La responsabilidad es clave para predicar bien el evangelio
Por Marie, Costa de MarfilNo solía tomarme mis deberes en serio, holgazaneaba mucho y hacía las cosas de manera muy superficial. Invitaba a...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Dios Todopoderoso dice: “Cumplir con tu deber en la obra de gestión de Dios de seis mil años es un honor. Es un privilegio para todas las personas. No constituye una humillación; la clave está en el trato que le das a este honor que recibiste de Dios y la forma en que lo retribuyes. Él te ha elevado; no dejes de agradecer Su amabilidad. Debes saber cómo retribuir la gracia de Dios. ¿Cómo deberías retribuirla? Dios no quiere tu dinero ni tu vida, y tampoco desea ningún tesoro que hayas heredado de tu familia. ¿Qué quiere? Dios desea tu sinceridad y tu lealtad” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (19)). Al leer este pasaje de las palabras de Dios, pensé en mi experiencia de hace un tiempo, cuando me podaron por no ser responsable en mi deber. Dios me había elevado al deber de líder, pero no lo valoré y lo consideré una carga y una molestia, lo que causó retrasos en el trabajo e hizo que me sintiera en deuda y arrepentida.
En abril de 2023, el líder superior nos encargó el trabajo de video y el de sermones a dos hermanas colaboradoras y a mí. Al principio, rebosaba determinación y, junto con las hermanas con las que colaboraba, reasignábamos a los líderes y supervisores de equipo que eran inadecuados, dábamos seguimiento al avance del trabajo de cada equipo, identificábamos desviaciones en el trabajo, planificábamos tareas, etc. Aunque la carga de trabajo era pesada y estaba muy atareada, me sentía bastante satisfecha. Más tarde, el líder superior me encargó que me dedicara al trabajo de redacción de guiones. Este trabajo suponía un gran reto para mí y sentí que, incluso si me esforzaba al máximo, quizá no sería capaz de hacerlo bien. Pero, como el líder superior me lo había asignado directamente, no me atreví a desatender esta tarea y dediqué casi toda mi energía al trabajo de redacción de guiones. Cuando los hermanos y hermanas de otros equipos me hacían preguntas, resolvía las sencillas con rapidez. Sin embargo, fingía no ver cualquier cosa que requiriera pensar o tiempo y esfuerzo para considerarla, o directamente la reenviaba a las hermanas que colaboraban conmigo para que se encargaran ellas. Incluso marcaba muchos mensajes como “no leídos” después de verlos. En ese momento, las hermanas con las que colaboraba también me recordaron que debía hacer el seguimiento del trabajo de otros equipos. Aceptaba de palabra, pero luego solo hacía algunos trabajos superficiales y, tras unos días, me parecía fastidioso y ya ni me molestaba en encargarme de ello. A veces tenía algo de tiempo libre y pensaba que tal vez podía dar seguimiento a otro trabajo, pero luego pensaba: “Aún tengo verdaderas carencias en mis habilidades profesionales y sería mejor dedicar este tiempo a aprender más conocimientos profesionales para poder mejorar lo más rápido posible y gestionar mejor el trabajo de redacción de guiones. Esto no significa desatender mi trabajo principal; las hermanas con las que colaboro deberían entenderlo”. De esa manera, se esfumó ese pequeño sentimiento de culpa en mi corazón.
Un día, descubrí que el trabajo de video avanzaba lentamente y envié un mensaje al líder del equipo para aclarar la situación. El líder del equipo me envió una larga lista de razones. Todo lo que vi eran excusas, así que quise entender más a fondo los detalles, pero luego pensé: “Entender los detalles me llevará más tiempo y, como este trabajo es principalmente la responsabilidad de la hermana con la que colaboro, ella también le dará seguimiento; no debería preocuparme demasiado y así evitaré retrasar mi propio trabajo”. Poco tiempo después, el líder superior descubrió que el lento avance del trabajo de video había retrasado gravemente la obra, así que nos podó con severidad por nuestra irresponsabilidad y destituyó a la hermana encargada de ese trabajo. Después, el líder me acribilló a preguntas: “¿Crees que porque estás asignada al trabajo de redacción de guiones, mientras lo hagas bien, los problemas que haya en los otros trabajos no tienen nada que ver contigo por muy grandes que sean? ¿Tienes miedo de sufrir adversidades? Eres demasiado irresponsable, ocupas un cargo sin hacer trabajo real. No eres más que una líder falsa ¡y no eres digna de confianza ni de que te cultiven!”. Las palabras del líder superior fueron muy hirientes. Sabía que, últimamente, no había hecho seguimiento de muchas tareas y que lo que el líder dijo al podarme era cierto. Pero luego, también me sentí algo agraviada y pensé: “No es cierto que no haya hecho ningún trabajo real. Solo quería centrar mis esfuerzos en el trabajo de redacción de guiones. ¿Acaso es tan grave?”