Cómo enfrentar una falsa denuncia

14 Feb 2025

Por Liu Na, China

Un día recibí un informe por carta en la que unos hermanos y hermanas declaraban que una líder de la iglesia, la hermana Chen Mo, era incapaz de soportar la carga de su deber y de resolver los problemas de las personas, que no hacía trabajo real y que era una falsa líder. Después de leer el informe, me apresuré a concertar una reunión con los hermanos y hermanas de esa iglesia, a fin de conocer mejor su valoración de la situación. Pero la realidad de la situación no se correspondía con el contenido del informe. Todos los hermanos y hermanas de esa iglesia dijeron que Chen Mo asumía responsabilidades en el cumplimiento de su deber, que llevaba a cabo todos los proyectos de la iglesia de forma activa, que era capaz de resolver los problemas de las personas con rapidez y que podía decirse que realizaba trabajo real. En mi interior, pensé: “El informe por carta tergiversa la situación en esta iglesia. ¿Qué está pasando aquí?”.

Tiempo después, cuando profundicé más en el asunto, descubrí que el informe por carta lo habían redactado dos miembros de la iglesia llamadas Zhao Hui y Liu Ying. Escribieron el informe porque en una ocasión habían visto a un diácono de riego llegar tarde para regar a los recién llegados, y, cuando se lo hicieron saber a Chen Mo, ella no lo reprendió, pues se había enterado de que el diácono había llegado tarde por estar atendiendo otros proyectos urgentes en ese momento, pero nunca más volvió a llegar tarde. Zhao y Liu no tuvieron en cuenta las circunstancias y sencillamente aprovecharon la ocasión para juzgar a Chen Mo por no resolver problemas, por proteger a otros miembros de rango superior y por no hacer trabajo real. Además, Zhao y Liu no lo dejaron estar. A menudo, juzgaban a Chen Mo y a otros diáconos durante las reuniones, afirmando que solo se protegían los unos a los otros, que no hacían trabajo real y que eran líderes y obreros falsos. Este trastorno afectó a la vida de la iglesia y la propia Chen Mo se sumió en la negatividad, lo cual dificultó aún más el trabajo de la iglesia. Cuando supe del comportamiento de Zhao y Liu, recordé que, cuando yo era líder en esa iglesia unos años antes, las dos se unieron para atacar a líderes y obreros e incluso denominaron “injusta” la expulsión de un anticristo. La forma en que echaban leña al fuego perturbaba profundamente la vida de la iglesia. Por aquel entonces, yo acababa de convertirme en líder. Era la primera vez que me enfrentaba a una situación así y todavía era relativamente nueva en la fe; por tanto, me sentía bastante limitada y no me atrevía a denunciarlas ni a imponerles restricciones. El revuelo provocado se prolongó durante más de medio año. Solo dejaron de causar problemas cuando vino un líder de rango superior y les explicó la naturaleza de su comportamiento malvado, así como sus consecuencias. Como dejaron de trastornar la vida de la iglesia y afirmaron estar dispuestas a arrepentirse, se les permitió quedarse en la iglesia bajo supervisión. Pero resultó que volvieron a causar problemas y perturbaciones, a atacar a líderes y obreros y a juzgarlos. Zhao y Liu a menudo criticaban y condenaban a líderes y obreros, creando el caos en el seno de la iglesia, y seguían sin querer arrepentirse. Teniendo en cuenta su comportamiento constante, era obvio que poseían la esencia-naturaleza de las personas malvadas. Al percatarme de esto, pensé: “Esta vez, debo desenmascararlas y ponerles freno. No puedo permitir que sigan haciendo el mal y perturbando la iglesia”. Pero entonces también pensé: “Les gusta criticar a los líderes y causar problemas. ¿Y si me pillan diciendo algo incorrecto o metiendo la pata?”. Pensé en que, anteriormente, cuando estaba gestionando el caso de un anticristo, este último me denunció dos veces. ¿Qué pensarían de mí los hermanos y hermanas si Zhao y Liu me denunciasen y tergiversasen los hechos? ¿Sospecharían que había algo malo en mí o que era una falsa líder, dado que había sido blanco de repetidas denuncias? ¿Y si me destituían por ello? Cuanto más lo pensaba, más miedo sentía y más incapaz era de reunir el valor para enfrentarme a ellas. En aquel momento tenía mucho trabajo que atender, así que fui demorando la gestión del informe por carta.

