Días en busca de fama y ganancia
“En su vida, si el hombre quiere ser limpiado y lograr cambios en su carácter, si quiere vivir una vida que tenga sentido y cumplir su deber como criatura, entonces debe aceptar el castigo y el juicio de Dios, y no debe dejar que se aparten de él la disciplina de Dios ni Sus azotes, para que se pueda liberar de la manipulación y la influencia de Satanás y pueda vivir en la luz de Dios. Sabe que el castigo y el juicio de Dios son la luz, y la luz de la salvación del hombre, y que no hay mejor bendición, gracia o protección para el hombre” (‘El castigo y el juicio de Dios son la luz de la salvación del hombre’ en “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”). Cantar este himno de las palabras de Dios me emociona mucho. Solía vivir según los venenos de Satanás, como “Destacar entre los demás y honrar a los antepasados”, y “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”. Constantemente buscaba fama y estatus, engañado y dañado por Satanás, y me preocupaba perder o ganar para lograr reputación. Era doloroso vivir así. Solo al experimentar el juicio, el castigo y la disciplina de las palabras de Dios logré entender un poco mi naturaleza corrupta y tener cierta claridad sobre la esencia y las consecuencias de perseguir fama y estatus. Finalmente comencé a despertar y sentir remordimiento. Ya no quería vivir así, sino solo buscar la verdad y cumplir bien con mi deber para satisfacer a Dios.
Recuerdo que fue en septiembre de 2016 cuando empecé a llevar a cabo mi deber de componer himnos. Al poco tiempo, nuestro líder vino a hablarnos sobre elegir un líder de equipo. Eso me entusiasmó de inmediato y empecé a considerar posibles candidatos en mi mente. Los otros hermanos y hermanas que llevaban a cabo este mismo deber eran demasiado jóvenes o inexpertos. Solo estaba el hermano Li; su comunicación sobre la verdad era bastante práctica y entendía algo de la obra. Además, tenía un carácter tranquilo. Pensé que era probable que lo eligieran a él, pero mi comunicación tampoco era mala, y yo era particularmente bueno para aprender y entendía rápido las cosas nuevas. También sabía ver las cosas con amplitud de criterio. Así que pensé que tenía más chances de ser electo que él. Pero todos los del equipo éramos nuevos en esa tarea y hacía poco que trabajábamos juntos, así que no nos conocíamos lo suficiente. Era incierto si me elegirían a mí. Así que le sugerí al líder que contabilizara los deberes que cada uno había cumplido y que luego designara a alguien para liderar el equipo temporariamente. Todos estuvieron de acuerdo. Por dentro, me alegré; sentía que tenía buenos antecedentes en mi deber así que probablemente tenía la elección en el bolsillo. Al día siguiente, fui a la reunión lleno de confianza, pero, para mi sorpresa, el hermano Li finalmente resultó elegido. Me sentí muy decepcionado, pero para guardar las apariencias simulé que no me había afectado y dije: “Gracias a Dios. A partir de ahora, trabajemos todos juntos para cumplir con nuestros deberes”. Pero, en el fondo, no podía aceptarlo en absoluto. De regreso a casa, me sentí vacío de energía. Simplemente no lograba entenderlo: ¿Qué tenía el hermano Li por sobre mí? Simplemente no podía aceptarlo. Creía que claramente yo tenía mucho talento, así que, al no elegirme, ¿no se estaba desperdiciando todo eso? Por eso sentí que sin duda debía demostrar quién era, para que los demás vieran de qué estaba hecho. Después de eso, aunque en apariencia estaba tranquilo, competía en silencio con el hermano Li. Me dediqué a estudiar para mejorar mis capacidades y poder superarlo. Me alegraba en secreto cuando veía que a él le costaba aprender, y pensaba: “¡La verdad sale a la luz! ¡No eres tan genial después de todo! Con el tiempo, todos nuestros hermanos y hermanas también verán quién es mejor”. Me regodeaba con el mínimo error que él cometía, y pensaba: “¿Tienes lo que hace falta? ¡Ahora verán realmente cómo eres!”. Ver al hermano Li resolver los problemas de los demás me daba celos. Sentía que yo también tenía esa experiencia práctica, y que si fuera líder del equipo, yo también sería bueno para comunicar. En especial, al hablar de trabajo, sin importar lo que el hermano Li sugiriera, me apresuraba a decir algo más amplio y profundo.