. Así que busqué palabras de Dios relevantes para mi estado y leí estas palabras de Dios: “Los anticristos no tienen conciencia, razón o humanidad. No solo no tienen preocupación por la vergüenza, sino que también alcanzan otra marca distintiva: su egoísmo y vileza son poco comunes. El sentido literal de su ‘egoísmo y vileza’ no es difícil de captar. Están ciegos a todo lo que no sean sus propios intereses. Cualquier cosa que tenga que ver con sus propios intereses recibe su máxima atención y sufren por ello, pagan un precio, están absorbidos por sus asuntos y solo se dedican a ellos. Todo aquello que no tenga relación con sus propios intereses lo ignoran y no lo tienen en cuenta. Los demás pueden hacer lo que quieran, a los anticristos les da igual que alguien trastorne o perturbe, consideran que esto no tiene nada que ver con ellos. Dicho con tacto, se ocupan de sus propios asuntos. Pero es más acertado decir que este tipo de personas son viles, vulgares y sórdidas. Las definimos como ‘egoístas y viles’. […] Independientemente del trabajo que lleven a cabo, los anticristos no piensan para nada en los intereses de la casa de Dios. Solo consideran si los suyos propios van a verse afectados, solo piensan en ese poquito de trabajo frente a ellos que los beneficia. Para ellos, la obra principal de la iglesia solo es algo que hacen en su tiempo libre. No se la toman en serio para nada. Solo se mueven cuando se los empuja a actuar, solo hacen lo que les gusta y solo hacen el trabajo destinado a mantener su estatus y su poder. A sus ojos, toda labor dispuesta por la casa de Dios, la labor de difundir el evangelio y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios no son importantes. No importa qué dificultades tengan otras personas en su trabajo, qué cuestiones hayan identificado o les hayan informado, o lo sinceras que sean sus palabras, los anticristos no prestan atención, no se involucran, es como si no tuviera nada que ver con ellos. Por muy importantes que sean los problemas que surjan en la labor de la iglesia, ellos son totalmente indiferentes. Incluso cuando tienen un problema delante, solo lo abordan de manera superficial. Solo cuando lo Alto los poda directamente y se les ordena que resuelvan un problema, hacen a regañadientes un poco de trabajo real y le muestran algo a lo Alto. Poco después, siguen con sus propios asuntos. Con respecto a la obra de la iglesia, a las cosas importantes en el contexto más amplio, no les interesan ni les hacen caso. Incluso ignoran los problemas que descubren, y dan respuestas superficiales o titubean cuando se les pregunta por los problemas, y solo los abordan con gran reticencia. ¿Acaso no es esto la manifestación del egoísmo y la vileza?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Digresión cuatro: Resumen de la calidad humana de los anticristos y de su esencia-carácter (I)). Después de leer las palabras de Dios, me sentí realmente avergonzada. Así era como cumplía mi deber. Al principio, estaba entusiasmada y decidida a asumir la carga de trabajo porque sabía que, si surgían problemas con el trabajo, las hermanas con las que colaboraba y yo tendríamos que cargar con la responsabilidad. Así que hice todo lo posible para colaborar, ya que yo también me beneficiaría si se hacía bien el trabajo. Más tarde, el líder superior me asignó principalmente a dar seguimiento al trabajo de redacción de guiones y me preocupaba que, si no lo hacía bien, mi poca aptitud y mi incapacidad para realizar trabajo real quedaran en evidencia. Por lo tanto, centré toda mi atención en el trabajo de redacción de guiones y traté de vigilar el trabajo del equipo, sus estudios profesionales y los estados de sus miembros tanto como fuera posible. Aunque estaba bien dedicar más esfuerzo al trabajo de redacción de guiones, más adelante, a pesar de que estaba claro que tenía el tiempo y la energía para dar seguimiento a otros trabajos, no estaba dispuesta a involucrarme. A veces, para guardar las apariencias, hacía algún trabajo superficial a regañadientes y solo para salir del paso, ya que pensaba que ciertos trabajos no eran mi responsabilidad y que el líder no me haría responsable directamente si surgían problemas. Pensaba que, si dedicaba menos esfuerzos, no me afectaría mucho y que sería mejor dedicar ese tiempo a aprender más habilidades profesionales. Por lo tanto, como parecía lógico, pasaba el trabajo a otras personas y me convertí en una gerente que no intervenía. Vi que mi estado al cumplir mi deber era idéntico al de un anticristo, ya que era calculadora y meticulosa al hacer las cosas. Pensaba más en todo lo que beneficiara mi reputación y estatus y estaba dispuesta a sufrir y pagar un precio por ello, mientras hacía caso omiso de todo lo que no me beneficiara y solo pasaba a la acción cuando me presionaban, y no me preocupaba cuando surgían problemas. Al cumplir mi deber de esa forma era igual que mera mano de obra o una no creyente. Había disfrutado del riego de muchas palabras de Dios, pero no pensaba en cumplir bien con mi deber y todos mis pensamientos giraban en torno a mi propia reputación y estatus. ¡Había sido realmente egoísta y despreciable!
