Cumplir bien un deber requiere honestidad

23 Oct 2022

Por Marion, Estados Unidos

Estoy a cargo de regar a los nuevos creyentes de la iglesia. Algunos se unieron hace poco y vi que algunos de ellos no hablaban mucho en las reuniones y no asistían con regularidad. Solo venían cuando les apetecía. Cuando acudía a ellos para compartir individualmente, les gustaba hablar de cómo ganar dinero y acumular una fortuna familiar, pero en cuanto salía el tema de la fe, encontraban excusas para abandonar la conversación. Yo sentía que no estaban interesados en la verdad y que no parecían verdaderos creyentes. Pero no estaba completamente segura ya que eran nuevos en la fe, así que seguía apoyándolos. Siguieron así después de algún tiempo y, poco a poco, dejaron de asistir a las reuniones. Fue entonces cuando le hablé a la líder de sus situaciones. Ella me preguntó: “¿Cómo los has estado regando? Asistían con normalidad con otros regadores, ¿por qué las cosas son distintas ahora que están contigo? ¿Realmente has cumplido tus responsabilidades y has compartido claramente? Si los nuevos creyentes no se reúnen regularmente porque nosotros cumplimos nuestro deber de manera superficial, entonces la responsabilidad es enteramente nuestra”. Sabía que lo decía por su propio sentido de responsabilidad por el trabajo, pero yo no podía dejar de pensar en justificaciones. “Todo el mundo puede cambiar”, pensé para mis adentros. “El solo hecho de que los nuevos creyentes asistieran con regularidad antes no significaba que lo fueran a hacer para siempre. Además, no se reunían de manera regular cuando los conocí, así que este no es un cambio repentino. Yo solo quería regarlos durante un tiempo y observar cómo iban las cosas, y por ello no te lo conté de inmediato. Si me hicieras responsable de que ellos no asisten, tendría que cargar con las consecuencias y podría ser podada o incluso destituida. Si lo hubiera sabido desde el comienzo, te lo habría contado antes para no tener que cargar con toda la responsabilidad”. La líder no me hizo responsable de eso, después de evaluarlo; pero, posteriormente, no podía evitar estar alerta al respecto en mis interacciones con los nuevos creyentes. Si veía que uno de ellos tenía un problema o no venía a las reuniones, me apresuraba a decírselo a la líder. A veces, ella me preguntaba cuál era mi objetivo y si pretendía dejar de regarlos. Yo respondía: “No. Tú eres la líder. Solo quería que supieses lo que está pasando con los nuevos creyentes”. Tras decir eso, ella no agregaba nada más. A veces, después de que se lo contara, me decía que siguiera regándolos durante un tiempo y, si ellos de verdad no querían reunirse, no se podía obligarlos y debíamos desistir. Yo le daba la razón, y pensaba: “Ahora que la líder conoce la situación de los nuevos creyentes, lo único que tengo que hacer es ofrecer apoyo. Si el apoyo funciona, mejor, pero si no, y los nuevos creyentes no quieren asistir más, no sería ninguna sorpresa y la líder no diría que yo había sido irresponsable en mi deber”. Con esto en mente, dejé de estar tan atenta en mi deber. Todos los días, regaba de forma rutinaria. Siempre que llamaba a un nuevo creyente, si me contestaban, compartía un poco, pero no me preocupaba si no contestaban. Creía que no había nada que hacer si no contestaban, y no pensaba qué podría estar haciendo para ayudar a resolver sus problemas. Más tarde, en una reunión, la líder dijo que, cuando preguntase acerca del trabajo de riego de ahora en adelante, además de escuchar lo que los regadores dijeran sobre la situación de los nuevos creyentes, también desearía saber qué aspectos de la verdad habían compartido con ellos los regadores y, en concreto, cómo los habían apoyado. En base a eso, ella estimaría si los regadores estaban haciendo un trabajo real. Si un regador no se dedicaba de lleno a compartir la verdad con los nuevos creyentes, y esto hacía que ellos no asistieran con regularidad o incluso que abandonaran, entonces sería responsabilidad del regador. Cuando oí eso, pensé que cuando compartía con los nuevos creyentes no tomaba notas de las palabras de Dios que leía o las verdades que compartía. Eso significaba que no tenía ninguna prueba del trabajo si un nuevo creyente dejaba de asistir a las reuniones. ¿Pensaría la líder que yo no estaba haciendo ningún trabajo real y que era irresponsable en el riego, y luego me podaría? Entonces, comencé a prestar más atención a enviar mensajes y palabras de Dios a los nuevos creyentes, y mantener un registro de lo que discutía cada vez que compartía con un nuevo creyente. A veces, un nuevo creyente no respondía cuando le enviaba un mensaje, pero no me preocupaba mucho al respecto. Suponía que le había mandado todas las palabras de Dios que debía mandar y que había compartido lo que necesitaba compartir. Si la persona dejaba de asistir a las reuniones, la líder podría ver mis registros y probablemente no me consideraría irresponsable.

