Lo que oculta la permisividad hacia los demás

19 Ene 2023

Por Toby, Corea del Sur

Hace unos meses, un líder nos asignó al hermano Connor y a mí el trabajo de riego. Con el tiempo me di cuenta de que él no asumía mucha carga en su labor. No enseñaba ni ayudaba enseguida a los hermanos y hermanas con sus problemas, y no participaba mucho en los debates de trabajo. Enterado de la situación, el líder me dijo que Connor estaba siendo negligente e irresponsable y que yo tenía que hablar con él. Pensé que tal vez sólo estaba ocupado con algo de trabajo y estaba retrasado. Ni hablar, no era que no estuviera haciendo nada de nada. No debo pedirle demasiado, y me ocuparé de los asuntos que él aún no haya resuelto a través de la enseñanza. Así pues, no investigué la situación de su trabajo. Poco después, antes de una reunión para algunos hermanos y hermanas, le recordé a Connor que primero se informara de sus problemas y dificultades con antelación para buscar las palabras adecuadas de Dios que enseñar para resolverlos, y hacer la reunión más eficaz. Luego, pregunté a algunos hermanos y hermanas si Connor les había preguntado por sus estados y dificultades, y todos respondieron que no. Me pareció muy irresponsable. Los demás tenían multitud de dificultades y fallos en el deber. Precisaban más reuniones para obtener ayuda y enseñanzas, pero él no se lo tomaba en serio. ¡Eso era realmente negligente de su parte! Pensé que esta vez debía sacarle el asunto a colación. Sin embargo, reflexioné que, si él no lo admitía, si alegaba que yo era demasiado duro con él y se ponía en mi contra, ¿no me haría parecer demasiado estricto, demasiado insensible hacia los demás? Aparte, Connor era joven, así que inevitablemente consideraría su carne. A veces yo también era descuidado y me centraba en la carne también, así que no debía ser demasiado exigente. Podría arreglármelas yo solo. ¿No hay un refrán que dice: “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”? No tenía problema con estar más ocupado; solo necesitaba recortar un poco mi descanso. Por tanto, no fui a hablar con Connor para señalarle este problema que tenía. También actué así con otros trabajos. Cuando alguien no hacía bien su labor, yo no miraba a ver cuál era la causa ni pensaba como encararlo, sino que era tolerante y paciente. En ocasiones me disgustaba o enojaba mucho por la conducta de alguien, pero me reprimía. Pensaba: “Olvídalo, que haga cuanto pueda, y yo me ocuparé del resto”. Con el tiempo, los hermanos y hermanas querían consultar conmigo sus problemas para que los ayudara. Ya no me sentía perjudicado ni molesto al ver que todos me tenían en gran estima. Entonces, todo el tiempo creía que ser estricto conmigo mismo y tolerante con los demás en nuestras colaboraciones e interacciones era propio de una persona de buena humanidad; no como algunas, que siempre son puntillosas y no saben colaborar con nadie.