Más tarde, también pensé que la razón por la que no tenía ningún sentimiento de culpa cuando desatendía otros trabajos era porque creía que el trabajo de redacción de guiones que acababa de asumir representaba un reto que requería mucha dedicación, así que, aunque desatendiera otros trabajos, todos lo entenderían y no sería como si no hiciera ningún trabajo real. Pero, ¿por qué el líder superior dijo que era una falsa líder? Busqué las palabras de Dios sobre las responsabilidades de los líderes y obreros y las leí. Dios Todopoderoso dice: “Como líder, eres responsable de todo el trabajo, no solo de una tarea. Si ves que una tarea en particular es especialmente importante, puedes supervisarla, pero además debes sacar tiempo para inspeccionar, dirigir y hacer seguimiento de otras tareas. Si solo te contentas con hacer bien una tarea y das luego las cosas por concluidas, y les asignas tareas distintas a otras personas, sin preocuparte ni preguntar por ellas, este es un comportamiento irresponsable y una dejación de la responsabilidad. Si eres líder, por muchas tareas de las que seas responsable, tienes la responsabilidad de preguntar constantemente sobre ellas e indagar, al tiempo que también inspeccionas las cosas y resuelves los problemas con celeridad a medida que aparecen. Es tu trabajo. Por tanto, si eres líder regional, de distrito, de iglesia o líder de equipo o supervisor, una vez que hayas conocido tu ámbito de responsabilidad, debes analizar con frecuencia si estás haciendo trabajo real, si has cumplido bien con las responsabilidades que debería cumplir bien un líder o un obrero, así como, de entre las varias tareas que se te han encomendado, cuáles no has hecho, cuáles no quieres hacer, cuáles han dado pobres resultados y de cuáles no has logrado captar los principios. Deberías examinar a menudo todas estas cosas. Al mismo tiempo, debes aprender a hablar y preguntar a otras personas, así como a buscar, en las palabras de Dios y en los arreglos del trabajo, un plan, unos principios y una senda de práctica. Respecto a cualquier arreglo del trabajo, ya sea relativo a la administración, el personal, la vida de iglesia o cualquier labor profesional, si afecta a las responsabilidades de los líderes y obreros, entonces es una responsabilidad que se supone que deben cumplir bien los líderes y obreros, que está encuadrada en el marco de lo que les compete; estas son las tareas de las que deberías encargarte. Por supuesto, las prioridades deben ajustarse a la situación, no se puede demorar ningún trabajo. Algunos líderes y obreros dicen: ‘No tengo tres cabezas y seis brazos. Hay muchas tareas en el arreglo del trabajo; si se me pone a cargo de todas ellas, no las puedo gestionar en absoluto’. Si hay algunas tareas en las que no te puedas implicar personalmente; entonces, ¿has dispuesto que otro las haga? Una vez que realizaste este arreglo, ¿hiciste seguimiento e indagaciones? ¿Hiciste una revisión de su trabajo? ¿Seguro que tuviste tiempo para hacer indagaciones y una revisión? ¡Por supuesto que sí! Algunos líderes y obreros alegan: ‘Solo puedo hacer una tarea a la vez. Si me pides que haga una revisión, solo puedo hacerla con una tarea a la vez; más de eso es inviable’. Si ese es el caso, no vales para nada, tu calibre es extremadamente pobre, no tienes capacidad de trabajo, no estás hecho para ser un líder u obrero, y deberías dejar el cargo. Haz algún trabajo que se te dé bien, sin más, no causes retrasos en la obra de la iglesia y el crecimiento en la vida del pueblo escogido de Dios porque tu calibre sea demasiado pobre para que hagas trabajo; si careces de esta razón, eres egoísta y vil. Si eres de calibre normal, pero eres capaz de ser considerado con las intenciones de Dios, estás dispuesto a practicar y te sientes inseguro de poder hacer bien el trabajo, entonces deberías buscar a un par de personas de buen calibre para cooperar contigo en el trabajo. Ese es un buen enfoque, y cuenta como tener razón” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (10)). La primera frase de las palabras de Dios refutó mis nociones. Dios dice que los líderes son responsables del trabajo global y que deben conocer a fondo cada tarea dentro del ámbito de su responsabilidad. Al dar seguimiento al trabajo, pueden priorizar las tareas en función de su urgencia, centrarse en dar seguimiento a las que son especialmente importantes y delegar otras tareas a otros hermanos y hermanas si están inundados de trabajo, pero no deben ser gestores que no intervienen y que solo les pasan las tareas a los demás y luego se desentienden. Deben preguntar sobre las cosas e inspeccionarlas de forma habitual, así como resolver cualquier problema con rapidez. Uno no puede depender de sus propias imaginaciones y solo dar seguimiento a las tareas que considere importantes, mientras desatiende otras. Eso es incumplir el deber. Pensaba que, al meterme de lleno cada día en el trabajo de guiones, colaborar en su redacción y discutir los problemas con todos, estaba haciendo trabajo real. No consideraba las cosas basándome en las palabras de Dios, sino que cumplía mi deber según mis propias imaginaciones. Eso significaba que muchas tareas sobre las que solo indagaba de vez en cuando luego quedaban desatendidas sin que yo me sintiera culpable y, cuando el líder superior me podó por incumplir mis deberes, hasta me sentí agraviada. ¡Era realmente insensible! La verdad era que, incluso si una tarea me mantenía ocupada durante un tiempo, eso no era excusa para no dar seguimiento a otros trabajos. Tal como dice Dios: “Si hay algunas tareas en las que no te puedas implicar personalmente; entonces, ¿has dispuesto que otro las haga? Una vez que realizaste este arreglo, ¿hiciste seguimiento e indagaciones? ¿Hiciste una revisión de su trabajo? ¿Seguro que tuviste tiempo para hacer indagaciones y una revisión? ¡Por supuesto que sí!”