Experimentar una destitución
En 2022, el líder de la iglesia me asignó el deber de regar a unos nuevos creyentes que tenían una aptitud bastante buena. Por dentro, me sentí halagada y pensé que, si los líderes me valoraban tanto que me habían escogido a mí para esta tarea en lugar a todos los demás regadores, debía significar que me estaba yendo bastante bien. Dos meses después, una nueva hermana llamada Chen Dan se unió a nuestro equipo. Tenía bastante buena aptitud, capacidad de comprensión y avanzaba con rapidez. Cuando regaba a los nuevos fieles, compartía las verdades de manera clara y detallada. También era elocuente, se expresaba bien y compartía de manera coherente y estructurada. De inmediato me sentí en crisis y pensé: “Chen Dan tiene buena aptitud y avanza tan rápido que, si sigue así, ¿no me superará? Si lo hace, significará que no soy tan buena como ella. ¿Qué dignidad me quedará entonces?”. Con esto en mente, decidí en secreto trabajar duro para equiparme con las verdades y mejorar mi capacidad de expresión, determinada a no dejar que ella me superara de ninguna manera. Sin embargo, por mucho que me esforzaba, apenas conseguía avanzar. Cuando resolvía problemas, cuanto más intentaba expresarme bien, más incoherente me volvía, e incluso ya no era capaz de expresarme con la elocuencia que ya poseía. Ver cómo Chen Dan compartía las verdades para resolver problemas me hizo sentir muy desanimada. Un tiempo después, a Chen Dan la eligieron líder de equipo. Me moría de celos y sentí que mi orgullo había quedado completamente destruido. Me desagradaba desde el fondo de mi corazón y pensaba que era su presencia la que me hacía sentir tan desconcertada. A partir de entonces, me sentía triste todos los días, carecía de entusiasmo para hacer mi deber e incluso me quejaba a Dios por no darme una aptitud tan buena como la de ella. A veces, cuando Chen Dan me asignaba ciertas tareas, no colaboraba con ella y le ponía mala cara. Cuando señalaba los problemas en mi trabajo de riego, me resistía y le decía algunas palabras bastante duras. Más tarde, dos hermanas más se unieron a nuestro equipo. Cuando vi que le pedían ayuda a Chen Dan en lugar de a mí, sentí como si me dieran una bofetada. Me molestó mucho y le eché la culpa a ella por eclipsarme, por lo que empecé a tenerle aún más celos. Como líder de equipo, Chen Dan estaba a cargo de todas las tareas. Cuando se vio abrumada por la labor, me pidió que la ayudara a cultivar a los nuevos creyentes. Pensé: “Si cultivo bien a los nuevos creyentes, ¿no te llevarás tú todo el mérito?”. Así que me negué y le dije: “Tú eres la líder de equipo, así que cultivar a los nuevos creyentes es tu trabajo”. Durante una reunión, Chen Dan compartió que ser líder de equipo era difícil y que estaba pensando en abandonar este deber. Al oír esto, en lugar de reflexionar sobre mí misma, me regocijé de sus dificultades, me burlé de ella por dentro y pensé: “¿No se supone que eres mejor que yo en todos los aspectos? Entonces deberías encargarte de todo”. Incluso ofrecí mi renuncia varias veces. Al final, me echaron de mi cargo porque los celos que tenía de sus habilidades estaban siendo una mala influencia para el equipo.
Durante mi devocional, leí un pasaje de las palabras de Dios: “La supresión pública de la gente, su exclusión, los ataques contra ella y la exposición de sus problemas por parte de los anticristos es todo parte de su objetivo. Sin duda, utilizan medios como estos para atacar a aquellos que persiguen la verdad y pueden distinguirlos. Al derribar a estas personas, consiguen su objetivo de fortalecer su propia posición. Atacar y excluir a la gente de esta manera es de una naturaleza maliciosa. Hay agresividad en su lenguaje y en su forma de hablar: exposición, condena, difamación y calumnia malvada. Incluso tergiversan los hechos, hablando de cosas positivas como si fueran negativas y negativas como si fueran positivas. Invertir el blanco y el negro y mezclar lo correcto y lo incorrecto de esta manera logra el propósito de los anticristos de derrotar a la gente y arruinar su reputación. ¿Qué mentalidad da lugar a este ataque y exclusión de los disidentes? La mayoría de las veces, proviene de una mentalidad celosa. En un carácter cruel, los celos conllevan un fuerte odio; y como resultado de sus celos, los anticristos atacan y excluyen a la gente. En una situación como esta, si los anticristos son expuestos, denunciados, pierden