El despertar de una esclava del dinero
Cuando era joven, mi familia era pobre y mis padres no podían pagar mi educación, así que yo fabricaba y vendía cercas para pagarme la escuela. Una vez, estaba trabajando en el campo y me corté el dedo meñique. No teníamos dinero para pagar el tratamiento, por lo que nunca se curó por completo. Sigo sin poder extenderlo del todo. Después de casarme, mi esposo y yo seguíamos siendo pobres. Nuestros amigos y familiares nos despreciaban y se alejaban de nosotros. Cuando veía el respeto que inspiraban los ricos, cómo podían alimentarse y vestirse sin preocupaciones, los envidiaba. La gente suele decir: “El dinero hace girar al mundo”, “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”, y “El que paga, manda”. En ese entonces, yo pensaba que todo eso era cierto. Con dinero, puedes alimentarte y vestirte, y genera respeto y admiración. Yo pensaba que el dinero lo era todo. Juré que trabajaría arduamente y que ganaría dinero. Quería escapar de la pobreza y vivir como los ricos.
Luego, mi esposo y yo fuimos contratados para administrar la cafetería de una escuela. Cientos de personas comían allí todos los días. Para ahorrar dinero, apenas contratamos a un solo empleado. Mi esposo y yo trabajábamos desde las 4 a. m. hasta después de la medianoche, todos los días. Yo seguía trabajando, incluso cuando tenía un fuerte resfriado. Para ganar más, también hacíamos mucho trabajo agrícola. Durante la temporada alta, trabajábamos horas extras para plantar y cosechar todo por la noche. Como trabajábamos día y noche, a menudo yo tenía mareos. A veces, yo cabeceaba del sueño mientras cortaba verduras y me lastimaba las manos. Me cubría los cortes con agua con sal. Dolía tanto. Aunque estaba muy cansada, cada vez que veía aumentar mis ganancias, me sentía feliz. Sentía que había valido la pena. Y, cuando veía a los ricos, con sus ropas elegantes, comiendo y riendo, me decía a mí misma: “¡Debo ganar más dinero!”. Pensaba que, si trabajaba arduamente, tarde o temprano me uniría a las filas de los ricos.
Por usar agua fría todos los días, me agarró artritis reumatoide grave. Mis articulaciones comenzaron a deformarse. Y, debido a los largos años de trabajo agotador, un disco de mi columna se desplazó, lo que me provocó una dolencia en los huesos y en el ciático. El médico me indicó una cirugía y una internación de tres meses en el hospital, pero yo no quería dejar de ganar dinero, así que me negué. Incluso tres días habrían sido demasiado. Así que seguí trabajando día y noche. Al final, como nunca podía comer en hora ni dormir lo suficiente, empecé a padecer de gastroptosis y gastroenteritis. Poco después, desarrollé miomas uterinos, prolapso de ovario, enfermedad cardíaca, miocarditis, y anemia severa. Era una enfermedad tras otra. El dolor era insoportable, y no podía dormir por la noche. Lloré muchísimo. Me sentía perdida. Pensaba: “¿Qué sentido tiene vivir? ¿Será para pasarnos la vida luchando para ganar dinero?”. No tenía respuesta. Sentía que, en la sociedad, para lograr lo que fuera, tenía que tener dinero. Así que, me dije a mí misma: “Mientras esté de pie, puedo seguir trabajando”. Y entonces, volví a ir tras el dinero. Pero, un día, fui al hospital y me diagnosticaron dos tipos de cáncer: cáncer de pulmón en estadio temprano y cáncer de mama. Cuando me dijeron esto, de repente, me sentí débil. Me acosté en mi cama y lloré durante horas. Fui a todo tipo de hospitales para recibir tratamiento y gasté casi todos nuestros ahorros. Pero nada funcionó, y el medicamento que tomaba me provocó una hinchazón en todo el cuerpo. Cada noche, cuando todo estaba en silencio, me acostaba en mi cama y miraba por la ventana, y me sentía desesperada. Pasé mi vida ganando dinero y, además de no ser rica, mi salud estaba arruinada y mi vida era deprimente. ¿Qué sentido tenía vivir? Ya no quería seguir matándome por tratar de ganar dinero. Pero a mi esposo le encantaba el dinero. Él decía: “¡Mientras estés viva, puedes seguir trabajando!”. Su indiferencia me molestaba y me hacía sentir decepcionada, pero, sobre todo, desamparada. Yo solo tenía 40 años. Nunca tendría una vida feliz. Nunca vería a mi hijo casarse. No estaba lista para morir así. Quería vivir. Pero sin dinero, ¿cómo iba a recibir tratamiento y sobrevivir? La única forma era seguir ganando dinero. Así que seguí trabajando mientras tomaba la medicación.
