El anhelo de comodidad estuvo a punto de condenarme
En 2019 era responsable del trabajo de video y también era líder de una iglesia. Juré que cumpliría bien con mi deber. Después, de verdad volqué mi corazón en mi deber y, de la hermana que era mi compañera, aprendí cómo hacer el trabajo de la iglesia. Me esforzaba por asistir a cada reunión, grande y pequeña, y cuando los estados de los hermanos y hermanas eran malos, buscaba en las palabras de Dios para enseñarles y resolver sus problemas. Además, revisaba los videos completados por mis hermanos y hermanas todos los días. Todos mis días estaban realmente ocupados. Después de un tiempo, me cansé y, poco a poco, perdí la resolución que había tenido al principio. Sentía cada vez más resistencia a llevar una vida tan frenética. Sobre todo al repasar los videos, debía deliberar y pensar cuidadosamente, y luego ofrecer sugerencias adecuadas para enfrentar los problemas que encontraba. Esto me resultaba demasiado cansador y mentalmente agotador. Al pensar así, empecé a ser descuidada cuando revisaba los videos y, en algunos casos, respondía después de echar un vistazo rápido. A veces, al ver claramente que había problemas, hacía la vista gorda para evitar tener que pensar en la solución, por lo que no decía nada. Cada vez me volví más descuidada en mi deber, lo que implicó que los videos iban y venían para revisiones. Se desperdiciaba mucho esfuerzo de la gente. Había consecuencias graves, pero yo no hacía introspección. Incluso sentía que no se relacionaba conmigo directamente, que se debía a que había demasiados problemas en los videos de los demás.
Una vez, me topé con un importante obstáculo técnico con un video que tenía entre manos y que necesitaba ideas nuevas. Mis hermanos y hermanas aportaban ideas de todo tipo que me mareaban. Pensaba: “Es demasiado agotador pensar en esto; dejaré que ellos tracen un plan”. Delegué la tarea con la excusa de que yo estaba a cargo del trabajo general, así justificaba el no supervisar y hacer seguimiento del video. Pero como nadie había enfrentado este tipo de problemas antes, y no comprendían bien algunos de los principios, no sabían cómo lidiar con un trabajo tan complejo. Debido a esto, no hubo ningún progreso, y el video terminó archivado. Mi compañera, Lía, vio que éramos ineficaces y que nuestro progreso era lento, por lo que nos dio una advertencia y nos urgió a acelerar el trabajo. Me quejé de que era demasiado dura con nosotros, y los demás hermanos y hermanas estuvieron de acuerdo, se resistieron a sus arreglos. Esto hizo que Lía se sintiera muy limitada y se volviera muy cauta cada vez que hablaba de los arreglos del trabajo con nosotros. Esto generó cada vez más retrasos, lo que demoraba nuestro progreso. En general, no me preocupaba demasiado aprender nuevas habilidades profesionales, y sentía que compaginar material de capacitación era una verdadera molestia, por lo que solía delegárselo a Lía. A veces no participaba en la capacitación con la excusa de que estaba demasiado ocupada en mi deber. Así, me volví descuidada y negligente en mi deber todos los días. Una vez, ni siquiera me preparé con antelación para una discusión de trabajo, y fue una pérdida de tiempo para todos.
Pero un día me caí y me torcí un tobillo al saltearme un escalón cuando bajaba unas escaleras. No reflexioné sobre por qué me había pasado eso, y solo pensé que podría descansar porque me había lastimado el tobillo. Lía me reveló y trató conmigo muchas veces, me dijo que no llevaba una carga en mi deber, lo que retrasaba el trabajo de la iglesia e impactaba negativamente en los demás. Después de su enseñanza, fui más proactiva durante unos días, y luego volví a holgazanear. No pensé en lo grave que era el problema y seguía perdonándomelo, pensaba: “Solo soy apenas un poco perezosa, pero no soy arrogante, no limito ni oprimo a otros por ser autocrática, por lo que no es nada importante. De todos modos, tengo aptitud y algunas habilidades profesionales, por lo que no me destituirán”. Así, las advertencias de Lía me entraron por un oído y me salieron por el otro, y no las tomé para nada en serio. Seguía siendo descuidada en mi deber e incluso consideraba que algunas tareas eran una carga, un lastre. Que fuera tan descuidada significaba que había que devolver y rehacer muchos videos, y pasaba mucho tiempo antes de que estuvieran terminados.
