Mi dificultosa senda hacia la cooperación en armonía
En julio de 2020 me eligieron líder de iglesia, encargada del trabajo de esta junto con la hermana Chen. Cuando empecé en aquel deber, no captaba claramente numerosos principios, y cada vez que tenía una pregunta, la debatía con la hermana Chen. Aceptaba de buena gana los consejos que ella me diera. Con el tiempo comencé a lograr resultados en el deber, y me creía lo bastante competente en mi trabajo como para funcionar yo sola. Luego, al asignar los trabajos, me ocupaba yo misma sin hablarlo con la hermana Chen. Incluso en casos en los que deberíamos haber tomado una decisión conjunta, la tomaba yo por mi cuenta. Como no actuaba según los principios, la hermana Chen me recordaba a menudo que dejara de decidir arbitrariamente. A veces hasta me lo decía delante de los diáconos. A mi parecer, siempre me criticaba; no respetaba mi dignidad y me abochornaba. Por ello, me resistía un poco a ella. Con frecuencia, al debatir el trabajo, ella rechazaba la mayoría de mis ideas y yo me rebelaba, pensando: “Si ambas nos encargamos del trabajo de la iglesia, ¿por qué debes tener tú, y no yo, la última palabra? Siempre rechazas mis ideas; ¿eso no hace que tú parezcas mejor que yo? ¿No les pareceré a los hermanos y hermanas una mala líder? ¿Y cómo los miraré a la cara?”. Empecé a tener prejuicios hacia la hermana Chen. Después, al discutir el trabajo, en cuanto ella rechazaba mi idea, me callaba. Aunque a veces me parecía que tenía razón, me incomodaba la idea de ceder ante ella. Con el paso del tiempo, cada vez tenía más prejuicios hacia la hermana Chen. No quería hablarle, y ni mucho menos debatir con ella el trabajo. Yo era una auténtica limitación para ella, y me sentía muy inhibida y me autoreprimía.
En enero de 2021, por motivos de salud, por nuestra prolongada falta de cooperación y por sentirse limitada por mí, la hermana Chen sucumbió a un episodio de negatividad, del que nunca se recuperó, y terminó renunciando. En octubre, la iglesia iba a celebrar elecciones para cubrir una vacante de líder. Una líder superior mentó a la hermana Chen al preguntar por su situación. La hermana Wang, colaboradora, dijo: “Su estado ha mejorado mucho últimamente y lleva una carga mayor en el deber”. Esto me preocupó un poco: “¡Supongo que tiene en gran estima a la hermana Chen! Tras oír eso, seguro que la líder creerá a la hermana Chen apta para el puesto. Si, efectivamente, la eligen, ¿eso no supondrá que volveremos a trabajar juntas?”. Al recordar la época en que trabajamos juntas, me horroricé un poco. Pensé: “Antes, cuando teníamos opiniones distintas acerca de cómo hacer el trabajo, casi todos los colaboradores apoyaban a la hermana Chen; nadie me escuchaba a mí. La hermana Chen es una persona muy justa. Si advertía que yo no actuaba según los principios, me reprendía, y me abochornaba a menudo. Era realmente horrible trabajar con ella. Desde que lo dejó, todos los colaboradores siguen mis consejos. Si vuelve, ¿solo le harán caso a ella, como antes? Si siempre me critica, ¿no hundirá la imagen que he cultivado entre los hermanos y hermanas?”. Al percatarme de esto, no tuve ninguna gana de trabajar con la hermana Chen. Pensé: “No puede ser. Tengo que contarles a todos su corrupción; si no, será un auténtico fastidio si la eligen”. Por ello, expliqué todas sus malas conductas, incluido el hecho de que le preocupara el estatus y no llevara una carga en el deber. Por si no era lo bastante concreta, también puse unos ejemplos que lo demostraban. Al ver la líder que no trataba justamente a la hermana Chen, me enseñó el principio del trato justo hacia los demás, pero yo no lo iba a aceptar. Días después, iniciadas oficialmente las elecciones, la hermana Li me preguntó por la situación de la hermana Chen. Pensé para mis adentros: “No es próxima a la hermana Chen y no la conoce bien. Tengo que darle a entender que la