Recuerdo que, en una reunión, mientras debatíamos ideas para un himno, el hermano Li hizo una sugerencia realmente muy buena. Pero pensé que, si la aceptaba, eso quizás haría que él se viera mejor que yo. Y entonces, ¿cómo podría sentirme orgulloso? Lancé una réplica e hice una sugerencia diferente, pero al final el grupo optó por su idea. Fue como una bofetada. Al ver que los hermanos y hermanas charlaban de eso animadamente, sentí aún más rechazo por el hermano Li, y ya no tuve ningún interés en seguir escuchando. Recordé el deber que había cumplido anteriormente; había sido líder de equipo y todos los hermanos y hermanas me admiraban. Pero ahora, ya no era líder de equipo, y hermano Li se veía mejor que yo todo el tiempo. De haber sabido que esto iba a suceder, no habría venido aquí a cumplir con mi deber. Tras la reunión, tenía la mente agitada y sentía mucha oscuridad en mi interior. Como era vagamente consciente de que no estaba bien, oré a Dios, y recordé este pasaje de Sus palabras: “Tengo un conocimiento profundo de las impurezas que existen en el corazón de cada ser creado y, antes de crearos, ya sabía la injusticia que existía en lo hondo del corazón humano; conocía todo el engaño y la deshonestidad del corazón humano. Por tanto, aunque no hubiera rastro alguno cuando las personas hacen cosas injustas, Yo sigo sabiendo que la injusticia que alberga vuestro corazón sobrepasa la riqueza de todas las cosas que Yo creé. Cada uno de vosotros ha subido a la cumbre de las multitudes; habéis ascendido a ser los antepasados de las masas. Sois extremadamente arbitrarios, y corréis frenéticamente entre todos los gusanos en busca de un lugar tranquilo y tratáis de devorar a los gusanos más pequeños que vosotros. Sois maliciosos y siniestros en vuestro corazón, e incluso superáis a los fantasmas que se han hundido en el fondo del mar. Vivís en lo hondo del estiércol, molestáis a los gusanos de arriba abajo hasta que no tienen paz, y estos luchan entre sí durante un tiempo y después se calman. No conocéis vuestro propio estatus, y aun así peleáis entre vosotros en el estiércol. ¿Qué podéis conseguir de esa lucha? Si de verdad tuvierais reverencia hacia Mí en vuestro corazón, ¿cómo podríais pelear unos con otros a Mis espaldas? Independientemente de lo elevado que sea tu estatus, ¿acaso no sigues siendo un apestoso gusanito en el estiércol? ¿Serás capaz de hacer que te crezcan alas y convertirte en una paloma en el cielo?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cuando las hojas caídas regresen a sus raíces, lamentarás todo el mal que has hecho). Las palabras de Dios expusieron cuán desagradable era que rivalizara por reputación y rédito. Desde que acepté este deber, me había consumido la ambición, y me moría por conseguir algo que hiciera que los hermanos y hermanas y el líder pensaran bien de mí y pudiera lograr una posición en el equipo. Durante el proceso de selección, había intentado usar el ingenio en beneficio propio, al hacer que el líder designara a alguien temporariamente basado en los deberes que habíamos cumplido. Me sentí celoso cuando eligieron al hermano Li, y desarrollé una actitud competitiva hacia él. Cuando veía algún problema en su trabajo, yo no defendía los intereses de la iglesia ni trataba de ayudarlo, sino que me moría por que lo reemplazaran por incompetente, lo que me daría una oportunidad con el trabajo. Estaba sumido en un estado conspirativo, buscando lograr reputación y rédito, y mis actos estaban totalmente desprovistos de conciencia y razón. Era realmente despreciable y tóxico. Me molesté mucho y de verdad me lo reproché al darme cuenta de eso. Oré a Dios y le pedí que me guiara para practicar la verdad para que pudiera liberarme de la atadura de mi carácter satánico corrupto.
