Un deber no fructifica sin principios
En febrero del año pasado me trasladaron como líder a una iglesia. Observé que, allí, todos los aspectos del trabajo no eran muy eficaces, y pensé: “Los líderes que dispusieron que viniera a esta iglesia deben de valorarme mucho y de creer que puedo darle la vuelta al trabajo de aquí, así que tengo que hacerlo bien y lograr que los líderes vean que sé hacer un trabajo práctico y que acertaron al elegirme”. Después acudí a cada grupo de la iglesia a informarme de la situación del trabajo y a resolver las dificultades y los problemas de los hermanos y hermanas en el deber. Algunos hermanos y hermanas se hallaban en un mal estado, así que los ayudaba y sustentaba con amor. Cuando descubría que había gente inadecuada en los trabajos, lo hababla con mi compañero y la transferíamos o sustituíamos según los principios. Con el tiempo, el trabajo de la iglesia había mejorado algo. Muy contento, no pude evitar pensar: “Como parece que aún sé hacer algo de trabajo práctico, tengo que seguir esforzándome y producir mejores resultados para que los hermanos y hermanas vean que tengo capacidad de trabajo y digan que soy buen líder”.
Un día, mientras repasábamos algo de trabajo, observé que había disminuido notablemente la eficacia del trabajo de riego y que varios nuevos fieles no venían a las reuniones. Pensé: “El resto del trabajo es más eficaz ahora, pero ha disminuido la eficacia del trabajo de riego. No podemos dejar que la labor de riego afecte al resultado global; si no, todos dirán que soy un líder incapaz, cosa que repercutirá en la imagen que albergan de mí”. Así pues, enseguida acudí al personal de riego, lo investigué y supe que la líder del grupo, la hermana Wu, no pensaba en las dificultades de los nuevos fieles al organizar sus reuniones y sus deberes. Organizaba reuniones para algunos nuevos fieles cuando tenían que trabajar, por lo que no podían asistir, y otros nuevos fieles tenían dificultades, creían no estar a la altura del deber y se sentían negativos. Al enterarme, me enojé un poco. Pensé: “Le dije claramente que debemos pensar en la situación de los nuevos fieles al organizar sus reuniones y deberes. ¿Por qué no puede ser flexible, dominar el concepto y aplicarlo bien? No parece tener aptitud para regar a nuevos fieles. Nuestros malos resultados en el trabajo están vinculados a ella. No puedo dejar que ella sola afecte al trabajo de la iglesia entera. Es preciso destituirla ya. Si no la destituimos, nunca mejorarán los resultados del trabajo. Eso no solo entorpecerá el trabajo de la casa de Dios, sino que mis superiores, hermanos y hermanas me creerán incapaz de trabajar o de resolver problemas reales. No puedo dejar que la gente cuestione mi competencia”. Por ello, tras la reunión, planteé la destitución de la hermana Wu a mi compañero y a los diáconos. El diácono de riego dijo: “Antes, la hermana Wu era eficaz en el riego de nuevos fieles. Puede que últimamente se halle en un mal estado y que se haya precipitado un poco al formar a los nuevos fieles, eso es todo. Debemos investigar la situación, hablar con ella y ayudarla. Si no cambia con el tiempo, podemos destituirla”. Pero entonces no pensaba sino en que quizá se verían perjudicados mi reputación y mi estatus. Pensé: “La hermana Wu no acaba de empezar a regar a nuevos fieles. Yo también se lo advertí antes. Creo que no acepta advertencias ni ayuda. Si no la destituimos a tiempo y se produce una demora o el trabajo se ve afectado, la responsabilidad siempre regresará a mí, por lo que, a toda costa, esta vez necesito que coincidan conmigo y destituyan a la hermana Wu”. Así, señalé airadamente: “La hermana Wu es ineficaz en el deber, lo que demuestra que es incompetente e inadecuada para él. Si la mantienen y no mejoran los resultados de nuestro trabajo, ¿quién de ustedes puede cargar con esa responsabilidad? ¡Ayúdenla sin mí!”. Ante mi actitud, mi compañero y los diáconos no dijeron nada.
