Las consecuencias de ser complaciente

31 Ene 2022

Por Bai Hua, China

Antes era complaciente. Cuando veía que alguno de los hermanos o hermanas revelaba corrupción o cumplía con el deber con desinterés, no me atrevía a señalárselo, por temor a dañar su reputación y que se hiciera una mala imagen de mí. Al interactuar con ellos, me manejaba con la filosofía satánica de “Piensa antes de hablar y habla con cautela” y, cuando sí les señalaba las cosas a los demás para ayudarlos, deslizaba un par de palabras casuales para restarle importancia a la situación. En ocasiones, cuando escuchaba que los hermanos y hermanas me describían como amigable, me alegraba mucho. Creía que les agradaba y que, por lo tanto, también debía agradarle a Dios. No fue sino hasta que me podaron, y que fracasé y tropecé, que fui capaz de lograr entenderme un poco a mí misma y ver claramente la naturaleza, el daño y las consecuencias de ser complaciente.

En 2018 me eligieron como líder de iglesia. Sabía que una de las partes más importantes de ser líder era compartir enseñanzas sobre la verdad, resolver las dificultades de otros con su entrada en la vida y proteger la vida de iglesia. Pero temía ofender a alguien, por lo que siempre que descubría un problema adoptaba la estrategia de ofrecer consejos amables y gentiles para lidiar con él. Durante ese tiempo, noté que el diácono de riego, el hermano Liu Liang, se mostraba desinteresado, no asumía una carga en su deber, y que cuando los recién llegados se topaban con problemas, él no les hablaba para encontrar una solución de inmediato, lo que dejaba a algunos de ellos negativos y débiles. Yo estaba al tanto de cuán seria era la naturaleza de este problema, y de que debía charlar con él y diseccionar que estaba siendo superficial en el deber. Si seguía así sin arrepentirse, eso sin duda desagradaría a Dios. Pero cuando veía a Liu Liang, me batía en retirada. Pensaba: “Él valora mucho su reputación, así que, si le señalo estos problemas y de veras hiero sus sentimientos, sin duda él no pensará tan bien de mí. Si se niega a aceptarlo y desarrolla cierta animosidad o se distancia de mí, además de lo vergonzoso que eso sería para mí, sería difícil llevarse bien después de eso. Si los hermanos y hermanas piensan que yo empiezo a regañar y reprender a las personas ahora que soy líder, ¿seguirán teniendo buena impresión de mí? Olvídalo, no voy a hablar con él ni a diseccionar su problema”. Así pues, con gentileza, le aconsejé, restándole importancia al tema: “Debemos esforzarnos más en el deber, asumir una carga…”. Como resultado, Liu Liang no vio la esencia de su enfoque desinteresado hacia el deber y siguió igual de irresponsable que siempre. Ver esto me alteró. Como líder de iglesia, veía que un hermano salía del paso en su deber y afectaba la obra de la iglesia, pero yo no lo resolvía a través de la enseñanza de la verdad. ¿Era eso hacer una obra real? Era una grave negligencia en el deber. Cuanto más lo pensaba, peor me sentía, pero aún no podía abrir la boca para revelarlo. Me preocupaba que él pensara que yo carecía de compasión si lo dejaba en evidencia y lo podaba, y si él se ponía negativo, se rendía y renunciaba a su deber, los demás hermanos y hermanas podrían pensar que yo no sabía hacer el trabajo. Eso pondría en riesgo nuestra buena relación y dañaría mi reputación. Pensé: “Olvídalo, de todos modos ya le he dicho algo a Liu Liang, así que dejaré que lo reflexione con el tiempo”. De esta manera, nunca puse en evidencia ni diseccioné su problema.