Tras un tiempo, la líder observó que algunos de los nuevos creyentes seguían sin querer reunirse y me preguntó cómo los había regado. Enseguida le mostré todas mis notas, pensando: “Por suerte me he preparado antes y he guardado estos registros. De lo contrario, no tendría nada concreto para mostrar, y quién sabe qué me diría la líder”. Mientras me felicitaba a mí misma, la líder dijo: “No veo ningún problema en estas notas, pero varios nuevos creyentes han dejado de asistir a las reuniones, uno tras otro, así que debe haber algún problema con tu trabajo. Ahora mismo, no veo claramente qué puede ser, pero en nuestros intercambios recientes has hablado mucho de los problemas de los nuevos creyentes, lo que es un poco fuera de lo común. Tienes que preguntarte dónde radica el problema. Si los nuevos creyentes están abandonando la iglesia y dejando la fe porque tú has hecho un trabajo superficial y no los has regado bien, la cuestión es que estás siendo irresponsable y no cumples correctamente con tu deber”. Fue un gran golpe escuchar eso. Quedé pasmada. Temía que si mis problemas estaban causando que los nuevos creyentes se fueran, eso era hacer el mal. Así que oré a Dios: “Dios, fue con Tu permiso que la líder me sorprendió con esto hoy, así que debe haber una lección para que yo aprenda. No deseo ocasionar ningún daño a estos nuevos creyentes a causa de mis problemas, pero me siento insensible al respecto y no sé dónde radica mi problema. Te ruego que me esclarezcas y me guíes para que me conozca a mí misma y logre una transformación a tiempo”.

Durante los días siguientes, oré mucho a Dios sobre esto. Entonces, un día, leí un artículo de testimonio vivencial con un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió. Dios dice: “Deberías examinarte con detenimiento para ver si eres una persona correcta. ¿Estableces tus metas e intenciones teniéndome en mente? ¿Dices todas tus palabras y llevas a cabo todas tus acciones en Mi presencia? Yo examino todos tus pensamientos e ideas. ¿No te sientes culpable? Presentas una fachada falsa a la vista de los demás y adoptas tranquilamente un aire de sentenciosidad; lo haces para protegerte. Actúas así para ocultar tu maldad, e incluso buscas formas de empujar esa maldad sobre otros. ¡Qué falsedad hay en tu corazón!(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 13). Las palabras de Dios exponen que las personas mienten y fingen para echarle la responsabilidad a los demás a fin de proteger sus intereses y encubrir su perversidad, y así protegerse a sí mismas. Este es un comportamiento falso. Sentí que mi propio estado estaba expuesto por estas palabras. Comencé a hacer introspección, preguntando por qué siempre le hablaba a la líder acerca de los problemas de los nuevos creyentes. Cuando veía que alguien tenía problemas o no venía a las reuniones, me apresuraba a contárselo a la líder. Parecía que solo compartía los hechos, pero en realidad tenía mis metas e intenciones personales. Temía que la líder me hiciera responsable, o incluso me despidiera, si alguien dejaba de asistir, así que rápidamente lo prevenía al compartir primero los problemas del nuevo creyente, para darle a la líder la falsa impresión de que el nuevo creyente no era bueno y que yo no era responsable. Si no podía apoyarlos adecuadamente y dejaban de asistir, ese era su problema. Así tendría las manos limpias por completo. Luego, si querían regresar a las reuniones, podría reclamar el mérito. En este punto de mi introspección, me sobresalté. Nunca había pensado que yo escondía unos motivos tan viles y despreciables en mis palabras. ¡Era tan falsa!

