Cómo superar las nociones para recibir al Señor
Bueno, ¿cuándo conociste la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días? En 2005, en una reunión de estudio de la Biblia. En ese momento, el sacerdote nos dijo: “Hoy día hay una denominación llamada ‘Relámpago Oriental’. Predica que Dios ha regresado, está realizando una nueva obra y ha expresado nuevas palabras. Asimismo, que no todas las palabras de la Biblia son de Dios, sino que algunas son de seres humanos, y que la Biblia está obsoleta”. El sacerdote nos comentó que esto era imposible, que toda palabra de Dios está en la Biblia y que no hay ninguna más fuera de ella. Además, citó a Pablo, que en 2 Timoteo 3:15-16, manifestó: “Toda escritura inspirada de Dios es propia para enseñar, para convencer, para corregir a los pecadores, para dirigir a los buenos en la justicia o virtud, en fin, para que el hombre de Dios o el cristiano sea perfecto, y esté apercibido para toda obra buena”. Para él, según este versículo, todas las palabras de la Biblia son de Dios, lo que significa que la Biblia representa al Señor, que se ha de creer en el Señor según la Biblia y que todo lo que se aparte de la Biblia no es creer en Dios. Dijo que cualquier cosa que se aparte de la Biblia es herejía y un engaño a la gente, y que no debíamos creerlo bajo ningún concepto. También nos pidió cuidar de la iglesia y no dejar que los creyentes contactaran con predicadores del Relámpago Oriental. Entonces, en realidad, coincidí con las opiniones del sacerdote, pues está escrito en la Biblia que toda Escritura es inspirada por Dios. ¿Eso no quiere decir que es palabra de Dios? Según la Escritura, el cielo y la tierra pasarán, mas toda palabra de Dios se cumplirá y no pasará. Pensé: “El Relámpago Oriental no lee la Biblia y se ha apartado de ella; así pues, ¿no está engañando a la gente?”. Creí que debía colaborar con el sacerdote para proteger el rebaño y evitar que engañaran a los hermanos y hermanas. Reflexioné: “El sacerdote entiende la Biblia mejor que yo y debe de tener razón en lo que dice, así que debo hacer lo que él diga y ceñirme a la Biblia pase lo que pase”. Por ello, en aquel entonces yo solía hablar en las reuniones de cómo guardarse del Relámpago Oriental. Además, creía que esta era mi responsabilidad como predicadora y siempre recelaba de los que venían del Relámpago Oriental a predicar a nuestra iglesia. Me sorprendió que, poco después, mi madre aceptara la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días.
Al poco de aceptarla vino a predicarme el evangelio. Sin embargo, cuando dijo que era el Relámpago Oriental, fui especialmente reacia. Incluso le refuté: “Mamá, ¿por qué crees en el Relámpago Oriental? El sacerdote siempre ha dicho que el Relámpago Oriental se aparta de la Biblia y es herejía. Si crees en el Relámpago Oriental, traicionas al Señor. Has de confesar los pecados al Señor y arrepentirte”. A lo que mi madre respondió: “¿Conoces la situación real del Relámpago Oriental? No has oído sermones del Relámpago Oriental ni leído las palabras de Dios Todopoderoso, pero lo juzgas y condenas a ciegas. Así es muy fácil oponerse a Dios. Hay una profecía en la Biblia sobre el Relámpago Oriental: ‘Porque como el relámpago sale del oriente y se deja ver en un instante hasta el occidente, así será el advenimiento del Hijo del hombre’ (Mateo 24:27)”. Me contó que el Relámpago Oriental es la aparición y obra del Señor en los últimos días. Al oír a mi madre decir aquello, me negué a escucharlo. Hasta le volví a refutar, alegando: “Digas lo que digas, el Relámpago Oriental se aparta de la Biblia y no es el camino verdadero. Si creemos en el Señor y no leemos la Biblia, ¿seguimos creyendo en Él? Apartarse de la Biblia es traicionar al Señor”. Entonces, cuando mi madre vio mi actitud, negó con la cabeza y no habló más.
Sin embargo, poco después, mi sacerdote supo que mi madre creía en Dios Todopoderoso. Un día, al término de la misa, el sacerdote anunció a la congregación que mi madre creía en Dios Todopoderoso y prohibió a la congregación tener contacto con ella; si lo hacían, participarían de su iniquidad. Entonces creía que el sacerdote lo hacía por proteger el rebaño, por lo que me puse de su parte y traté de convencer a mis hermanos y hermanas. Les dije: “El sacerdote lo hace por nuestro bien. No podemos escuchar sermones del Relámpago Oriental. Aunque nos predique un familiar, no podemos creerlo. Hemos de aferrarnos a la Biblia y al nombre del Señor. Solo se salvarán los que resistan hasta el final”. Asimismo: “Mi madre me lo predicó a mí, pero no me lo voy a creer”. Al oírme los hermanos y hermanas, también ellos dijeron que no escucharían sermones del Relámpago Oriental.
