Una evaluación que me dejó en evidencia

23 Feb 2022

Por Caitlyn, Estados Unidos

A mediados de mayo de 2021, una líder de la iglesia vino de repente a hablar conmigo y me preguntó si conocía bien a la hermana Lilah, si era justa con los demás y si solía ser crítica. Parecía tan seria que le pregunté enseguida qué estaba pasando. Me dijo que Lilah tenía un carácter muy arrogante y que había dicho cosas críticas sobre varios líderes delante de los hermanos y hermanas, y los había acusando de ser falsos líderes. También dijo que Lilah tenía mucha labia y que hablaba mucho sobre su autoconocimiento en las reuniones, pero, en realidad, no se entendía a sí misma en absoluto. Dijo que la mayoría de los hermanos y hermanas no veían realmente quién era Lilah y que les gustaba su plática. Enseguida pensé en cómo algunos de los anticristos que la iglesia había expulsado habían hecho lo mismo al juzgar a los líderes y obreros. Una cosa es decir que un líder u otro sea falso, pero es arrogante decir que varios de ellos son falsos. En ese momento, dije: “El hecho de que pueda decir estas cosas es un asunto serio. ¿No son sus juicios iguales a los de los anticristos?”. También recordé cómo, en las elecciones de líderes del año pasado, Lilah estaba conversando en secreto con otra hermana sobre uno de los candidatos y dijo que al candidato le importaba demasiado el prestigio y el estatus, que hacía las cosas solo para aparentar y no hacía ningún trabajo real. No pude evitar empezar a sentirme predispuesta contra Lilah y pensé que realmente era crítica.

Luego, la líder me instó a escribir una evaluación sobre Lilah. Pensé en mis interacciones recientes con ella, cuando algunos hermanos y hermanas la confrontaron por ciertas cosas. Aunque al principio se puso a la defensiva, luego reflexionó y se conoció a sí misma, demostró cierto cambio y entrada, y fue capaz de aceptar la verdad. Conversando con ella, pude ver que le importaba la autorreflexión y el autoconocimiento, y que oraba, buscaba los principios-verdad y leía las palabras de Dios para entrar. Sentí que era una buscadora de la verdad. Pero luego pensé en cómo la líder decía que Lilah tenía un carácter arrogante, tenía labia, era buena desorientando a la gente, y ahora juzgaba con indiferencia a los líderes y trabajadores. Si decía en mi evaluación que ella era alguien capaz de aceptar y perseguir la verdad, ¿diría la líder que me faltaba discernimiento y que era una tonta? Si le daba una mala impresión a la líder, quizás no me permitiría realizar ciertos deberes en el futuro. Con eso en mente, dije en mi evaluación que Lilah tenía un carácter arrogante y que, a veces, juzgaba a las personas según su propia imaginación. Dije que tenía dificultades para aceptar la verdad y que tendía a justificarse cuando la gente la confrontaba con problemas. También mencioné algunas de las corrupciones que revelaba a veces en su vida cotidiana. Aunque también escribí algunas de las formas en que perseguía la verdad, añadí un comentario para decir que no estaba segura de si realmente era una buscadora de la verdad. Me sentí un poco intranquila después de escribir la evaluación. Nunca había sentido que Lilah fuera como la líder la describía. Aunque tenía un carácter arrogante y a veces hablaba de forma terminante y difícil de tolerar, no tenía mal corazón. Defendía los intereses de la iglesia cuando surgían problemas y era lo suficientemente valiente para hablar cuando veía que otros vulneraban los principios-verdad. Por ejemplo, cuando vio que una hermana siempre salía del paso cuando hacía su deber, lo que afectaba el progreso del trabajo, Lilah fue capaz de dejar de lado su relación y señalar su comportamiento sin demora para ayudarla, y también de contárselo a la líder. Si uno miraba el comportamiento general de Lilah, ella era capaz de defender los intereses de la iglesia y era una persona correcta, pero la líder decía lo contrario. Me pregunté si la líder tenía cierta predisposición contra ella y si las evaluaciones que estaba realizando podrían hacer que a Lilah la depurasen o echasen de la iglesia. Cuanto más lo pensaba, más intranquila me sentía, así que le pregunté a la líder si había hablado con Lilah sobre sus problemas y cómo los había entendido. Pero la líder evadió la pregunta y dijo que Lilah había juzgado a los líderes y obreros antes, y que ahora lo estaba haciendo de nuevo. Dijo que una líder estaba pensando en renunciar por las acusaciones de Lilah, así que ya se había convertido en un trastorno. Al oír esto, pensé que seguramente la líder debía entender los problemas mejor que yo, que a mí me debía faltar discernimiento y que me había dejado engañar por el comportamiento de Lilah. Así que no dije nada más.