Luego supe que la hermana Wu estaba muy negativa tras su relevo. Creía que había regado a nuevos fieles durante muchos años con resultados dignos. Estuvo formando a nuevos fieles recién llegados a la fe, pues a la iglesia le faltaba personal de riego, y compaginaba varios puntos de reunión. Por eso hubo problemas cuando estuvo demasiado ocupada como para atender todas las dificultades de los nuevos fieles. Como no creía que la pudieran destituir de esta forma, le parecía que la habíamos destituido sin principios y que lo hicimos por una conducta pasajera, no según una evaluación ponderada de su conducta sistemática. Sin embargo, cuando me enteré, no solo no busqué la verdad e hice introspección, sino que consideré la estatura de la hermana Wu muy pequeña y que no era capaz de conocerse ni de aprender lecciones, así que no me lo tomé para nada en serio.
Después de la destitución de la hermana Wu, elegimos líder de grupo a la hermana Liu. Feliz, pensé: “Ahora debería ser más eficaz la labor de riego”. No obstante, con el tiempo descubrí que la hermana Liu tenía bastante poca capacidad de trabajo y que no era tan responsable como la hermana Wu. No era capaz de captar a tiempo los estados de los nuevos fieles ni sabía resolver sus problemas. En consecuencia, transcurrido un tiempo, la labor de riego aún no mejoraba. Empecé a incomodarme y me preguntaba si fue un error destituir a la hermana Wu, pero, así las cosas, decidí enseñar y ayudar más a la hermana Liu para ver si podían mejorarse sus resultados.
A medida que llegaban más nuevos fieles a la iglesia, la prioridad absoluta era formar enseguida a más personal de riego. Por ello, me puse a buscar candidatos rápidamente. Me acordé de la hermana Chen, destituida y todavía en aislamiento e introspección. Como antes había predicado el evangelio y había producido resultados, quería formarla. Solo pensé que era simpática y que se le daba bien comunicarse con la gente, por lo que, si la formábamos, podría ocuparse de los problemas del trabajo de riego y seguro que mis superiores dirían que yo tenía aptitud y era buen líder. Así, le pedí a la diaconisa de riego que se centrara en promover a la hermana Chen. Azorada, la diaconisa de riego alegó: “Pensábamos organizar las cosas de ese modo, pero vimos que la hermana Chen aún no se conocía tras ser destituida. Cuando predicaba el evangelio, competía por la reputación y la ganancia y sembraba celos y disputas, lo que impedía que los demás cumplieran con el deber con normalidad. Si la formamos para que riegue a nuevos fieles ahora, ¿no cometerá más maldad y provocará más perturbación? El riego es una de las tareas más importantes en la casa de Dios. Aquellos a quienes se forme para ello deben tener buena humanidad y no perturbar la labor de la casa de Dios. ¡Hemos de hacer las cosas según los principios!”. Sus palabras me pusieron nervioso. Pensé: “La hermana Chen es simpática y tiene aptitud. Seguro que si la formamos para que riegue a nuevos fieles, pronto será más eficaz el trabajo. Si decidimos no formarla ahora porque parece carecer de un arrepentimiento sincero, mis líderes no apreciarán mi capacidad de trabajo. Eso no es bueno. Tengo que convencerla de que haga lo que yo quiero. No puedo ceder”. Así pues, traté con la diaconisa de riego: “¿Es este el momento de obedecer ciegamente las normas? Los principios también dicen que a los que hayan cometido transgresiones en el pasado se les debe dar la oportunidad de arrepentirse. La hermana Chen es simpática y tiene aptitud para regar a nuevos fieles, por lo que podemos formarla. Simplemente hemos de vigilarla de cerca y no dejar que perturbe. La hermana Chen tiene aptitud y aprende rápido. Tener otra regante calificada resolverá muchos problemas a la iglesia. ¡Ve a buscarla y tráela a la reunión!”. Ante mi actitud terca, la diaconisa de riego no añadió nada más.
No obstante, días más tarde, la diaconisa de riego comunicó que la hermana Chen no analizaba las nociones y la confusión de los nuevos fieles antes de regarlos ni brindaba enseñanzas específicas para cada uno. En cambio, se empeñaba en enseñar de acuerdo con sus ideas, con lo que dos nuevos fieles se opusieron, se resistieron y dejaron de creer. Me sentí algo incómodo entonces. Con la aptitud de la hermana Chen, no debería haber hecho eso. Luego, cuando hablé con ella, me di cuenta de que solo era aparentemente activa en el deber. No entendía sus transgresiones anteriores y, tras semejante problema en su trabajo de riego, no hizo introspección ni aprendió ninguna lección. Era insensible. Fue en ese momento cuando me percaté un poco de que quizá me había precipitado demasiado promoviéndola y necesitaba continuar en aislamiento e introspección. Sin embargo, pensándolo bien, la hermana Chen tenía aptitud y había sido líder, por lo que, si la ayudaba más, debería ser capaz de entender y cambiar las cosas enseguida. Lo único que tenía que hacer era formarla y mejorar los resultados del trabajo de riego, y mis líderes me darían su visto bueno.
