¿La salvación requiere estatus?
Durante años estuve cumpliendo mi deber lejos de casa, y era responsable del trabajo de la iglesia. Si bien tenía una cardiopatía congénita, nunca tuve problemas importantes de salud. Sin embargo, con la edad, este último par de años no soy la misma de antes, ni mental ni físicamente. Trasnochar un poco me deja agotada al día siguiente, toda débil, y no me siento bien del corazón. En agosto de 2021, la líder reflexionó sobre mi estado y, por temor a que mi cuerpo no aguantara más en un cargo de mucho estrés como el de líder, me mandó regresar a casa para que cuidara de mi salud y cumpliera con el deber que pudiera. Me entristeció que me dijera eso. Pensé: “Es un momento crucial para acumular buenas acciones en un deber. Con el traslado, al ser una creyente normal en vez de líder, tendré menos ocasiones de practicar y aprenderé la verdad y entraré en la realidad más despacio, por lo que se reducirán mis oportunidades de ser salvada. No será como ser líder, que siempre resuelves los distintos problemas y las dificultades de los hermanos y hermanas, aprendes y entras en las verdades rápidamente y tienes una mayor probabilidad de salvarte. ¿Será que Dios usa esta situación para revelarme y descartarme?”. A medida que lo pensaba, más me entristecía, y no pude reprimir el llanto. Más tarde, una hermana habló conmigo tras enterarse de mi estado. Me dijo: “La benevolente voluntad de Dios está detrás de esto y, cuando no entendamos Su voluntad, primero tenemos que someternos, orar y buscar más, pero nunca debemos malinterpretarlo ni quejarnos”. Su enseñanza me recordó que esta situación no sucedió al azar, sino que tenía que haber una verdad que debía buscar y en la que debía entrar, y que debía someterme. Sin embargo, seguía muy triste. Cuando me despertaba por la noche y eso me venía a la mente, daba vueltas, desvelada y pensando una y otra vez: “He creído todos estos años, y justo cuando la obra de Dios se halla finalmente en un momento crucial, he perdido la oportunidad de servir como líder. Solo soy una creyente normal. ¿Aún tengo esperanza de salvarme y ser perfeccionada?”. Quería continuar mi servicio como líder, pero temía que mi enfermedad se agudizara y que afectara el trabajo de la iglesia. No podía pensar solamente en mí y poner en riesgo la labor de la iglesia. Cuanto más lo pensaba, más preocupada me sentía. No sabía cómo iba a superar todo eso.
En mis devociones leí algunas palabras de Dios que revelaban cómo afrontan los anticristos los cambios de deber, y entendí un poco sobre mí misma. Dios dice: “Cuando se realizan cambios en sus deberes, como mínimo, la gente debería someterse, beneficiarse a partir de hacer introspección, a la vez que lograr una valoración precisa acerca de si su cumplimiento del deber es adecuado. No obstante, esto no se cumple con los anticristos. Son diferentes a las personas normales, independientemente de lo que les ocurra. ¿En qué consiste tal diferencia? No obedecen, no cooperan de manera proactiva, ni buscan la verdad en lo más mínimo. Por el contrario, sienten repulsión hacia ello y se resisten, lo analizan, lo contemplan y se devanan los sesos especulando: ‘¿Por qué no se me permite cumplir este deber? ¿Por qué me transfieren a un deber de poca importancia? ¿Es esta una manera de revelarme y descartarme?’. No dejan de darle vueltas a lo sucedido en su mente, analizándolo y rumiándolo sin parar. Cuando no ha pasado nada están perfectamente bien, pero cuando sí sucede algo, eso comienza a removerse en su interior como aguas turbulentas, y la cabeza se les llena de preguntas. Por fuera, puede parecer que son mejores que los demás para analizar las cosas, pero en realidad los anticristos simplemente tienen más maldad que la gente normal. […] Los anticristos jamás obedecen lo que dispone la casa de Dios, y siempre vinculan estrechamente su deber, fama y estatus con su esperanza de bendiciones y destino futuro, como si una vez perdidos su reputación y estatus, no les queda esperanza de recibir bendiciones y recompensas, y a ellos eso les parece como perder sus vidas. Piensan: ‘He de ser prudente, no debo ser descuidado. No se puede confiar en la casa de Dios, en los hermanos y hermanas, en los líderes y obreros, ni siquiera en Dios. No puedo confiar en ninguno de ellos. La persona en la que más puedes confiar y más digna de confianza eres tú mismo. Si no haces planes para ti, entonces, ¿quién va a cuidar de ti? ¿Quién va a considerar tu futuro? ¿Quién va a considerar si vas a recibir o no bendiciones? Por tanto, tengo que hacer planes y cálculos cuidadosos por mi propio bien. No puedo cometer errores o siquiera ser levemente descuidado, de lo contrario, ¿qué haré si alguien trata de aprovecharse de mí?’