hermana Chen no es apta para ser líder; así no votará por ella”. Por ello, le conté todas las malas conductas de la hermana Chen, como que no llevaba una carga en el deber, pero, justo entonces, una hermana lo negó: “La hermana Chen no llevaba una carga porque se hallaba en un mal estado. Últimamente ha cambiado las cosas y lleva una carga en el deber. Además, nos habla y ayuda con paciencia en asuntos que no entendemos en el deber”. Me puse nerviosa al oír eso: “¿Por qué no paras de halagar a la hermana Chen? ¿Ya votaste por ella? ¿Votará también por ella la hermana Li tras oír lo que has dicho? Si, efectivamente, la eligen, volveremos a trabajar juntas. Entonces, no solo no podré lucirme, sino que también tendré que ser corregida constantemente por ella. Mejor sería que eligieran a otro líder. De ese modo, como soy líder desde hace un tiempo y comprendo muchos principios, todos aceptarían mis opiniones la mayor parte del tiempo y, aunque hiciera algo mal, no se darían cuenta y no me criticarían directamente, con lo que mi estatus sería incuestionable”. Cuanto más lo pensaba, más creía que no podía dejar que eligieran a la hermana Chen. Así pues, dije sin más que la hermana Chen no tenía mucha experiencia vital y que solo compartía conocimiento doctrinal. Cuando alegué aquello, vi que la hermana Li asentía con la cabeza y sentí algo de alivio, pues creí que, probablemente, la hermana Li no votaría a la hermana Chen. La hermana Chen y otra empataron con la mayoría de los votos. Me preocupó aún más que eligieran a la hermana Chen y se pusiera a trabajar conmigo otra vez.
Al rato me preguntó la líder: “Dada la aptitud de la hermana Chen, tiene lo necesario para ser líder. Si, en efecto, fuera elegida, ¿cómo te sentirías?”. La pregunta hizo que me preocupara que realmente eligieran a la hermana Chen, por lo que me apresuré a decir: “La hermana Chen no tiene mucha experiencia vital y tiene un carácter gravemente corrupto…”. La líder notó cuánto me resistía a la hermana Chen y volvió a dejarme en evidencia: “Como solo reparas en las debilidades de la gente, nunca en sus puntos fuertes, no serás capaz de colaborar bien con nadie. Eres tremendamente arrogante…”. Me afectaron profundamente las palabras “no serás capaz de colaborar bien con nadie”. Sentí que la líder había descubierto todas mis intenciones, y seguro que no pensaría bien de mí. Si a los hermanos, hermanas y líderes les caía bien la hermana Chen, ¿cómo iba a continuar yo en el deber? Me sentí fatal y ya no quise ser líder. Pensé: “Si tan buena es la hermana Chen, elíjanla ya”. Por tanto, le señalé a la líder: “Yo no soy de buena humanidad y no sé colaborar con nadie. Me parece que ya no puedo cumplir con este deber. Creo que deben elegir a alguien que me sustituya”. La líder compartió conmigo: “No te digo que seas tremendamente arrogante para limitarte, sino para presionarte para que busques la verdad y corrijas tu carácter corrupto…”. Al oírlo me di cuenta de que descargaba mi ira en el deber y actuaba en contra de Dios. Me sentí un poco avergonzada e incómoda. Sin embargo, siempre que pensaba en el trabajo con la hermana Chen, me inquietaba por completo. Como no quería lidiar con esa situación, puse por excusa que tenía otro trabajo y me fui. Me sentía muy deprimida: me percataba de que me rebelaba contra Dios y de que Él me había ocultado Su rostro. Estaba eludiendo la situación que Dios me había dispuesto. Si no cambiaba las cosas, seguro que Dios me despreciaría y yo perdería la obra del Espíritu Santo. Sentí algo de miedo, por lo que me presenté ante Dios a orar: “Dios mío, en la situación que me has dispuesto hoy hay una lección que aprender. Está mal que la eluda y me resista a ella, pero no sé cómo hacer introspección y comprenderme a mí misma. Te pido que me guíes para comprender Tus intenciones y, entretanto, aprender una lección”. Tras orar me sentí un poco más tranquila.