. Durante esa época, me centraba principalmente en el trabajo de redacción de guiones, pero, si hubiera tenido corazón, también habría tenido una carga por otros trabajos y habría intentado equilibrarlos tanto como fuera posible. Si no tenía la energía, podría habérselo dicho claramente a las hermanas con las que colaboraba y pedirles que dieran más seguimiento a las tareas para que, si surgían problemas, pudiéramos hablar sobre ellos y resolverlos juntas. Si era responsable de múltiples tareas y carecía de la aptitud necesaria, podría decírselo a los líderes superiores para no retrasar el trabajo. El problema clave no era que no tuviera nada de tiempo, sino que no estaba dispuesta a dedicarle tiempo. Esto era una falta de responsabilidad y un signo de ser una falsa líder. Oré a Dios: “Dios, he sido muy irresponsable en mis deberes y verdaderamente indigna de ser líder. No fui agradecida por todas las oportunidades de práctica que me dio la casa de Dios y traté mis deberes como una carga y una molestia. ¡Verdaderamente no tengo conciencia ni humanidad! Dado que la casa de Dios no me ha destituido, estoy dispuesta a arrepentirme y valorar esta oportunidad, y cumpliré bien y con esmero mis deberes de aquí en adelante”.
Más tarde, el líder superior me asignó la responsabilidad del trabajo de filmación de videos de testimonios vivenciales. Me sentí muy agradecida y pensé: “Esta vez me arrepentiré de verdad y asumiré más responsabilidad en mis deberes”. Desde entonces, estaba todo el día ocupada y solía trabajar hasta altas horas de la noche. Trabajé hasta altas horas de la noche durante un tiempo y, cuando vi cierta mejoría en los resultados del trabajo, me sentí muy feliz al pensar que esta vez había hecho un trabajo real y que el líder superior podría ver que me había arrepentido. Más tarde, encontré un supervisor para dar seguimiento a la filmación de los videos de testimonios vivenciales y dejé de tener la agenda tan apretada, por lo que tuve tiempo para ayudar con otros trabajos de la iglesia. Pero lo que ocurrió después volvió a ponerme en evidencia. Por ese entonces, la iglesia tenía que comprar algo y, como involucraba las finanzas de la iglesia, una de las hermanas con las que colaboraba me pidió hablarlo conmigo. Al principio pude participar en las charlas, pero, luego de hacerlo algunas veces, empezó a fastidiarme y pensé que debatir ese asunto llevaba mucho tiempo, que era principalmente la responsabilidad de la hermana con la que colaboraba, por lo que, si se hacía bien, el líder superior no sabría que yo había participado. Pensé que sería mejor dedicar ese tiempo a filmar más videos de testimonios vivenciales, ya que eso tenía resultados visibles. Pero cuando pensé que eso también estaba dentro de mi ámbito de responsabilidad, tuve que participar en las charlas de forma superficial para guardar las apariencias. También había cierto trabajo de video de otro equipo, al que solo le enviaba mensajes de vez en cuando para preguntar cómo iba. A veces me sentía intranquila, pero luego pensaba: “No ha habido ningún problema últimamente, así que dedicaré mi tiempo al trabajo que el líder superior está resaltando en la actualidad, porque si surgen problemas con esas tareas, tendré responsabilidad directa sobre ellos”. Así que dejé de dar seguimiento a los detalles del trabajo de video de ese equipo hasta que, un día, el líder superior nos contactó de repente y nos dijo que había más de diez videos acumulados que no se habían procesado y nos preguntó si estábamos al tanto de ello. Al oírlo, me empezó a palpitar el corazón y pensé: “Estoy acabada. Tengo responsabilidad directa sobre ese trabajo. ¿No se deberá este problema enorme a que incumplí mis deberes?”. Después, el líder superior me podó y dijo: “¡Ya se abordaron tus problemas la última vez y ahora ya has vuelto a ser una irresponsable! Cuando se te asignó el trabajo de redacción de guiones, solo te ocupaste de eso y ahora que estás a cargo de los videos de testimonios vivenciales, solo te ocupas de esto. ¿De verdad crees que un líder debe centrarse solo en sus tareas e ignorar el resto? ¡Tienes miedo de enfrentar las dificultades, careces de un sentido de carga y no persigues la verdad! ¿Cómo puede alguien como tú hacerse responsable de múltiples tareas?”. Tras eso, me relevaron de algunas responsabilidades. Me afectó mucho que me reasignaran de esa manera y pensé: “Soy tan egoísta, despreciable y carente de humanidad. Quizás realmente estoy más allá de toda salvación”. Pero después, también me sentí algo agraviada y pensé: “Últimamente me he estado esforzando mucho, entonces, ¿por qué me volvieron a podar por ser irresponsable? ¿Realmente no he cambiado en absoluto?”.
