Los entresijos de la persecución de una familia
Mi madre y mi hermana compartieron el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días conmigo en octubre de 2009. Después de aceptarlo, yo leía las palabras de Dios todos los días y asistía a reuniones y comunicaba con los hermanos y hermanas. Poco a poco fui comprendiendo algunas verdades de las palabras de Dios; aprendí sobre la raíz de la oscuridad y el mal en el mundo, lo que debemos perseguir en nuestra vida y cómo vivirla con sentido. Encontrar la senda correcta en la vida me hizo muy feliz, me volvió una persona relajada y despreocupada. Mi marido y mi hija se dieron cuenta de que después de hacerme creyente solía estar de mejor humor, así que no se opusieron a mi fe. Más tarde, mi marido tuvo que marcharse de la región por motivos de trabajo, así que yo cuidaba de nuestros hijos al tiempo que difundía el Evangelio.
Una noche de primavera de 2013, mi marido me llamó de improviso y me dijo en un tono realmente autoritario: “A partir de ahora, haz lo que debes y quédate en casa: no más creer en Dios. Dicen en internet y en los telediarios que los creyentes en Dios Todopoderoso abandonan a sus familias. No llegues al punto de dar la espalda a nuestra familia. Además, tener fe es ilegal en China y te arrestarán si las autoridades se enteran. ¿Cómo puede la gente normal como nosotros enfrentarse al Partido Comunista? Si el gobierno dice que no puedes ser religiosa, no lo seas. ¡No provoques problemas porque sí!”. Temiendo que mi teléfono móvil pudiera estar vigilado por la policía, no le dejé seguir hablando. Estaba muy enfadada después de colgar. ¿Cómo podía creer ciegamente las mentiras del Partido Comunista? Él sabía que creer en Dios es algo bueno y apoyaba mi fe, así que ¿por qué intentar interponerse en mi camino en cuanto escuchó sus mentiras? Es obvio que seguir a Dios es la senda correcta en la vida, ¿por qué el Partido Comunista no deja que la gente tenga fe? No hacemos nada ilegal como creyentes, así que ¿por qué insisten en arrestarnos y perseguirnos? En una reunión posterior, le hablé a otra hermana sobre mi confusión y ella compartió conmigo un pasaje de las palabras de Dios. Él dijo: “El gran dragón rojo persigue a Dios y es Su enemigo, y por lo tanto, en esta tierra, los que creen en Dios son sometidos a humillación y opresión […]. Al embarcarse en una tierra que se opone a Dios, toda Su obra se enfrenta a tremendos obstáculos y cumplir muchas de Sus palabras lleva tiempo; así, la gente es refinada a causa de las palabras de Dios, lo que también forma parte del sufrimiento. Es tremendamente difícil para Dios llevar a cabo Su obra en la tierra del gran dragón rojo, pero es a través de esta dificultad que Dios realiza una etapa de Su obra, para manifestar Su sabiduría y acciones maravillosas, y usa esta oportunidad para hacer que este grupo de personas sean completadas. Dios lleva a cabo Su obra de purificación y conquista mediante el sufrimiento, el calibre y todo el carácter satánico de las personas en esta tierra inmunda, para, de esta manera obtener la gloria y así ganar a los que dan testimonio de Sus obras. Este es el significado completo de todos los sacrificios que Dios ha hecho por este grupo de personas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Después de leer esto, me enseñó lo siguiente: “El Partido Comunista es ateo; es un demonio antidiós y no puede tolerar en absoluto que alguien tenga fe, que adore a Dios. Ha estado arrestando y persiguiendo a los cristianos desde que llegó al poder. Ahora que Dios Todopoderoso ha aparecido y está obrando en los últimos días, expresando verdades para salvar a la humanidad, el Partido Comunista tiene miedo de que la