Un día, leí este pasaje de las palabras de Dios: “Para cada uno de vosotros que cumplís con vuestro deber, no importa cuán profundamente entendáis la verdad, si queréis entrar en la realidad-verdad, entonces la manera más sencilla de practicar es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo lo que hagáis y dejar ir vuestros deseos egoístas, vuestras intenciones, motivos, prestigio y estatus individuales. Poned los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo su deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Entrega tu verdadero corazón a Dios y podrás obtener la verdad). Las palabras de Dios me guiaron hacia el principio y la dirección para cumplir con mi deber, que era abandonar el deseo de reputación y estatus y poner la obra de la iglesia en primer lugar siempre, y cumplir con mi deber de la mejor manera posible. Solo así cumpliría con mi deber como ser creado y tendría un poco de semejanza humana. Si perseguía reputación y estatus e ignoraba mi trabajo principal, no estaría cumplimiento con mi deber. Me estaría resistiendo a Dios y haciendo el mal. Después de eso, me abrí a mis hermanos y hermanas acerca de todo esto en una reunión y revelé mi propia corrupción. Ellos no me menospreciaron y ese muro entre el hermano Li y yo desapareció. Después de eso, participaba activamente en la comunicación durante las reuniones que él dirigía, y no me burlaba cuando veía defectos en su trabajo. En cambio, daba sugerencias y apoyo y cuando lo veía ayudar a los hermanos y hermanas a resolver sus problemas ya no me ponía celoso como antes, sino que sentía que en la casa de Dios, lo único diferente son nuestros roles, no nuestra posición. Solo quería que trabajáramos juntos para cumplir bien con nuestro deber. Me sentí mucho más tranquilo al poner eso en práctica, y más tarde vi las bendiciones de Dios. Aunque nuestro equipo anteriormente tenía fundamentos musicales muy malos, en poco tiempo produjimos la primera canción en español, y tuvo buena recepción por parte de los demás hermanos y hermanas.
Pasaron alrededor de seis meses y yo me estaba familiarizando más con el trabajo. Los hermanos y hermanas tendían a aceptar mis ideas cuando debatíamos sobre el trabajo. Y generalmente yo conducía las reuniones mensuales de nuestro equipo de trabajo. Sentía que mi necesidad de reputación y estatus estaba más que satisfecha. Además, en ese momento, nuestro líder me puso más a cargo de impulsar el trabajo. Que el líder tuviera tan buen concepto de mí me hizo sentir aún más que yo era un talento valioso. En cierto momento, necesitamos a alguien para ocuparse de una tarea adicional, y aunque el tema me caía como anillo al dedo, hice algunos cálculos mentales: con eso no ganaría protagonismo y me consumiría tiempo. Así que si me ocupaba de eso, probablemente perdería parte de la atención que ya tenía. Pero si lo hacía el hermano Li, yo podría conseguir un buen lugar aquí… Puse todas las excusas posibles para rechazarlo, y recomendé que, en cambio, se ocupara el hermano Li. La verdad es que en ese momento me sentí culpable e inquieto, pero continué protegiendo mi posición de forma obstinada. El hermano Li se hizo cargo de esa nueva tarea. Tras encontrar algunas dificultades, se volvió negativo, lo que afectó su trabajo. Al oír eso, seguí sin reflexionar sobre mí mismo. El hermano Li a menudo no podía participar en el trabajo de nuestro equipo, así que la mayoría de los asuntos, grandes o pequeños, recaían en mí. Como resultado, creció mi deseo de reputación y estatus. Vi que había algunos defectos y deficiencias en el trabajo de los hermanos y hermanas que obstaculizaban nuestro progreso, y eso me dejó muy intranquilo. Yo estaba a cargo de ese trabajo, así que si algo salía mal, no sabía qué pensaría el líder de mí. ¿Me vería como incompetente? No pude evitar perder la paciencia y regañar a los hermanos y hermanas: “¿Cómo pueden llamar a esto cumplir con su deber? ¿No pueden concentrase? ¿Pueden dejar de equivocarse?”