Pasado un tiempo, mi madre y mi hermana mayor vinieron de nuevo a casa. En cuanto las vi, les dije: “No tratéis de convencerme más. No voy a leer el libro del Relámpago Oriental. Toda palabra de Dios está en la Biblia. ¿Cómo va a ser este libro palabra de Dios?”. Mi hermana me respondió: “Dices que no es palabra de Dios sin ni siquiera estudiarlo. Eso es un tanto dogmático. La Biblia es un mero testimonio de Dios, un texto histórico con las palabras y la obra de Dios en la Era de la Ley y la Era de la Gracia. ¿Acaso las palabras y la obra de Dios en los últimos días se escribieron antes en la Biblia? En la actualidad, ha llegado Dios Todopoderoso, el Salvador, ha expresado muchas palabras y está realizando la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios. Este libro contiene las palabras y la obra de Dios en los últimos días. Ningún ser humano puede abrir el pequeño rollo que cita el Apocalipsis. Solo lo puede abrir el Cordero. Hoy día, Dios Todopoderoso ha venido y ha abierto el rollo, que es el libro El rollo abierto por el Cordero”. Prosiguió: “Este libro contiene las palabras expresadas por boca del propio Dios”. Cuando oí a mi hermana, pensé: “Efectivamente, el Apocalipsis cita un rollo, así que lo que ella afirma no se aparta de la Biblia”. De pronto no sentí tanta repulsa hacia el libro, pero, pensándolo mejor, seguía sin parecerme bien. A fin de cuentas, ellas no leían la Biblia. ¿Cómo podían creer en el Señor si se apartaban de la Biblia? Así pues, continué negándome a leerlo. Al final, tras reiterados intentos de convencerme de mi madre y mi hermana, no pude hacer otra cosa que permitir a regañadientes que me dejaran el libro. Pero sí reflexioné sobre lo que comentó mi hermana acerca del rollo del Apocalipsis y de que este libro contenía las palabras y la obra de Dios en los últimos días. Recapacité: “El Apocalipsis trata asuntos de los últimos días y habla de visiones. Muy pocos se atreven a discutirlo o saben hacerlo inteligiblemente”. Pensé que el contenido de ese libro debía de ser muy profundo y abordar misterios, por lo que me dieron muchas ganas de leerlo. Sin embargo, también pensaba que creer en Dios suponía creer en la Biblia. Por muy bueno que sea un libro, no sustituye a la Biblia. Por ello, en ese momento me quité de la cabeza la idea de leer el libro.
Poco después, mi madre volvió a predicarme el evangelio, lo que coincidió con un episodio de la enfermedad mental de mi hermano menor, así que culpé a mi madre de que se presentara su enfermedad. Le dije que habíamos perdido la protección del Señor porque ella lo había traicionado. Intenté convencerla de que confesara sus pecados al Señor, se arrepintiera y oráramos juntas por mi hermano para pedirle que lo bendijera con una pronta recuperación. Llorando, mi madre me respondió: “Yo también estoy muy triste por el estado de tu hermano, pero no podemos creer en Dios solo para recibir gracia y bendiciones de Él. Dios es el Creador y hemos de creer en Él tanto si nos otorga Su gracia y Sus bendiciones como si no. Hemos de ser como Job, que obedecía a Dios y alababa Su nombre recibiera bendiciones o desastres. Esto es lo que supone la fe sincera”. Según ella, creer en Dios Todopoderoso no era traicionar al Señor, sino seguir las huellas del Cordero y recibir al Señor. Me dijo que no tenía quejas de Dios por la enfermedad de mi hermano y que, pasara lo que pasara, seguiría a Dios hasta el final. Me sorprendió mucho oír aquello de mi madre. Pensé que en la iglesia solo debatíamos cómo creer en Dios para recibir Sus bendiciones y Su gracia, pero, ese día, mi madre había hablado con una comprensión muy profunda. Por ello, me pregunté si la había adquirido gracias a aquel libro. Luego me pregunté qué clase de Dios era Dios Todopoderoso y qué clase de cosas manifestaba. Después de un suceso tan impactante para la familia, mi madre no solo no tenía quejas, sino una fortísima fe en Dios. Por tanto, tuve aún más curiosidad por el libro, pero de nuevo recordé lo señalado por mi sacerdote: que bajo ningún concepto debíamos leer libros del Relámpago Oriental y que quien los leyera quedaría absorbido sin retorno. Por ello, todavía tenía dudas y volví a quitarme de la cabeza la idea de leerlo.