Posteriormente, noté que otros dos hermanos que trabajaban conmigo siempre estaban en desacuerdo porque tenían diferentes ideas sobre las cosas. Ninguno de ellos cedía, y sus discusiones de trabajo nunca eran productivas. A veces, después de discutir, ambos se distanciaban, lo que afectaba la obra de la iglesia. Yo era consciente de cuán serio era el problema y pensé que no debía demorar en revelar las manifestaciones, la naturaleza y las consecuencias de su arrogancia, sentenciosidad y terquedad. Pero, otra vez, me acobardé en cuanto los vi. Pensé: “Ambos llevan años como líderes, así que deberían ser conscientes del problema sin que yo se lo mencione. Además, son muy amables conmigo, por lo que, si les hablo sobre la naturaleza y las consecuencias graves de su problema, podrían pensar que los estoy criticando. Entonces, sería difícil llevarme bien con ellos. Olvídalo. De todos modos, ellos leen a menudo las palabras de Dios; con el tiempo, lo pensarán”. Así pues, solo les di un par de consejos cuando vi que volvían a pelear, y los urgí a calmarse sin ponerlos en evidencia directamente para nada.

Un día, una hermana me dijo: “El trabajo de nuestra iglesia no va muy bien. Hay problemas evidentes en los deberes de algunos hermanos y hermanas y ustedes no están enseñando a resolver estas cosas. ¿Esta falta de trabajo real no los convierte en falsos líderes?”. Oírla decir eso fue muy perturbador. Para mí, era obvio que había problemas con algunos hermanos y hermanas que yo no mencionaba. No estaba cumpliendo las responsabilidades de una líder para nada. ¿No era una falsa líder? Sabía que si seguía sin practicar la verdad, Dios me desdeñaría y descartaría. Esta posibilidad me asustó, y oré: “Dios mío, he visto a algunos hermanos y hermanas que viven en su carácter corrupto, nuestra vida de iglesia y varios aspectos de la obra de esta se han visto gravemente afectados, pero no puedo poner en práctica la verdad para solucionarlo. Dios, guíame para conocerme a mí misma”.

Después de orar, leí esto en las palabras de Dios: “Practicar la verdad no consiste en decir palabras vacías ni gritar consignas. Más bien consiste en cómo, independientemente de lo que la gente encuentre en la vida, siempre que tenga que ver con los principios de la conducta humana, sus perspectivas sobre las cosas, o el cumplimiento de sus deberes, se enfrenta a una elección y debe buscar la verdad, encontrar un fundamento y principios en las palabras de Dios, y luego debe encontrar una senda de práctica. Aquellos capaces de practicar de este modo son personas que persiguen la verdad. Ser capaz de perseguir la verdad de este modo, por muy grandes que sean las dificultades que uno encuentre, es recorrer la senda de Pedro, la senda de búsqueda de la verdad. Por ejemplo: ¿Qué principio debe seguirse a la hora de relacionarse con los demás? Tal vez tu perspectiva original sea que ‘La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud’, que debes mantenerte en una posición en la que agrades a todos, evitar que los demás queden mal y no ofender a nadie, con lo que logras tener buenas relaciones con ellos. Constreñido por esta perspectiva, guardas silencio cuando presencias que otros hacen cosas malas o vulneran los principios. Preferirías que la obra de la iglesia sufriera pérdidas antes que ofender a nadie. Tratas de estar del lado de todos, sin importar quiénes sean. Tan solo piensas en los sentimientos humanos y en guardar las apariencias cuando hablas, y siempre pronuncias palabras que suenan bien para complacer a los demás. Incluso si descubres que otros tienen problemas, optas por tolerarlos y te limitas a hablar sobre ellos a sus espaldas, pero a la cara respetas la paz y mantienes la relación. ¿Qué opinión te merece tal conducta? ¿Acaso no corresponde a la de una persona complaciente? ¿No es muy poco fiable? Vulnera los principios de la conducta humana. ¿No es una bajeza comportarse de esa forma? Quienes actúan así no son buenas personas, esa no es una manera noble de comportarse. Da igual lo mucho que hayas sufrido y cuántos precios hayas pagado, si te comportas sin principios, entonces habrás fracasado a este respecto, y tu conducta no será reconocida, recordada ni aceptada ante Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para cumplir bien con el deber, al menos se ha de tener conciencia y razón). Leer las palabras de Dios que ponen en evidencia a los complacientes me perturbó mucho. Yo no resolvía los problemas en la iglesia, no porque no los viera con claridad, sino porque no quería ofender a nadie y temía que pensaran mal de mí. Intentaba proteger mi imagen y mi estatus. Dios detesta a las personas como yo, que no actúan según los principios ni practican la verdad, que son egoístas y falsas. Repasé cómo me había estado comportando. Había visto que Liu Liang siempre se mostraba desinteresado en su deber y retrasaba nuestra obra de riego, por lo que yo debería haber puesto en evidencia y diseccionado la naturaleza de su conducta. Pero como temía que me miraran mal, que dijeran que regañaba y criticaba a la gente ahora que era líder, nunca diseccioné la naturaleza del problema de Liu Liang para proteger mi imagen. Solo mencioné algo ligeramente relacionado con el problema sin hacer nada que ayudara y, aunque vi que esos dos hermanos nunca se llevaban bien y las graves consecuencias que eso tenía en la obra de la iglesia, jamás revelé ni diseccioné el asunto para ayudarlos a entenderse a sí mismos. En consecuencia, la obra de la iglesia se perjudicó. Vivía según filosofías satánicas como “La armonía es un tesoro y la paciencia, una virtud”, “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y “Un amigo, un camino”. Como quería proteger mi reputación y estatus y que todos me consideraran amable, veía las cosas claramente, pero no compartía por completo lo que pensaba. Esto dañaba a otros hermanos y hermanas y también retrasaba la obra de la iglesia. Vi que carecía por completo de conciencia y razón, y no tenía ni la más mínima lealtad por Dios. ¿Acaso eso era ser una buena persona? Aunque en apariencia me llevaba bien con todos y todos los demás decían que era una buena persona y tenían una buena impresión de mí, ante Dios, yo no cumplía ningún deber. A los ojos de Dios, yo era una persona desleal y poco confiable. Desagradaba a Dios. Al darme cuenta de esto, pronto me arrepentí ante Él. Sabía que no podía continuar así, y que debía buscar la verdad para resolver este problema.

