El deber propio solo puede llevarse a cabo apropiadamente después de remediar la superficialidad

4 Feb 2021

Por Jingxian, Japón

Habitualmente, durante las reuniones o cuando hacía mis devociones espirituales, aunque a menudo solía leer las palabras de Dios que se relacionaban con exponer la superficialidad de las personas, no prestaba mucha atención a mi propia entrada; en mi corazón, yo no creía que fuera un problema serio en mí, así que rara vez buscaba la verdad para remediar el problema de realizar mi deber de forma superficial. Eso fue hasta que mi propia superficialidad causó problemas importantes en mi trabajo. Cuando esta superficialidad dañó la obra del evangelio de la Iglesia, fue solo a través del juicio y el castigo de las palabras de Dios que obtuve cierto conocimiento de las manifestaciones y orígenes de mi propia superficialidad mientras realizaba mi deber. Vi que, si no lo resolvía, mi problema de superficialidad provocaría el odio y desdén de Dios y que, tarde o temprano, Él me expondría y me eliminaría. Después de eso, comencé a enfocarme en buscar la verdad para resolver el problema de la superficialidad para poder realizar mi deber de manera adecuada.

Un día, mientras escuchaba a algunos hermanos y hermanas de otras iglesias hablar acerca de algunos buenos caminos de práctica para difundir el evangelio, me di cuenta de que había escuchado algo similar el año anterior. En aquel entonces, también había sentido que practicar de esa forma era mucho mejor que nuestro enfoque actual; pero, después, cuando traté de hacer que varias personas responsables de los grupos del Evangelio implementaran estas prácticas, dijeron que, debido a múltiples razones, tales prácticas no eran factibles para nosotros. Aunque me decepcioné un poco cuando los escuché decir esto, no insistí en el asunto; simplemente así eran las cosas. Cuando escuché una plática similar nuevamente, me sentí reafirmado; pensé que este camino de difusión del evangelio era realmente bueno y me entusiasmó comunicarles a las personas responsables cómo aprovechar las fortalezas de los demás. Y, así, durante la asamblea, dije a las personas responsables mis propias opiniones y sugerencias. Posteriormente, observé que algunas de ellas no parecían demasiado interesadas mientras que otras daban razones por las cuales este método para difundir el evangelio no podría practicarse aquí. Podría decir que tenían muchas formas de pensar y puntos de vista caducos que no querían dejar ir y que mi comunicación no tuvo ningún efecto. Pero luego pensé en lo experimentadas que eran estas personas responsables en lo referente a la difusión del evangelio: aunque yo era responsable por su trabajo, no tenía mucha experiencia en la difusión del evangelio. Si yo era incapaz de comunicar un camino práctico, sería muy difícil cambiar su forma de pensar con unas pocas y sencillas palabras. Pensé para mis adentros: “¡No será fácil lograr que acepten estos nuevos caminos de práctica! Si quiero explicar una base factible para estos métodos y comunicarlos claramente, debo encontrar a otros hermanos y hermanas más experimentados para que me ayuden y tratemos de resolver esto. Tal vez tenga que discutirlo de manera detallada con muchas personas y hablar mucho para poder ser efectivo. ¡Vaya! No hay hermanos y hermanas así a mi alrededor y tampoco conozco a nadie en otros países. Para mí, resolver este problema sería muy difícil. Requeriría tiempo y esfuerzo y tendría que pagar un alto precio. Es demasiado problema. También tengo otras cosas que hacer. ¡No puedo dedicar todos mis esfuerzos a resolver únicamente este problema! Ya dije lo que debía decir; qué tanto lo acepten otras personas, eso ya depende de ellos. Será mejor que me olvide de esto y no me lo tome tan en serio. Ya he hecho más o menos lo suficiente hasta este momento”. Y, así, como este problema no se resolvió a tiempo, no hubo ninguna mejora en la obra del evangelio.