Posteriormente, mi madre vino una y otra vez a predicarme el evangelio. Así durante siete años, pero seguí sin atreverme a investigar. En septiembre de 2011. En aquella época notaba mi espíritu vacío y no había nada nuevo que predicar. Había leído libros de sermones de todo tipo, pero no me ayudaron en nada. Cada vez que predicaba, siempre estaba muy nerviosa. No sabía sobre qué predicar. No tenía la más mínima idea. Pero luego, de pronto me acordé del libro que me dio mi madre y del entendimiento con que hablaban ella y mi hermana, que yo desconocía anteriormente, y me emocioné en lo más hondo. Pensé: “¿Por qué no pruebo a leer este libro? ¿Por qué no veo si encuentro algo nuevo para los sermones?”. Desempolvé entonces el libro, lo abrí y descubrí un capítulo titulado “Relativo a la Biblia (3)”. ¿Por qué no vemos un vídeo de una lectura de aquello que decía? “Hoy, las personas creen que la Biblia es Dios, y que Él es la Biblia. Así, también creen que todas las palabras de la Biblia fueron las únicas palabras que Dios habló y que Él las pronunció todas. Los que creen en Dios piensan incluso que, aunque los sesenta y seis libros del Antiguo y el Nuevo Testamento fueron escritos por personas, fueron, todos, inspirados por Dios y son un registro de las declaraciones del Espíritu Santo. Esta es la comprensión errónea que tiene el hombre, y no es completamente acorde con los hechos. En realidad, aparte de los libros de profecía, la mayor parte del Antiguo Testamento es un registro histórico. Algunas de las epístolas del Nuevo Testamento provienen de las experiencias de las personas, y, otras, del esclarecimiento del Espíritu Santo. Las epístolas paulinas, por ejemplo, surgieron de la obra de un hombre; todas fueron resultado del esclarecimiento del Espíritu Santo y se escribieron para las iglesias, y fueron palabras de exhortación y aliento para los hermanos y hermanas de las mismas. No fueron palabras habladas por el Espíritu Santo; Pablo no podía hablar en nombre del Espíritu Santo ni era profeta, y, mucho menos, tuvo las visiones que tuvo Juan. Sus epístolas se escribieron para las iglesias de Éfeso, Filadelfia, Galacia, y otras. Por tanto, las epístolas paulinas del Nuevo Testamento son epístolas que Pablo escribió para las iglesias y no son inspiraciones del Espíritu Santo ni Sus declaraciones directas. Son simplemente palabras de exhortación, consuelo y aliento que escribió para las iglesias durante el transcurso de su obra. Así, también, son un registro de gran parte de la obra de Pablo en esa época. Se escribieron para todos los hermanos y hermanas en el Señor, para que los hermanos y hermanas de las iglesias de esa época siguieran su consejo y siguieran el camino de arrepentimiento del Señor Jesús. […] Todo lo que dijo que era edificante y positivo para las personas fue correcto, pero no representaba las declaraciones del Espíritu Santo ni podía representar a Dios. ¡Es un entendimiento atroz y una blasfemia enorme que las personas traten los registros de las experiencias de un hombre y las epístolas de un hombre como las palabras habladas por el Espíritu Santo a las iglesias! Eso es particularmente cierto cuando se trata de las epístolas que Pablo escribió para las iglesias, porque estas se escribieron para los hermanos y hermanas según las circunstancias y la situación de cada iglesia en esa época. Su fin era exhortar a los hermanos y hermanas en el Señor de forma que pudieran recibir la gracia del Señor Jesús. Sus epístolas tenían como objetivo animar a los hermanos y hermanas de esa época. Puede decirse que esta era su propia carga, y también la que el Espíritu Santo le dio; después de todo, fue un apóstol que dirigió a las iglesias de esa época, que escribió epístolas para las iglesias y las exhortó; esa era su responsabilidad. Su identidad fue simplemente la de un apóstol obrero, y fue simplemente un apóstol enviado por Dios; no fue un profeta ni un adivino. Para él, su propia obra y la vida de los hermanos y hermanas eran de la mayor importancia. Por tanto, no podía hablar en nombre del Espíritu Santo. Sus palabras no eran las palabras del Espíritu Santo, y mucho menos podría decirse que fueran las de Dios, porque Pablo no era nada más que una criatura de Dios y, ciertamente, no era Su encarnación. Su identidad no era la misma que la de Jesús. Las palabras de Jesús fueron las palabras del Espíritu Santo; fueron las palabras de Dios, porque Su identidad era la de Cristo, el Hijo de Dios. ¿Cómo podía ser Pablo Su igual? Si las personas consideran las epístolas o las palabras como las de Pablo como declaraciones del Espíritu Santo, y las adoran como a Dios, sólo puede decirse que no discriminan correctamente. Dicho con mayor severidad, ¿no es esto simplemente blasfemia?” (“El Rollo Abierto por el Cordero”). “Decir que las experiencias de Pablo y Juan se mezclaron con sus opiniones personales no significa que sus experiencias y su conocimiento viniesen de Satanás, sino solo que tenían cosas procedentes de sus experiencias y opiniones