Unos diez días más tarde, los líderes superiores me escribieron para preguntarme por mis avances con el informe por carta. Cuando les dije que aún no había hablado con Zhao Hui y Liu Ying, los líderes me instaron a abordar el asunto lo antes posible. Me di cuenta de que sería increíblemente irresponsable por mi parte si no resolvía la situación de inmediato, así que decidí escribir a Zhao y Liu a fin de fijar una hora para reunirme con ambas y verificar su mal comportamiento. Para mi sorpresa, justo al día siguiente, recibí otro informe suyo, denunciando a Chen Mo por no realizar trabajo real y por no resolver problemas reales. Parte del contenido del informe tergiversaba los hechos y era necesario consultar sobre algunas cuestiones y confirmarlas. Al ver lo malvadas que eran y como informaban e inculpaban a Chen Mo con una actitud tan intransigente, me dio un poco de miedo y pensé: “¿Qué haré si unen fuerzas para atacarme cuando las exponga cara a cara? ¿Y si encuentran fallos en mi trabajo o presentan un informe por carta tergiversando los hechos totalmente?”. Cuantas más vueltas le daba, más me invadía el temor. Con sensación de impotencia, oré a Dios: “Dios mío, frente a las personas malvadas que perturban la vida de la iglesia, sé que debo plantarme y desenmascararlas para proteger el trabajo de la iglesia, pero me noto asustadiza y temerosa. Por favor, guíame para poner en práctica la verdad y para no dejar que estas personas malvadas me limiten”. Entonces encontré un pasaje de las palabras de Dios que dice: “Los anticristos tienen actitudes extremadamente crueles. Si intentas podarlos o dejarlos en evidencia, te odiarán y te clavarán los dientes como si fueran serpientes venenosas y, por mucho que lo intentes, no podrás desprenderte de ellos ni quitártelos de encima. ¿Sentís temor cuando os encontráis con tales anticristos? Algunas personas sienten temor y dicen: ‘No me atrevo a podarlos. Son tan feroces como serpientes venenosas y, si se enroscan en mí, estaré acabado’. ¿Qué clase de personas son estas? Tienen una estatura demasiado pequeña, no sirven para nada, no son los buenos soldados de Cristo y no pueden dar testimonio de Dios. Entonces, ¿qué debéis hacer cuando os encontráis con tales anticristos? Si te amenazan o intentan quitarte la vida, ¿tendrías miedo? […] Las personas temen todo el tiempo que los anticristos encuentren algo que usar en su contra para vengarse de ellas. Pero ¿no teméis ofender a Dios y provocar Su desdén? Si temes que un anticristo encuentre algo que usar en tu contra para vengarse de ti, ¿por qué no buscas pruebas de las acciones malvadas de ese anticristo para reportarlo y desenmascararlo? Con eso ganarás la aprobación y el apoyo del pueblo escogido de Dios y, más importante aún, Dios recordará tus buenas obras y acciones rectas. ¿Por qué no hacer eso, entonces? El pueblo escogido de Dios siempre debe tener presente la comisión de Dios. La depuración de las personas malvadas y de los anticristos es siempre la parte más decisiva de la batalla contra Satanás; si se gana esa batalla, se convertirá en el testimonio de un vencedor. La batalla contra los diablos y satanases es un testimonio vivencial que el pueblo escogido de Dios debe tener, y una realidad-verdad que los vencedores deben poseer. Dios les ha concedido mucha verdad a las personas; te ha guiado durante mucho tiempo y te ha proporcionado tanto con el objetivo de que des testimonio y protejas la obra de la iglesia. Resulta que, cuando las personas malvadas y los anticristos llevan a cabo acciones malvadas y perturban la obra de la iglesia, te vuelves asustadizo y retrocedes, huyendo y cubriéndote la cabeza con las manos. Eres un bueno para nada. No puedes vencer a los satanases, no has dado testimonio y Dios te detesta. En este momento crucial debes levantarte y librar una guerra contra los satanases, sacar a la luz las acciones malvadas de los anticristos, condenarlos y maldecirlos, dejarlos sin un lugar donde esconderse y depurarlos de la iglesia. Solo eso se puede considerar vencer a los satanases y sellar su sino. Eres un miembro