La historia de Angela
Conocí a la hermana Tina en Facebook en agosto de 2020. Me dijo que había regresado el Señor Jesús, el cual estaba expresando muchas verdades y realizando la obra de juicio de los últimos días. También me contó las profecías de Su regreso para llevar a cabo esta obra de juicio: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 Pedro 4:17). “Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final” (Juan 12:47-48). “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad” (Juan 16:12-13). Tras leer esto y escuchar las enseñanzas de Tina, entendí que lo único que hizo el Señor Jesús fue la obra de redención. Aunque se haya absuelto a los fieles de sus pecados, nuestra naturaleza pecaminosa continúa sin corregirse. Aunque vayamos a la iglesia, oremos y confesemos, seguimos mintiendo y pecando sin poder huir de las ataduras del pecado. Es preciso que Dios realice la obra de juicio y purificación para que podamos librarnos verdaderamente de estas ataduras y ser dignos de entrar al reino de Dios. La enseñanza de Tina me aportó mucho esclarecimiento: me contó cosas que jamás había oído en la iglesia. Quería buscar e investigar.
Vinieron a la aldea dos hermanos a predicar el evangelio, y yo fui su anfitriona. Una vez vinieron a casa más de veinte lugareños a oírlos predicar. La palabra de Dios Todopoderoso les pareció maravillosa, recibieron gran sustento de ella y querían seguir estudiándola. Al día siguiente, los pastores y ancianos oyeron hablar de los hermanos y de su predicación del evangelio, y vinieron con intención de frenarme. Nada más entrar por la puerta, el pastor Taylor me preguntó: “¿Quién ha venido a tu casa a predicar?”. Me puse nerviosa al ver sus caras serias. Me preocupó que, si los pastores sabían que habían venido los dos hermanos a predicar el evangelio, eso les supusiera un problema a estos. Por ello, respondí: “Unos amigos que conocí en internet”. Intervino entonces el pastor Colin: “Hemos oído que vinieron a predicar su evangelio. ¡No debes alojarlos más! Si descubro que lo has hecho, ¡le contaré a tu marido que alojas a hombres aquí!”. Aquello me enojó mucho. Solo había sido su anfitriona mientras predicaban el evangelio a los lugareños. No había hecho nada vergonzoso, pero el pastor estaba dispuesto a mentir y a amenazarme. Añadió el pastor Taylor: “No te creas su evangelio. El Señor Jesús fue claro: ‘Entonces si alguno os dice: “Mirad, aquí está el Cristo”, o “Allí está”, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos’ (Mateo 24:23-24). Surgirán muchos falsos Cristos en los últimos días. Cualquier prédica de que ha venido el Señor es falsa. ¡Que no te engañen! Lo digo para protegerte. Me da miedo que te engañen”. En ese momento no discerní las palabras de los pastores, pensaba que hacía mucho que eran creyentes y entendían muchas cosas y que lo que decían estaba de acuerdo con la Biblia. ¿Qué haría si tenían razón y realmente me estaban descarriando? Así pues, los creí. Gente de la Iglesia de Dios Todopoderoso me invitaba a reuniones, pero yo lo rechazaba con excusas, llegué a cambiar de cuenta en Facebook y corté toda relación con ellos.
No me reuní durante unas dos semanas. Me pasaba los días en casa, charlando por internet con amigos y mirando videos. Estaba aburridísima. A menudo recordaba los días en que me reunía con creyentes en Dios Todopoderoso, cuando mi corazón estaba pleno y feliz, pero ahora cada vez estaba más intranquila. Reflexioné: “Si Dios Todopoderoso es el auténtico regreso del Señor Jesús, ¿perderé Su salvación si no lo acepto? Sin embargo, según los pastores, en los últimos días surgirán falsos Cristos para engañar a la gente y cualquier prédica de que el Señor ha regresado es falsa. ¿Y si me engañan?”. Muy indecisa y confundida, oré al Señor para buscar: “Oh, Señor Jesús, ni tengo discernimiento ni sé a quiénes hacer caso. Te pido esclarecimiento para entender Tu voluntad y no perder Tu salvación”. Tras orar me di cuenta de que no podía huir y quedarme sin buscar: tenía que encontrar a los hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso para aclarar estos asuntos. No obstante, para mi sorpresa, los pastores se enteraron después de dos reuniones. Nos convocaron a algunos hermanos y hermanas que nos habíamos reunido en casa del pastor Taylor esa noche. Estaba bastante nerviosa. No tenía ni idea de qué iban a hacer los pastores. Esa noche fuimos a casa del pastor Taylor. También había allí otros pastores y ancianos. El pastor Taylor dijo: “Sé que últimamente asisten a sermones virtuales. ¿Por qué asisten a sermones de la Iglesia de Dios Todopoderoso, y no a los nuestros? Siempre que vengan a la iglesia, escuchen nuestros sermones, oren y confiesen ante el Señor, cuando Él regrese, sin duda los llevará al cielo”. Pensé: “Los que creen en Dios deberían escuchar Sus palabras. Los pastores y ancianos siempre nos hacen escuchar las suyas; ¿no atraen a la gente hacia sí mismos, en lugar de hacia Dios?”