personales. Su conocimiento estaba acorde con el trasfondo de sus experiencias reales en esa época, y ¿quién puede decir con toda confianza que todo ello venía del Espíritu Santo? Si los Cuatro Evangelios vinieron todos del Espíritu Santo, entonces ¿por qué dicen Mateo, Marcos, Lucas y Juan cosas diferentes sobre la obra de Jesús? Si no creéis esto, mirad entonces los relatos de la Biblia de cómo Pedro negó al Señor tres veces: son todos diferentes y cada uno tiene sus propias características. […] Leed detenidamente los Cuatro Evangelios; leed lo que registraron acerca de las cosas que Jesús hizo y las palabras que habló. Cada relato es simplemente diferente y cada uno de ellos tiene su propia perspectiva. Si lo escrito por los autores de estos libros vino todo del Espíritu Santo, entonces tendrían que ser todos iguales y coherentes. Entonces ¿por qué existen discrepancias?” (‘Acerca de los apelativos y la identidad’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). Fue, sinceramente, chocante. Era la primera vez que veía la Biblia así descrita, que, aparte de los libros de profecías y de las palabras del Señor Jesús en los cuatro Evangelios, que son palabra de Dios, el resto, como las epístolas de Pablo y el historial de predicación del Señor Jesús en los cuatro Evangelios, fue redactado por personas y era una historia de la obra de Dios y de cómo vivía la gente su propia labor. Todo eran palabras humanas. Y es cierto: la humanidad son seres creados, Dios es el Creador, su estatus y esencia son distintos. No puede afirmarse que las epístolas escritas por personas sean palabra de Dios y es blasfemo denominarlas palabra de Dios. Recordé que, durante muchos años, creí que toda palabra de la Biblia era palabra de Dios. ¿No implicaba eso blasfemar contra Dios? Sin embargo, de nuevo pensé: “Aunque la Biblia fuera redactada por personas, fue inspirada por Dios, y esta afirmación tiene fundamento bíblico”. Por ello, creí que tenía que posicionarme con firmeza, que no podía vacilar así, pero me acordé otra vez de que, según Dios Todopoderoso, los cuatro Evangelios y las epístolas de los apóstoles eran sus relatos individuales de lo que habían visto y vivido. ¿Quién se atrevería a alegar que provenían íntegramente del Espíritu Santo? Luego recordé las palabras de Pablo en la Biblia en las que decía a Timoteo que bebiera vino. Timoteo estaba mal del estómago y solía dolerle, así que Pablo le dijo que bebiera vino para resguardarse del frío y tener el estómago caliente. También recordé el relato de cómo el Señor eligió a Pedro. Reflexioné: “Si toda la Biblia fue inspirada por Dios, iría más allá de lo que pudieran escribir los humanos, pero la sugerencia de Pablo de beber vino para calentar el estómago es de sentido común. No requiere inspiración. Tampoco requirió inspiración el modo en que Pedro siguió al Señor. Sencillamente, otros escribieron cómo lo siguió”. Por tanto, pensé: “¿Realmente es cierto lo que dice este libro de que no toda la Biblia fue inspirada por Dios? ¿Cómo podría ser eso? Toda la Biblia es inspirada por Dios y es palabra de Dios. Esta opinión se ha mantenido 2000 años. No solo la acepta mi denominación, sino que es lo que opina la totalidad del mundo religioso. ¿En serio puede equivocarse al respecto el mundo religioso entero?”. Entonces recapacité: “Sobre la llamada a Pedro, el Evangelio de Mateo afirma que el Señor lo llamó personalmente, mientras que el Evangelio de Juan arguye que Juan el Bautista presentó a Pedro al Señor. Cada uno cuenta una historia”. Pensé: “Si la Biblia fue inspirada por Dios, ¿por qué hay distintos relatos de las mismas cosas? En realidad, ¿inspiró Dios cosas distintas a personas distintas?”. Con esto entendí que no toda palabra de la Biblia es palabra de Dios.
En ese momento, comprendí al instante que mi opinión de años de que toda palabra de la Biblia es palabra de Dios estaba muy equivocada. Me había aferrado a esa opinión, me negaba a desecharla y consideraba palabra de Dios las palabras de la gente en la Biblia. ¿No me estaba oponiendo a Dios y blasfemando contra Él? Había trabajado muchísimo y dado muchos sermones, pero había enseñado a la gente a obedecer las palabras de Pablo y otros en la Biblia como si fueran palabra de Dios, mientras creía haber hecho méritos ante Dios y que Él recordaría cuanto yo hacía. ¡Qué ciega e ignorante era! Extravié a los hermanos y hermanas durante muchos años. ¿No los había descarriado? Reflexioné: “¿Cómo rendiré cuentas a Dios?”. Me había opuesto a Dios y cometido gran iniquidad ante Él, y no sentía sino miedo y terror. Me arrodillé entonces ante Dios llorando y oré para confesar mis pecados. Le dije: “Señor Jesús, durante muchos años, siempre he considerado Tuyas las palabras de la gente en la Biblia. Estaba equivocada. Te confieso mis pecados y me arrepiento. Te ruego que tengas piedad de mí y me perdones los pecados. Si de veras has vuelto como Dios Todopoderoso, deseo aceptarlo. Te ruego esclarecimiento para comprobar en estas palabras que eres Tú”.