. Por tanto, se protegen de los líderes y obreros de la casa de Dios, temiendo que alguien discierna o detecte cómo son, y acaben entonces expulsados y su sueño de bendiciones se estropee. Creen que deben mantener su reputación y estatus, pues piensan que esta es su única esperanza para obtener bendiciones. Un anticristo considera que ser bendecido es más grande que los propios cielos, más grande que la vida, más importante que buscar la verdad, que el cambio de carácter o la salvación personal, y más relevante que desempeñar bien su deber y ser un ser creado a la altura de la norma. Les parece que ser un ser creado a la altura de la norma, cumplir bien con su deber y lograr la salvación son cosas nimias que ni merece la pena mencionar, mientras que obtener bendiciones es la única cosa en toda su vida que no se ha de olvidar. Sea grande o pequeño aquello con lo que se encuentran, lo relacionan con ser bendecidos por Dios, y se muestran increíblemente precavidos y atentos, y siempre se aseguran una salida. Así pues, cuando su deber sufre alguna modificación, si es un ascenso el anticristo piensa que tiene la esperanza de ser bendecido. Si es un descenso, de líder de equipo a sublíder de equipo, o de sublíder de equipo a miembro regular, prevén que esto es un enorme problema y creen que su esperanza de recibir bendiciones es escasa. ¿Qué clase de perspectiva es esta? ¿Es adecuada? En absoluto. Es un punto de vista absurdo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren echarse atrás cuando no hay ninguna posición ni esperanza de recibir bendiciones). “En su corazón, los anticristos siempre equiparan lo alto o bajo de su estatus a lo grandes o pequeñas que sean sus bendiciones. Ya sea entre la casa de Dios o en cualquier otro grupo, para ellos, el estatus y la clase de la gente están estrictamente determinados, al igual que sus resultados finales; lo alta que sea la posición de alguien y cuánto poder ejerza en la casa de Dios en esta vida son equivalentes a la magnitud de las bendiciones, las recompensas y la corona que reciba en el otro mundo, guardan relación directa. ¿Tiene sentido esta idea? Dios nunca ha dicho tal cosa ni ha prometido nada parecido, pero este es el tipo de pensamiento que se plantea un anticristo. […] ¿No os parece que las personas como los anticristos tienen un pequeño problema de salud mental? ¿Son malvados en extremo? Diga lo que diga Dios, no hacen caso ni lo aceptan. Suponen que todo lo que piensan y creen es correcto, y con ello se complacen, disfrutando y admirándose. No buscan la verdad ni investigan si eso es lo que se dice en las palabras de Dios, o si eso es lo que Él prometió” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren echarse atrás cuando no hay ninguna posición ni esperanza de recibir bendiciones). Las palabras de Dios enseñan que los anticristos solo tienen fe por las bendiciones y las recompensas. Clasifican los diversos deberes y vinculan estrechamente un estatus alto o bajo con más o menos bendiciones que puedan recibirse. Creen que, sin estatus, apenas tienen oportunidad de salvarse, así que culpan a Dios, lo malinterpretan e incluso lo combaten. Únicamente les importan sus intereses y si pueden recibir bendiciones o no, pero nunca buscan la verdad ni aprenden nada. Además, realmente no tienen temor ni sometimiento hacia Dios de corazón, sino que son malvados y arteros por naturaleza. A tenor de mi conducta, yo era como un anticristo. Vinculaba mi estatus con el tamaño de mis bendiciones, y siempre creí que no ser líder significaba que carecería de estatus y que no tendría esperanza de ser salvada o recibir bendiciones. A causa de esto, no sabía afrontar adecuadamente ni siquiera un cambio normal de deber y tenía muchas preocupaciones. No obstante, en realidad, la iglesia dispone el deber de cada cual de acuerdo con los principios y su situación real. Tenía problemas de salud. Los líderes tienen muchas ocupaciones, mucho estrés, y mi cuerpo no lo aguantaría. Se resentiría mi deber. Que la iglesia dispusiera que yo asumiera lo que pudiera era bueno tanto para mí como para la labor de la iglesia. Sin embargo, yo desconfié y dudé. Lo primero que pensé sobre no ser líder fue que tendría pocas esperanzas de salvación. La idea de no recibir bendiciones y quedar sin un buen destino me hizo sentir que me habían quitado mi única esperanza de fe. De repente perdí todo mi vigor y me volví bastante negativa. Vi que no contemplaba las cosas según los principios verdad, sino en función de si podía beneficiarme de ellas. Cuando no se cumplieron mis ambiciones y deseos, creí que, con esa situación, Dios iba a descartarme. Descubrí que era realmente artera. Imaginaba que Dios era como la humanidad corrupta, carente de equidad o justicia. Creía que nos evaluaba y decidía nuestro resultado según la grandeza de nuestro estatus o nuestro deber. Pensaba que, si la gente tenía estatus, Dios la favorecería y la salvaría; si no lo tenía, no la salvaría. ¿Eso no era negar la justicia de Dios y blasfemar contra Él? Después de todos esos años de fe, entendí que no comprendía ni obedecía a Dios en absoluto. Sin haber sido expuesta por estos hechos, no me habría dado cuenta de lo equivocada de mi perspectiva de búsqueda.