Más tarde, me preguntaba cómo podía haberme deslizado inconscientemente en hacer algo tan deshonesto y falso. Sólo comencé a comprenderme un poco a mí misma al leer las palabras de Dios que exponen las actitudes corruptas de la gente durante mis reflexiones. Las palabras de Dios dicen: “La perversidad de los anticristos tiene una característica obvia y compartiré con vosotros el secreto para discernirla: tanto en su habla como en sus acciones, no puedes sondear sus profundidades ni ver en su corazón. Cuando te hablan, sus ojos siempre giran y no puedes entrever el tipo de argucia que están tramando. A veces, hacen que sientas que son leales o bastante sinceros, pero ese no es el caso; nunca puedes descifrarlos. Tienes un sentimiento particular en el corazón, la sensación de que sus pensamientos están impregnados de una profunda sutileza y de una hondura insondable, y de que ellos son retorcidos(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). “Los anticristos tienen un comportamiento retorcido. ¿Cómo son de retorcidos? Se comportan siempre de una manera que depende del engaño, y sus palabras no revelan nada, por lo que es difícil para la gente entender sus intenciones y objetivos. Eso es retorcido. No sacan conclusiones fácilmente en nada de lo que dicen o hacen; logran que sus subordinados y oyentes puedan adivinar su intención, y esas personas, habiendo entendido al anticristo, actúan de acuerdo con sus planes y motivaciones y cumplen sus órdenes. Si la tarea se completa, el anticristo está contento. Si no, nadie puede encontrar nada que reprocharles, ni descifrar las motivaciones, intenciones u objetivos detrás de lo que hacen. Lo retorcido de lo que hacen los anticristos radica en planes ocultos y objetivos secretos, todos destinados a engañar, jugar con los demás y controlarlos. Esta es la esencia del comportamiento retorcido. No se trata de una simple mentira ni de hacer algo malo, sino que implica mayores intenciones y objetivos, que son insondables para la gente corriente. Si has hecho algo que no quieres que nadie sepa y dices una mentira, ¿eso cuenta como algo retorcido? (No). No es más que falsedad, y no llega al nivel de algo retorcido. ¿Qué hace que lo retorcido sea más profundo que la falsedad? (La gente no puede comprenderlo). Es difícil que la gente lo comprenda. Eso es una parte. ¿Qué más? (La gente no tiene nada que reprochar a una persona retorcida). Así es. La cuestión es que a la gente le resulta difícil encontrar algo que reprocharle. Incluso si algunos saben que esa persona ha hecho cosas malas, no pueden determinar si es una persona buena o mala, si es malvada o un anticristo. La gente no puede calarla, sino que piensa que es buena, y es posible que ella los desoriente. Eso es ser retorcido. La gente en general es propensa a decir mentiras y a urdir pequeños planes. Eso es simplemente engaño. Pero los anticristos son más insidiosos que las personas falsas comunes. Son como los reyes diablos; nadie puede descifrar lo que hacen. Pueden hacer muchas cosas malvadas en nombre de la rectitud y hacen daño a la gente, pero esta no deja de alabarlos. A esto se le llama ser retorcido(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 6). En las palabras de Dios ví que los anticristos tienen un carácter perverso y hacen cosas de manera retorcida. Es diferente de revelar la corrupción de la falsedad. Ser falso significa claramente decir mentiras y engañar, y es fácil de ver. Hacer las cosas de manera retorcida significa