Después leí esto en las palabras de Dios: “¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de fama, ganancia y estatus? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe Su palabra con normalidad y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso al trabajo de la iglesia? Lo perturba, lo perjudica y lo desorganiza. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama, la ganancia y el estatus. Cuando llevan a cabo su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado la fama, la ganancia y el estatus, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de fama, ganancia y estatus, las personas trastornan y perturban el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, e incluso puede que afecten al hecho de que más personas coman y beban las palabras de Dios, comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Es un hecho indiscutible. Cuando la gente se afana por la fama, la ganancia y el estatus, es indudable que no busca la verdad y no cumple fielmente y bien con el deber. Solo habla y actúa en aras de la fama, la ganancia y el estatus, y todo trabajo que hace, sin la más mínima excepción, es en beneficio de esas cosas. Esa forma de comportarse y actuar implica, sin duda, ir por la senda de los anticristos; es un trastorno y una perturbación de la obra de Dios, y sus diversas consecuencias obstaculizan la difusión del evangelio del reino y el desempeño de la voluntad de Dios en la iglesia. Así pues, se puede afirmar con certeza que la senda que recorren los que van en pos de la fama, la ganancia y el estatus es la senda de resistencia a Dios. Es una resistencia intencionada a Él contrariándolo; es decir, cooperar con Satanás para resistirse a Dios y oponerse a Él. Esta es la naturaleza de la búsqueda de fama, ganancia y estatus por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan sus intereses personales, como la fama, la ganancia y el estatus, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un altavoz de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. Desempeñan un papel negativo en la iglesia; el efecto que causan en el trabajo de la iglesia y en la vida de iglesia normal y la búsqueda normal del pueblo escogido de Dios es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo y adverso(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). En la palabra de Dios, vi que la naturaleza y las consecuencias de ser alguien complaciente que cuida sus propios intereses y no practica la verdad perturban y sabotean la obra de la casa de Dios, y eso es ser secuaz de Satanás. Si seguía así, sin arrepentirme, terminaría desdeñada y descartada por Dios. Como líder de la iglesia, tengo la responsabilidad de enseñar la verdad para resolver los problemas y las dificultades de los hermanos y las hermanas en su entrada en la vida y de cuidar la vida de iglesia. Sin embargo, cuando veía los problemas de las personas, no les estaba ayudando a cambiar, poniendo en evidencia y diseccionando la esencia de la conducta de las personas, sino que era complaciente para proteger mi estatus y mi reputación, actuaba como un lacayo de Satanás y perjudicaba la labor de la iglesia y la vida de los hermanos y las hermanas. Era firmemente controlada por mi carácter corrupto, era demasiado cobarde para practicar la verdad y defender la rectitud. Era un lacayo de Satanás, débil e incompetente, vivía de un modo muy despreciable y patético. Si no empezaba a practicar la verdad y rebelarme contra mí misma, ¡era sumamente indigna de vivir ante Dios! Sin el juicio y la exposición de Sus palabras, yo nunca habría sido consciente de mi propia corrupción ni habría conocido los peligros y las consecuencias de ser complaciente y no practicar la verdad. Estaba dispuesta a rebelarme contra mí misma y a dejar de ser complaciente.

