Luego de que ascendieran a todos, excepto a mí

15 Jul 2022

Por Martha, Italia

En enero de 2021, el proyecto del que yo estaba a cargo estaba a punto de concluir. A mis hermanos y hermanas les dieron de a poco otros deberes, hasta que solo quedamos algunos compañeros y yo para finalizar todo. Por ese entonces, pensé que, aunque no quedaba mucho por hacer, debía dedicarme a conciencia a terminar el proyecto. Para mi sorpresa, un día me enteré de que a una de mis compañeras la habían ascendido a responsable de la obra evangélica. Eso me perturbó y me dejó un mal sabor de boca. “¿Por qué no me han ascendido a mí? ¿Acaso no puedo ser supervisora también?”. Pero luego pensé: “Tal vez los líderes crean que ella es una obrera más capaz y por eso la han ascendido primero. De todos modos, mi trabajo aquí aún no ha terminado. Una vez que haya concluido, es probable que nos asignen nuevos deberes”. Pero, al poco tiempo, a varios de mis otros compañeros también los ascendieron gradualmente a supervisores, e incluso a algunos, a líderes. Al oír la noticia, me sentí aún más molesta. “Todos se han convertido en líderes, obreros o supervisores, pero yo no he avanzado en absoluto. Incluso tengo que encargarme de todo el trabajo que dejaron y parece que tendré que hacerme cargo de todo hasta el final. Todos hemos estado haciendo el mismo trabajo, ¿por qué a ellos los han ascendido, pero a mí no? ¿Acaso soy tan mala? Ahora soy la peor de todos. ¿Acaso mis líderes creen que no merezco que me cultiven? ¿Tienen algún prejuicio en mi contra? No quiero encargarme de su trabajo. Cuanto más trabajo asuma, menos podré hacer otro tipo de tareas. Para cuando haya terminado este trabajo, mis compañeros ya estarán familiarizados con sus nuevos trabajos y habrán aprendido algunos principios. Si después me envían a predicar el evangelio o a regar a los nuevos fieles y uno de mis antiguos compañeros se convierte en mi supervisor, ¡esa diferencia tan grande será una gran vergüenza!”. Cuanto más lo pensaba, más agraviada me sentía. Cuando mis hermanos y hermanas me pedían que asumiera sus tareas, me resistía mucho. Tenía una ira contenida en mi interior y no quería hacerlas. Pasaron más de dos días y ni siquiera intenté aprender a hacer las tareas que me dejaron. Tampoco me preocupé mucho por mi propio trabajo. Procrastinaba el seguimiento del trabajo y no pensaba en los problemas que había que resolver ni en cómo hacer las cosas bien. Como consecuencia, el trabajo avanzaba muy despacio. Aunque sabía que debía someterme a los arreglos de la iglesia, me sentía desganada, triste y abatida. Nunca tenía la motivación para cumplir con mi deber. Me di cuenta de que mi estado no era el correcto, así que, me presenté ante Dios en oración y le pedí que me iluminara y esclareciera, para poder conocerme a mí misma.

Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios que me enseñó algo sobre mi estado. Las palabras de Dios dicen: “En este momento, todos vosotros cumplís con vuestros deberes a tiempo completo. No estáis limitados ni atados por la familia, el matrimonio o la riqueza. Ya habéis salido de esas cosas. Sin embargo, las nociones, las imaginaciones, el conocimiento y las intenciones y los deseos personales que se os han metido en la cabeza permanecen completamente intactos. Así, en todo lo que involucre la reputación, el estatus o una oportunidad de destacar —por ejemplo, cuando os enteráis de que la casa de Dios planea promover diversos tipos de individuos con talento—, el corazón de cada uno de vosotros salta de emoción y queréis haceros un nombre y poneros en el centro. Todos queréis pelear por el estatus y la reputación. Esto os avergüenza, pero os sentiríais mal si no lo hacéis. Sentís envidia, odio y se queja cuando veis que alguien sobresale, os parece injusto: ‘¿Por qué yo no puedo sobresalir? ¿Por qué siempre se llevan otros el foco? ¿Por qué no me toca nunca a mí?’. Y cuando sentís resentimiento, tratáis de reprimirlo, pero no podéis. Oráis a Dios y os sentís mejor un rato, pero cuando os encontráis nuevamente con este tipo de situación, seguís sin poder superarla. ¿No es esta una manifestación de una estatura inmadura? Cuando se sume la gente en semejantes estados, ¿no ha caído en la trampa de Satanás? Estos son los grilletes de la naturaleza corrupta de Satanás que atan a los humanos. […] Cuanto más luches, más oscuro se volverá tu corazón, más envidia y odio sentirás, y tu deseo de obtener estas cosas se hará más fuerte. Cuanto más fuerte sea tu deseo de obtenerlas, menos capaz serás de lograrlo, y tu odio aumentará cuando esto ocurra. A medida que tu odio aumente, te volverás más oscuro por dentro. Cuanto más oscuro seas por dentro, peor se volverá el cumplimiento de tu deber, y cuanto peor lleves a cabo tu deber, menos útil serás para la casa de Dios. Este es un círculo vicioso interconectado. Si nunca cumples bien con tu deber, serás descartado poco a poco(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios pusieron al descubierto mi estado. Durante esos días, me resistí tanto y estuve tan reacia porque no había logrado mi deseo de estatus. Cuando vi que ascendían a mis compañeros, se me revolvió el corazón. Esperaba que también me ascendieran para ganar estatus y que la gente me tuviese en gran estima. Cuando supe que mis líderes no tenían la intención de ascenderme y que me obligaban a asumir el trabajo de mis compañeros, sentí envidia y sospeché que los líderes tenían algún prejuicio en mi contra o que incluso me despreciaban. Cuando pensé en que, a los ojos de mis líderes, yo era la peor de todos y que a varios de mis compañeros los habían ascendido a líderes o supervisores, mientras yo no tenía ningún cargo, me sentí deprimida y desafiadora. Incluso descargué mi frustración contra mi deber. No mostraba ningún interés por las tareas que me habían asignado y no me dedicaba de lleno a mi propio trabajo. ¡A Dios le repugnaba verme viviendo en ese estado de rebeldía! Recordé cómo antes había prometido que haría bien mi deber. Ahora, apenas vi que ascendieron a otros compañeros y no pude satisfacer mi deseo de estatus, me volví negativa y perdí el interés por mi deber. ¡Deseaba demasiado el estatus! Tenía que buscar la verdad con rapidez para arreglar mi estado.

Tras eso, leí algunas palabras de Dios sobre cómo ver los ascensos y la cultivación, las cuales me ayudaron a cambiar mi estado. Las palabras de Dios dicen: “Si te crees apto para ser líder, poseedor de talento, aptitud y humanidad para el liderazgo, pero la casa de Dios no te ha ascendido y los hermanos y las hermanas no te han elegido, ¿cómo debes abordar el asunto? Aquí hay una senda de práctica que puedes seguir. Debes conocerte a fondo. Comprueba si todo se reduce a que tienes un problema de humanidad o que la revelación de algún aspecto de tu carácter corrupto repele a la gente; o si se trata de que no posees la realidad-verdad y eres poco convincente para los demás, o que el cumplimiento de tu deber