. Discrepaba del pastor, pero no me atreví a refutarlo. El pastor Taylor nos entregó un cuaderno y gritó: “¿Van a seguir creyendo en otros dioses? ¡Decídanse ya! Aquí están sus nombres. Apúrense y firmen. Si deciden dejar de creer, pongan un tic; si no, una equis. ¡Van a tener muchos problemas si continúan creyendo en otros dioses! Dejaremos de ayudar a sus familias en cosas como bodas, funerales, nacimientos o construcción de casas”. Donde yo vivo, valoramos mucho esas costumbres y, sin el respaldo de los pastores, los lugareños tampoco nos ayudarían. Por entonces estaba algo débil. Pensé: “Mi familia prevé construir una casa. Según las costumbres de la aldea, esto deben dirigirlo los pastores y ancianos. Si no se hacen cargo, no vendrá nadie a ayudar. Si sigo asistiendo a reuniones virtuales, habrá dificultades cuando pase algo en casa, pero yo he leído las palabras de Dios Todopoderoso y parecen la voz del Señor; Dios Todopoderoso podría ser el regreso del Señor Jesús. Si hago caso a los pastores y renuncio a Dios Todopoderoso, ¿no me resistiré al Señor?”. Con esta idea, puse una equis en el cuaderno. Los demás, sucesivamente, pusieron una equis. Una persona puso un tic. El pastor, furioso, dijo: “Cuando tengan problemas en un futuro, los lugareños no irán a ayudarlos. Tampoco nosotros oraremos por ustedes. Con esto, ¡ya hemos terminado!”.
Estaba enojada, pero, al mismo tiempo, confundida. ¿Qué pasaba con los falsos Cristos de los que hablaban los pastores? Les consulté a las dos hermanas con quienes me reunía. Una me leyó algo de la palabra de Dios Todopoderoso: “El Dios que se hizo carne se llama Cristo, y así el Cristo que les puede dar a las personas la verdad se llama Dios. No hay nada excesivo en esto, porque Él posee la esencia de Dios, posee el carácter de Dios, y posee la sabiduría en Su obra, carácter y sabiduría que el hombre no puede alcanzar. Los que a sí mismos se llaman Cristo, pero que no pueden hacer la obra de Dios, son fraudes. Cristo no es sólo la manifestación de Dios en la tierra, sino que también es la carne particular asumida por Dios a medida que lleva a cabo y completa Su obra entre los hombres. Esta carne no puede ser suplantada por cualquier hombre, sino que es una carne que puede asumir adecuadamente la obra de Dios en la tierra, expresar el carácter de Dios y representarlo a Él bien, y proveer la vida al hombre. Tarde o temprano, aquellos que suplantan a Cristo caerán porque, aunque afirman ser Cristo, no poseen nada de Su esencia. Y así digo que la autenticidad de Cristo, el hombre no la puede definir, sino que Dios mismo la contesta y la decide” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo el Cristo de los últimos días le puede dar al hombre el camino de la vida eterna). Después me enseñó esto: “¿Cómo discernir al Cristo real de los falsos? Cristo es el Espíritu de Dios hecho carne, venido a la tierra como ser humano. Es la encarnación de la verdad, la llegada del Salvador. Cristo puede expresar verdades y revelar misterios. Puede purificar y salvar al hombre y realizar la obra del propio Dios. Los falsos Cristos son, en esencia, demonios. Por más que afirmen ser Dios, no pueden expresar la verdad ni realizar la obra de Dios de salvación de la humanidad. Solo saben predicar palabras de la Biblia o imitar a Dios, haciendo algunos milagros para engañar a la gente”. Me puso una analogía: si hay diez personas con bata blanca y estetoscopio y todas dicen ser médicos, pero solamente una lo es de verdad, ¿cómo podemos distinguir a la real de las falsas? No podemos fijarnos nada más que en su ropa o su porte; la clave es comprobar si saben tratar enfermedades. Si saben, son médicos. No podemos fijarnos en las meras apariencias para discernir a Cristo. Hemos de