Después de que me remplazaron

4 Feb 2021

Por Li Jie, Estados Unidos

Dios Todopoderoso dice: “Dios obra en cada persona y, sin importar cuál sea Su método, qué clase de personas, asuntos y cosas usa a Su servicio o el tipo de tono que tengan Sus palabras, Él solo tiene una meta final: salvarte. Antes de salvarte, necesita transformarte; así pues, ¿cómo podrías no sufrir un poco? Tendrás que sufrir. Este sufrimiento puede implicar muchas cosas. Algunas veces, Dios hace que surjan las personas, los asuntos y las cosas a tu alrededor para que puedas llegar a conocerte a ti mismo; de lo contrario, podrías ser tratado, podado y expuesto directamente. Al igual que ocurre con una persona que se encuentra en una mesa de quirófano, tienes que pasar por cierto dolor para que haya un buen resultado(‘Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). “Haber fallado y caído varias veces no es algo malo, ni lo es quedar en evidencia. Ya sea que hayas sido tratado, podado o expuesto, debes recordar esto en todo momento: ser expuesto no significa que estés siendo condenado. Ser expuesto es algo bueno; es la mejor oportunidad para que te conozcas. Puede traer a tu experiencia de vida un cambio de marcha. Sin él, no tendrás ni la oportunidad, ni la condición ni el contexto para poder alcanzar un entendimiento de la verdad de tu corrupción. Si puedes llegar a conocer las cosas que hay dentro de ti, todos aquellos aspectos están profundamente ocultas en tu interior que son difíciles de reconocer y de desenterrar, entonces esto es algo bueno. Poder conocerte realmente es la mejor oportunidad para que enmiendes tus caminos y te conviertas en una nueva persona; es la mejor oportunidad de que obtengas nueva vida. Cuando realmente te conozcas, podrás ver que, cuando la verdad se convierte en la vida de alguien, es algo realmente precioso, y tendrás sed de la verdad y entrarás en la realidad. ¡Esto es algo verdaderamente grandioso! Si puedes aprovechar esta oportunidad y reflexionar sinceramente sobre ti mismo y obtener un conocimiento genuino de ti mismo cada vez que falles o caigas, entonces en medio de la negatividad y la debilidad, podrás levantarte. Cuando hayas cruzado este umbral, entonces podrás dar un gran paso adelante y entrar en la realidad-verdad(‘Para ganar la verdad, debes aprender de las personas, los asuntos y las cosas que te rodean’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Puedo ver a través de las palabras de Dios que, sin importar cómo trabaje Dios con alguien, ya sea mediante el juicio y el refinamiento, al podarlo o tratar con él, o al reemplazarlo en sus deberes, todo se hace para que reflexione y se conozca, para que su carácter pueda cambiar.

Cuando llevaba solo unos meses siendo creyente, recuerdo que la charla que dio la hermana Zhao, una líder, fue verdaderamente esclarecedora y buena para resolver problemas prácticos. La admiraba mucho y pensé: “Será maravilloso llegar al momento de poder ser como la hermana Zhao y resolver problemas de los hermanos mediante charlas sobre la verdad”. Durante un tiempo, siempre que me enteraba de que elegían a alguien como líder o diácono, me emocionaba y anhelaba el día en que estaría en su lugar. Después de eso, empecé a dedicarme a comer, beber y considerar las palabras de Dios y a llevar un diario religioso. Participaba con entusiasmo en toda la obra de la iglesia.

