Cuando mi hijo pequeño cayó enfermo

30 Ago 2024

Por Yang Le, China

Dios Todopoderoso dice: “Tienen una razón muy precaria, le exigen muchísimo a Dios, le piden demasiado y carecen de la más mínima razón. Las personas siempre le exigen a Dios que haga esto o aquello y no son capaces de someterse completamente a Él o de alabarlo. En cambio, le plantean a Dios exigencias poco razonables sobre la base de sus propias preferencias […]. La razón humana es muy débil, ¿no es cierto? Las personas no solo son incapaces de someterse completamente a las instrumentaciones y las disposiciones de Dios o de aceptar todo lo que proviene de Él, sino que le imponen requisitos adicionales. ¿Cómo pueden ser leales a Dios quienes tienen semejantes requisitos? ¿Cómo pueden someterse a las disposiciones de Dios? ¿Cómo pueden amar a Dios? Todas las personas tienen requisitos acerca de cómo Dios debería amarlas, tolerarlas, velar por ellas, protegerlas y cuidarlas; sin embargo, ninguna tiene requisito alguno acerca de cómo ellas mismas deberían amar a Dios, pensar en Él, ser consideradas con Él, satisfacerlo, tenerlo en sus corazones y alabarlo(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Antes, cuando leía este pasaje de la palabra de Dios, no me lo aplicaba a mí. Creía que Dios hablaba de aquellos creyentes que solo buscan pan para saciar su hambre, que solo gente así pediría a Dios de manera persistente y le exigiría gracia y bendiciones. En mi caso, he comido y bebido de muchas de de la palabra de Dios; sabía que era un ser creado y que ese era el lugar que debía ocupar, y sabía que, tanto si tenía la bendición de Dios como si no, y que, tanto si Él proveía situaciones favorables como adversas, debía someterme a Su instrumentación y a lo que disponga. Con este tipo de pensamiento y esta aspiración, pensaba que era capaz de someterme a Dios y de no exigirle nada. En un momento dado, fue la enfermedad de mi hijo la que me hizo ver mi estatura real y mi corrupción con claridad.

En septiembre de 2015, mi hijo volvió de casa de su abuela. Esta decía que mi hijo había ganado peso. Me di cuenta de que mi hijo tenía los párpados un poco hinchados, no tenían muy buena pinta. Le pedí que se quitara la camisa y los pantalones para poder examinarlo y vi que tenía las piernas bastante hinchadas y le brillaban un poco. Cuando le apretaba la pierna, le dejaba marcado un hoyo que no desaparecía de inmediato como en el caso de una persona normal. De repente, me acordé de lo que suelen decir los mayores: “Los chicos temen las piernas hinchadas y las chicas, la cabeza hinchada”. Significa que, si las piernas de un chico están hinchadas, es que sufre alguna enfermedad grave. Tenía la mala corazonada de que mi hijo padecía sin duda alguna dolencia grave. Al día siguiente llevamos a nuestro hijo al hospital provincial de nefrología. El médico nos explicó que podría tratarse del síndrome nefrótico. Con este tipo de enfermedad, los niveles de albúmina en el cuerpo son alarmantemente bajos y los de creatinina demasiado altos. El paciente se encuentra cada vez más débil y, si empeora, puede derivar en una uremia. Me acordé de que, en la medicina china, se dice que el riñón es el cimiento congénito de una persona. Si hay algo que falla en el riñón, esto afecta directamente a la salud del niño. Si esta enfermedad no tenía cura, mi hijo no podría ir al colegio como los demás niños y casarse también le supondría un problema. Pensar esto me preocupaba mucho y pensaba: “Mi hijo solo tiene 14 años, le queda mucha vida por delante. ¿De verdad va a verse asediado por una enfermedad? ¿Cómo va a aguantar esto un niño de su edad? No puedo permitir que mi hijo pase por esta enfermedad; aunque tengamos que vender nuestra casa y nuestras tierras, tengo que asegurarme de que se cure”. Esperé con ansia los resultados del diagnóstico de mi hijo en el hospital. En mi corazón, rezaba a Dios sin descanso. Mientras oraba, me acordé de que el día anterior tenía prevista una reunión en mi casa. ¿No estaba retrasando mi deber? Tuve un gran sentimiento de autorreproche, pues pensaba que no podía dejar que el tratamiento de la enfermedad de mi hijo se interpusiera en el desarrollo de las reuniones. Mi esposa estaba en el hospital para cuidar de mi hijo, así que me fui a casa primero y organicé las reuniones al tiempo que trabajaba.