Una mañana, una líder superior vino sin avisar y dijo que nuestro deber no había estado generando resultados, y que seguían apareciendo los problemas que ya se habían mencionado. Nos preguntó cuál era el problema exactamente. También preguntó si éramos capaces de cumplir este deber y dijo que, si las cosas seguían así, nos destituirían. Me asusté al oír eso. Era líder de iglesia y también dirigía nuestro trabajo, por lo que era directamente responsable por el lío que era todo. Todo se debía a mis descuidos. Cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de la gravedad del problema. La líder superior pronto descubrió cómo había estado cumpliendo mi deber y me destituyó. También trató conmigo severamente. Dijo: “La iglesia te ha confiado un trabajo importante, pero a ti no te importa para nada cuando ves que hay tantos problemas y dificultades. Solo te importa tu propia comodidad carnal, por lo que retrasas meses el progreso de los videos. ¡Careces por completo de conciencia! La iglesia te ha estado cultivando, pero a ti no te importa nada la voluntad de Dios, lo que es una gran decepción. Eres líder, pero no cumples bien con tu deber. No aprendes nada y eres incapaz de progresar, y no vale la pena cultivarte. Serás descartada si no te arrepientes y cambias”. Sus palabras fueron un fuerte golpe para mí. Mi mente quedó en blanco, y seguía preguntándome: “¿Qué he estado haciendo todos estos meses? ¿Cómo llegaron a este punto las cosas?”. Oírla decir que no valía la pena cultivarme de verdad me hizo sentir que no tenía futuro. Estaba muy alterada y sentía que había perdido todas mis fuerzas. Me odié por no atesorar mi deber en primer lugar, pero ahora era demasiado tarde.
Tras ser destituida, me hundí en un estado negativo de desesperación. Sentía que todos me habían descubierto y me apartarían por ser un mal ejemplo, y que Dios también me detestaría. Pensar en lo que la líder había dicho al tratar conmigo me lastimó mucho. Sentía que me habían expuesto y descartado. Fueron días muy dolorosos para mí. Pero un día, leí un pasaje de las palabras de Dios que me conmovió mucho. Dicen las palabras de Dios: “Si eres leal a Dios, y cumples con tu deber con sinceridad, ¿podrías seguir siendo negativo y débil cuando se te trata y poda? Entonces, ¿qué se debe hacer si eres realmente negativo y débil? (Debemos orar a Dios y depender de Él, tratar de pensar en lo que Dios pide, reflexionar sobre nuestras carencias, qué errores hemos cometido; en los ámbitos en los que hemos fallado, ahí es donde debemos volver a remontar). Así es. La negatividad y la debilidad no son grandes problemas. Dios no las condena. Mientras alguien pueda volver a subir de donde ha caído, y aprenda la lección, y cumpla normalmente con su deber, ya está. Nadie te lo echará en cara, así que no seas infinitamente negativo. Si abandonas tu deber y huyes de él, te habrás arruinado por completo. Todo el mundo es negativo y débil a veces; solo tienes que buscar la verdad, y la negatividad y la debilidad se resuelven fácilmente. El estado de algunas personas cambia completamente con solo leer un capítulo de las palabras de Dios o cantar algunos himnos; pueden abrir su corazón en oración a Dios, y pueden alabarlo. ¿No se ha resuelto entonces su problema? Ser tratado y podado es, de hecho, algo totalmente bueno. Incluso si las palabras que tratan contigo y te podan son un tanto duras, un poco mordaces, es porque has actuado sin razón, y has violado los principios sin siquiera darte cuenta; ¿cómo no iban a tratar contigo en tales circunstancias? Tratar contigo de esta manera sirve en realidad para ayudarte, es amor por ti. Deberías entenderlo y no quejarte. Por lo tanto, si el trato y la poda dan lugar a la negatividad y la queja, se trata de necedad e ignorancia, el comportamiento de alguien sin razón” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Mientras leía las palabras de Dios, se me empezaron a caer las lágrimas. La líder tenía razón sobre todo lo que había dicho al tratar conmigo, y me habían criticado tan duramente porque todo lo que yo había hecho había sido muy exasperante. Pero no podía darme por vencida conmigo misma. Debía reflexionar sobre por qué había fallado, cambiar y arrepentirme lo antes posible. Esa era la actitud correcta que debía adoptar. Por eso, oré y le pedí a Dios que me guiara para reflexionar y conocerme a partir de este fracaso.