Tras orar, me sentí algo más tranquila y decidí buscar en estas palabras. Luego leí unos pasajes de la palabra de Dios. Dios Todopoderoso dice: “La obra de Dios en cada era tiene límites claros; Él sólo realiza la obra de la era presente, no la de la siguiente era de antemano. Solo así puede ponerse de manifiesto Su obra representativa de cada era. Jesús solo habló de las señales de los últimos días, de cómo ser paciente y cómo ser salvado, de cómo arrepentirse y confesar, y de cómo cargar la cruz y soportar el sufrimiento; Él nunca habló de cómo debe el hombre lograr la entrada en los últimos días ni de cómo debe buscar satisfacer la voluntad de Dios. Por tanto, ¿acaso no es ridículo buscar la obra de Dios de los últimos días en la Biblia? ¿Qué puedes ver simplemente aferrándote a la Biblia? Ya sea un comentador de la Biblia o un predicador, ¿quién podría haber visto de antemano la obra de hoy?” (‘¿Cómo puede el hombre que ha delimitado a Dios con sus nociones recibir Sus revelaciones?’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). “Y es que la obra de Dios siempre está desarrollándose, y no puede simplemente detenerse en la época de Pablo y Pedro, o permanecer siempre en la Era de la Gracia en la que Jesús fue crucificado. Por tanto, estos libros sólo son apropiados para la Era de la Gracia, no para la Era del Reino de los últimos días. Sólo pueden proveer para los creyentes de la Era de la Gracia, no para los santos de la Era del Reino, y, por muy buenos que sean, siguen siendo obsoletos” (‘Relativo a la Biblia (4)’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). “Si deseas ver la obra de la Era de la Ley y cómo siguieron los israelitas el camino de Jehová, debes leer el Antiguo Testamento; si deseas entender la obra de la Era de la Gracia, debes leer el Nuevo Testamento. Sin embargo, ¿cómo ves la obra de los últimos días? Debes aceptar el liderazgo del Dios de hoy y entrar en la obra de hoy, porque esta es la nueva obra y nadie la ha registrado anteriormente en la Biblia. Hoy, Dios se ha hecho carne y ha seleccionado a otros escogidos en China. Él obra en estas personas, continúa Su obra en la tierra y continúa la obra de la Era de la Gracia. La obra de hoy es una senda por la que el hombre nunca ha caminado, y es un camino que nadie ha visto jamás. Es una obra que nunca se ha llevado a cabo antes; es la obra más reciente de Dios en la tierra. Así pues, la obra que nunca se ha realizado antes no es historia, porque el ahora es el ahora, y aún no se ha convertido en pasado. Las personas no saben que Dios ha llevado a cabo una obra mayor y más nueva en la tierra y fuera de Israel, que ya ha ido más allá del ámbito de Israel, así como de la predicción de los profetas; que es una obra nueva y maravillosa fuera de las profecías, y una obra más nueva más allá de Israel; una obra que las personas no pueden percibir ni imaginar. ¿Cómo podría contener la Biblia registros explícitos de tal obra? ¿Quién podría haber registrado cada fragmento de la obra de hoy, sin omisión y de antemano? ¿Quién podría haber registrado en aquel viejo libro enmohecido esta obra más poderosa y sabia que desafía las convenciones? La obra de hoy no es historia, y, por tanto, si deseas caminar por la nueva senda de hoy, debes apartarte de la Biblia, ir más allá de los libros de profecía o historia que están en ella. Solo entonces serás capaz de caminar por la nueva senda apropiadamente, y solo entonces serás capaz de entrar en el nuevo ámbito y en la nueva obra. Debes entender por qué hoy se te pide que no leas la Biblia, por qué hay otra obra independiente de ella, por qué Dios no busca una práctica más nueva y detallada en ella, y por qué hay, en su lugar, una obra más poderosa fuera de ella. Esto es todo lo que deberíais entender” (‘Relativo a la Biblia (1)’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). Aquí vi que, con cada etapa de la nueva obra de Dios, la obra anterior se queda anticuada. En cada nueva era, Dios realiza una nueva obra, tiene nuevas exigencias para la gente y no hay que observar algunas normas y algunos reglamentos antiguos porque están obsoletos y no se aplican a la nueva era. Gracias a esto recordé que, en la Era de la Ley del Antiguo Testamento, Dios usó a Moisés para promulgar la ley que había que obedecer. Si alguien vulneraba la ley, tenía que hacer sacrificios para expiar su pecado; si no, se le castigaría. La gente de aquella era obedecía la ley según lo exigido por Dios y nadie se atrevía a infringirla. En la era del Nuevo Testamento, Dios vino encarnado y fue crucificado como ofrenda por el pecado del hombre, lo que redimió a la gente de un estado de pecado. Si una persona pecaba, solo tenía que orar en el nombre del Señor, confesar y arrepentirse. Entonces se le perdonaban los pecados y ya no había necesidad de ofrendas ni Dios la condenaba por no obedecer la ley. Así pues, para el pueblo de la era del Nuevo Testamento, ¿no estaban anticuadas algunas exigencias de la era del Antiguo Testamento? Si los de la era del Nuevo Testamento guardaban las normas del Antiguo y no aceptaban las palabras y la obra del Señor Jesús, ¿no serían eliminados? Pensaba que para creer en Dios había que observar la Biblia y que no podemos apartarnos de ella en ninguna circunstancia, pero Dios ya está realizando una nueva obra y ha expresado nuevas palabras, por lo que, si me empeñaba en aferrarme a la Biblia, ¿no me estaba aferrando a lo antiguo? Pensaba que apartarme de la Biblia significaba no creer en Dios, pero era una opinión absurda, ¿no? Estos pasajes también decían que el Antiguo y el Nuevo Testamento relatan la obra de Dios y que, tras finalizar Dios Su obra, los discípulos escribieron la obra realizada por Dios y Sus palabras y generaciones posteriores reunieron estos relatos en la Biblia. Si el Señor prometió que volvería en los últimos días, ¿cómo podían estar escritas de antemano en la Biblia las nuevas palabras y la nueva obra de Dios de los últimos días? Cuanto más meditaba estas palabras, más cuenta me daba de que se ajustaban a los hechos. Esas palabras eran ciertas, lo que reforzó mi seguridad en que las nuevas palabras y la nueva obra de Dios estaban fuera de la Biblia. Antes creía que no había más palabras de Dios fuera de la Biblia. Estaba equivocada. Era una noción y una fantasía mía.