Al día siguiente se anunció el resultado de las elecciones: habían elegido líder a la hermana Chen, pero la noticia no me afectó tanto. Hice introspección: siempre criticaba la corrupción y las deficiencias de la hermana Chen, pero jamás hablaba de sus puntos fuertes y sus talentos. ¿No la estaba marginando? Por ello, busqué pasajes de las palabras de Dios acerca de cómo reprimen y marginan los anticristos a sus disidentes. Había un pasaje concreto que realmente daba en el blanco. Dios Todopoderoso dice: “¿De qué manera los anticristos excluyen y atacan a los que buscan la verdad? A menudo utilizan métodos que otros consideran razonables y adecuados, incluso haciendo uso de debates sobre la verdad para ganar ventaja, con el fin de atacar, condenar y engañar a otras personas. Por ejemplo, si un anticristo piensa que sus compañeros buscan la verdad y pueden amenazar su estatus, hablarán de doctrinas elevadas y teorías espirituales para engañar a la gente y hacer que los tengan en alta estima. De esta manera pueden menospreciar y reprimir a sus compañeros y colaboradores, y hacer que la gente sienta que: ‘Aunque los compañeros de nuestro líder son personas que buscan la verdad, no son iguales a nuestro líder en cuanto a calibre y habilidad. Los sermones de nuestro líder son elevados, y nadie puede compararse’. Para un anticristo, escuchar ese tipo de comentario es extremadamente satisfactorio. Se fijan en sus compañeros y piensan: ‘¿No eres alguien que busca la verdad? ¿Acaso no tienes algunas realidades de la verdad? ¿Por qué no puedes explicarla claramente? Si tienes la capacidad, sube a la tarima y habla. Ahora te sientes completamente humillado. No posees esa capacidad, y sin embargo ¿te atreves a enfrentarte a mí?’. Eso es lo que el anticristo está pensando. ¿Cuál es el objetivo del anticristo? Quiere encontrar una manera de reprimir, menospreciar y destacar por encima de otras personas. Así es como el anticristo trata a todos los que buscan la verdad o trabajan con ellos. […] Además de estos actos malvados, los anticristos hacen algo aún más despreciable, y es que siempre tratan de averiguar cómo ganar ventaja sobre los que buscan la verdad. Por ejemplo, si algunas personas han fornicado o han cometido alguna otra transgresión, los anticristos aprovechan esto como ventaja para atacarlas, buscan oportunidades para insultarlas, exponerlas y calumniarlas, para etiquetarlas y así desalentar su entusiasmo por cumplir con su deber, de modo que se sientan negativas. Los anticristos también hacen que el pueblo escogido de Dios los discrimine, los rehúya y los rechace, para que los que buscan la verdad queden aislados. Al final, cuando todos los que buscan la verdad se sienten negativos y débiles, ya no realizan activamente sus deberes y no están dispuestos a asistir a los encuentros; entonces, el objetivo de los anticristos se ha logrado. Una vez que los que buscan la verdad ya no suponen una amenaza para su estatus y su poder, y ya nadie se atreve a denunciarlos o exponerlos, los anticristos pueden sentirse tranquilos. […] En resumen, de acuerdo con estas manifestaciones de los anticristos, podemos determinar que no están cumpliendo con el deber de liderazgo, porque no están guiando a la gente a comer y beber las palabras de Dios ni a tener comunicación sobre la verdad, y no les proporcionan vida para permitirles obtener la verdad. Por el contrario, perturban y alteran la vida de la iglesia, desmontan y destruyen su obra, y se interponen a la gente en la senda para buscar la verdad y obtener la salvación. Quieren desviar al pueblo escogido de Dios