Un año después, mi esposo abrió una planta de briquetas de carbón con el resto de nuestros ahorros. Al año siguiente, abrió una planta de extracción de aceite. Todos los días yo iba de una planta a la otra, a pesar de mi enfermedad, para hacer trabajos esporádicos. Después de años de arduo trabajo, finalmente ganamos algo de dinero. Compramos una casa en la ciudad, un auto, y pudimos disfrutar de una buena vida material. Nuestros amigos y familiares nos adulaban y nos admiraban. Nuestra posición social había cambiado. Teníamos una nueva identidad. Estábamos muy satisfechos. Todos esos años de sufrimiento finalmente parecían haber valido la pena. Pero los buenos tiempos no duran mucho. Después de tantos años de arduo trabajo, mi cuerpo comenzó a deteriorarse. El médico me dijo: “Sus enfermedades son demasiado complejas. Ninguno de sus órganos está funcionando correctamente. No hay nada que podamos hacer”. Sus palabras sonaron como una sentencia de muerte. Yo no podía aceptar esta noticia. ¿Se suponía que debía irme a casa y esperar la muerte? Tenía dinero y estaba disfrutando de mi vida material. Pero ¿de qué servía eso? Ninguna cantidad de dinero podría salvarme ahora. El dolor de la enfermedad casi me hacía querer morir. ¿Qué más podía hacer? Con todo mi pesar, miré hacia arriba y lloré: “¡Cielos! ¡Sálvenme!”.
En mi momento de mayor desesperación, mi amiga me compartió el evangelio de los últimos días de Dios Todopoderoso. Ella dijo que Dios se ha hecho carne en los últimos días para salvar a la humanidad, expresar la verdad y descubrir los misterios de la vida. Que Él revela la fuente del mal y las tinieblas en el mundo, por qué nuestras vidas están tan vacías y llenas de sufrimiento, de dónde vienen las enfermedades, en las manos de quién está nuestro destino, qué puede darles verdadero sentido a nuestras vidas, y más. Es más, ella dijo que al leer Sus palabras y comprender la verdad, podemos ver a través de estas cosas, y entonces nuestro sufrimiento se aliviará. Mi amiga me leyó un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso, “¿Cuál es la fuente del sufrimiento del nacimiento, la muerte, la enfermedad y la vejez que los humanos soportan durante toda su vida? ¿Qué causó que comenzaran las personas a tener estas cosas? Los humanos no las tenían cuando fueron creados en el principio, ¿verdad? Entonces, ¿de dónde vinieron estas cosas? Surgieron después de que los humanos fueran tentados por Satanás y su carne se volviera degenerada. El dolor de la carne humana, sus aflicciones y su vacío, así como las extremadamente miserables desdichas del mundo humano solo sobrevinieron después de que Satanás hubiese corrompido a la humanidad. Después de que los humanos fuesen corrompidos por Satanás, este empezó a atormentarlos. El resultado fue que se volvieron cada vez más degenerados. Las enfermedades de la humanidad se volvieron más y más graves, y su sufrimiento se fue agravando. Cada vez más la gente sentía el vacío y la tragedia del mundo humano, así como la incapacidad de seguir viviendo en él, y sentía cada vez menos esperanza para el mundo. Así, Satanás hizo caer este sufrimiento sobre la humanidad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. El significado de que Dios pruebe el dolor mundano).