su estatus y sufren un ataque, en su mente no se someterán ni se alegrarán por ello y les resultará todavía más fácil desarrollar una fuerte mentalidad de venganza. La venganza es un tipo de mentalidad, y también es un tipo de carácter corrupto. Cuando los anticristos ven que lo que alguien hizo les ha perjudicado, que otros son más capaces que ellos, o que las declaraciones y sugerencias de alguien son mejores o más sabias que las suyas, y todo el mundo está de acuerdo con las declaraciones y sugerencias de esa persona, los anticristos sienten que su posición está amenazada, surgen los celos y el odio en sus corazones, y atacan y se vengan. Al vengarse, los anticristos generalmente dan un golpe de prevención a su objetivo. Son proactivos al atacar y doblegar a la gente, hasta que la otra parte se somete. Solo entonces sienten que se han desahogado. ¿Qué otras manifestaciones existen para atacar y excluir a las personas? (Menospreciar a los demás). Menospreciar a los demás es una de las formas en que se manifiesta; no importa lo bien que hagas un trabajo, los anticristos seguirán menospreciándote o condenándote, hasta que seas negativo y débil y no puedas mantenerte en pie. Entonces estarán contentos y habrán logrado su objetivo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 2: Atacan y excluyen a los disidentes). Dios puso en evidencia que los anticristos tienen actitudes crueles, un corazón celoso y un fuerte deseo de obtener estatus. Cuando alguien a su alrededor parece ser mejor que ellos y amenaza su estatus, los anticristos se vuelven celosos y empiezan a pensar en cómo vengarse. Para proteger su estatus, pueden usar varias tácticas para reprimir y excluir a quienes disienten con ellos. Recordé que, cuando Chen Dan acababa de llegar, al ver que tenía buena aptitud, que me superaba en todos los aspectos y que los nuevos miembros del equipo también se sentían atraídos hacia ella y la tenían en alta estima, me sentí fatal y pensé que era Chen Dan la que me hacía sentir tan desconcertada, lo que hizo que los celos y el resentimiento que le tenía se desataran sin control. Más tarde, cuando Chen Dan me asignó algunas tareas, no colaboré con ella, le puse mala cara y mostré mi insatisfacción al hablarle, lo que también afectó su estado. A veces, cuando hablábamos de problemas, sabía que lo que Chen Dan decía era acorde a los principios, pero me aferraba a mis propias opiniones y no quería desprenderme a sabiendas, e incluso incitaba a los demás para que se pusieran de mi lado y en su contra, lo que retrasaba la obra. Sabía que había mucho trabajo y que Chen Dan, al ser nueva en el cargo de líder de equipo, de seguro estaba enfrentándose a muchos retos, pero, por celos, entorpecí la obra a propósito negándome a cumplir mi deber para complicarle las cosas, con el deseo de derribarla. Al reflexionar sobre estos comportamientos, reconocí que yo era igual a un anticristo, con un deseo de estatus demasiado fuerte y que, cuando alguien amenazó mi puesto, me puse celosa, deseé vengarme e ignoré por completo la obra de la iglesia. También reconocí que mi carácter era cruel y carecía de humanidad. Recordé que cuando, comencé a formarme para hacer ese deber, los líderes habían puesto a alguien especialmente para guiarnos y ayudarnos, con el fin de que pudiéramos captar los principios con rapidez y cumplir bien nuestros deberes. La iglesia me había promovido y cultivado de esa manera, pero yo no había tomado la senda correcta, había buscado fama y ganancia, y había intentado excluir a quien disentía conmigo de todas las formas posibles y perturbado la obra de la iglesia. ¡Era realmente tan despreciable! Luego leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Si alguien dice que ama y persigue la verdad, pero, en esencia, el objetivo que persigue es distinguirse, alardear, hacer que la gente piense bien de él y lograr sus propios intereses; y el cumplimiento de su deber no consiste en someterse ni en satisfacer a Dios, sino que en cambio tiene como fin lograr fama, ganancia y estatus, entonces su búsqueda no es legítima. En ese caso, cuando se trata del trabajo de la iglesia, ¿son sus acciones un obstáculo o ayudan a que avance? Claramente son un obstáculo, no hacen que avance. Algunas personas enarbolan la bandera de realizar el trabajo de la iglesia mientras buscan su propia fama, ganancia y estatus, se ocupan de sus propios asuntos, crean