Un día leí en las palabras de Dios algo sobre “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” y me vi de forma distinta. Dios Todopoderoso dice: “Hablemos ahora del siguiente dicho sobre conducta moral: ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’. ¿Qué significa este dicho? Significa que debes ser estricto contigo mismo e indulgente con los demás, para que vean lo generoso y magnánimo que eres. ¿Por qué hay que hacer esto, entonces? ¿Qué se pretende conseguir? ¿Es factible? ¿Es de verdad una expresión natural de la humanidad de las personas? Debes comprometerte mucho para poder asumirlo. Debes liberarte de deseos y exigencias, los cuales te obligan a sentir menos alegría, a sufrir un poco más, pagar un mayor precio y trabajar más para que los demás no tengan que desgastarse. Y si los demás se quejan, se lamentan o trabajan mal, no debes exigirles demasiado: con un ‘más o menos’ es suficiente. La gente cree que esto es una señal de noble moralidad, pero ¿por qué a Mí me suena falso? ¿Acaso no es falso? (Lo es). En circunstancias normales, la expresión natural de la humanidad de una persona corriente es ser tolerante consigo misma y estricta con los demás. Es un hecho. La gente puede percibir los problemas de los demás: ‘¡Esta persona es arrogante! ¡Esa persona es mala! ¡Esta es egoísta! ¡Aquel es superficial en el cumplimiento de su deber! ¡Esta persona es tan perezosa!’, mientras que para sí mismo piensa: ‘Si soy un poco perezoso, está bien. Soy de buen calibre. Aunque soy perezoso, hago mejor mi trabajo que los demás’. Encuentran defectos en los demás y les gusta ser quisquillosos, pero con ellos mismos son tolerantes y complacientes en la medida de lo posible. ¿No es esta una expresión natural de su humanidad? (Lo es). Si se espera que la gente viva según la idea de ser ‘estricto con uno mismo y tolerante con los demás’, ¿qué agonía deben soportar? ¿Serán realmente capaces de soportarla? ¿Cuántos lo conseguirían? (Ninguno). ¿Y por qué? (Las personas son egoístas por naturaleza. Actúan según el principio de ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’). De hecho, el hombre nace egoísta, es una criatura egoísta, y está profundamente comprometido con esa filosofía satánica: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. La gente cree que para ellos sería catastrófico y poco natural no ser egoístas y preocuparse por sí mismos cuando les suceden cosas. Esto es lo que la gente cree y así es como actúa. Si se espera de la gente que no sea egoísta, que se exija estrictamente a sí misma y que salga perdiendo voluntariamente en lugar de aprovecharse de los demás, y si se espera que cuando alguien se aprovecha de uno, la persona diga alegremente: ‘Te estás aprovechando, pero no voy a montar un escándalo al respecto. Soy una persona tolerante, no hablaré mal o intentaré vengarme de ti, y si aún no te has aprovechado lo suficiente, siéntete libre de continuar’; ¿es esa una expectativa realista? ¿Cuántas personas podrían conseguirlo? ¿Es así como se comporta normalmente la humanidad corrupta? Obviamente, es anómalo que esto ocurra. ¿Por qué? Porque la gente con actitudes corruptas, especialmente las personas egoístas y mezquinas, luchan por sus propios intereses, y pensar en los demás no les hace sentirse satisfechos en absoluto. Por lo tanto, este fenómeno, cuando se produce, es una anomalía. ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’: esta afirmación sobre la conducta moral es claramente una exigencia que no concuerda ni con los hechos ni con la humanidad, que es impuesta al hombre por moralistas sociales que no comprenden la humanidad. Es como decirle a un ratón que no se le permite hacer agujeros o a un gato que se le prohíbe cazar ratones. ¿Es correcto exigir algo así? (No. Desafía las leyes de la humanidad). Esta exigencia claramente no se ajusta a la realidad, y es muy vacía(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (6)). No entendí del todo estas palabras de Dios cuando las leí por primera vez, pues siempre había creído que lo de “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” era algo positivo. Siempre admiré a la gente así y aspiré a ser así. Sin embargo, al reflexionar detenidamente sobre las palabras de Dios, me parecieron absolutamente ciertas. Me convencí por completo. Y me quedé realmente estupefacto cuando leí: “La gente con actitudes corruptas, especialmente las personas egoístas y mezquinas, luchan por sus propios intereses, y pensar en los demás no les hace sentirse satisfechos en absoluto. Por lo tanto, este fenómeno, cuando se produce, es una anomalía. ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’: esta afirmación sobre la conducta moral es claramente una exigencia que no concuerda ni con los hechos ni con la humanidad, que es impuesta al hombre por moralistas sociales que no comprenden la humanidad. Es como decirle a un ratón que no se le permite hacer agujeros o a un gato que se le prohíbe cazar ratones”. Resultaba que la idea de “Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” que yo defendía era poco práctica, contraria a la humanidad y algo que la gente no puede lograr. No puede ser un criterio que las personas usen para comportarse y actuar. Al recordar mi conducta, realmente era tal como Dios la había expuesto. Cuando era estricto conmigo mismo e indulgente con los demás, me sentía ofendido y molesto, e incluso cuando acertaba, en realidad no quería hacerlo; no me sentía feliz con ello. Al igual que con Connor, era muy consciente de que él salía del paso en el deber, era perezoso, escurridizo e irresponsable. Yo estaba enojado y quería sacar a la luz sus problemas para que pudiera cambiar enseguida. No obstante, pensaba que no debía ser demasiado estricto, que debía ser duro conmigo mismo, no con los demás, así que renunciaba entonces a la idea de hablarle de sus problemas. Creía que yo podría sufrir un poco más, pagar un precio un poco más alto y no pedirle demasiado, así no parecería demasiado desconsiderado y puntilloso. Como responsable del trabajo de varios grupos, ya tenía una gran carga de trabajo. Tener que ayudarlo además a resolver problemas de su trabajo me hacía sentir perjudicado, y tenía muchas quejas, pero, por ser estricto conmigo mismo y tolerante con los demás, para que otros tuvieran buena opinión de mí, me callaba y lo toleraba. Ese era mi estado real y lo que verdaderamente pensaba. Como dice Dios: “El hombre nace egoísta, es una criatura egoísta, y está profundamente comprometido con esa filosofía satánica: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. La gente cree que para ellos sería catastrófico y poco natural no ser egoístas y preocuparse por sí mismos cuando les suceden cosas. Esto es lo que la gente cree y así es como actúa”. El hombre es egoísta por naturaleza, y yo no soy la excepción. Cuando hago más, me quejo del arduo trabajo y del esfuerzo, y me siento perjudicado, molesto y descontento por ello. Pero ¿por qué seguía yendo en contra de lo que siento, siendo estricto conmigo mismo e indulgente con los demás? ¿Qué carácter corrupto se oculta en realidad detrás de esta actitud de “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”? ¿Qué consecuencias tiene ser así? Con estas preguntas, me presenté ante Dios para orar y buscar.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’, al igual que los dichos ‘No te quedes el dinero que te encuentres’ y ‘Disfruta ayudando a otros’, es una de esas exigencias que la cultura tradicional hace respecto a la conducta moral de las personas. Del mismo modo, independientemente de si alguien puede alcanzar o ejercer esa conducta moral, sigue sin ser el criterio o la norma con que evaluar su humanidad. Puede que seas realmente capaz de ser estricto contigo mismo y tolerante con los demás y que te exijas un nivel de exigencia especialmente alto. Puede que seas muy puro y siempre pienses en los demás y muestres consideración hacia ellos sin ser egoísta ni buscar tus propios intereses. Puedes parecer especialmente magnánimo y desinteresado, y tener un gran sentido de la responsabilidad y la moral social. Tus allegados y las personas con las que te relacionas puede que perciban tus cualidades y tu noble personalidad. Es posible que tu comportamiento nunca dé a los demás motivos para culparte o criticarte, sino que suscite elogios profusos e incluso admiración. Es posible que la gente te considere alguien realmente estricto consigo mismo y tolerante con los demás. Sin embargo, estos no son más que comportamientos externos. ¿Son coherentes los pensamientos y deseos que habitan en lo más profundo de tu corazón con tales comportamientos externos, con estas acciones que vives externamente? La respuesta es que no, no lo son. La razón por la que puedes actuar así es que haya una motivación detrás. ¿Cuál es esa motivación exactamente? ¿Soportarías el hecho de que esa motivación viera la luz? Desde luego que no. Esto prueba que esta motivación es algo innombrable, algo oscuro y