Una lección que aprendí regando a nuevos creyentes
Por Ye Cheng, China En enero de este año estaba regando a nuevos fieles en la iglesia. La hermana Liu y sus esposo eran dos nuevos de...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
En junio de 2015 fui a servir a una iglesia como diaconisa del evangelio. En ese momento, Li Jie se encargaba de regar a los nuevos fieles y debido a las necesidades de nuestros deberes trabajábamos juntas bastante a menudo. Además de tener más o menos de la misma edad, teníamos vidas y personalidades parecidas. Lo más importante era que nuestros esposos se oponían a nuestra fe debido a la represión del PCCh contra los creyentes. Teníamos experiencias similares y mucho en común, por lo que nos llevábamos especialmente bien. En ese momento yo acababa de llegar a esa iglesia y no conocía bien a los demás hermanos y hermanas; además, me enfrentaba a muchos desafíos en el desempeño de mi deber. Li Jie era muy entusiasta al compartir conmigo y ayudarme, y yo también la ayudaba con cualquier problema que tuviera en su vida. Con el tiempo empezamos a compartir nuestros pensamientos y sentimientos más profundos y establecimos una verdadera conexión.
Luego me eligieron líder de la iglesia y ya no teníamos tanto contacto como antes. Unos meses más tarde, bastantes hermanos y hermanas me hablaron acerca de Li Jie. Dijeron que era muy arrogante, y que cuando los demás tenían problemas, no solo no los ayudaba con paciencia, sino que los reprendía y menospreciaba. Debido a esto, todos se sentían constreñidos por ella. Un supervisor se lo señaló, pero ella se negó a admitirlo y le contestó de manera grosera. Trastornaba tanto el desarrollo de las reuniones que estas no podían avanzar. Cuando los hermanos y hermanas compartían con ella, se mostraba inflexible y culpaba a los demás. Su enseñanza de la verdad era poco clara y los nuevos fieles no la entendían y a veces hablaba de manera negativa. En esos dos meses no había regado bien a los nuevos fieles. Cuando me enteré de esta situación, me di cuenta de que Li Jie ya no era adecuada para el trabajo de riego. Mis compañeros sugirieron su destitución, alegando que la obra de la iglesia se retrasaría si ella continuaba. Al oír esto me sentí mal, ya que Li Jie me había ayudado mucho y éramos buenas amigas. Me pregunté qué pensaría de mí si aceptaba su destitución: ¿diría que era despiadada? Además, al tener mucho amor propio, su destitución la devastaría. Al pensar en todo esto, no tuve el valor para destituirla. Entonces busqué la excusa de que Li Jie no había cumplido con su deber bien en los últimos tiempos, pero que no era todo culpa suya. Los nuevos a quienes regaba tenían muchas nociones religiosas y aprendían despacio; por eso sus malos resultados eran excusables. Además, trabajaba duro y durante muchas horas. Si la destituíamos, tardaríamos en encontrar un relevo adecuado, así que era mejor mantenerla en su puesto. Los compañeros dudaron al oírme decir esto, pero aceptaron de mala gana dejarla continuar realizando su deber por el momento mientras rápidamente se buscaba un relevo. Esto me alivió, pero aun así me sentía preocupada, ya que, aunque de momento no la habían destituido, lo harían cuando encontraran un relevo adecuado. Quizá, si la ayudaba un poco más mejoraría su desempeño y no habría que destituirla. Así pues, esa noche me fui directa a casa de Li Jie tras mi reunión de la tarde, le hablé de los motivos por los que su desempeño era ineficaz y le mencioné ciertos problemas en la realización de su deber. Pero no tenía autoconocimiento y todo lo cuestionaba. Me molestó bastante verla comportarse de esa forma. Compartí con ella muchas veces más para ayudarla a mejorar los resultados de su deber, pero no mejoró su desempeño, lo cual me preocupó. Un tiempo después, una líder superior me contactó varias veces para preguntar por el asunto de la destitución de Li Jie. Yo la engatusaba diciéndole que no había encontrado un relevo adecuado. Más tarde, Li Jie se puso en contacto en privado —posiblemente bajo vigilancia policial— con una hermana a la que se le había recomendado no contactar por motivos de seguridad. No me quedó más remedio que suspenderla del desempeño de su deber.