En una ocasión, ciertas enseñanzas de Dios sobre el tema de cumplir con los deberes me conmovieron profundamente, y finalmente comencé a ganar algo de entendimiento sobre mis problemas. Dios dice: “¿Cómo deberían realizar acciones rectas las personas y en qué estado y condición deben hacerlo para que se considere preparar buenas acciones? Como poco, deben tener una actitud positiva y proactiva, ser leales mientras hacen su deber, ser capaces de actuar de acuerdo con los principios-verdad y salvaguardar los intereses de la casa de Dios. La clave está en ser positivo y proactivo; si siempre eres pasivo, eso es problemático. Es como si no fueras miembro de la casa de Dios y no estuvieras haciendo tu deber, como si en vez de eso no te quedara más remedio que hacerlo para ganarte un salario bajo el requerimiento de un empleador; no voluntariamente, sino con mucha pasividad. De no ser porque afecta a tus intereses, no lo harías en ningún caso. O, si nadie te pidiera que lo hicieras, no lo harías en absoluto. Por tanto, hacer las cosas con este enfoque no es hacer buenas acciones. Por consiguiente, los que son así son muy estúpidos; son pasivos en todo lo que llevan a cabo. No hacen lo que se les puede ocurrir ni aquello que pueden lograr con tiempo y esfuerzo. Se limitan a esperar y a observar. Esto es problemático y muy lamentable. ¿Por qué digo que esto es muy lamentable? Para empezar, no es que tu calibre sea inadecuado; en segundo lugar, no es que tu experiencia sea insuficiente; en tercer lugar, no es que no tengas los medios para hacerlo: posees el calibre para llevar a cabo este trabajo y, si dedicaras tiempo y esfuerzo, podrías hacerlo, pero no lo haces, no preparas buenas acciones. Esto resulta muy lamentable. ¿Por qué lo digo? Si echas la vista atrás después de muchos años, sentirás remordimientos e, incluso si quieres retroceder a ese año, ese mes y ese día a desempeñar ese trabajo, las cosas habrán cambiado y ese momento ya habrá pasado. No tendrás una segunda oportunidad como aquella; cuando esa oportunidad pase, pasará; cuando se pierda, se perderá. Si te pierdes en placeres carnales como consumir buena comida o llevar ropa buena, eso no importa mucho, porque se trata de cosas huecas y no tienen ningún impacto en tu entrada en la vida ni en tu preparación para las buenas acciones o tu destino. Sin embargo, si algo guarda relación con la actitud de Dios hacia ti y la evaluación que te hace, o incluso con la senda que caminas y tu destino, entonces es muy lamentable perder la oportunidad de hacerlo. Esto es porque dejará atrás una mancha y provocará remordimientos en tu futura senda de existencia y no tendrás otra oportunidad de compensarlo en toda tu vida. ¿Acaso no es lamentable? Si tu calibre es demasiado escaso y no puedes emprender este trabajo, entonces eso no es algo que lamentar, la casa de Dios puede disponer que otro lo haga. Si eres capaz de hacerlo bien y, sin embargo, no lo haces, es algo que se ha de lamentar profundamente. Es una oportunidad que te concede Dios, pero no te la tomas en serio, no la aprovechas y permites que se te escurra entre los dedos, ¡esto es demasiado lamentable! Para ti, es lamentable; para Dios, es una decepción. Dios te ha concedido calibre y muchas condiciones superiores, permitiéndote desentrañar este asunto y ser competente en este trabajo. Sin embargo, no tienes la actitud correcta, te falta lealtad y sinceridad y no quieres empeñarte al máximo para hacerlo bien. ¡Esto decepciona mucho a Dios! […] Supón que tu actitud hacia la verdad y hacia tu deber siempre es superficial y de cara a la galería haces promesas, pero entre bambalinas no las pones en práctica, holgazaneas y careces de sentido de la urgencia y de una actitud positiva de ser considerado con las intenciones de Dios. Aunque por fuera no trastornas ni perturbas ni