determinarlo en función de Su obra, de Sus palabras y del carácter que revela. Si puede expresar verdades y realizar la obra de salvación de la humanidad, es Cristo. Al leer la palabra de Dios Todopoderoso, todos podemos apreciar que Sus palabras son la verdad y tienen poder y autoridad. Él revela los misterios del plan de gestión de 6000 años de Dios, las tres etapas de Su obra, Su encarnación, Sus nombres y la verdadera historia de la Biblia. También revela la verdad y la esencia de la corrupción satánica del hombre, además de la causa de la rebeldía y resistencia del hombre hacia Dios, lo que ayuda a la gente a conocer su carácter corrupto. Nos señala cosas como el tipo de personas que lo agradan, de cuáles abomina, qué tipo pueden entrar al reino de Dios y a cuáles castigará. Además, nos revela Su carácter, justo e inofendible. Dios Todopoderoso ha expresado toda verdad que necesita la humanidad corrupta para salvarse y está realizando la obra del juicio de los últimos días. Por ello, podemos estar seguros de que Dios Todopoderoso es Dios encarnado, el Cristo de los últimos días. Los falsos Cristos no pueden expresar verdades ni realizar la obra de Dios de salvación de la humanidad, y ni mucho menos corregir el carácter corrupto del hombre. Por mucho que se llamen a sí mismos Dios, son falsos y espíritus malignos, y caerán. Me sentí mucho más iluminada por dentro tras la enseñanza de la hermana. Entendí que no podía guiarme por las palabras de los pastores o ancianos para discernir al Cristo verdadero, que la clave es comprobar si puede expresar verdades y realizar la obra de salvación de la humanidad. Dios Todopoderoso ha expresado muchísimas verdades, revelado multitud de misterios de la Biblia y realizado la obra de juicio y purificación del hombre. Estas son cosas que no podría haber hecho un ser humano. Tuve la absoluta certeza de que Dios Todopoderoso era el regreso del Señor Jesús. Luego de eso, solía reunirme con los hermanos y hermanas en mi aldea.
En abril de 2021 reapareció la antigua enfermedad de mi esposo y falleció. Mis familiares querían que vinieran los pastores a ayudar a orar y a organizar las ceremonias, pero los pastores y ancianos se burlaron de mí y aprovecharon para obligarme a renunciar a mi fe. El jefe de la aldea les siguió el juego, me reprochó que no les obedeciera y prohibió a los lugareños que me ayudaran. Me dijo: “Si confiesas ante todos, prometes renunciar a Dios Todopoderoso y asistes a las congregaciones de la iglesia, te ayudaremos a enterrar a tu marido”. Jamás había imaginado que utilizarían el entierro de mi esposo para coaccionarme a dejar mi fe. Fue realmente despreciable y odioso. No tenía por qué confesar ante ellos. Solo pude llorar mientras sostenía a mi hijo de cinco meses. Como no respondía, hicieron que mi familia me amenazara para que admitiera mi error. Allí no habló nadie en mi defensa. Temblando, me sentí completamente sola. Pensé: “Si no digo que estaba equivocada, nadie me ayudará a enterrar a mi esposo, pero, si lo hago, negaré y traicionaré a Dios. ¿Qué debo hacer?”. Invoqué a Dios con dolor: “¡Dios Todopoderoso! Creo que eres Dios mismo, el único Creador de todo, que eres el Dios Todopoderoso de los ejércitos y todo está en Tus manos. Estoy dispuesta a someterme a lo que dispongas”. Tras orar recordé un pasaje de la palabra de Dios que había leído: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Cuando Él y Satanás luchan en el ámbito espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Entendí que, aunque parecía que me perseguían y estorbaban los pastores y el jefe de la aldea, a decir verdad, todo era un engaño y una interrupción de Satanás. Aunque alegaran que era por mi bien, en realidad estaban aprovechando las costumbres locales en cosas como funerales, bodas, nacimientos y construcción de casas para hacer que los lugareños me abandonaran, y me estaban forzando a negar y traicionar a Dios. Además, querían recuperarme para su religión, que no dejara de seguirlos y obedecerlos. Hace mucho que Dios abandonó las iglesias de la Era de la Gracia para realizar la obra del juicio de los últimos días. Si hacía caso a los pastores y al jefe de la aldea y volvía con ellos a la iglesia, perdería la ocasión de ser salvada por Dios, que me enviaría al infierno y me castigaría con ellos. Esa era la siniestra intención de