Un par de años después, me eligieron líder de la iglesia. La hermana Liu y yo compartíamos la responsabilidad de la obra de la iglesia. Siempre que veía un problema en la obra de la iglesia o que los hermanos se topaban con dificultades en sus deberes, buscaba a la hermana Liu para hablarlo y buscar la verdad para resolverlo. Después de un par de meses, empezamos a ver resultados verdaderos en la obra de la iglesia, y mi líder me pidió que les contara lo que estaba aprendiendo a todos en las reuniones con los compañeros. Me encantó ver cómo me valoraba mi líder y cómo los hermanos me admiraban. Sin darme cuenta, comencé a lucirme en las reuniones. Siempre hablaba de cómo había regado y apoyado a los hermanos, de cómo había resuelto problemas, de cómo había sufrido en mis deberes, del precio que había pagado, de cómo la obra de la iglesia había triunfado, paso a paso. Eso llevó a que los hermanos me admiraran, de modo que, cuando se topaban con problemas, no se concentraban en orar y buscar la verdad, sino acudían directamente a mí. Me parecía cada vez más que yo era la personificación de un líder. Supuse que el éxito de la obra de la iglesia se debía principalmente a mi trabajo arduo, así que comencé a menospreciar un poco a la hermana Liu y no hacía caso a sus sugerencias. Solamente yo tenía la última palabra en la obra de la iglesia. Cuando vi que la hermana Liu sentía que yo la coartaba un poco, no reflexioné sobre mi conducta e incluso presumí en una reunión: “Aunque la hermana Liu y yo somos responsables de la obra de la iglesia, ella ha tendido a ser negativa y pasiva en el cumplimiento de su deber, y yo he tenido que ser la que se preocupa por ello y la que realmente paga el precio. Estoy muy preocupada por la hermana Liu. Si esto continúa, temo que la obra de la iglesia se verá afectada”. Los hermanos dijeron que yo era responsable y que asumía la carga de mi deber. Me dio mucho gusto oír eso y disfruté de su apoyo y su admiración.

Unos días después, una hermana se dio cuenta de mi problema y me lo advirtió: “Hermana, he notado que recientemente no has charlado mucho de tu experiencia práctica, como de qué tipo de corrupción o rebelión muestras al enfrentar un problema, de cómo reflexionas sobre tu conducta y te conoces, de cómo buscas la verdad para resolver cosas y de cómo cambias al final. Casi nunca te oigo hablar de esas cosas. Principalmente, charlas de cómo resuelves los problemas de los demás y de lo que sufres, que solo logra que los demás te admiren y te adulen. No vas por buen camino. No pierdas el tiempo: ¡reflexiona sobre tu conducta!”. Pero no le hice caso a lo que me dijo. Pensé: “Todas mis charlas reflejan mi experiencia personal. Los hermanos están de acuerdo conmigo porque puedo resolver los problemas con la verdad. ¿Cómo puedes decir que los demás me adulan y que no voy por buen camino? Lo dijiste solamente porque me tienes envidia, ¿verdad?”. En ese momento, me intoxicaban la fama y el estatus y tenía el corazón adormecido e inflexible. Al paso del tiempo, sentí una oscuridad interna cada vez más grande, y ya no podía entender ni resolver el estado de los demás ni las dificultades en sus deberes. Terminaron echándome de mi deber como líder porque no podía hacer trabajo práctico.

Después de eso, sentí que no tenía fuerzas y no quise enfrentar la realidad. Me volví tan negativa que ni siquiera quería asistir a las reuniones. Me sentía demasiado avergonzada como para enfrentar a los hermanos. Antes, yo había sido la que dirigía las reuniones y les hablaba a los demás, pero ahora yo era la perjudicada. Me preocupaba cómo me iban a ver los demás. Mientras más pensaba en ello, más me alteraba y me angustiaba. No podía concentrarme en las reuniones y a veces incluso cabeceaba. Estaba muy débil y era muy negativa, y sentía que Dios me había abandonado. No podía más que llorar y me hinqué a orarle a Dios: “Oh, Dios, en verdad estoy sufriendo. No quiero vivir en este estado. Dios, ruego por Tu guía y salvación. Estoy dispuesta a reflexionar sobre mi conducta y a conocerme sinceramente”.