Luego leí un par de pasajes de las palabras de Dios que me ayudaron a entender mi perspectiva errónea. Las palabras de Dios dicen: “Muchos no tienen claro lo que significa salvarse. Algunas personas creen que, si llevan creyendo en Dios mucho tiempo, entonces es probable que se salven. Hay quienes piensan que si entienden muchas doctrinas espirituales, entonces es probable que se salven, y los hay que creen que, desde luego, los líderes y obreros se salvarán. Todas estas son nociones e imaginaciones humanas. Lo fundamental es que la gente debe entender lo que significa la salvación. Salvarse significa, principalmente, librarse del pecado, librarse de la influencia de Satanás, y volverse a Dios y obedecerlo sinceramente. ¿Qué debéis tener para ser libres de pecado y de la influencia de Satanás? La verdad. Si la gente espera recibir la verdad, debe dotarse de muchas palabras de Dios, ser capaz de experimentarlas y practicarlas, para que pueda comprender la verdad y entrar en la realidad. Será entonces cuando podrá salvarse. No tiene nada que ver que uno pueda salvarse o no con cuánto tiempo lleve creyendo en Dios, con cuánto conocimiento tenga, con si posee dones o fortalezas, o con cuánto sufra. Lo único que guarda relación directa con la salvación es si una persona es capaz o no de recibir la verdad. Así pues, el día de hoy, ¿cuántas verdades has comprendido realmente? ¿Y cuántas palabras de Dios se han convertido en tu vida? De todas las exigencias de Dios, ¿en cuáles has logrado entrar? En tus años de fe en Dios, ¿hasta qué punto has entrado en la realidad de Su palabra? Si no lo sabes o no has logrado entrar en la realidad de ninguna de las palabras de Dios, francamente, no tienes esperanza de salvación. Es imposible que te salves” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no hacen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable. Por lo tanto, todos aquellos quienes son castigados, reciben castigo por la justicia de Dios y como retribución por sus numerosas acciones malvadas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Me conmovieron mucho estos pasajes. Vi que la salvación no tiene nada que ver con ser líder ni con tener estatus. La salvación se trata de despojarse de las actitudes de Satanás y de llegar a someterse a Dios. Los únicos que realmente pueden salvarse son aquellos que practican la verdad, que transforman sus actitudes corruptas, que se someten a Dios y viven según Sus palabras. Sea cual sea nuestro deber, siempre que seamos capaces de aceptar la verdad, nos centremos en la introspección cuando nos poden y traten con nosotros, conozcamos nuestra corrupción y nuestras faltas por medio de las palabras de Dios, nos arrepintamos y nos transformemos, mediante la búsqueda podremos alcanzar la verdad y salvarnos. Por muy alto que sea el estatus de alguien o por más que sufra, si no busca la verdad, será descartado. Igual que Pablo. Si bien tenía gran estatus y prestigio y logró mucho, los esfuerzos que hizo por la obra que realizó fueron solo para obtener bendiciones y recompensas. Jamás buscó la verdad ni la transformación de su carácter. Al final no se comprendió a sí mismo ni comprendió a Dios. Siempre daba testimonio de sí mismo y de cuánto había sufrido por el Señor. Se jactaba diciendo: “Yo no me considero inferior en nada a los más eminentes apóstoles” (2 Corintios 11:5), y hasta se vanaglorió impúdicamente al afirmar: “Me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:8). Que fuera capaz de proferir semejante herejía, que era un Cristo viviente, ofendió el carácter de Dios, que lo castigó. Sin embargo, a Pedro no le importó perseguir el estatus en su fe. Solo aspiraba a conocer a Dios y a someterse a Él. Aspiraba a practicar y experimentar las palabras de Dios, a conocer su carácter corrupto, y al final lo crucificaron cabeza abajo por causa de Dios. Se sometió hasta morir, y amó a Dios al máximo. Esto nos demuestra que tener alto estatus y cumplir con un gran deber no es una condición ni un criterio para recibir la salvación. Alguien con estatus que no busque la verdad, sino que a menudo se resista a Dios y que no tenga un testimonio real de vivir Sus palabras es susceptible de ser descartado. Incluso si alguien no tiene alto estatus, pero está en la senda correcta y busca la verdad, aún puede alcanzarla y ser salvado por Dios. Me sentí mucho mejor cuando lo comprendí. Estaba dispuesta a someterme a las disposiciones de Dios, y a aceptar tranquila el cambio de deber.