su propio grupito y su propio pequeño reino: ¿acaso esta clase de persona lleva a cabo su deber? En esencia, todo el trabajo que hacen interrumpe, perturba y perjudica el trabajo de la iglesia. ¿Cuál es la consecuencia de su búsqueda de fama, ganancia y estatus? En primer lugar, esto afecta la manera en la cual el pueblo escogido de Dios come y bebe Su palabra con normalidad y entiende la verdad; obstaculiza su entrada en la vida, les impide ingresar en la vía correcta de la fe en Dios, y los conduce hacia la senda equivocada, lo que perjudica a los escogidos y los lleva a la ruina. Y, en definitiva, ¿qué ocasiona eso al trabajo de la iglesia? Lo perturba, lo perjudica y lo desorganiza. Esta es la consecuencia derivada de que la gente busque la fama, la ganancia y el estatus. Cuando llevan a cabo su deber de esta manera, ¿acaso no puede definirse esto como caminar por la senda de un anticristo? Cuando Dios pide que las personas dejen de lado la fama, la ganancia y el estatus, no es que les esté privando del derecho de elegir; más bien es porque, durante la búsqueda de fama, ganancia y estatus, las personas trastornan y perturban el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida del pueblo escogido de Dios, e incluso puede que afecten al hecho de que más personas coman y beban las palabras de Dios, comprendan la verdad y, así, logren la salvación de Dios. Es un hecho indiscutible. Cuando la gente se afana por la fama, la ganancia y el estatus, es indudable que no busca la verdad y no cumple fielmente y bien con el deber. Solo habla y actúa en aras de la fama, la ganancia y el estatus, y todo trabajo que hace, sin la más mínima excepción, es en beneficio de esas cosas. Esa forma de comportarse y actuar implica, sin duda, ir por la senda de los anticristos; es un trastorno y una perturbación de la obra de Dios, y sus diversas consecuencias obstaculizan la difusión del evangelio del reino y el desempeño de la voluntad de Dios en la iglesia. Así pues, se puede afirmar con certeza que la senda que recorren los que van en pos de la fama, la ganancia y el estatus es la senda de resistencia a Dios. Es una resistencia intencionada a Él contrariándolo; es decir, cooperar con Satanás para resistirse a Dios y oponerse a Él. Esta es la naturaleza de la búsqueda de fama, ganancia y estatus por parte de la gente. El problema de las personas que buscan sus propios intereses es que los objetivos que persiguen son los mismos que los de Satanás, unos objetivos malvados e injustos. Cuando las personas buscan sus intereses personales, como la fama, la ganancia y el estatus, se convierten involuntariamente en una herramienta de Satanás, en un altavoz de este y, además, se convierten en una personificación de Satanás. Desempeñan un papel negativo en la iglesia; el efecto que causan en el trabajo de la iglesia y en la vida normal de la iglesia y la búsqueda normal del pueblo escogido de Dios es el de perturbar y perjudicar. Causan un efecto negativo y adverso” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (I)). Antes pensaba que buscar reputación y estatus era solo un fracaso personal en la búsqueda de la verdad y que solo ocasionaría pérdidas a la vida de cada uno, sin afectar a los demás. Siempre lo había considerado como una revelación de corrupción de menor importancia; pensaba que todos tenían ese tipo de corrupción y que no se podía cambiar de la noche a la mañana, sino que se debía hacer poco a poco. No había entendido por qué Dios odia tanto la búsqueda de la reputación y el estatus. Después de leer ese pasaje de las palabras de Dios, me di cuenta de que la búsqueda de la reputación y el estatus no solo perjudica la vida de cada uno, sino que también perturba la obra de la iglesia. Chen Dan era la líder del equipo, por lo que yo debería haberla apoyado y colaborado con ella para hacer su trabajo. Sin embargo, por celos, no había colaborado con su organización del trabajo y le había complicado las cosas deliberadamente, lo que había afectado el trabajo de riego. Al hablar sobre los problemas, aunque sabía que su enseñanza era correcta, temía que hacerle caso me hiciera parecer inferior y quedar mal. Así que me aferré con obstinación a mis opiniones, lo que retrasó la obra. Incluso entorpecí la obra a propósito, hice huelga y me negué a colaborar incluso en cosas que podía hacer, dejándole todo el trabajo a Chen Dan para ponerle presión. Por fuera, parecía