no está a la altura del estándar. Debes reflexionar sobre todas estas cosas y descubrir en qué te quedas corto exactamente. Tras haber reflexionado un tiempo y haber descubierto dónde radica tu problema, debes buscar enseguida la verdad para resolverlo, entrar en la realidad-verdad y esforzarte por alcanzar una transformación y crecer de modo que, cuando lo vean los que te rodean, digan: ‘Hoy día es mucho mejor que antes. Trabaja de manera sólida, se toma en serio su profesión y está particularmente centrado en los principios-verdad. No hace las cosas impetuosamente ni de forma superficial, y es más concienzudo y responsable en el trabajo. Solía gustarle alardear de vez en cuando y presumía en todo momento, pero ahora ya es mucho más sencillo y nada prepotente. Aunque sea capaz de hacer algunas cosas, no se jacta de ello y, cuando ha terminado algo, reflexiona reiteradamente sobre ello por miedo a hacer algo mal. Actúa con mucha más cautela que antes, y con un corazón temeroso de Dios; y, sobre todo, es capaz de compartir la verdad para resolver algunos problemas. En efecto, ha crecido’. Los que te rodean que se han relacionado contigo durante un tiempo, descubren que has experimentado una transformación y un crecimiento evidentes; tanto en tu vida humana como en tu control de ti mismo, en tu manera de tratar los asuntos, en tu actitud hacia el trabajo y en tu consideración de los principios-verdad similarers, te esfuerzas más que antes y eres riguroso de palabra y obra. Los hermanos y las hermanas descubren todo esto y lo interiorizan. Tal vez, entonces, puedas presentarte como candidato en las próximas elecciones y tendrás esperanza de que te elijan como líder. Si realmente eres capaz de cumplir con un deber importante, recibirás la bendición de Dios. Si realmente tienes una carga, tienes ese sentido de la responsabilidad y deseas llevar una carga, apresúrate a formarte. Céntrate en practicar la verdad y logra actuar con princípios. Una vez que tengas experiencia de vida y puedas escribir artículos de testimonio, habrás crecido verdaderamente. Y si puedes dar testimonio de Dios, sin duda puedes recibir la obra del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo está obrando en ti, eso quiere decir que Dios te mira con favor, y con la guía del Espíritu Santo, pronto se presentará tu oportunidad. Puede que ahora tengas una carga, pero tu estatura sea insuficiente y tu experiencia de vida demasiado superficial, por lo que, aunque llegaras a líder, serías susceptible de caer. Debes buscar la entrada en la vida, corregir primero tus deseos extravagantes, ser un seguidor de buena gana y llegar a someterte a Dios realmente, sin quejas por lo que Él orqueste o disponga. Cuando tengas esta estatura, tu oportunidad llegará. Es bueno que desees asumir una carga pesada, que tengas esta carga. Indica que tienes un corazón proactivo que busca progresar y que quieres tener en consideración las intenciones de Dios y seguir Su voluntad. Esto no es una ambición, sino una verdadera carga, la responsabilidad de aquellos que persiguen la verdad y el objeto de su búsqueda. No tienes motivos egoístas ni vas a lo tuyo, sino a dar testimonio de Dios y a satisfacerlo; esto es lo que más bendice Dios y Él dispondrá lo más adecuado para ti. […] La intención de Dios es ganarse a más gente capaz de dar testimonio de Él, perfeccionar a todos los que lo aman y formar lo antes posible un grupo de personas de un corazón y un alma con Él. Por tanto, en la casa de Dios, todos los que persiguen la verdad tienen grandes perspectivas futuras, y las perspectivas de los que aman a Dios sinceramente son ilimitadas. Todos deben comprender Su intención. En efecto, es positivo tener esta carga, algo que deben poseer los que tengan conciencia y razón, pero no todos serán necesariamente capaces de asumir una carga pesada. ¿De dónde viene esta discrepancia? Sean cuales sean tus fortalezas o capacidades, y por muy alto que sea tu cociente intelectual, lo crucial es tu búsqueda y la senda que recorras(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (6)). Las palabras de Dios me mostraron que recibir un ascenso o que nos