del pueblo escogido de Dios, un seguidor de Dios. No puedes temer a los desafíos; debes actuar de acuerdo con los principios-verdad. Eso es lo que significa ser un vencedor. Si temes a los desafíos y transiges porque tienes miedo de que las personas malvadas o los anticristos tomen represalias, entonces, no eres un seguidor de Dios ni un miembro de Su pueblo escogido. Eres un bueno para nada, eres incluso inferior a la mano de obra(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). Las palabras de Dios eran muy incisivas. ¿Acaso yo no era igual que los desdichados inútiles de los que Dios hablaba? Dado que había personas malvadas en la iglesia que interrumpían la vida de la iglesia, mi deber como líder era posicionarme, desenmascararlas y ponerles freno, a fin de proteger el trabajo de la iglesia. Pero en el momento clave me invadió la timidez y me eché atrás. Como sabía que Zhao y Liu solían tergiversar los hechos, criticaban los fallos de las personas y me habían atacado en el pasado, temía que si las ofendía volvieran a causar problemas y a tomar represalias contra mí. Así que, para protegerme, pospuse abordar el problema y dejé que siguieran criticando y atacando a líderes y obreros, y perturbando la vida de la iglesia. ¿Dónde estaba mi testimonio? ¿No estaba protegiendo a las personas malvadas y perjudicando los intereses de la iglesia? Dios aborrece este comportamiento. Al caer en la cuenta, me enojé conmigo misma y con mi increíble egoísmo. No podía seguir siendo una desdichada inútil, que eludía su deber y rehuía el conflicto. Tenía que tomar partido y proteger el trabajo de la iglesia.

Al día siguiente, llamé a Zhao y Liu. En cuanto me vieron, comenzaron a interrogarme: “¿Qué trabajo estás haciendo? ¿Estás procesando el caso de un falso líder? ¿O acaso los líderes y los obreros te han enviado aquí para comunicarte con nosotras?”. Cuando les dije que estaba allí para verificar el contenido del informe por carta, comenzaron a tergiversar los hechos para atacar y criticar de nuevo a Chen Mo, afirmando que a menudo no acudía a las reuniones de grupo, no resolvía los problemas de los hermanos y las hermanas y no se ocupaba de los recién llegados. Seguían quejándose de que el diácono de riego no había llegado a tiempo a la reunión con los recién llegados, y dijeron que Chen Mo no hacía trabajo real. Incluso la calumniaron acusándola de haberlas condenado y reprimido por haber señalado algunas de sus deficiencias. Su actitud era tan prepotente que volví a vacilar: “Carecen de humanidad y siempre están creando problemas. Los líderes y los diáconos han hablado con ellas sobre Chen Mo, pero ellas siguen sin dejarlo estar. Si las desenmascaro ahora a la cara, podrían enfadarse y entonces quién sabe lo que harían”. Estaba muy preocupada e incluso lamentaba haber ido a ocuparme de este informe por carta. En mi interior, pensé: “Puedo limitarme a escribir una carta a los líderes superiores para informarles sobre la situación y delegarla en ellos. De esta forma, no tengo que enfrentarme a Zhao y Liu ni angustiarme por ello”. Así que respondí superficialmente a sus preguntas y me fui a toda prisa. A continuación, escribí una carta a los líderes superiores sobre la verificación del informe de denuncia y sobre el comportamiento de Zhao y Liu. Dos días después, los líderes me respondieron diciendo: “Nos has contado el problema actual con Zhao Hui y Liu Ying, pero no nos has indicado cómo piensas resolverlo. Simplemente nos lo has endosado. ¿Qué opinas sobre esta situación?”. Tras leer esto, me sentí bastante mal. Ya había determinado que Zhao y Liu eran básicamente unas personas malvadas, dado que continuamente encontraban faltas en los demás, los criticaban y atacaban, interrumpían la vida de la iglesia y se negaban a arrepentirse. Si se les permitía quedarse, se agravaría aún más la perturbación del trabajo de la iglesia. Con arreglo a los principios, ellas deberían haber sido depuradas de la iglesia inmediatamente, pero para protegerme a mí misma, yo había delegado mi responsabilidad en los líderes superiores. Fui muy falsa.