que había estado compitiendo con los demás por fama y ganancia, pero la realidad es que me había estado resistiendo a Dios. Había estado satisfaciendo mi vanidad a costa de retrasar la obra de la iglesia. Solo entonces entendí que a muchos anticristos se los expulsa no porque busquen la reputación y el estatus o porque tengan actitudes corruptas, sino porque, al buscar la fama y el estatus, hacen lo imposible para reprimir a los demás y hacerles la vida difícil, perturban la obra de la casa de Dios y cometen muchas acciones malvadas. Mis actos tenían la misma naturaleza que los de los anticristos. Si no me arrepentía, con el tiempo, me expulsarían de la iglesia por mis numerosas acciones malvadas. Reflexionar sobre eso me dio miedo. En ese momento, me sentí un poco abatida y me pregunté si aún tenía esperanzas de salvarme después de hacer tanto mal, y si Dios estaba usando esa situación para ponerme en evidencia y descartarme.
Más tarde, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Hoy, no sólo podéis contemplar a Dios, sino lo que es más importante, habéis recibido castigo y juicio, habéis recibido la más profunda salvación, es decir, el amor más grande de Dios. En todo lo que Él hace, Dios es realmente amoroso hacia vosotros. No tiene malas intenciones. Él os juzga por vuestros pecados, para que os examinéis y recibáis esta tremenda salvación. Todo esto se hace con el fin de que el hombre sea completo. De principio a fin, Dios, ha hecho todo lo posible para salvar al hombre y no alberga deseos de destruir completamente al hombre que creó con Sus propias manos. Hoy, Él ha venido entre vosotros para obrar; ¿acaso no es esto aún más salvación? Si Él os odiara, ¿seguiría haciendo una obra de tal magnitud para guiaros personalmente? ¿Por qué iba a sufrir así? Dios no os odia ni tiene malas intenciones hacia vosotros. Deberíais saber que el amor de Dios es el más verdadero de todos. Él tiene que salvar a las personas por medio del juicio sólo porque estas son rebeldes; si no fuera por eso, salvarlas sería imposible” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La verdadera historia de la obra de conquista (4)). Tras leer las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida y me di cuenta de lo irracional que había sido. Que hoy me echaran se debía a que había buscado fama y ganancia, y a que no había transitado por la senda correcta, sino que había hecho el mal y había perturbado la obra de la iglesia. Por lo tanto, debía aceptar la disciplina y el castigo, en lugar de malinterpretar la intención de Dios. También reflexioné sobre las razones por las que había sido capaz de cometer tales acciones malvadas. Además de desear con fuerza la reputación y el estatus, carecía completamente de un corazón temeroso de Dios. Cada vez que sucedía algo que amenazaba mi reputación y estatus, tendía a actuar con obstinación, hacía el mal y me resistía a Dios. También leí otro pasaje de las palabras de Dios: “Entonces, una persona que sí tiene un corazón temeroso de Dios, ¿cómo se comportará? (No actuará de manera imprudente ni hará lo que se le antoje). Estas dos palabras son bastante adecuadas. Así pues, ¿cómo se pone en práctica el no actuar de manera imprudente ni hacer lo que a uno se le antoje? (Debemos tener un corazón que busque). Al enfrentarse a un problema, algunas personas sí buscan una respuesta de los demás, pero cuando el otro habla conforme a la verdad, no lo aceptan, no son capaces de obedecer y, en su fuero interno, piensan: ‘Normalmente soy mejor que él. Si escucho sus sugerencias esta vez, ¿no parecerá que él es superior a mí? No, no puedo escucharlo en lo que se refiere a este asunto. Simplemente, lo haré a mi manera’. Luego encuentran una razón y una excusa para rebatir el punto de vista del otro. ¿Qué tipo de carácter se presenta cuando una persona ve a alguien que es mejor que ella y trata de derribarla, difundiendo rumores sobre tal persona o empleando medios despreciables para denigrarla y socavar su reputación —incluso pisoteándola— con el fin de proteger su propio lugar en la opinión de la gente? Esto no es solo arrogancia y vanidad, es el carácter de Satanás, es un carácter malicioso. Que esta persona pueda atacar y alienar a personas que son mejores y más fuertes que ella es mezquino y perverso. Y que no se detengan ante nada para derribar a la gente muestra que hay mucho de diablo en ellos. Viviendo según el carácter