y hacer que pierda la oportunidad de obtener la salvación. Este es el objetivo pecaminoso definitivo que los anticristos quieren lograr al interrumpir y perturbar la obra de la casa de Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 3: Excluyen y atacan a quienes buscan la verdad). Me afectó mucho este pasaje de las palabras de Dios. Dios expone cómo los anticristos reprimen y marginan a otros, criticando y denigrando a quienes buscan la verdad, para consolidar su propio estatus. ¿No era así como yo trataba a la hermana Chen? Durante las elecciones, al ver que todo el mundo pensaba favorablemente de la hermana Chen, me acordé de que, cuando trabajábamos juntas, los demás seguían sus consejos y ella acaparaba toda la atención. También solía señalarme mis fallos, con lo que yo quedaba mal. Me preocupaba que, de ser elegida, los hermanos y hermanas solo la escucharan y admiraran a ella y que nadie siguiera mis consejos. Por eso entré en pánico, negué activamente sus capacidades y di tanta importancia a sus ejemplos anteriores de corrupción. Dije que no tenía mucha experiencia vital y que no buscaba la verdad, en un intento por engañar a todos para que tuvieran prejuicios hacia ella y, así, no la votaran. Cuando la líder advirtió mi problema y me criticó por tratar injustamente a la gente, vi que no conseguí lo que quería, me volví irracional y quise abandonar el deber. Todo cuanto dije estaba plagado de astutas motivaciones ocultas, todo por proteger mi reputación y estatus. ¿En qué se distinguía eso del hecho de que los anticristos ataquen a quienes buscan la verdad para consolidar su estatus? Había una necesidad imperiosa de talento en el trabajo de la iglesia y, aunque la hermana Chen hubiera dado muestras de corrupción y tuviera defectos, tenía sentido de la justicia y llevaba una carga en el deber. Buscaba la verdad frente a los problemas y era alguien que iba en pos de la verdad, por lo que cumplía con los requisitos para ser líder. No obstante, como me preocupaba que amenazara mi estatus ante los demás, traté de denigrarla y marginarla sin la menor consideración por el trabajo de la iglesia. No tuve para nada en cuenta las intenciones de Dios y no estaba cumpliendo mi deber. Estaba interrumpiendo y perturbando la labor de la iglesia, ¡haciendo el mal! Cuando me percaté, de pronto mis actos me parecieron realmente terribles. Antes siempre creí que marginar y castigar a la gente eran actos propios de un anticristo, pero ahora me daba cuenta de que yo también tenía el carácter de un anticristo y de que iba por la senda de un anticristo. Si no me arrepentía, Dios me revelaría y descartaría. Al comprender esto, me sentí algo horrorizada, pero también entendí que Dios esperaba que, por medio del trato y la revelación, yo reflexionara, me arrepintiera y buscara la verdad para corregir mi carácter corrupto. Realmente debía cooperar con la hermana Chen para hacer bien la labor de la iglesia. Luego me sinceré con mis hermanos y hermanas sobre mi corrupción para que tuvieran discernimiento acerca de mis afirmaciones anteriores y trataran bien a la hermana Chen. Dejé de excluir y resistirme a la hermana Chen cuando la veía y, de forma activa, le preguntaba cómo estaba, discutía el trabajo y colaboraba con ella. Poco a poco empezamos a llevarnos mucho mejor, y yo me sentía mucho más tranquila. Sobre todo cuando, en una reunión, oí a la hermana Chen hablar de manera muy práctica sobre su experiencia reciente y, al recordar que no dejé de entorpecer su camino al liderazgo y que estuve a punto de hacer el mal, sentí aún más arrepentimiento y culpa.