maligno. […] Se puede decir con certeza que la mayoría de las personas que se exigen cumplir la norma moral de ser ‘estricto con uno mismo y tolerante con los demás’ están obsesionados con el estatus. Impulsadas por sus actitudes corruptas, no pueden evitar buscar prestigio entre los hombres, relevancia social y estatus a ojos de los demás. Todas estas cosas están relacionadas con su deseo de estatus y las buscan al amparo de su conducta moral. ¿Y cómo surgen estas búsquedas suyas? Provienen y son impulsadas enteramente por sus actitudes corruptas. Así pues, pase lo que pase, que alguien cumpla o no la moral de ser ‘estricto consigo mismo y tolerante con los demás’, y que lo haga o no a la perfección, eso no puede cambiar su esencia-humanidad. Esto implica que no puede cambiar en modo alguno su punto de vista sobre la vida o su sistema de valores, ni guiar sus actitudes y perspectivas sobre todo tipo de personas, acontecimientos y cosas. ¿No es así? (Así es). Cuanto más capaz es una persona de ser estricta consigo misma y tolerante con los demás, mejor sabe fingir, disfrazarse y desorientar a los demás con un buen comportamiento y palabras agradables, y más falsa y perversa es por naturaleza. Cuanto más es de este tipo de personas, más profundo se vuelve su amor y su búsqueda de estatus y poder. Por muy maravillosa, gloriosa y correcta que parezca ser su conducta moral externa, y por muy agradable que sea para las personas contemplarla, la búsqueda tácita que reside en lo más profundo de su corazón, además de su esencia-naturaleza, e incluso sus ambiciones, pueden aflorar de ellos en cualquier momento. Por tanto, por muy buena que sea su conducta moral, no puede ocultar su esencia-humanidad intrínseca ni sus ambiciones y deseos. No puede ocultar su horrible esencia-naturaleza, que no ama las cosas positivas y que siente aversión por la verdad y la odia. Como demuestran estos hechos, el dicho ‘Sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás’ no solo es absurdo, sino que además pone en evidencia a esas personas ambiciosas que tratan de utilizar tales dichos y comportamientos para encubrir sus innombrables ambiciones y deseos(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (6)). Con lo expuesto en las palabras de Dios, descubrí que lo de “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” parece consistir en que ser comprensivo y tolerante con ellos es transigente y noble, pero en el fondo oculta una motivación inconfesable, oscura y malvada. Se trata de alardear con una conducta superficialmente buena nada más que para recibir la admiración de otros y ser adorado por ellos, y tener un estatus y una reputación más elevados entre los demás. Ese tipo de persona parece loable desde fuera, pero, a decir verdad, es un hipócrita que finge ser buena persona. Pensé en cómo había actuado y en lo que había revelado cuando fui compañero de Connor. Por muy negligente e irresponsable que fuera en el trabajo, yo no solo no se lo señalaba, ni compartía enseñanza ni lo podaba, sino que seguía siendo comprensivo, complaciente e indulgente. Por muy ocupado que yo estuviera, en el poco tiempo que hacía lo que Connor no hubiera hecho. Aunque fuera difícil o agotador, lo sacaba adelante. En realidad, no hacía eso por generoso. Tenía unas motivaciones ocultas. Temía herir su orgullo y ofenderlo si se lo señalaba directamente, y me preocupaba lo que pensaría de mí. Aunque no estuviera dispuesto a ayudarlo a hacer lo que él no hubiera hecho, me obligaba a hacerlo siempre para dar buena impresión, para mostrar a todos lo generoso que era, y para ganarme su admiración. En consecuencia, me volví cada vez más escurridizo y falso. Parecía una persona comprensiva, pero por detrás estaban mis motivaciones equivocadas. Cómo actuaba daba la gente una falsa impresión a la gente, la engañaba y la embaucaba. En ese momento, aprendí a discernir un poco la esencia de “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás”. Las despreciables motivaciones ocultas en mi interior me parecieron vomitivas. También estaba muy agradecido a Dios. Si Él no expusiera la esencia de esa parte de la cultura tradicional, yo habría permanecido equivocado, pensando que ser “estricto contigo mismo y tolerante con los demás” era algo propio de una persona de buena humanidad. Por fin me di cuenta de que es una falacia de Satanás para desorientar y corromper a la gente. No es para nada la verdad, ni una norma o criterio que sirva para evaluar la humanidad de una persona.