Un par de días después, una líder de nivel superior investigó la situación y dijo que Lilah no estaba juzgando a los líderes y obreros de forma arbitraria, sino que estaba desenmascarando y denunciando a falsos líderes con un sentido de justicia. Esa líder había sido denunciada por Lilah, por lo que la estaba oprimiendo y castigando, diciendo que Lilah estaba juzgando a los líderes y obreros de forma arbitraria. ¡Incluso suspendió unilateralmente el deber de Lilah! Despidieron a todos los falsos líderes que Lilah había denunciado y la reintegraron a su deber. Mi corazón dio un vuelco cuando escuché esto; estaba sorprendida y también me sentí algo inquieta. Había estado de acuerdo con la líder sobre que Lilah tenía un carácter arrogante, juzgaba a los líderes de forma arbitraria y no aceptaba bien la verdad. ¿No había condenado yo también a Lilah? ¡Era un problema serio! Sentí que no era un asunto menor y que realmente debía reflexionar y conocerme a mí misma. Así que oré a Dios y le pedí que me guiara para entenderme a mí misma. Más tarde, leí lo siguiente en las palabras de Dios: “Para creer en Dios y caminar por la senda correcta en la vida, como mínimo debes vivir con dignidad y semejanza humana, debes ser digno de confianza y se te ha de considerar valioso. Le debe parecer a la gente que en tu talante e integridad hay sustancia, que cumples todo lo que dices y mantienes tu palabra. […] Todos aquellos que tienen dignidad poseen un poco de personalidad, a veces no se llevan bien con los demás, pero son honestos, y no hay falsedad ni engaño en ellos. Al final, los otros los acaban teniendo en alta estima porque son capaces de practicar la verdad, son honestos, tienen dignidad, integridad y talante, nunca se aprovechan de nadie, ayudan a otros que tengan problemas, tratan a la gente con conciencia y razón y nunca emiten juicios a la ligera sobre nadie. Cuando evalúan o debaten sobre otras personas, todo cuanto dicen estos individuos es veraz, hablan de lo que saben y no parlotean sobre lo que desconocen, no se pierden en adornos y sus palabras pueden servir como prueba o referencia. Cuando hablan y actúan, aquellos que poseen integridad son relativamente prácticos y dignos de confianza. Nadie considera valiosos a los que carecen de integridad, nadie presta ninguna atención a lo que dicen y hacen, ni considera importantes sus palabras y acciones ni confía en ellos. Esto se debe a que cuentan demasiadas mentiras y dicen muy pocas palabras honestas, a que les falta sinceridad cuando se relacionan con las personas o hacen algo por ellas, a que tratan de embaucar y engañar a todo el mundo, y no gustan a nadie. ¿Os habéis topado con alguien que a vuestros ojos sea digno de confianza? ¿Creéis ser dignos de la confianza de los demás? ¿Pueden otras personas confiar en vosotros? Si alguien te pregunta sobre la situación de otro, eso es algo que no debes evaluar ni juzgar según tu propia voluntad, tus palabras deben ser objetivas, precisas y conformarse a los hechos. Debes hablar sobre lo que entiendas y no sobre cosas de las que te falta perspectiva. Has de ser justo con esa persona. Esa es la manera responsable de actuar. Si solo has observado un fenómeno superficial, y lo que quieres expresar es solo tu juicio particular sobre esta persona, entonces no debes emitir a ciegas un veredicto sobre ella, y desde luego no debes juzgarla. A lo que digas, debes anteponer esto: ‘Este es mi propio juicio’ o ‘Eso es lo que a mí me parece’. De ese modo, tus palabras serán relativamente objetivas y, tras oír lo que has dicho, la otra persona será capaz de sentir la honestidad en tus palabras y lo justo de tu postura, y podrá confiar en ti. ¿Estáis seguros de que podéis conseguir tal cosa?