El amor ciego es terrible

14 Feb 2025

Por Xiao Li, China

En 1998, mis tres hermanas y yo aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Solíamos compartir las palabras de Dios, cantar himnos y alabar a Dios juntas, y también nos animábamos entre nosotras a perseguir la verdad con ahínco y a buscar la salvación. Después, todas empezamos a cumplir deberes en la iglesia y, siempre que nos encontrábamos, charlábamos sobre nuestra situación actual y sobre lo que habíamos aprendido en nuestros deberes. No obstante, mi hermana pequeña, Xiao Zhi, cuando no se quejaba de las dificultades de su deber, hablaba, sobre todo, de los problemas de otra gente. Una vez, Xiao Zhi dijo que se había encontrado con muchos problemas en sus inicios como líder del equipo de riego, pero que el líder de la iglesia no la ayudó. También se quejaba de que los hermanos y hermanas no captaban los principios en su deber, de que el líder no hablaba de este problema ni lo resolvía y de que él no sabía hacer una obra real. Sin embargo, yo conocía al líder de su iglesia y, a decir verdad, él sabía hacer una obra real. Al ver que mi hermana no procuraba aprender de su experiencia, sino que tan solo criticaba los defectos de su líder, yo pensaba que simplemente le faltaba experiencia y que aún no había llegado a conocerse a sí misma, por lo que a menudo la ayudaba y compartía con ella las palabras de Dios. Le decía que dejara de fijarse en los demás, que comenzara a centrarse en su entrada en la vida y que tratara de aprender de las dificultades con que se encontrara. Al correr del tiempo, no nos veíamos mucho, ya que las dos estábamos muy ocupadas.

En agosto de 2018, un día descubrí por casualidad una carta de un líder a la hermana Xiang Yuxun en la que le pedía más datos para el expediente de una persona malvada a la que iban a expulsar. Para mi sorpresa, la persona malvada era mi hermana pequeña, Xiao Zhi. En aquel momento no podía creer lo que estaba viendo. Ni en mis fantasías más alocadas había pensado que expulsarían a mi hermana. Miré más detenidamente la reseña de Yuxun y vi que Xiao Zhi, en su época de supervisora de la labor de riego, a menudo había aprovechado el puesto para reprender y ningunear a los demás. Cuando una hermana sacó a relucir sus imperfecciones, Xiao Zhi no admitió las críticas y llegó a ridiculizar y atacar a esa hermana. A la larga, esta se sentía tan limitada y triste que ya no quería cumplir con su deber. Otros hermanos y hermanas también se sentían limitados por Xiao Zhi en distinta medida y estaban abatidos. Cuando descubrí esta información, no me podía creer que Xiao Zhi cometiera semejantes maldades y llegué a tener ciertas ideas sobre Yuxun: “¿Tienes algún tipo de prejuicio contra mi hermana? Puede que no tenga una gran entrada en la vida, pero no es una persona malvada. ¿Es posible que estés exagerando el caso?”. Cuanto más lo pensaba, más me molestaba. Esa noche no pude conciliar el sueño. Pensé en que mi hermana había dejado a su familia y su empleo y en lo duro que le había resultado viajar todos esos años para predicar el evangelio y cumplir con su deber. Recordé que, en una ocasión, una persona malvada la denunció mientras ella predicaba el evangelio, y se vio obligada a esconderse una noche en una casa en ruinas para que no la detuvieran. Durante sus años de predicación del evangelio, había habido personas religiosas que la habían golpeado y maltratado a gritos, había dormido en pajares y pocilgas y a menudo había pasado hambre. Puede que no tuviera mucho de qué presumir de sus muchos años como creyente, pero se había esforzado mucho. ¿Cómo era posible que ahora la expulsaran por ser una persona malvada? No obstante, reflexioné que la iglesia actúa según los principios y que la expulsión siempre se basa en el patrón de conducta de una persona y en su esencia-naturaleza. La iglesia nunca acusa a nadie por error. ¿Era Xiao Zhi una persona malvada en realidad? La sola idea me apenaba. Si, en efecto, la expulsaban, no se salvaría y todas las penurias que había padecido habrían sido en vano. Los siguientes días me sentía fatal cada vez que lo pensaba, como si una piedra me oprimiera el pecho.