Más tarde, la iglesia me puso a cargo de la obra evangélica, y enseguida pensé en Li Jie. Estaba en su casa, desdichada y sin ningún deber que llevar a cabo. Como le había encantado predicar el evangelio, me pareció una buena oportunidad. Planteé la idea en una reunión de compañeros. Dije: “Li Jie predicó el evangelio durante mucho tiempo; es su punto fuerte. Sabe que ha cometido errores y lo lamenta mucho. Démosle la oportunidad de predicar el evangelio”. Al oír esto, varios compañeros estuvieron de acuerdo. Para mi sorpresa, poco después, los hermanos y hermanas me contaron que Li Jie tenía prejuicios contra la diaconisa del evangelio y que en las reuniones hacía correr la voz de que la había desautorizado en el pasado. No dejaba de hablar sobre ello. Esto llevó a que muchos hermanos y hermanas desarrollaran también prejuicios contra la diaconisa del evangelio y la aislaran. Li Jie también contradecía y se enfrentaba a la diaconisa cuando esta hacía su trabajo y algunas hermanas se pusieron de su lado. Esto supuso que la diaconisa del evangelio no pudiera hacer su trabajo, lo cual trastornó gravemente la obra de evangelio. Me quedé atónita al enterarme. Hacía ya tiempo que la diaconisa se había disculpado con Li Jie por lo que había pasado anteriormente. Además, yo había compartido con esta; le había dicho que se conociera a sí misma y que aprendiera de la experiencia en lugar de criticarla. No esperaba que todavía guardara rencor. Su conducta ya estaba causando demasiados trastornos dentro de la iglesia. Si no se arrepentía y las cosas seguían así, tendría que aislarse y hacer autorreflexión. Cuanto más lo pensaba, más me preocupaba por ella. Más tarde, compartí con ella en numerosas ocasiones. Me decía lo que quería escuchar, pero en las reuniones seguía actuando igual que antes. Otros diáconos compartieron con ella y la ayudaron, pero no tenía conocimiento de sí misma y no estaba dispuesta a cambiar.
Pronto, la líder superior se enteró del comportamiento de Li Jie. Dijo que trastornaba la obra de la iglesia y que, a pesar de compartir con ella reiteradamente, no se arrepentía y ejercía una influencia muy negativa. De acuerdo con los principios, había que destituirla de su deber y echarla de la iglesia si seguía sin arrepentirse. Me desanimé mucho cuando lo supe. Pensé en que Li Jie se había marchado de casa, que había dejado su trabajo y sufrido muchísimo. Sería una auténtica pena que la tuvieran que echar. Me había ayudado tanto cuando tuve problemas en el pasado, y yo era la persona más cercana a ella en la iglesia. Si no intervenía ahora para hablar en favor suyo y ella se enteraba, ¿diría que era una desalmada? ¿Cómo podría volver a mirarla a la cara si realmente la echaban? Seguro que me guardaría rencor y le dolería mucho. Con esa idea en la mente, les dije a mis compañeros: “Es verdad que Li Jie tiene problemas, pero siempre ha realizado sus deberes en la iglesia y es eficiente predicando el evangelio, por lo que quizá tratarla así es excesivamente duro. ¿Deberíamos darle otra oportunidad y ayudarla para que comprenda y cambie?”. Una compañera me respondió con gran seriedad: “Hermana, estás actuando sin principios y estás atrapada en tus propios sentimientos. Li Jie fue relativamente eficaz al predicar el evangelio en el pasado, ha trabajado mucho y también ha sufrido, pero no acepta la verdad; la odia y no está desempeñando un papel positivo en la iglesia. Ya ha trastornado gravemente su obra. No puedes protegerla siempre rigiéndote por tus sentimientos. Mírate. ¿No es así?”