Posteriormente continué buscando la verdad y reflexionando sobre la causa de este asunto. Me encontré con este pasaje de las palabras de Dios. “El aprecio de los anticristos por su estatus y prestigio va más allá del de la gente normal y forma parte de su carácter y esencia; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos; por ende, es su esencia. Es decir, en todo lo que hace un anticristo, lo primero en lo que piensa es en su estatus y su prestigio, nada más. Para un anticristo, el estatus y el prestigio son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hace, lo primero que piensa es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi prestigio? ¿Me dará prestigio hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la mentalidad de la gente?’. Eso es lo primero que piensa, lo cual es prueba fehaciente de que tiene el carácter y la esencia de los anticristos; si no, no considerarían estos problemas. […] Si bien los anticristos también creen en Dios, consideran que la búsqueda de estatus y prestigio es equivalente a la fe en Dios y le asignan la misma importancia. Es decir, a medida que van por la senda de la fe en Dios, también van en pos del estatus y el prestigio. Se puede decir que los anticristos creen de corazón que la fe en Dios y la búsqueda de la verdad son la búsqueda del estatus y el prestigio; que la búsqueda del estatus y el prestigio es también la búsqueda de la verdad, y que adquirir estatus y prestigio supone adquirir la verdad y la vida. Si les parece que no tienen prestigio ni estatus, que nadie les admira ni les venera ni les sigue, entonces se sienten muy frustrados, creen que no tiene sentido creer en Dios, que no vale de nada, y se dicen: ‘¿Es tal fe en Dios un fracaso? ¿Es inútil?’. A menudo reflexionan sobre esas cosas en sus corazones, sobre cómo pueden hacerse un lugar en la casa de Dios, cómo pueden tener una reputación elevada en la iglesia, con el fin de que la gente los escuche cuando hablan, y los apoyen cuando actúen, y los sigan dondequiera que vayan; con el fin de tener una voz en la iglesia, una reputación, de disfrutar de beneficios y poseer estatus; tales son las cosas que consideran a menudo. Estas son las cosas que buscan esas personas” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9: Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (III)). Dios expone cuánto codician los anticristos la reputación y el estatus y que todo cuanto hacen es por su afán de poder. Quieren que todos los obedezcan y los lleven en el corazón. En realidad hacen todo esto para fundar un reino independiente, compiten con Dios por los creyentes y quieren que la gente los idolatre. Vi que mis manifestaciones eran como las expuestas por Dios: siempre trataba de cultivar mi imagen a ojos de los demás y aspiraba al estatus, a tener la última palabra y a ser el centro de atención de todos. Cuando llegaba alguien con más talento que yo, lo consideraba una amenaza a mi estatus, lo atacaba y lo excluía. Así trataba yo a la hermana Chen. Preocupada por no poder lucirme si ella era elegida líder, di mucha importancia a su corrupción anterior para engañar a los demás para que no votaran por ella. Llegué a esperar que eligieran a otro compañero. De ese modo, como yo era líder desde hacía mucho más tiempo, sin importar qué dijera o hiciera, aunque no concordara con los principios, mi nuevo compañero no repararía en ello y no me revelaría ni reprendería. Podría ser la mandamás de la iglesia, todo lo que yo dijera se haría, y podría hacer lo que me diera la gana. Se me escapaban totalmente de las manos mis ambiciones y deseos. ¡Estaba fundando mi propio reino independiente! Por salvaguardar mi estatus, hasta reprimí y marginé a otra gente. ¿En qué se distinguía eso del hecho de que el PCCh ataque y margine a los disidentes? Para mantener su régimen autocrático y hacer que todos los idolatren y sigan, utilizan su autoridad para reprimir y erradicar a cualquiera que amenace su estatus y sus intereses. Yo trataba a la hermana Chen igual que el PCCh a sus víctimas. No podía creer lo horrible que había llegado a ser en aras del estatus. Como líder de la iglesia, debía trabajar en la labor de la iglesia con aquellos que buscan la verdad y llevar a los hermanos y hermanas ante Dios. Sin embargo, no pensaba más que en la reputación y el estatus; no había espacio en mi corazón para mi deber, y yo no temía a Dios. Hacía años que creía en Dios, pese a lo cual reprimía a la gente por prejuicios en aras del estatus. ¡Realmente lo había decepcionado y había provocado Su aborrecimiento!