A lo largo de los siguientes días, me sentí inquieto cada vez que pensaba en esto. Cuando me di cuenta de que mi estado era equivocado, fui ante Dios para orar y buscar. Posteriormente leí las palabras de Dios: “Cuando hacéis cosas y lleváis a cabo vuestro deber, ¿a menudo reflexionáis sobre vuestra conducta e intenciones? Si lo hacéis solo raras veces, entonces sois muy susceptibles a cometer errores, lo cual, a su vez, significa que todavía hay un problema con vuestra estatura. Si nunca lo hacéis, entonces no sois diferentes a los no creyentes; sin embargo, si hay veces en las que sí reflexionáis, entonces tenéis un poco de la apariencia de un creyente. Debéis pasar más tiempo reflexionando. Debéis reflexionar sobre todo: reflexionar sobre vuestro propio estado para ver si vivís ante Dios, si las intenciones detrás de vuestras acciones son correctas, si las motivaciones y la fuente de vuestras acciones podrían aprobar la inspección de Dios y si habéis aceptado Su escrutinio. Algunas veces, os vendrá el pensamiento: ‘Hacerlo de esta manera está bien; es suficientemente bueno ¿no es así?’ Sin embargo, la suposición inherente a ese pensamiento revela un cierto tipo de actitud que las personas tienen cuando lidian con los asuntos, así como la forma como perciben sus deberes. Esta mentalidad es un tipo de estado. ¿No es ese estado una actitud en la que una persona carece de responsabilidad y simplemente actúa por inercia cuando observa su deber? Tal vez todavía tengáis que reflexionar sobre esto, y tal vez sientas que se trata de una expresión natural, que no es más que una manifestación normal de humanidad y que no significa nada, pero si a menudo te encuentras en ese estado, en esa condición, entonces detrás de ello se encuentra un carácter que te domina. Esto es digno de examinarse y merece tomarse en serio; si no lo haces, entonces no ocurrirá ningún cambio en tu interior(‘Cómo resolver el problema de ser descuidado y superficial a la hora de realizar tu deber’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). “Si no pones tu corazón en tu deber y eres descuidado y simplemente haces las cosas de la manera más fácil que puedes, entonces ¿qué tipo de mentalidad es esta? Es la de hacer las cosas solo de manera superficial sin ninguna lealtad hacia tu deber, sin ningún sentido de responsabilidad y sin ningún sentido de misión. Cada vez que llevas a cabo tu deber, solo usas la mitad de tu fuerza; lo haces sin entusiasmo, no pones tu corazón en ello y simplemente tratas de terminar de una vez, sin ser meticuloso en lo más mínimo. Lo haces de una manera tan relajada que parece que simplemente estás jugando. ¿Acaso esto no llevará a que tengas problemas? Al final, la gente dirá que eres alguien que lleva a cabo su deber de manera deficiente y que simplemente actúa por inercia. Y ¿qué dirá Dios acerca de esto? Dirá que no eres digno de confianza. Si se te ha encomendado un trabajo y, ya sea que se trate de un trabajo de responsabilidad primordial o de responsabilidad ordinaria, si no pones tu corazón en ello o no vives a la altura de tu responsabilidad, y si no lo ves como una misión que Dios te ha dado o un asunto que Él te ha confiado o no lo asumes como tu propio deber y obligación, entonces esto va a ser un problema. ‘No es digno de confianza’: estas cinco palabras definirán la forma en la que llevas a cabo tu deber y Dios dirá que tu carácter no está a la altura. Si se te confía un asunto y sigue siendo esta tu actitud hacia este y así es cómo lo manejas, entonces ¿se te encargarán más deberes en el futuro? ¿Se te puede confiar algo importante? Tal vez sí, pero dependería de cómo te comportes. En el fondo, sin embargo, Dios siempre albergará cierta desconfianza hacia ti, además de cierta insatisfacción. Esto será un problema, ¿verdad?