Luego, leí dos pasajes de las palabras de Dios: “Por muy estandarizadas que estén las supuestas exigencias y los dichos del género humano sobre la calidad moral de la gente, o por mucho que se adapten a los gustos, perspectivas, deseos e incluso intereses de las masas, no son la verdad. Esto es algo que debes entender. Y, dado que no son la verdad, debes apresurarte a negarlos y abandonarlos. También debes diseccionar su esencia, así como las consecuencias que se derivan de que la gente viva de acuerdo con ellos. ¿Pueden realmente provocar un verdadero arrepentimiento en ti? ¿Pueden realmente ayudarte a conocerte a ti mismo? ¿Pueden realmente hacer que vivas la semejanza humana? No pueden hacer nada de eso. Solo te harán hipócrita y sentencioso. Te harán más taimado y perverso. Hay algunos que dicen: ‘En el pasado, cuando sosteníamos estos aspectos de la cultura tradicional, nos sentíamos buenas personas. Cuando otras personas veían cómo nos comportábamos, también pensaban que éramos buenas personas. Pero en realidad, sabemos en nuestros corazones de qué clase de maldad somos capaces. Hacer un poco de bien solo lo disimula. Pero, si abandonamos los buenos comportamientos que nos exige la cultura tradicional, ¿qué deberíamos hacer en su lugar? ¿Qué comportamientos y manifestaciones llevarán gloria a Dios?’. ¿Qué piensas de esta pregunta? ¿Aún no saben qué verdades deben practicar los creyentes en Dios? Dios ha expresado tantas verdades, y hay tantas verdades que la gente debería practicar. Entonces, ¿por qué te niegas a practicar la verdad, e insistes en ser una falsa buena persona y un hipócrita? ¿Por qué finges?(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (5)). “En resumen, si bien hemos enumerado estos dichos sobre la conducta moral de la cultura tradicional, el objetivo de ello no es simplemente informaros de que son las nociones e imaginaciones de la gente y de que vienen de Satanás, y nada más. Es haceros entender claramente que la esencia de estas cosas es falsa, oculta y engañosa. Aunque la gente tenga estos comportamientos, no significa en absoluto que esté viviendo una humanidad normal. Más bien, están utilizando estos comportamientos falsos para encubrir sus intenciones y objetivos, y para ocultar sus actitudes corruptas y su esencia-naturaleza. Como resultado, la gente está mejorando cada vez más en fingir y engañar a los demás, lo que a su vez hace que se vuelva aún más corrupta y malvada. Las normas morales de la cultura tradicional a las que se aferra la humanidad corrupta son incompatibles con las verdades que Dios expresa, y no son coherentes con ninguna de las palabras que Dios enseña a la gente, no tienen ninguna conexión. Si tú todavía te aferras a los aspectos de la cultura tradicional, entonces has sido completamente desorientado e intoxicado. Si hay algún asunto en el que te aferras a la cultura tradicional y acatas sus principios y puntos de vista, entonces estás rebelándote contra Dios y vulnerando la verdad, y estás yendo en contra de Dios en ese asunto. Si te aferras a cualquiera de estas afirmaciones acerca de la conducta moral y te comprometes con ella, y la tratas como un criterio o un fundamento respecto de tu forma de ver a las personas o las cosas, entonces es allí donde has errado, y si juzgas o perjudicas a los demás hasta cierto punto, habrás cometido un pecado. Si siempre insistes en medir a todo el mundo según las normas morales de la cultura tradicional, entonces el número de personas a las que has condenado y tratado injustamente seguirá multiplicándose y ciertamente condenarás y te resistirás a Dios, y entonces serás un archipecador(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Qué significa perseguir la verdad (5)). La meditación de las palabras de Dios me aportó más claridad. Cuando observamos que alguien es negligente, taimado o irresponsable en el trabajo, debemos señalárselo, o podarlo para que vea la naturaleza y las consecuencias de ser negligente, y cambie a tiempo. Eso es lo que debe hacer alguien de buena humanidad. Sin embargo, yo, por preservar mi imagen y mi estatus, era indulgente y complaciente, y me callaba los problemas que veía. En consecuencia, Connor no era consciente de su carácter corrupto, y siguió siendo negligente e irresponsable en el deber. Eso es perjudicial para la entrada en la vida de los hermanos y hermanas, es una transgresión. Yo no estaba siendo ni de lejos considerado o comprensivo con él, sino que le hacía daño. Comprobé que yo no era para nada buena persona. No solo dañaba a los hermanos y hermanas, sino que estaba demorando y repercutiendo en el trabajo de la iglesia. En ese momento, me di cuenta de veras de que “sé estricto contigo mismo y tolerante con los demás” no es la verdad, que no es el criterio según el cual la gente debería comportarse, sino una herejía y una falacia que Satanás emplea para desorientar, despistar y corromper a la gente. No podía continuar permitiendo que Satanás me engañara: debía hacer lo exigido por Dios basándome en Sus palabras y con la verdad como criterio para apreciar tanto a las personas las cosas, como a mi comportamiento y mis acciones. Después, cuando observaba problemas con Connor, dejé de tolerarlo o complacerlo. Se los señalaba para que pudiera verlos y cambiar.