Por ello, mientras esperaba buenos resultados, una mañana me comentó mi compañero: “Han escrito los hermanos y hermanas diciendo que no cumples con el deber según los principios. Dispusiste a la fuerza que la hermana Chen, aún en aislamiento, hiciera la labor de riego. En este tiempo, la hermana Chen ha tenido muchos problemas al regar a nuevos fieles, pero no ha reflexionado ni demostrado que se conozca. A tenor de su conducta sistemática, es totalmente inadecuada para ser promovida y recomiendan que siga en aislamiento e introspección”. Al oír a mi compañero, me dio un vuelco el corazón. “Ya está. ¡Estoy acabado! Esto no es un mero comentario, sino una denuncia formal para revelarme por no actuar según los principios. Hace años que creo en Dios y jamás me ha denunciado nadie. Ahora, ¿qué opinarán de mí mis hermanos y hermanas?”. En aquel momento estaba muy avergonzado. Agarré mi vaso y tomé unos sorbos de agua para tratar de calmarme, pero tenía el corazón agitado como un mar en tormenta: “Si se enteran mis líderes del contenido de esa carta, dirán que no cumplo con el deber de acuerdo con los principios y que perturbo la labor de la iglesia. ¿Me destituirán por esto?”. Tenía la mente agitada. Al final, me desplomé en la silla como un balón desinflado. Mi compañero, al ver mi estado, señaló: “Es útil para nosotros que los hermanos y hermanas nos vigilen y revelen. Ahora debes recibirlo de parte de Dios”. Prometí de boquilla recibirlo de parte de Dios, pero no podía calmar la mente. No pude comer ni dormir en todo el día. Me traspasaba el corazón la idea de cómo esta carta revelaba la realidad de mi conducta. Arrodillado, oré a Dios: “¡Dios mío! Sé que Tus propósitos son buenos al dejar que me ocurra esto. Te pido que me guíes para comprender Tu voluntad y aprender lecciones de ella”.
Luego, mientras reflexionaba y buscaba, leí unas palabras de Dios. “Sea lo que sea lo que estén haciendo, los anticristos siempre tienen sus propios objetivos e intenciones, siempre actúan según su propio plan, y su actitud hacia los arreglos y la obra de la casa de Dios es: ‘Tú puedes tener mil planes, pero yo tengo una sola regla’; todo esto está determinado por la naturaleza del anticristo. ¿Puede un anticristo cambiar su mentalidad y actuar según los principios de la verdad? Eso sería absolutamente imposible. […] No importa el trabajo que realicen, siempre se atienen al mismo principio: deben obtener algún beneficio. El tipo de trabajo que más les gusta a los anticristos es cuando no les cuesta nada, cuando no tienen que sufrir ni pagar ningún precio, y se obtiene un beneficio para su reputación y estatus. En resumen, no importa lo que estén haciendo, los anticristos consideran primero sus propios intereses, y solo actúan una vez que lo han considerado todo bien; no obedecen verdadera, sincera y absolutamente la verdad sin compromiso, sino que lo hacen de manera selectiva y condicionada. ¿Con qué condiciones? Se trata de salvaguardar su estatus y reputación, y no deben sufrir ninguna pérdida. Solo después de que se satisfaga esta condición, decidirán y elegirán qué hacer. Es decir, Los anticristos consideran muy seriamente la manera de tratar los principios de la verdad, las comisiones de Dios y la obra de la casa de Dios, o cómo ocuparse de algo a lo que se enfrentan. No les importa cómo cumplir la voluntad de Dios, cómo evitar dañar los intereses de Su casa, cómo satisfacerlo o cómo beneficiar a los hermanos y a las hermanas; no son esas las cosas que les interesan. ¿Qué les importa a los anticristos? Si su propio estatus y su reputación van a verse afectados, y si su prestigio va a disminuir. Si hacer algo de acuerdo con los principios de la verdad resultara en un beneficio para la obra de la iglesia y para