Vi un video de una lectura de las palabras de Dios después de orar. Dios Todopoderoso dice: “En vuestra búsqueda tenéis demasiadas nociones, esperanzas y futuros individuales. La obra presente es para tratar con vuestro deseo de estatus y vuestros deseos extravagantes. Las esperanzas, el estatus y las nociones son, todos ellos, representaciones clásicas del carácter satánico. […] Ahora sois seguidores, y habéis obtenido cierto entendimiento de esta etapa de la obra. Sin embargo, todavía no habéis dejado a un lado vuestro deseo de estatus. Cuando tu estatus es alto buscáis bien, pero cuando es bajo, dejáis de buscar. Las bendiciones del estatus siempre están en vuestra mente. ¿Por qué la mayoría de las personas no pueden desprenderse de la negatividad? ¿Acaso la respuesta invariable no es que se debe a las perspectivas sombrías? […] Cuanto más busques de esta forma, menos recogerás. Cuanto mayor sea el deseo de estatus en la persona, mayor será la seriedad con la que sea tratada y mayor refinamiento el que tendrá que experimentar. ¡La gente así no vale nada! Tiene que ser tratada y juzgada lo suficiente como para que renuncie a estas cosas por completo. Si buscáis de esa manera hasta el final, nada recogeréis. Aquellos que no buscan la vida no pueden ser transformados, y aquellos que no tienen sed de la verdad no pueden ganar la verdad. No te centras en buscar la transformación personal ni en la entrada, sino que en su lugar te concentras en deseos extravagantes y en las cosas que limitan tu amor por Dios y previenen que te acerques a Él. ¿Pueden transformarte esas cosas? ¿Pueden introducirte en el reino?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?).

Las palabras de Dios revelaron completamente mis motivos e ideas sobre la búsqueda del estatus en mi fe. Recordé cuando acababa de convertirme en creyente. En realidad admiraba a los líderes y anhelaba el día en el que podría ser un líder y que me admiraran. Cuando me convertí en líder, cumplí con mi deber desde que amanecía hasta que anochecía, gustosa de hacerlo sin importar lo cansado que fuera. Cuando sentí que mi líder me valoraba y los hermanos me admiraban, me sentí más motivada. En las reuniones, siempre me lucía, presumía de lo mucho que me había apurado para hacer mi trabajo, de lo mucho que había sufrido e incluso denigraba a la hermana Liu y exageraba lo que había hecho para que me adularan. Después de que me remplazaron como líder y ya no tenía ningún estatus, de inmediato caí en un pozo de negatividad del que no podía salir. Al enfrentar los hechos, vi que no buscaba la verdad ni cumplía con mi deber en mi fe, sino buscaba el estatus. Cuando lo tenía, tenía impulso, pero sin él, me sumí en la negatividad. Incluso me taché de inútil. Vi lo grave que era mi deseo por el estatus. ¿Cómo podía ser posible que ese tipo de búsqueda resultara en conseguir la verdad y la salvación de Dios? Solía pensar que yo era muy buena, que entendía cierta parte de la verdad y que estaba calificada para ser líder. Nunca imaginé que me volvería tan negativa después de que me remplazaron. Fue entonces cuando vi que no poseía la realidad de la verdad ni estatura. Solo le hablaba a la gente sobre doctrinas y palabras vacías. Yo no me conocía en absoluto. No lograba comprenderme. Si no me hubieran echado de mi cargo, no habría reflexionado sobre mi conducta ni llegado a conocerme, sino seguiría buscando el estatus, seguiría en el camino de la resistencia a Dios. Eso solo podría entorpecer la obra de la casa de Dios y perjudicar la entrada en la vida de los hermanos. Finalmente me di cuenta de que el que me hubieran remplazado como líder era como Dios me protegía y Su juicio justo. Dios trataba con mi deseo de estatus, me obligaba a ver que iba por el camino equivocado para que pudiera arrepentirme ante Él. Darme cuenta de eso me brindó cierto alivio.