Entonces, mi amiga me compartió sus enseñanzas: “Cuando Dios nos creó, todos vivíamos bajo Su protección, vivíamos en libertad en el Jardín del Edén, sin muerte, enfermedades ni preocupaciones. Pero, cuando Satanás tentó y corrompió a la humanidad, traicionamos a Dios y perdimos Su cuidado y protección. Vivimos bajo el campo de acción de Satanás, de acuerdo con sus principios. Competimos entre nosotros, mentimos, engañamos y peleamos, por fama, por riqueza y por estatus. De aquí provienen las enfermedades, el dolor y la tristeza de nuestro espíritu. Y este sufrimiento, estas preocupaciones, hacen que todos sientan que la vida es demasiado dolorosa, demasiado agotadora, o demasiado dura. Todo esto ha sucedido porque Satanás nos ha corrompido. Ese es Satanás atormentándonos. Pero Dios ha venido al mundo en carne para salvarnos. Él expresa todas las verdades que nos permiten alcanzar la salvación y ser purificados. Si leemos las palabras de Dios y vivimos de acuerdo a ellas, podemos obtener Su protección y guía, librarnos de la corrupción y alcanzar la salvación de Dios, y ser llevados por Él a nuestro destino final”. Al escuchar sus palabras, sentí cierta esperanza. Sentí que Dios Todopoderoso podía salvarme del sufrimiento, así que accedí a estudiar la obra de Dios Todopoderoso. Mi amiga me dio una copia de La Palabra manifestada en carne. Después de eso, leía las palabras de Dios todos los días y me reunía con mis hermanos y hermanas.
Un día, durante mis devocionales, vi un video de una lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Sean cuales sean tus antecedentes y sea cual sea el viaje que tengas por delante, nadie puede escapar de las orquestaciones y disposiciones del Cielo y nadie tiene el control de su propio destino, pues solo Aquel que gobierna sobre todas las cosas es capaz de llevar a cabo semejante obra. Desde el día en el que el hombre comenzó a existir, Dios siempre ha obrado de esta manera, gestionando el universo, dirigiendo las reglas del cambio para todas las cosas y la trayectoria de su movimiento. Como todas las cosas, el hombre, silenciosamente y sin saberlo, es alimentado por la dulzura, la lluvia y el rocío de Dios. Como todas las cosas, y sin saberlo, el hombre vive bajo la orquestación de la mano de Dios. El corazón y el espíritu del hombre están en la mano de Dios; todo lo que hay en su vida es contemplado por los ojos de Dios. Independientemente de si crees esto o no, todas las cosas, vivas o muertas, cambiarán, se transformarán, se renovarán y desaparecerán, de acuerdo con los pensamientos de Dios. Así es como Dios preside sobre todas las cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). Cuando vi este video, entendí que Dios es el Creador y que Él gobierna sobre todo. Dios provee y nutre a toda la humanidad. Nuestro destino, nuestra vida y muerte, y nuestra felicidad, descansan en la palma de Su mano. No podemos cambiar todo eso solo manteniéndonos ocupados y andar apurados. Pero yo no entendía la soberanía de Dios. Yo había confiado en mi propia fuerza para cambiar mi destino, tratando de volverme rica. Pero, aunque gané algo de dinero, nunca me sentí feliz. Mi alma sufría y mi salud estaba arruinada. Fue entonces cuando me di cuenta: Si la gente no cree en Dios ni lo adora, y si no obedece Su soberanía, y si se resisten a su destino por deseo, solo sufrirán en vano e irán al infierno después de morir. Entonces supe que Dios era mi único y verdadero apoyo, y oré y le confié mi salud. Ya sea que viviera o muriera, me sometería a la soberanía de Dios.
