Cómo enfrenté la persecución de mi familia
Cuando yo era pequeña, mi madre solía decirme: “Para una mujer, no hay nada mejor en la vida que hallar un buen marido y tener una familia armoniosa. Una mujer solo puede ser feliz con estas cosas”. Esta forma de pensar se implantó muy profundo en mi psique, y yo anhelaba hallar un buen marido que me mantuviera cuando fuera mayor. Pero las cosas no salieron como yo quería. Mi primer matrimonio fue muy infeliz, lo que me llevó a mi fe en el Señor Jesús. A través de la gracia del Señor, mi corazón ganó algo de consuelo, pero, debido a mi fe, mi esposo a menudo me golpeaba, y yo no tuve más opción que divorciarme para seguir practicando mi fe. Después, una colaboradora de la iglesia llamada Yang me presentó al hermano Wang, con quien establecí una relación. Ver que toda su familia creía en el Señor y que eran muy buenos conmigo me hizo muy feliz. El hermano Wang y yo decidimos que nos esforzaríamos por el Señor y esperaríamos Su regreso juntos.
Un año después, una hermana me invitó a escuchar un sermón. Charlamos durante unos días y leí mucho de la palabra de Dios Todopoderoso. Dios Todopoderoso ha expresado muchas verdades, revelando los misterios del plan de gestión de Dios de 6000 años y realizando la obra de juicio de los últimos días. Me convencí de que Dios Todopoderoso es el regreso del Señor Jesús. Estaba muy emocionada, y cuando volví a casa, me apresuré a contarle a mi esposo la buena nueva, y él también la aceptó con alegría. Después, compartimos el evangelio con los hermanos y hermanos de nuestra iglesia, y muchos de ellos, tras leer la palabra de Dios Todopoderoso, se convencieron de que era la voz de Dios y aceptaron la obra de Dios de los últimos días.
Pero, para mi sorpresa, cuando Yang supo de esto, fue con prisa a varias iglesias cercanas con otros colaboradores esa noche y asustó a muchos de los que acababan de aceptar la obra de Dios en los últimos días para alejarlos de su fe. Temprano a la mañana siguiente, vino a mi casa a alborotar las cosas, y me preguntó, grosera: “No solo has aceptado al Relámpago Oriental, también has llevado a otros hermanos y hermanas a creer en eso. ¿No estás traicionando al Señor?”. Respondí: “Dios Todopoderoso es el Señor Jesús retornado. Que haya aceptado a Dios Todopoderoso es que le haya dado la bienvenida al Señor. Saber que el Señor ha regresado, y aun así no aceptarlo, eso es traicionar al Señor”. Pero no me escucharon para nada, solo me condenaron y dijeron: “Has robado las ovejas de nuestras iglesias. Debes confesar tus pecados al Señor de inmediato, o el Señor te maldecirá y te castigará”. Apoyándome en la fuerza de mi convicción, respondí: “El Señor Jesús dijo: ‘Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen’ (Juan 10:14). Las ovejas pertenecen a Dios, no a una persona. Quienes creen en Dios Todopoderoso son quienes oyen la voz de Dios, le dan la bienvenida al Señor y siguen los pasos de Dios”. Al ver que no podían convencerme, exasperados, dijeron: “Nosotros fundamos estas iglesias, convertimos a estas personas en creyentes en el Señor. Estas ovejas son nuestras, y ¡prohíbo a todos que crean en Dios Todopoderoso contigo!”. También amenazaron a mi esposo y a mi suegra: “La iglesia siempre ha ayudado a su familia cuando enfrentaron dificultades, pero si Zheng Lan sigue creyendo en el Relámpago Oriental, cortaremos contacto y nunca más los ayudaremos”. Mi suegra se asustó al oír esto, y asintió, diciendo: “¡No se preocupen! Yo no creo en el Relámpago Oriental y tampoco dejaré que Zheng Lan crea”. Luego me dijo: “Yang fue quien me hizo creer en el Señor y nos ha ayudado muchas veces. Debemos hacerle caso. No podemos decepcionarla. Pase lo que pase, no puedes creer en Dios Todopoderoso. En esta familia se hace lo que yo digo, ¡todos tienen que seguirme en mi fe!”. Tras oírlos, mi marido también claudicó y dijo: “Ya no puedo creer en Dios Todopoderoso contigo. Yang nos ha ayudado mucho, nos casamos porque ella nos presentó. Si creo en Dios Todopoderoso, la decepcionaría, y como mi madre se opone tanto, no toleraría pelear por esto todos los días”. Me enojé mucho al oír esto y dije: “Has leído mucho de la palabra de Dios Todopoderoso, sabes que Dios Todopoderoso es el Señor Jesús retornado, pero no estás dispuesto a seguirlo solo por proteger tu relación con Yang. ¿Crees en las personas o crees en Dios?”. Mi esposo dudó y luego dijo: “Reconozco que este es el camino verdadero, pero Yang dice que si seguimos creyendo en Dios Todopoderoso, ya no nos ayudarán más. No puedo seguir en esta fe”.