Satanás. Por más que se interpusieran en mi camino, no podía obedecerles. Tenía que orar, confiar en Dios, mantenerme firme en el testimonio y humillar a Satanás. Sin embargo, aún necesitaba ayuda con el funeral de mi esposo; era un problema práctico. Los lugareños y mis familiares y amigos hacían caso al jefe de la aldea y a los pastores, y no me ayudaban; entonces, ¿qué iba a hacer yo? No dejé de invocar a Dios: “Dios Todopoderoso, está totalmente en Tus manos que alguien venga a ayudarme a enterrar a mi esposo. Te confío estos asuntos. Pase lo que pase, me someteré a Ti y jamás te traicionaré”. Me sentí algo más tranquila y menos dolida después de orar. Fue entonces cuando oí a mi tío afuera: “Te lo ruego, ayúdanos, por favor. Me disculpo en nombre de ella”. El jefe de la aldea respondió: “Tiene que disculparse ella misma”. Pensé: “Estos pastores y ancianos son muy inhumanos. Son incluso peores que cualquier incrédulo. Harían cualquier cosa para que yo traicionara a Dios, pero, cuanto más lo intenten, más firme debo mantenerme en mi testimonio para humillar a Satanás”. Recibí una llamada inesperada de mi madre unos diez minutos más tarde: “No desesperes, unos amigos de tu marido, del Ejército, te ayudarán a enterrarlo; ya van de camino”. En ese momento me emocioné mucho. Cuando más desamparada estaba, Dios había enviado a gente que me ayudara en esa crisis. Recordé un pasaje de Su palabra: “Sabes que todas las cosas del entorno que te rodea están ahí porque Yo lo permito, todo planeado por Mí. Ve con claridad y satisface Mi corazón en el entorno que te he dado. No temas, el Dios Todopoderoso de los ejércitos sin duda estará contigo; Él guarda vuestras espaldas y es vuestro escudo” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 26). Vi que todo está en manos de Dios. Mientras nos amparemos sinceramente en Él, nos abrirá una senda. Aunque todavía me perseguían, contemplé la guía de Dios, mi corazón se volvió inquebrantable y ya no estaba negativa ni débil.
Una vez organizado el funeral de mi esposo, su madre me increpaba a menudo diciéndome que los lugareños nos evitaban porque yo había traicionado al Señor Jesús y creído en el Dios que no era. También mis parientes me atacaban por lo mismo. Ni siquiera se atrevía a acercarse a mí la familia de mi madre. Solo venía a verme ella, aunque no dejaba de hostigarme: “¿Por qué no haces caso a los pastores, al jefe de la aldea ni a quien la dirige? Mírate, ya no tienes marido; si no confías en esas personas ni en tu familia política, ¿a quién puedes acudir? Tu hijo es muy pequeño todavía. ¡Debes confesar y dejar de creer en Dios Todopoderoso!”. Allá donde iba, los lugareños hablaban de mí a mis espaldas y mis asuntos eran tema de chisme. Antes me había llevado bien con los demás lugareños y mis vecinos, pero ahora me perseguían y excluían nada más que por mi fe. Eso me dolía y deprimía mucho. En aquel entonces habían cortado internet en Birmania. Por tanto, no podía reunirme ni escuchar sermones en línea, y los demás miembros no se atrevían a venir a casa a enseñarme la palabra de Dios y ayudarme. Me sentía como si hubiera caído en tinieblas y no pudiera ver la luz. Lo único que podía hacer era orar a Dios cada día para pedirle que me guiara para salir de esos aciagos días. Un día recibí un texto de la palabra de Dios: “No te desanimes, no seas débil; y Yo te aclararé las cosas. El camino que lleva al reino no es tan fácil. ¡Nada es tan simple! Queréis que las bendiciones vengan a vosotros fácilmente, ¿no es así? Hoy, todos tendréis que enfrentar pruebas amargas. Sin esas pruebas, el corazón amoroso que tenéis por Mí no se hará más fuerte ni sentiréis verdadero amor hacia Mí. Aun si estas pruebas consisten únicamente en circunstancias menores, todos deben pasar por ellas; es solo que la dificultad de las pruebas variará de una persona a otra. Las pruebas son una bendición proveniente de Mí. ¿Cuántos de vosotros venís a menudo delante de Mí y suplicáis de rodillas que os dé Mis bendiciones? ¡Niños tontos! Siempre pensáis que unas cuantas palabras favorables cuentan como Mi bendición, pero no reconocéis que la amargura es una de Mis bendiciones” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). Esa lectura me emocionó mucho. Era como si de pronto tomara una potente medicina en plena enfermedad y me llenara de fe y fortaleza. Al meditar la