(‘La senda surge al meditar la verdad con frecuencia’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Cuando me enfrenté con la revelación de las palabras de Dios, sentí una gran culpa y reproche en mi corazón. Vi que mi actitud hacia mi deber era de superficialidad y holgazanería. Recordé aquel momento en el que escuché por primera vez acerca de los buenos caminos para difundir el evangelio. Yo había estado de acuerdo con estos caminos y los había aprobado y sentía que debíamos aceptarlos y practicarlos. Sin embargo, cuando traté de comunicarme con los hermanos y hermanas acerca de introducir estos métodos —y fracasé— me di cuenta de que debía comunicarles la verdad para revertir sus formas de pensar y puntos de vista antiguos. Pero cuando pensé en el precio que tendría que pagar para resolver este problema, cuánto tiempo y esfuerzo involucraría —se trataba de un “proyecto importante” y no algo que pudiera arreglarse de inmediato—, pensé que era demasiado problema, tuve miedo de las tribulaciones de la carne y, así, fui muy superficial, y simplemente cumplí con las formalidades, con la inercia, creyendo que “lo había intentado”, “me había esforzado”, “fue más o menos suficiente” y que “nadie puede hacerse cargo de todo”. Solía zafarme de esta forma para deshacerme de este problema con un ojo abierto y el otro cerrado; tampoco me preocupaba si había sido eficaz o no, pues creía que era suficiente terminar las cosas. Tales eran los estándares a través de los cuales actuaba. Mi comunicación con las personas responsables no era más que superficial. Realmente no había sufrido ni había pagado un precio para resolver sus problemas; más bien, creía que ya había hecho lo suficiente. De hecho, había utilizado métodos superficiales y de corto plazo para embaucar a las personas, para que, posteriormente, cuando alguien sacara a relucir este problema, yo tuviera una respuesta para dar; es más, la responsabilidad por un mal desempeño al difundir el evangelio no era mía; era consecuencia de que ellos no aceptaran los buenos caminos de práctica. Incluso traté de engañar a Dios: “Oh, Señor, esto es todo lo que puedo hacer”. Recién ahora me doy cuenta de que realmente no trataba de comprender la voluntad de Dios; no me esforzaba por practicar y satisfacer a Dios de acuerdo con lo que Él pide cada vez que me encontraba con alguna dificultad. Más bien, a menudo era superficial y trataba de engañar a Dios. ¡Qué evasivo y astuto era! Claramente era consciente de que las dificultades que tenían los hermanos y hermanas al difundir el Evangelio no se habían resuelto y que yo no había cumplido con mi responsabilidad. Pero, en aras de evitar las dificultades de la carne, no presté atención ni siquiera cuando vi que la obra del Evangelio estaba siendo obstaculizada. ¿Acaso no fue esto tomarse a broma la obra de Dios? ¡Vi que no tenía ni una pizca de conciencia o racionalidad, que no podía contarse conmigo para nada! Una vez más, leí las palabras de Dios: “[…] antes de crearos, ya sabía la injusticia que existía en lo hondo del corazón humano; conocía todo el engaño y la deshonestidad del corazón humano. Por tanto, aunque no hubiera rastro alguno cuando las personas hacen cosas injustas, Yo sigo sabiendo que la injusticia que alberga vuestro corazón sobrepasa la riqueza de todas las cosas que Yo creé(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cuando las hojas caídas regresen a sus raíces, lamentarás todo el mal que has hecho). En ese momento, me quedó claro que el juicio y el castigo de Dios habían venido sobre mí. Dios había penetrado en lo más profundo de mi ser y aunque ningún humano conocía mis pensamientos tortuosos, eran perfectamente claros para Dios. No había asumido la responsabilidad por la comisión que Dios me había confiado. Yo había sido poco sincero, lo cual había obstaculizado la obra del evangelio. Según las apariencias, parecía como si estuviera llevando a cabo mi deber; pero, de hecho, estaba siendo superficial y tratando de engañar a Dios. No tenía temor de Dios. Me sentí avergonzado ante las palabras de Dios.