Posteriormente, mi hijo recibió el diagnóstico de síndrome nefrótico. Cuando me enteré, me quedé de piedra. Mi mayor temor se había hecho realidad. De ahora en adelante, mi hijo no podría ir a clase con normalidad y tendría que quedarse en el hospital. ¿Cómo iba a soportar algo así un niño de su edad? Mientras lo pensaba, no pude contener las lágrimas. Esos días, estaba muy triste y no podía evitar pensar: “Desde que acepté la obra de Dios, no le he pedido nada relacionado con temas carnales. Sería maravilloso que esta vez Dios pudiera hacerme el favor de permitir que mi hijo se recupere plenamente”. Anhelaba orar a Dios y pedirle que hiciera desaparecer la enfermedad de mi hijo, pero sabía que la obra de Dios de los últimos días era la obra del juicio y el castigo, la prueba y el refinamiento, se realizaba para limpiar el carácter corrupto de la humanidad. Pedirle algo así a Dios no concordaba con Su intención. Pero en cuanto pensaba en la enfermedad de mi hijo, todavía tenía la esperanza de que Dios le concediera Su favor teniendo en cuenta mi “sumisión”. Si esto ocurriera, mi hijo no tendría que soportar ese tipo de dolor. Mantuve la esperanza durante un tiempo, pero la enfermedad de mi hijo no mostraba ninguna mejoría. Aunque en apariencia yo no dejaba de lado mi deber, tenía un gran peso en el corazón. Para poder superar mi dolor, lo único que podía hacer era orar a Dios, buscarlo y comer y beber Sus palabras. Dios Todopoderoso dice: “Lo que buscas es poder ganar la paz después de creer en Dios, que tus hijos no se enfermen, que tu esposo tenga un buen trabajo, que tu hijo encuentre una buena esposa, que tu hija encuentre un esposo decente, que tu buey y tus caballos aren bien la tierra, que tengas un año de buen clima para tus cosechas. Esto es lo que buscas. Tu búsqueda es solo para vivir en la comodidad, para que tu familia no sufra accidentes, para que los vientos te pasen de largo, para que el polvillo no toque tu cara, para que las cosechas de tu familia no se inunden, para que no te afecte ningún desastre, para vivir en el abrazo de Dios, para vivir en un nido acogedor. Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Leer las palabras de Dios me laceraba profundamente el corazón. Dios había dado en el clavo al exponer mi punto de vista de buscar bendiciones en mi fe en Él. Cuando se confirmó el síndrome nefrótico de mi hijo, por fuera, yo hacía lo posible por evitar hacerle exigencias a Dios al orar, pero por dentro, esperaba que Él tuviera misericordia de mí teniendo en cuenta mi “sumisión” e hiciera desaparecer la enfermedad de mi hijo. Cuando Dios no satisfacía mis exigencias, me dolía en el corazón, y no buscaba las lecciones que debía aprender de una experiencia como la que estaba viviendo. ¿En qué me diferenciaba de esas personas de la religión? En mi fe, seguía buscando pan para satisfacer el hambre, y eso no concordaba en absoluto con la intención de Dios. Al reflexionar sobre esto, me sentía muy avergonzado y me odiaba a mí mismo por no perseguir la verdad y hacerle estas exigencias a Dios. Realmente carecía por completo de razón. Oraba a Dios en mi corazón: “¡Oh, Dios! Estoy dispuesto a encomendarte la enfermedad de mi hijo y a someterme a Tus instrumentaciones y arreglos. Por favor, concédeme sentido de la carga y dame fe para poder cumplir bien con mi deber y satisfacerte”. Después de orar, sentía un poco más de paz y tranquilidad en mi corazón.