cultiven depende de nuestra búsqueda y la senda que tomemos. Si perseguimos la verdad, asumimos realmente una carga y tenemos algo de aptitud y talento, la iglesia nos dará oportunidades para ascendernos y cultivarnos, y nos permitirá supervisar algunos trabajos. Pero, si no perseguimos la verdad, sino siempre la fama y el estatus, y tomamos la senda equivocada, no duraremos mucho tiempo, aunque lleguemos a ser líderes. Me apliqué a mí misma las palabras de Dios y me dio vergüenza. Me di cuenta de que estaba siendo completamente irracional y no me conocía en absoluto. Pensaba que era especialmente capaz y buena, y que, si mis compañeras recibían ascensos, eso significaba que yo también lo merecía. No reflexioné sobre mí misma ni llegué a entender si realmente era alguien que perseguía la verdad, si mi humanidad estaba a la altura y si realmente podía asumir la carga de trabajo. En su lugar, me comparaba ciegamente con los demás y perseguía un ascenso. Siempre quería demostrar que era tan buena como los demás y obtener un estatus elevado para presumir delante de más personas y que los demás me admiraran. Siempre desempeñaba mi deber pensando en mis propias ambiciones y deseos, por lo que, incluso si me convertía en líder u obrera, seguiría trabajando por la fama y el estatus, y me sería imposible cumplir bien con mi deber. El hecho de que no fuera líder era para protegerme. Pensé que alguien con una razón verdadera podría someterse, reflexionar, conocerse a sí mismo y estar satisfecho con cumplir bien su propio deber en esa situación. También reflexionaría sobre sus defectos e insuficiencias, buscaría la verdad para resolver sus problemas y se esforzaría por avanzar y cambiar. Al reflexionar sobre mí misma en función de las palabras de Dios, vi que en realidad tenía una aptitud promedio y no era alguien que persiguiera la verdad. Simplemente me conformaba con terminar mis tareas cotidianas y no me centraba en comprender ni resolver mis actitudes corruptas. Tras años creyendo en Dios, seguía siendo muy competitiva. Con respecto a mi reputación y estatus, siempre me preocupaba ganarlos o perderlos. Cuando no conseguía estatus, incluso descargaba mi ira contra mi deber y desatendía el trabajo. ¿En qué sentido poseía alguna realidad-verdad? A pesar de eso, seguía queriendo que me ascendiesen. ¡Realmente no me conocía a mí misma en lo más mínimo! Sabía que no debía seguir persiguiendo a ciegas la reputación y el estatus. Debía someterme y hacer mi deber actual con los pies en la tierra. Esa es la humanidad y la razón que debía poseer. Cuando me di cuenta de esto, ya no me sentí perturbada ni limitada por esa situación y empecé a avanzar de manera normal en mi trabajo. También empecé a pensar en cómo concluir el trabajo de manera más detallada y minuciosa para poder terminarlo sin arrepentirme de nada. Al practicar de esta manera, me sentí muy segura de mí misma.

Después de un tiempo, la iglesia dispuso que supervisara el trabajo de riego de una iglesia. Cuando oí esto, tuve sentimientos encontrados. Me sentí avergonzada y apenada. Había malinterpretado a mis líderes y hecho suposiciones de ellos al creer que tenían prejuicios contra mí y que no me habían ascendido ni cultivado a propósito. Eso se debió totalmente a mi fuerte deseo de obtener estatus. En los días siguientes, cuando me encontraba con cosas que no entendía, preguntaba a mis compañeros y pasaba casi todo el tiempo en el trabajo de riego. Pero, después de un tiempo, el trabajo no había tenido mucha eficacia. Solo entonces me di cuenta de que tenía muchas deficiencias. También comprendí que, incluso si tenía estatus, era imposible hacer un buen trabajo si carecía de la verdad. Así que me sentí aún más avergonzada por mi altiva ambición de ser líder. Durante ese tiempo, dejé de pensar en cómo hacer para que los demás me admiraran y pensé solo en cómo desempeñar bien el trabajo de riego. Adopté una actitud más sensata hacia mi deber. Así que creí que había cambiado un poco y que podía hacer mi deber con facilidad y ponerme con mi tarea adecuada. Pero, cuando me enfrenté a otro entorno, mi deseo de estatus volvió a quedar al descubierto.

