Las consecuencias de la autopreservación
La hermana Guan fue transferida para que hiciera seguimiento del trabajo de nuestra iglesia en 2019. La había conocido dos años antes, y, al interactuar con ella esta vez, vi que seguía exactamente igual. En las reuniones, siempre compartía doctrina, no experiencias o comprensión de las palabras de Dios. Cuando veía que otros tenían problemas en su trabajo, no hablaba sobre la verdad para solucionarlos, solo los reprimía y regañaba. No solo no aportaba una senda de práctica a los hermanos y hermanas, los sofocaba. Cuando la gente no podía cambiar de inmediato sus estados negativos, la hermana Guan les ponía límites y los regañaba, lo cual dejaba a los hermanos y hermanas limitados, y algunos perdían la confianza para cumplir un deber. Ella solía alardear de que había abandonado su empleo y a su familia, de que había sufrido y pagado un precio, y muchos miembros nuevos de la iglesia, que carecían de discernimiento, la admiraban de verdad. En esa época, el trabajo de la iglesia no iba bien, y los hermanos y hermanas no estaban en buenos estados. Después descubrí que la hermana Li, diaconisa de evangelio, no llevaba una carga en su deber ni hacía nada de trabajo práctico. Tras muchas enseñanzas y críticas, no cambió, e incluso se volvió negativa y se resistía. Retrasaba nuestro trabajo evangelizador y debía ser remplazada. Hablé sobre estos asuntos con la hermana Guan. Pero ella creía que era difícil hallar un buen candidato para ese puesto, e insistía en no remplazarla. Incluso preguntó, en voz alta: “Desde que supiste de los problemas de la hermana Li, ¿cuántas veces has intentado ayudarla por amor? ¿Has cumplido tus responsabilidades? No seas tan arrogante, ¡mira el potencial de la gente!”. La ayuda amorosa es para quienes pueden aceptar la verdad. Quien no acepta ninguna enseñanza ni cambio debería ser remplazado de inmediato. Al principio, defendí mi punto de vista, pero la hermana Guan se negó a aceptar, lo que me hizo sentir ansiosa, y ambas empezamos a discutir. Algunos otros hermanos y hermanas me advirtieron que no intentara salir victoriosa, lo que me hizo sentir un poco limitada. Nadie tenía discernimiento sobre lo que ella decía, si yo insistía en destituir a la hermana Li, tal vez dirían que yo era arrogante y terca, que perturbaba el trabajo de la iglesia. Ante este pensamiento, no dije una palabra más.
Después de eso, tuvimos que elegir un líder superior, y nos pidieron que sugiriéramos candidatos adecuados. Algunos hermanos y hermanas querían recomendar a la hermana Guan. Yo pensaba que ella solía hacer las cosas a su manera, sin buscar los principios, solo hablaba de doctrina y no podía resolver los problemas prácticos de los demás. No era una buena candidata. Yo debería compartir enseñanza para que los demás discernieran. Pero la hermana Guan y yo habíamos tenido conflictos sobre cambiar a la diaconisa de evangelio, y los demás creían que yo quería resultar victoriosa. Si ahora decía que la hermana Guan no era una buena candidata, ¿dirían ellos que usaba esta oportunidad para vengarme de ella y retrasarla? Pensé: “Bien, cuantos menos problemas, mejor. Pueden elegir a la hermana Guan si quieren, alcanza con que yo no la vote”. Pero al momento de escribir las evaluaciones, me preocupé. Todos los demás tenían cosas buenas que decir sobre la hermana Guan, por lo que, si escribía mi opinión sincera, la líder sabría que yo estaba perfectamente al tanto de que no era una buena candidata, pero que no enseñaba la verdad a los demás ni sugería candidatos que estuvieran en línea con los principios. ¿Diría la líder que yo no defendía la obra de la iglesia? ¿Dejaría de entrenarme? Sentí que estaba entre la espada y la pared. Decidí seguir a la corriente. En mi evaluación, solo escribí los aspectos positivos de la hermana Guan, y dije, hipócrita, que ella buscaba la verdad, tenía buena humanidad y era amorosa con los demás, que hallaba palabras de Dios relevantes para ayudarnos cuando veía corrupción en nosotros. Tras escribir la evaluación, sentí que mi espíritu se hundía de verdad, mi conciencia se sintió acusada. Cuando leía las palabras de Dios después, no ganaba nada de esclarecimiento, y mis deber se sentía agotador, pero no hice introspección. Además, me aferraba a mi idea de la suerte, Entre tantos candidatos, probablemente no fuera elegida. Si no la elegían, mi evaluación falsa no saldría a la luz. Después supe que sí habían elegido a la hermana Guan como líder superior. Estaba sorprendida, y me sentía muy incómoda. ¿La gente fue engañada por todas las evaluaciones positivas? Pero aún no tenía el coraje de decirle la verdad a la líder, por lo que me consolé pensando que, si en verdad la hermana Guan no era apta para ser líder, Dios la habría expuesto. Eso pensaba, pero seguía sintiéndome incómoda.