los hermanos y las hermanas, pero provocara que su propia reputación se viera afectada y que mucha gente se diera cuenta de su verdadera estatura y supiera qué tipo de naturaleza y esencia tienen, entonces no cabe duda de que no van a actuar de acuerdo con los principios de la verdad. Si hacer algo de trabajo práctico hará que más personas piensen bien de ellos, los respeten y los admiren; permite que sus palabras tengan autoridad y causen que más personas se sometan a ellos, entonces elegirán hacerlo así. De lo contrario, no se tomarán con seriedad alguna los intereses de la casa de Dios o de los hermanos y las hermanas, para así optar por descartar sus intereses. Esta es la naturaleza y la esencia de los anticristos” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (III)). Con lo revelado en la palabra de Dios, entendí que lo único que hacen los anticristos es proteger su reputación y su estatus. En asuntos que no atañan a su reputación y estatus, puede que actúen según los principios de la verdad, pero si actuar según los principios de la verdad amenaza su reputación y estatus, los anticristos vulnerarán sin disimulo los principios y actuarán arbitrariamente segun sus ideas. Prefieren perjudicar los intereses de la casa de Dios a salvaguardar los suyos propios. Reflexioné sobre lo que había hecho desde que era líder y vi que era como los anticristos revelados por la palabra de Dios. Quería exhibir un logro rápidamente para demostrar que era competente y sabía hacer un trabajo práctico, de modo que mis superiores, hermanos y hermanas vieran que eligieron bien al hacerme líder. Por ello, al elegir y utilizar a personas, no buscaba para nada los principios de la verdad, no pensaba en cómo favorecer el trabajo de la casa de Dios, no escuchaba consejos de nadie y me empeñaba en decidir yo solo. Al descubrir que la hermana Wu no organizaba las reuniones y deberes de los nuevos fieles en función de su situación real, no le pregunté por su estado y sus dificultades, ni colaboré con ella para descubrir la causa del problema y entrar en los principios de forma que no cometiera los mismos errores. Creía que no producía resultados en el deber, lo que dañaría mi reputación y estatus, por lo que, injustamente, la califiqué, la excluí y quise destituirla. Por proteger mi reputación y mi estatus, ignoré los principios y los consejos de mis colaboradores y destituí a la fuerza a la hermana Wu. Sin embargo, no tuve amor ni paciencia para con ella. Sabía que tenía dificultades para cumplir con el deber, pero no hablé con ella para ayudarla; tan solo la destituí directamente. Fui como un asesino a sangre fría, ¡verdaderamente inhumano! Tras destituirla, la nueva hermana que elegí no supo hacer el trabajo, lo que afectó directamente a la labor de riego. Ni siquiera entonces supe hacer introspección, y continué promoviendo a alguien que había perturbado el trabajo de la iglesia con la excusa de promover el talento y mejorar el trabajo de riego. Llegué a sacar las cosas de contexto y alegué absurdamente que debíamos darle la ocasión de arrepentirse. Traté con la diaconisa de riego por seguir ciegamente las normas, con lo que tenía miedo de refutarme. El resultado fue que la hermana Chen no era adecuada en absoluto y perjudicó la labor de la iglesia. Descubrí que, por mi reputación y mi estatus, fui capaz de tomar atajos en el deber, de ignorar los principios y las advertencias de otros, y que, incluso tras ser denunciado y revelado, lo que me preocupaba era cómo me vieran los líderes. No reflexioné sobre los motivos de mis fracasos. Protegí tercamente mi reputación y estatus y preferí que se resintieran los intereses de la casa de Dios a salvaguardar los míos propios. ¡Lo que exhibí fue el carácter de un anticristo!