Un día, leí algunas palabras de Dios que exponían y analizaban a los falsos líderes y que me ayudaron a entenderme un poco. Las palabras de Dios dicen: “Los falsos líderes no hacen un trabajo real, pero saben cómo ser oficiales. ¿Qué es lo primero que hacen una vez que se convierten en líderes? Empiezan por tratar de ganarse a la gente. Adoptan el enfoque de ‘Un nuevo jefe debe causar una gran impresión’. Primero hacen algunas cosas para ganarse el favor de los demás, introducen ciertos elementos para facilitarles la vida, intentan causar una buena impresión en ellos, para mostrar a todos que están en sintonía con las masas, para que todo el mundo los elogie y diga: ‘Es como un padre para nosotros’. Entonces, asumen oficialmente el cargo. Sienten que ahora que tienen el apoyo popular y su posición está asegurada, es correcto y apropiado que disfruten de las ventajas del estatus. Sus lemas son: ‘La vida solo consiste en comer y vestirse’, ‘aprovecha el momento, la vida es corta’ y ‘vive hoy sin preocuparte por el mañana’. Disfrutan de cada día tal y como viene, se divierten todo lo que pueden y no piensan en el futuro, y mucho menos se plantean qué responsabilidades debe cumplir un líder y qué deberes ha de desempeñar. Predican algunas palabras y doctrinas y desempeñan algunas tareas para guardar las apariencias, como práctica habitual, pero no realizan ningún trabajo real. No intentan descubrir los problemas reales de la iglesia para resolverlos completamente. ¿Qué sentido tiene hacer un trabajo tan superficial? ¿No es esto taimado? ¿Se pueden confiar responsabilidades serias a este tipo de falsos líderes? ¿Se ajustan a los principios y condiciones de la casa de Dios para la selección de líderes y obreros? (No). Estas personas no tienen conciencia o razón, están desprovistas de todo sentido de la responsabilidad, y sin embargo, todavía desean servir en un puesto oficial como líder de la iglesia: ¿por qué son tan desvergonzados? En cuanto a algunas personas que tienen sentido de la responsabilidad, si son de escaso calibre, no pueden ser líderes, y eso por no hablar de la basura humana que no tiene ningún sentido de la responsabilidad; son menos aptos aún para ser líderes. ¿Qué nivel de pereza tienen estos indolentes falsos líderes? Descubren un problema, y son conscientes de que es un problema, pero lo tratan como si nada y no le dan importancia. ¡Son tan irresponsables! Aunque hablen con soltura y parezca que tengan algo de calibre, son incapaces de resolver diversos problemas en el trabajo de la iglesia, lo que lleva a que este se paralice y a que dichos problemas no paren de amontonarse. Sin embargo, a pesar de esto, tales líderes no se preocupan por estos problemas e insisten en llevar a cabo con toda normalidad unas cuantas tareas frívolas. ¿Y al final cuál es el resultado? ¿Acaso no estropean el trabajo de la iglesia, no lo fastidian? ¿Acaso no causan caos y fragmentación en la iglesia? Ese es el inevitable desenlace” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). “Ningún falso líder hace nunca un trabajo práctico, y todos actúan como si el cargo de líder fuera un puesto oficial en el que disfrutan a fondo de las ventajas de su estatus. Consideran un estorbo o una molestia el deber que ha de ser realizado y el trabajo que se le supone a un líder. En sus corazones, rebosan de desafío hacia la obra de la iglesia. Si les pides que vigilen el trabajo o averigüen qué problemas se producen en este que necesiten de un seguimiento y haya que resolver, se muestran muy reticentes. Este es el trabajo que los líderes y obreros deben hacer, es su labor. Si no lo haces, si es que no estás dispuesto a hacerlo, ¿por qué quieres seguir siendo líder u obrero? ¿Cumples con tu deber para tener en cuenta la voluntad de Dios o para ser un funcionario y disfrutar de las comodidades del estatus? ¿Acaso no es una desvergüenza ser líder si solo anhelas ocupar algún puesto de autoridad? Nadie tiene una calaña inferior a la suya; esta gente no tiene respeto por sí misma, no tiene vergüenza” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). Tras leer estas palabras de Dios, me sentí profundamente avergonzada. ¿Acaso no era yo justamente ese tipo de falso líder indolente del que hablaba Dios? Desde el principio, sentí que la persona a cargo no solo tiene la última palabra, también gana la estima de los demás, por lo que me esforcé y sufrí por este estatus. Les di una falsa impresión a todos, les hice creer que podía asumir mucha responsabilidad. Cuando tuve ese puesto y los demás confiaron en mí, mostré mi verdadera esencia. Empecé a anhelar los signos del estatus, y cuando vi la cantidad de trabajo y todas las dificultades, no quise molestarme. Sentí que era una carga, por lo que pensé cómo alivianar el peso y tener menos preocupaciones. Odié lo mentalmente agotador que era revisar los videos, por lo que solo hacía sugerencias poco fiables e hice que otros repitieran la edición, desperdiciando mano de obra. Cuando surgieron problemas en los videos que estaban a mi cargo, no me esforcé en buscar una solución, usé mi estatus para engañar y hacer que otros se ocuparan, y sencillamente los desatendí e ignoré. Eso dejó problemas sin resolver, y no hubo progreso en nuestro trabajo. Hallé todo tipo de excusas para evitar la capacitación técnica y la delegué cada vez que pude. También tardé mucho en planificar el trabajo urgente, y estaba llena de quejas, lo que limitaba a mi compañera. Nuestro progreso se retrasó porque no hacía mucho trabajo a tiempo. Al pensar en todo lo que había hecho, de veras quería golpearme. Cuando tuve algo de estatus, solo anhelaba comodidad, y siempre era traicionera y evasiva. Consideraba mi trabajo como un juego de niños y no tenía nada de responsabilidad. No resolvía los problemas de inmediato y permanecía indiferente cuando veía que la obra de la iglesia sufría. ¿Acaso mis acciones eran diferentes de las de los funcionarios del Partido Comunista? Usan todo tipo de tácticas para obtener estatus y, una vez hecho