de Satanás, son capaces de menospreciar a las personas, de intentar que las culpen de algo que no han hecho, de ponerles las cosas difíciles. ¿No es esto hacer el mal? Y viviendo así, siguen pensando que no hay problema en ellos, que son buenas personas; sin embargo, cuando ven a alguien mejor que ellos, son propensos a hacérselo pasar mal, a pisotearlos. ¿Qué problema es este? Las personas que son capaces de cometer semejantes acciones malvadas, ¿acaso no son inescrupulosas y caprichosas? Esas personas solo piensan en sus intereses, solo consideran sus sentimientos, y lo único que quieren es concretar sus deseos, ambiciones y objetivos. No les importa el daño que causan a la obra de la iglesia y prefieren sacrificar los intereses de la casa de Dios para proteger su estatus en la opinión de la gente y su propia reputación. ¿Acaso no son las personas así arrogantes y sentenciosas, egoístas y viles? Estas personas no solo son arrogantes y sentenciosas, sino que también son extremadamente egoístas y viles. No son consideradas con las intenciones de Dios en absoluto. ¿Tienen estas personas un corazón temeroso de Dios? No tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. Esa es la razón por la que actúan arbitrariamente y hacen lo que les place, sin ningún sentido de culpa, sin ninguna inquietud, sin ninguna aprensión o preocupación y sin considerar las consecuencias. Esto es lo que suelen hacer y el modo en que se han comportado siempre. ¿Cuál es la naturaleza de tal comportamiento? Por decirlo suavemente, esas personas son demasiado envidiosas y tienen un deseo excesivo de reputación y estatus personales; son demasiado falsas y traicioneras. Dicho con mayor dureza, la esencia del problema es que esas personas no tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. No temen a Dios, creen que son sumamente importantes y consideran que cada aspecto de sí mismas es superior a Dios y a la verdad. En su corazón, Dios no merece mención y es insignificante y Dios no tiene absolutamente ningún estatus en su corazón. ¿Acaso pueden poner la verdad en práctica aquellos que no tienen lugar para Dios en su corazón y no tienen un corazón temeroso de Dios? Por supuesto que no. Entonces, cuando van como siempre por ahí alegres manteniéndose ocupados y gastando mucha energía, ¿qué están haciendo? Esa gente incluso asegura que lo ha abandonado todo para esforzarse por Dios y que ha sufrido mucho, pero, en realidad, la motivación, el principio y el objetivo de todos sus actos son en aras de su propio estatus y prestigio, de proteger todos sus intereses. ¿Diríais o no que esa clase de gente es terrible? ¿Qué clase de personas han creído en Dios durante muchos años y sin embargo no tienen un corazón temeroso de Él? ¿Acaso no son arrogantes? ¿No son satanases? ¿Y cuáles son los seres que más carecen de un corazón temeroso de Dios? Además de las bestias, son las personas malvadas y los anticristos, la calaña de los demonios y Satanás” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Al leer las palabras de Dios, sentí un profundo dolor en el corazón y vi que era exactamente el tipo de persona que Él había puesto en evidencia, una persona sin un corazón temeroso de Dios. Dios dijo que solo las bestias, las personas malvadas, los anticristos, los diablos y Satanás carecen totalmente de un corazón temeroso de Dios. Fui capaz de sentir el desprecio y el odio que Dios tiene hacia esas personas. Cuando reflexioné al respecto me di cuenta de que, aunque creía en Dios, no le guardaba un lugar en mi corazón; siempre había priorizado mi propia reputación y estatus, e incluso había llegado a reprimir y excluir a los demás por cualquier medio. Al ver que Chen Dan tenía una mejor aptitud que yo, me puse celosa y me comparé con ella en todo. Luego de que Chen Dan se convirtiese en líder de equipo, sentí que el hecho de que ella me asignase tareas hería mi orgullo, ya que llevaba más tiempo que ella en el trabajo de riego. Así que me negué a colaborar con ella a propósito y le compliqué las cosas. Durante las discusiones, siempre guardaba las apariencias y me negaba a aceptar sus sugerencias adecuadas por temor a que, si le hacía caso, me haría parecer inferior a ella. Con el tiempo, al ver que me superaba en todos los aspectos y que no podía opacarla, sentí que no tenía posibilidades de destacar en el equipo, así que empecé a entorpecer la obra a propósito y me resistí a hacer mi