gente lea las palabras de Dios Todopoderoso, entienda la verdad y obtenga discernimiento. Entonces verán realmente su verdadero rostro y ya no se dejarán engañar por él; la gente ya no lo seguirá. Por eso es por lo que ha aumentado su oposición y condena a Dios, y su persecución de los creyentes. También ha estado difundiendo todo tipo de rumores y mentiras para engañar a nuestros amigos y familiares incrédulos e incitarlos a perturbarnos e impedirnos seguir a Dios. El Partido Comunista quiere conseguir que todo el mundo niegue y traicione a Dios para que nos perdamos Su salvación y acabemos castigados en el infierno junto a ellos. Si nuestras familias nos reprimen y no nos atrevemos a seguir a Dios ni a cumplir con un deber, eso significa que hemos caído en los trucos de Satanás y perdido nuestra oportunidad de salvación. Dios permite que suframos la represión y los arrestos del Partido Comunista; lo utiliza como un hacedor de servicio para que veamos clara su esencia demoníaca, aprendamos a discernirla y la rechacemos. Al mismo tiempo, mediante esto, Dios puede perfeccionar nuestra fe y hacernos vencedores. ¡En ello reside la voluntad benévola de Dios!”. Después de escuchar la comunicación de esta hermana, me quedó claro que Dios permite la opresión del Partido Comunista y los alborotos de mi familia para que pueda discernir por completo que el Partido es Satanás, el diablo, un enemigo de Dios. Esta es la sabiduría en la obra de Dios. El Partido Comunista difunde mentiras para desorientar a la gente de manera que esté de acuerdo en que este se oponga a Dios y persiga a los creyentes, interrumpiendo y saboteando la obra de Dios. Esta es la malvada intención del Partido Comunista, y yo supe que no podía caer en los trucos de Satanás.
La hermana me leyó después otro pasaje de las palabras de Dios: “Como creyentes en Dios, cada uno de vosotros debéis apreciar cómo habéis obtenido la mayor exaltación y salvación al recibir la obra de Dios en los últimos días y la obra de Su plan, que realiza hoy en ti. Dios ha hecho de este grupo de personas el único foco de Su obra a través de todo el universo. Él ha sacrificado toda la sangre de Su corazón por vosotros; Él ha reclamado y os ha dado toda la obra del Espíritu en todo el universo. Es por eso que sois los afortunados. Más aun, Él ha trasladado Su gloria de Israel, Su pueblo elegido, a vosotros, y hará que el propósito de Su plan se manifieste completamente a través de este grupo. Por lo tanto, vosotros sois los que vais a recibir la herencia de Dios y, es más, sois los herederos de la gloria de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Es la obra de Dios tan sencilla como el hombre imagina?). Leer esto me hizo sentir increíblemente honrada. Para salvarnos a nosotros, que hemos sido tan profundamente corrompidos por Satanás, Dios se ha hecho carne y ha venido a la tierra para obrar por segunda vez, sufriendo la oposición, la condena e incluso la blasfemia del Partido Comunista y del mundo religioso. Ha soportado tremendas indignidades, expresando la verdad y haciendo Su obra para salvar a la humanidad, dando toda Su sangre, sudor y lágrimas. ¡Este es el extraordinario amor de Dios! La obra de Dios está a punto de llegar a su fin. Esta oportunidad de salvación es única en la vida y no la puedo desaprovechar: por muy opresivo que sea el Partido Comunista o por mucho que mi marido se interponga en mi camino, sabía que debía tener fe y seguir a Dios. Después de eso, mi marido me llamó una y otra vez para intentar impedirme creer en Dios y llegó a gritarme. Fue algo doloroso, pero yo sabía que tener fe es lo correcto y lo adecuado, así que mi marido nunca me reprimió y seguí cumpliendo con mi deber.