esto, no resuelven los problemas de la gente común. Solo quieren hacer trampa para comer y beber y usar su poder para beneficio personal. Es malvado y desvergonzado. Yo era exactamente así. La iglesia me dio un trabajo muy importante, pero a mí solo me importaban la comodidad carnal y el confort, y no hacía nada de trabajo real. Este es el momento más importante para difundir el evangelio y, cuanto antes estén en internet estos videos testimoniales, más gente podrá buscar e investigar el camino verdadero. Pero yo no consideraba la voluntad de Dios para nada. Descuidé mi deber y retrasé mucho la obra de la iglesia. Era egoísta y vil, carecía totalmente de humanidad. Entonces vi claramente lo perezosa, egoísta y despreciable que era. Había hecho trampa para llegar a mi puesto, pero no hacía nada de obra práctica. Tenía mal temperamento y no era confiable. De verdad no tenía sentido de moralidad. Reflexionar sobre esto me hizo doler el corazón. Oré: “Dios mío, carezco de humanidad. Acepté este deber, pero no hice mi trabajo adecuadamente, lo que retrasó la obra de la iglesia. Dios, que me destituyeran fue Tu justicia. Quiero arrepentirme y cambiar, por favor, guíame para que me conozca”.
Cuando reflexionaba, recordé que los demás me habían hablado muchas veces señalando mis problemas, e incluso habían tratado conmigo y me habían puesto en evidencia, pero no lo había tomado en serio en absoluto. Seguía sintiendo que ser perezosa y preocuparse por las comodidades carnales no era un problema tan grave, y que no dañaba ni limitaba a nadie. Además, como tenía aptitud y conocía el trabajo, pensé que la iglesia no me destituiría por ser perezosa. No me di cuenta de que eran solo mis nociones e imaginaciones hasta que leí las palabras de Dios. Las palabras de Dios dicen: “¿Quién tiene el problema más grave: la gente perezosa o la de poco calibre? (La gente perezosa). ¿Por qué tiene un problema grave la gente perezosa? (Las personas con poco calibre no pueden ser líderes ni obreros, pero pueden ser en cierto modo eficaces cuando realizan una tarea que se ajusta a sus capacidades. Las personas perezosas no pueden hacer nada; aunque tengan calibre, no hacen nada con él). Las personas perezosas no son capaces de hacer nada. En una palabra, son basura, están invalidadas por la ociosidad. Por muy buena que sea la aptitud de los perezosos, no es más que una fachada; su buena aptitud no sirve para nada. Esto se debe a que son demasiado perezosos, saben lo que deben hacer, pero no lo hacen; ni siquiera cuando tienen conocimiento de que algo es un problema buscan la verdad para resolverlo; saben qué dificultades deben sufrir para que el trabajo sea efectivo, pero no están dispuestos a soportar ese valioso sufrimiento. A consecuencia de ello, no obtienen ninguna verdad ni realizan ningún trabajo práctico. No desean soportar las penurias que a las personas les toca soportar; solo conocen el ansia de comodidad, el disfrute de los momentos de alegría y ocio, y el de una vida libre y relajada. ¿Acaso no son inútiles? Las personas que no pueden soportar la adversidad no están capacitadas para vivir. Quien desea vivir siempre como un parásito es alguien sin conciencia ni razón; es una bestia, de una clase no apta ni siquiera para prestar servicio. Como no puede soportar la adversidad, el servicio que presta es pobre, y si desea obtener la verdad, hay aún menos esperanza de ello. Una persona que no puede sufrir y que no ama la verdad es un derrochador, no apto ni siquiera para prestar servicio. Es una bestia sin pizca de humanidad. Nada que no sea descartar a esas personas concuerda con la voluntad de Dios” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). “Cómo consideras las comisiones de Dios es de extrema importancia y un asunto muy serio. Si no puedes llevar a cabo lo que Dios les ha confiado a las personas, no eres apto para vivir en Su presencia y deberías ser castigado. Es perfectamente natural y está justificado que los seres humanos deban completar cualquier comisión que Dios les confíe. Esa es la responsabilidad suprema del hombre, y es tan importante como sus propias vidas. Si no te tomas en serio las comisiones de Dios, lo estás traicionando de la forma más grave. En esto eres más lamentable que Judas y debes ser maldecido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Tras leer las palabras de Dios, me di cuenta de que aunque parecía que no dañaba a nadie, no tomaba en serio mi deber y retrasaba la obra de la iglesia. Era una grave traición a Dios, incluso más detestable que la de Judas. Temblaba al recordar todo lo que había hecho en mi deber. Había ignorado las enseñanzas y los consejos de otros muchas veces, creyendo incluso que como conocía el trabajo y tenía calibre, la iglesia no me destituiría por mi pereza. Era muy apática e intransigente. Daba pena y risa a la vez, y no había sido capaz de ver lo peligroso que era. Dios ha dicho claramente que odia a las personas que tienen aptitud pero que son holgazanas y traicioneras, que son despreciables y tienen humanidad pobre, no son dignas de la confianza de Dios. Los que tienen poca aptitud pero son centrados, se esfuerzan y están dispuestos a sufrir son mejores que ellas. Son genuinos en su deber. Ponen su corazón en él y son meticulosos y responsables. Pero, en cuanto a mí, parecía tener algo de aptitud, cuando, de hecho, no podía hacer ni siquiera las cosas más básicas que debería hacer un ser creado en su deber. ¿Qué clase de humanidad y aptitud es esa? En ese punto, vi la verdad sobre mí misma y comprendí por qué la líder decía que no valía la pena cultivarme y que sería descartada si no me arrepentía y cambiaba. Con esa clase de humanidad, siendo perezosa y astuta, sin tener responsabilidad hacia mi deber, no era digna de confianza y debía ser destituida y descartada. Me sentía muy en deuda con Dios cuando pensé en todo el tiempo que he desperdiciado. Solo quería buscar bien la verdad a partir de ese momento, y cumplir mi deber adecuadamente para retribuir el amor de Dios.