deber. Eso reveló que no temía a Dios con el corazón y que carecía de humanidad. Con que hubiera tenido un mínimo de temor a Dios en el corazón, no habría cometido tales acciones malvadas ni me habría atrevido a descargar mis frustraciones en la obra de la iglesia. No solo no había conseguido cumplir mis deberes con sinceridad, sino que también había impedido que los demás cumplieran los suyos y había perturbado la obra de la iglesia. ¿Cómo no me iba a aborrecer Dios por eso? Que me echaran se debió a que el carácter justo de Dios descendió sobre mí; yo me lo había buscado. Sentí un profundo arrepentimiento y autocrítica, y oré a Dios en silencio para confesarme y arrepentirme.
A continuación, traté de averiguar cómo resolver mi problema de tener celos de quienes son talentosos y capaces, y cómo lidiar con mi ambición de buscar reputación y estatus. Un día, leí las palabras de Dios: “Los dones y habilidades con los que nacen las personas son otorgados por Dios. Dios los predeterminó hace mucho tiempo. Si Dios te hizo necio, entonces tu necedad tiene sentido; si te hizo brillante, entonces tu brillantez tiene sentido. Cualesquiera que sean los talentos que Dios te conceda, cualesquiera sean tus puntos fuertes, sea cual sea tu coeficiente intelectual, todo tiene un propósito para Dios. Todas estas cosas fueron predestinadas por Dios. Él ordenó hace mucho tiempo el papel que desempeñas en tu vida, el deber que cumples. Hay personas que se dan cuenta de que otros tienen puntos fuertes que ellas no y están insatisfechas. Quieren cambiar las cosas aprendiendo más, viendo más y siendo más aplicados. Pero lo que pueden lograr con su diligencia tiene un límite y no pueden superar a los que tienen dones y experiencia. Por mucho que te esfuerces, es inútil. Dios ha ordenado lo que vas a ser y nadie puede hacer nada por cambiarlo. Debes esforzarte en aquello en lo que seas bueno. Sea cual sea el deber para el que eres apto, ese es el que debes realizar. No trates de meterte a la fuerza en campos ajenos a tus habilidades y no envidies a los demás. Cada uno tiene su función. No pienses que puedes hacerlo todo bien, o que eres más perfecto o mejor que los demás, ni desees reemplazar a otros y jactarte. Ese es un carácter corrupto. […] Cuando tienes un carácter así, siempre estás tratando de reprimir a los demás, de superarlos, siempre compites, siempre intentas aprovecharte de los demás. Eres muy envidioso, no cedes ante nadie y siempre estás tratando de destacar entre la multitud. Eso augura problemas; así es como actúa Satanás. Si realmente deseas ser un ser creado aceptable, entonces no persigas tus propios sueños. Es malo tratar de ser superior y más capaz de lo que eres con el fin de conseguir tus objetivos. Deberías aprender a someterte a las orquestaciones y arreglos de Dios, así como mantenerte firme en el lugar que debe ocupar un ser humano; solo eso es una demostración de razón” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Tras leer las palabras de Dios, me sentí profundamente conmovida. Comprendí que cada vez que me encontraba con personas de buena aptitud, tendía a sentirme celosa, a compararme con ellas y a perseguir la reputación y el estatus de forma descontrolada. Ese comportamiento estaba arraigado en mi propio carácter arrogante, que deseaba ser mejor que los demás en todo. Sin embargo, Dios predestinó los dones y la aptitud que tengo, y en ello está Su buena intención. Mi arrogancia me hacía querer buscar fama y estatus sin cesar. Si realmente tuviera una gran aptitud, quién sabe cuán arrogante sería. Podría volverme tan soberbia que incluso me podrían expulsar de la iglesia por cometer tantas maldades y por seguir la senda de los anticristos. Que Dios me predestinase una aptitud corriente era, en realidad, una forma de protegerme. Además, Dios no nos exige ser superhéroes, personas excepcionales, ni ser superiores a los demás en todo. Lo que a Dios le importa es que aprovechemos al máximo nuestras capacidades, acorde a nuestra estatura y aptitud y nos centremos en cumplir bien nuestros deberes con un corazón sincero. Chen Dan tenía una mejor aptitud, y su deber como líder de equipo era ayudar a impulsar el trabajo en general. Yo debería haberla apoyado y colaborado con ella, aprendiendo de sus talentos y trabajando en armonía con ella para cumplir mejor con mi deber. Independientemente de que tengamos mucha o poca aptitud, el objetivo común de todos es cumplir bien con nuestros deberes. Eso es lo más importante. Competir y compararme constantemente con los demás era, en realidad, resistirme a Dios y no someterme a Su soberanía y Sus arreglos, lo cual solo me llevaba a sufrir el tormento de Satanás. Al reflexionar sobre cómo no había apreciado la oportunidad de cumplir con mis deberes y, en su lugar, me había centrado en pelear y competir con los demás, me sentí un poco arrepentida.