Después de eso, leí más de las palabras de Dios que exponían la búsqueda de la gente de la fama y el estatus, y un par de pasajes que se me quedaron grabados. “Algunas personas idolatran de manera particular a Pablo: les gusta salir a pronunciar discursos y hacer obra, les gusta reunirse y hablar; les gusta que las personas las escuchen, las adoren y las rodeen. Les gusta tener estatus en el corazón de los demás y aprecian que otros valoren la imagen que muestran. Analicemos su naturaleza a partir de estos comportamientos: ¿Cuál es su naturaleza? Si de verdad se comportan así, entonces basta para mostrar que son arrogantes y engreídos. No adoran a Dios en absoluto; buscan un estatus elevado y desean tener autoridad sobre otros, poseerlos, y tener estatus en sus mentes. Esta es una imagen clásica de Satanás. Los aspectos de su naturaleza que más destacan son la arrogancia y el engreimiento, la negativa a adorar a Dios, y un deseo de ser adorados por los demás. Tales comportamientos pueden darte una visión muy clara de su naturaleza(‘Cómo conocer la naturaleza del hombre’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). “Unos pueden usar sus posiciones para testificar repetidamente sobre sí mismos, enaltecerse, y competir con Dios por personas y estatus. Usan diversos métodos y medidas para hacer que las personas los adoren, intentando constantemente vencer a otros y controlarlos. Algunos hasta engañan a propósito a las personas para que piensen que son Dios y los traten como tal. Nunca le dirían a nadie que han sido corrompidos, que son también corruptos y arrogantes, ni que no los adoren; y que por muy bien que les vaya, todo se debe a la exaltación de Dios y que en cualquier caso están haciendo lo que deberían. ¿Por qué no dicen estas cosas? Porque temen profundamente perder su lugar en el corazón de las personas. Por esta razón, estas personas no exaltan nunca a Dios ni dan testimonio de Él(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo I).

Las palabras de Dios me revelaron que la gente siempre busca la fama y el estatus, y no exalta ni es testimonio para Dios. En vez de eso, constantemente se lucen y hacen que los demás los adulen y los rodeen debido a su carácter satánico, y eso Dios lo maldice y lo castiga. ¿Pablo no fue un ejemplo perfecto de eso? Le encantaba tener estatus y autoridad, y se concentraba en su posición y en su prestigio. En sus epístolas, a menudo atestiguaba lo mucho que había trabajado y sufrido por el Señor, y decía que no era menos que los demás apóstoles. Su trabajo arduo y el precio que pagó no eran para buscar la verdad o cumplir con el deber de un ser creado, sino para satisfacer sus ambiciones locas, para que los demás lo adoraran y, finalmente, para que lo recompensaran y lo coronaran. Por eso su carácter de vida no cambió en absoluto después de años de trabajo arduo y terminó perdiendo la razón por su arrogancia, y testificó que, para él, el vivir era Cristo. Tenía el sueño dorado de ocupar el lugar del Señor Jesús para que lo siguieran y lo imitaran. Ofendió gravemente el carácter de Dios. Pablo tenía una naturaleza satánica y era increíblemente arrogante y presuntuoso. Todo lo que hacía era para saciar sus ambiciones locas y todo era hostil hacia Dios. Recorría el camino de un anticristo opuesto a Dios, y Dios lo condenó y lo maldijo. En cuanto a mí, cuando tenía algún logro en mis deberes, decía que le daba las gracias a Dios por guiarme, pero en el fondo, el mérito era solamente mío. Desvergonzadamente le robaba la gloria a Dios, me lucía en todo momento, alardeaba de lo mucho que me apresuraba y sufría, y de la cantidad de problemas que había resuelto para que los demás me adularan. Cuando vi que la hermana Liu se había vuelto negativa y débil, la ayudé y la apoyé superficialmente, pero en el fondo, la criticaba y la desdeñaba. Incluso la denigraba en reuniones mientras que exageraba lo que yo hacía para que los hermanos me admiraran y me hicieran caso. Una hermana vio mi problema y me lo advirtió para ayudarme, por amor, pero me negué a aceptarlo obstinadamente. Incluso creí que me denigraba, que me envidiaba. Vi lo increíblemente irracional que me había vuelto. No me concentraba en mi deber de charlar sobre la verdad para exaltar a Dios y ser testimonio para Él, sino que me lucía y protegía mi estatus en todo momento para que me admiraran. Vi lo arrogante y presumida que era por naturaleza. Vivía una naturaleza totalmente satánica, y recorría el camino del anticristo en resistencia a Dios que había recorrido Pablo. Sabía que, si no me arrepentía, Dios me condenaría y me eliminaría. Ese pensamiento me asustó. Corrí a postrarme ante Dios a orar, dispuesta a buscar la verdad y a arrepentirme ante Dios. Después de eso, comí y bebí más de las palabras de Dios, y reflexioné sobre mi conducta y aprendí cosas de mí. Analicé los motivos e intenciones detrás de mis actos. Cuando me enfrentaba con problemas, me concentraba en poner en práctica las palabras de Dios, y mi estado mejoró gradualmente.