que uno esconde profundamente sus intenciones, metas y agendas personales, y crea una falsa impresión para que los demás no puedan ver ningún problema con lo que dice o hace. Incluso si otros sienten que hay un problema, no encuentran nada en su contra para probarlo. Para las personas es muy difícil discernirlos. Así es cómo una persona retorcida engaña a la gente y logra sus objetivos secretos. Al examinarme a mí misma a la luz de las palabras de Dios, ví que mientras hablaba con la líder de manera rápida y proactiva acerca de los nuevos creyentes, dando la falsa impresión de tener un sentido de carga con mi deber y de aceptar contenta su supervisión, en realidad estaba reflejando los problemas con los nuevos creyentes para prepararla y que tuviera una impresión negativa de los aquellos que no asistían con frecuencia. De ese modo, si un nuevo creyente dejaba de venir a las reuniones algún día, no me haría responsable por ello. Asimismo, cuando la líder quería saber sobre mi trabajo en detalle, no parecía haber problemas con la comunión. Había establecido activamente horarios para compartir con los nuevos creyentes y les había estado enviado palabras de Dios para que la líder me viera diligente y amorosa con ellos. Pero en realidad yo sabía que no era sincera en absoluto en mi comunión con los nuevos creyentes. Lo hacía por inercia con reticencia porque sabía que la líder revisaría los registros de trabajo y yo tendría que dar cuenta ante ella. Haciendo memoria, incluso usaba varias tácticas, desorientando al resto cuando hablaba y teniendo cuidado de no revelar nada cuando hacía las cosas, para que no pudieran hacerme responsable y proteger mi estatus y mi futuro. Claramente, no lo daba todo en mi deber y esto había causado que algunos nuevos creyentes dejasen de asistir frecuentemente. La líder también sintió que había problemas en mi deber, pero ella no sabía cuáles eran y no podía encontrar evidencia para hacerme responsable. Yo era muy buena para desorientar a las personas. Nunca antes había conectado la manera en la que me comportaba y actuaba con ser retorcida. Siempre pensé que los astutos, calculadores y retorcidos eran por lo general gente mayor con mucha experiencia, mientras que yo era joven, sin mucha experiencia ni una mentalidad complicada. Llamar retorcido a mi comportamiento no parecía cuadrar. Pero los hechos mostraban claramente que yo tenía el carácter perverso de los anticristos. Luego se me ocurrió otra cosa. Había una nueva creyente que solía hacer muchas preguntas y era muy directa al hablar. Si no entendía lo que yo compartía durante una reunión, contradecía directamente lo que había dicho, lo que me resultaba vergonzoso. Para resguardar mi imagen, ya no quería tener reuniones con ella, pero no podía decirlo tan abiertamente porque temía que la líder me podara. Quería encontrar una manera de endilgárselo a otro regador. Una vez, la nueva creyente mencionó casualmente que su grupo actual tenía menos gente comparado con el anterior. Aproveché la oportunidad para decirle a la líder que ella pensaba que nuestra reunión era demasiado pequeña y que le gustaban los grupos más grandes, y le pedí a la líder que la pusiera en uno diferente. La líder lo arregló de inmediato. De esa forma, logré sacar a la nueva creyente de mi grupo. La líder incluso pensó equivocadamente que yo tenía un sentido carga por el deber y que estaba pensando en la nueva creyente. En realidad, estaba siendo falsa y perversa, y dada a engañar a los otros.