Después leí unos pasajes de la palabra de Dios que me dieron algunas sendas de práctica. Las palabras de Dios dicen: “En esencia, Dios es fiel, y por lo tanto siempre se puede confiar en Sus palabras. Más aún, Sus acciones son intachables e incuestionables, razón por la cual a Dios le gustan aquellos que son absolutamente honestos con Él(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tres advertencias). “Si tienes las motivaciones y la perspectiva de una ‘complaciente’, entonces, en todos los asuntos, serás incapaz de practicar la verdad y acatar los principios, y fracasarás y caerás siempre. Si no despiertas y no buscas nunca la verdad, entonces eres un incrédulo, y nunca obtendrás la verdad y vida. Así pues, ¿qué deberías hacer? Cuando te enfrentes con esas cosas, debes orar a Dios y llamarle, suplicando salvación y pidiéndole que te otorgue más fe y fuerza, y te permita acatar los principios, hacer lo que debas hacer, manejar las cosas de acuerdo con los principios, mantenerte firme en la posición que debes defender, proteger los intereses de la casa de Dios y evitar que entre algo perjudicial en la obra de la casa de Dios. Si puedes rebelarte contra tus propios intereses, tu orgullo y tu punto de vista de complaciente y si haces lo que debes hacer con un corazón honesto e íntegro, entonces habrás derrotado a Satanás y habrás ganado este aspecto de la verdad. Si siempre continúas viviendo según la filosofía de Satanás, proteges tus relaciones con los demás, nunca practicas la verdad y no te atreves a acatar los principios, ¿podrás entonces practicar la verdad en otros asuntos? Seguirás sin tener fe ni fuerza. Si nunca eres capaz de buscar o aceptar la verdad, entonces ¿esa fe en Dios te permitirá obtener la verdad? (No). Y si no puedes obtener la verdad, ¿puedes ser salvado? No puedes. Si siempre vives según la filosofía de Satanás, totalmente desprovisto de la realidad-verdad, entonces nunca podrás ser salvado. Debe quedarte claro que obtener la verdad es una condición indispensable para la salvación. ¿Cómo, entonces, puedes obtener la verdad? Si eres capaz de practicar la verdad, si puedes vivir según ella, y si esta se convierte en la base de tu vida, entonces obtendrás la verdad y tendrás vida, y así serás uno de los que se salven(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Al leer esto, vi que a Dios le gustan las personas honestas. Las personas honestas no se concentran en proteger sus relaciones con otros y no les importa cómo los consideran, pero tienen un lugar en su corazón para Dios. Defienden los principios en todas las cosas, tienen un sentido de la rectitud y son fieles a Dios. Pero, al volver a pensar en mí misma, vi que me importaban demasiado las relaciones interpersonales, la reputación y el estatus. Cuando pasaban cosas que requerían proteger los intereses de la iglesia y practicar la verdad, siempre me ponía del lado de Satanás, no me animaba a defender los principios-verdad; siempre me rebelaba contra Dios y me resistía a Él, lo lastimaba y lo decepcionaba. De hecho, decir la verdad y señalar los problemas de los demás no es para avergonzarlos. Hacer eso es muy beneficioso, ya sea sobre un hermano, una hermana o sobre la obra de la iglesia. Si noto que alguien revela corrupción pero no llamo la atención sobre la naturaleza y las consecuencias de este tipo de conducta, nunca sabrá la gravedad de su problema y no será capaz de cambiar. Eso no solo obstaculiza su entrada en la vida, sino que también afecta la obra de la iglesia, y eso desagrada a Dios porque vivo dentro de un carácter corrupto y no protejo la labor de la iglesia. Siempre estaba muy