dios, me sentí profundamente conmovida y avergonzada. Pensé en cómo me había comportado recientemente. Yo era el tipo de persona que Dios exponía: traidora, que no protege el trabajo de la iglesia, y que renuncia a la verdad. Yo sabía que Ruthy no había reflexionado ni se había arrepentido tras su destitución, y que ella incluso odiaba a los que la habían denunciado. Yo sabía que ella estaba difundiendo nociones, y que era negativa y reticente. Ella ya había mostrado una naturaleza de hartazgo y odio hacia la verdad; en esencia, era una malhechora. Si una persona que acatase la voluntad de Dios y tuviera algún sentido de la justicia viera este tipo de comportamiento, habría luchado por proteger la obra de la iglesia y por detener las acciones de Satanás. No habría permitido que la vida o el trabajo de la iglesia fueran perturbados. Pero, a pesar de mi conocimiento de primera mano, dudé, vacilé y no me atreví a exponer a Ruthy por temor a dañar el afecto que nos teníamos. En este momento clave, no pensé en el trabajo de la iglesia ni busqué los principios de la verdad. Seguí acatando las filosofías satánicas, dando prioridad al amor y a los afectos junto con el diablo, poniéndome de su lado para proteger a una malhechora. La esencia de esta conducta mía era el mal. A la luz de la verdad, todas mis acciones eran totalmente reprobables. Cuanto más reflexionaba sobre la palabra de Dios, más claro veía mi problema. También pensé en que Dios me había elegido para venir a Su casa, y en que Él me había guiado y sostenido continuamente. Él me había dado la oportunidad de buscar la verdad y de ser salvada, pero en el momento clave, no acaté Su voluntad y elegí proteger a Satanás. Estaba apuñalando a Dios por la espalda y traicionándolo. ¡Estaba decepcionando mucho a Dios! No podía seguir anteponiendo mis sentimientos ni protegiendo mis relaciones. No importa si ofendes a personas; ¡la violación de la verdad y la ofensa a Dios muestran una falta total de humanidad! Recordé lo que dice la palabra de Dios: “Tus relaciones con las personas no se erigirán sobre la carne sino sobre el fundamento del amor de Dios. Casi no tendrás interacciones carnales con los demás, pero a nivel espiritual tendrán comunicación y mutuo amor, consuelo y provisión. Todo esto se hace sobre el fundamento del deseo de complacer a Dios; estas relaciones no se mantienen a través de filosofías humanas de vida, sino que se forman de una manera natural cuando se lleva una carga para Dios. No requieren de ningún esfuerzo humano artificial de tu parte, solo necesitas practicar según los principios de las palabras de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante establecer una relación normal con Dios). La palabra de Dios me hizo entender que las relaciones interpersonales no deben regirse por filosofías seculares. Más bien, las personas deben vivir según la palabra de Dios. Comunicarse mutuamente sobre asuntos de entrada en la vida, ayudarse y apoyarse unos a otros, ser capaces de enseñar, ayudar, supervisar y advertir a otros cuando violan los principios o caminan por la senda equivocada, y ser capaces de exponer y detener a aquellos que perturban el trabajo de la iglesia: las personas deberían interactuar según estos principios. Ante los problemas de Ruthy, había antepuesto mis sentimientos y mi lealtad hacia ella. Esto era irracional y no se ajustaba a la verdad. Eran las acciones de una persona incrédula. Dejé de estar en conflicto y tuve el valor de practicar la verdad.
Seguí leyendo un par de pasajes de la palabra de Dios que exponían los daños de ideas de la cultura tradicional como “sacrificarse por los amigos”, y mi corazón se iluminó mucho más. Dios Todopoderoso dice: “Nacido en una tierra tan inmunda, el hombre ha sido gravemente infectado por la sociedad, influenciado por una ética feudal y educado en ‘institutos de educación superior’. Un pensamiento retrógrado, una moral corrupta, una visión mezquina de la vida, una filosofía despreciable para vivir, una existencia completamente inútil y un estilo de vida y costumbres depravados, todas estas cosas han penetrado fuertemente en el corazón del hombre, y han socavado y atacado severamente su conciencia. Como resultado, el hombre está cada vez más distante de Dios, y se opone cada vez más a Él. El carácter del hombre se vuelve más cruel día tras día, y no hay una sola persona que voluntariamente renuncie a algo por Dios; ni una sola persona que voluntariamente obedezca a Dios, y, menos aún, una sola persona que busque voluntariamente la aparición de Dios. En vez de ello, bajo el campo de acción de Satanás, el hombre no hace más que buscar el placer, entregándose a la corrupción de la carne en la tierra del lodo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). “Satanás ha fabricado e inventado muchas historias populares o historias que aparecen en los libros de historia, lo que causa en las personas impresiones profundas de cultura tradicional o figuras supersticiosas. Por ejemplo, en China están ‘Los ocho inmortales cruzan el mar’; ‘Viaje a occidente’; ‘El emperador de jade’; ‘Nezha vence al rey dragón’ y ‘Las investiduras de los dioses’, ¿No se han arraigado profundamente en la mente del hombre? Aunque algunos de vosotros no conozcan todos los detalles, sí conocéis las historias generales y es este contenido general lo que se te queda en el corazón y en la mente, de manera que no puedes olvidarlas. Estas son diversas ideas o leyendas que Satanás preparó para el hombre hace mucho tiempo, y que se han diseminado en distintos momentos. Estas