Más tarde, tras leer los dos siguientes pasajes de las palabras de Dios, entendí mejor la naturaleza de mis actos y sus consecuencias. Las palabras de Dios dicen: “A menudo hablamos sobre los anticristos y las personas malvadas y los diseccionamos, y comentamos cómo discernirlos y reconocerlos, todo con la finalidad de hablar claramente sobre la verdad y de dotar a la gente de discernimiento hacia ellos para que puedan desenmascararlos. De esta manera, el pueblo escogido de Dios ya no estará desorientado ni perturbado por los anticristos y podrá librarse de la influencia y las ataduras de Satanás. Algunas personas, de todos modos, albergan todavía en su corazón filosofías para los asuntos mundanos. No intentan discernir a las personas malvadas y a los anticristos, sino que cumplen el rol de complacientes. No luchan contra los anticristos, no les ponen límites claros y toman una postura debilitada, neutral, para proteger sus propios intereses. Permiten que esos diablos —estas personas malvadas y anticristos— permanezcan en la casa de Dios, invitando al peligro al promover a diablos. Permiten que estos diablos perturben de manera descontrolada la obra de la iglesia y el cumplimiento del deber de los hermanos y hermanas. ¿Qué papel cumplen estas personas? Se convierten en un escudo de los anticristos y en sus cómplices. Aunque tal vez no hagas las mismas cosas que ellos ni cometas las mismas acciones malvadas, participas en ellas: estás condenado. Toleras y das refugio a los anticristos, permitiendo que siembren el caos a tu alrededor sin que tomes ninguna acción ni hagas nada. ¿Acaso no estás participando en la maldad de los anticristos? Esa es la razón por la que algunos falsos líderes y personas complacientes se convierten en cómplices de los anticristos. Cualquiera que presencie cómo los anticristos perturban la obra de la iglesia, pero no los exponga ni les trace límites claros, se convierte en su lacayo y en su cómplice. No es sumiso ni leal a Dios. En los momentos cruciales de la batalla entre Dios y Satanás, se pone del lado de Satanás, protege a los anticristos y traiciona a Dios. Dios detesta a tales personas(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). “En cada iglesia hay personas complacientes que no disciernen a los malvados que manipulan y sabotean las elecciones. Aunque tengan un poco de discernimiento, ignoran la situación. Su actitud hacia cualquier problema que surja en las elecciones en la iglesia es: ‘Agua que no has de beber, déjala correr’. Piensan que no importa quién sea el líder, que eso no tiene nada que ver con ellas. Mientras puedan vivir felices su día a día ya les va bien. ¿Qué opinas de personas así? ¿Es alguien que ame la verdad? (No). ¿Qué clase de gente es? Son individuos complacientes y también se les puede llamar incrédulos. Estas personas no persiguen la verdad; solo buscan tener una vida fácil y codiciar la comodidad carnal. Son demasiado egoístas y escurridizas. ¿Hay mucha gente así en la sociedad? No importa el partido político que esté en el poder y quién ocupe los cargos oficiales, las quiere todo el mundo y pueden manejar sus relaciones sociales con mucho éxito y viven con comodidad; independientemente del movimiento político que surja, no se dejan atrapar en sus redes. ¿Qué tipo de personas son? Son los individuos más falsos y escurridizos, conocidos como ‘anguilas escurridizas’ o ‘víboras viejas’. Viven según las filosofías de Satanás, sin ni pizca de principios. Complacen, adulan y destacan los méritos de quienquiera que esté en el poder. No hacen más que defender a sus superiores y nunca los ofenden. Por muchas maldades que cometan sus superiores, ni se oponen a ellos ni los apoyan, sino que se reservan sus pensamientos bien adentro. Sin importar quién esté en el poder, son muy queridos. A Satanás y a los reyes diablos les gustan este tipo de personas. ¿Por qué les gustan estas personas a los reyes diablos? Porque no se inmiscuyen en sus asuntos ni suponen amenaza alguna para ellos. Esta clase de personas carecen de principios y de fundamento para su conducta propia, no poseen integridad ni dignidad; se limitan a seguir las tendencias de la sociedad, se postran ante los reyes diablos y se adaptan a sus gustos. ¿Acaso no hay también gente así en la iglesia? ¿Pueden ser vencedores estas personas? ¿Son buenos soldados de