Después, mientras buscaba, leí en la palabra de Dios: “Si alguien dice que ama y busca la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; si el cumplimiento de su deber no consiste en obedecer o satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr prestigio y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata de la obra de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Todos los que enarbolan la bandera de realizar la obra de la iglesia mientras buscan su propio prestigio y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona está cumpliendo con su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica la obra de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de estatus y prestigio? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe de Su palabra y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso a la obra de la iglesia? Causa el desmantelamiento, la interrupción y el perjuicio” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Cumplen con su deber solo para distinguirse a sí mismos y satisfacer sus propios intereses y ambiciones; nunca consideran los intereses de la casa de Dios, e incluso los venden a cambio de su propia gloria (I)). Tras leer la palabra de Dios, entendí que, cuando buscamos la reputación y el estatus personales con la excusa de cumplir con el deber, en esencia, hacemos de siervos de Satanás y perturbamos el trabajo de la casa de Dios. La palabra de Dios revelaba la esencia de mis actos. Dios me encumbró a líder porque esperaba que tuviera en consideración Su voluntad, que regara bien a mis hermanos y hermanas, resolviera sus dificultades y problemas en su entrada en la vida y que ascendiera y formara a gente adecuada para realizar el trabajo variado de la iglesia y garantizar que este opere con normalidad. Sin embargo, yo no pensé en la voluntad y las exigencias de Dios ni cumplí con mis responsabilidades de líder. Al elegir y utilizar a las personas, solo pensaba en mis intereses. En consecuencia, no solo no sustentaba a los nuevos fieles, sino que entorpecí la labor de riego, con lo que aquellos abandonaron. ¿Eso era cumplir con el deber? Estaba perturbando la labor de la casa de Dios ¡y haciendo el mal! Ni por esas era consciente. Era muy egoísta e insensible. Me acordé de los anticristos y malvados expulsados de la iglesia. Siempre estaban tramando en beneficio propio, ignoraban los principios de la verdad a fin de conservar su reputación y estatus, cumplían arbitraria y tiránicamente con el deber, perturbaban gravemente la labor de la casa de Dios y, finalmente, por sus muchas acciones malvadas, Dios los detestó y descartó. ¡No había ninguna diferencia esencial entre lo que hice yo y los actos de estos anticristos! Cuando lo reconocí, me dio un sudor frío y oré a Dios: “Dios mío, fui negligente en el deber. Fui en pos de la reputación, el estatus y el éxito rápido, y tomé la senda equivocada. Dios mío, deseo arrepentirme ante Ti. Te pido que me dirijas y guíes”.
Después, con la reflexión y la búsqueda, comprendí que, para ser eficaces en el deber, hemos de tener las intenciones correctas, centrarnos en buscar la verdad y actuar según los principios. Es entonces cuando podemos recibir la guía de Dios y mejorar continuamente los resultados. Recordé unas palabras de Dios: “Cuando la gente acepta una comisión de Dios, primero debe comprender la voluntad de Dios para cumplir con el deber y completar su misión. Debes saber que esta comisión vino de Dios; es Su voluntad y debes aceptarla, tenerla en consideración y, más aún, someterte a ella. Además, debes buscar respuestas a qué verdades necesitas entender, a qué principios debes atenerte y cómo debes practicar para ser de beneficio a los escogidos de Dios y a la obra de la casa de Dios al desempeñar este deber. Estos deben ser los principios de cómo practicas. Una vez que entiendas la voluntad de Dios, debes darte prisa en buscar y tratar de comprender las verdades para realizar este tipo de deber; y una vez que comprendas estas verdades, debes determinar los principios y la senda para ponerlas en práctica. ¿A qué se refieren los ‘principios’? Específicamente, los principios se refieren a las cosas que deben seguirse para lograr los estándares y los efectos de la práctica de la verdad; para practicar la verdad, la gente debe captar los principios; estos son fundamentales, cruciales. Una vez que has comprendido los principios básicos para cumplir con tu deber, esto es una prueba de que has