Un mes después, más o menos, una líder nos escribió una carta en la que pedía que evaluáramos por escrito a la hermana Guan otra vez. Me di cuenta de que era muy probable que hubieran surgido problemas en su deber como líder superior. Tenía miedo, y también vi que esa líder había citado unas palabras de Dios en su carta. Dios dice: “Seguir el camino de Dios: ¿a qué se refiere el ‘camino de Dios’? A temer a Dios y evitar el mal. ¿Y qué es temer a Dios y evitar el mal? Cuando haces una valoración de alguien, por ejemplo, esto tiene que ver con temer a Dios y evitar el mal. ¿Cómo los valoras? (Debemos ser honestos, justos y ecuánimes, y no debemos basar nuestras palabras en las emociones). Cuando dices exactamente lo que piensas y has visto, estás siendo honesto. Y sobre todo, la práctica de ser honesto significa seguir el camino de Dios. Esto es lo que Él enseña a la gente; es el camino de Dios. ¿Cuál es el camino de Dios? Temer a Dios y evitar el mal. ¿Ser honesto forma parte de temer a Dios y evitar el mal? ¿Y supone seguir el camino de Dios? (Sí). Si no eres honesto, entonces lo que has visto y lo que piensas no es lo mismo que sale por tu boca. Alguien te pregunta: ‘¿Cuál es tu opinión sobre tal persona? ¿Se responsabiliza de la obra de la iglesia?’, y tú respondes: ‘Es muy bueno, asume más responsabilidad que yo, su calibre es mejor que el mío, y su humanidad también es buena, es maduro y estable’. Pero ¿es esto lo que piensas en tu corazón? Lo que de verdad piensas es que, aunque esta persona tiene calibre, es poco fiable, y bastante astuta y muy calculadora. Esto es lo que realmente tienes en mente, pero cuando llega el momento de hablar, se te ocurre que: ‘No puedo decir la verdad, no debo ofender a nadie’, así que enseguida dices otra cosa, buscas cosas agradables que decir de ellos, y nada de lo que dices es lo que realmente piensas, es todo mentira e hipocresía. ¿Indica esto que sigues el camino de Dios? No. Has tomado la senda de Satanás, el camino de los demonios. ¿Cuál es el camino de Dios? Es la verdad, es la base de la conducta de las personas, es el camino para temer a Dios y renunciar al mal. Aunque le hables a otra persona, Dios también escucha, y observa tu corazón. Escudriña tu corazón. La gente escucha lo que dices, pero Dios escudriña tu corazón. ¿Son las personas capaces escudriñar los corazones del hombre? En el mejor de los casos, la gente puede ver que no estás diciendo la verdad. Ven lo que hay en la superficie. Solo Dios es capaz de ver el fondo de tu corazón, solo Él puede ver lo que estás pensando, lo que estás tramando, qué pequeños planes tienes dentro de tu corazón, qué modos traicioneros, qué pensamientos retorcidos. Y al ver que no dices la verdad, ¿qué opinión tiene Dios de ti? ¿Cuál es Su evaluación sobre ti? Que no has seguido el camino de Dios en esto porque no has dicho la verdad. Si estuvieras practicando según los requisitos de Dios, deberías haber dicho la verdad: ‘Es una persona de calibre, pero no es fiable’. Tanto si esta evaluación es objetiva o acertada como si no, habrá salido del corazón y será verdadera; es el punto de vista y la posición que deberías haber expresado. Pero no lo hiciste, así que ¿estabas siguiendo el camino de Dios? (No). Si no dijiste la verdad, ¿te serviría de algo insistir en que estás siguiendo el camino de Dios y satisfaciendo a Dios? ¿Prestaría Él atención a tus gritos? ¿Prestaría Dios atención a cómo gritas, a lo fuerte que gritas, o a lo grande que es tu voluntad? ¿Prestaría atención a la cantidad de veces que gritas? No. Dios se fija en si practicas la verdad, en lo que eliges y en cómo practicas la verdad cuando te sobrevienen los acontecimientos. Si eliges mantener las relaciones, mantener tus propios intereses e imagen, y lo haces solo por tu propia preservación, Dios verá que este es tu punto de vista y actitud cuando te sobrevenga un acontecimiento, y Él hará una valoración de ti: dirá que no eres alguien que sigue Su camino” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Lo más importante al creer en Dios es poner en práctica la verdad). Leer las palabras de Dios removió algunos sentimientos. Nunca había considerado que las evaluaciones escritas fueran muy importantes ni había buscado qué verdades debería practicar en esta cuestión. No reflexioné de verdad si tenía motivos incorrectos o si mostraba corrupción cuando escribí esa evaluación, si tenía reverencia a Dios en mi corazón, si la evaluaba objetivamente. En ese punto me di cuenta de que escribir evaluaciones se relaciona con si alguien teme a Dios, si defiende la obra