. Cuando dijo esto, comprendí que realmente no estaba siguiendo los principios con Li Jie, pero aún seguía dividida. Quería darle otra oportunidad. De camino a casa, de repente me mareé, todo me daba vueltas y me daba miedo abrir los ojos. No podía ni andar. Me di cuenta de que, probablemente, Dios me estaba disciplinando. Le oré en silencio. Justo entonces me vinieron a la cabeza, con nitidez, unas palabras de Dios. Dios dice: “Cuando las personas ofenden a Dios, puede no ser por un hecho o una cosa que hayan dicho, sino más bien por la actitud que tienen y por el estado en el que se encuentran. Esto es algo muy aterrador” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único VII). Pensar en estas palabras de Dios me llenó de temor. Sabía que podría haber ofendido a Dios de alguna manera. Comencé a reflexionar sobre mí misma y me di cuenta de que me había empecinado en defender a Li Jie. Sabía que no desempeñaba un buen papel en la iglesia, pero aun así permití que siguiera trastornándola. Cuando la líder superior y mis compañeros sugirieron suspenderla de sus deberes, seguí defendiéndola una y otra vez y no hice nada para proteger la obra de la iglesia. Realmente me merecía ser disciplinada. Al pensar en ello, me apresuré a orar a Dios y le dije que estaba dispuesta a reflexionar sobre mí misma respecto de esta situación. Después de orar, casi sin poder tenerme en pie, me fui a casa tambaleándome.
Al llegar a casa, leí otro pasaje de las palabras de Dios. Dios dice: “Algunas personas son extremadamente sentimentales. Cada día, en todo lo que dicen y en todas las maneras en las que se comportan con los demás, viven según sus sentimientos. Sienten afecto por esta o aquella persona y pasan sus días envueltos en las sutilezas del afecto. En todo lo que se encuentran, viven en el ámbito de los sentimientos. […] Se podría decir que esos sentimientos son el defecto fatal de esta persona. Sus emociones los constriñen en todos los asuntos, son incapaces de practicar la verdad o de actuar de acuerdo con los principios, y con frecuencia son propensos a rebelarse contra Dios. Los sentimientos son su mayor debilidad, su peor defecto, y pueden llevarlos a la ruina absoluta y destruirlos. Las personas que son demasiado sentimentales son incapaces de poner la verdad en práctica o de someterse a Dios. Les preocupa la carne y son estúpidos y están atolondrados. La naturaleza de esta clase de personas es muy sentimental y viven en función de sus sentimientos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo conocer la naturaleza del hombre). Me emocioné mucho al leer esto y rompí a llorar sin poder contenerme. Entendí que realmente me habían guiado mis sentimientos en este asunto. Cuando se trataba de Li Jie, mi opinión se basaba en mis sentimientos hacia ella y siempre me preocupaba por sus sentimientos, y me ponía de su lado solo porque me había ayudado y teníamos una buena relación. No podía manejar los asuntos de manera equitativa y justa de acuerdo con los principios. En realidad, sabía que no estaba desempeñando bien su deber y era una agitadora, que dejarla continuar era más un obstáculo que una ayuda y que la debía haber relevado inmediatamente. Pero debido a nuestra buena relación, la defendí basándome en mis sentimientos; encontré todo tipo de razones y excusas para convencer a mis compañeros de que no la relevaran. Hasta quise ayudarla a mejorar su desempeño para que conservara el deber. De no haber sido por nuestra buena relación, no habría hecho todo lo que pude para defenderla. Si se hubiera tratado de cualquier otro hermano o hermana habría manejado el asunto de acuerdo con los principios. Finalmente entendí que los sentimientos eran mi talón de Aquiles, que me había dejado llevar por ellos, tanto en palabras como en actuaciones, y que había protegido a Li Jie todo el tiempo, sin tener en cuenta los principios-verdad. En el fondo, no había considerado la obra y los intereses de la iglesia. Fui egoísta y despreciable.