Después de eso, comencé a asistir a la iglesia más a menudo. Veía cómo mis hermanos y hermanas leían las palabras de Dios y buscaban la verdad, cómo trataban de cumplir con su deber y agradar a Dios, y los admiraba. Quería liberarme de mi antigua vida y vivir de otra forma. Así que le oraba a Dios a menudo, le pedía que me diera una salida para tener más tiempo para asistir a las reuniones y cumplir con mi deber. Tiempo después, nuestra planta de extracción de aceite fue confiscada para construir una nueva carretera. Ya no necesitaba ir de una planta a la otra como antes. Tenía más tiempo para reunirme con otros y compartir la palabra de Dios, para contemplar la palabra de Dios y acercarme a Él. Cada día, me sentía enriquecida. Un tiempo después, mi salud comenzó a mejorar mucho. Me sentía llena de energía y mi cuerpo estaba más fuerte. Me sentía mucho más relajada y a gusto. Estaba tan agradecida con Dios.
Luego, vi otro video de una lectura de las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “‘Por dinero baila el perro’ es una filosofía de Satanás y prevalece en toda la humanidad, en cada sociedad humana. Podríais decir que es una tendencia, porque se ha introducido en el corazón de todos y cada uno. Desde el principio, las personas no aceptaban este dicho, pero luego lo aceptaron tácitamente cuando entraron en contacto con la vida real, y empezaron a sentir que estas palabras eran de hecho ciertas. ¿Acaso no es este un proceso que usa Satanás para corromper al hombre? […] Entonces, después de que Satanás utilice esta tendencia para corromper a las personas, ¿cómo se manifiesta en ellas? ¿Os parece que no podríais sobrevivir sin dinero en este mundo, que pasar un solo día sin dinero sería imposible? El estatus de las personas y el respeto que imponen se basan en el dinero que tienen. Las espaldas de los pobres se encorvan por la vergüenza, mientras que los ricos disfrutan de su elevada posición. Se alzan llenos de soberbia, hablando en voz alta y viviendo con arrogancia. ¿Qué aportan a las personas este dicho y esta tendencia? ¿No es cierto que mucha gente realiza cualquier sacrificio en su búsqueda del dinero? ¿No sacrifican muchos su dignidad y su personalidad en la búsqueda de más dinero? Además, ¿no pierde mucha gente la oportunidad de cumplir con su deber y seguir a Dios por culpa del dinero? ¿No es esto una pérdida para las personas? (Sí). ¿No es Satanás siniestro al usar este método y este dicho para corromper al hombre hasta ese punto? ¿No es una artimaña maliciosa?” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único V). Después de ver esto, entendí que esas décadas en las cuales había sentido tanto dolor y cansancio se debían a que la corrupción de Satanás y la influencia de la sociedad me habían llevado a seguir las tendencias mundanas y adorar el dinero. Durante mi infancia, cuando vivía en la pobreza, había sido excluida y menospreciada. Cuando veía gente rica, que vivía bien e inspiraba respeto, estaba convencida de que, para vivir en este mundo, se necesitaba dinero. “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”, “El dinero hace girar al mundo”, “El que paga, manda”, “El dinero es lo primero”, y “El hombre es capaz de cualquier cosa por ser rico”. Estas falacias satánicas echaron raíces en mi corazón y gobernaban mis pensamientos. Yo pensaba que el dinero lo era todo, que podría volverme admirada, respetada y feliz. La búsqueda de dinero se convirtió en mi único objetivo, y solo me importaba ganar más. ¿Qué importaba si me sentía mareada, cansada o enferma y mi cuerpo no podía soportarlo? Cuando pensaba en ganar dinero y vivir la vida de una persona rica, yo simplemente apretaba los dientes y seguía adelante. Incluso cuando tuve cáncer no cambió nada. De hecho, hizo que el dinero fuera aún más importante, porque lo necesitaba para recibir tratamiento y sobrevivir. Ni siquiera entonces dejé de intentar ganar dinero. Estaba firmemente atada por Satanás y no era más que una esclava del dinero. A pesar de que tenía un auto, una casa y algo de dinero, y de que había logrado respeto y admiración, no me sentía feliz en absoluto. Tenía muchas enfermedades, y también cáncer. Mi dinero no podía aliviar mi dolor y no podía salvar mi vida. Sentía mucho dolor y desesperación. Más dinero no habría servido de nada. Antes, habría cambiado mi vida por dinero. Ahora estaba comprando mi vida con él. Había vivido para ganar dinero, pero me había quedado con las manos vacías. Entonces me quedó claro que perseguir el dinero era la forma incorrecta de vivir. El dinero es un truco que Satanás utiliza para dañarnos y corrompernos. Es un yugo que Satanás pone alrededor de nuestro cuello. Si no fuera por la palabra de Dios, incluso ahora, no habría descubierto cómo Satanás usa el dinero para atarnos, controlarnos y dañarnos, y él todavía me estaría llevando de la nariz, atormentándome y jugando conmigo. Vi que las personas no entendían la verdad, así que no sabían cómo vivir. Que simplemente seguían a la multitud, poniendo el dinero por delante. Qué pena. Tuve mucha suerte de escuchar la voz de Dios, de postrarme ante Él y de escapar del abuso de Satanás. Esta fue la salvación de Dios y mi corazón estaba lleno de gratitud hacia Él.