En junio de 2021, la iglesia dispuso que asumiera otro proyecto con una mayor carga de trabajo y un plazo ajustado. Aunque tuvimos muchas dificultades, gracias a nuestro esfuerzo conjunto, después de unos meses, nuestro trabajo comenzó a ser más eficaz y, al final, logramos hacer el doble de trabajo que el año anterior. Me sentí muy orgullosa de mí misma y pensé que había contribuido para lograr esos resultados. Si los líderes querían ascender a alguien, probablemente pensarían en mí. En los días siguientes, oí muchas veces a los los líderes hablar sobre ascender y cultivar las personas, y, de vez en cuando, oía nombrar a hermanos y hermanas que conocía. La cabeza me empezó a dar vueltas de nuevo. “Antes he sido líder y obrera, y recientemente he hecho mi deber con eficacia. ¿Por qué los líderes no han pensado en ascenderme? ¿Acaso saben exactamente cómo soy y han decidido que no soy alguien que persiga la verdad? ¿Piensan que solo soy capaz de manejar asuntos externos? Si es así, ¿tendré alguna vez la oportunidad de que me asciendan y cultiven?”. Estos pensamientos me hacían sentir que el futuro era desolador. Sentí que no importaba cuánto me esforzara, ya que siempre sería así y nunca tendría esperanza de que me ascendieran. Incluso me volví prejuiciosa contra los líderes. A veces, cuando los líderes hablaban conmigo, simplemente los ignoraba. Decía lo mínimo posible y ni siquiera me gustaba ver a mis hermanas cerca. Siempre parecía taciturna, no quería hablar mucho y quería pasar todo el tiempo sola. Sin darme cuenta, dejé de asumir una carga en mi deber. Sentía que, independientemente de lo bien que lo hiciera, los líderes no eran capaces de ver mi esfuerzo y entrega, así que, ¿para qué iba a esforzarme tanto? Me bastaría con hacer lo suficiente para cumplir.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. […] Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la búsqueda de la verdad en su fe en Dios es la búsqueda de reputación y estatus; que la búsqueda de reputación y estatus es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir reputación y estatus supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen reputación, ganancias ni estatus, que nadie los admira ni los estima ni los sigue, se sienten muy decepcionados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no sirve de nada, y se dicen a sí mismos: ‘¿Es la fe en dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre estas cuestiones en su corazón, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden obtener una gran reputación en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, los apoye cuando actúen y los siga adondequiera que vayan, de forma que tengan la última palabra en la iglesia y fama, ganancias y estatus; tales son las cosas en las que de verdad se concentran en su fuero interno, son las cosas que buscan. ¿Por qué están pensando siempre en esas cosas? Tras leer las palabras de Dios, tras escuchar sermones, ¿realmente no entienden todo esto? ¿De verdad no son capaces de discernirlo todo? ¿Realmente las palabras de Dios y la verdad no pueden cambiar sus nociones, ideas y opiniones? No es así en absoluto. El problema radica en ellos, se debe enteramente a que no aman la verdad, porque, en su corazón, sienten aversión por la verdad y, como resultado, no la aceptan en absoluto, lo cual viene determinado por su esencia-naturaleza(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios me mostraron que los anticristos valoran especialmente la fama y el estatus, y creen que no hay nada más importante. Cuando no obtienen estatus, creer en Dios les parece tedioso. No se muestran sinceros en su fe en Dios ni al hacer sus deberes, y mucho menos hacen estas cosas para entender la verdad. En cambio, lo hacen para ganar fama y estatus, y para que haya más personas que los admiren y respeten. Las actitudes de los anticristos son especialmente malvadas. Pensé en mí misma: siempre buscaba que me ascendieran y cultivaran, pero cuando mis ambiciones y deseos no se cumplían, me volvía negativa y desmotivada. Ya no podía controlar mi búsqueda de fama y estatus. Había revelado que tenía el mismo carácter que un anticristo. Recordé cómo, en la escuela, adopté los venenos satánicos de: “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo” y “Un soldado que no quiere ser general no es un buen soldado” como leyes de supervivencia, por lo que trataba de obtener las mejores calificaciones. Si no conseguía el primer lugar, al menos tenía que ser una estudiante destacada y ganarme el elogio y el respeto de mis compañeros y profesores. Cuando empecé a creer en Dios, perseguía el estatus como mi meta y pensaba que, si tenía un estatus alto, tendría un lugar en la iglesia, podría hacerme notar, lograr que más personas me admiraran y que se escuchara mi voz. Por eso, cuando se necesitaron con urgencia personas para la obra de la iglesia, y los líderes no me ascendieron, me deprimí y me volví negativa, perdí el deseo de cumplir con mi deber e incluso sentí que no tenía rumbo ni objetivo que perseguir en mi fe en Dios. Solo entonces me di cuenta de que la búsqueda de la fama y el estatus se había convertido en mi naturaleza. No importaba el grupo de personas en el que estuviera, siempre quería que los demás me elogiaran y admiraran, y odiaba que me dejaran rezagada. Cuando los líderes me valoraban y me ascendían para que realizara trabajos importantes, me sentía muy satisfecha y hacía mi deber con esmero. Si no me valoraban y me ascendían, me volvía negativa y antagonista, hacía mis deberes de manera superficial, me dejaba llevar e incluso quería renunciar a todo. De repente, me di cuenta de que estaba en grave peligro si continuaba así.