(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Las palabras de Dios me mostraron que las personas íntegras y honestas evalúan a los demás de forma correcta y objetiva, y no hablan de más. Dicen solo lo que saben y nada más. Son de confianza. Pero quienes no son íntegros tienen intenciones personales en sus evaluaciones, sueltan cualquier cosa que se imaginan e incluso tergiversan los hechos o dicen lo opuesto de la realidad para lograr sus propios fines. Ese tipo de persona miente demasiado, dice muy poco la verdad y no es de confianza. Carece de dignidad e integridad. Reflexioné sobre mi evaluación de Lilah. Cuando oí que la líder la condenaba por ser arrogante, sentenciosa y crítica, no hice ningún esfuerzo para discernir si eso era cierto o no, ni investigué si los líderes que Lilah había denunciado eran falsos. Simplemente le seguí la corriente a la líder y la condené. Aunque me di cuenta de que la opinión de la líder sobre Lilah no coincidía con mis experiencias, lo que me hizo sentirme inquieta, tuve miedo de que dijera que era una tonta que carecía de discernimiento, que tuviera una mala impresión de mí y que tal vez no me asignaran deberes importantes. Por eso escribí una evaluación negativa sobre Lilah. Estaba yendo en contra de los hechos, incriminándola y oprimiéndola; estaba revelando un carácter malévolo. Lilah tuvo la honestidad de denunciar y desenmascarar a los falsos líderes sin que el estatus y el poder la limitasen. Yo no solo no la apoyé, sino que me uní a una falsa líder y la condené, lo que solo sirvió para causarle dolor. Esto era hacer el mal, y yo estaba actuando como una ayudante de Satanás. Al darme cuenta, me abrumó el arrepentimiento y la culpa. Me sentía profundamente en deuda con Lilah y no me atrevía a enfrentarla. Oré a Dios: “Dios, carezco de humanidad. Seguí a una falsa líder, oprimí y condené a Lilah. He cometido una transgresión ante Ti. Dios, me equivoqué y quiero arrepentirme”.

Leí un par de pasajes más de las palabras de Dios que me ayudaron a entenderme mejor. Dios Todopoderoso dice: “Los anticristos están ciegos respecto a Dios, Él no tiene cabida en sus corazones. Cuando se encuentran con Cristo, no lo tratan de manera diferente a una persona normal, se fijan constantemente en Su expresión y tono, cambiando la tonada según la situación, sin decir lo que realmente sucede, sin decir nada sincero, solo pronunciando palabras y doctrinas vacías, tratando de engañar y embaucar al Dios práctico que tienen ante sus ojos. No tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. Ni siquiera son capaces de dirigirse a Él de corazón, de decir algo real. Hablan como una serpiente que se desliza con rumbo sinuoso e indirecto. El estilo y la orientación de sus palabras son como una planta trepadora ascendiendo por un poste. Por ejemplo, cuando dices que alguien tiene aptitud y podrían promoverlo, inmediatamente hablan de lo bueno que es y de lo que se manifiesta y revela en él; y si dices que alguien es malo, se apresuran a hablar de lo malo y malvado que es, de cómo causa perturbación y trastorno en la iglesia. Cuando preguntas por algunas situaciones reales, no tienen nada que decir; andan con evasivas mientras esperan que tú saques una conclusión, atentos al significado de tus palabras, para así ajustar sus palabras a tus pensamientos. Todo lo que dicen son palabras bonitas, lisonjas y servilismo; de su boca no sale ni una palabra sincera(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 10 (II)). “La humanidad de los anticristos es deshonesta, lo que significa que no son en absoluto sinceros. Todo lo que dicen y hacen está adulterado y contiene sus propias intenciones y objetivos, y en todo ello se esconden sus innombrables e indecibles trucos e intrigas. Así que las palabras y acciones de los anticristos están demasiado contaminadas y demasiado llenas de falsedad. Por mucho que hablen, es imposible saber cuáles de sus palabras son verdaderas, cuáles son falsas, cuáles son acertadas y cuáles son equivocadas. Se debe a que son deshonestos y su mente es extremadamente compleja, está llena de intrigas perversas y cargada de trucos. No dicen nada directamente. No dicen que uno es uno, dos es dos, sí es sí y no es no. En lugar de eso, se van por las ramas en todos los asuntos y dan varias vueltas a las cosas en su cabeza, calculando las consecuencias, sopesando los méritos y los inconvenientes