haces el mal, aunque no actúas con caprichosa obstinación ni cometes fechorías de forma imprudente, aunque pareces una persona cándida y bastante educada, no eres capaz de hacer de manera positiva ni proactiva lo que te pide Dios, sino que eres escurridizo y holgazaneas y evitas hacer trabajo real. En ese caso, ¿qué senda caminas en realidad? Incluso aunque no sea la senda de un anticristo, como poco es la senda de un falso líder” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (11)). Después de leer este pasaje de las palabras de Dios, comencé a hacer introspección. Desde la última vez que el líder superior me había podado, sabía que había sido irresponsable en mis deberes y quería arrepentirme lo antes posible. Al principio, trabajaba todos los días hasta altas horas de la noche y mis deberes daban ciertos resultados, así que pensé que había demostrado estar arrepentida. Pero luego, si los líderes superiores no destacaban el trabajo, me parecía fastidioso y no quería involucrarme. Vi que la “iniciativa” y la “proactividad” que demostraba eran falsas e impuras. Como temía que me reasignaran o destituyeran luego de haberme podado, soporté la adversidad y me entregué durante un tiempo para mantener mi vanidad y estatus, pero ese comportamiento no era más que tratar de protegerme a mí misma, en el mejor de los casos. Es como Dios dice sobre los trabajadores contratados que solo hacen lo que les exige su empleador para ganarse la paga: lo que hacen no nace del corazón. Con esa actitud, el desempeño de mis deberes no se podía considerar como buenas obras. El verdadero desempeño de los deberes es proactivo y conlleva un sentido de carga. Implica tener lealtad hacia los deberes y buscar los principios-verdad para asegurarse de hacer bien el trabajo. Reflexioné sobre mi desempeño reciente: cuando los líderes me pusieron a cargo de la filmación de vídeos de testimonios vivenciales, solo me centré en este trabajo. Pero, en cuanto al resto, mi actitud era de completa indiferencia, siempre que no involucrara mis intereses, y lo trataba como una carga y una molestia. El problema de los vídeos atrasados fue una revelación para mí y me di cuenta de que no me había arrepentido en absoluto. El poco buen comportamiento que había demostrado era solo un esfuerzo por preservar mi estatus y enmendar mi reputación, y mi actitud hacia mis deberes aún no había cambiado. Solo hacía las tareas que los líderes superiores me asignaban y aquellas relacionadas con mi reputación y estatus. Eso no era desempeñar realmente los deberes. La verdad es que ser líder exige encargarse de más asuntos que los demás hermanos y hermanas. Si no quería tener responsabilidades, debería habérselo dicho a los líderes superiores y dejar que otros asumieran ese papel, en lugar de ocupar un cargo sin hacer trabajo real. Eso perjudicaba la casa de Dios. ¿No estaba siendo una falsa líder que disfrutaba de los beneficios de un cargo sin hacer trabajo real? Pensé en cómo el líder superior me había catalogado de “¡no ser digna de confianza ni de que me cultiven!”. Yo era exactamente así. Había descuidado el trabajo global de la iglesia y, en efecto, no era digna de confianza. El trabajo del que era responsable se reducía de a poco y, cuando finalmente lo perdí, me sentí realmente arrepentida. Pensé que, mientras me ciñera al trabajo que los líderes me habían asignado directamente, podría mantener mi estatus, pero lo que obtuve a cambio fue la pérdida de mis deberes y de las oportunidades para preparar buenas obras y ganar la verdad. Esa fue mi mayor pérdida. Si seguía con esa actitud en mis deberes, seguro que me catalogarían como “sistemáticamente irresponsable y negligente”, y mi integridad no tendría arreglo. Al actuar de esa manera, ¡estaba arruinando mi oportunidad de cumplir deberes y también de obtener la salvación!