Después, mi suegra se interpuso mucho en mi camino. Una vez, me dijo: “Nuestra familia sería feliz si practicáramos nuestra fe en el Señor juntos. Si insistes en creer en Dios Todopoderoso y mi hijo y yo creemos en el Señor Jesús, ¿podrán seguir juntos a medida que pase el tiempo, a pesar de tener ideales y sendas diferentes? ¿Acaso una mujer no necesita establecer una familia en cierto punto? ¿Quién te cuidará cuando seas vieja? Si tienes una jaqueca o fiebre, ¿quién te cuidará? Mi hijo te ama, pero si insistes en creer en Dios Todopoderoso, terminarán divorciándose, y, cuando eso suceda, no tendrás hogar. Te digo todo esto por tu propio bien. ¡Piénsalo bien!”. En ese momento, sentí algunas dudas. ¿Se destruiría la familia si yo mantenía mi fe en Dios Todopoderoso? La mayor alegría en la vida de una mujer es hallar un buen marido y tener una familia estable. No quería perder a esta familia, entonces, ¿debería escuchar a mi suegra y renunciar a mi fe en Dios Todopoderoso? Al pensarlo así, me sentí muy culpable. ¿No había anhelado el regreso del Señor durante mis años de fe en Él? El Señor Jesús ha regresado, si no lo seguía, ¿aún se me consideraría creyente? No podía renunciar a seguir a Dios. En ese momento, aún tenía un poco de esperanza por mi esposo. Sentía que si seguía leyéndole la palabra de Dios todos los días, él cambiaría de idea y podría seguir creyendo conmigo. Después de esto, cada vez que tenía tiempo, le leía la palabra de Dios a mi esposo. Siempre cocinaba buena comida para la familia y mantenía toda la casa limpia y ordenada. Sin importar qué dijera mi suegra de mí, yo le mostraba el mismo respeto filial de siempre, con la esperanza de que eso conmoviera a mi esposo, y de que siguiéramos creyendo en Dios Todopoderoso juntos. Pero, a pesar de lo mucho que me esforzaba, mi esposo se enojaba cuando yo mencionaba a Dios Todopoderoso y se quedaba dormido cuando le leía la palabra de Dios. Ver así a mi esposo enfrió mi corazón. En ese momento, me di cuenta de que las ovejas de Dios oyen Su voz, que la fe de mi esposo no era sincera, que él no era alguien que buscara la verdad, y que yo no debía apoyarme en mis emociones para arrastrarlo, ya que esto no concordaba con la voluntad de Dios. Si alguien no es una oveja de Dios y no ama la verdad, no importa cuánto lo intentes, todo será en vano. Toda la familia puede creer, pero no hay garantía de que todos sean arrebatados. Esto también cumple la profecía del Señor Jesús: “En aquella noche estarán dos en una cama; uno será tomado y el otro será dejado” (Lucas 17:34). “Entonces estarán dos en el campo; uno será llevado y el otro será dejado” (Mateo 24:40).