comprendido los estándares necesarios para cumplir con este deber; y haber comprendido los principios equivale a ser capaz de poner en práctica la verdad. Entonces, ¿según qué base se construye esta capacidad de practicar la verdad? La de la comprensión de la voluntad de Dios y de la verdad. ¿El mero hecho de ser consciente de lo que Dios pide cuenta como comprensión de la verdad? No, así que, ¿qué estándar se requiere para que cuente como la comprensión de la verdad? Debes comprender el significado y el valor de cumplir con tu deber; comprender estas dos cosas es comprender la verdad de cumplir con tu deber. Es más, una vez que comprendas la verdad, debes comprender los principios del cumplimiento del deber y la senda de práctica. Si eres capaz de captar y aplicar los principios para cumplir con este deber, y también puedes ejercer la sabiduría cuando sea necesario, entonces tienes la garantía de ser eficaz en el cumplimiento de este deber; y cuando captas los principios y haces las cosas de acuerdo con ellos, esto contará como la práctica de la verdad. Si no está contaminado por las ideas humanas, y se lleva a cabo en absoluta obediencia a las exigencias de Dios y de acuerdo con los arreglos de trabajo de la casa de Dios, y está en pleno acuerdo con Sus palabras, entonces tu desempeño del deber está totalmente a la altura del estándar, y aunque puede haber alguna discrepancia entre tu eficacia y lo que Dios requiere, esto todavía contará como el cumplimiento de las exigencias de Dios. Si tu cumplimiento del deber está en plena concordancia con el principio, y lo has realizado con devoción, si has puesto todo tu esfuerzo en ello, entonces tu cumplimiento del deber concuerda totalmente con la voluntad de Dios, y has alcanzado el cumplimiento del deber de una criatura de Dios con todo tu corazón, toda tu mente y todas tus fuerzas; tal es el efecto que se logra al practicar la verdad” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Tratan de ganarse a la gente). Las palabras de Dios eran muy claras. Para aceptar la comisión de Dios, antes hemos de buscar Su voluntad, buscar los principios de la verdad de nuestro deber para entrar en ellos, comprender la verdad, obedecer a Dios y seguir rigurosamente los principios de la verdad en el deber. Además, al cumplir con el deber, hemos de tener en cuenta los intereses de la casa de Dios, analizarnos a menudo y no tramar en pos de la ganancia personal. Esto reduce la impureza de nuestras ideas y los errores que cometemos en el deber. Recordé que actuaba únicamente por mis ambiciones y deseos en el deber, que rara vez buscaba los principios de la verdad y que, incluso cuando sabía un poco, no obedecía. Al elegir al personal de riego, las cualidades clave necesarias son enseñar claramente la verdad, tener paciencia y ser responsable. La hermana Wu era responsable en el deber y cariñosa y paciente con los nuevos fieles. Fueran cuales fueran los estados o dificultades de estos, era capaz de enseñar y resolver problemas de forma activa; además, captó algunos principios del riego de nuevos fieles. Anteriormente había sido eficaz en el deber y solamente cometió errores ahora por ciertas dificultades que no supo manejar. En esta situación debíamos brindar enseñanzas y ayuda con amor o tratar, podar, revelar y reprender, no destituirla a la ligera. Asimismo, como la hermana Chen era entusiasta y simpática en apariencia, imaginé que era adecuado promoverla, pero ahora me daba cuenta de que eso no coincidía con los principios. No hay que promover a gente de mala humanidad, que hace el mal y perturba la labor de la casa de Dios. La hermana Chen tenía un firme deseo de reputación y estatus y, en el pasado, a menudo luchó por ellos y perturbó la labor de la iglesia. Tras su destitución y aislamiento, nunca demostró comprender verdaderamente sus transgresiones anteriores. Aún iba por la senda equivocada en el deber y en cualquier momento podía hacer cosas que perturbaran la labor de la iglesia. La gente así no puede ser objetivo de una promoción importante. Vi que, como no comprendía los principios de destitución y utilización de la gente, hice las cosas con ambición y deseo, lo que perturbó y estorbó el trabajo de la casa de Dios y, además, perjudicó y fue funesto para la hermana Chen. Al percatarme de todo esto, di gracias a Dios por disponer que mis hermanos y hermanas escribieran una carta de denuncia y revelación que impidió que prosiguiera por mi senda malvada.