Posteriormente, leí las siguientes palabras de Dios: “Si, cuando haces cosas, pones un poco más de corazón en ellas, así como un poco más de amabilidad, responsabilidad y consideración, entonces podrás poner más esfuerzo. Cuando puedas hacer esto, mejorarán los resultados de los deberes que lleves a cabo. Tus resultados serán mejores y esto satisfará tanto a otras personas como a Dios(‘La entrada en la vida debe comenzar con la experiencia de desempeñar el deber propio’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). En una comunicación, dice: “¿Qué significa ser superficial? Dicho de una manera sencilla, significa hacer las cosas por inercia para que otras personas las vean y piensen ‘Él o ella lo hizo’. ¿Puede dar resultados un enfoque de este tipo? (No). Así es como hacen las cosas quienes no sienten una carga; así es como realizan su deber. Realmente no asumen la carga de esta obra, pero no pueden librarse de las consecuencias de no hacerlo. Si no lo hacen, las personas verán que hay un problema con este líder, así que tienen que seguir la corriente para guardar las apariencias. Dios dijo: ‘Esto es hacer servicio. Ellos no están llevando a cabo su deber’. Así pues, ¿cuál es la diferencia entre hacer servicio y llevar a cabo el propio deber? Las personas que verdaderamente llevan a cabo su deber tienen un sentido de responsabilidad, el cual viene de tener un deseo verdadero de remediar el problema, de desear verdaderamente llevar a cabo este trabajo de manera apropiada, de querer satisfacer a Dios y retribuir Su amor. Así pues, ¿cuál es su determinación cuando hacen estas cosas? Que deben hacerse y que deben hacerse bien. El problema debe resolverse. No descansarán hasta que se haga; no se detendrán hasta que se arregle. Tal es la carga que soportan al realizar su trabajo y, así, les es fácil ser eficaces. Este es el significado de realizar el propio deber. Solo cuando tu trabajo y el desempeño de tu deber son eficaces estás llevando a cabo tu deber; si no hay un efecto entonces estás siendo superficial; estás vagando sin propósito. A esto se le conoce como hacer servicio; la realización ineficaz del deber es hacer servicio. ¡No hay duda de esto; no hay nada de malo en esto!” (“Como entrar en las verdades para distinguir a los falsos líderes y a los anticristos” en “Sermones y enseñanzas sobre la entrada a la vida XI”). A partir de las palabras de Dios y de esta enseñanza, encontré un camino de práctica: llevar a cabo el propio deber requiere seriedad y sinceridad; requiere tratar todo de manera seria y responsable; sólo esto satisfará la voluntad de Dios. Tratar de evitar resolver los problemas reales, ser superficial y hacer las cosas por inercia es engañar a Dios y burlarse de Él y, definitivamente, no tendrá ningún efecto. Dios no deseaba verme siendo superficial y oponiéndome a Él mientras llevaba a cabo mi deber. Él esperaba que yo pudiera abordar Su comisión con honestidad, que rectificara mi actitud hacia el desempeño de mi deber, que enfrentara todas las dificultades de una manera práctica y que pasara más tiempo pensando en cómo resolver los problemas, cómo ser eficaz; solo esta forma de practicar es conforme al corazón de Dios. En aquel momento me di cuenta de que los problemas con los grupos del evangelio ya no podían hacerse a un lado. Aunque no sería fácil comunicar la enseñanza y cambiar las perspectivas caducas de los grupos del evangelio, yo no quería evitarlo por más tiempo. Lo siguiente que hice fue buscar la oportunidad de discutir los problemas de la difusión del evangelio de manera minuciosa con las personas responsables, el hermano Zhang y el hermano Zhao: cómo adoptar de manera flexible los métodos de difusión del evangelio en otros lugares e incorporar sus ventajas. Después de compartir esto, el hermano Zhang y el hermano Zhao dijeron que con gusto lo aceptaban y que explorarían cómo practicarlo. Después, los hermanos y hermanas tuvieron una mayor agilidad a la hora de difundir el Evangelio y también mejoró su efectividad.