Después de un tiempo, la persecución de mi esposo y de mi suegra fue cada vez más severa. Un día, la hermana Li me llevó algunos libros de la palabra de Dios, y mi suegra se paró en el patio gritándole insultos, llamando mucho la atención por la conmoción. Yo estaba despidiendo a la hermana Li cuando mi suegra le gritó a mi esposo: “¡Dale una paliza a Zheng Lan por mí!”. Entonces mi esposo tomó una gallina y me la arrojó con violencia, como un loco. La esquivé y la gallina golpeó contra la puerta de hierro detrás de mí y cayó, muerta. Al ver que mi esposo no me había dado, mi suegra gritó fuerte: “¡Pégale! ¡Pégale!”. Los ojos de mi esposo estaban inyectados con sangre, corrió hacia mí gritando: “¡Parece que quieres una paliza! ¡Hoy la recibirás! Si sigues creyendo en Dios Todopoderoso, ¡puedes irte!”. Me dio miedo ver a mi esposo, que siempre había sido gentil conmigo, volverse tan feroz y demoníaco. ¿Cómo podía odiarme como si fuera su enemiga? Estaba muy desilusionada al ver que quería matarme para sacar el odio que llevaba dentro. Al verlo levantar su puño para pegarme, rápidamente clamé a Dios en mi corazón para que me protegiera. Con calma, le dije a mi esposo: “El Señor Jesús nos ensenó a amar incluso a nuestros enemigos. No soy tu enemiga, y no te he perjudicado de ningún modo, entonces, ¿por qué me pegas? Al hacer esto, ¿siquiera crees en el Señor?”. Cuando dije eso, dejó de golpearme. Mi suegra, sin embargo, seguía, implacable, y dijo: “La ira me matará si Zheng Lan sigue creyendo en Dios Todopoderoso. En esta familia, es ella o yo. ¿Quieres una esposa o a mí?”. Más tarde, mi esposo se arrodilló ante mí y me dijo, llorando: “Te ruego que, por favor, dejes de creer en Dios Todopoderoso. No debería haber perdido los estribos, y nunca más volveré a pegarte. Solo hazme caso esta vez y devuelve esos libros. Si enojas a mi madre y se muere, tendremos reputación de ser malos hijos, y deberemos vivir el resto de nuestras vidas en desgracia. Si no enojas a mi madre, un día te llevaré a vivir a la ciudad y ahí podremos creer en Dios Todopoderoso juntos”. No supe qué hacer al ver a mi esposo tan alterado. Sabía que Dios Todopoderoso había expresado muchas verdades para salvar al hombre y que debía creer en Él. Pero no quería perder esta familia. No pude contener las lágrimas. Si él podía cambiar de opinión y creer en Dios Todopoderoso conmigo, eso sería maravilloso. Pero ¿qué haría si no le hacía caso, él se alteraba más y algo salía mal? Lo que es más, si de verdad enfurecía a mi suegra, no solo me etiquetarían de no ser buena nuera, mi esposo me echaría de la casa. Pensar en estas consecuencias me hizo sentir cansada y débil. Sentía que estaba en una encrucijada y que no podía superar esta situación. Entonces, tomé una decisión de la que todavía me arrepiento,
Unos días después, una hermana vino para reunirse conmigo, y, sintiéndome desamparada, le dije: “Debes llevarte estos libros de la palabra de Dios para calmar a mi suegra. Mi esposo y yo volveremos a practicar nuestra fe cuando nos mudemos”. La hermana me urgió a reconsiderar, pero para proteger a la familia, tras muchas dudas, hice que se llevara los libros de la palabra de Dios. Cuando ya no tenía los libros, yo pasaba los días intranquila y deprimida, como si mi corazón estuviera vacío. No podía comer ni dormir, y de verdad me dolía el corazón. Mi suegra estaba feliz de ver que yo ya no leía la palabra de Dios Todopoderoso ni asistía a las reuniones, y se paraba en el patio, cantando, y cantaba más fuerte cuando me veía. Yo sentía que Satanás