Cristo? ¿Son testigos de Dios? Cuando la gente malvada y los anticristos asoman la cabeza y perturban la obra de la iglesia, ¿pueden estos individuos alzarse y guerrear contra ellos, ponerlos al descubierto, discernirlos, renegar de ellos, acabar con sus acciones malvadas y dar testimonio de Dios? Lo más seguro es que no puedan. Estas anguilas escurridizas no son aquellas a las que Dios perfeccionará o salvará. Nunca dan testimonio de Dios ni defienden los intereses de Su casa. Tal como Dios los contempla, no son los que lo siguen ni se someten a Él, sino individuos que causan problemas a ciegas, miembros de la pandilla de Satanás; son aquellos a los que descartará cuando haya terminado Su obra. Dios no aprecia a estos desgraciados. No tienen ni la verdad ni la vida; son bestias y diablos; no se merecen la salvación de Dios ni disfrutar de Su amor. Por tanto, Dios los rechaza y descarta con facilidad y la iglesia debería echarlos de inmediato por incrédulos(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (19)). De las palabras de Dios aprendí que, cuando los anticristos y las personas malvadas interrumpen la vida de la iglesia y el trabajo de la misma, Dios observa si las personas deciden proteger los intereses de la iglesia o los suyos propios. Si optan por protegerse y dejar que las personas malvadas y los anticristos trastornen y perturben el trabajo de la iglesia, entonces, a los ojos de Dios, son ladinos, falsos, egoístas y despreciables. Dios no perfecciona a tales personas e incluso las condena y las descarta. Al reflexionar sobre las palabras de Dios, me preocupé muchísimo. Sabía perfectamente que Zhao Hui y Liu Ying perturbaban continuamente la vida de la iglesia y que atacaban y criticaban a los líderes, lo cual hacía que estos fueran incapaces de llevar a cabo sus deberes adecuadamente y dificultaba el trabajo de la iglesia. Sin embargo, yo vivía conforme a filosofías satánicas como “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “El sensato se protege nada más que para no equivocarse” y “Cuantos menos problemas, mejor”. Y, como consecuencia, no me pronuncié para desenmascararlas y ponerles freno, a pesar de haber sido testigo directo de sus fechorías e interrupciones. Me preocupaba que si las ofendía se fijaran en mis fallos y tomaran represalias denunciándome, así que continuamente evitaba exponerlas y eludía mi deber, llegando incluso a delegar mis obligaciones en los líderes superiores. De este modo, pensaba que podía evitar ofenderlas y que me protegía a mí misma, ¡qué egoísta y falsa por mi parte! Como líder, me correspondía tomar partido de inmediato y denunciar a las personas malvadas cuando se producían alteraciones en la vida de la iglesia, a fin de proteger a mis hermanos y hermanas, pero yo no estaba cumpliendo con mi responsabilidad, y mucho menos mostrando mi lealtad. Gracias a estas conclusiones, finalmente entendí que, al dejar que los venenos de Satanás dictasen la forma en que vivía, carecía de cualquier atisbo de humanidad y estaba totalmente desprovista de razón o conciencia. Pensé en lo que dijo el Señor Jesús: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama(Mateo 12:30). En la guerra entre Dios y Satanás, los que no están con Dios están con Satanás. No hay término medio. No obstante, traté de ser inteligente en mi forma de tratar con las personas malvadas, optando por endosar el trabajo a los líderes superiores. Intenté mantener un término medio, anteponiendo la autopreservación a las cuestiones de principio. ¿Acaso no era esto un claro ejemplo de estar con Satanás como traición a Dios? Incluso pensé que estaba siendo inteligente al no involucrarme en el trato con las personas malvadas, pero me había convertido en víctima de mi propia inteligencia. Puede que no hubiera hecho el mal ni perturbado la iglesia como esas personas malvadas, pero no me ocupé de ellas cuando vi con claridad su maldad y perturbación. Yo había consentido sus fechorías, incluso llegando a protegerlas. Había sido partícipe de sus ofensas. ¿Dónde estaba mi conciencia, mi humanidad? No era digna de ser considerada humana. Al darme cuenta de todo esto, lamenté lo que había hecho. No había cumplido con mi deber ni preparado buenas obras. Al contrario, estaba acumulando una serie de acciones malvadas y, de continuar así, Dios me desdeñaría y me descartaría.