preocupada por mi reputación y mi estatus, siempre me preocupaban las opiniones ajenas, sin priorizar las de Dios. No tenía en cuenta cómo actuar conforme a la verdad. Estaba siempre limitada por mi carácter corrupto, era muy necia. No podía seguir permitiendo que mi carácter corrupto mandara, y no quería ser un débil hazmerreír de Satanás. Debía ser una persona honesta con un sentido de la rectitud que complaciera a Dios. Al comprender esto, tomé la decisión de practicar la verdad y rebelarme contra la carne. Defendería los principios y me pondría del lado de Dios para proteger la labor de la iglesia, independientemente de cómo me vieran los demás. Busqué a los dos hermanos al día siguiente, y cuando estaba preparándome para señalarles su problema, empecé a preocuparme un poco, pensando: “¿Y si no pueden aceptar que los ponga en evidencia y los pode y se molestan conmigo? ¿Cómo podré dar la cara, entonces?”. Me di cuenta de que mi carácter corrupto me limitaba, por lo que oré y le pedí a Dios que me ayudara a practicar la verdad. Después recordé algo que Dios dijo: “No poder defender Mis testimonios e intereses es traición. Fingir una sonrisa cuando se está lejos de Mí en el corazón es traición(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (1)). A partir de las palabras de Dios, entendí que si seguía siendo complaciente y no practicaba la verdad ni protegía los intereses de la iglesia, estaba traicionando a Dios. Sabía que debía dejar de proteger las relaciones interpersonales, y sin importar lo que pensaran de mí después de que mencionara su problema, debía enfrentar a Dios y practicar la verdad. Así, revelé su arrogancia, su conducta carente de cooperación y la esencia y las consecuencias de estas cosas. También hallé algunas palabras de Dios para leerles. Después de escucharme, pudieron reflexionar y conocerse a sí mismos a la luz de las palabras de Dios y quisieron arrepentirse y cambiar. Estaba muy feliz de ver que podían conocerse a sí mismos, pero también me sentí un poco culpable. Si hubiera sido capaz de practicar la verdad y ayudarlos a ver la gravedad del problema más rápido y podrían haber arreglado las cosas antes. No habrían seguido viviendo en la corrupción, Satanás no los habría dañado ni habría jugado con ellos, y, sobre todo, no habrían retrasado la obra de la iglesia. Siempre había tenido miedo de que si señalaba los problemas de los demás se molestarían y se resentirían conmigo. Pero, de hecho, todo eso era imaginación mía. Mientras una persona pueda aceptar la verdad, no desarrollará prejuicios, sino que será capaz de aprender algo. Esta manera de practicar es beneficiosa para los demás y para mí misma.

Después de eso, tenía más confianza en practicar la verdad y ser una persona honesta. Los pensamientos de estatus y reputación ya no me limitaban. Cuando veía los problemas de mis hermanos y hermanas, podía compartir enseñanzas y ayudarlos de inmediato, para ponerlos en evidencia y diseccionarlos. A través de estas experiencias sentí en verdad el amor y la salvación de Dios. El juicio y la exposición de la palabra de Dios fueron lo que transformó mi mentalidad complaciente. Sentí que practicar la verdad era muy relajante y me daba verdadera paz mental, mucho mejor que hacer siempre lo imposible por agradar por temor a ofender. También fui capaz de vivir con un poco de semejanza humana. Vi que solo las palabras de Dios son la verdad, y pueden darnos una dirección y una senda para lo que hacemos y quiénes somos. Vivir con honestidad de acuerdo con las palabras de Dios es la única forma de ser una buena persona.

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