Leí después otro pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a entender mejor Su voluntad. Las palabras de Dios dicen: “Todo el mundo es igual ante la verdad. Quienes son promovidos y cultivados no son mucho mejores que los demás. Todos han experimentado la obra de Dios alrededor del mismo tiempo. Aquellos que no han sido promovidos ni cultivados también deben buscar la verdad mientras cumplen con el deber. Nadie puede privar a nadie del derecho a buscar la verdad. Algunos son más entusiastas en su búsqueda de la verdad y tienen cierta aptitud, por lo que son promovidos y cultivados. Esto obedece a los requisitos de la obra de la casa de Dios. Entonces, ¿por qué tiene estos principios de ascender y usar a la gente la casa de Dios? Debido a que existen diferencias en el calibre y la personalidad de la gente, y cada persona elige una senda distinta, esto conduce a diferentes resultados en la fe de las personas en Dios. Los que buscan la verdad se salvan y se convierten en personas del reino, mientras que los que en absoluto aceptan la verdad, los que no son devotos en su deber, son descartados. La casa de Dios cultiva y utiliza a las personas en función de si buscan o no la verdad y de si están dedicados a su deber. ¿Existe alguna distinción de jerarquía entre las diversas personas en la casa de Dios? De momento, no hay jerarquía entre estas diversas personas respecto a su estatus, puesto, valía o cargo. Al menos mientras Dios obra para salvar y guiar a la gente, no hay diferencia entre el rango, el puesto, la valía o el estatus de las personas. Lo único distinto es la división del trabajo y las funciones desempeñadas en el deber. Por supuesto, durante este tiempo, algunas personas, de forma excepcional, son promovidas y cultivadas y realizan tareas especiales, mientras que otras no reciben dichas oportunidades a causa de diversas razones como problemas con su aptitud o su entorno familiar. ¿Pero acaso Dios no salva a quienes no han recibido dichas oportunidades? No es así. ¿Son su valía y su puesto inferiores a los de los demás? No. Todos son iguales ante la verdad, todos tienen la oportunidad de buscar y recibir la verdad, y Dios trata a todos de forma justa y razonable” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (5)). Las palabras de Dios me enseñaron que en Su casa no hay distinción de estatus alto ni bajo para los deberes. Todos asumen deberes distintos de acuerdo con las necesidades del trabajo, pero en realidad todos son iguales ante la verdad. Allá donde cumplamos con el deber, tengamos o no estatus, las palabras de Dios nos sustentan a todos y cada uno. Él no tiene prejuicios hacia nadie por su estatus. Dios dispone todo tipo de situaciones y acontecimientos para todos según sus necesidades, a fin de que puedan experimentar Su obra y entren en la realidad verdad. Nunca despoja a ninguno de nosotros de la oportunidad de practicar y entrar en la verdad. Dios es equitativo con todos. Que alcancemos la verdad o Dios nos salve no viene determinado por nuestro deber, sino únicamente por nuestra búsqueda. Que sirvamos como líder no quiere decir que Dios nos dé gracia y esclarecimiento a nosotros en concreto, y que si somos creyentes normales Él nos vaya a ignorar. Dios da esclarecimiento y sustento a la gente en función de su búsqueda y su actitud hacia la verdad. En esto podemos apreciar Su justicia. Aunque la gente tenga deberes diferentes y afronte cosas distintas, todo el mundo revela las mismas actitudes corruptas arrogantes y arteras. Mientras estén dispuestos a buscar y practicar la verdad y se despojen del carácter corrupto, podrán ser salvados por Dios. Por otro lado, si alguien no va en pos de la verdad y no la busca ni practica frente a los problemas, sea cual sea su deber o cuántas oportunidades de formarse tenga, al final jamás alcanzará la verdad y Dios no lo podrá salvar. Igual que yo: tras aquellos años en un cargo de líder, con todo mi estatus y todas mis oportunidades de formarme, ¿cuánta verdad había alcanzado realmente? Recordé que el cambio de deber me había dejado negativa, malinterpretando y quejándome. No era en absoluto obediente a Dios ni tenía ninguna realidad verdad. Era un ejemplo perfecto. Pese a ello, seguía creyendo como una necia que podía alcanzar la salvación a través del estatus. El estatus