se burlaba de mí. Sentía muchos remordimientos y me odiaba por haber devuelto los libros de la palabra de Dios. Al ver lo apática que estaba cada día, mi esposo me llevaba de compras y a visitar parientes. Cuando vi a mi esposo entre los incrédulos, fumando, bebiendo, jugando y emborrachándose, sin siquiera la apariencia de ser creyente, me sentí muy decepcionada. Por fin recobré el sentido. Mi esposo sabía con claridad que Dios Todopoderoso era el regreso del Señor Jesús, pero elegía obedecer a Yang y a mi suegra. No solo no creía en Dios Todopoderoso, además, me perseguía y evitaba que yo creyera. Ya ni siquiera seguía las palabras del Señor Jesús, no oraba al Señor ni leía la Biblia, sino que fumaba y bebía. Su discurso y su conducta no eran cristianas para nada. Era un incrédulo, entonces, ¿cómo podría creer en Dios Todopoderoso conmigo? De repente me di cuenta de que mi esposo me dijo que un día creería en Dios Todopoderoso conmigo para engañarme y que devolviera los libros de la palabra de Dios, para evitar que siguiera a Dios Todopoderoso, para aplacar a su madre y que yo sirviera a su familia incondicionalmente. ¿No era, acaso, uno de los trucos de Satanás para separarme de Dios y hacer que lo traicionara? Había sido muy ciega e ignorante al permitir que los trucos de Satanás tuvieran éxito. Extrañaba mucho los días de reunirme y leer la palabra de Dios con los hermanos y hermanas, y extrañaba la alegría que acompañaba a la palabra de Dios. Después, fui a buscar una hermana con la que me había reunido, pero ella ya se había mudado, y yo no sabía dónde vivían los demás hermanos y hermanas. Llorando, oré a Dios y le pedí que me guiara. Recordé que aún había una grabación con los himnos de las palabras de Dios en casa. Me entusiasmé mucho y agradecí a Dios una y otra vez. El primer himno que escuché fue “Los días sin Dios están llenos de dolor”. “Cuando uno no tiene a Dios, cuando no puede verlo, cuando no puede reconocer claramente la soberanía de Dios, cada día carece de sentido, es vano, miserable. Allí donde uno esté, cualquiera que sea su trabajo, sus medios de vida y la persecución de sus objetivos no le traen otra cosa que una angustia infinita y un sufrimiento que no se pueden aliviar, de forma que uno no puede soportar mirar hacia su pasado. Solo cuando uno acepta la soberanía del Creador, se somete a Sus orquestaciones y disposiciones y busca la verdadera vida humana, empezará a librarse gradualmente de toda angustia y sufrimiento, y a deshacerse de todo el vacío de la vida” (Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos). No pude evitar llorar mientras escuchaba. Me arrodillé y oré a Dios: “¡Oh, Dios! Mis días sin Ti han sido en verdad oscuros y dolorosos. No he tenido esperanza en mi vida, y he sentido que era mejor morir. Fuiste piadoso conmigo para que yo pudiera estar ante Ti, e hiciste que los hermanos y hermanas siguieran regándome y apoyándome. Todo esto es Tu amor. Pero yo no supe atesorar esto y Te traicioné para proteger a mi familia. En verdad no tenía conciencia. Dios, he sido muy rebelde, y aún así, Tú me esclareces y conmueves mi corazón con Tus palabras. De verdad estoy en deuda contigo. Quiero corregirme. No importa cuánto me persiga mi familia, Te seguiré con todo mi corazón”. Tras orar, me sentí cómoda y en paz. Para mi sorpresa, al día siguiente me encontré con una hermana en la calle. Yo estaba exultante, como si hubiera visto a un pariente al que había perdido hacía mucho. Sabía que era el amor de Dios por mí, y agradecí a Dios desde el fondo de mi corazón.