Luego leí otro pasaje de la palabra de Dios. “En la casa de Dios, hagas lo que hagas, no estás trabajando en tu propia empresa; es la obra de la casa de Dios, la obra de Dios. Debes tener en cuenta este conocimiento y percepción constantemente y decir: ‘Este no es un asunto personal; estoy llevando a cabo mi deber y cumpliendo con mi responsabilidad. Estoy llevando a cabo la obra de la iglesia. Esta es una tarea que Dios me encomendó y la hago por Él. Este es mi deber, no un asunto propio y privado’. Esta es la primera cosa que debe entender la gente. Si tratas un deber como un asunto personal y no buscas los principios de la verdad cuando actúas, y lo llevas a cabo según tus propias motivaciones, puntos de vista y agenda, entonces es muy seguro que cometas errores. Por tanto, ¿cómo debes actuar si haces una distinción muy clara entre tu deber y tus asuntos personales, y eres consciente de que se trata de un deber? (Busca lo que Dios pide y los principios). Es cierto. Si te ocurre algo y no comprendes la verdad, si tienes alguna idea pero no tienes todavía claras las cosas, entonces debes encontrar a un hermano o hermana que comprenda la verdad para comunicar; esto es buscar la verdad, y antes que nada, esta es la actitud que debes tener hacia tu deber. No debes decidir las cosas basándote en lo que crees que es apropiado, y luego dar un portazo y dar el caso por cerrado; esto sin duda conduce a problemas. Un deber no es un asunto personal propio tuyo; ya sean mayores o menores, los asuntos de la casa de Dios no son un tema personal de nadie. Mientras se relacione con el deber, entonces no se trata de un asunto privado, no es un asunto personal: incumbe a la verdad y a los principios. Entonces, ¿qué es lo primero que debéis hacer? Buscar la verdad y los principios. Y si no entendéis la verdad, debéis buscar primero los principios; si ya entendéis la verdad, resultará fácil identificarlos” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el desempeño adecuado del deber?). La palabra de Dios me brindó una senda de práctica. Los deberes son comisiones de Dios, no asuntos personales, así que no podemos cumplirlos como queramos para satisfacer nuestros intereses personales. En todo hemos de buscar los principios de la verdad y practicar según las exigencias de Dios. Si no entiendes algo, debes compartir y buscar más con otras personas. Opinen lo que opinen otros, tan solo has de aceptar el escrutinio de Dios y esmerarte. Aunque a veces haya errores en tu trabajo y no logres buenos resultados pronto, si haces las cosas ante Dios, no para que las vea nadie, vas por la senda correcta y Dios te guiará y bendecirá. Más tarde me sinceré sobre mí mismo ante mis hermanos y hermanas, revelé cómo cumplía con el deber por la reputación y el estatus, mis deseos de éxito rápido, mis vulneraciones de los principios al utilizar a la gente, y que actuaba arbitrariamente y aprovechaba el puesto para tratar con otros y reprenderlos, lo que los perjudicaba. Les pedí disculpas solemnemente y que me vigilaran más. Al practicar así, mis hermanos y hermanas no me despreciaron, me alentaron y dijeron que podíamos supervisarnos entre nosotros y colaborar para cumplir bien con el deber.
Pronto sucedió otra cosa. La diaconisa de evangelización no podía cumplir temporalmente con el deber por impedimentos familiares. Cuando me enteré, estaba algo nervioso. Pensé: “Ahora, cada iglesia hace lo que puede por predicar el evangelio, por lo que, hoy por hoy, si la diaconisa de evangelización no pude cumplir con el deber, ¡esto afectará enormemente al trabajo! Si no la relevamos a tiempo, nunca mejorarán nuestros resultados. Seguro que mis superiores piensan que soy incompetente e inadecuado para este trabajo”. Así pues, debatí con mi compañero si debíamos trasladar a la diaconisa de evangelización y buscar a alguien que ocupara su lugar. Mi compañero dijo: “La diaconisa de evangelización siempre ha sido responsable y una obrera capacitada y los resultados de la labor evangelizadora son buenos. Si la trasladas por una incapacidad pasajera para soportar los impedimentos familiares, eso iría contra los principios”. Justo cuando estaba a punto de defenderme, de inmediato pensé en cómo había relevado a la fuerza a la hermana Wu. ¿No estaba protegiendo de nuevo mi reputación y mi estatus? Mi compañero me recordó que debía cumplir con el deber según los principios. Estuve a punto de cometer otro grave error. Mientras daba gracias a Dios por dentro, le dije a mi compañero: “Mis intenciones están equivocadas. La voy a trasladar sin principios por proteger mi reputación. En efecto, ella es responsable y una persona correcta. Si ahora no puede hacer su trabajo, tomaremos nosotros el relevo y haremos la labor evangelizadora. Vamos a informarnos mejor sobre su situación y a tratar de sustentarla y ayudarla”. Tras oírme, mi compañero asintió con la cabeza y me sentí tranquilo practicando de este modo.
A partir de entonces, al cumplir con el deber, solía preguntarme, “¿He cumplido hoy con el deber según los principios de la verdad? Al relacionarme con la gente, ¿hice las cosas con un carácter corrupto?”. Si hice algo que no concordara con los principios y con la voluntad de Dios, le oraba para pedirle ayuda para cambiarlo. Al practicar de esta forma, descubrí las bendiciones de Dios, mejoró un poco la labor de la iglesia y mis hermanos y hermanas podían cumplir activamente con el deber. ¡Gracias a Dios!