Después de experimentar esto, pude tener un poco de discernimiento en lo referente a mi propio estado de superficialidad al llevar a cabo mi deber. Comencé a abandonar deliberadamente mi carne y me enfoqué en practicar la verdad y en llevar a cabo lealmente mi deber. Pero todavía no tenía mucho conocimiento de la sustancia, la raíz y la severidad de las consecuencias de mi superficialidad. Posteriormente, Dios preparó un entorno para permitirme seguir aprendiendo mi lección, para resolver el problema de la superficialidad.

Un tiempo después, descubrí ciertos problemas con los grupos del Evangelio. Como persona encargada de la obra, el hermano Zhang era muy arrogante. Era autoritario en sus palabras y comportamiento y se negaba a aceptar las sugerencias de los otros hermanos y hermanas. También tenía una influencia controladora sobre el hermano Zhao, que trabajaba con él. Cuando estaban juntos eran incapaces de discutir y buscar solucionar las verdaderas dificultades en la obra del evangelio. El hermano Zhao también era muy conservador y se guiaba mucho por la doctrina en su difusión del evangelio. Estas dos razones dificultaban el progreso en la obra del evangelio. Yo había tenido comunicaciones especiales con ellos para abordar sus problemas, pero no hubo ningún cambio importante. Posteriormente, dejé de intentar que cooperaran de manera armoniosa; era suficiente mantener las cosas como estaban. En lo referente al problema de la falta de disposición del hermano Zhang para aceptar las sugerencias de otras personas, hubo veces en las que yo elegí ceder y otras en las que simplemente estuve pendiente de las cosas. Sin embargo, yo no busqué la verdad para resolver este problema. Varios meses atrás, el rígido apego del hermano Zhao a la doctrina había interrumpido el trabajo; le comuniqué esto y lo aceptó, pero después descubrí que en ciertas áreas todavía se apegaba a la doctrina y era inflexible. Algunas veces yo le señalaba estas cosas, pero él se mantenía en su posición. En mi corazón, pensé: “Va a requerir mucho esfuerzo cambiar sus puntos de vista. Necesito encontrar algunos principios, hablar con él a la luz de lo que realmente se está manifestando en él. Tal vez tenga que encontrar a otros hermanos y hermanas con experiencia en la difusión del evangelio para que se comuniquen con él para tener un efecto”. Pensando en el problema que implicaría resolver este problema, decidí dejar que las cosas tomaran su propio curso. Aunque me di cuenta de que los problemas con el hermano Zhang y el hermano Zhao afectarían la obra del Evangelio, sentí que, en el momento, no había nadie mejor en los grupos del evangelio que pudieran hacerse cargo de esta comisión. No es que el desempeño de su deber fuera totalmente ineficaz; era apenas aceptable. Estaba bien siempre que los líderes de rango superior no tuvieran nada que decirme al respecto. Había algunas cosas que siempre molestaban y algunos problemas que no podían resolverse. Así que, en lo referente a los problemas con estos dos hermanos, no pasé más tiempo buscando cómo abordar la situación y tampoco medí si los beneficios del desempeño de su deber superaban los inconvenientes.

Poco después, la Iglesia realizó una encuesta de opinión pública. Los resultados me dejaron muy alarmado. Muchos hermanos y hermanas reportaron que el hermano Zhang nunca aceptaba las sugerencias de otras personas, que actuaba a menudo arbitrariamente, que siempre debía tener la última palabra y que a menudo sermoneaba y trataba con otras personas de una manera condescendiente. Algunos hermanos y hermanas tenían miedo de reunirse con él. No tenían otra opción más que aceptar sus arreglos a regañadientes, sintiéndose constreñidos y viviendo en medio de la negatividad. Los hechos mostraban que el hermano Zhang estaba caminando por el sendero del anticristo. En lo que se refiere al hermano Zhao, los hermanos y hermanas reportaron que era intransigente y que se apegaba rígidamente a la doctrina. Rara vez guiaba a los hermanos y hermanas en la entrada a los principios. Durante el proceso de difusión del evangelio, pedía a los otros hermanos y hermanas que llevaran a cabo una gran cantidad de trabajo que no servía ningún propósito. Todo esto mostraba que no comprendía el espíritu y no entendía el principio. Sus acciones provocaban que la obra del evangelio se viera obstruida e interrumpida de forma considerable. También trajeron muchas restricciones y dolor a los hermanos y hermanas. De acuerdo con los principios, el hermano Zhang y el hermano Zhao deben ser destituidos.

El hecho de que yo fuera superficial y no hiciera un verdadero trabajo había provocado daño a la obra del Evangelio. También había provocado muchas dificultades a los hermanos y hermanas. Al pensar esto, sentí gran condenación en mi corazón. Cuando sentí que no podía eludir esta responsabilidad, oré a Dios: “¡Oh, Dios! Que yo haya provocado tanto daño a la obra de la iglesia hoy es el resultado de haber sido negligente en mis deberes, de haber sido superficial, de complacerme en las bendiciones de mi estatus y de no hacer un verdadero trabajo. Estoy en deuda contigo y me siento muy mal con mis hermanos y hermanas. ¡Oh, Dios! Deseo aceptar Tu juicio y Tu castigo en este asunto para poder conocerme de una manera más profunda y arrepentirme verdaderamente ante Ti”.