palabra de Dios entendí que no es fácil seguirlo; todo el mundo ha de experimentar dolor y tribulación. Aunque padeciera mi cuerpo, esto podía impulsarme a orar a Dios y a ampararme en Él con frecuencia. Y, cuanto más padecía, más me motivaba para buscar la verdad. Sin darme cuenta, había adquirido algo de conocimiento de la soberanía de Dios, mi relación con Él era más cercana y yo estaba más decidida a seguirlo. Creía en el Señor desde pequeña, pero solo había sabido gozar de la gracia, las bendiciones, la paz y la felicidad que Él me otorgaba. Nunca había experimentado dolor ni pruebas. No sabía nada del Señor, y menos aún cómo discernir a la gente. Sin embargo, como creyente en Dios Todopoderoso, con estas persecuciones y dificultades había sufrido un poco, pero había aprendido a discernir a la gente, y vi con nitidez el rostro horrendo, engañoso y reacio a Dios, de los pastores y ancianos. Antes, como los pastores sabían explicar la Biblia y oraban por nosotros, creía que les importábamos, que comprendían la Biblia y conocían a Dios, pero, cuando se enteraron de que había regresado el Señor Jesús, no estuvieron dispuestos a buscar ni a investigar. Además, impidieron que los creyentes estudiaran la obra de Dios y utilizaron las costumbres locales para amenazarme e incitar a los lugareños a atacarme y forzarme a renunciar a Dios Todopoderoso. Vi que eran unos fariseos hipócritas y los rechacé por completo. Al recordar aquellos días de dolor y depresión, sin la guía de la palabra de Dios, tal vez me habrían vuelto loca esos demonios. Gracias a la palabra de Dios superé todas estas dificultades. ¡Le estoy sinceramente agradecida a Dios Todopoderoso! Al poco tiempo volvió a haber internet en Birmania. Contacté con otros miembros y me reuní con ellos, pero la persecución de los pastores y del jefe de la aldea no hizo sino empeorar.
En enero de 2022, un día convocaron una junta municipal. Asistieron unas 300 personas. Nos tuvieron a catorce personas de fe agachadas en la calle al sol abrasador. El líder de la aldea señaló: “En esta aldea no puede haber dos fes. He convocado esta junta para que ustedes, creyentes en Dios Todopoderoso, puedan elegir. En nombre de toda la aldea, les pregunto: ¿van a seguir creyendo en Dios Todopoderoso, o se vuelven a la iglesia?”. Llamaron a nuestros parientes para que vinieran a tratar de convencernos uno por uno. El padre del hermano Robert era dirigente de la aldea y le exigió que se arrodillara a confesar. Robert respondió que no tenía nada de malo creer en Dios Todopoderoso y se negó a arrodillarse. Su padre le dijo airadamente: “Debes creer en lo que crean tus padres. ¿No nos estás abandonando por no hacernos caso y creer en Dios Todopoderoso?”. Robert contestó: “Creo en Dios. ¿Cuándo he dicho que los fuera a abandonar? Amo a mis padres, pero más a Dios, nuestro Creador”. Todavía más airado que antes, su padre vociferó: “¡Eres mi hijo! ¡Todo cuanto eres está en mis manos! ¡No te permito que me hables así!”. Al ver esto, tuve aún más clara la arrogancia de estas personas. Aunque creían en el Señor, no tenían un corazón temeroso de Dios ni lo engrandecían. Luego intervino un funcionario: “China no permite que el pueblo crea en Dios Todopoderoso y detiene a quienes lo hacen. Tenemos previsto investigar aquí. ¿Quién los introdujo en esta fe? ¿Quién es su líder?”. Todos dijimos que no teníamos líder. Otro funcionario nos exigió respuestas, pero no paramos de decirle que no teníamos líder. Nos preguntó un funcionario de distrito: “¿Qué quieren decir con ‘Dios Todopoderoso’?”. Respondí: “¿No lo sabe? Dios Todopoderoso es el Señor de la creación, el mismo Señor que lo creó a usted”. Esto lo enfureció, y nos ordenó tomar una decisión definitiva. Quienes optaran por seguir creyendo en Dios Todopoderoso debían decir “sigo”, y quienes lo dejaran, “lo dejo”. Si optábamos por seguir, nos denunciarían a sus superiores para que ellos se encargaran. El jefe de la aldea añadió que quienes optaran por seguir tendrían que irse de la aldea, pero que aquellos que optaran por dejarlo podrían quedarse y volver a la iglesia. Nos mandaron decidirnos uno por uno. Tres hermanas que tenía enfrente optaron por dejarlo por miedo a la persecución. Cuando me llegó el turno, mi madre, con mi hijo a la espalda, exclamó que lo dejara y que dejara de creer. Me resultó muy doloroso mirar