En marzo de 2016, asumí un deber de liderazgo en la iglesia. Varios meses después, mi hijo volvió a recaer. No podía vaciar toda la orina que tenía y eso le provocó un edema en todo el cuerpo. Ver eso me destrozaba por completo. Que un buen niño como él acabe sufriendo esta enfermedad… Con todas esas recaídas, ¿cuándo iba a poder mejorar? Yo pensaba para mí mismo: “Quizá es que no estoy cumpliendo con mi deber lo suficiente. Si me esfuerzo algo más, ¿mejorará un poco su enfermedad?”. De modo que puse más energía en el desempeño de mi deber. Para mi sorpresa, mi hijo empezó a mejorar poco a poco. Yo le estaba sumamente agradecido a Dios y cumplía con mi deber con más diligencia todavía, lo que producía algunos resultados en diversas tareas. Pasó el tiempo y en otoño de 2016, la enfermedad de mi hijo empeoró de manera inesperada. Su secreción de orina era menor cada día y casi todo el líquido se le iba acumulando dentro del cuerpo. Tenía el cuerpo muy hinchado, hasta el punto de que le había cambiado la forma de la cara y sus ojos se habían convertido en dos estrechas ranuras. Estaba irreconocible. Sus piernas parecían las patas de un elefante, la piel le brillaba y apenas podía levantarse de la cama. Cuando estábamos fuera cumpliendo con nuestros deberes, él solo podía pasar el rato jugando con el teléfono. Cuando estuvimos a punto de llevarlo al hospital, nos dijo de manera muy madura: “Mi enfermedad no va a mejorar, no tiene sentido ir. Vayan a hacer lo que tengan que hacer”. Deseé que fuera posible sufrir todo ese dolor en su lugar, pero no había nada que yo pudiera hacer. Antes de que me diera cuenta, me estaba quejando a Dios, pensando: “¡Oh, Dios! Yo no soy Job ni Pedro, mi estatura no es tan grande. Además, durante todo este tiempo, jamás he dejado de cumplir con mi deber. ¿Por qué mi hijo no mejora? Aunque su enfermedad no pueda mejorar de inmediato, me conformaría con que no fuera a peor”. Cuando reflexioné al respecto, me di cuenta de que me estaba quejando de que Dios era injusto. Me sentí muy incómodo y rápidamente oré a Dios: “¡Oh, Dios! Sé que no debería quejarme contigo de esta manera, pero realmente no puedo con esto y no sé qué lecciones debería aprender. Por favor, guíame al respecto”.

Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “La justicia no es en modo alguno justa ni razonable; no se trata de igualitarismo, de concederte lo que merezcas en función de cuánto hayas trabajado, de pagarte por el trabajo que hayas hecho ni de darte lo que merezcas a tenor de tu esfuerzo, esto no es justicia, es simplemente ser imparcial y razonable. Muy pocas personas son capaces de conocer el carácter justo de Dios. Supongamos que Dios hubiera eliminado a Job después de que este diera testimonio de Él: ¿Sería esto justo? De hecho, lo sería. ¿Por qué se denomina justicia a esto? ¿Cómo ve la gente la justicia? Si algo concuerda con las nociones de la gente, a esta le resulta muy fácil decir que Dios es justo; sin embargo, si considera que no concuerda con sus nociones —si es algo que no comprende—, le resultará difícil decir que Dios es justo. Si Dios hubiera destruido a Job en aquel entonces, la gente no habría dicho que Él era justo. En realidad, no obstante, tanto si la gente ha sido corrompida como si no, y si lo ha sido profundamente, ¿tiene que justificarse Dios cuando la destruye? ¿Debe explicar a las personas en qué se basa para hacerlo? ¿Debe Dios decirle a la gente las reglas que Él ha ordenado? No hay necesidad de ello. A ojos de Dios, alguien que es corrupto y que es susceptible de oponerse a Dios no tiene ningún valor; cómo lo maneje Dios siempre estará bien, y todo está dispuesto por Él. […] La esencia de Dios es la justicia. Aunque no es fácil comprender lo que hace, todo cuanto hace es justo, solo que la gente no lo entiende. Cuando Dios entregó a Pedro a Satanás, ¿cómo respondió Pedro? ‘La humanidad es incapaz de comprender lo que haces, pero todo cuanto haces tiene Tu benevolencia; en todo ello hay justicia. ¿Cómo sería posible que no alabara Tu sabiduría y Tus obras?’. Ahora debes ver que la razón por la que Dios no destruye a Satanás durante la época de Su salvación del hombre es que los seres humanos puedan ver con claridad cómo Satanás los ha corrompido y hasta qué punto lo ha hecho, y cómo Dios los purifica y los salva. En última instancia, cuando la gente haya comprendido la verdad y haya visto claramente el odioso semblante de Satanás, y haya contemplado el monstruoso pecado de la corrupción de Satanás sobre ellos, Dios destruirá a Satanás, mostrándoles Su justicia. El momento en que Dios destruye a Satanás rebosa del carácter y la sabiduría de Dios. Todo cuanto Él hace es justo. Aunque los humanos no sean capaces de percibir la justicia de Dios, no deben juzgarlo a su antojo. Si alguna cosa que haga les parece irracional o tienen nociones al respecto y por eso dicen que no es justo, están siendo completamente irracionales(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer las palabras de Dios, entendí que el carácter justo de Dios no era como yo creía: equitativo, razonable e igualitario. Pensaba que, siempre y cuando la gente pudiera cumplir con algunos deberes, Dios debía concederle favores, y que cuanto más capaz fuera la gente de pagar un precio en su deber, más tenía que bendecirla Dios. Estos son puntos de vista transaccionales del mundo y, en esencia, no se ajustan a la verdad. La esencia de Dios es justa. Todo lo que Él hace es una revelación natural de Su carácter justo. Pensé en cómo Job temía a Dios, evitaba el mal y era una persona perfecta ante los ojos de Dios. Según las nociones del hombre, no tendría que haber hecho frente a las tentaciones de Satanás, pero Dios permitió que le ocurriera eso. Aunque esto no encajaba con las nociones del hombre, perfeccionó la fe de Job. Vi que, independientemente de que Dios bendijera o desposeyera a las personas, tanto si las ponía a prueba y las revelaba o las perfeccionaba, todo esto eran revelaciones de la esencia justa de Dios, y todo el mundo debía someterse a ello y aceptarlo. Las personas no deberían usar su propia entrega como capital para decirle a Dios lo que tiene que hacer. Pero yo no entendía la justicia de Dios. Cuando me esforzaba un poco en mi deber y veía que la enfermedad de mi hijo mejoraba, creía que Dios era justo y yo invertía energía en mi deber. Cuando mi hijo recaía y su enfermedad empeoraba cada vez más, me quejaba de Dios y pensaba que las pruebas que me hacía atravesar eran demasiado difíciles. Empecé a razonar con Dios y a oponerme a Él. Esto puso de manifiesto que mi definición de la justicia de Dios se basaba en si mi trabajo duro y mi entrega personal podían reportarme gracia y bendiciones; era algo repleto de transacciones e intercambios. ¿No estaba yo exigiendo a Dios según mis propias nociones? No estaba cumpliendo en absoluto con mi deber como ser creado, y de ninguna manera poseía la conciencia y la razón que un ser creado debería tener. Oré a Dios: “¡Oh, Dios! Quiero ser alguien con conciencia y razón, y cumplir bien con mi deber para satisfacerte. ¿Por qué Te malinterpreto y me quejo de Ti siempre que me encuentro con cosas que no son de mi agrado? Dios, por favor, guíame para que pueda entenderme a mí mismo al respecto”.