Días después recibí una carta de otra de mis hermanas, Xiao Yue, en la que decía que nuestra hermana pequeña estaba muy mal y necesitaba una operación. Al leer la carta pensé: “Si a Xiao Zhi le puede servir esta enfermedad para hacer introspección y arrepentirse ante Dios, tal vez pueda eludir la expulsión”. Escribí inmediatamente a Xiao Zhi y, con las palabras de Dios, le hablé de Su carácter justo. Le dije que tenía que aprovechar la enfermedad como una oportunidad de introspección y arrepentimiento, en lugar de buscar causas externas. Sin embargo, el asunto de Xiao Zhi no era tan sencillo como yo pensaba. Cuando fui a casa dos meses más tarde, Xiao Yue me habló de la conducta de nuestra hermana pequeña. El carácter de Xiao Zhi era especialmente arrogante; tras asumir el trabajo de riego, se había empeñado en que todo se hiciera a su manera. Cuando una hermana compañera suya discrepó de ella sobre el trabajo y no estuvo de acuerdo con sus puntos de vista, Xiao Zhi se había alterado y había recurrido a atacarla y excluirla. Incluso había intentado poner a otros en contra de la hermana difundiendo prejuicios para desorientarlos y que la criticaran igual que ella. Más adelante, cuando esa hermana no estaba en bien, Xiao Zhi no solo no la ayudó, sino que también abrió una brecha entre ella y los demás diciendo que la hermana no sabía cumplir con su deber porque estaba mal e impidiendo que los otros la ayudaran. Esto hizo que la hermana se volviera aún más negativa, hasta que ya no pudo cumplir con el deber y fue destituida. Cuando otra hermana señaló que se sentía limitada por Xiao Zhi, esta sintió un hondo resentimiento y aprovechó cada ocasión que tuvo para vengarse de esa hermana y atacarla. También juzgaba y denigraba a la hermana delante de otros hermanos y hermanas. Cuando la hermana se angustió y se volvió negativa por ello, Xiao Zhi aprovechó para contarles al líder y a los demás que la hermana había perdido la obra del Espíritu Santo y no era apropiada para su deber, y afirmó querer su destitución. Los hermanos y hermanas se veían afectados negativamente por los constantes ataques y castigos de Xiao Zhi y por el modo en que los excluía y denigraba, y por eso no rendían en el trabajo. La labor de riego de la iglesia se estaba viendo gravemente interrumpida. Su líder le señaló sus problemas e intentó ayudarla en varias ocasiones, pero ella, además de no admitir sus críticas, se las refutaba continuamente. Hasta su destitución no demostró autoconocimiento alguno y se mostró desafiante. Incluso se metía con los defectos del líder y lo criticaba a sus espaldas. Cuando Xiao Yue trató de señalarle sus problemas, se quejó de que Xiao Yue no la entendía ni defendía. Llegó a afirmar: “Una no puede hablar honestamente en la iglesia. Me destituyeron simplemente por hablar abiertamente de lo que pensaba”. Esto me escandalizó. No me había dado cuenta de que mi hermana pequeña estaba así de preocupada por el estatus, de que tenía una naturaleza tan ruin y de que era capaz de atacar y castigar a los que no estaban de acuerdo con ella. No era una corrupción normal, ¡sino un problema de su propia naturaleza! Posteriormente, cuando me encontré con ella, le hablé encarecidamente y le aconsejé que reflexionara sobre sus actos malvados. Si no se arrepentía, le dije, la expulsarían y perdería la ocasión de salvarse. Para mi sorpresa, lejos de aceptar mi consejo, replicó indignada: “No sabes lo que ha pasado y no quiero hablar más de ello. Si digo alguna cosa más, todos diréis que trato de salirme con la mía”. Me asombró verla tan ofendida. No sabía que fuera tan testaruda y que no aceptara la verdad en absoluto. ¿Era imposible su redención? Esto me hundió anímicamente. Recordé que, cuando estábamos juntas, siempre criticaba a otras personas, las juzgaba y nunca hacía introspección. También se metía siempre con los defectos del líder. Me acordé de estas palabras de Dios: “Aquellos que dan rienda suelta a su conversación venenosa y maliciosa dentro de la iglesia, que difunden rumores, fomentan la desarmonía y forman grupitos entre los hermanos y hermanas deberían haber sido expulsados de la iglesia. Sin embargo, como esta es una era diferente de la obra de Dios, estas personas son restringidas, pues sin duda serán descartadas. Todos los que han sido corrompidos por Satanás tienen un carácter corrupto. Algunos no tienen nada más que un carácter corrupto, mientras que otros son diferentes: no solo tienen un carácter satánico corrupto, sino que su naturaleza también es extremadamente malévola. No solo sus palabras y acciones revelan su carácter corrupto y satánico; además, estas personas son los auténticos diablos y satanases. Su comportamiento trastorna y perturba la obra de Dios, perturba la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y daña la vida normal de iglesia. Tarde o temprano, estos lobos con piel de oveja deben ser depurados; debe adoptarse una actitud despiadada, una actitud de rechazo hacia estos lacayos de Satanás. Solo esto es estar del lado de Dios y aquellos que no lo hagan se están revolcando en el fango con Satanás(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Con las palabras de Dios aprendí que la conducta de mi hermana pequeña no era la manifestación transitoria de un carácter corrupto, sino un reflejo de su naturaleza, profundamente malvada. Castigaba, acosaba y tomaba represalias contra los demás, y excluía y atacaba a cualquiera que discrepara de ella o afectara a sus intereses. Tergiversaba los hechos para juzgar y condenar a otros hasta reducirlos a un estado de negatividad. El líder y los demás la podaron y la ayudaron en relación con su conducta en varias ocasiones, pero nunca admitía su culpa, siempre era reacia y les refutaba. No había en ella remordimiento ni introspección, y hasta odiaba y atacaba al líder. Xiao Yue y yo hablamos con ella y la ayudamos varias veces, pero no admitía lo que le decíamos y se resentía y resistía con respecto a nosotras porque creía que le estábamos complicando la vida. Tras su destitución, no hizo introspección y tergiversó los hechos diciendo que en la iglesia no se podía hablar con honestidad y que la habían destituido nada más que por hablar sin rodeos. ¿Eso no era trastocar la verdad y desorientar a los demás? ¿No estaba negando la justicia de Dios y que la verdad impera en Su casa? Antes yo siempre había pensado que le faltaba entrar en la vida y que sus malas conductas eran simplemente una manifestación transitoria de corrupción, así que seguí ayudándola y apoyándola. Sin embargo, ahora me daba cuenta de que no se trataba de una entrada insuficiente en la vida ni de una manifestación transitoria de corrupción. Ella sentía aversión por la verdad y la odiaba, y su esencia era la de una persona malvada.