Leí un par de pasajes más de las palabras de Dios, que me dieron una mayor comprensión sobre lo que significa actuar según los sentimientos. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué problemas están relacionados con los sentimientos? Lo primero es cómo evalúas a tus propios familiares y cómo abordas las cosas que hacen. En este caso, ‘las cosas que hacen’ incluye, por supuesto, cuando trastornan y perturban la obra de la iglesia, cuando juzgan a la gente a sus espaldas, cuando participan en algunas de las prácticas de los incrédulos, etcétera. ¿Puedes abordar estas cosas de manera imparcial? Cuando es necesario que redactes una evaluación de tus familiares, ¿puedes hacerlo con objetividad e imparcialidad, apartando a un lado tus propios sentimientos? Esto está relacionado con cómo abordas a tus familiares. Además, ¿albergas sentimientos hacia las personas con quienes te llevas bien o que te han ayudado en el pasado? ¿Eres capaz de contemplar sus acciones y su comportamiento de una manera objetiva, imparcial y precisa? Si trastornan y perturban la obra de la iglesia, ¿serás capaz de informar de ellas o de desenmascararlas de inmediato después de haberte enterado del caso? Por otro lado, ¿albergas sentimientos hacia las personas relativamente cercanas a ti o con quien compartes intereses? ¿Puedes evaluar, definir y tratar sus acciones y su comportamiento de una manera imparcial y objetiva? Supongamos que a estas personas, con quienes tienes una conexión sentimental, la iglesia las trata de acuerdo con los principios y que el desenlace no es conforme a tus propias nociones; ¿cómo abordarías esto? ¿Serías capaz de obedecer? ¿Continuarías involucrado con ellos en secreto y dejarías que te desorientasen e, incluso te incitasen a que los excusaras, justificaras y defendieras? ¿Auxiliarías a los que te han ayudado y darías la vida por ellos, mientras haces caso omiso de los principios-verdad e ignoras los intereses de la casa de Dios? ¿Acaso no están relacionadas estas diversas cuestiones con los sentimientos? Algunos dicen: ‘¿Acaso no solo tienen que ver los sentimientos con los parientes y los familiares? ¿Acaso no se limita el ámbito de los sentimientos a tus padres, hermanos, hermanas y otros familiares?’. No, los sentimientos incluyen un amplio abanico de personas. Olvídate de que evalúen a sus propios familiares de manera imparcial; algunos ni siquiera son capaces de evaluar a sus buenos amigos y colegas con imparcialidad y tergiversan los hechos al hablar sobre estas personas. Por ejemplo, si su colega no presta atención al trabajo que le corresponde y siempre toma parte en prácticas deshonestas y perversas en su deber, lo describirán como bastante juguetón y dirán que su humanidad es inmadura y todavía inestable. ¿Acaso estas palabras no contienen sentimientos? Esto es expresar palabras que están cargadas de sentimientos. Si alguien que no tenga ninguna relación con ellos no presta atención al trabajo que le corresponde y lleva a cabo prácticas deshonestas y perversas, lo que digan de él será más severo y es posible que incluso lo condenen. ¿Acaso no es esta una manifestación de hablar y actuar según los sentimientos? ¿Son imparciales las personas que viven según sus sentimientos? ¿Son honradas? (No). ¿Cuál es el problema con la gente que habla según sus sentimientos? ¿Por qué no puede tratar a otros de manera justa? ¿Por qué no puede hablar según los principios-verdad? Las personas que tienen dos caras y nunca basan sus palabras en hechos son perversas. No ser imparcial al hablar, expresarse siempre según los sentimientos de uno y por beneficio propio y no según los principios-verdad, no pensar en la obra de la casa de Dios y limitarse a proteger los sentimientos personales, la fama, las ganancias y el estatus personales de uno; este es el carácter de los anticristos. Así es como hablan los anticristos; todo lo que dicen es perverso, trastornador y perturbador. Los que viven entre las preferencias y los intereses de la carne viven entre sus sentimientos. Los que viven según sus sentimientos son los que no aceptan ni practican la verdad en absoluto” (La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (2)). “No les doy a las personas la oportunidad de expresar sus sentimientos porque Yo no tengo sentimientos carnales y