Después hice introspección sobre por qué temía tanto a unas personas malvadas y encontré dos pasajes de las palabras de Dios que revelan la verdad sobre los anticristos: “Piensan que la casa de Dios es lo mismo que la sociedad, que quien sea inflexible y prepotente podrá mantenerse firme, que nadie se arriesgará a tocar a aquellos que son implacables, feroces y malvados, y creen que los que aceptan recibir la poda son todos incompetentes e incapaces. Creen que nadie se atreverá a tocar a las personas que tengan algo de capacidad, que nadie se atreverá a dejar en evidencia a esas personas aunque cometan errores, ¡y que son tipos duros como el acero!(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). “Dios ha dicho: ‘Sin el permiso de Dios, le resulta difícil incluso tocar una gota de agua o un grano de arena sobre la tierra; ni siquiera es libre para mover a las hormigas sobre la tierra, y mucho menos a la humanidad creada por Dios’. ¿Hasta qué punto eres capaz de creer en estas palabras? Luchar contra los anticristos y las personas malvadas revela el tamaño de tu fe. Si tu creencia en Dios es genuina, entonces tienes una fe verdadera. Si solo crees un poco, y esa creencia es vaga y vacía, entonces no tienes una fe verdadera. Si no crees que Dios puede tener soberanía sobre todo esto y que Satanás está bajo Su dominio; si sigues temiendo a los anticristos y a las personas malvadas y puedes tolerar que cometan maldades en la iglesia y que perturben y arruinen la obra de esta; si puedes ceder ante Satanás o suplicarle piedad para protegerte a ti mismo y no te atreves a alzarte y enfrentarte a ellos y te has convertido en un desertor, en alguien complaciente y en un espectador, entonces no tienes una creencia genuina en Dios. ¡Tu creencia en Dios se vuelve un interrogante, lo que la convierte en algo tremendamente patético!(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). Después de leer las palabras de Dios, caí en la cuenta de que Dios es soberano y gobierna todas las cosas. En la casa de Dios, Cristo y la verdad son los que ejercen la autoridad. Por mucho que los anticristos y las personas malvadas campen a sus anchas por la iglesia, cometiendo fechorías y perturbando la vida de esta, solo son meros instrumentos que Dios utiliza para perfeccionar la capacidad de discernimiento de Sus elegidos. Una vez hecha su parte, son desenmascarados y descartados por Dios, uno a uno. Pero yo no reconocía la soberanía y la justicia de Dios y siempre tenía miedo a ofender a las personas malvadas. Pensaba que cuanto más autoritario e intimidante fuera uno, en la sociedad en general, menos le desafiarían y más éxito tendría. Creía que ocurría lo mismo en la casa de Dios y que si ofendía a una persona malvada, habría consecuencias negativas. Para mí, la casa de Dios era como el resto de la sociedad en la que “Es mejor reconciliarse con un enemigo que luchar contra él” y “Es mejor ofender a un caballero que a un canalla”. Influida por estas ideas, no me atrevía a dar un paso al frente y poner fin a la perturbación que estaban generando las personas malvadas en la vida de la iglesia, ya que me aterrorizaba que tomasen represalias, difundieran rumores sobre mí y me denunciaran de ser una falsa líder. Si esto me llevaba a la destitución y a no poder cumplir con mi deber, entonces nunca tendría un buen destino. Sobrestimé el poder de estas personas malvadas y rechacé por completo la justicia de Dios y el hecho de que Él gobierna sobre todas las cosas. Pensé en una persona que conocí un día, la hermana Chen Zhengxin. Cuando