Antes creía que, como mi hermana pequeña se había sacrificado, se había esforzado, había sufrido enormemente en el deber y había trabajado arduamente, si bien no había logrado nada importante, Dios lo tendría en cuenta aunque ella no persiguiera la verdad. Ahora bien, después, al leer las palabras de Dios entendí que esa comprensión estaba distorsionada. Las palabras de Dios dicen: “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no siguen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable. Por lo tanto, todos aquellos quienes son castigados, reciben castigo por la justicia de Dios y como retribución por sus numerosas acciones malvadas(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Las palabras de Dios me enseñaron que Él no decide el destino de cada persona por su antigüedad, ni por cuánto haya sufrido ni por cuánto se haya sacrificado y esforzado, sino en función de si ha alcanzado la transformación del carácter y la verdad. Todos aquellos que aceptan la verdad, la practican y finalmente alcanzan la transformación de carácter pueden alcanzar la salvación. En cuanto a las personas malvadas, los incrédulos y anticristos, que sienten aversión por la verdad y la odian, por mucho que sufran, al final serán descartados y no alcanzarán la salvación porque cometen toda clase de maldades y no logran la más mínima transformación. Me acordé de que mi hermana pequeña había seguido la fe durante varios años y, sin embargo, pese a que aparentemente se sacrificaba, se esforzaba y sufría por el deber, no perseguía la verdad en modo alguno, no llegó a conocerse a sí misma y no sentía remordimiento ni arrepentimiento por haber provocado tantas interrupciones en la labor de la iglesia. Que hubiera llegado a esto, a la expulsión, era algo de lo que solamente podía culparse a sí misma. Era la justicia de Dios. Yo siempre había creído que su capacidad de sacrificarse, esforzarse y sufrir en el deber implicaba que era una creyente sincera, pero ahora me daba cuenta de que lo hacía todo por el renombre y el estatus, más que por perseguir la verdad y alcanzar la transformación de carácter. Por mucho tiempo que hubiera mantenido la fe o sufrido, no había aceptado la verdad en absoluto, no se había arrepentido ni transformado sinceramente y, de manera inevitable, sería descartada al final. Recordé que, en las apariencias, Pablo se sacrificaba, se esforzaba y trabajaba arduamente en su deber, viajó por media Europa predicando el evangelio; y que, como no se ocupó de su transformación de carácter ni aspiraba a cumplir con su deber de ser creado, sino que se esforzaba en su afán por recibir una corona y las bendiciones del reino celestial, fue capaz de afirmar: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). Pablo exigía descaradamente una corona a Dios, y en sus sacrificios no había sinceridad ni sumisión hacia Dios: todo era una transacción impulsada por la ambición y el deseo. Siguió la senda de resistencia a Dios, con lo que en última instancia ofendió el carácter de Dios e incurrió en el castigo eterno. Comprendí que no se obtiene nada de la fe si uno no persigue y acepta la verdad y se centra, por el contrario, en aparentar sacrificio y sufrimiento. Eso puede incluso terminar en castigo, pues, de esta forma, uno se expone a cometer todo tipo de maldades.