he llegado a detestar a un grado extremo los sentimientos de la gente. Es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido dejado de lado y, así, me he convertido en ‘otro’ a sus ojos; es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido olvidado; es por los sentimientos del hombre que él aprovecha la oportunidad para recoger su ‘conciencia’; es por los sentimientos del hombre que siempre siente aversión por Mi castigo; es por los sentimientos del hombre que me llama injusto y parcial y dice que estoy haciendo caso omiso de los sentimientos humanos en Mi manejo de las cosas. ¿También tengo parientes sobre la tierra? ¿Quién ha trabajado, como Yo, día y noche, sin pensar en la comida o el sueño, en aras de la totalidad de Mi plan de gestión? ¿Cómo podría el hombre compararse con Dios? ¿Cómo podría el hombre ser compatible con Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 28). Leer la palabra de Dios me aclaró más lo que significa actuar según los sentimientos y descubrí que Dios detesta los sentimientos de la gente. Actuar basándonos en los sentimientos nos puede llevar a vulnerar los principios-verdad, a hacer el mal y oponernos a Dios. Como líder, no practicaba la verdad ni trataba a las personas de manera justa y de acuerdo con los principios. En cambio, estaba salvaguardando una relación personal basada en mis sentimientos, sin sustituir a quien debería haber sido sustituida. Utilicé la obra de la iglesia para hacer favores y protegí mi propia imagen en detrimento de los intereses de la iglesia. Esto perjudicó la vida de los hermanos y hermanas y no hizo sino trastornar la obra de la iglesia. Mordía la mano que me daba de comer, era una traidora. ¿Eso no era humillar y oponerme a Dios? Me llené de remordimiento por mis actos al darme cuenta de estas cosas y me apresuré a orar ante Dios y a arrepentirme. En una reunión posterior, me sinceré y compartí acerca de cómo había actuado según mis sentimientos en el asunto de Li Jie. Además, a tenor de la conducta de Li Jie, la aparté de su deber y le pedí que reflexionara sobre sí misma.
Pasados unos seis meses, Li Jie, lejos de reflexionar y darse cuenta de su comportamiento malvado, seguía insistiendo en que había sido tratada injustamente y que los líderes y diáconos no habían sido justos. Los acusó a sus espaldas de querer castigarla por todos los medios. Una hermana con la que yo trabajaba habló de la verdad con ella y diseccionó su conducta, pero ella permaneció en su actitud desafiante y no tenía más que excusas. Li Jie llegó a dejarle de hablar y, directamente, le daba la espalda en señal de protesta. Propagaba negatividad entre los demás hablando de cuánto había sufrido sin ninguna bendición a cambio, mientras sí la recibían los que no la merecían. Algunos de los que estaban en contacto con ella se desorientaron, se pusieron de su parte y la defendieron. Todas estas cosas me recordaron un pasaje de las palabras de Dios: “Aquellos que dan rienda suelta a su conversación venenosa y maliciosa dentro de la iglesia, que difunden rumores, fomentan la desarmonía y forman grupitos entre los hermanos y hermanas deberían haber sido expulsados de la iglesia. Sin embargo, como esta es una era diferente de la obra de Dios, estas personas son restringidas, pues sin duda serán descartadas. Todos los que han sido corrompidos por Satanás tienen un carácter corrupto. Algunos no tienen nada más que un carácter corrupto, mientras que otros son diferentes: no solo tienen un carácter satánico corrupto, sino que su naturaleza también es extremadamente malévola. No solo sus palabras y acciones revelan su carácter corrupto y satánico; además, estas personas son los auténticos diablos y satanases. Su comportamiento trastorna y perturba la obra de Dios, perturba la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y daña la vida normal de iglesia. Tarde o temprano, estos lobos con piel de oveja deben ser depurados; debe adoptarse una actitud despiadada, una actitud de rechazo hacia estos lacayos de Satanás. Solo esto es estar del lado de Dios y aquellos que no lo hagan se están revolcando en el fango con Satanás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Leer las palabras de Dios me dio mayor discernimiento de Li Jie. No aceptaba para nada la verdad, a menudo difundía negatividad