Luego, cuando mi esposo salía a comprar suministros, yo tenía que trabajar en la planta. A veces, coincidía con nuestras reuniones. A pesar de que yo participaba, me sentía inquieta. Me sentía culpable. Pensaba en cómo me había enfermado por ganar dinero. El médico me había dado una sentencia de muerte. Dios me había salvado cuando estaba al borde de la muerte y me había dado una segunda oportunidad. Pero no podía cumplir con mi deber y retribuir Su amor. Me sentía en deuda con Él. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? O ¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” (Mateo 16:26). Y en 1 Timoteo 6:8 dice: “Si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos”. ¿De qué sirve ganar más dinero, si eso significa perder la vida? Pensé en poner en alquiler la planta de carbón. Ganaría menos dinero, pero aún tendría lo suficiente para vivir, y entonces podría adorar a Dios y cumplir con mi deber. Pero lo pensé mejor. La planta de carbón estaba funcionando muy bien, y nos había costado mucho poner en marcha el negocio. Era una pena deshacerme de ella. Dudé. No sabía qué hacer, así que oré y le pedí ayuda a Dios.
Un día, leí esto en las palabras de Dios: “Pero existe una forma muy simple de liberarse de este estado, que es decir adiós a la antigua forma de vida de uno, a los anteriores objetivos en la vida, resumir y analizar el estilo de la vida, visión de la vida, las búsquedas, los deseos y los ideales, y compararlos después con la voluntad y las exigencias de Dios para el hombre, y ver si todos ellos son acordes con estas, si todos ellos transmiten los valores correctos de la vida, llevan a uno a un mayor entendimiento de la verdad, y le permiten vivir con humanidad y la semejanza de un ser humano. Cuando investigas repetidamente y analizas cuidadosamente los diversos objetivos que las personas persiguen en la vida y sus miles de formas diferentes de vivir, verás que ninguno de ellos encaja con el propósito original del Creador con el que creó a la humanidad. Todos ellos apartan a las personas de Su soberanía y Su cuidado; todos son trampas que provocan que las personas se vuelvan depravadas y que las llevan al infierno. Después de que reconozcas esto, tu tarea es dejar de lado tu antigua visión de la vida, mantenerte alejado de diversas trampas, dejar a Dios que se haga cargo de tu vida y haga arreglos para ti, es intentar someterte solamente a las orquestaciones y la dirección de Dios, vivir sin tener elección personal y convertirte en una persona que lo adora a Él” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Al leer las palabras de Dios, recordé las reglas satánicas que antes guiaban mi vida, cuando intentaba hacerme rica. Yo creía que “El dinero hace girar al mundo” y “El dinero no es omnipotente, pero sin él no se puede hacer absolutamente nada”. Para ser rica y ganarme el respeto de la gente, tuve que luchar por el dinero. Aquellos días habían sido dolorosos y deprimentes. ¿Tan importante era el dinero? De verdad, ¿qué podría darme? Podría comprarme una casa, un auto, me permitiría tener una buena vida material y volverme respetable, y podría darme un disfrute carnal temporal. Pero no podía llenar el vacío en mi corazón, o detener mi dolor, no podía traerme paz ni alegría, no acabaría con el sufrimiento que me provocaba mi enfermedad, y no podía salvar mi vida. Pensaba en el director de la escuela de la zona. Él tenía dinero y estatus, pero había muerto de cáncer. El dinero y el estatus no lo ayudaron a escapar del sufrimiento y la muerte. He oído de personas ricas que tuvieron vidas dolorosas y