Entonces, en mayo de 2014, cuando mi marido vio que todavía no había renunciado a mi fe, volvió a nuestra ciudad desde donde había estado trabajando. Me dijo con mucha vehemencia: “Te he dicho una y otra vez que tienes que renunciar a tu fe, pero no me escuchas. Todo el mundo en Internet y en la televisión dice que la gente abandona a sus familias después de hacerse creyente, ¿y tú sigues en las mismas?”. Pensé para mis adentros que el hecho de que el Partido Comunista acuse a los creyentes de abandonar a sus familias es culpar a la víctima. No permite que la gente tenga fe y tome la senda correcta, así que arresta y persigue de manera desenfrenada a los cristianos, obligando a muchos hermanos y hermanas a huir de sus hogares y a vagar de un lugar a otro. Está claro que los hermanos y hermanas no pueden volver a casa debido a la opresión del Partido Comunista, pero dicen que abandonamos a nuestras familias después de convertirnos en creyentes. ¿No es eso tergiversar la verdad? Así que le dije a mi marido: “Todo lo que dice la gente en Internet es falso. Solo son mentiras del Partido Comunista que condenan y desprestigian a la Iglesia de Dios Todopoderoso…”. Pero él no quiso escucharme. Se limitó a decir: “De todos modos, eso es lo que dicen en Internet, por lo que, si sigues creyendo en Dios y el Gobierno se entera, te arrestarán y te mandarán a la cárcel. El Partido Comunista es capaz de todo. Si te dicen que no debes creer, deja de creer. ¿Cómo puede resquebrajar un huevo una piedra? Me quedaré en casa y te vigilaré. Si sigues creyendo, ¡nos divorciaremos!”. Yo pensé: ¿Qué pasaría si nos divorciáramos y nuestros dos hijos no tuvieran a nadie que los cuidara? ¿Terminarían en la senda equivocada? ¡Perder el amor de una madre a una edad tan temprana sería sumamente doloroso para ellos! La idea de lo perjudicial e injusto que sería para nuestros hijos me partía totalmente el corazón. Me presenté enseguida ante Dios en oración: “¡Dios mío! Mi marido quiere divorciarse de mí y estoy muy preocupada por mis hijos. Por favor, protégeme y permíteme ser fuerte”. Pensé en algo que Dios dijo después de mi oración: “La suerte del hombre está controlada por las manos de Dios. Tú eres incapaz de controlarte a ti mismo: a pesar de que el hombre siempre está ocupándose para sí mismo, permanece incapaz de controlarse. Si pudieras conocer tu propia perspectiva, si pudieras controlar tu propio sino, ¿seguirías siendo un ser creado?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). Las palabras de Dios realmente iluminaron mi corazón y me mostraron que el destino de las personas está totalmente en manos de Dios. Lo máximo que podía hacer era cuidar un poco mejor a mis hijos en la vida, no decidir qué tipo de destino tendrían ni cuánto podrían sufrir. Tenía que dejarlos en manos de Dios y someterme a Sus instrumentaciones y disposiciones. Este pensamiento me permitió dar un suspiro de alivio: ya no estaba tan angustiada. También me di cuenta de que el hecho de que mi marido se dejara engañar por las mentiras del Partido Comunista, que tratara de evitar que yo siguiera a Dios y que me amenazara con el divorcio, eran todas artimañas de Satanás. Yo no podía caer en eso. Así que le dije: “Nunca renunciaré a mi fe. Creer en Dios y leer sus palabras es ser una buena persona y tomar la senda correcta. ¿Por qué siempre estás de acuerdo con el Partido y te interpones en mi camino?”. Entonces, de repente, me empujó sobre la cama y gritó, enfurecido: “Nuestro Gobierno es antirreligioso. Si el Partido Comunista no quiere que seas creyente, ¡no seas creyente! ¿Quién puede derrotarlos?”. Nuestra hija presenció toda esta escena y se asustó tanto que se acercó corriendo y dijo: “Papá, ¿qué estás haciendo? Mamá es mucho más feliz desde que empezó a creer en Dios. ¡La fe es algo bueno! ¡No te metas en eso!”. Sin escucharla lo más mínimo, mi esposo le dio una bofetada. ¡Me enfadé muchísimo! Golpeó a nuestra hija solo por decir algo en mi defensa. Vi que mi marido seguía al Partido Comunista e intentaba apartarme de mi fe como un loco; ya había perdido toda la razón. No quise decirle nada más y me llevé a nuestra hija a su habitación. Lo primero que hicimos al día siguiente fue ir a la Oficina de Asuntos Civiles. Antes de iniciar los trámites de divorcio, apareció el tío de mi marido y, siguiendo su consejo, mi marido decidió no seguir adelante con el divorcio.