Posteriormente, leí en las enseñanzas que: “Si eres una persona que se las apaña en su deber y que se las ingenia para ser engañosa, esto demuestra que eres una persona engañosa y deshonesta que pertenece a Satanás” (La comunicación desde lo alto). “Todos tienen el mismo problema en el cumplimiento de su deber y ese es actuar superficialmente. Es como si nadie mereciera su diligencia; si alguien hace algo por una persona y lo toma muy en serio, entonces esa persona debe ser alguien que respeta enormemente, alguien que lo puede ayudar mucho o alguien con quien tiene una gran deuda de gratitud, de lo contrario no se lo tomaría en serio. La palabra ‘ganancia’ está escrita jactanciosamente en la naturaleza de la humanidad; las personas sólo se toman algo en serio si reciben alguna ganancia a cambio, y si no es de beneficio para ellas adoptarán una actitud superficial. Esa es la naturaleza de los seres humanos y también una característica de la humanidad corrupta. Todas las personas son egoístas, así que actúan superficialmente y son felices solamente arreglándoselas. Podría ser un poco mejor si la humanidad pudiera genuinamente ver el llevar a cabo su deber como algo que es para Dios y que se debe tomar en serio por amor de Dios. Si la humanidad realmente tuviera un corazón que teme a Dios, entonces sería improbable que las personas actuaran superficialmente al cumplir su deber” (La comunicación desde lo alto). Cuando me comparé con estas enseñanzas y reflexioné en mis propias acciones, sentí una gran vergüenza. Vi que mi propia naturaleza era especialmente egoísta y astuta; que todo lo que hacía era para proteger mis propios intereses. Mi mantra era esa ley de supervivencia que dice “Nunca te levantes temprano, a menos que haya un beneficio asociado” Las cosas que traen un beneficio deben hacerse, y, las que no, no. Llevar a cabo el propio deber no era retribuir el amor de Dios, sino llegar a un acuerdo con Dios. Siempre había tratado de obtener más bendiciones pagando un precio menor, y, así, yo era responsable de ser superficial y de tratar de engañar a Dios. Recordé cómo al abordar los problemas con el hermano Zhang y el hermano Zhao, claramente yo había sido consciente de que lo que se manifestaba en ellos obstaculizaría la obra del evangelio, pero al ver que, a todas luces, estaban llevando a cabo su deber y al sentir que no había nadie mejor para reemplazarlos, no hice nada más que comunicarme con ellos algunas veces, renuente a pagar un precio mayor por resolver esto. Cuando llevaba a cabo mi deber, me contentaba simplemente con lograr que otros pensaran que había hecho un buen trabajo o con que los líderes superiores no pudieran encontrar ningún problema importante; no tomaba en consideración lo que Dios pensaba o cómo veía esto. Sabía perfectamente que no había resuelto por completo el problema y tampoco traté de averiguar cuál era la fuente y la esencia de sus problemas, tanto así, que me tomó todo este tiempo reemplazarlos, lo cual fue una obstrucción importante para la obra del evangelio. Dios me había elevado al darme un deber tan importante, esperando que yo tomara en cuenta Su voluntad, pero yo no me puse a pensar en retribuir el amor de Dios y, más bien, cumplí el papel de lacayo de Satanás, tratando de engañar y embaucar a Dios y llevando destrucción a Su obra. Carecía de la más mínima humanidad. ¡Era verdaderamente despreciable y aborrecible, auténticamente incompetente para vivir delante de Dios! El carácter justo de Dios no puede ser ofendido por el hombre. ¿Cómo podrían mis acciones no ser aborrecidas por Dios?