Más tarde, comencé a trabajar en redacción. Había muchas cosas que hacer y estaba ocupada todos los días, por eso seguí advirtiéndome que cumpliera bien mi deber y que no volviera a ceder a la carne. Al principio, era responsable en mi deber. Sentí que había cambiado un poco. Pero cuando aumentó el trabajo y surgieron algunos problemas y dificultades, mi naturaleza asomó otra vez. Pensaba: “Resolver estos problemas es mentalmente agotador; debería bastar con echarles un vistazo rápido, y dejaré que otros solucionen los problemas más complejos”. Una hermana solía decir que yo salía del paso, y me advirtió que me tomara el deber más en serio. Dije que lo haría, y mejoré durante unos días, pero luego me ponía nerviosa cuando surgía algo complicado y pensaba que lidiar con eso era demasiado problemático, demasiado agotador, así que lo dejaba como estaba. Así fue día tras día. Dos hermanas de nuestro equipo posteriormente fueron transferidas porque no obtenían buenos resultados y de pronto tuve una sensación ominosa. No estaba cumpliendo mi deber mejor que ellas, y noté que todos los demás progresaban más que yo. Me había convertido en la peor del equipo. Aunque seguía cumpliendo mi deber, me sentía muy inquieta, y me preocupaba ser la siguiente que transfirieran. Hablé con una hermana sobre mi estado, y ella dijo que la razón por la cual no obtenía buenos resultados en mi deber no era porque yo no tuviera aptitud, sino porque era demasiado descuidada. Hacía mucho que estaba en ese deber, pero seguía cometiendo errores muy básicos, eso implicaba que había un problema con mi actitud hacia el deber. Lo que dijo removió algunos sentimientos en mí. Pensé en que ya había decidido cumplir bien con mi deber, entonces, ¿por qué seguía encarándolo así? Fui ante Dios a orar y buscar.
Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios que me dio más claridad sobre mi problema. Las palabras de Dios dicen: “No importa qué trabajo realicen algunas personas o qué deber desempeñen, son incapaces de hacerlo con éxito, les supone demasiado, son incapaces de cumplir con cualquiera de las obligaciones o responsabilidades que las personas deberían cumplir. ¿Acaso no son basura? ¿Siguen siendo dignas de ser llamadas personas? Salvo los mentecatos, los discapacitados mentales y los que sufren deficiencias físicas, ¿hay alguien vivo que no deba cumplir con sus obligaciones y responsabilidades? Pero esta clase de persona siempre está conspirando y jugando sucio, y no desea cumplir con sus responsabilidades; esto implica que no desea comportarse como corresponde a una persona. Dios le concedió aptitud y dones, le dio la oportunidad de ser un ser humano, sin embargo no sabe usar esto para cumplir con su deber. No hace nada que no sea desear disfrutarlo todo. ¿Es una persona así apta para ser llamada ser humano? No importa el trabajo que se le asigne —sea importante u ordinario, difícil o sencillo—, siempre es descuidada y superficial, siempre es perezosa y escurridiza. Cuando surgen problemas, intenta hacer recaer la responsabilidad en otras personas; no adopta responsabilidades, con el deseo de seguir viviendo su vida parasitaria. ¿Acaso no es basura inútil? En la sociedad, ¿quién no ha de depender de sí mismo para sobrevivir? Una vez que una persona ha llegado a la edad adulta, debe mantenerse a sí misma. Sus padres han cumplido con su responsabilidad. Incluso si sus padres estuvieran dispuestos a mantenerla, se sentiría incómoda por ello, y debería ser capaz de admitir: ‘Mis padres han terminado su labor de crianza. Soy un adulto y estoy sano, debería ser capaz de vivir de manera independiente’. ¿No es este el sentido mínimo que debe tener un adulto? Si alguien tiene de verdad razón, no podría seguir gorroneando de sus padres; tendría miedo de que los demás se rieran, de que lo avergonzaran. Entonces, ¿tiene sentido un vago que no hace nada? (No). Siempre quiere algo a cambio de nada, nunca quiere asumir la