Después, solía pensar al respecto y sentía que había sido muy egoísta y que solo pensaba en mis propios intereses en mis deberes. Entonces, recordé unas palabras de Dios que tenían relevancia al respecto, así que las busqué y las leí. Dios Todopoderoso dice: “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Leí este pasaje una y otra vez. Dios dice que, antes de que las personas experimenten Su obra y lleguen a entender la verdad, Satanás les inculca varios venenos y reglas de supervivencia, los cuales se convierten en la vida de las personas. De esa manera, las personas viven a imagen de Satanás, cuya naturaleza controla cada una de las palabras y acciones de las personas. Satanás me había corrompido profundamente y yo había sido muy egoísta toda mi vida. Cuando mis familiares o amigos me pedían ayuda, aceptaba de buen grado si podía beneficiarme de ello. Si la persona que quería mi ayuda era alguien a quien quería agradar o a quien quería acercarme, también estaba dispuesta a ayudarla sinceramente. Pero si no podía obtener ningún beneficio, me parecía fastidioso y ni siquiera quería involucrarme. Mi padre me decía: “¿Por qué eres tan desalmada?”. Pero no me importaba lo que me decía ¡y pensaba que la gente era así! Al hacer mis deberes en la iglesia, seguía teniendo mis propios motivos, solo me centraba en las tareas que me beneficiaban y rara vez tenía en consideración el trabajo de la iglesia. Por ejemplo, cuando había hermanos y hermanas cuyo estado no era bueno, los ayudaba con amor si estaban bajo mi responsabilidad directa, porque eso ayudaba a forjarme una imagen de buena líder a sus ojos. Pero si no estaban bajo mi responsabilidad directa, aunque viera que vivían con actitudes corruptas, pensaba que ayudarlos implicaría buscar las palabras de Dios y dedicar energía y esfuerzo a reflexionar sobre ellas, así que me parecía fastidioso y no quería involucrarme o me bastaba con responder con unas pocas palabras superficiales. Pensaba que estaba siendo lista al actuar de esta manera, pero, tras reflexionar, pensé: ¿qué me ha traído el egoísmo? En realidad, dar seguimiento a distintas tareas implica varias verdades sobre cómo ver las cosas y las personas, y varios principios para manejar los problemas. Al no involucrarme en ciertos trabajos, me estaba perdiendo muchas oportunidades para ganar la verdad sin darme cuenta. Además, Dios me había concedido la gracia y la oportunidad de cumplir el deber de líder, lo que me permitía aprender a asumir las preocupaciones, llevar cargas y recuperar de a poco mi humanidad normal. Esa era la salvación de Dios para mí, pero no había estado dispuesta a asumir más responsabilidades o preocupaciones. Seguía diciendo que estaba agradecida con Dios y que quería retribuirle, pero lo que realmente mostraba era mi engaño hacia Él. ¡Realmente carecía de humanidad! Si seguía sin perseguir el cambio, cuando la obra de Dios terminara, mi servicio llegaría a su fin y sería castigada.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Si cometes un error y solo dices: ‘¡Me odio mucho a mí mismo! ¿Cómo he podido hacer algo tan vulgar y vil? ¡Realmente debería darme una bofetada en la cara!’, si solo te odias a ti mismo, eso no servirá de nada. La clave está en que, cuando cometes un error, debes ser capaz de discernir qué tiene de malo, qué te ha impulsado a hacerlo, por qué eres incapaz de practicar la verdad, cuál es la raíz y cuáles son la base y los principios de tus acciones. Asimismo, la clave está en si, al enfrentarte a alguna cuestión, actúas de manera consciente de acuerdo con las palabras de Dios y te rebelas conscientemente contra tus pensamientos y puntos de vista satánicos, tus ambiciones y deseos y tus intenciones y planes. Si has hecho de manera consciente todas estas cosas, entonces has preparado buenas acciones, lo cual es genial y has obtenido algo. […] No hacer el mal no equivale a preparar buenas acciones. No hacer el mal y preparar buenas acciones son dos conceptos diferentes. Hacer un deber sin hacer el mal es lo que se supone que debe hacer un ser creado; es una manifestación que deberían poseer aquellos que tienen la conciencia y la razón de la humanidad normal. Por ejemplo, hay quien dice: ‘Hay personas que matan a otras, pero yo no he hecho eso; esa persona roba cosas a otras personas, pero yo no lo he hecho. Eso significa que soy una buena persona’. ¿Merece la pena alardear sobre ello? ¿Es correcta esa aseveración? (No). A esto se le llama confundir conceptos. No ser un ladrón, no matar a nadie, no provocar incendios y no mantener relaciones sexuales ilícitas no es lo mismo que ser una buena persona. No hacer el mal ni quebrantar la ley es un concepto diferente al de ser una buena persona. Ser una buena persona tiene sus propios estándares. No hacer el mal y preparar buenas acciones también son dos conceptos distintos. Desempeñar tu deber sin hacer maldad es algo que deberías lograr como persona normal. Sin embargo, preparar buenas acciones significa que debes practicar la verdad y cumplir tu deber de manera proactiva y positiva y de acuerdo con los requerimientos de Dios y los principios-verdad. Debes tener lealtad, estar dispuesto a sufrir dificultades y pagar un precio, a