desde todos los ángulos. Luego, alteran lo que quieren decir por medio del lenguaje, de tal modo que todo lo que dicen suena muy engorroso. La gente honesta nunca entiende lo que dicen y es fácilmente engañada y embaucada por ellos, y cualquiera que habla y comunica con personas así considera la experiencia extenuante y laboriosa. Nunca dicen que uno es uno y dos es dos, nunca dicen lo que piensan ni describen las cosas tal y como son. Todo lo que dicen es indescifrable, y los objetivos e intenciones de sus acciones son muy complejos. Si la verdad sale a la luz —si otras personas logran calarlos y desentrañar cómo son—, rápidamente inventan otra mentira para solucionarlo. […] El principio y el método según los cuales estas personas se comportan y lidian con el mundo consisten en engañar a la gente con mentiras. Tienen dos caras y hablan para adaptarse a su público; interpretan cualquier papel que exija la situación. Son hábiles y astutas, se les llena la boca de mentiras y no son de fiar. Cualquiera que está en contacto con ellos durante un tiempo se desorienta o perturba y no puede recibir provisión, ayuda o edificación(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro: Resumen de la calidad humana de los anticristos y de su esencia-carácter (I)). Las palabras de Dios revelan que las palabras y acciones de los anticristos siempre albergan trucos. Hablan con rodeos, engañan a los demás y carecen de credibilidad. Incluso cuando están en contacto con Cristo, buscan pistas en Sus palabras, ven para donde dónde sopla el viento y se comportan como aduladores. No hay nada genuino en ellos. Son muy escurridizos, falsos y malvados. Yo nunca había estado en contacto directo con Cristo, pero sí buscaba señales, evaluaba la situación y adivinaba lo que los demás querían. Estaba mostrando el carácter de un anticristo. Unos meses antes, la líder me había pedido que hiciese una evaluación de Lilah. Por ese entonces, no conocía la opinión negativa que la líder tenía de ella, por lo que pensé que probablemente quería darle una promoción. Así que dije que Lilah era capaz de buscar y aceptar la verdad ante los problemas, que tenía sentido de justicia y que podía defender los intereses de la iglesia. En esencia, solo escribí sobre sus fortalezas y casi ni mencioné sus debilidades. Pero cuando oí que la líder decía que no era una persona correcta y que estaba pidiendo a otros que hiciesen evaluaciones de Lilah, supe que mi experiencia con Lilah no era la de la líder. Sin embargo, para que la líder dijera que yo tenía discernimiento, le seguí la corriente y dije que Lilah tenía un carácter arrogante, era crítica y le costaba aceptar la verdad cuando sucedían cosas. En ambas evaluaciones estaba analizando a la misma persona, pero dije cosas totalmente diferentes. No estaba siendo ni remotamente justa u objetiva. Pensé en las palabras del Señor Jesús: “Sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’(Mateo 5:37). Sin embargo, cuando escribía sobre Lilah, quería darle una buena impresión a la líder, por lo que intentaba adivinar lo que quería escuchar. Le daba varias vueltas en la cabeza antes de expresar una opinión, lo que enredaba mis pensamientos. Todo lo que decía y hacía estaba teñido de intenciones personales; ni una sola palabra era genuina o verdadera. Estaba siendo demasiado engañosa y malvada. Mis palabras y acciones no tenían principios, y no merecía la confianza de Dios ni de las demás personas. Había perdido completamente mi dignidad e integridad. Me sentía cada vez más asqueada de mí misma. Antes, cuando había visto a falsos líderes y anticristos que oprimían y condenaban a los demás para proteger su propio nombre y estatus, me sentía indignada. Nunca imaginé que haría el mismo tipo de maldad. Torcía los hechos solo para lograr mis propios fines y proteger mis intereses. Describí como crítica a una persona con sentido de la justicia y que protegía los intereses de la iglesia. Estaba incriminando y perjudicando a una buena persona. Me puse del lado de una falsa líder y condené y oprimí a Lilah.