responsabilidad, busca beneficiarse sin esfuerzo, quiere tres buenas comidas al día y que alguien lo atienda, que la comida sea deliciosa, todo ello sin hacer ningún trabajo. ¿Acaso no es esta la mentalidad de un parásito? Y las personas que son parásitos, ¿tienen conciencia y razón? ¿Tienen dignidad e integridad? En absoluto; son todos unos gorrones inútiles, bestias sin conciencia ni razón. Ninguno de ellos es apto para permanecer en la casa de Dios” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (8)). De las palabras de Dios aprendí que la gente con conciencia y razón se aboca por completo a su deber y lo cumple de manera adecuada. Mientras que los que carecen de humanidad normal y de razón no están siquiera dispuestos a sufrir o incomodarse, solo engañan y se arreglan con lo que tienen sin pensar en sus responsabilidades u obligaciones. Incluso si Dios les da aptitud y dones, y una oportunidad de cumplir un deber, como no aprenden nada, solo quieren disfrutar las comodidades carnales y no sienten nada de responsabilidad, al final, serán incapaces de hacer nada y se volverán inútiles. Yo era una de esas personas que Dios describía. Tras mi destitución, la iglesia me permitió hacer trabajo de redacción, lo que me daba la oportunidad de arrepentirme, pero yo no lo atesoré. No quería mejorar en mi deber y, cuando me topada con dificultades reales, simplemente se las trasladaba a otra persona, ya que de ningún modo estaba dispuesta a gastar energía mental ni tiempo en pensar las cosas. Como resultado, no progresaba en mi deber. Estaba muy inquieta, ¿por qué evitaba cualquier dificultad y me escondía de las adversidades?
Una vez leí algunas palabras de Dios en mis devocionales que me dejaron entender la raíz del problema. Las palabras de Dios dicen: “Hoy, no crees las palabras que digo ni les prestas atención; cuando llegue el día en que esta obra se esparza y veas la totalidad de ella, lo lamentarás y, en ese momento, te quedarás boquiabierto. Existen bendiciones, pero no sabes cómo disfrutarlas; y existe la verdad, pero no la buscas. ¿No atraes desprecio sobre ti mismo? En la actualidad, aunque el siguiente paso de la obra de Dios todavía está por comenzar, no hay nada excepcional acerca de las cosas que se te piden y lo que se te pide vivir. Hay tanta obra y tantas verdades; ¿no son dignas de que las conozcas? ¿Son el juicio y el castigo de Dios incapaces de despertar tu espíritu? ¿Son el castigo y el juicio de Dios incapaces de hacer que te odies? ¿Estás contento de vivir bajo la influencia de Satanás, en paz y disfrutando y con un poco de comodidad carnal? ¿No eres la más vil de todas las personas? Nadie es más insensato que los que han contemplado la salvación, pero no buscan ganarla; estas son personas que se atiborran de la carne y disfrutan a Satanás. Esperas que tu fe en Dios no acarree ningún reto o tribulación ni la más mínima dificultad. Siempre buscas aquellas cosas que no tienen valor y no le otorgas ningún valor a la vida, poniendo en cambio tus propios pensamientos extravagantes antes que la verdad. ¡Eres tan despreciable! Vives como un cerdo, ¿qué diferencia hay entre ti y los cerdos y los perros? ¿No son bestias todos los que no buscan la verdad y, en cambio, aman la carne? ¿No son cadáveres vivientes todos esos muertos sin espíritu? ¿Cuántas palabras se han hablado entre vosotros? ¿Se ha hecho solo poco de obra entre vosotros? ¿Cuánto he provisto entre vosotros? ¿Y por qué no lo has obtenido? ¿De qué tienes que quejarte? ¿No será que no has obtenido nada porque estás demasiado enamorado de la carne? ¿Y no es porque tus pensamientos son muy extravagantes? ¿No es porque eres muy estúpido? Si no puedes obtener estas bendiciones, ¿puedes culpar a Dios por no salvarte? […] Un cobarde como tú, que siempre busca la carne, ¿tiene corazón, tiene espíritu? ¿No eres una bestia? Yo te doy el camino verdadero sin pedirte nada a cambio, pero no buscas. ¿Eres uno de los que creen en Dios? Te