. Todos terminaron sintiéndose coartados por mí. En otra ocasión, me había ido por unos días a cumplir con mi deber y, al regresar, vi que una hermana había hecho un plan de trabajo sin consultarlo antes conmigo. Eso me enojó mucho. Pensé: “¡Esto es demasiado! No tienes ningún respeto por mí”. La ataqué por completo. Mientras tanto, en el equipo surgía un problema tras otro. Los hermanos y hermanas no estaban adoptando mis ideas, y hasta me daban sus opiniones. Lo sentía como una afrenta, y perdía la paciencia. “Como parece que ninguno está de acuerdo, ¡hagan lo que quieran! Y después, cuando las cosas salgan mal, ¡háganse responsables!”. Tras descargarme, sentía una especie de pánico inexplicable y cierto remordimiento. Pensé en cómo había estado viviendo con un carácter arrogante, siempre perdiendo la paciencia con mis hermanos y hermanas. ¿Aprobaría eso Dios? Pero después pensé: ¿no hacía eso por el bien de mi deber? ¿Y quién no ha revelado cierta corrupción alguna vez? No había reflexionado genuinamente sobre mí mismo. Al día siguiente, me torcí un tobillo jugando al básquet; se me hinchó como un globo y me dolía mucho. No podía caminar ni cumplir con mi deber. Me di cuenta de que esa era la disciplina de Dios, y recién entonces comencé a reflexionar. En ese momento, había estado buscando reputación y estatus, había sido arrogante y regañado a mis hermanos y hermanas. Lo vi todo en mi mente, una escena tras otra, como una película. Me detesté y me pregunté: ¿por qué no cambié? ¿Por qué no podía evitar rebelarme contra Dios y resistirme a Él?
Unos días después, algunos hermanos y hermanas vinieron a verme y a conversar conmigo sobre la voluntad de Dios. También leyeron un pasaje de Sus palabras que específicamente trataba sobre mi estado: “Si alguien ve que una persona es mejor que ella, la reprime, inicia un rumor sobre ella o emplea algún medio inescrupuloso para que otras personas no piensen bien de ella y vean que nadie es mejor que nadie, entonces, este es el carácter corrupto de la arrogancia y la santurronería, así como de la deshonestidad, el engaño y la perfidia, y estas personas no se detienen ante nada para alcanzar sus objetivos. Viven de esta forma y, aun así, piensan que son personas maravillosas y buenas. Sin embargo, ¿acaso tienen un corazón temeroso de Dios? En primer lugar y hablando desde la perspectiva de la naturaleza de estos asuntos, ¿acaso las personas que actúan de esta manera no hacen simplemente lo que les place? ¿Acaso toman en consideración los intereses de la casa de Dios? Únicamente piensan en sus propios sentimientos y solo quieren alcanzar sus propias metas, independientemente de la pérdida que sufra la obra de la casa de Dios. Las personas como estas no solo son arrogantes y santurronas; también son egoístas y despreciables; muestran total desconsideración hacia la intención de Dios, y las personas que son así, sin duda alguna, no poseen un corazón temeroso de Dios. Esa es la razón por la que hacen lo que les place y actúan con displicencia, sin ningún sentido de culpa, sin ninguna inquietud, sin ninguna aprensión o preocupación y sin considerar las consecuencias. Esto es lo que suelen hacer y el modo en que se han comportado siempre. ¿A qué consecuencias se enfrentan estas personas? Tendrán problemas, ¿no? Por decirlo suavemente, esas personas son demasiado envidiosas y tienen un deseo excesivo de reputación y estatus personales; son demasiado mentirosas y traicioneras. Dicho con mayor dureza, el problema fundamental es que en el corazón de esas personas no hay el más mínimo temor de Dios. No temen a Dios, creen que son sumamente importantes y consideran que cada aspecto de sí mismas es superior a Dios y a la verdad. En su corazón, Dios es lo menos digno de mención y lo más insignificante y Dios no tiene absolutamente ningún estatus en su corazón. ¿Acaso aquellos que no tienen lugar para Dios en su corazón y no lo veneran han logrado la entrada en la verdad? (No). Entonces, cuando habitualmente van alegres manteniéndose ocupados y gastando mucha energía, ¿qué están haciendo? Esa gente incluso dice haber abandonado todo para esforzarse para Dios y haber sufrido mucho, pero, en realidad, la motivación, el principio y el objetivo de todos sus actos consiste en beneficiarse a sí mismos; solo intentan proteger sus propios intereses. ¿Dirías o no que esa clase de gente es