Durante 2000 años, nadie había sabido analizar la Biblia tan a fondo y con una base tan firme ni había podido revelar estos misterios. ¿Cómo podría hacerlo una persona? ¿Cómo podría hablar una persona con tanta autoridad? ¿No era esta la voz de Dios? En ese momento me emocioné mucho, como si me hubieran regalado un tesoro. Acuné estrechamente en brazos el libro de las palabras de Dios y lo valoré profundamente. Después continué leyendo El rollo abierto por el Cordero. Leía de sol a sol mientras oraba y buscaba. Cuanto más leía, más fabulosas me parecían estas palabras. Eran cosas que no había oído ni entendido en más de veinte años de fe en el Señor. Cuanto más leía, mayor anhelo sentía. Era como si se encendiera un fuego en mi interior. Cuando empecé a leer, no quería parar. Con unos pocos pasajes aprendí muchísimo y sentí que esas podrían ser las auténticas palabras expresadas por el regreso del Señor. Entonces sentí ganas de pedir a algunos colaboradores que buscaran conmigo, pero caí en que todos habían escuchado al sacerdote y se oponían al Relámpago Oriental. No investigarían con actitud de búsqueda, así que renuncié a la idea de buscar con ellos. En cambio, oré en silencio al Señor para pedirle que me guiara.
Luego leí un pasaje de la palabra de Dios Todopoderoso. “En el juicio que comienza en la casa de Dios del que se habló en tiempos pasados, el ‘juicio’ de estas palabras se refiere al juicio que Dios pronuncia hoy sobre aquellos que vienen ante Su trono en los últimos días. Tal vez hay quienes creen en imaginaciones sobrenaturales, como que cuando hayan llegado los últimos días, Dios erigirá una gran mesa en los cielos sobre la cual se extenderá un mantel blanco y, luego, sentado en un gran trono con todos los hombres de rodillas en el suelo, Él revelará los pecados de cada hombre y así determinará si van a ascender al cielo o a ser enviados al lago de fuego y azufre. No importa lo que imagine el hombre, no puede alterar la esencia de la obra de Dios. Las imaginaciones del hombre no son sino los constructos de sus pensamientos; provienen del cerebro del hombre, resumidas y juntadas a partir de lo que el hombre ha visto y oído. Digo, por lo tanto, que por más brillantes que sean las imágenes concebidas, no son más que caricaturas y no pueden sustituir el plan de la obra de Dios. El hombre, a fin de cuentas, ha sido corrompido por Satanás, así que, ¿cómo podría comprender los pensamientos de Dios? […] Todos imaginan que la obra del juicio de Dios debe ser milagrosa. ¿Sabes, sin embargo, que en el momento que Dios ha comenzado hace tiempo Su obra de juicio entre los hombres, permaneces acurrucado en un sueño letárgico? ¿Que en el momento que creas que la obra del juicio de Dios ha comenzado formalmente, Dios ya habrá hecho de nuevo el cielo y la tierra? En ese momento, tal vez solo habrás acabado de entender el significado de la vida, pero la implacable obra de castigo de Dios te llevará, todavía profundamente dormido, al infierno. Solo entonces te darás cuenta repentinamente de que la obra del juicio de Dios ya habrá concluido” (‘Cristo hace la obra del juicio con la verdad’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). La primera vez que leí este pasaje, no lo entendí. Pensé: “¿No realiza Dios la obra del juicio en los últimos días desde un gran trono blanco a medida que juzga a todos? Y esto tiene fundamento bíblico. ¿Cómo podría surgir de la imaginación humana? Y es lo que opina la totalidad del mundo religioso”. Pero, según estas palabras, la obra del juicio de Dios ya ha empezado. A mi parecer, estas palabras derribaban la opinión del mundo religioso entero, por lo que no pude aceptarlas de golpe. Sin embargo, reflexioné sobre lo que afirma la Biblia: “La letra sola mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6). Es decir, no podía establecer reglas en función del significado literal. Encima, igual no era necesariamente correcto lo que predicaba el mundo religioso. El mundo religioso defiende que toda palabra de la Biblia es palabra de Dios, pero ¿no se había demostrado ya el error de esa opinión? Pensé que esas palabras debían de entrañar un misterio, así que debía buscar en ellas cómo juzga el Señor a todos en los últimos días, en vez de fiarme totalmente del sacerdote y los predicadores. Por eso oraba al Señor para pedirle que me guiara.