Tras eso, leí en las palabras de Dios: “A Dios le gusta la gente que persigue la verdad y las personas que Él más detesta son aquellas que buscan fama, ganancias y estatus. Algunos valoran mucho el estatus y la reputación, están profundamente apegados a ellos y no soportan la idea de renunciar. Siempre creen que sin estatus y reputación no hay gozo ni esperanza en la vida, que solo hay esperanza en esta vida cuando viven para el estatus y la reputación, e incluso si tienen un poco de renombre, seguirán luchando, nunca se van a rendir. Si piensas y opinas de esta manera, si tu corazón rebosa cosas así, eres incapaz de amar y perseguir la verdad, careces del rumbo y de los objetivos correctos en tu fe en Dios y eres incapaz de aspirar a conocerte a ti mismo, de desechar la corrupción y vivir a imagen de un hombre; dejas pasar las cosas cuando haces tu deber, estás desprovisto de todo sentido de la responsabilidad y te conformas únicamente con no cometer el mal, no ocasionar perturbaciones y que no te echen. ¿Es posible que la gente así desempeñe su deber de forma aceptable? ¿Y que Dios la salve? Imposible. Cuando actúas en beneficio de la reputación y el estatus, e incluso piensas: ‘Mientras lo que haga no sea un acto malvado ni constituya una perturbación, aunque mi motivo sea erróneo, nadie podrá verlo ni condenarme’. No sabes que Dios lo escruta todo. Si no aceptas ni practicas la verdad y Dios te desdeña, se acabó todo para ti. Todos los que no tienen un corazón temeroso de Dios se creen inteligentes; de hecho, ni siquiera saben cuándo le han ofendido. Algunas personas no ven estas cosas con claridad, piensan: ‘Solo busco reputación y estatus para hacer más, para asumir más responsabilidades. No constituye un trastorno ni una perturbación para la obra de la iglesia y, desde luego, no perjudica los intereses de la casa de Dios. No es un problema grave. Simplemente, me encanta mi estatus y lo protejo, pero eso no es un acto de maldad’. A primera vista, dicha aspiración puede no parecer un acto de maldad, pero ¿a qué conduce al final? ¿Alcanza esa gente la verdad? ¿Logra la salvación? En absoluto. Por consiguiente, la búsqueda de reputación y estatus no es la senda correcta: va justo en sentido contrario a la búsqueda de la verdad. En resumen, sea cual sea el rumbo o el objetivo de tu búsqueda, si no reflexionas sobre la búsqueda de estatus y reputación y te resulta muy difícil dejarlas de lado, afectarán a tu entrada en la vida. Mientras haya un lugar para el estatus en tu corazón, controlará e influirá totalmente en la dirección de tu vida y en los objetivos por los que luchas, en cuyo caso te resultará muy difícil entrar en la realidad-verdad, por no hablar de conseguir cambiar tu carácter; si en última instancia puedes obtener la aprobación de Dios, claro está, no hace falta decirlo. Es más, si nunca eres capaz de renunciar a tus aspiraciones de estatus, esto afectará a tu capacidad para desempeñar adecuadamente tu deber, lo que dificultará mucho que te conviertas en un ser creado aceptable. ¿Por qué lo digo? No hay nada que Dios deteste más que el que la gente persiga el estatus, pues la búsqueda de estatus representa un carácter satánico; es una senda equivocada, nace de la corrupción de Satanás, es algo que Dios condena y es, precisamente, lo que Él juzga y purifica. No hay nada que Dios deteste más que la gente persiga el estatus, pero tú sigues compitiendo obstinadamente por él, lo valoras y proteges indefectiblemente y siempre