terrible? ¿Qué clase de persona es la que no venera a Dios? ¿No es arrogante? ¿No es Satanás? ¿Qué tipos de cosas no veneran a Dios? Además de los animales, entre los que no veneran a Dios se encuentran los demonios, Satanás, el arcángel, y los que se enfrentan a Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los cinco estados necesarios para ir por el camino correcto en la fe propia). Las duras palabras de Dios calaron hondo en mí. Vi que había sido muy arrogante, egoísta y astuto, sin ningún temor de Dios. Cuando se necesitaba colaboración con la obra de la iglesia, sabía muy bien que yo era bastante apto para la tarea, pero para mantener mi propia reputación y estatus, no hacía más que tonterías que comprometían la obra de la casa de Dios. Cuando veía problemas con el trabajo de los hermanos y hermanas que obstaculizaban nuestro progreso, no trabajaba con ellos para resolver los problemas; en cambio, pensaba que me estaban arrastrando y que afectaban mis chances de destacarme, así que me aprovechaba de mi posición para regañarlos, y todos se sentían coartados y vivían en un estado de sufrimiento. Tampoco aceptaba sus sugerencias. Me enfadaba, perdía la paciencia y usaba mi deber para descargarme, sin ninguna consideración por cómo eso podría afectar la obra de la iglesia. En realidad, no tenía ningún talento real; solo tenía cierto interés por la música y algo de entusiasmo, pero aun así Dios había tenido la gracia de concederme esta oportunidad para que pudiera progresar profesionalmente y en mi búsqueda de la verdad. Sin embargo, en lugar de atesorarlo, obstinadamente perseguía estatus y prestigio. Iba detrás de mis propios intereses mientras decía cumplir con mi deber, usando a mis hermanos y hermanas como herramientas para ayudarme a avanzar. Carecía por completo de humanidad. En todos mis actos, estaba haciendo el mal y ofendiendo el carácter de Dios. ¡Eso era repugnante y odioso para Dios! Darme cuenta de eso me asustó y sentí muchísimo remordimiento. Oré a Dios entre lágrimas: “¡Oh, Dios, he estado tan equivocado! No quiero seguir siendo rebelde y competir contigo, y no quiero seguir luchando para beneficio personal. Estoy listo para arrepentirme”.
Más tarde leí estas palabras de Dios: “¿Qué usa Satanás para mantener al hombre firmemente bajo su control? (La fama y la ganancia). De modo que Satanás usa fama y ganancia para controlar los pensamientos del hombre hasta que todas las personas solo puedan pensar en ellas. Por la fama y la ganancia luchan, sufren dificultades, soportan humillación, y sacrifican todo lo que tienen, y harán cualquier juicio o decisión en nombre de la fama y la ganancia. De esta forma, Satanás ata a las personas con cadenas invisibles y no tienen la fuerza ni el valor de deshacerse de ellas. Sin saberlo, llevan estas cadenas y siempre avanzan con gran dificultad. En aras de esta fama y ganancia, la humanidad evita a Dios y le traiciona, y se vuelve más y más perversa. De esta forma, entonces, se destruye una generación tras otra en medio de la fama y la ganancia de Satanás” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VI). Esta revelación de las palabras de Dios me dio cierto entendimiento acerca de la táctica despreciable y la malvada motivación de Satanás al utilizar la fama y el rédito para corromper a las personas. Ata y perjudica a la gente de esta manera, haciendo que traicionen y se alejen de Dios. La reputación y el estatus son herramientas que Satanás usa para arruinar a la gente. Yo había sido influenciado y educado por Satanás desde pequeño, y engañado por sus filosofías, como: “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda”, “Destacar entre los demás y honrar a los antepasados”, y “El hombre lucha hacia arriba; el agua fluye hacia abajo”. Las había adoptado como lemas personales. Me volví cada vez más arrogante, y en cualquier grupo siempre rivalizaba por estatus para que los demás me admiraran. Incluso tras hacerme creyente, siempre perseguía la reputación y el estatus porque no buscaba la verdad. Sufrí y pagué un precio en mi deber por estas cosas, trabajando duro para mejorar mis capacidades. Competía y rivalizaba con los demás, me sentía