dentro de la iglesia, trastornaba la vida de esta y no desempeñaba un papel positivo. Era una manzana podrida y creó un ambiente desagradable en la iglesia. Tras ser podada y apartada de su deber permaneció desafiante, trató de criticar a los líderes y obreros y los juzgó y los atacó. Jamás puede salvarse esa clase de persona vengativa, agresiva y malvada que odia la verdad, incluso si se queda en la iglesia. Siempre hará el mal y trastornará la obra de la iglesia, como el zorro que roba las uvas y arruina los viñedos. Solo al depurar a la gente malvada de la iglesia podrá su obra seguir sin perturbaciones y la vida de iglesia de los hermanos y hermanas continuar con normalidad. Dios es justo y santo. Salva a quienes tienen buena humanidad y aman la verdad: Dios no salva a la gente malvada. La naturaleza de la gente malvada es que sienten aversión por la verdad, la odian y no se arrepienten sinceramente por muchas oportunidades que se les den. Mientras que los que aman la verdad pueden manifestar actitudes corruptas, causar trastornos y ser algo moralistas, pueden reflexionar sobre sí mismos y después arrepentirse y transformarse. La iglesia dio muchas oportunidades a Li Jie, pero nunca se arrepintió. De hecho, intensificó sus ataques a los líderes y diáconos y su trastorno de la vida de la iglesia. Era una persona malvada en esencia-naturaleza. Había que echarla según los principios de la iglesia. Como líder de la iglesia, sabía que tendría que compartir con los hermanos y hermanas para exponerles su maldad y firmar los documentos de su expulsión. Sin embargo, al pensar en ello, todavía era reacia. Me preocupaba que fuera su fin si, efectivamente, la echaban de la iglesia. Oré a Dios en cuanto tuve estos pensamientos para pedirle que me guiara a superar las limitaciones de mis sentimientos.
En mi búsqueda, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son rebeldes contra Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios? Todavía hoy te mezclas con esos demonios y los tratas con conciencia y amor, pero, en este caso, ¿no estás teniendo buenas intenciones con Satanás? ¿Acaso no te estás compinchando con los demonios? Si las personas han llegado a este punto y siguen sin ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo, y continúan siendo ciegamente amorosas y misericordiosas sin ningún deseo de buscar las intenciones de Dios o sin ser capaces de ninguna manera de considerar las intenciones de Dios como propias, entonces su final será mucho más desdichado. Cualquiera que no cree en el Dios en la carne es Su enemigo. Si puedes tener conciencia y amor hacia un enemigo, ¿no careces del sentido de la rectitud? Si eres compatible con los que Yo detesto y con los que estoy en desacuerdo, y aun así tienes amor o sentimientos personales hacia ellos, entonces ¿acaso no eres rebelde? ¿No estás resistiéndote a Dios de una manera intencionada? ¿Posee la verdad una persona así? Si las personas tienen conciencia hacia los enemigos, amor hacia los demonios y misericordia hacia Satanás, ¿no están trastornando de manera intencionada la obra de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Me sentí muy culpable al leer las palabras de Dios. Era muy consciente de que Li Jie era una agitadora, de que trastornaba la obra de la iglesia y nunca se arrepentiría; que era una persona malvada que sentía aversión por la verdad y que la odiaba por naturaleza; sin embargo, yo seguía protegiéndola y queriendo mantenerla en la iglesia. Esto significaba que estaba permitiendo que una persona malvada trastornara la obra de la iglesia, alineándome con Satanás y convirtiéndome en enemiga de Dios. Vivía bajo la filosofía satánica de: “El hombre no es inanimado; ¿cómo puede carecer de emociones?”