Posteriormente, leí las palabras de Dios que decían: “Dios escudriña a las personas, puede ver lo que tienen en sus corazones mientras cumplen con su deber y cuánta energía utilizan. Es crucial que las personas dediquen todo su corazón y todas sus fuerzas a lo que hacen. La cooperación es también un componente crucial. Solo si las personas se afanan en no arrepentirse de los deberes que han completado y las cosas que han hecho, en no estar en deuda con Dios, actuarán con todo su corazón y todas sus fuerzas. Si ahora no le dedicas todo tu corazón y todas tus fuerzas, entonces, si más adelante algo sale mal y hay consecuencias, ¿no será demasiado tarde para arrepentirse? Estarás siempre en deuda; ¡estarás manchado! Una mancha en el cumplimiento del deber es una transgresión. Por tanto, debes afanarte en hacer bien la parte que debes y tienes que hacer, con todo tu corazón y todas tus fuerzas. Esas cosas no deben hacerse de manera descuidada o superficial; no debes tener ningún remordimiento. De este modo, Dios recordará los deberes que desempeñes en ese momento. Las cosas que Dios recuerda son las buenas acciones. Entonces, ¿cuáles son las cosas que no se recuerdan? Las transgresiones. Puede que la gente no aceptara que son malas acciones si se las describiera así en la actualidad, pero si llega un día en que estas cosas tienen consecuencias graves y se convierten en una influencia negativa, entonces te parecerá que no son meras transgresiones de la conducta, sino malas acciones. Cuando te des cuenta de esto, te arrepentirás y pensarás: ¡Debería haber optado por tener una pizca de prevención! Con un poco más de consideración y esfuerzo, no tendría este problema. Nada limpiará esta mancha eterna de tu corazón, y causaría problemas si te dejara en deuda permanente(‘Cómo resolver el problema de ser descuidado y superficial a la hora de realizar tu deber’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Al ponderar las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovido. Pensé en cómo había sido dirigido por mi propia naturaleza astuta y egoísta; cómo siempre trataba hipócritamente de evitar pagar un precio a la hora de llevar a cabo mi deber; cómo no había identificado y reorganizado de inmediato a esas personas responsables que no eran aptas para ser usadas, a tal grado, que la obra del evangelio se vio obstaculizada y los hermanos y hermanas vivían en medio de oscuridad y limitaciones. Había cometido transgresiones delante de Dios. Si el juicio y el castigo oportunos de Dios no hubieran contenido mis pasos perversos, ¿quién sabe que enorme mal habría cometido en el futuro? En aquel momento, entre más pensaba sobre esto, más temor sentía. Ser superficial en el desempeño del propio deber era sumamente peligroso: ¡podía interrumpir la obra de la Iglesia en cualquier momento! Sólo después de ver las graves consecuencias de ser superficial me di cuenta de que si no me enfocaba en aceptar el juicio y el castigo de Dios y en practicar Sus palabras; si era descuidado en el desempeño de mi deber, entonces jamás podría alcanzar la lealtad hacia Dios y, mucho menos, liberarme de mi carácter corrupto y obtener la salvación de Dios. En aquel momento, tuve cierta determinación y deseo de buscar la verdad y lograr la lealtad en la realización de mi deber.