Mi marido siguió reprimiendo y obstaculizando mi fe después de aquello. Se mostraba constantemente sarcástico y ponía mala cara cuando me veía regresar de una reunión. Su actitud también era cada vez peor. Una noche, sobre las diez, mi marido volvió a casa bastante borracho y me subió como un loco a la cama, diciendo enérgicamente: “Ahora que crees en Dios, he perdido mi buena imagen ante todo el mundo. Todos hablan de tu religión. ¿Qué piensan ahora nuestros amigos sobre mí? Si sigues con este asunto de Dios, el Gobierno te arrestará y se ocupará de ti. Al final, ninguno de nuestros familiares podrá ir con la cabeza alta. ¡Tienes que dejar de creer!”. Suelo ser una persona tímida, así que me asusté cuando vi su aspecto feroz. Estaba en pleno ataque de ira y había bebido tanto que yo no sabía de qué era capaz. Seguí clamando a Dios para que me protegiera y, poco a poco, logré calmarlo. Al ver que seguía sin renunciar a mi fe, mi marido se enfadó aún más. Me levantó de la cama y me tiró al suelo, luego me dio varios puñetazos en la cara que me pusieron los ojos morados. Le dije: “No hay nada malo en que tenga fe. ¿Por qué me pegas? ¿Por qué siempre te pones del lado del Partido Comunista y me tiranizas?”. No asimiló nada de lo que le dije, sino que se limitó a levantarme y a conducirme hacia la ventana, actuando como un completo lunático. Yo le oraba a Dios una y otra vez en mi corazón. Me llevó hasta el alféizar de la ventana, me agarró por los tobillos y me puso cabeza abajo, con todo mi cuerpo colgando hacia la calle. Entonces me gritó: “¡Dilo! ¡Di que vas a renunciar a tu fe! ¡Si no lo haces, te tiro ya desde aquí!”. Vivíamos en el quinto piso, así que si me tiraba, sería mi fin. Tenía mucho miedo y no paraba de orar a Dios: “¡Dios mío! Por favor, protégeme y dame fe. ¡Aunque muera hoy, no me rendiré a Satanás!”. En ese momento, de pronto pensé en la experiencia de Job. Dios lo vigilaba durante sus pruebas, pero también Satanás. Al final, Job se mantuvo firme en el testimonio de Dios, y Satanás fue avergonzado y se retiró. Así que, en mi corazón, le dije a Satanás: “No me importa qué tipo de tácticas malvadas utilices contra mí; nunca traicionaré a Dios. ¡No dejaré de creer en Él ni de seguirlo, aunque signifique mi muerte!”. Una vez que tomé esta resolución, sentí que mi cuerpo se volvía realmente ligero, y aunque estaba boca abajo, no me parecía que la sangre se me subiera a la cabeza. Sentí que había una fuerza que sostenía mi cuerpo. Sabía que era obvio que mi marido no tenía suficiente fuerza como para sostenerme. Se trataba de la protección de Dios, y se lo agradecí una y otra vez en mi corazón. Justo en ese momento, nuestros hijos vieron lo que estaba sucediendo desde el otro balcón: acudieron corriendo y comenzaron a golpear la puerta. Lloraban y gritaban, pero mi marido la tenía cerrada por dentro, así que no podían entrar. Nuestra hija salió al otro balcón y gritó: “Papá, ¿qué crees que estás haciendo?”. Lloraba muy fuerte y le gritaba que no me tirara abajo. Entonces pareció que de repente recuperaba el sentido y me volvía a subir. Le tuve mucha gratitud a Dios. Si no hubiera sido por Su protección, sin duda habría perdido la vida.