Después, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Desde el momento que empezó a creer en Él por primera vez, el hombre lo ha considerado una cornucopia, una navaja suiza, y se ha considerado Su mayor acreedor, como si tratar de conseguir bendiciones y promesas de Dios fuera su derecho y obligación inherentes, y la responsabilidad de Dios protegerlo, cuidar de él y proveer para él. Tal es el entendimiento básico de la ‘creencia en Dios’ de todos aquellos que creen en Él, y su comprensión más profunda del concepto de creer en Él. Desde la esencia naturaleza del hombre a su búsqueda subjetiva, nada tiene relación con el temor de Dios. El objetivo del hombre de creer en Dios, no es posible que tenga nada que ver con la adoración a Dios. Es decir, el hombre nunca ha considerado ni entendido que la creencia en Él requiera que se le tema y adore(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo II). “¿Qué problema hay con que las personas siempre le pongan exigencias a Dios? ¿Y qué problema hay con que siempre tengan conceptos sobre Dios? ¿Qué contiene la naturaleza del hombre? He descubierto que, independientemente de lo que les ocurra, o de aquello que estén afrontando, las personas siempre protegen sus propios intereses, prestan atención a su propia carne, y siempre buscan razones o excusas que les sirvan. No buscan ni aceptan la más mínima verdad, y todo lo que hacen tiene como fin defender su propia carne y conspirar en aras de sus propias perspectivas. Todas solicitan la gracia de Dios, y tratan de sacar todo el provecho posible. ¿Por qué le hacen tantas exigencias a Dios? Esto demuestra que las personas son codiciosas por naturaleza y que, ante Dios, no poseen razón alguna. En todo lo que hacen —ya sea que oren, compartan enseñanzas o prediquen—, sus búsquedas, pensamientos y aspiraciones son todas exigencias a Dios e intentos de ganar algo de Él; la gente hace todas estas cosas con la esperanza de obtener algo de Dios. Algunos dicen que ‘la naturaleza humana es así’, lo que es correcto. Además, que las personas le pongan demasiadas exigencias a Dios y tengan demasiados deseos extravagantes demuestra que son muy carentes de conciencia y razón. Todos exigen y solicitan cosas por su propio bien, o tratan de discutir y buscar excusas por su propio beneficio; hacen todo esto para sí mismos. En muchas cosas se puede ver que lo que hacen carece totalmente de razón, y esto es una prueba plena de que la lógica satánica de ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’ ya se ha convertido en la naturaleza humana. ¿Qué problema ilustra el hecho de que la gente formule exigencias excesivas hacia Dios? Que la gente ha sido corrompida por Satanás hasta cierto punto y que, en su fe en Dios, no lo tratan en absoluto como tal(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las personas le ponen demasiadas exigencias a Dios). Leer estas palabras me generaba mucho dolor en el corazón. Era el tipo exacto de persona que Dios había expuesto; yo me había visto como un acreedor de Dios y no lo había contemplado a Él como el Creador. Recordando la época en la que creía en el Señor, después de disfrutar de la gracia y las bendiciones de Dios, creía que mientras la gente orara y apelara a Dios ante las dificultades, Él les concedería sus deseos, porque no había nada más grande que el amor de Dios por el hombre. Después de aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, llegué a entender a partir de las palabras de Dios, que Él es el Creador y que la gente no debería pedirle nada irrazonable para que les conceda gracia y bendiciones. No obstante, el punto de vista de obtener bendiciones que llevaba dentro seguía sin cambiar. Por ejemplo, en el caso de la enfermedad de mi hijo: fui capaz de encomendársela a Dios de entrada, y después de ver que la dolencia mejoró un poco, pensé que Dios realmente se preocupaba por nosotros. Pensé que si me aferraba a mi deber y Dios me veía entregándome, quizá mi hijo podría mejorar. Bajo el control de estas intenciones, era especialmente enérgico en el desempeño de mi deber. Pero cuando mi entrega no producía los resultados que esperaba y la enfermedad de mi hijo empeoraba cada vez más, no podía evitar quejarme de Dios. Pensaba que debía obtener un reconocimiento por cumplir con algunos deberes y por pagar cierto precio, que esto me cualificaba para negociar con Dios. Vi que había estado creyendo en Dios y desempeñando mi deber con el fin de obtener bendiciones y beneficios, en lugar de simplemente satisfacer a Dios. ¡Mi naturaleza era realmente egoísta! Por ejemplo, que los hijos sean atentos con sus padres es algo perfectamente natural y justificado, y no deberían ser buenos hijos solo cuando sus padres acumulan riquezas para ellos. Como seres creados, creer en Dios y venerarlo es todavía más perfectamente natural y justificado, pero siempre había albergado mis propias intenciones y exigencias en mi interior, y engañaba a Dios en todo lo que hacía. Creer así nunca podría recibir el elogio de Dios. Me sentía profundamente humillado y avergonzado. Lo único que quería era volver a Dios, adoptar la posición de un ser creado y corregir mi forma de pensar. Ya no quería formular exigencias a Dios ni quejarme de Él, y quería encomendarle a mi hijo.