Después, comí y bebí más de las palabras de Dios sobre mi estado. Leí estas palabras: “Dejad que os diga, este tipo de personas intransigentes son las que Dios más desprecia y quiere abandonar. Son totalmente conscientes de sus malos actos, pero no se arrepienten, nunca admiten sus faltas y siempre inventan excusas y argumentos para justificarse y eludir la culpa, e intentan encontrar maneras astutas y esquivas de eludir la cuestión, ocultando sus acciones a ojos de los demás, y cometiendo continuos errores sin el más mínimo asomo de arrepentimiento o confesión en sus corazones. Es muy problemática y no le resulta fácil alcanzar la salvación. Son exactamente las personas que Dios quiere abandonar(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. En la fe en Dios, lo principal es practicar y experimentar Sus palabras). Al meditar sobre esto, comprendí que, pase lo que pase, la clave es aceptar la verdad. La clase de persona que comete en su deber un error y no lo admite, y en cambio se justifica y se esconde incluso al ser podada, no acepta la verdad para nada. Para Dios son repugnantes y detestables. Pensé que la iglesia me había asignado como regadora, y que debía ayudar y dar apoyo a los nuevos creyentes con amor y paciencia, compartiendo claramente las verdades de las visiones y ayudándolos a establecerse rápidamente sobre el camino verdadero. Comprendía bien que algunos de los nuevos creyentes no asistían a las reuniones con regularidad, y que esa responsabilidad era mía, pero cuando la líder me hizo preguntas y me podó, no acepté esto de parte de Dios ni acepté el reproche y el recordatorio de la líder. En lugar de pensar en una manera de apoyar a los nuevos creyentes de inmediato, comencé a ser calculadora, escurridiza y retorcida para esconder el hecho de que no cumplía mi deber correctamente. No informaba a la líder para que no descubriera los problemas y las desviaciones en mi trabajo. Me sentía presumida por salirme con la mía en esto, y disfrutaba de mi propia astucia. Pero ahora comprendía, por las palabras de Dios, que de hecho Dios sabía todo sobre mis maquinaciones furtivas y trucos mezquinos. No había forma de esconderlos. Los problemas con la manera en que hacía mi deber estaban destinados a salir a la luz. Si la líder no me hubiese advertido, no habría sabido que debía hacer introspección y mucho menos habría deseado arrepentirme. Estaba verdaderamente adormecida. No aceptaba la verdad ni resumía y rectificaba las desviaciones y problemas en mi trabajo. Pensaba cómo engañar a la líder para proteger mi estatus. Era escurridiza y retorcida para encubrir la realidad de que no cumplía bien con mi deber. No me dedicaba de lleno a regar a los nuevos creyentes y ayudarlos a superar sus problemas y dificultades y, por eso, los problemas de algunos de ellos no se resolvían en mucho tiempo. Incluso entonces, algunos de ellos no estaban asistiendo a las reuniones con frecuencia. Lo que me asustó particularmente fue que la nueva creyente que había echado a otro grupo ya no quería asistir a reuniones porque no estaba acostumbrada a un cambio repentino de regador. Otros hermanos y hermanas tuvieron que compartir con ella con paciencia y durante mucho tiempo, hasta que accedió a volver a las reuniones. Me molestaba mucho pensar cómo había sido y qué había hecho. Aceptar la obra de Dios de los últimos días no es fácil para los nuevos creyentes, y requiere mucho esfuerzo meticuloso de su parte. Pero yo había sido muy descuidada con esto. Estaba haciendo el mal. Si no fuese por el llamado de atención y la poda de la líder, no me habría dado cuenta lo cerca que estaba del límite. No quería seguir viviendo de acuerdo al carácter perverso de un anticristo. Quería salir de esa senda malvada y arrepentirme ante Dios.