a mi madre y a mi hijo en ese momento. Si me detenían, ¿qué pasaría con ellos? A mi madre le resultaría muy duro cuidar de mi hijo. Así pues, oré para pedirle fe a Dios. Recordé unas palabras del Señor Jesús: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37-38). “Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10). Y Dios Todopoderoso dice: “¿A qué se refiere Dios cuando dice que ‘Dios es la fuente de la vida del hombre’? El sentido de esta frase es que todo el mundo se dé cuenta de lo siguiente: la vida y el alma de todos provienen de Dios y Él las creó; no provienen de nuestros padres y, ciertamente, tampoco de la naturaleza, sino que Dios nos las ha dado. Solo nuestra carne nació de nuestros padres, del mismo modo que nuestros hijos nacen de nosotros, pero su destino está totalmente en manos de Dios. El hecho de que podamos creer en Dios es una oportunidad que Él ofrece; Él así lo decreta y es Su gracia. Por tanto, no es necesario que cumplas tus obligaciones o responsabilidades hacia nadie más; solo deberías cumplir tu deber hacia Dios como ser creado. Esto es lo que la gente debe hacer por encima de cualquier otra cosa, la acción principal que se debe llevar a cabo como asunto primordial de la vida de cada uno” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Entendí que nuestro destino está en manos de Dios. Dónde nacemos, quiénes son nuestros padres y qué dificultades nos encontraremos son cosas decididas por Dios mucho tiempo atrás. Aunque yo diera a luz a mi hijo, lo único que puedo hacer por él es cumplir con mi deber de madre, es decir, cuidarlo, pero no puedo cambiar su destino ni lo que le suceda. Hay niños que se quedan huérfanos de pequeños, pero crecen y se convierten igualmente en adultos. Igual que cuando se divorciaron mis padres cuando yo era pequeña: a diferencia de otros niños, no tenía un padre que cuidara de mí, pese a lo cual llegué a ser una adulta sana. Dios decide el futuro de mi hijo. Mi madre aún era joven. Aunque yo no estuviera ahí, ella podría cuidar de mi hijo. Tenía que confiárselos a Dios y someterme a lo que Él dispusiera. Tuve la creciente sensación de que debía optar por creer en Dios y seguirlo, por mantenerme firme en mi testimonio de Él y humillar a Satanás. Por ello, me levanté y dije: “¡Yo sigo!”. El jefe de la aldea señaló: “Los que optan por seguir se equivocan”. Respondí: “Creo en Dios y lo sigo. Simplemente escucho Su palabra. ¡Esto no es ningún error!”. El funcionario me reprendió con furia llamándome apóstata y traidora al Señor, pero en el fondo yo sabía que Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades y realizado la obra del juicio de los últimos días y que Él es el regreso del Señor Jesús. Había oído la voz de Dios y aceptado la salvación del Señor. Seguía las huellas del Cordero; ¿qué tenía eso de traición al Señor? Tenía muchas ganas de refutarlos, pero, con todo lo que vociferaban, no tuve la ocasión. El anciano Lester me maldijo por desagradecida y agarró un tablón para pegarme con él. Muy asustada, oré a Dios en silencio. Para mi sorpresa, de pronto se adelantó mi suegra a frenarlo. Le agradecí a Dios que me protegiera. Otros cinco miembros optaron por seguir. Como no cedíamos, no dejaron de preguntarnos quién era nuestro líder. Nadie contestaba. Llevábamos agachados al sol desde las 9:30 de la mañana hasta las 5 de la tarde, más de siete horas seguidas. Como era tanto tiempo y no teníamos comida ni agua, se desmayó un hermano frágil con la presión arterial baja. Su familia vino a ayudarlo, pero el jefe de la aldea no se lo permitió. Les preguntó: “Si su Dios es el verdadero, ¿por qué se ha desmayado?”. Después, al ver que no claudicábamos, el jefe de la aldea nos ordenó llevarnos a nuestra familia, nuestro ganado y todas nuestras posesiones, diciendo que debíamos marcharnos de la aldea esa misma noche. También dijo que nos quemarían las casas una vez que nos fuéramos. El funcionario del distrito le dijo: “No te molestes en perder el tiempo: prefieren morir a declarar quién es su líder. Primero mándalos a casa. Mañana enviaré sus denuncias al Gobierno para que los superiores decidan al respecto. Eso los asustará”. Pero yo no estaba tan asustada. Sabía que todo estaba en manos de Dios y que, tanto si los altos funcionarios venían o nos detenían como si no, todo estaba en manos de Dios y dispuesto por Él.