otorgo la vida humana real, pero no la buscas. ¿Acaso no eres igual a un cerdo o a un perro? Los cerdos no buscan la vida del hombre, no buscan ser limpiados y no entienden lo que es la vida. Cada día, después de hartarse de comer, simplemente se duermen. Te he dado el camino verdadero, pero no lo has obtenido: tienes las manos vacías. ¿Estás dispuesto a seguir en esta vida, la vida de un cerdo? ¿Qué significado tiene que tales personas estén vivas? Tu vida es despreciable y vil, vives en medio de la inmundicia y el libertinaje y no persigues ninguna meta; ¿no es tu vida la más innoble de todas? ¿Tienes las agallas para mirar a Dios? Si sigues teniendo esa clase de experiencia, ¿vas a conseguir algo? El camino verdadero se te ha dado, pero que al final puedas o no ganarlo depende de tu propia búsqueda personal” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Leí este pasaje una y otra vez. Cada vez que leía las palabras “bestias”, “a un cerdo o a un perro” y, en especial, “vil”, las sentía como una bofetada. Me pregunté: “¿Por qué creo en Dios, en realidad? ¿Es solo para disfrutar de comodidad? ¿Por qué tengo búsquedas de tan escaso valor en mi vida, incluso después de haber leído tanto de la palabra de Dios?”. Sentí que de verdad había sido profundamente corrompida por Satanás. Las filosofías satánicas como “la vida solo consiste en comer y vestirse”, “aprovecha el momento, la vida es corta” y “vive hoy sin preocuparte por el mañana” eran palabras que me guiaban. Veía la comodidad física y el disfrute como mis mayores búsquedas en la vida. Recordé que todos mis compañeros estudiaban como locos antes de los exámenes de ingreso a la escuela secundaria, pero para mí era muy estresante, por lo que yo solo me iba al patio a relajarme. Sentía que debía tratarme bien en la vida y disfrutar cada momento como llegara, sin importar qué pasara en el futuro. Mis compañeros decían que yo era muy relajada, y yo sentía que esa era una buena forma de vivir. Estaba muy feliz todos los días, sin estrés ni preocupaciones. Era la vida que quería. Después de hacerme creyente y asumir un deber, no cambié mi perspectiva. Cuando surgía algo complicado o difícil, creía que era un engorro y quería evitarlo, no estaba dispuesta a una pequeña incomodidad física ni esfuerzo. Me gustaba no tener nada que hacer, haraganear tranquila. Pero ¿qué gané de verdad al vivir así? No progresaba en mi deber y arruinaba mi temperamento y mi dignidad porque era irresponsable y retrasaba la obra de la iglesia. Había disgustado a Dios, y los hermanos y hermanas estaban molestos. Estas perspectivas satánicas de supervivencia hacen mucho daño. Al vivir así, no tenía nada de integridad ni de dignidad, ni objetivos correctos en la vida. ¡Era muy vil! En realidad, cuando encontraba dificultades en el deber, era la voluntad de Dios que yo buscara la verdad y llegara a entender y ganar la verdad. Pero no lo atesoré y desperdicié muchas oportunidades de ganar la verdad. La Biblia dice: “La complacencia de los necios los destruirá” (Proverbios 1:32). Es cierto. Dicen las palabras de Dios: “La carne del hombre es como la serpiente: su esencia es hacer daño a su vida y cuando consigue completamente lo que quiere, la vida se pierde” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Pensé en que había tratado ligeramente mi deber una y otra vez, había perjudicado la obra, y me sentí en deuda con Dios. Me embargó la tristeza y el remordimiento, y empecé a llorar sin parar. Estas cosas son manchas en mi historia de fe en Dios que nunca se podrán limpiar, y ¡siempre lo lamentaré! Me desprecié desde el fondo de mi corazón. Llorando, oré: “Dios mío, te he desilusionado. He sido creyente durante años sin siquiera buscar la verdad, solo las comodidades temporales de la carne. ¡Soy muy depravada! Dios, por fin he visto la esencia de la carne, y aunque nunca pueda compensar mis transgresiones, quiero arrepentirme, buscar la verdad y comenzar de nuevo”.