Una vez, durante una reunión, una hermana dijo que había oído que la líder quería recabar evaluaciones de Lilah, pero que sentía que Lilah no era exactamente como la líder la caracterizaba. Esta hermana no aceptó a ciegas las palabras de la líder, sino que tuvo discernimiento sobre lo que la líder decía y hacía. También informó a los líderes de nivel superior al respecto y puso fin al trato que Lilah estaba recibiendo. Cuando se enfrentó a la misma situación que yo, esa hermana pudo buscar la verdad; tenía un corazón temeroso de Dios y sus palabras eran honestas y justas. Protegió a Lilah y defendió los intereses de la iglesia, mientras que yo creí las mentiras y artimañas de la falsa líder, y fomenté su mal desenfrenado, y me comporté como un lacayo de Satanás. Realmente me odié por esto. Reflexioné sobre la razón porque había aceptado con tanta facilidad que la líder dijese esas cosas sobre Lilah. Era porque no entendía completamente la verdad sobre lo que significa ser crítico. De hecho, la clave para saber si alguien está siendo crítico es ver la intención detrás de sus palabras y si los problemas que denuncia son reales. Si uno descubre a falsos líderes que van en contra de los principios y no hacen trabajo real, luego comparte y discierne con los hermanos y hermanas que entienden la verdad, y si la intención de esa persona es defender los intereses de la iglesia, entonces no está siendo crítico, sino que tiene sentido de justicia. Los que son críticos de verdad tienen sus propias intenciones, tergiversan los hechos, dicen lo opuesto de la realidad; difaman y atacan a las personas, encuentran cosas para usar en contra de los demás o exageran la corrupción que demuestran las personas y las catalogan sin discriminación alguna. Lo único que ocasionan a los demás es opresión y condenación. Eso es lo que significa ser crítico. No tenía un entendimiento puro de lo que significa ser crítico, por lo que creía de forma falaz que, si descubrimos problemas con un líder u obrero, debemos decírselo directamente o avisarle a un líder de nivel superior, mientras que, si hablamos de sus problemas a sus espaldas con otros hermanos y hermanas, eso es ser crítico. No estaba prestando atención al contexto ni a la esencia de la situación. Cuando oí que Lilah había hablado en privado con algunas hermanas y había dicho que ciertos líderes no estaban haciendo trabajo real y que eran falsos líderes, pensé que estaba siendo crítica, así que la condené de forma arbitraria. Ni me puse a reflexionar si lo que decía reflejaba la realidad. Pero ahora los hechos demostraron que lo que había denunciado era cierto. Se atrevió a decir la verdad y a proteger los intereses de la iglesia. Tenía sentido de justicia y no estaba siendo crítica.

Este fracaso de mi parte me enseño algunas lecciones. En evaluaciones futuras, debo tener un corazón temeroso de Dios y no confiar a ciegas en los demás. Tengo que discernir la esencia de las cosas según los hechos y las palabras de Dios. Si no entiendo la verdad y no puedo ver las cosas con claridad, al menos debo ser franca, no adular a nadie ni tergiversar las cosas. Las palabras de Dios dicen: “Cuando digo ‘seguir el camino de Dios’: ¿a qué se refiere el ‘camino de Dios’? Significa temer a Dios y evitar el mal. ¿Y qué es temer a Dios y evitar el mal? Cuando haces una valoración de alguien, por ejemplo, esto tiene que ver con temer a Dios y evitar el mal. ¿Cómo lo valoras? (Debemos ser honestos, justos y ecuánimes, y no debemos basar nuestras palabras en los sentimientos). Cuando dices exactamente lo que piensas y has visto, estás siendo honesto. Ante todo, la práctica de ser honesto coincide con seguir el camino de Dios. Esto es lo que Él enseña a la gente; es el camino de Dios. ¿Cuál es el camino de Dios? Temer a Dios y evitar el mal. ¿Acaso ser honesto no forma parte de temer a Dios y evitar el mal? ¿Y no supone seguir el camino de Dios? (Sí, así es). Si no eres honesto, entonces lo que has visto y lo que piensas no es lo mismo que sale por tu boca. Alguien te pregunta: ‘¿Qué opinas de tal persona? ¿Es responsable con la obra de la iglesia?’, y tú respondes: ‘Es estupendo. Es más responsable que yo, su calibre es mejor que el mío, y su humanidad también es buena. Es maduro y estable’. Pero ¿es esto lo que piensas de corazón? Lo que de verdad observas es que, aunque esta persona tiene