El tercer día, por la mañana, el Gobierno convocó a una junta municipal. Fueron más de 400 personas. Preocupada por si nos obligaban a blasfemar contra Dios y a firmar una negación de fe, oré para pedirle a Dios protección para poder mantenernos firmes en el testimonio. En la junta, el jefe de distrito nos dijo: “Todos ustedes son jóvenes y no entienden nada. Hoy no he venido a exigirles cuentas, pero, en adelante, deben obedecer a sus padres, trabajar mucho y dejar de escuchar las palabras de Dios Todopoderoso y de predicar Su evangelio; si no, el líder de la aldea los detendrá y entregará al Gobierno”. Un funcionario del consejo administrativo anunció a todos: “Trataremos a los seguidores de Dios Todopoderoso como lo hace el PCCh. El PCCh persigue y detiene a estos creyentes y puede matarlos a golpes impunemente. Haremos lo mismo aquí, en el estado de Wa. Detendremos a todos estos creyentes, hayan hecho algo malo o no, y los mataremos a golpes impunemente. Nadie podrá alegar cosas como que ‘esos creyentes no hicieron nada malo’. Son órdenes gubernamentales. No se resistan, y si descubren a algún creyente en Dios Todopoderoso, denúncienlo”. Nos señaló a nosotros, los fieles, e indicó a todo el mundo: “Miren sus rostros detenidamente; tendrán que reconocerlos. Estas personas creen en Dios Todopoderoso. Si ven que se reúnen o evangelizan, ¡denúncienlas!”. Entonces mandó a un secretario del distrito que leyera en voz alta para todos unos materiales blasfemos contra Dios. La gente se dejó engañar por las palabras del Gobierno, y algunos nos miraban con aversión. Lo que dijeron me enojó mucho. Supe que el Gobierno nos perseguía a nosotros, los creyentes, para forzarnos a renunciar a nuestra fe y para acobardar al pueblo y que a este le diera miedo estudiar la obra de Dios Todopoderoso, con lo que perdería la salvación de Dios. Esto me hizo odiar todavía más a esos diablos. Los del Gobierno nos dejaron marchar a casa.
Cuando llegué a la mía, leí un pasaje de la palabra de Dios Todopoderoso: “Independientemente de lo ‘poderoso’, lo audaz y ambicioso que sea Satanás, de lo grande que sea su capacidad de infligir daño, del amplio espectro de las técnicas con las que corrompe y atrae al hombre, lo ingeniosos que sean los trucos y las artimañas con las que intimida al hombre y de lo cambiante que sea la forma en la que existe, nunca ha sido capaz de crear una simple cosa viva ni de establecer leyes o normas para la existencia de todas las cosas, ni de gobernar y controlar ningún objeto, animado o inanimado. En el cosmos y el firmamento no existe una sola persona u objeto que hayan nacido de él, o que existan por él; no hay una sola persona u objeto gobernados o controlados por él. Por el contrario, no sólo tiene que vivir bajo el dominio de Dios, sino que, además, debe obedecer todas Sus órdenes y Sus mandatos. Sin el permiso de Dios, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios. A los ojos de Dios, Satanás es inferior a los lirios del campo, a las aves que vuelan en el aire, a los peces del mar y a los gusanos de la tierra. Su papel, entre todas las cosas, es servirlas, trabajar para la humanidad, y servir a la obra de Dios y Su plan de gestión. Independientemente de lo maligna que es su naturaleza y lo malvado de su esencia, lo único que puede hacer es respetar sumisamente su función: estar al servicio de Dios, y proveer un contraste para Él. Tales son la sustancia y la posición de Satanás. Su esencia está desconectada de la vida, del poder, de la autoridad; ¡es un simple juguete en las manos de Dios, tan sólo una máquina a Su servicio!” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único I). La lectura de la palabra de Dios me dio fe. Los pastores y ancianos podrían presionarnos, el Gobierno podría detenernos y perseguirnos, y podrían utilizar a nuestras familias para intentar forzarnos a abandonar a Dios Todopoderoso, pero, sin importar qué dijeran o hicieran, no podrían hacernos nada a nosotros sin el permiso de Dios. Como cuando trató de pegarme el anciano Lester con un tablón, mi suegra, que me odiaba, de pronto me defendió y lo frenó. Todo esto estaba en manos de Dios. Percibí el poder y la soberanía de Dios sobre todas las cosas y noté que Él velaba por mí. Sabía que Dios disponía las situaciones según mi estatura y que no me iba a dar una carga excesivamente pesada. Con estas experiencias, aumentó mi fe en Dios y sentí que todo cuanto Él hace es bueno. ¡Le estoy muy agradecida a Dios! Con esta experiencia también vi con claridad la naturaleza de los pastores y ancianos, de odio y resistencia hacia Dios. Las palabras de Dios señalan: “Hay algunos que leen la Biblia en grandes iglesias y la recitan todo el día, pero ninguno de ellos entiende el propósito de la obra de Dios. Ninguno de ellos es capaz de conocer a Dios y mucho menos es conforme a la voluntad de Dios. Son todos personas inútiles y viles, que se ponen en alto para sermonear a Dios. Se oponen deliberadamente a Él mientras llevan Su estandarte. Afirman tener fe en Dios, pero aun así comen la carne y beben la sangre del hombre. Todas esas personas son diablos que devoran el alma del hombre, demonios jefes que perturban deliberadamente a aquellos que tratan de entrar en la senda correcta y obstáculos en el camino de quienes buscan a Dios. Pueden parecer de ‘buena constitución’, pero ¿cómo van a saber sus seguidores que no son más que anticristos que llevan a la gente a levantarse contra Dios? ¿Cómo van a saber sus seguidores que son diablos vivientes dedicados a devorar a las almas humanas?