Después de eso, utilizamos el principio para encontrar a personas más apropiadas para reemplazar al hermano Zhang y al hermano Zhao. Sin embargo, los problemas en los grupos del evangelio continuaron, así que oré a Dios: “¡Oh, Dios! Sigue habiendo muchos problemas en los grupos del evangelio que no se han resuelto. No se han implementado plenamente algunos buenos métodos de práctica. Debido a que anteriormente fui laxo en la búsqueda de la verdad, algunos problemas han permanecido hasta ahora. Esta vez debo buscar apropiadamente para ver cómo resolver estos problemas. ¡Oh, Señor! Guíame”. Después, encontré a algunos hermanos y hermanas en los grupos del evangelio –que tenían un mejor desempeño– para discutir en detalle el camino de la prédicadel evangelio. Aprendí mucho. Posteriormente, me preparé para reunirme con todos y comunicar los problemas que conlleva realizar nuestro deber. Esa tarde me puse a reflexionar mientras leía los materiales, tratando de descubrir cómo hacer preparativos de manera efectiva. Resumí los problemas en varias áreas y, buscando una respuesta, observé las palabras de Dios concernientes a este asunto. Cuando iba por la mitad, me di cuenta de que todavía había muchos detalles que tenían que arreglarse, y al ver que ya era tarde, los pensamientos de darme por vencido y ser superficial surgieron espontáneamente una vez más: “Va a tomar mucho tiempo y esfuerzo encontrar referencias para estos problemas. Vaya, es muy tarde; quizás no debería entrar en demasiado detalle; en todo caso, ya tengo la dirección general y los hermanos y hermanas podrán entenderlo. Eso es lo que haré”. Sin embargo, mientras pensaba en detenerme para descansar sentí una inquietud en mi corazón. En ese momento, pensé en las palabras de Dios: “Cuando quieras holgazanear y simplemente hacer las cosas por inercia, cuando quieras ser flojo y te permitas distraerte y desear simplemente ir y divertirte, debes pensarlo bien: si me comporto de esta manera, ¿acaso estoy siendo indigno de confianza? ¿Es esto poner mi corazón en la realización de mi deber? ¿Estoy siendo desleal al hacer esto? Si hago esto, ¿estoy fallando en vivir a la altura de la confianza que Dios ha depositado en mí? Así es como debes reflexionar sobre ti. Debes pensar: ‘No me he tomado este asunto en serio. En aquel momento, sentí que había un problema, pero no lo traté como algo serio; simplemente lo pasé por alto descuidadamente. Ahora, este problema sigue sin resolverse. ¿Qué clase de persona soy?’ Habrás identificado el problema y habrás llegado a conocerte un poco. ¿Deberías detenerte cuando tengas un poco de conocimiento? ¿Acaso has terminado una vez que has confesado tus pecados? ¡Debes arrepentirte y cambiar!(‘La senda surge al meditar la verdad con frecuencia’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). El juicio y el castigo de las palabras de Dios me hicieron darme cuenta de que, una vez más, estaba siendo superficial; una vez más, estaba siguiendo la carne y tratando de tomar atajos. Al mismo tiempo, percibí claramente en mi corazón que, si no identificaba los problemas cruciales y si no me comunicaba de manera focalizada, esto con toda seguridad tendría un impacto sobre la efectividad. Para alcanzar el efecto óptimo, tenía que abandonar la carne. Como resultado, medité largamente e hice una lista de cada uno de los problemas que necesitaban una resolución más urgente. Aunque estuve trabajando en esto hasta muy entrada la noche, me sentí firme en mi corazón. Al día siguiente, nos reunimos para hablar sobre los problemas existentes. Los hermanos y hermanas aprobaron enfáticamente el nuevo camino y las nuevas medidas. Al ver que los problemas que nos habían confundido durante tanto tiempo se habían resuelto y que todos habían sido liberados, sentí un gran consuelo en mi corazón. Después de eso, comencé a practicar de acuerdo con el nuevo camino y los nuevos métodos. La obra del evangelio poco a poco fue más efectiva y no pude evitar darle las gracias a Dios en mi corazón.

Después de experimentar esto, tuve una percepción auténtica de cuán profundamente yo había sido corrompido por Satanás. Había perdido mi conciencia y racionalidad; aunque, en apariencia, pude abandonar las cosas y esforzarme –y hasta pude pagar un precio en ciertos asuntos– porque no había obtenido la verdad y la vida, mi carácter corrupto todavía tenía poder dentro de mí. Mi naturaleza traicionera y astuta, una naturaleza que estaba cegada a todo excepto a mis propios intereses, me dirigía en todo momento. Cualquier cosa que hacía era para mi propio beneficio. Al realizar mi deber, siempre era hipócrita y trataba de engañar a Dios; no me daba cuenta en lo absoluto que un ser creado debe retribuir el amor de Dios y ser consciente de Su voluntad. Gracias a la revelación de Dios, vi lo innoble e insignificante que era, que no tenía la más mínima semejanza de humanidad. Particularmente cuando pensaba en el daño que había traído a la obra de la casa de Dios debido a mi superficialidad, sentía que no era digno de confianza y que era muy hiriente para con Dios. Sentí un mayor odio hacia mí y tuve un deseo todavía más poderoso de deshacerme de mi carácter corrupto y ser salvo por Dios. Ojalá Dios establezca más entornos para juzgarme y castigarme para que pueda ser según Su corazón al llevar a cabo mi deber lo más pronto posible.

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