Pronto, me dieron la responsabilidad de otro aspecto del trabajo, que era manejar los asuntos generales. Mientras lo analizaba, advertí que un hermano no se tomaba en serio el deber y era descuidado en todo lo que hacía. Quise solucionar yo mismo sus errores y acabar con ellos, para evitar señalárselos y avergonzarlo. Entonces, me di cuenta de que revelaba esos pensamientos para proteger mis intereses y tener una buena imagen ante los demás. No quería señalarle su problema por temor a ofenderlo. ¡Esa es una motivación despreciable! Recordé algo que Dios dijo: “Al mismo tiempo que realizas tu deber correctamente, también debes asegurarte de no hacer nada que no beneficie a la entrada en la vida de los escogidos de Dios, y de no decir nada que no sea útil para los hermanos y hermanas. Como mínimo, no debes hacer nada que vaya en contra de tu conciencia y no debes hacer absolutamente nada que sea vergonzoso. En particular, no hagas nada en absoluto que se rebele o se resista a Dios, y no debes hacer nada que perturbe el trabajo de la iglesia o la vida de iglesia. Sé justo y honorable en todo lo que hagas y asegúrate de que cada acción sea presentable delante de Dios(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo es tu relación con Dios?). Las palabras de Dios me enseñaron claramente el principio de actuación. Haga lo que haga, tiene que favorecer la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y ser edificante. También he de aceptar el escrutinio de Dios. Cuando vi que ese hermano era negligente en el deber, debí señalárselo para que apreciara su problema y cambiara enseguida. Eso sería provechoso para su entrada en la vida y para el trabajo de la iglesia. Si yo no decía nada, y en cambio me limitaba a ayudarlo mansamente a hacer las cosas, él no vería sus problemas y no progresaría en el deber. Con esta idea, le hablé de los problemas que apreciaba en su trabajo. Tras escucharme, quiso cambiar. Me sentí muy tranquilo y en paz una vez que puse aquello en práctica. ¡Gracias a Dios Todopoderoso!

Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.

Contenido relacionado

Liberación interior

Por Zheng Xin, Estados Unidos En octubre de 2016, mi esposo y yo aceptamos la obra de Dios en los últimos días estando en el extranjero....

Reducir tamaño de fuente
Aumentar tamaño de fuente
Pantalla completa
Salir de pantalla completa