Un mes después, un líder organizó que yo me ocupara de los deberes de anfitriona y, al principio, no me dio mucho gusto. Cuando había sido líder, otros eran mis anfitriones, pero ahora yo sería la anfitriona de los demás. Vaya diferencia. Pero luego pensé: “¿No sigo buscando la fama y el estatus? Ser anfitriona de los hermanos podrá no parecer nada especial, pero es mi deber, mi responsabilidad y mi obligación. No debería decidirlo yo ni ser exigente, sino someterme a las reglas y arreglos de Dios”. Así que acepté. Dos días después, la líder llevó a un par de hermanas a mi casa. Vi de inmediato que había hecho mis deberes con esas dos hermanas anteriormente. Me sonrojé de inmediato y me sentí increíblemente incómoda, como si estuviera en un peldaño más bajo que ellas. Intercambiamos comentarios amables y luego fui a la cocina a preparar comida. Mientras cocinaba, recordé cuando cumplía con mi deber junto con esas hermanas. Dirigía las reuniones y les daba charlas. Nunca imaginé que ahora ellas serían líderes mientras yo estaría en casa siendo la anfitriona. Me sentí muy inquieta. Luego me di cuenta de que de nuevo me concentraba en el estatus, así que corrí a orar y a apelar a Dios, y luego pensé en este pasaje de Sus palabras: “Como una de las criaturas, el hombre debe mantener su propia posición y comportarse concienzudamente. Debes guardar con sumisión aquello que el Creador te ha confiado. No debéis actuar de forma inaceptable ni hacer cosas más allá de vuestra capacidad, ni las que son aborrecibles para Dios. No tratéis de ser grandioso, ni de convertirte en un superhombre ni de estar por encima de los demás, ni de buscar volverte Dios. Así es como las personas no deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que las criaturas deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en una verdadera criatura; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Al considerar las palabras de Dios, entendí que Dios no quiere gente altiva ni grandiosa, sino seres creados genuinos. Con estatus o sin él, solamente ser capaces de someterse a las reglas y arreglos de Dios, ser sinceros y cumplir con nuestro deber es lo que va acorde con la voluntad de Dios. Dios me predestinó a que fuera una hierbita y yo tenía que someterme sin buscar ser el gran árbol, hacer mi trabajo de hierbita bien y cumplir con mi deber bien. Recordé el periodo en el que fui líder. Parecía que eso brindaba gloria, pero no me concentraba en buscar la verdad. En vez de eso, siempre buscaba la fama y el estatus. Era presuntuosa, me daba aires, me volvía cada vez más arrogante, vivía un carácter satánico y avergonzaba a Dios. Ahora mi deber era ser anfitriona, que no parecía la gran cosa, pero poder cumplir con mi responsabilidad y mi deber me hizo sentir mucho más tranquila y a gusto. Al meditarlo, ya no me pareció que ser una anfitriona me ponía en un peldaño más bajo. Pude someterme desde el fondo de mi corazón.

Después de almorzar, las tres tuvimos una reunión. Me abrí y charlé de lo que había aprendido durante mis deberes en ese periodo y ellas charlaron también de sus experiencias. Fue muy liberador para mí y ya no me sentí atada por la fama y el estatus. Esa fue mi experiencia de ser líder y de que luego me remplazaran. Gracias a Dios.

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