Un día descubrí este pasaje en el libro. Dios Todopoderoso dice: “¿Obra Dios según los conceptos del hombre o en contra de estos? ¿No proceden todos los conceptos del hombre de Satanás? ¿No ha sido todo el hombre corrompido por Satanás? Si Dios hizo Su obra según los conceptos del hombre, ¿no se convertiría Él en Satanás? ¿No sería Él lo mismo que las criaturas? Al haber sido las criaturas tan corrompidas ya por Satanás que el hombre se ha convertido en su personificación, si Dios obrara según las cosas de Satanás, ¿no estaría confabulado con él? ¿Cómo puede el hombre llegar a entender la obra de Dios? Por ello, Dios no obra según los conceptos del hombre ni lo hace como tú imaginas” (‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). Meditando una y otra vez estas palabras, sentí un dolor desgarrador y una profunda culpa. Efectivamente, Dios no hace las cosas de acuerdo con las nociones y fantasías humanas. Recordé que la Biblia dice: “¡Oh profundidad de los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios, cuán incomprensibles son Sus juicios, cuán inapelables Sus caminos! Porque, ¿quién ha conocido los designios del Señor? O ¿quién fue Su consejero?” (Romanos 11:33-34). “Que los pensamientos Míos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son los caminos Míos, dice el Señor; sino que cuanto se eleva el cielo sobre la tierra, así se elevan mis caminos sobre los caminos vuestros, y mis pensamientos sobre los pensamientos vuestros” (Isaías 55:8-9). En el libro Preguntas y respuestas sobre el testimonio del evangelio del reino, hermanos y hermanas de la Iglesia de Dios Todopoderoso enseñan que todos los israelitas esperaban con ansia la venida del Mesías, pero que, a raíz de sus nociones y fantasías, pensaban pensaban que el Mesías nacería en el palacio cuando llegara, que sería mayestático y extraordinario, que los guiaría en la batalla como el rey David y los rescataría del Imperio romano. Pero cuando llegó el Señor Jesús, nació en un pesebre, no en palacio, y no guiaba al pueblo para salir a guerrear, sino que enseñaba humildad y paciencia y pedía a la gente que confesara los pecados y se arrepintiera. Como la venida del Señor Jesús no coincidió con las nociones humanas y no era para nada como imaginaban los israelitas, estos renegaron de Él, lo calumniaron y rechazaron, y acabaron crucificándolo, lo que los convirtió en eternos pecadores que anhelaban la venida del Mesías, pero que se opusieron a Él y lo condenaron. La lectura de estas palabras me conmovió mucho. Cierto, los pensamientos de Dios son insondables para nosotros, ¡y la obra de Dios supera toda capacidad de imaginación humana! Tenía que dejarme de lado y buscar en serio cómo realiza el Señor la obra del juicio para no cometer los mismos errores que los israelitas.
Después leí dos pasajes más de la palabra de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Cristo de los últimos días usa una variedad de verdades para enseñar al hombre, para exponer la sustancia del hombre y para analizar minuciosamente sus palabras y acciones. Estas palabras comprenden verdades diversas tales como el deber del hombre, cómo el hombre debe obedecer a Dios, cómo debe ser leal a Dios, cómo debe vivir una humanidad normal, así como la sabiduría y el carácter de Dios, etc. Todas estas palabras están dirigidas a la sustancia del hombre y a su carácter corrupto. En particular, las palabras que exponen cómo el hombre desdeña a Dios se refieren a que el hombre es una personificación de Satanás y una fuerza enemiga contra Dios. Al realizar Su obra del juicio, Dios no aclara simplemente la naturaleza del hombre con unas pocas palabras; la expone, la trata y la poda a largo plazo. Todos estos métodos diferentes de exposición, de trato y poda no pueden ser sustituidos con palabras corrientes, sino con la verdad de la que el hombre carece por completo. Solo los métodos de este tipo pueden llamarse juicio; solo a través de este tipo de juicio puede el hombre ser doblegado y completamente convencido por Dios y, además, obtener un conocimiento verdadero de Dios” (‘Cristo hace la obra del juicio con la verdad’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). “Algunos creen que Dios puede en algún momento desconocido venir a la tierra y aparecerse al hombre, tras lo cual juzgará personalmente a toda la humanidad, probándola uno por uno sin omitir a nadie. Los que piensan de esta manera no conocen esta etapa de la obra de encarnación. Dios no juzga ni prueba al hombre uno por uno; hacerlo así no sería la obra de juicio. ¿Acaso no es la corrupción de toda la humanidad la misma? ¿No es la esencia de la humanidad la misma? Lo que se juzga es la esencia corrupta de la humanidad, la esencia del hombre que Satanás corrompió y todos los pecados del hombre. Dios no juzga los errores frívolos e insignificantes del hombre. La obra de juicio es representativa y no se lleva a cabo especialmente para una cierta persona, más bien, es la obra en la que un grupo de personas es juzgado con el fin de representar el juicio de toda la humanidad. Al llevar a cabo