Después, una hermana me envió un pasaje de las palabras de Dios que me permitieron encontrar una senda de práctica y entrada. Las palabras de Dios dicen: “Cuando las personas tienen pensamientos, tienen elecciones. Si les ocurre algo y toman la decisión equivocada, deben rectificarse y tomar la decisión correcta; no deben aferrarse a su error en absoluto. La gente así es inteligente. Pero si saben que tomaron la decisión equivocada y no se rectifican, entonces se trata de alguien que no ama la verdad, y tal persona no quiere verdaderamente a Dios. Digamos, por ejemplo, que quieres ser negligente y descuidado cuando cumples con tu deber. Tratas de holgazanear y de evitar el escrutinio de Dios. En tales momentos, apresúrate a ir ante Dios para orar, y reflexiona sobre si esa fue la forma correcta de actuar. Luego piensa en ello: ‘¿Por qué creo en Dios? Esa dejadez puede pasar desapercibida para la gente, pero ¿pasará desapercibida para Dios? Es más, mi creencia en Dios no es para holgazanear, sino para ser salvado. Que yo actúe de esta manera no es la expresión de una humanidad normal ni es algo estimado por Dios. No, podría holgazanear y hacer lo que quisiera en el mundo exterior, pero ahora mismo estoy en la casa de Dios, estoy bajo Su soberanía, bajo el escrutinio de Sus ojos. Soy una persona, debo actuar en conciencia, no puedo hacer lo que me plazca. Debo actuar según las palabras de Dios, no debo ser descuidado ni superficial, no puedo holgazanear. Entonces, ¿cómo debo actuar para no holgazanear, para no ser descuidado y superficial? Debo esforzarme un poco. En ese momento me parecía que era demasiado problemático hacerlo de ese modo, quería evitar las dificultades, pero ahora lo entiendo: puede que suponga mucha molestia hacerlo así, pero es eficaz, y por eso hay que hacerlo de esa manera’. Cuando estés trabajando y sigas sintiendo miedo de las dificultades, en esos momentos debes orar a Dios: ‘¡Oh, Dios! Soy perezoso y taimado, te ruego que me disciplines, que me reproches, para que mi conciencia sienta algo y yo tenga sentido de la vergüenza. No quiero ser descuidado y superficial. Te ruego que me guíes y esclarezcas, que me muestres mi rebeldía y mi fealdad’. Cuando ores así, reflexiones y trates de conocerte a ti mismo, esto hará surgir un sentimiento de arrepentimiento, serás capaz de odiar tu fealdad y tu estado incorrecto comenzará a cambiar, serás capaz de contemplar esto y decirte a ti mismo: ‘¿Por qué soy descuidado y superficial? ¿Por qué trato siempre de holgazanear? Actuar de ese modo carece de toda conciencia y razón: ¿sigo siendo alguien que cree en Dios? ¿Por qué no me tomo las cosas en serio? ¿No será que me hace falta dedicar un poco más de tiempo y esfuerzo? No supone una gran carga. Esto es lo que debería hacer; si ni siquiera puedo hacer esto, ¿merezco que se me considere un ser humano?’. A consecuencia de ello, tomarás una determinación y harás un juramento: ‘¡Oh, Dios mío! Te he decepcionado, en verdad estoy muy hondamente corrompido, no tengo conciencia ni razón, no tengo humanidad, deseo arrepentirme. Te ruego que me perdones, sin duda cambiaré. Si no me arrepiento, quiero que me castigues’. Después, tu mentalidad dará un vuelco y empezarás a cambiar. Te comportarás y cumplirás con tu deber con esmero, con menos descuido y desinterés, y serás capaz de sufrir y pagar un precio. Cumplir con tu deber de esta manera te parecerá maravilloso, y tu corazón permanecerá tranquilo y gozoso” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). En las palabras de Dios vi que la cosa más básica que deberíamos hacer como personas es abocarnos a nuestro deber. No importa cuán difícil sea, si es simple o complicado, deberíamos cumplir nuestras responsabilidades y hacerlo seria y sinceramente. Deberíamos hacer todo lo que podamos. Esa es la actitud correcta hacia el deber. Las palabras de Dios señalan una senda de práctica. Cuando queremos empezar a ser traicioneros y evasivos, debemos aceptar el escrutinio de Dios, orar y abandonar la carne. Al meditar las palabras de Dios, pude sentir Su comprensión y compasión por los seres humanos. Él es muy claro con respecto a las sendas de práctica y entrada para que podamos vivir una semejanza humana. Tras comprender la voluntad de Dios y Sus requisitos, oré y abandoné mi carne intencionalmente.
Una vez, al volver a enfrentar un problema espinoso y en ese momento tener el deseo de salir del paso y solo actuar por inercia, dije una oración: “Dios mío, estoy pensando en volver a ser evasiva en mi deber, pero no quiero enfocarlo así. Por favor, guíame para que abandone la carne, practique la verdad y cumpla bien con mi deber”. Tras orar, se me ocurrió que, aunque los demás tal vez no me consideren traicionera y evasiva, Dios sí lo haría. Él vería si practicaba la verdad o si hacía caso a la carne. Pensando en eso, aquieté mi corazón para considerar cómo debía resolver el problema y, sin darme cuenta, algunos principios se me aclararon más. El problema se solucionó muy rápido. Tras practicar así varias veces, sentí mucha calma de corazón y que era una gran forma de cumplir mi deber. Además, desaparecieron esos momentos de pánico por ser transferida de mi deber que había tenido.
La posibilidad de cambiar un poco fue la salvación de Dios para mí, y desperté poco a poco a través del juicio, la revelación y el sustento de las palabras de Dios. ¡Doy gracias a Dios!
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