cosas perjudican directamente y minan el alma de los seres humanos y ponen a estos bajo un hechizo tras otro. Es decir que una vez que has aceptado esa cultura tradicional, esas historias o cosas supersticiosas, una vez que se establecen en tu mente y una vez que se adhieren a tu corazón, entonces es como si estuvieras bajo un hechizo: quedas enredado e influenciado por estas trampas culturales, estas ideas e historias tradicionales. Influyen en tu vida, en tu perspectiva sobre la vida, y en tu juicio de las cosas. Aún más, influyen en tu búsqueda de la senda verdadera de la vida: esto es, de hecho, un hechizo malvado. Por mucho que intentes no puedes sacudírtelas; las cortas, pero no puedes derribarlas; las golpeas, pero no puedes derruirlas. Además, después de que la gente está bajo este tipo de hechizo, sin saberlo, empieza a adorar a Satanás sin saberlo, a promover la imagen de Satanás en su corazón. En otras palabras, lo establecen como su ídolo, un objeto de adoración y admiración, hasta el punto de considerarlo como Dios. Inconscientemente, estas cosas están en el corazón de las personas, y controlan sus palabras y sus hechos. Además, primero consideras que estas historias y leyendas son falsas, pero luego, sin saberlo, reconoces su existencia, y las conviertes en figuras y objetos reales, existentes. También de forma inconsciente, recibes estas ideas y la existencia de estas cosas en tu subconsciente. De este mismo modo también recibes a los diablos, a Satanás y a los ídolos en tu casa y en tu propio corazón, esto es ciertamente un hechizo” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Al leer la palabra de Dios comprendí que las palabras transmitidas por los llamados santos y sabios antiguos y las ideas expresadas en las historias clásicas que han influenciado a una generación tras otra proceden de Satanás. Satanás ha usado estas palabras e ideas para controlar a la humanidad. Estas ideas ya están arraigadas en lo profundo del corazón del hombre y su influencia es intensa. Al igual que la idea de que las personas deben sacrificarse por sus amigos; aparentemente, se considera honorable valorar la lealtad, como si arriesgar la vida por un amigo fuera algo noble. Cuando las personas aceptan este tipo de ideas, tienen que ayudar a sus amigos, tanto si hacen algo bueno como algo malo, incluso hasta arriesgar su propia vida por ayudarlos. Esto no respeta los principios y no distingue lo correcto de lo incorrecto. Incluso si su amigo hace algo malo, tienen que protegerlo, hasta el punto de arriesgar su vida, y esto se ve como algo justo y leal. En realidad, es algo irracional y es ampararse en las pasiones a la hora de actuar. Ya no pienso en valorar la lealtad como algo elevado. Más bien, siento que las personas con este tipo de mentalidad son lamentables y patéticas. Sus vidas no tienen valor y sus muertes no tienen sentido. Pensé en que esto me había dañado profundamente. Para proteger mis afectos interpersonales, no practicaba la verdad a sabiendas. Incluso pensaba que estaba siendo leal, y que tenía buena humanidad. ¡Qué tonta fui! Estas ideas que le gustan a Satanás son un veneno. Me hacían dudar qué estaba bien y qué no, impidiéndome distinguir entre lo positivo y lo negativo. Cerraban mi mente y la deformaban. Me impedían tener relaciones interpersonales normales. Recordé que la palabra de Dios decía: “La causa profunda de que surjan actitudes corruptas en el hombre es el engaño, la corrupción y el veneno de Satanás. El hombre ha sido atado y controlado por Satanás, y sufre el atroz daño que este le ha infligido a su pensamiento, su moral, su percepción y su razonamiento. Es precisamente debido a que las cosas fundamentales del hombre han sido corrompidas por Satanás y son diametralmente distintas a cómo Dios las creó originalmente, que el hombre se opone a Dios y no puede aceptar la verdad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). Antes, yo solo había admitido en teoría que Satanás me había corrompido tanto que había perdido toda humanidad, pero realmente no entendía dónde se manifestaba la profunda corrupción del hombre. Ahora lo entiendo un poco mejor. Los venenos de Satanás y las ideas de la cultura tradicional ya se han convertido en la naturaleza del hombre. Han pisoteado y distorsionado los pensamientos del hombre y este ha perdido su humanidad y pensamientos normales. Todos sus pensamientos se resisten a Dios y vulneran la verdad. Sin las verdades expresadas por Dios Todopoderoso en Su obra de salvación que toman estas filosofías seculares, venenos satánicos, y la esencia de la cultura tradicional, y las diseccionan una a una, ¿cómo habría logrado entender todo esto? Solo habría sido corrompida y dañada aún más por Satanás. Me convencí aun más de que solo la palabra de Dios es la verdad, y que solo la palabra de Dios puede cambiar a las personas y salvarlas. La palabra de Dios es muy valiosa. La cultura tradicional y estas filosofías satánicas corrompen y dañan a las personas. Solo buscando la verdad en la palabra de Dios y viendo las cosas y actuando conforme a Su palabra pueden la razón y la humanidad de una persona volverse cada vez más normales.
Unos días después, el líder invitó a Ruthy. Le hablé sin reservas de todos los problemas que había visto en ella. Me sentí tranquila al exponerla. Sabía que hacerlo se ajustaba a la verdad y a los principios, sin importar lo que ella pensara de mí más tarde, o si no quería volver a verme, porque yo estaba practicando la verdad, me sentía en paz y nunca me arrepentiría de mis acciones.