importante cada vez que lograba algo, y regañaba a los hermanos y hermanas con altivez. Era insoportablemente arrogante y engreído; carecía de toda semejanza humana en mi forma de vivir. Vivía según filosofías satánicas y me dedicaba a conseguir reputación y estatus. No solo herí a los demás, sino que hice muchas otras cosas repugnantes a Dios. También afecté la obra de la iglesia con mis transgresiones y actos malvados. La reputación y el estatus me han causado mucho daño. Solo entonces vi que las filosofías satánicas como “Destacar entre los demás” y “Ser superior” son todas falacias, y vivir según estas mentiras solo conduce a mayor corrupción y maldad, y hace que uno se rebele y se resista a Dios y, finalmente, reciba Su castigo. Cuando me di cuenta de todo esto, sentí que había estado tratando a la reputación y el estatus como un salvavidas al que debía aferrarme a toda costa. Realmente fui muy ciego e ignorante. También vi que era un camino contrario a Dios. Oré y me arrepentí ante Él. Después de eso, cada vez que pensaba en perseguir esas cosas en mi deber, me sentía realmente muy asustado, así que oraba a Dios y abandonaba la carne. Además, me abría a mis hermanos y hermanas y exponía mi propia corrupción. Pasado un tiempo, sentí que tenía un impulso mucho menor por perseguir reputación y estatus, y comencé a tener una sensación de paz interior.
Más tarde, cuando la iglesia estaba eligiendo un líder, mi deseo de reputación y estatus volvió a asomar durante la votación, y se desató una batalla interna: “¿Debería votar por el hermano Li o por mí? En cuanto a mí, realmente no soy tan bueno para resolver los problemas a través de la comunicación sobre la verdad. En cuanto a él, en el improbable caso de que gane, ¿cómo me verán los demás?”. Me di cuenta de que estaba buscando fama y estatus otra vez, y sentí que pensar así era muy feo. Oré a Dios, y abandoné y maldije esos pensamientos. Más tarde, recordé otro pasaje de las palabras de Dios: “Si tu mente está llena de pensamientos sobre cómo alcanzar una posición superior, o qué hacer frente a los demás para que te admiren, estás en el camino equivocado. Significa que estás haciendo cosas para Satanás; están prestando servicio. Si tu mente está llena de pensamientos sobre cómo cambiar para ser cada vez más como un ser humano, estar de acuerdo con las intenciones de Dios, ser capaz de someterte a Él y venerarlo, y aceptar Su escrutinio en todo lo que hagas, entonces tus condiciones mejorarán cada vez más. Esto es lo que significa ser alguien que vive ante Dios. Así, existen dos caminos: uno meramente enfatiza el comportamiento, satisfacer las ambiciones, deseos, intenciones y planes propios; esto es vivir ante Satanás y bajo su campo de acción de Satanás. El otro camino enfatiza cómo satisfacer la voluntad de Dios, entrar en la realidad-verdad, someterse a Dios y no tener ninguna idea equivocada ni desobediencia hacia Él, para venerar a Dios y cumplir con el propio deber. Esto es lo que significa vivir ante Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al practicar la verdad se puede poseer una humanidad normal). Meditando sobre las palabras de Dios, entendí que Él mira las motivaciones y perspectivas de las personas en sus actos, estas son muy importantes. Si mi motivación es la reputación y el estatus y el deseo de hacer que los demás me admiren, ese será un camino contrario a Dios, y jamás me conducirá a la verdad, ni a ser perfeccionado por Dios. Quise corregir mi motivación y, ya sea que fuera electo líder de la iglesia o no, estaba dispuesto a someterme a lo que Dios dispusiera y a cumplir bien con mi deber. Más tarde, al momento de votar, consideré los principios y voté por el hermano Li. Finalmente, él fue electo como líder de la iglesia. Para mí, eso estuvo bien. Aunque no había ganado, no me arrepentía de nada, porque al fin había puesto en práctica la verdad, y así me había liberado de las ataduras de la reputación y el estatus. También sentí cierta paz y equilibrio interiores al practicar la verdad y satisfacer a Dios, y experimenté que el juicio y castigo de Dios realmente son mi salvación.
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