Justo cuando gané algo de conocimiento, la líder me preguntó sobre mi estado reciente. Le hablé de lo que había reconocido gracias a la introspección. Me envió un pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “La práctica de la honestidad abarca muchos aspectos. En otras palabras, el estándar para ser honesto no se logra simplemente con un solo aspecto; debes estar a la altura en muchos otros antes de poder ser honesto. Algunas personas siempre piensan que basta con no mentir para ser honesto. ¿Es correcto este punto de vista? ¿Ser honesto consiste tan solo en no mentir? No, también tiene que ver con otros aspectos. En primer lugar, no importa a qué te enfrentes, ya sea a algo que hayas visto con tus propios ojos o a algo que otra persona te haya contado, ya sea a la hora de relacionarte con la gente o de resolver un problema, ya sea a la tarea que debas realizar o a algo que Dios te haya encomendado, siempre debes abordarlo con un corazón honesto. ¿Cómo hay que abordar las cosas con un corazón honesto? Di lo que piensas y habla con honestidad; no digas palabras vacías, pomposas o que suenen bonitas, no digas cosas falsas halagadoras o hipócritas, en cambio, di las palabras que hay en tu corazón. Esto es ser alguien honesto. Expresar los verdaderos pensamientos y opiniones que hay en tu corazón: esto es lo que se supone que hacen las personas honestas. Si nunca dices lo que piensas, y las palabras se enconan en tu corazón, y lo que dices no coincide siempre con lo que piensas, eso no es propio de una persona honesta. Por ejemplo, supón que no cumples bien con tu deber, y cuando la gente te pregunta qué pasa, dices: ‘Quiero cumplir bien con mi deber, pero por diversas razones no lo he hecho’. En realidad, en el fondo de tu corazón sabes que no has sido aplicado, pero no dices la verdad. En vez de eso, buscas todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos y evitar la responsabilidad. ¿Es ese el proceder de una persona honesta? (No). Engañas a la gente y sales del paso diciendo estas cosas. Pero la esencia de lo que hay dentro de ti, de las intenciones que hay en ti, es un carácter corrupto. Si no puedes sacar a la luz y analizar las cosas y las intenciones que hay dentro de ti, no se pueden purificar, y eso no es poca cosa. Debes hablar con la verdad: ‘He estado postergando un poco el cumplimiento de mi deber. He sido superficial y poco atento. Cuando estoy de buen humor, puedo esforzarme un poco. Cuando estoy de mal humor, aflojo y no quiero esforzarme, y ansío las comodidades de la carne. Así, mis intentos de cumplir con mi deber resultan ineficaces. La situación ha cambiado estos últimos días, y estoy intentando darlo todo, mejorar mi eficiencia y cumplir bien con mi deber’. Esto es hablar desde el corazón. La otra forma de hablar no era desde el corazón. Debido a tu miedo a ser podado, a que la gente descubra tus problemas y te hagan responsable, has buscado todo tipo de razones, justificaciones y excusas para encubrir los hechos, primero haciendo que otras personas dejen de hablar de la situación, y luego trasladando la responsabilidad a fin de evitar ser podado. Este es el origen de tus mentiras. En cualquier caso, parte de lo que digan los mentirosos será seguramente verdad y hechos. Pero algunas cosas clave que dicen contendrán un poco de falsedad y otro poco de sus motivaciones. Por lo tanto, es muy importante discernir y diferenciar lo que es verdadero de lo falso. Sin embargo, esto no es fácil de hacer. Una parte de lo que dicen estará contaminado y adornado, otra parte estará de acuerdo con los hechos y otra los contradirá; con la realidad y la ficción así mezcladas, es difícil distinguir lo verdadero de lo falso. Este es el tipo de persona más falsa, y la más difícil de identificar. Si no pueden aceptar la verdad o practicar la honestidad, sin duda serán descartados. ¿Qué senda debe elegir la gente entonces? ¿Cuál es el camino para practicar la honestidad? Debéis aprender a decir la verdad y ser capaces de hablar abiertamente sobre vuestros estados y problemas reales. Así es como practica la gente honesta, y tal práctica es correcta(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo una persona honesta puede vivir con auténtica semejanza humana). Leer este pasaje de las palabras de Dios me conmovió mucho. Dios nos conoce muy bien. Sabe que todos tenemos problemas y desviaciones en nuestros deberes. Es inevitable. Pero la clave es el tipo de actitud que tiene alguien cuando surgen problemas. ¿Son honrados, admiten un error honestamente y lo corrigen, o tratan de justificarse y montan un engaño para encubrir el problema? Antes solía vivir de acuerdo a mi carácter satánico. Era falsa y engañosa, y recorría la senda equivocada. No podía seguir así. Quería ser una persona honesta y aceptar el escrutinio de Dios. Sin importar qué desviaciones o problemas enfrentara en mi deber, o si la líder me preguntaba sobre mi trabajo, tenía que enfrentarlo con sinceridad y lidiar con ello de forma honesta, siendo honrada y hablando desde mi corazón. Necesitaba llamar a las cosas por su nombre y admitir si no había hecho algo, en lugar de mentir o tratar de discutirlo para escaparme. Además de hablar con honestidad, quería practicar con regularidad la reflexión sobre las intenciones que subyacían a mis palabras y acciones, y cambiarlas de inmediato si no eran correctas. Debía dejar de embaucar a las personas para proteger mis propios intereses.