responsabilizarte y ser capaz de actuar de manera positiva y proactiva. Todas las acciones que se hacen conforme a estos principios son básicamente buenas acciones. Con independencia de si se trata de cuestiones grandes o pequeñas, de si son dignas de que los demás las recuerden o no, ya las estimen o las consideren insignificantes o bien piensen que son dignas de mención, a ojos de Dios, todas son buenas acciones. Si preparas buenas acciones, eso al final te traerá bendiciones, no calamidades. […] Por tanto, ¿cómo se pueden definir las buenas acciones en definitiva? Es cuando lo que haces es, como poco, de ayuda para tu propia entrada en la vida y la de los hermanos y hermanas, así como beneficioso para la obra de la casa de Dios. Si es beneficioso para ti mismo, para los demás y para la casa de Dios, entonces tu desempeño es eficaz ante Dios y Él lo aprueba. Dios te dará una puntuación. Por tanto, evalúa cuántas buenas acciones has preparado a lo largo de los años. ¿Pueden estas buenas acciones contrarrestar tus transgresiones? Después de contrarrestarlas, ¿cuántas buenas acciones quedan? Tienes que puntuarte a ti mismo y saber esto en el corazón; esta cuestión no debe confundirte” (La Palabra, Vol. VII. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (11)). Las palabras de Dios me dieron una senda. La contrición no puede ser solo de palabra. Solo decir que te odias a ti mismo no significa que hayas cambiado realmente. La clave es observar lo que uno realmente vive y su actitud hacia sus deberes, especialmente en lo que concierne al trabajo de la iglesia. Lo que refleja la calidad humana de una persona es si hace caso omiso de los problemas y se mantiene como espectador o si defiende los intereses de la iglesia. Al leer la enseñanza de Dios sobre la diferencia entre las buenas obras y las acciones malvadas, entendí que no hacer el mal ni causar trastornos y perturbaciones no lo convierte a uno en una buena persona y, como mucho, se lo puede considerar una persona ingenua. Las buenas obras incluyen un elemento de iniciativa y un proceso de búsqueda de la verdad. Implican manejar los asuntos según los principios para estar de acuerdo con las intenciones de Dios. Esa práctica constituye hacer realmente buenas obras. Al final, Dios determina el desenlace de las personas basándose en si han realizado buenas obras. En retrospectiva, la mayor parte de mi desempeño en los deberes después de comenzar a creer en Dios había sido en aras de la reputación y el beneficio, y era raro que practicara la verdad de manera proactiva. No desenmascaré ni denuncié activamente a falsos líderes o anticristos y casi nunca ayudé a los hermanos y hermanas a resolver sus dificultades y problemas. La mayor parte del tiempo me limitaba a seguir la regla de supervivencia de Satanás: “Que cada quien se ocupe de lo suyo”. Como líder de la iglesia, no había estado dispuesta a realizar gran parte del trabajo dentro de mi ámbito de responsabilidad y haber actuado como gerente sin involucrarme había retrasado el trabajo. Esas eran acciones malvadas. Al juzgarlas conforme a los principios-verdad, me di cuenta de que, durante mis años como creyente en Dios, apenas había preparado buenas obras y, de hecho, había acumulado muchas acciones malvadas. Sentí que estaba en gran peligro, así que oré a Dios: “Dios, aunque he cumplido mis deberes en Tu casa durante estos años, no me he tratado a mí misma como una persona de la casa de Dios y casi nunca he sido proactiva para defender el trabajo de la iglesia. ¡He sido demasiado egoísta y despreciable! Dios, quiero arrepentirme. Te ruego que me ayudes y escrutes. Estoy dispuesta a practicar la verdad para satisfacerte”.
Después de eso, comencé a planificar mi tiempo para hacer mis deberes, organicé mi trabajo diario de manera sensata y planeaba el trabajo del día siguiente antes de ir a descansar cada noche. Eso también me ayudó a centrarme, a hacer más trabajo y también pude involucrarme en otros trabajos. Después de practicar de esta manera durante un tiempo, descubrí que una planificación sensata mejoraba mi eficacia en el trabajo y me permitía hacer más en un día. A veces, cuando los hermanos y hermanas de otros equipos venían a pedirme ayuda, también asumía sus inquietudes y oraba a Dios en el proceso para aceptar Su escrutinio. Si aceptaba hacer algo, tenía que poner el corazón en ello y no cumplir con lo mínimo solo para salir del paso. A veces, todavía me resultaba fastidioso dar seguimiento a otros trabajos, pero cuando lo percibía, me rebelaba activamente contra mí misma e intentaba prestar la mayor atención posible a los detalles del trabajo. Sé que mi naturaleza satánica está profundamente arraigada y que esas dos podas que he recibido no bastaron para resolverla, así que oro a Dios para que escrute mi corazón, me reprenda y discipline cuando sea irresponsable en mis deberes y me permita vivir conforme a una humanidad normal y ser una persona con conciencia y humanidad. También estoy muy agradecida a Dios por esas dos podas que he recibido, las cuales me permitieron darme cuenta de las graves consecuencias de ser irresponsable en mis deberes, despertar y cambiar un poco.
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