Unos meses después, los líderes me asignaron para que trabajara con Chen Dan y otras personas. Al principio, estaba algo preocupada y temía que volviera a revelar mis actitudes corruptas. Sin embargo, también sabía que Dios había dispuesto esa situación y que era una oportunidad para arrepentirme. Como no quería decepcionar a Dios, era algo que debía enfrentar. Me propuse orar más a Dios y pedirle que me protegiera para poder vivir en Su presencia, y me recordaba constantemente a mí misma que no debía buscar fama ni ganancia, ni tampoco compararme con los demás. Una vez, recuerdo que noté que una hermana estaba avanzando bastante, lo que me hizo sentirme inmediatamente perdida y ansiosa al temer que la hermana me superara y yo me convirtiera en la peor del equipo, lo que me haría quedar mal. Me di cuenta rápidamente de que estaba comparándome de nuevo con los demás y me propuse orar a Dios con el corazón. Recordé las palabras de Dios que había leído antes: “Si de verdad deseas cumplir bien con tu deber, lo primero que debes hacer es encontrar el puesto adecuado para ti, y luego hacer todo lo posible con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas, y hacerlo lo mejor que puedas. Eso es satisfactorio, y cumplir de esa manera con el deber tiene una dosis de pureza. Esto es lo que un verdadero ser creado debería hacer. En primer lugar, debes entender lo que es un verdadero ser creado. No se trata de un superhumano, sino de una persona que vive de una manera honesta y práctica en la tierra; no es extraordinario en absoluto y no tiene nada de excepcional, es igual a cualquier persona corriente. Si siempre deseas superar a los demás y tener un rango más alto que ellos, eso es producto de tu carácter arrogante y satánico, y es una fantasía causada por tu ambición. De hecho, es algo que no puedes alcanzar y te es imposible hacer. Dios no te concedió tal talento o habilidad, ni tampoco semejante esencia. No olvides que, a pesar de que tu apariencia, tu familia y tu educación puedan ser diferentes, y que puede que existan algunas diferencias en tus talentos y dones, eres un miembro corriente de la humanidad, en nada diferente a los demás. Sin embargo, no olvides esto: no importa lo singular que seas, solo lo eres en estos pequeños detalles, y tu carácter corrupto es el mismo que el de los demás. La actitud que debes tener y los principios a los que debes atenerte en el cumplimiento de tu deber son idénticos a los de los demás. La gente difiere meramente en sus fortalezas y dones” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los principios que deben guiar el comportamiento de una persona). Las palabras de Dios me ayudaron a entender que soy un ser creado corriente, una persona común. Es natural que haya cosas que no sepa o ámbitos en los que no sea tan buena como los demás. Solo porque hubiese comenzado a practicar el riego de nuevos creyentes antes no significaba que debía ser mejor que los demás en todos los aspectos. Pensar así era arrogante e irracional. Dios me pide que sea una persona normal, que me proponga dar lo mejor de mí misma y que aproveche al máximo mis capacidades, acorde a mi estatura y aptitud. Además, Dios ha dado a cada persona diferentes aptitudes y fortalezas. Al trabajar juntos, podemos complementar nuestras fortalezas y debilidades y colaborar en armonía, lo que es beneficioso para el deber. Si la hermana tiene capacidades que yo no tengo, debería aprender de ella. Eso también es una forma en la que Dios compensa mis deficiencias. Entender la intención de Dios me hizo sentirme aliviada y, poco a poco, empecé a centrarme más en mis deberes. Cuando volví a ver a Chen Dan, fui capaz de ayudarla con su trabajo y colaborar con ella en armonía. Cuando lidiaba con cosas que no entendía, estaba dispuesta a dejar a un lado mi orgullo y pedirle consejo. Practicar de esa manera me hizo sentirme en paz y aliviada, y también logré avanzar al cumplir mis deberes. ¡Le doy gracias a Dios por eso!