Cuando mi esposo vio que yo había empezado a asistir a reuniones otra vez, quiso destruir mi bicicleta y amenazó con pegarme. Mi suegra empezó a perseguirme como antes otra vez, pero sin importar cuánto me persiguieran, yo no me rendía. Para poder reunirme con normalidad, debía levantarme temprano y acostarme tarde todos los días para terminar mis tareas domésticas lo más rápido posible y así tener tiempo de reunirme y leer la palabra de Dios. Aunque yo hacía todas las tareas domésticas y a veces estaba completamente agotada, la actitud de mi esposo y de mi suegra hacia mí no mejoraba en lo más mínimo. La persecución empeoró. Cuando me veían leyendo la palabra de Dios, se burlaban de mí y decían: “¿Leer un libro puede reemplazar una comida? ¿Quién trabaja si estás holgazaneando?”. Una vez, quise descansar un día porque me dolía el estómago y no podía trabajar, y mi esposo me dijo, enojado: “¿Qué hay de las cosas que quiero que hagas? Si tú no las haces, ¿quién las hará?”. Mi suegra me trajo un par de analgésicos, me obligó a tomarlos y volver a trabajar. Ver que me trataban así me rompió el corazón. Sufría y trabajaba como perro por esta familia, todos los días, y ellos no tenían ni la más mínima preocupación o consideración por mí. En esta casa no podía leer la palabra de Dios y ni siquiera tenía derecho a descansar cuando estaba enferma. ¿Acaso era la familia que quería? ¿Esto era “felicidad”? Vivir así es muy opresivo y doloroso. Leí la palabra de Dios: “Perniciosas influencias en lo profundo del corazón humano, como resultado de miles de años ‘del elevado espíritu nacional’ y el pensamiento feudal han dejado a las personas atadas y encadenadas, sin una pizca de libertad. Como resultado, son personas sin aspiraciones ni perseverancia, ni deseo de progresar, sino que permanecen pasivos y retrógrados, con una mentalidad de esclavos particularmente fuerte, y así sucesivamente, estos factores objetivos les han impartido una desagradable imagen, de indeleble suciedad, a la actitud ideológica, los ideales, la moralidad y el carácter humanos. Al parecer, los seres humanos están viviendo en un mundo oscuro de terrorismo y nadie busca trascenderlo, nadie piensa en avanzar a un mundo ideal. Se contentan con su suerte en la vida y pasan sus días teniendo hijos y criándolos, esforzándose, sudando, atendiendo sus quehaceres, soñando con una familia agradable y feliz, el afecto conyugal, la piedad filial por parte de los hijos, unos últimos años gozosos y vivir una vida apacible… Durante decenas, millares, decenas de millares de años hasta ahora, las personas han malgastado así su tiempo; nadie ha creado una vida perfecta. Se han limitado a masacrarse unos a otros en este mundo oscuro, luchando por fama y fortuna, en intrigas los unos contra los otros. ¿Quién ha buscado alguna vez la voluntad de Dios? ¿Alguna vez le ha prestado alguien atención a la obra de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (3)). Cuando terminé de leer la palabra de Dios, las lágrimas caían por mi rostro. La palabra de Dios revelaba mi estado. Me regía tanto esta forma de pensar feudal que no tenía libertad. Desde pequeña, me habían controlado ideas como “cásate joven para tener compañía en la vejez” y “tu esposo es tu roca y tu familia es tu refugio”, por lo que siempre había soñado con tener un hogar feliz, felicidad conyugal, una familia armoniosa y una vida llena de alegría. Pero la realidad difería por completo de lo que yo había querido. Mi primer matrimonio había sido infeliz, mi esposo me había oprimido en mi fe y me había golpeado mucho. Tras establecer un hogar con mi siguiente esposo, yo de verdad atesoraba a esa familia, y, para llevar una vida feliz, trabajaba desde que salía hasta que se ponía el sol sin quejarme para hacer las tareas domésticas, me agotaba hasta que me dolía la espalda. Pero a mi esposo y a mi suegra yo no les importaba, también me perseguían, me obstaculizaban, no me dejaban leer la palabra de Dios Todopoderoso y me obligaban a seguir trabajando incluso si estaba enferma. Era como una esclava. ¡Esto no era una familia! Sin esta familia, al menos podría creer en Dios con libertad, leer Su palabra y reunirme y hablar a menudo con hermanos y hermanas. Esta familia me estaba asfixiando, eran mi prisión y mis cadenas. No era de beneficio para mi fe ni para el cumplimiento de mi deber. Esta familia arruinaría mi vida. Por fin desperté. Siempre había fantaseado con tener una familia feliz, pero la gente ha sido corrompida por Satanás y está llena de actitudes satánicas. La gente es arrogante, presuntuosa, deshonesta, traicionera y egoísta. No hay posibilidad de que el matrimonio feliz que alguna vez añoré exista en este mundo. Las ideas como: “cásate joven para tener compañía en la vejez” y “tu esposo es tu roca y tu familia es tu refugio” solo son mentiras que Satanás usa para engañar a la gente, ¡trucos que usa para dañar a la gente! Gracias a la revelación de la palabra de Dios, gané un poco de discernimiento sobre la esencia de mi familia. ¡Había sido muy ciega e ignorante! Al creer en Dios, yo estaba en la senda correcta y ya no podía ser limitada por ellos. Debía seguir reuniéndome y cumpliendo mi deber siempre. Por eso, le dije a mi esposo: “Solo me uní a ti por tu fe en Dios. Ahora, yo recibo el regreso del Señor, incluso si tú no crees, yo debo hacerlo. Aunque nos divorciemos, seguiré yendo a reuniones y difundiendo el evangelio”. Al ver mi determinación, acordó ya no interponerse en mi camino. Pero las cosas buenas no duraron, y pronto empezó a perseguirme otra vez.