A finales de 2018, tuve que dejar mi hogar debido a riesgos para la seguridad. Fue en ese momento en el que, debido a la toma prolongada de medicación que contenía hormonas, a mi hijo le diagnosticaron osteonecrosis de la cabeza femoral u OCF. No podía enderezar la cintura cuando caminaba y solo podía andar apoyando ambas manos en las rodillas. Aunque sabía que mi esposa estaba ahí para cuidar de él y que no había nada en casa en lo que yo pudiera ayudar, la situación de mi hijo me causaba un gran dolor y pensé: “Ni siquiera se ha curado la enfermedad que tenía mi hijo y ahora tiene otra nueva. ¿Qué debería hacer?”. Cuanto más pensaba en ello, peor me sentía, y esperaba que Dios obrara un milagro que hiciera que la enfermedad de mi hijo estuviera controlada lo antes posible. Sentí vagamente que estaba volviendo a hacerle exigencias a Dios otra vez y le oré en silencio en mi corazón, pidiéndole que me protegiera para poder mantenerme firme en mi posición de ser creado y someterme a estas circunstancias. Después de orar, recogí algo de ropa y me fui de casa.

Durante el tiempo que estuve lejos de casa, a veces pensaba en mi hijo, lo cual provocaba algunas perturbaciones en mi deber. Entonces oraba a Dios y comía y bebía Sus palabras. Leía las palabras de Dios que decían: “Además del nacimiento y la crianza, la responsabilidad de los padres en la vida de sus hijos es simplemente proveerle un entorno formal para que crezca en él, porque nada excepto la predestinación del Creador tiene influencia sobre el destino de la persona. Nadie puede controlar qué clase de futuro tendrá una persona; se ha predeterminado con mucha antelación, y ni siquiera los padres de uno pueden cambiar su destino(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). A partir de las palabras de Dios, entendí que Dios tiene la soberanía sobre el destino de cada persona y Él lo organiza. En la vida de todas las personas existe sufrimiento que deben soportar y nadie más puede hacerlo por ellas. En el caso de mi hijo, lo único que podía hacer era criarlo hasta que se convirtiera en un adulto y cumplir con mi responsabilidad. En cuanto a las adversidades a las que él tenía que hacer frente en su vida y en cómo sería esta, todo estaba en manos de Dios. Yo no podía decidir al respecto ni cambiarlo. En el pasado, cuando yo estaba en casa, cuidaba de mi hijo un poco y le recordaba que se tomara la medicación a tiempo, y aun así le diagnosticaron OCF. Mis cuidados y mi compañía no podrían cambiar el tipo de sufrimiento que debía soportar mi hijo. Incluso aunque me quedara a su lado, lo único que podría hacer es hacerle compañía y reconfortarlo un poco. No tenía poder de decisión alguno sobre si su enfermedad mejoraba o empeoraba. Tenía que encomendar mi hijo a Dios; lo único que correspondía hacer era dejar que Dios ejerciera Su soberanía y dispusiera al respecto. Pensando en esto, pude sentirme un tanto más liberado y tener tranquilidad en el desempeño de mi deber.

Más adelante, mi esposa me dijo que mi hijo estaba de nuevo en el hospital. Enterarme de que mi hijo había vuelto a recaer me entristeció mucho, y oré a Dios, diciendo que estaba dispuesto a encomendarle a mi hijo y a permitir que Él ejerciera Su soberanía y lo dispusiera todo. Lo único que tenía que hacer era someterme a la soberanía y los arreglos de Dios y cumplir bien con mi deber. Al orar a Dios de esta manera, ya sin hacerle exigencias, me sentí sumamente en paz y tranquilo, y pude volcar el corazón en mi deber.

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