calibre, es poco fiable, bastante falsa y muy calculadora. Esto es lo que realmente tienes en mente, pero cuando llega el momento de hablar, se te ocurre eso: ‘No puedo decir la verdad, no debo ofender a nadie’, así que enseguida dices otra cosa, y buscas cosas agradables que decir de él, pero nada de lo que dices es lo que realmente piensas; es todo mentira y falsedad. ¿Indica esto que sigues el camino de Dios? No. Has tomado el camino de Satanás, el camino de los demonios. ¿Cuál es el camino de Dios? Es la verdad, es la base conforme a la cual deben comportarse las personas, y es el camino para temer a Dios y evitar el mal. Aunque le hables a otra persona, Dios también escucha; Él observa y escudriña tu corazón. La gente escucha lo que dices, pero Dios escudriña tu corazón. ¿Son las personas capaces de escudriñar los corazones del hombre? En el mejor de los casos, la gente puede ver que no estás diciendo la verdad; ven lo que hay en la superficie, pero solo Dios es capaz de ver el fondo de tu corazón. Solo Él puede ver lo que estás pensando, lo que estás tramando, y qué ardides, qué métodos traicioneros y pensamientos activos tienes dentro de tu corazón. Cuando Dios ve que no dices la verdad, ¿qué opinión tiene Él de ti y cómo te evalúa? Que no has seguido el camino de Dios en esto porque no has dicho la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Las palabras de Dios me mostraron que todo lo que sucede se reduce a si somos capaces de temer a Dios y apartarnos del mal. Dios ve dentro de nuestros corazones y nuestras mentes. Dios ve absolutamente todo lo que pensamos y hacemos. Cuando evaluamos a los demás, debemos tener un corazón temeroso de Dios. No debemos dejar que nuestras intenciones o intereses personales nos controlen, sino ser fieles a los hechos, decir solo lo que sabemos y ser honestos conforme a los requisitos de Dios. Si no entendemos con claridad el comportamiento de alguien o los principios-verdad que se aplican a la situación, debemos buscar y orar más para no juzgar o catalogar a alguien de forma arbitraria. También pensé en la obra de purificación de la iglesia. Tener intenciones personales y no evaluar a las personas de forma objetiva y conforme a los hechos puede desorientar a los demás. En casos graves, podrían echar o expulsar a alguien por error, lo que los perjudicaría. Hablar y actuar según los sentimientos, proteger y defender a un incrédulo o a una persona malvada podría significar que no echen o expulsen de la iglesia a quien corresponda, y siga causando más trastornos. Lo mismo ocurre con los cambios en los deberes. Si una evaluación es incorrecta, podría impedir que se promueva y cultive a las personas buenas, mientras que las malas conservan sus puestos. Esto no solo retrasa la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, sino que también trastorna y perturba la obra de la iglesia. Además, me di cuenta de que las evaluaciones se deben basar en el comportamiento general y deben ser justas y objetivas. No podemos centrarnos solo en las debilidades o en una manifestación de corrupción pasajera de las personas, hacer una montaña de un grano de arena y catalogarlas. Después de darme cuenta de esto, comencé a recordarme a mí misma que, en el futuro, debía tener un corazón temeroso de Dios cuando evaluase a los demás y lo debía hacer en función de los hechos y de manera justa y objetiva. Más adelante, tuve que escribir otra evaluación de Lilah en relación con mi deber. Sabía que era una prueba para ver si podía practicar la verdad, aplicar los principios y evaluar a mi hermana de manera justa y objetiva. Así que sosegué mi corazón ante Dios y oré para pedirle que los examinara. Quería ser honesta. Tenía que llamar a las cosas por su nombre y no hablar acorde a mis propias intenciones. Debía escribir lo que sabía y, si no sabía algo, decirlo. Me sentí mucho mejor al poner esto en práctica.

Esa evaluación de Lilah me ayudó a ver mi propio carácter corrupto, ladino y falso, y que, si hablo y actúo acorde a mis propias intenciones, haré el mal y lastimaré a las personas sin darme cuenta. También vi que vivir según las palabras de Dios y la verdad, hablar y actuar verdaderamente como Dios nos enseña y ser una persona honesta es la única manera de vivir una verdadera semejanza humana y ganarse la aprobación de Dios.

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