Una vez, algunos hermanos y hermanos fueron a mi casa a una reunión. Una de las hermanas tenía una rueda de su bicicleta en llanta, por lo que busqué un inflador. Pero, al ver esto, mi suegra entró como una tromba y me quitó el inflador con una expresión feroz. La hermana estaba aterrada, y mi suegra me reprendió, apretando los dientes: “No te permito creer en Dios Todopoderoso, pero insistes en hacerlo. Te mostraré cómo son las cosas. Prefiero que te vayas de aquí a dejarte creer en Dios Todopoderoso…”. Mientras decía esto, empezó a golpearme y a gritarme al mismo tiempo. Me golpeó tanto que empezó a zumbarme la cabeza. Al ver que me golpeaba, los hermanos y hermanas intentaron detener a mi suegra, pero ella les gritó: “Haré que todos terminen en la Oficina de Seguridad Pública, ¡veremos si pueden creer en Dios Todopoderoso!”. En este punto, una multitud se había reunido en la calle para ver la conmoción. Creía que mi esposo me ayudaría a calmarla, pero, para mi sorpresa, por la agitación de su madre, él me golpeó en la nuca, y me desmayé. El golpe de mi esposo enfrío mi corazón por completo y empecé a hacer introspección: ¿de qué me sirve mantener a esta familia?
Después, recordé la palabra de Dios: “¿Por qué un esposo ama a su esposa? ¿Y por qué una esposa ama a su esposo? ¿Por qué los hijos son diligentes a sus padres? ¿Y por qué los padres adoran a sus hijos? ¿Qué clase de intenciones realmente albergan las personas? ¿No es su intención satisfacer los planes propios y los deseos egoístas? […] Las personas hoy en día tienen relaciones físicas entre ellas, así como asociaciones de sangre, pero en el futuro todo esto se hará pedazos. Creyentes e incrédulos no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Gracias a la revelación de la palabra de Dios, entendí que todas las personas han sido corrompidas por Satanás y que todos son egoístas. Los matrimonios solo permanecen juntos para satisfacer sus propios deseos egoístas y para usarse mutuamente. La ternura y el cariño de mi esposo por mí solo eran para usarme para que yo cuidara a los niños y a los ancianos, e hiciera las tareas domésticas por él, y yo solo me casé con él para que él fuera mi protección. ¿Cómo puede haber amor verdadero en una relación así? Esto no es amor verdadero. Mi esposo siempre obstaculizaba que yo creyera en Dios y leyera Su palabra, y Dios lo había expuesto como alguien que no cree de verdad en Dios. Tal y como revela la palabra de Dios: “Creyentes e incrédulos no son compatibles, sino que más bien se oponen entre sí”. Pero yo nunca había sido capaz de abandonarlo, siempre quise mantener la familia. Fui muy tonta. Leí más de la palabra de Dios: “Cualquiera que no reconozca a Dios es un enemigo; es decir, cualquiera que no reconoce a Dios encarnado, tanto dentro como fuera de esta corriente, ¡es un anticristo! ¿Quién es Satanás, quiénes son los demonios y quiénes son los enemigos de Dios, sino los opositores que no creen en Dios? ¿No son esas las personas que son desobedientes a Dios? ¿No son esos los que verbalmente afirman tener fe, pero carecen de la verdad? ¿No son esos los que solo buscan el obtener las bendiciones, mientras que no pueden dar testimonio de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios y el hombre entrarán juntos en el reposo). Tras leer la palabra de Dios, pude ver con más claridad la esencia de mi esposo. Mi esposo decía creer en el Señor Jesús, pero, en esencia, solo quería la gracia y las bendiciones de Dios. Creería si tenía algo que ganar, pero si no, no lo haría. Cuando supo del regreso del Señor, pensó que podía entrar en el reino de los cielos y vivir, por eso lo aceptó con alegría. Pero cuando los religiosos lo perturbaron y lo