de la iglesia. Elegíamos a un líder superior, lo que afectaba el trabajo de varias iglesias y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Escribir una evaluación injusta con mentiras podía engañar a la gente, y elegir a una persona inadecuada podía perturbar la obra de la iglesia, lo que daña la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Sabía que la hermana Guan no era una buena candidata para ser líder superior, pero para mantener mi propia reputación y estatus, temía que los demás dijeran que me estaba vengando de ella, que la estaba reprimiendo, no dije nada. Podría haber escrito una evaluación sincera y podría haber informada sobre las circunstancias presentes de la hermana Guan, pero temía que la líder dijera que yo tenía discernimiento, pero que no lo compartía con los demás, que no defendía la obra de la iglesia, y eso impactaría en su imagen de mí. Por eso recurrí a medios astutos, escribí en mi evaluación cosas que contradecían los hechos. Describí a la hermana Guan como alguien que busca la verdad y hace trabajo real. Lo que escribí no era para nada verdadero. Era muy engañosa y maliciosa. Dios nos exige que seamos sinceros, que hablemos de acuerdo con los hechos y adecuadamente. Pero yo mentí sobre algo tan importante como la elección de un líder. No tenía nada de reverencia por Dios. Vivía una naturaleza satánica y demoníaca. El diablo empezó así, mintiendo. Yo iba en contra de los hechos, mentía, y ¡eso era, en realidad, una naturaleza demoníaca! No consideraba el trabajo de la iglesia, sino que escribí un evaluación en contra de los hechos, así había engañado a los hermanos y hermanas, y por eso eligieron a la persona equivocada. Eso era engañar a Dios y ofender su carácter. Darme cuenta de esto me dio miedo.
Leí este pasaje de las palabras de Dios después: “Una vez que la verdad se haya convertido en vida en ti, cuando observes a alguien que es blasfemo hacia Dios, no es temeroso de Él, y es descuidado y superficial al cumplir con su deber, o que interrumpe e interfiere con el trabajo de la iglesia, responderás de acuerdo con los principios de la verdad, y serás capaz de identificarlos y exponerlos cuando sea necesario. Si la verdad no se ha convertido en tu vida y todavía vives inmerso en tu carácter satánico, entonces cuando descubras a personas malvadas y a demonios que interrumpan y perturben el trabajo de la iglesia, harás la vista gorda y oídos sordos; los apartarás sin que te lo reproche tu conciencia. Llegarás a creer que cualquiera que perturbe el trabajo de la iglesia no tiene nada que ver contigo. Por más que se resientan el trabajo de la iglesia y los intereses de la casa de Dios, a ti no te importa, ni intervienes ni te sientes culpable, lo que te convierte en alguien sin conciencia ni sentido, un incrédulo, un hacedor de servicio. Comes de lo que es de Dios, bebes de lo que es de Dios y disfrutas de todo lo que viene de Dios, pero crees que ningún perjuicio a los intereses de la casa de Dios tiene que ver contigo, lo que te convierte en un traidor que muerde la mano que le da de comer. Si no proteges los intereses de la casa de Dios, ¿eres siquiera humano? Eres un demonio que se ha introducido en la iglesia. Finges creer en Dios, ser de Sus escogidos, y quieres gorronear en la casa de Dios. No estás viviendo la vida de un ser humano y, obviamente, eres incrédulo” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo aquellos que se someten sinceramente a Dios lo temen de corazón). Las revelaciones de las palabras de Dios fueron muy desgarradoras. Era la traidora que muerde la mano que le da de comer de la que Dios habla. Comía y bebía las palabras de Dios, disfrutaba Su sustento, pero no defendía la obra de la iglesia. En cambio, actuaba solo por el bien de mis propios intereses, no practicaba las verdades que conocía bien, lo que, al final, engañó a otros y los llevó a elegir a una falsa líder. ¿Acaso eso no era dañar la obra de la iglesia y a otros hermanos y hermanas? Cuanto más lo pensaba, más me odiaba por ser tan maliciosa y vil. Solo quería protegerme a mí, no proteger a la obra de la iglesia. No era ningún tipo de creyente verdadero. Sentí que mi espíritu se hundía y se oscurecía. Las palabras de Dios no me esclarecían, y no lograba nada en mi deber. Dios escondía Su rostro de mí. Si seguía siendo una traidora impenitente, de seguro sería descartada por Dios. De verdad sentí el carácter justo de Dios que no tolera ofensa humana y me odié por no practicar la verdad. Oré a Dios, dispuesta a arrepentirme y practicar la verdad, ¡para compensar mi transgresión!