. Siempre había pensado que la relación con los demás era lo primero y que solo si uno la priorizaba demostraría que tenía una humanidad normal y era una buena persona. Si no lo hacía, me considerarían una persona sin corazón y los demás me rechazarían. Pero eso era un disparate. Esas filosofías para los asuntos mundanos parecen correctas y encajan con las nociones humanas, pero van en contra de la verdad y los principios. Aferrarse emocionalmente y ser afectuosos con todo el mundo es una necedad y es erróneo, además de ser contrario a los principios. Dios nos pide que tratemos a todos según los principios-verdad, que seamos afectuosos con los hermanos y hermanas y tengamos conciencia de Él. Nos pide que rechacemos a las personas malvadas, a los incrédulos, a los demonios y a los satanases. ¿No es un error y una necedad estar emocionalmente apegado a ese tipo de personas? Ese tipo de apego carece de discernimiento y de principios; proviene de la necedad. No solo nos descarría, sino que nos puede llevar a seguir a una persona malvada y a perjudicar la obra de la iglesia. No podemos perdernos en nuestros sentimientos. Debemos discernir a quién ofrecer nuestro amor y a quién rechazar. Debemos seguir los principios para lidiar con nuestros apegos emocionales. Entendí que vivía según las filosofías satánicas y que eso era necio e indigno. Tenía claro que Li Jie no aceptaría la verdad, que era una persona malvada que odiaba la verdad y perturbaba la obra de la iglesia y que había que echarla, pero estaba gobernada por mis sentimientos. La protegí una y otra vez. Fue muy doloroso y agotador; no tuve respiro, pero, sobre todo, no practicaba las verdades que tan bien conocía. Ignoré mi conciencia, actué en contra de los principios y permití que una persona malvada trastornara la obra de la iglesia. Luché contra Dios y lo traicioné. Gozaba de la gracia y la salvación de Dios, pero lo traicioné al proteger a Satanás y escudar a una persona malvada. En verdad, carecía de conciencia y de humanidad. Al final me quedó claro que estar gobernada por los sentimientos es traicionar a Dios y a la verdad. Recordé después cómo, durante tantos años, Dios había obrado mucho en mí y había pagado un precio muy alto. No le había dado nada a cambio, sino que me puse del lado de Satanás en Su contra. Al reflexionar de esta manera, me embargaron los remordimientos y la culpa.
Después leí un pasaje de las palabras de Dios en mis devocionales: “¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que persiguen la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas detestadas por Dios, y nosotros también debemos detestarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. […] Durante la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo: ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’. ‘Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Estas palabras ya existían en la Era de la Gracia, y ahora las palabras de Dios son incluso más claras: ‘Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia’. Estas palabras van directas al grano, pero las personas a menudo son incapaces de captar su verdadero sentido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). La palabra de Dios me ayudó a clarificar el principio de práctica: “Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia”. Solo los que creen en Dios de verdad, persiguen la verdad y son fieles en el deber son hermanos y hermanas, y es a ellos a quienes debemos mostrar amor. Los que no aceptan para nada la verdad, siempre trastornan la obra de la iglesia y odian la verdad y a Dios por naturaleza. Son malvados, incrédulos, demonios y satanases. Hay que odiarlos y rechazarlos. Solo tratar a la gente así es acorde a los principios y a la intención de Dios. Posteriormente, en las reuniones, hablé con los hermanos y hermanas sobre lo que es una persona malvada y cómo discernirla y revelé las malas conductas de Li Jie. También hablé de los principios relevantes para echar y expulsar a alguien de la iglesia, y una vez que los hermanos y hermanas entendieron la verdad, empezaron también a exponer la maldad de Li Jie. Al final la echaron de la iglesia.
De no haber sido por lo que Dios expuso y por el juicio y revelación de Sus palabras, habría seguido viviendo según las filosofías de Satanás. Habría seguido siendo afectuosa y compadeciendo ciegamente a los demás, sin poder distinguir el bien del mal o lo correcto de lo incorrecto, y sin darme cuenta, estaría del lado de Satanás y resistiendo a Dios. Las palabras de Dios fueron las que me permitieron ver con claridad el peligro y las consecuencias de basar mis actuaciones en mis sentimientos personales y me ayudaron a evitar que me limitaran, así como a tratar a las personas según los principios-verdad. Agradezco de todo corazón a Dios Su amor y Su salvación.
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