Después me di cuenta de otro motivo por el que reprimía y marginaba a la hermana Chen: porque no paraba de dejarme en evidencia y de hacerme quedar mal. Encontré el siguiente pasaje de las palabras de Dios sobre este estado: “¿Qué has de hacer si quieres evitar la senda de los anticristos? Debes acercarte activamente a las personas honradas que aman la verdad. Debes acercarte a personas que puedan aconsejarte, que puedan decir la verdad y criticarte cuando descubran un problema, y sobre todo a personas que puedan podarte y tratarte cuando se dé tal caso. Se trata de una persona que puede ser de lo más beneficiosa para ti, y deberías apreciarla. Si rechazas a este tipo de personas buenas y las apartas de tu vista, perderás la protección de Dios y la desgracia se aproximará lentamente. Si te acercas a la gente buena y a los que entienden la verdad, tendrás paz y felicidad y te alejarás de la desgracia. Si te acercas a la gente inferior, a los sinvergüenzas y a los aduladores, entonces estarás en peligro. No solo es posible que te engañen y te timen, sino que la desgracia puede sobrevenirte en cualquier momento. Debes saber quién te beneficia más. La persona que señala cuando haces algo mal, cuando te exaltas y das testimonio de ti mismo y tratas de engañar a los demás, es el tipo de persona que más te beneficia, y acercarse a ella es la senda correcta. ¿Podéis hacer eso? Si alguien dice algo que te hace sentir humillado, le guardas rencor de por vida y dices: ‘¿Por qué me has expuesto? No te he tratado mal; ¿por qué siempre te dedicas a fastidiarme?’. Guardas rencor en tu corazón, lo que crea una separación, y siempre consideras que: ‘Como líder, tengo la posición y el estatus para prohibir que digas tal cosa’. ¿Qué expresa esto? Es una expresión de no aceptar la verdad, sino de competir con los demás, y es un poco irracional. ¿Acaso no es una expresión de preocupación por el estatus? Muestra un carácter extremadamente corrupto. Las personas que siempre se preocupan demasiado por el estatus son personas con un acentuado carácter de anticristo, y si además pueden hacer el mal, se revelarán inmediatamente. Las personas que rechazan y no pueden aceptar la verdad están en gran peligro. Estar siempre luchando por el estatus y codiciando los beneficios de este es una señal de peligro inminente. Si el corazón de alguien está siempre gobernado por el estatus, ¿puede practicar la verdad y actuar según los principios? Si alguien no puede practicar la verdad, siempre hace cosas para adquirir fama y estatus y siempre actúa sacando provecho de su poder, ¿no es obvio que se trata de un anticristo mostrando su verdadero rostro?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Tras leer este pasaje entendí que los hermanos y hermanas no me exponían y corregían para reírse de mí, denigrarme ni abochornarme, sino para ayudarme a conocerme a mí misma. Era beneficioso para mi vida y garantizaba que no iría por la senda equivocada. Recordé que, el año anterior, cuando trabajaba con la hermana Chen, me expuso directamente después de reparar en que era tremendamente arrogante y actuaba con arbitrariedad. Me estaba sustentando con cariño. Era beneficioso para mi entrada en la vida tener a mi lado a alguien así que me supervisara. No obstante, entonces no consideré que eso viniera de Dios y malinterpreté las buenas intenciones de la hermana Chen. Me pareció que me estaba haciendo quedar mal al exponerme y corregirme directamente, por lo que empecé a tener prejuicios hacia ella y la excluí. Todas estas fueron manifestaciones de mi carácter de anticristo. Las palabras de Dios me habían dado una senda de práctica. Debía pasar más tiempo con gente honesta y franca que buscara la verdad, y cuando hiciera algo mal y fuera en contra de los principios, debía renunciar al estatus y la reputación y escuchar sus ideas. Esto serviría para garantizar que no haría el mal. Me acordé de que, aunque era líder de la iglesia, aún había muchas cuestiones que no captaba. Dado que nos controla nuestro carácter corrupto, es inevitable que perturbemos e interrumpamos en cierta medida en el deber. Por ello, solo si trabajamos en armonía con los demás y nos ayudamos y sustentamos mutuamente, podemos cumplir bien con el deber y con el trabajo de la iglesia. Ya comprendida la voluntad de Dios, me sinceré con la hermana Chen, le pedí disculpas y le conté toda la historia de cómo la había atacado y reprimido. Al oírlo, la hermana Chen no pensó mal de mí ni me odió como yo había imaginado, sino que me habló de su experiencia para ayudarme. Al sincerarnos y hablar pudimos dejar de lado los prejuicios.