Esa noche no pude pegar ojo. Pensaba en los días en que mi marido y yo nos esforzamos juntos; siempre nos habíamos llevado muy bien y, cuando al principio encontré mi fe, él no se interpuso en mi camino de ninguna manera. Pero ahora se creía las mentiras del Partido Comunista y me oprimía una y otra vez. Sin importar cómo le explicara las cosas, no me escuchaba, e incluso me amenazaba con el divorcio para que renunciara a mi fe. Hasta me levantó la mano y casi me había tirado por la ventana de un quinto piso. Parecía una persona totalmente diferente. Era tan desgarrador, me disgustaba tanto. No entendía cómo pudo cambiar mi esposo de esa manera. Justo entonces, pensé en estas palabras de Dios: “Creyentes e incrédulos no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí” y “Cualquiera que no crea en Dios encarnado es demoniaco y, es más, va a ser destruido. […] ¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Me di cuenta de que no era que mi marido hubiera cambiado como persona, sino que se había revelado su esencia. Él sabía bien que la fe en Dios es algo bueno, pero seguía estando del lado del Partido Comunista, oponiéndose a mí. En esencia, odiaba e iba en contra de Dios. Por eso fue capaz de ensañarse conmigo. Estuvo a punto de matarme y perdió totalmente la razón: ¡era la manifestación de un demonio! Yo vivía con un demonio que se oponía totalmente a Dios; si íbamos por sendas diferentes; ¿cómo íbamos a ser felices juntos? Al principio se portó bien conmigo, pero solo porque yo había parido a sus hijos y me ocupaba de las tareas domésticas. Pero ahora que mi fe afectaba a sus propios intereses, se mostraba su verdadero rostro. Darme cuenta de esto me ayudó a alcanzar discernimiento sobre la esencia real de mi marido y pude desprenderme un poco de él en mi corazón. Más tarde, leí esto en las palabras de Dios: “Cuando Dios obra, se preocupa por la persona y la escudriña, y cuando la favorece y aprueba, Satanás sigue de cerca, intentando embaucar a la persona y hacerle daño. Si Dios desea ganar a esta persona, Satanás hará todo lo que pueda para estorbarle usando diversas tácticas malvadas para tentar, para perturbar y socavar la obra de Dios, todo ello con el fin de lograr su objetivo oculto. ¿Cuál es este objetivo? No quiere que Dios gane a nadie; él quiere robar la posesión de aquellos a los que Dios desea ganar, quiere controlarlos, hacerse cargo de ellos para que le adoren y entonces se le unan para cometer actos malvados y oponerse a Dios. ¿Acaso no es esta su siniestra motivación?” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único IV). Consideré las palabras de Dios, y me di cuenta de que Satanás estaba utilizando todo tipo de tácticas malvadas para sabotear la fe de las personas, sin detenerse ante nada para rivalizar con Dios por la gente. De esa manera todos adorarían a Satanás y traicionarían a Dios, y entonces perderían su oportunidad de salvación. Mantenerte firme en tu fe en Él, seguir obedeciéndolo y mantenerte firme en el testimonio de Él es la única manera de luchar contra las artimañas de Satanás y avergonzarlo de verdad. Pensé en la experiencia de Job: Job temía a Dios y se apartaba del mal, por lo que Satanás despreciaba a Job y lo atacaba y ponía a prueba. Satanás consiguió que Job perdiera todas sus posesiones y a todos sus hijos, pero Job no solo no culpó a Dios, sino que incluso alabó Su nombre. Satanás hizo que a Job le salieran llagas por todo el cuerpo y que su esposa lo atacara, en un intento por hacer que renunciara a Dios. Job no solo no aceptó nada de aquello, sino que reprendió a su esposa por ser una mujer insensata. Al final, Job dio un testimonio rotundo de Dios y Satanás quedó totalmente avergonzado. Pensé en lo que había vivido, en las mentiras inventadas por el Partido Comunista y en cómo utilizó a mi marido una y otra vez para oponerse a mi fe, intentando que traicionara a Dios y que, en última instancia, fuera al infierno y fuera castigada junto con él. Sabía que tenía que seguir el ejemplo de Job; sin importar qué tipo de tácticas malvadas utilizara Satanás contra mí, no podía ceder ante ellas, sino que debía tener fe en Dios, apoyarme en Él y mantenerme firme en el testimonio. Con este pensamiento me sentí mucho más relajada y me sentí libre de una manera que nunca antes había experimentado. Después de esto, mi marido vio que seguía en mi compromiso de creer en Dios y predicar el evangelio, así que ya no se preocupó demasiado por mi fe.