tratas de conseguirlo. Y, en su naturaleza, ¿no es todo esto antagónico a Dios? Dios no dispone que la gente tenga estatus; Él provee a la gente de la verdad, el camino y la vida y, al final, hace que se conviertan en seres creados aceptables, pequeños e insignificantes, no en personas con estatus y prestigio veneradas por miles de personas. Por ello, se mire por donde se mire, la búsqueda del estatus es un callejón sin salida. Por muy razonable que sea tu excusa para buscar el estatus, esta senda sigue siendo equivocada y Dios no la aprueba. No importa cuánto te esfuerces o el precio que pagues, si deseas estatus, Dios no te lo dará; si Dios no te lo da, fracasarás en tu lucha por conseguirlo y, si sigues luchando, solo se producirá un resultado: que serás revelado y descartado y te encontrarás en un callejón sin salida(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Después de leer las palabras de Dios, me sentí aterrada y creí que eran una advertencia que Dios me estaba enviando. Si seguía valorando el estatus y pensaba que no había nada placentero ni esperanzador en la vida sin tener estatus ni papeles importantes, esa búsqueda era una forma de luchar por el estatus y de oponerme a Dios, de no comportarme ni cumplir con mi deber desde la posición de un ser creado. Si seguía sin arrepentirme, ¡me terminarían castigando y enviando al infierno! Temblando de miedo, leí ese pasaje de las palabras de Dios varias veces seguidas y sentí en mi corazón que el carácter justo de Dios no tolera ofensa. Solía pensar que los humanos tienen actitudes corruptas, así que era muy normal perseguir la fama y el estatus. ¿Quién no quiere mejorar su posición? Por eso, no me tomaba en serio las revelaciones de mi corrupción en este ámbito y, aunque a veces me sentía negativa, me sentía mejor a los pocos días. No me demoraba demasiado en hacer mi trabajo ni hacía nada indebido, así que no pensaba que fuera un gran problema. Solo ahora, al reflexionar en las palabras de Dios, conseguí entender algo. Perseguir la fama y el estatus es una actitud satánica que está en conflicto con Dios y es la senda para resistirse a Él. ¡Es un callejón sin salida! Pensé en el arcángel, cuyo estatus ya era lo suficientemente alto al principio, pero no se sintió satisfecho. Quería estar a la par con Dios y, al final, Dios lo arrojó por los aires. ¿No estaba yo actuando de la misma manera? Ya estaba a cargo de varios trabajos de la iglesia y, aun así, no me sentía satisfecha. No me esforzaba por lograr los mejores resultados con mi propio deber. En cambio, me empeñaba con todo el corazón para alcanzar un estatus más alto, hacer un trabajo más importante para presumir y que la gente me admirara. Si no cumplía ese deseo, me volvía negativa, hacía más despacio mi trabajo y comenzaba a hacer las cosas de forma superficial. A veces, incluso quería echarme a atrás. No me importaba en absoluto si la obra de la iglesia sufría pérdidas. Mis ambiciones y deseos eran verdaderamente abrumadores. ¿Dónde estaba mi corazón temeroso de Dios? ¿Acaso tenía alguna sumisión a Dios de la que hablar? Siempre perseguía la fama y el estatus, y desatendía mis deberes, lo que no solo retrasaba mi propia entrada en la vida, sino que también perjudicaba la obra de la iglesia. Estaba caminando por la senda de resistirme a Dios, así que, ¿cómo no iba a detestarme Dios? Al pensar en esto, sentí temor y me arrepentí. Oré lo antes posible a Dios para arrepentirme y ya no quise perseguir la fama y el estatus.