rechazaron, no solo dejó de creer, también me persiguió y me obstaculizó. Su esencia era como la del diablo Satanás, el enemigo de Dios. Las esencias de las personas son diferentes, como lo son las sendas que toman, e incluso las familias pueden ser enemigas. Esto confirma por completo lo que dijo el Señor Jesús: “Los enemigos del hombre serán los de su misma casa” (Mateo 10:36). Leí más de la palabra de Dios. “¿Por qué es tan despreocupado del corazón de Dios? ¿Consiente en silencio esta opresión y dificultad? ¿Acaso no desea que llegue el día en que pueda cambiar la oscuridad por la luz? ¿No desea remediar, una vez más, las injusticias hacia la rectitud y la verdad? ¿Está dispuesto a observar, y a no hacer nada cuando las personas reniegan de la verdad y tergiversan los hechos? ¿Está dispuesto a seguir soportando este maltrato? ¿Está dispuesto a ser un esclavo? ¿A perecer a manos de Dios junto con los esclavos de este estado fallido? ¿Dónde está tu determinación? ¿Dónde está tu ambición? ¿Y tu dignidad? ¿Dónde está tu integridad? ¿Tu libertad? […] ¿Por qué no entrega su vida a Dios lo antes posible? ¿Por qué todavía vacila? ¿Cuándo puede terminar la obra de Dios? Así, sin rumbo, intimidado y oprimido, finalmente habrá pasado toda su vida en vano; ¿por qué tiene tanta prisa por llegar, y está tan apresurado por irse? ¿Por qué no guarda algo precioso que darle a Dios? ¿Ha olvidado los milenios de odio?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra y la entrada (8)). La palabra de Dios me ayudó a entender Sus intenciones urgentes. Dios se preocupa por la humanidad, y no quiere que vivamos nuestras vidas eternamente bajo las cadenas y el tormento de Satanás. Quiere que nos liberemos de las cadenas de las fuerzas de la oscuridad, que le entreguemos nuestras vidas a Él y que vivamos en la luz. Pero yo había sido muy cobarde. Mi esposo y mi suegra son el diablo, y se habían interpuesto en mi fe, me habían golpeado, burlado y perseguido, pero yo no soportaba alejarme de esta familia. Por eso toleré la injusticia y la humillación, como una esclava, mi vida giraba en torno a mi esposo y su familia, y yo perseguía cosas sin importancia. Dios me guiaba a que tomara la senda correcta, había expresado verdades que me habían permitido entender el significado y valor de la vida humana, pero yo había carecido de determinación para buscar eso. Era, en verdad, una desgraciada sin valor. El Señor Jesús dijo: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Dios me eligió y me salvó, me dio la verdad y la vida. Debería buscar y amar a Dios. Mi esposo y mi suegra se resistían a Dios y no eran dignos de mi amor ni de mi energía. Solía ser muy ignorante y ciega. Siempre buscaba la armonía conyugal y felicidad familiar. Había pasado en vano la mitad de mi vida. Debería usar el resto de mis días para satisfacer a Dios. Ahora estamos en un momento vital de difusión del evangelio del reino, y es necesario que más gente dé testimonio de la obra de Dios en los últimos días para que más gente pueda ganar la salvación de Dios en los últimos días. Yo debería cooperar con Dios y cumplir mi deber lo mejor que pueda. Es la única forma de vivir una vida con significado y valor.
Poco después, abandoné mi casa para difundir el evangelio. Hablaba sobre la palabra de Dios y cumplía mi deber con hermanos y hermanos todos los días, y mi corazón se sentía tranquilo y libre. Ahora, a veces, cuando enfrento dificultades en mi deber o cuando estoy enferma, las hermanas siempre me ayudan y me cuidan. Me tratan como familia. Este es el amor de Dios. Ahora me doy cuenta de que Dios es mi verdadera roca y la casa de Dios es mi familia verdadera. ¡Agradezco a Dios desde el fondo de mi corazón!