Más adelante descubrí un pasaje de las palabras de Dios que me aportó una senda de práctica. Las palabras de Dios dicen: “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son rebeldes contra Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y los tratas con conciencia y amor, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si las personas han llegado a este punto y siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ningún deseo de buscar las intenciones de Dios o sin ser capaces de ninguna manera de considerar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado. Cualquiera que no cree en el Dios en la carne es Su enemigo. Si puedes tener conciencia y amor hacia un enemigo, ¿no careces del sentido de la rectitud? Si eres compatible con los que Yo detesto y con los que estoy en desacuerdo, y aun así tienes amor o sentimientos personales hacia ellos, entonces ¿acaso no eres rebelde? ¿No estás resistiéndote a Dios de una manera intencionada? ¿Posee la verdad una persona así? Si las personas tienen conciencia hacia los enemigos, amor hacia los demonios y misericordia hacia Satanás, ¿no están trastornando de manera intencionada la obra de Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Sentí una honda culpa tras leer las palabras de Dios. Dios pide que amemos lo que Él ama y odiemos lo que Él odia. Aquellos que no aceptan, y hasta desprecian, la verdad son personas malvadas; son de la calaña del diablo, Satanás, y deben ser objeto de abominación. Mi hermana pequeña cometió todo tipo de maldades, no se arrepintió y fue revelada como persona malvada, pero yo no discernía su auténtica sustancia de acuerdo con las palabras de Dios y afirmaba continuamente que ella estaba siendo objeto de agravio porque había sufrido enormemente en el deber, se había sacrificado mucho y se había esforzado, pese a que tenía poco de qué presumir. ¿No estaba siendo amable con Satanás y poniéndome de su parte en su resistencia a Dios? Yo era creyente desde hacía muchos años, había comido y bebido muchas de las palabras de Dios, pero no sabía analizar a las personas y las situaciones a la luz de Sus palabras. En cambio, dejaba que mi afecto dictara mis palabras, no sabía diferenciar el bien del mal y no captaba lo más mínimo los principios. Estaba aturdida y confundida, y Dios me despreciaba y aborrecía. Una vez que me di cuenta, pude desprenderme de mi afecto por mi hermana pequeña y contemplar su expulsión con la actitud adecuada.