Luego encontré en las palabras de Dios el camino para escapar de la fama y el estatus. Las palabras de Dios dicen: “Como miembro de la humanidad creada, una persona debe mantener su propia posición y comportarse concienzudamente. Debes guardar con sumisión aquello que el Creador te ha confiado. No hagas nada fuera de lugar ni cosas más allá de tu capacidad o que le resulten aborrecibles a Dios. No trates de ser grandioso, ni de convertirte en un superhombre ni de estar por encima de los demás o de buscar convertirte en Dios. No es así como las personas deberían desear ser. Buscar ser grandioso o un superhombre es absurdo. Procurar convertirse en Dios es incluso más vergonzoso; es repugnante y despreciable. Lo que es elogiable, y a lo que los seres creados deberían aferrarse más que a cualquier otra cosa, es a convertirse en un verdadero ser creado; este es el único objetivo que todas las personas deberían perseguir(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). Las palabras de Dios dejan claro que la búsqueda de estatus, de ser una gran persona o un superhombre es algo que Dios detesta. La verdadera búsqueda que las personas deben tener es la de convertirse en un ser creado genuino. Después de leer las palabras de Dios, supe lo que debía perseguir: Soy un ser creado, y Dios sabe mejor qué deber puedo cumplir y qué trabajo puedo realizar. No importa el puesto que ocupe, lo que Dios quiere ver es que pueda perseguir la verdad de forma correcta y cumplir el deber de un ser creado con los pies en la tierra. Debo dejar de lado mis ambiciones y deseos e, independientemente de cuál sea mi deber, debo someterme a las orquestaciones y los arreglos de Dios, y cumplir con mis responsabilidades de forma sincera, lo que me permitirá hacer mi deber con eficacia. Eso es lo que debo hacer como ser creado. Luego, dejé de pensar en si me ascenderían o no. En cambio, empecé a reflexionar sobre cómo ser más eficiente para lograr los mejores resultados con mi deber y oré a Dios y busqué con mis hermanos y hermanas para resolver cualquier dificultad que surgía. Tras un tiempo, trabajé con mis hermanos y hermanas para superar algunas dificultades y la eficacia de nuestro trabajo también mejoró.

En los días siguientes, de vez en cuando seguía oyendo que a mis antiguos compañeros los habían ascendido a supervisores. Aunque aún me sentía un poco decepcionada porque sentía que otros podían hacerse notar al recibir ascensos, mientras yo seguía estancada en el mismo lugar, me di cuenta pronto de que eso era mi deseo de estatus que me estaba afectando de nuevo. Así que oré a Dios de inmediato y me rebelé contra mí misma. Pensé en las palabras de Dios: “Dios no dispone que la gente tenga estatus; Él provee a la gente de la verdad, el camino y la vida y, al final, hace que se conviertan en seres creados aceptables, pequeños e insignificantes, no en personas con estatus y prestigio veneradas por miles de personas(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Al meditar sobre las palabras de Dios, me quedaron claros en el corazón mis objetivos. Vi que Dios no predestina el estatus de las personas. No importa cuál sea nuestro deber, estamos cumpliendo con nuestra responsabilidad. También estamos usando nuestras fortalezas y capacidades en los puestos adecuados. En última instancia, no hay puestos más altos o más bajos, y ser un líder o supervisor no significa tener estatus o ser mejor que los demás. Lo que Dios nos pide es que nos convirtamos en seres creados cualificados y que nos sometamos a Sus orquestaciones y arreglos. Estas son las únicas búsquedas correctas. Si no puedo someterme a Dios ni puedo atenerme a mis deberes y solo busco escalar posiciones y ganar estatus, eso es vergonzoso y Dios me detestará y maldecirá. Al orar y leer las palabras de Dios, dejé de sentirme negativa y pude tratar ese asunto correctamente y cumplir con mi deber de manera adecuada.

Tras pasar por todo eso, me di cuenta de las buenas intenciones de Dios. Al no ascenderme, Él me estaba protegiendo. Si yo, con mi amor por el estatus, realmente me hubiera convertido en líder u obrera, habría caminado sin darme cuenta por la senda de un anticristo y habría acabado en la ruina. Ahora, puedo someterme y cumplir mi deber con los pies en la tierra. ¡Este es el efecto de las palabras de Dios!

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