vacías, y se suicidaron para acabar con eso, así como personas que han mentido, engañado, se han peleado y han defraudado a otros, y perdieron su humanidad y conciencia, solo por dinero. Todas estas historias, y mi propia experiencia personal, me permitieron ver que perseguir el lucro económico solo vuelve a las personas más corruptas y decadentes. Las aleja de Dios y las acerca al pecado. Pensaba en Job, a quien no le interesaba el dinero ni las comodidades materiales. Job obedecía a la soberanía de Dios y procuró conocer Sus actos en todas las cosas y, al final, se ganó la bendición de Dios. Pensaba en cómo, cuando Jesús lo llamó, Pedro dejó todo a un lado para seguir a Dios. Procuró conocerlo y amarlo, y Dios lo perfeccionó, y llevó una vida con sentido. Entonces, me di cuenta de que conocer a Dios, adorarlo, vivir de acuerdo con Su palabra y alcanzar Su alabanza, son las cosas más importantes de la vida. Fue difícil para mí encontrar la fe y el camino correcto. Yo sabía que seguir persiguiendo riquezas y placeres terrenales, y abandonar mi búsqueda de la verdad y de la salvación, sería una tontería. Cuando pensaba en esto, mi corazón se libraba de las dudas. Ya no quería ser esclava del dinero. Solo quería más tiempo y energía para buscar la verdad. Después de eso, le propuse a mi esposo poner la planta en alquiler. Con la ayuda de las maravillosas orquestaciones de Dios, la alquilamos. Así pude asistir a las reuniones con regularidad y cumplir con mi deber.
Dos años después, mi esposo contrajo una enfermedad repentina y falleció. Su muerte fue difícil para mí, y me mostró lo frágil que es la vida. Mi esposo pasó la mayor parte de su vida corriendo, tratando de ganar dinero. Su presión arterial estaba por encima de 200, pero seguía trabajando. Cuando se fracturó la cadera, volvió a trabajar antes de estar completamente recuperado, y no descansaba aunque se lo pidiera. Él también fue un esclavo del dinero. Fue dominado y perjudicado por Satanás toda su vida. Él no se rendía, ni siquiera ante la muerte. Quería ganar dinero y vivir una buena vida, pero la terminó perdiendo. La fama y la riqueza no pudieron salvarlo ni aliviar su dolor, ni ayudarlo a burlar la muerte. Es como Dios dice: “Las personas gastan su vida persiguiendo el dinero y la fama; se agarran a un clavo ardiendo, pensando que son sus únicos apoyos, como si teniéndolos pudiesen seguir viviendo, eximirse de la muerte. Pero solo cuando están cerca de morir se dan cuenta de cuán lejos están estas cosas de ellas, cuán débiles son frente a la muerte, cuán fácilmente se hacen añicos, cuán solas y desamparadas están, sin ningún lugar adónde ir. Son conscientes de que la vida no puede comprarse con dinero ni fama, que no importa cuán rica sea una persona, no importa cuán elevada sea su posición, todas son igualmente pobres e insignificantes frente a la muerte. Se dan cuenta de que el dinero no puede comprar la vida, que la fama no puede borrar la muerte, que ni el dinero ni la fama pueden alargar un solo minuto, un solo segundo, la vida de una persona” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). En retrospectiva, pasé la mayor parte de mi vida corriendo, tratando de ganar dinero, conseguí respeto y admiración, aunque en cada paso de mi vida era torturada por Satanás. Pero Dios me salvó. Me salvó de la vorágine del dinero y cambió el rumbo de mi vida. Ahora, mientras busco la verdad y cumplo con mi deber, me siento libre y en paz. Eso es algo que el dinero no puede comprar. ¡Le agradezco a Dios Todopoderoso por salvarme!
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