Un día, tres meses después, cuando por casualidad oí decir a la hermana que tenía por compañera que estaba en orden toda la información necesaria para la expulsión de mi hermana pequeña, sentí una punzada de tristeza. “Ya está perdida toda esperanza de salvación para ella”, pensé. Cuanto más lo pensaba, más compadecía a mi hermana pequeña. Incluso mantenía la esperanza de que tal vez la información recabada para la expulsión fuera insuficiente y ella pudiera seguir contribuyendo con mano de obra en la iglesia. Sin embargo, me di cuenta de que yo tenía una actitud equivocada. Sabía claramente que mi hermana pequeña era una persona malvada en esencia y que no sería destinataria de la salvación de Dios, pese a lo cual empatizaba con ella y la compadecía con la esperanza de mantenerla en la iglesia. ¿No me estaba compadeciendo de un demonio y oponiéndome a Dios? Por ello, me apresuré a orar a Dios para pedirle que me guiara a fin de superar las limitaciones de mi afecto. Después de orar recordé estos pasajes de las palabras de Dios: “Todos viven en un estado sentimental y, por ello, Dios no evita ni a uno solo de ellos y expone los secretos escondidos en el corazón de todos los seres humanos. ¿Por qué a las personas les es tan difícil separarse de sus sentimientos? ¿Acaso hacer esto sobrepasa los estándares de la conciencia? ¿Puede la conciencia cumplir la voluntad de Dios? ¿Pueden los sentimientos ayudar a las personas durante la adversidad? A los ojos de Dios, los sentimientos son Su enemigo. ¿No se ha expuesto esto claramente en las palabras de Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 28). “No les doy a las personas la oportunidad de expresar sus sentimientos porque Yo no tengo sentimientos carnales y he llegado a detestar a un grado extremo los sentimientos de la gente. Es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido dejado de lado y, así, me he convertido en ‘otro’ a sus ojos; es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido olvidado; es por los sentimientos del hombre que él aprovecha la oportunidad para recoger su ‘conciencia’; es por los sentimientos del hombre que siempre siente aversión por Mi castigo; es por los sentimientos del hombre que me llama injusto y parcial y dice que estoy haciendo caso omiso de los sentimientos humanos en Mi manejo de las cosas. ¿También tengo parientes sobre la tierra?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 28). Con lo expuesto en las palabras de Dios aprendí que los afectos son nuestro mayor impedimento para practicar la verdad. No sabemos analizar a las personas y las situaciones a la luz de los principios-verdad cuando vivimos de acuerdo con nuestros afectos. Cuando me enteré de que mi hermana pequeña iba a ser expulsada de la iglesia, la comprendí, me compadecí de ella, y hasta esperaba que su caso no cumpliera los criterios de expulsión y que ella pudiera permanecer en la iglesia; todo ello por mi excesivo afecto por ella. Como vivía de acuerdo con venenos satánicos como “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?” y “La sangre es más espesa que el agua”, me volví incapaz de discernir el bien del mal y de saber qué debía amarse y qué despreciarse. Cuando Yuxun presentó la información sobre mi hermana pequeña, la defendí a esta de lo que consideraba una injusticia sin antes comprender la realidad de la situación. Pensé que Yuxun había exagerado el caso en su informe y me quejé de que no ayudara a mi hermana. A decir verdad, los hermanos y hermanas habían hablado con ella y la habían ayudado varias veces, pero ella no había aceptado su ayuda y se dedicó a criticarlos a sus espaldas. Verdaderamente, yo estaba tergiversando la situación y hablando en nombre de Satanás. A pesar de que mi hermana había cometido tantas maldades, no la odiaba, e incluso deseaba que siguiera en la iglesia; me había dejado dominar por el afecto. Cada día que a una persona malvada como ella se le permitiera permanecer en la iglesia sería otro día en el que se cometería el mal, lo que ocasionaría un perjuicio aún mayor a los hermanos y hermanas y al trabajo de la iglesia. ¿No estaba consintiendo la maldad de Xiao Zhi al querer que permaneciera en la iglesia y dejar que continuara interrumpiendo el trabajo de aquella? ¡Había participado en las fechorías de una persona malvada! Fue entonces cuando finalmente me hice una idea de lo que significaba, en las palabras de Dios, la afirmación: “Los sentimientos son Su enemigo”. Entendí que, si no buscaba la verdad y dejaba que el afecto dictara cómo actuaba frente a los problemas, me exponía a hacer el mal y resistirme a Dios en cualquier momento.

Luego vi un pasaje de las palabras de Dios que señala: “Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. Si tus padres no creen en Él, si saben perfectamente que la fe en Dios es la senda correcta y que puede conducir a la salvación, y sin embargo siguen sin estar receptivos, entonces no cabe duda de que son personas que sienten aversión por la verdad y que la odian, y de que se resisten a Dios y lo odian. Y Él naturalmente los aborrece y los odia. ¿Podrías aborrecer a esos padres? Se oponen a Dios y lo agravian, en cuyo caso, seguramente son demonios y satanases. ¿Podrías odiarlos y maldecirlos? Todas estas son preguntas reales. Si tus padres te impiden creer en Dios, ¿cómo debes tratarlos? Tal y como pide Dios, debes amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia. Durante la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo: ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’. ‘Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Estas palabras ya existían en la Era de la Gracia, y ahora las palabras de Dios son incluso más claras: ‘Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia’. Estas palabras van directas al grano, pero las personas a menudo son incapaces de captar su verdadero sentido(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Con las palabras de Dios me hice una idea de Su justicia. Dios trata a la gente de acuerdo con los principios y nos pide que nosotros hagamos lo mismo. Debemos amar a los que persiguen la verdad, creen sinceramente en Dios y cumplen lealmente con el deber; y desdeñar y despreciar a quienes son todas personas malvadas que trastornan constantemente en la iglesia con sus castigos y ataques a hermanos y hermanas mientras ellos odian la verdad y a Dios. Aunque sean familiares nuestros, debemos contemplarlos a la luz de las palabras de Dios, amando lo que Dios ama y odiando lo que Dios odia. Sin embargo, a mí me faltaba la verdad. Lo contemplaba todo desde la perspectiva del afecto. Carente de principios y discernimiento, mostré amor y compasión hacia una persona malvada, un demonio que había quedado en evidencia. ¡Era un amor ciego! Cuando lo comprendí, alabé la justicia de Dios y fui testigo de que la verdad y la justicia imperan en Su casa, de modo que ninguna persona malvada puede alcanzar posición alguna en ella. Ahora, con la ayuda de las palabras de Dios, he podido liberarme de las cadenas del afecto y comprenderme un poco a mí misma. ¡Gracias a Dios!

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