se me había subido totalmente a la cabeza. Si bien algunos hermanos y hermanas nunca son líderes, no dejan de buscar la verdad, tienen una carga en el deber, se centran en buscar la verdad cuando se presentan las cosas y practican las verdades que conocen. La corrupción que exhiben disminuye gradualmente y cada vez se someten más a Dios. Tienen un auténtico testimonio de vida de Sus palabras. Esto recibe el visto bueno y la aceptación de Dios. Eso me recordó algo que dice Dios: “Si buscas de una forma genuina, entonces estoy dispuesto a darte la totalidad del camino de la vida, a que seas como un pez que regresa al agua. Si tu búsqueda no es genuina, lo retiraré todo. ¡No estoy dispuesto a entregar las palabras de Mi boca a aquellos que están ávidos de comodidad, que son como los perros y los cerdos!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Por qué no estás dispuesto a ser un contraste?). También dijo una vez el Señor Jesús: “Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mateo 25:29). Dios es equitativo y justo con la humanidad y no tiene prejuicios hacia ninguna persona. Más allá de que alguien sea un creyente normal o un líder, siempre y cuando busque la verdad, Dios proveerá esclarecimiento y liderazgo. La clave es si alguien tiene la determinación de buscar la verdad y practicarla. Me aportó gran esclarecimiento entender esto. Antes, siempre me preocupaba no tener tantas ocasiones de practicar si no era líder; tendría entonces menos esperanzas de salvación. Llegué a creer que Dios quería descartarme, que ya no me salvaría. Esos eran mis malentendidos sobre Dios y eran blasfemia. No entendía los sinceros propósitos de Dios. Al pensarlo seriamente, en todos aquellos años de fe me controlaban mis opiniones equivocadas, solo cumplía con el deber por las bendiciones y creía buscar muy bien. Me dejaba engañar por mi falsa imagen y no hacía introspección ni me conocía en absoluto. Este cambio de deber reveló mi perspectiva errónea de búsqueda y por fin pude presentarme ante Dios a recapacitar y conocerme. Logré comprender un poco mi carácter corrupto y los problemas de mi perspectiva y contemplé el carácter justo de Dios. También me enteré de a quiénes salva y descarta Dios, y adquirí cierto sometimiento a Él. Esta situación fue, verdaderamente, la protección y salvación de Dios para conmigo.
Luego leí otro pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a ver claramente la senda de entrada que debía tomar. Las palabras de Dios dicen: “Como criatura de Dios, el hombre debe procurar cumplir con el deber de una criatura de Dios y buscar amar a Dios sin hacer otras elecciones, porque Dios es digno del amor del hombre. Quienes buscan amar a Dios no deben buscar ningún beneficio personal ni aquello que anhelan personalmente; esta es la forma más correcta de búsqueda. Si lo que buscas es la verdad, si lo que pones en práctica es la verdad y si lo que obtienes es un cambio en tu carácter, entonces, la senda que transitas es la correcta. […] Que seas perfeccionado o descartado depende de tu propia búsqueda, lo que equivale a decir que el éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El éxito o el fracaso dependen de la senda que el hombre camine). Hallé una senda de práctica en las palabras de Dios. Soy un ser creado, por lo que, sin importar qué disponga Dios, he de someterme a Su soberanía y Sus disposiciones. No puedo tener fe y cumplir con un deber solo por las bendiciones y recompensas. Pueda salvarme o no finalmente, reciba bendiciones o no, mientras viva, debo buscar la verdad y el conocimiento de Dios. Aunque Dios me rechace y descarte al final, eso será por Su justicia. Tras comprender la voluntad de Dios, ya no me afectaba tanto qué deber cumpliera. Era capaz de aceptar tranquilamente el cambio de deber.
Gracias a lo que sacó a la luz esta situación, aprendí algunas cosas sobre mis perspectivas equivocadas en la fe. Además, aprendí que el hecho de que alguien pueda salvarse o no no depende de su estatus ni de cuánto haya trabajado. La clave es si ha alcanzado la verdad y es alguien que se somete a Dios, y si existe una transformación de su carácter vital. A partir de entonces solamente quise ser práctica y cumplir bien con el deber para satisfacer a Dios.
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