personalmente Su obra en un grupo de personas, Dios en la carne usa Su obra para representar la obra de toda la humanidad, después de lo cual se extiende gradualmente. La obra de juicio también es así. Dios no juzga a una cierta clase de persona o a un cierto grupo de ellas, sino que juzga la injusticia de toda la humanidad, la oposición del hombre a Dios, por ejemplo, o la irreverencia del hombre contra Él o su interferencia con la obra de Dios, etc. Lo que se juzga es la esencia de la humanidad en su oposición a Dios y esta obra es la obra de conquista de los últimos días. La obra y la palabra del Dios encarnado de las que el hombre es testigo, son la obra de juicio ante el gran trono blanco durante los últimos días, que el hombre concibió durante tiempos pasados. La obra que actualmente está haciendo el Dios encarnado es exactamente el juicio ante el gran trono blanco” (‘La humanidad corrupta está más necesitada de la salvación del Dios encarnado’ en “El Rollo Abierto por el Cordero”). Me dejó asombrada la lectura de estas palabras. Hasta que no leí la enseñanza de cómo Dios realiza la obra del juicio en el libro Preguntas y respuestas sobre el testimonio del evangelio del reino, no lo terminé de entender. Antes creía que Dios se sentaría en un gran trono blanco mientras cada persona se arrodillaba ante Él y desde allí juzgaría a cada cual por sus pecados, pero esta era una noción y una fantasía mía. ¿Cuánto tardaría Dios en juzgar así a cada persona? ¿Por qué habría de hacer Dios un trabajo tan inútil? Dios no juzga de este modo a la gente en Su juicio de los últimos días. Expresa la verdad para realizar la obra del juicio. Al juzgar y revelar, Su objetivo es la naturaleza pecaminosa y el carácter satánicos de nuestro interior para corregir de raíz los problemas del pecado y la oposición a Dios. Si solo aceptamos la redención del Señor Jesús sin aceptar la obra del juicio de Dios en los últimos días, jamás se corregirá la raíz de nuestro pecado, estaremos atrapados en un círculo de pecado y confesión y no escaparemos a la esclavitud del pecado. La Biblia dice: “Porque el estipendio y paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23). “La santidad de vida, sin la cual nadie puede ver a Dios” (Hebreos 12:13). Comprendí que, si creía en el Señor sin aceptar Su juicio en los últimos días, nunca escaparía a la esclavitud del pecado, sería indigna de ver el rostro del Señor y no sería apta para que me ascendiera a Su reino. Sentí que la obra del juicio de Dios tenía mucho significado. En ese momento, cuanto más leía estas palabras, más me iluminaban por dentro. Entendí que las palabras de Dios Todopoderoso son la verdad y que en el mundo religioso no hay nadie que sepa explicar claramente cómo juzga Dios a la gente a Su regreso. Hoy día, Dios Todopoderoso ha venido, realiza la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, y ha expresado mucha verdad para revelar todos estos misterios y verdades. ¿Sabría explicar tan claramente estas cosas alguien que no fuera el regreso del Señor con Sus propias palabras? Esta es la obra del propio Dios y solo el propio Dios sabe estas cosas. Por ello, tras investigar durante un tiempo, poco a poco Dios disipó estas nociones religiosas que tenía. Desde entonces, me he convencido plenamente de la nueva etapa de Su obra que realiza Dios Todopoderoso. En el transcurso de mi vida, he tenido la suerte de oír la voz de Dios y recibir el regreso del Señor. Esto me resulta especialmente emotivo, ¡y me da ganas de saltar de alegría!
¡Gracias a Dios! Si Dios no hubiera expresado tantas palabras nuevas, con las que comprendí la verdad y me di cuenta de que me aferraba a unas nociones falaces, quizá me habría ido a la tumba sin arrepentirme, habría seguido escuchando a mi sacerdote y negándome a investigar la nueva obra de Dios. Pensé entonces que tenía que contar la buena nueva del regreso del Señor a más hermanos y hermanas para que pudieran escapar a la esclavitud del sacerdote, no sufrieran las limitaciones de las nociones religiosas y recibieran el regreso del Señor. Luego prediqué el evangelio con los hermanos y hermanas y traje a decenas de personas de mi denominación original a la casa de Dios. Ahora que recuerdo aquellos siete años, no solo me negaba a investigar la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, sino que inculqué muchas nociones y falacias a mis hermanos y hermanas, las cuales los extraviaron y les impidieron investigar el camino verdadero. Cuando pienso en cómo me opuse a Dios y cometí una iniquidad tan grande, lo lamento profundamente. Jamás podré borrar la mancha de mi rebelión y oposición a Dios durante tantos años. ¡Ahora comprendo cuánto perjudican estas nociones religiosas a la gente! Si no renunciamos a ellas y no buscamos la verdad, nunca podremos recibir el regreso del Señor. Agradezco a Dios que tuviera piedad de mí, me dejara salir de estas nociones religiosas y me concediera la dicha de volver a Dios Todopoderoso. En lo sucesivo, haré todo lo posible por predicar el evangelio para devolverle a Dios Su amor. ¡Demos gracias a Dios!