Un día, me di cuenta de que un nuevo creyente se había perdido varias reuniones seguidas. Lo llamé unas veces pero no contestó, y tampoco respondía mis mensajes. No sabía qué pasaba con él. No pude evitar preocuparme de que dejara de asistir a las reuniones y me pregunté si debía mencionárselo a la líder para que no me hiciera responsable si él dejaba de asistir algún día. Cuando pensé esto, me di cuenta de que mi antiguo problema de ser engañosa estaba reapareciendo. Entonces recordé un pasaje de las palabras de Dios: “No necesitas ningún método para proteger tu reputación, imagen y estatus, ni necesitas encubrir o disfrazar tus errores. No es necesario que hagas estos esfuerzos inútiles. Si puedes dejar de lado estas cosas, estarás muy relajado, vivirás sin limitaciones ni dolor y completamente en la luz(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Es cierto. Dios escruta lo más profundo de nuestros corazones. Yo podría engañar a la gente con mis ardides retorcidos, pero Dios escruta todo tan claro como el agua, y Él revelará todo al final. Cumplía con mi deber para satisfacer a Dios, no trabajaba para una persona individual. No tenía que andarme con juegos ni cubrirme frente a las personas. Como en el pasado, había habido nuevos creyentes a quienes me había esforzado por apoyar que aún así no asistían a las reuniones ni mostraban interés en la fe y la verdad. Cuando la líder comprendió la situación real, determinó que no eran creyentes verdaderos y entonces no me hizo responsable. Pude ver que la iglesia tiene principios para manejar a la gente. No era necesario valirme de la astucia para absolverme de la responsabilidad o arreglármelas para escapar. Había vivido según mi carácter satánico antes y no había cumplido bien con mi deber. Esta vez no podía solo salir del paso. Tenía que poner mi corazón en el sitio adecuado y cumplir mis responsabilidades. Oré a Dios en silencio, dispuesta a cambiar y hacer lo que pudiese para ayudar y apoyar a los nuevos creyentes. Si compartía todas las verdades que debía compartir, y así y todo seguían sin querer asistir a las reuniones, entonces podía enfrentarme a esto directamente y dar a la líder una descripción honesta de la situación. Tras cambiar mi mentalidad, contacté una vez más a ese nuevo creyente, y me sorprendió que me respondiera rápidamente, diciendo que había estado ocupado con el trabajo y estaba muy cansado, y por eso no había estado asistiendo a las reuniones. Compartí con él valiéndome de las palabras de Dios, y así entendió la intención de Dios, encontró una senda de práctica y comenzó a asistir frecuentemente de nuevo. Después de eso, siempre que había nuevos creyentes que no eran capaces de asistir a las reuniones con regularidad, hacía todo lo posible por apoyarlos y ayudarlos, y compartir con ellos las palabras de Dios. Los apoyaba con un corazón sincero. Posteriormente, la mayoría de los nuevos creyentes que yo regaba fueron capaces de asistir a las reuniones con regularidad. Practicar de esta manera me hace sentir tranquila y en paz. ¡Gracias a Dios!

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