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Todas las personas que no conocen a Dios son las que se oponen a Él). Los pastores y ancianos no comprendían nada de la Biblia. Solo enseñaban las palabras y doctrinas presentes en ella, no recibían al Señor en absoluto, y ni mucho menos buscaban la verdad. Frente a la obra de Dios en los últimos días, no buscaban ni investigaban, malinterpretaban la palabra del Señor y difundían nociones para desviar a los fieles del buen camino. Al afirmar que cualquier prédica de que el Señor ha regresado es falsa, impedían que los fieles oyeran la voz de Dios y recibieran al Señor. Alegaban incluso que lo hacían por protegerlos, pero en realidad temían que nadie les hiciera caso a ellos si todos seguían a Dios Todopoderoso y que se vieran amenazados su estatus y su medio de vida. Por eso trataron de forzarnos a abandonar a Dios Todopoderoso. Llegaron al extremo de utilizar las costumbres sobre funerales, bodas, nacimientos y construcción de casas para amenazarme y forzarme a firmar un juramento de negación de fe. Hasta aprovecharon el entierro de mi esposo para hacerme renunciar a Dios Todopoderoso. Como no obedecía, se aliaron con el Gobierno y celebraron una junta municipal para perseguirme, y utilizaron a mi familia para tentarme a traicionar a Dios. Incluso quisieron echarnos de la aldea, quemarnos las casas y entregarnos a los altos funcionarios. No reparaban en nada con tal de perseguirnos para que traicionáramos a Dios Todopoderoso y perdiéramos la ocasión de salvarnos y entrar en el reino de Dios. ¡Esos pastores eran realmente siniestros y ruines! Recordé la condena del Señor Jesús a los fariseos. El Señor Jesús dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando. […] ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros” (Mateo 23:13, 15). Con el pretexto de proteger el rebaño, los pastores y ancianos impedían que la gente aceptara la obra de Dios en los últimos días. Engañaban a la gente para que, como ellos, se resistiera a Dios y, a la larga, la conducirán al infierno. Son unos diablos vivientes que impiden que la gente entre en el reino de Dios. Son unos demonios y anticristos que se resisten a Dios y perjudican a la gente. Vi clara su esencia, de odio a la verdad y a Dios, y me reafirmé en mi fe para seguir a Dios. Sin importar cómo trataran de desviarme del buen camino o de entorpecerme, no renunciaría a Dios Todopoderoso. Oré a Dios para decirle que cumpliría bien con mi deber y que llevaría ante Él a más gente que anhela Su aparición para que acepte Su salvación.
A medida que pasaba el tiempo, nuestras reuniones y la obra evangelizadora seguían restringidas. Para impedirnos creer en Dios Todopoderoso y reunirnos por internet, el jefe de la aldea ordenó a unos funcionarios que nos miraran el teléfono cada tres días y eliminaran de él Facebook en cuanto lo detectaran. Para que ni ellos ni el Gobierno nos vigilen, nos llevamos los aperos de labranza al monte y fingimos trabajar, de modo que pudiéramos reunirnos en secreto. Normalmente no nos atrevíamos a hablar libremente de nuestra fe en la aldea, pero, nos persiguieran como nos persiguieran, seguimos amparándonos en Dios y predicando el evangelio en otras aldeas. Con el tiempo, más gente aceptó el evangelio, pero el dirigente de la aldea se enteró de que predicaba el evangelio y me presionó para que traicionara a los demás y confesara a quiénes había predicado. Como no le decía nada, me amenazó tratando de que renunciara a mi fe y volviera a la congregación; si no, haría que me detuvieran. Para reunirme y predicar el evangelio con normalidad y huir de la persecución y la detención, me exilié de Birmania y me fui a otro país. Ahora vivo con otros hermanos y hermanas. Compartimos, predicamos el evangelio y damos testimonio de la obra de Dios. Estoy disfrutando muchísimo. Padecí el dolor y la persecución con todo esto, pero aprendí a discernir un poco a los pastores y ancianos, veo de manera más clara la maldad gubernamental y ya no me limita ninguno de ellos. Además, adquirí cierto conocimiento de la soberanía de Dios y mi fe en Él ha aumentado. Son cosas que no podría haber logrado en un ambiente cómodo.
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