Mi hija hizo las pruebas para entrar en la universidad después de aquello, pero mi hijo no. Mi marido quería hacer todo lo que estuviera a su alcance para que se alistara en el ejército. Un día, mi marido volvió y me dijo enfadado: “¡Tu madre y tú me la han jugado! Intenté que nuestro hijo se alistara en el ejército, pero se dieron cuenta de que tu madre es una persona religiosa, así que tuve que decirles todo tipo de cosas para convencerlos, gastarme dinero y hacerles regalos para cerrar el trato. ¡No creas que ahora todo está bien! Si insistes en tu fe y el gobierno lo descubre, nuestro hijo no entrará en el ejército y nuestra hija no entrará en la universidad. Ya no tendrán futuro. ¿Por qué no piensas en nuestro hogar, en nuestros hijos? Si insistes en mantener tu fe, es imposible que sigamos juntos. Tendremos que divorciarnos. ¡Piénsalo bien!”. Me enfadé mucho cuando dijo eso. El Partido Comunista es extremadamente malvado: amenazaba el futuro de mis hijos para conseguir que yo traicionara a Dios. ¡Lo odiaba desde lo más profundo de mi corazón! Pero cuando pensé que el futuro de mis hijos se vería afectado por mi fe y que seguramente me culparían y odiarían, me sentí bastante molesta y me pareció que tenía una deuda con ellos. Entonces pensé en estas palabras de Dios: “A qué ocupación se dedica uno, qué se hace para vivir y cuánta riqueza se amasa en la vida es algo que no deciden los padres, los talentos, los esfuerzos ni las ambiciones propias: es el Creador quien lo predestina” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Es cierto. El destino de las personas está en manos de Dios, y el destino de mis hijos no es una excepción. Dios decidió hace mucho tiempo la profesión y el futuro que tendrán. No es algo que yo pueda manipular ni sobre lo que el Partido Comunista tenga la última palabra. Además, aunque el Partido Comunista se asegurara de que mi hija no pudiera ir a la universidad y, por tanto, no pudiera encontrar un trabajo decente, eso significaría que sus políticas son demasiado malvadas, no sería culpa mía. Cuando lo pensé así, poco a poco dejé de lado mis preocupaciones y le dije a mi marido: “Lo he pensado bien. Mi fe no tiene nada de malo, pero si tienes miedo de que te involucre y de verdad quieres divorciarte, vamos a hacer los trámites”. Él me dijo: “¡Si nos divorciamos, no recibirás una parte de los bienes de nuestra familia!”. Me enfadé mucho al oír eso. Llevábamos 20 años casados, pero él quería divorciarse solo porque yo creía en Dios y no iba a darme ni un céntimo del más de un millón de yuanes de los bienes de nuestra familia. Quería dejarme sin nada. ¡Era tan despiadado! Vi claro lo que era la presunta “felicidad conyugal” y me divorcié de mi marido sin dudarlo.
Cuando salimos de la Oficina de Asuntos Civiles me sentí realmente en paz y libre. Fue Dios quien me guio paso a paso, y el esclarecimiento de Sus palabras fue lo que me permitió superar las pruebas y los ataques de Satanás. Le estaba muy agradecida a Dios por Su misericordia y protección. En China, tener fe significa sufrir mucha represión y dificultades, pero sin importar lo que pueda experimentar en el futuro, ¡estoy completamente segura de que seguiré a Dios hasta el final!
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