Leí este pasaje de las palabras de Dios: “Para todos los que cumplen con su deber, ya sea profundo o superficial su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de entrar en la realidad de la verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus individuales. Poned los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo su deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta la voluntad de Dios, considerar la obra de la iglesia y poner estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te ven los demás. ¿No sientes que se facilita un poco cuando lo divides en estos pasos y haces algunas concesiones? Si practicas de esta manera por un tiempo, llegarás a sentir que satisfacer a Dios no es difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y deberes, dejar de lado tus deseos egoístas y tus propias intenciones y motivos, tener consideración de la voluntad de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte: es vivir sin rodeos y honestamente, sin ser una persona vil o un bueno para nada, y vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable y miserable. Considerarás que así es como una persona debe vivir y actuar. Poco a poco disminuirá el deseo dentro de tu corazón de gratificar tus propios intereses” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Hallé una senda de práctica en las palabras de Dios. Debemos siempre anteponer la obra de la iglesia, y cuando nuestros intereses personales entren en conflicto con la obra de la iglesia, debemos abandonarnos, olvidarnos de nuestros intereses propios, y priorizar nuestro deber y nuestras responsabilidades, Esta vez me pidieron que rescribiera la evaluación, y yo me arrepentiría ante Dios. No podía seguir considerando lo que otros opinaran de mí ni seguir protegiéndome. Debía escribir la verdad y ser sincera.
Después me sinceré ante los hermanos y hermanas. Les dije sobre la corrupción que había mostrado, sobre mi introspección y lo que había aprendido. También hablé sobre los principios para elegir líderes, que debemos elegir gente que busque la verdad, que tenga buena humanidad y pueda hacer trabajo práctico. Al comparar a la hermana Guan con esto, todos ganaron discernimiento y se sintieron listos para escribir nuevas evaluaciones. También escribí una evaluación precisa sobre la conducta constante de la hermana Guan. Poner eso en práctica me dio una sensación de paz.
Ese día, recibí una carta de la líder que decía que habían destituido a la hermana Guan. También decía que mientras la hermana Guan estuvo en ese puesto, era arrogante, autocrática y que no cooperaba, lo que demoró muchos proyectos de la iglesia. Además, usaba su posición para oprimir a otros, lo que los volvió negativos. Lo que decía la carta fue como una cachetada tras otra para mí. Mi cara ardía, mi mente quedó en blanco. Sabía que había ofendido a Dios y que había participado en las maldades de una falsa líder. Se había comportado así antes, y yo tenía discernimiento sobre eso, pero no solo no la denuncié, sino que permití que otros hermanos y hermanas la recomendaran como líder superior, Me di cuenta de que no sentía nada de responsabilidad por la obra de la iglesia. De manera encubierta, ayudaba a una falsa líder a hacer el mal y empeorar las cosas. Incluso buscaba excusas para mí misma, por no practicar la verdad. Sentía que aunque no había denunciado lo que sabía, Dios lo revelaría. Dios nos descubre a todos, pero nosotros debemos cumplir nuestros propios deberes, revelar a los falsos líderes y defender la obra de la iglesia. Pero yo esperaba pasivamente que Dios actuara, que Él la revelara. No cumplí con mi deber, con mi responsabilidad. Eso dañó gravemente la obra de la iglesia y la entrada en la vida de los hermanos y hermanas. Al pensar esto, me sentí cada vez peor. Sabía que mi transgresión ya no se podía corregir. En mi dolor, me presenté ante Dios para orar y arrepentirme. También quería saber por qué protegía mis propios intereses en cuanto enfrentaba un problema. ¿Cuál era la raíz del problema?