Posteriormente, una vez descuidé unos asuntos generales por estar ocupada con otros proyectos y no me acordé hasta dos meses después de reunirme con quienes se ocupaban de los asuntos generales. La hermana Yang, a cargo de los asuntos generales, no se andó con rodeos al criticarme: “Llevas dos meses sin reunirte con nosotros, no has resuelto problemas que hemos tenido en el deber y, por ello, nuestras vidas se han visto afectadas negativamente. Según las palabras de Dios, los líderes y obreros que asignan trabajo y luego no lo gestionan son falsos líderes”. Tuve sentimientos encontrados tras las palabras de la hermana: “Les he preguntado por su estado estos dos meses, aunque menos a menudo. Además, he estado ocupada con otros trabajos. ¡No puedes calificarme de falsa líder nada más que por eso! ¿Cómo esperas que siga preguntando por su trabajo si afirmas algo así? Si me pillas haciendo algo mal otra vez y me denuncias ante los líderes superiores como falsa líder, ¿no perderé mi estatus? Así no puede ser, no puedo dejar que supervises el trabajo en lo sucesivo”. No obstante, después recordé cómo había atacado y marginado a la hermana Chen el mes anterior y, de nuevo, no quería que la hermana Yang supervisara el trabajo tras haber expresado su opinión. ¿No continuaba atacando y marginando a quienes tenían opiniones distintas? Justo entonces recordé un pasaje de las palabras de Dios. “Debes acercarte a personas que puedan decirte la verdad. Tener a tu lado a ese tipo de personas conlleva muchos beneficios, sobre todo a aquellos que, al descubrir que tienes un problema, se atreven a criticarte y a exponerte. Tener ese tipo de personas buenas a tu lado puede evitar que te desvíes. Si descubren que has hecho algo que viola los principios de la verdad, te criticarán si hace falta y te expondrán si es necesario, independientemente de tu estatus. Así es una persona honrada y con sentido de la justicia. No importa cómo te expongan y critiquen, todo puede ayudarte; todo es supervisión y exhortación para ti. Debes acercarte a ese tipo de persona. Con esa clase de persona a tu lado para ayudarte, estás mucho más seguro. Se trata de la protección de Dios” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 4: Se enaltecen y dan testimonio de sí mismos). Al evocar las palabras de Dios me calmé poco a poco. La hermana Yang había sido algo dura, pero decía las cosas como eran. En esa época, realmente yo no había comprendido su estado ni resuelto sus problemas, y su vida se vio afectada de forma muy adversa. Como líder de la iglesia, tenía la responsabilidad de estar al día de los estados de la gente y de resolver sus problemas; no podía eludir esa responsabilidad por muy ocupada que estuviera. Sin embargo, no me preocupé por la hermana Yang, y cuando me hizo algunas sugerencias, quise atacarla vengativamente porque creía haber quedado mal. ¡Era verdaderamente tóxica! Cuando trató conmigo la hermana Yang, estaba supervisando mi labor y practicando la verdad. Si la atacaba y buscaba vengarme de ella, ¡me opondría a la verdad y cometería el mal! Al darme cuenta me presenté ante Dios en oración: “Amado Dios, me he percatado de mi naturaleza malvada. Por conservar la dignidad y proteger mi reputación, quise atacar y buscar venganza contra la hermana Yang. Eso es castigar a las personas. Oh, Dios mío, ya no quiero actuar de acuerdo con mi carácter corrupto. Estoy dispuesta a practicar la verdad y a aceptar sugerencias de la hermana Yang”. Después de orar me sentí culpable por cómo había tratado a la hermana Yang, y quería disculparme, pero, para mi sorpresa, fue la hermana Yang la que se disculpó primero alegando que había sido algo impertinente y que había hablado con un carácter corrupto. Yo también le pedí perdón: “Tienes razón. Realmente no realizaba un trabajo práctico y debí recapacitar al respecto”. Sentí que los hermanos y hermanas me exponían y ayudaban para que pudiera darme cuenta de que no había hecho trabajo práctico. Esto venía de Dios y era la protección de Dios para mí. ¡Démosle gracias!
Con esta experiencia entendí que Satanás me había corrompido a fondo y que codiciaba demasiado la reputación y el estatus. Por conservar la dignidad y el puesto, llegaba a reprimir y a marginar a la gente. Era algo sumamente despreciable y malvado. También me di cuenta de que, ante cualquier situación, debemos centrarnos en hacer introspección y conocernos y buscar la verdad para corregir nuestro carácter corrupto. Será entonces cuando podamos evitar hacer el mal y resistirnos a Dios. ¡Demos gracias a Dios!