Leí este pasaje en mis devocionales: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes emociones tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hacen para sí mismos, por tanto solo viven para sí mismos. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta, en el auténtico retrato de su naturaleza satánica, la cual se ha convertido ya en la base de la existencia de esta humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Las palabras de Dios me mostraron que, aunque era creyente, no trataba la verdad de las palabras de Dios como mi estándar de vida. Seguí viviendo según los conceptos de Satanás, como “cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “primero el beneficio”, y “protégete y trata solamente de librarte de la culpa”. Vivía basándome en esos venenos satánicos. Sentía que la gente debía pensar en sí misma en la vida, y aprender a proteger sus propios intereses para no resultar dañada. Es la única forma de ser inteligente y no sufrir daños. Pero gracias a esta lección, vi que vivir según estos venenos satánicos puede haber protegido mis propios intereses temporalmente, pero me hizo renunciar a mi base como ser humano. Me volví egoísta, maliciosa y vil, incluso fui contra mi conciencia, no fui sincera. Me convertí en alguien sin carácter ni dignidad, alguien indigna de confianza, y, al final, dañé las vidas de los hermanos y hermanas y perturbé gravemente la obra de la iglesia, cometí una transgresión que nunca podría compensar. Odiaba cuán profundamente me había corrompido Satanás, que no tuviera conciencia y que no fuera digna de vivir ante Dios. Esta experiencia me mostró que no entendía a Dios para nada, que no creía que Él todo lo escudriña. Me preocupaba que, si hablaba con los demás sobre mi discernimiento de la hermana Guan, ellos pensarían que yo intentaba vengarme y que la oprimía a propósito, Pero en la casa de Dios, la verdad prevalece y Dios todo lo ve. Si mi corazón estaba en el lugar correcto y yo actuaba de acuerdo con los principios, los demás me apoyarían cuando entendieran la verdad. Incluso si algunos al principio me malinterpretaban, yo estaría cumpliendo mi deber ante Dios, y mi conciencia estaría tranquila. Entender esto me dejó mucho más en paz, y yo decidí que, en el futuro, sin dudas defendería los principios.
Después, pensé en la hermana Li, la diaconisa de evangelio que nunca aceptaba la verdad y que no llevaba una carga en su deber. Ella debería haber sido destituida según los principios. Compartí mis pensamientos con algunos diáconos. Los diáconos dijeron: “Si la destituimos ahora, no habrá un remplazo adecuado en la iglesia. Ayudémosla y apoyémosla por ahora”. Yo pensaba que ya la había ayudado y apoyado varias veces, pero ella no era receptiva. Si seguía trabajando como diaconisa de evangelio, solo retrasaría aun más el trabajo. Pero era cierto que no había otros buenos candidatos para diácono de evangelio en la iglesia. Si nadie estaba de acuerdo, pero yo insistía, ¿no dirían que yo era demasiado arrogante y terca? Por un momento, no supe qué hacer, por eso oré y busqué ante Dios. Tras orar, me di cuenta de que otra vez había empezado a proteger mis propios intereses. Debía defender los principios de la verdad en mi deber, no podía desdibujar en bien y el mal. Según los principios, la hermana Li era una falsa obrera. Si la manteníamos en ese puesto, la obra evangelizadora se vería afectada. No podía negarme a lidiar con eso por temor a que los demás dijeran que era arrogante, debía defender los principios. Por eso, compartí enseñanza sobre las verdades relevantes con mis compañeros, y estuvieron de acuerdo con destituir a la diaconisa de evangelio. Después, la líder superior organizó que una hermana de otra iglesia se hiciera cargo de nuestra obra evangelizadora. Ella tenía una carga en su deber y entendía los principios, Nuestra obra evangelizadora, de a poco, repuntó. También me sentí muy tranquila y en paz, como si fuera una forma de vivir maravillosa, y al fin pude poner en práctica la verdad.