fue asignada para gestionar un caso de desórdenes en una de las iglesias, las personas malvadas que perturbaban esa iglesia la expulsaron, la vilipendiaron y no la dejaron asistir a las reuniones. Pero, ante aquellas malvadas, Zhengxin no mostró ni un ápice de miedo; confiaba en Dios para exponer sus fechorías y al final todas las personas malvadas fueron expulsadas de la iglesia. En cuanto a Zhengxin, no se había dejado abatir por los ataques de las personas malvadas y continuó llevando a cabo su deber en la iglesia. Su historia me sirvió de ejemplo práctico de que la verdad gobierna en la casa de Dios, que Él domina sobre todas las cosas y que, cuando hacemos lo que es recto, Dios nos elogia, nos protege y nos guía. Mi experiencia con este informe por carta también me había mostrado la seriedad con que la iglesia emprende la tarea de revisar y verificar dichos informes, y que las procesa de manera justa y equitativa conforme a los principios-verdad. Cuando Zhao Hui y Liu Ying tergiversaron la verdad en su informe por carta, y criticaron los fallos de Chen Mo, la iglesia no la destituyó con base en el informe, sino que primero consultó la valoración de la mayoría de los hermanos y hermanas para hacerse una composición de lugar tanto de las dos escritoras del informe como de la persona denunciada. Si el informe era falso, la iglesia repararía la injusticia. Si era cierto, se gestionaría conforme a los principios. En el pasado, había sido denunciada por un anticristo en dos ocasiones, pero la investigación posterior destapó que ambos informes eran falsos y, por consiguiente, la iglesia no me retiró mi deber. Fui consciente de que la iglesia lo hace todo con arreglo a los principios-verdad y que no gestionaría a la ligera el caso de una persona habiendo escuchado solamente una versión de la historia. No dañaría a una buena persona ni dejaría libres de culpa a las personas malvadas. Al pensar en ello, me parecía que mis opiniones previas eran absurdas, es decir, las opiniones de los incrédulos. A su vez, me di cuenta de que esta situación era una prueba para ver si podía inclinarme hacia la rectitud, luchar contra las fuerzas del mal y mantenerme firme en mi testimonio de Dios.

Más tarde, recordé un pasaje de las palabras de Dios, que dice: “En la iglesia, permaneced firmes en vuestro testimonio de Mí, defended la verdad; lo correcto es correcto y lo incorrecto es incorrecto. No confundáis lo negro y lo blanco. Estáis en guerra con Satanás y debéis vencerlo por completo para que nunca más vuelva a levantarse. Debéis dar todo lo que tenéis para proteger Mi testimonio. Este será el objetivo de vuestros actos, no lo olvidéis(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). A través de las palabras de Dios, aprendí que Él ama a los honestos y a los que tienen sentido de la rectitud. Tales personas son capaces de poner en práctica la verdad, defender los principios y proteger los intereses de la iglesia, y no les asusta ofender a las personas. Solo esas personas son alabadas por Dios. Al darme cuenta de esto, sentí una fe renovada y me dispuse a tomar partido a fin de proteger los intereses de la iglesia. Pensé en que, en el pasado, por sentirme limitada por unas personas malvadas, no me había atrevido a exponerlas y ponerles freno, y en que esto dio lugar a medio año de desórdenes dentro de la iglesia, lo cual afectó seriamente a la vida de la misma y a la entrada en la vida de mis hermanos y hermanas. Era un pesar con el que tendría que vivir por siempre. Sabía que esta vez debía poner en práctica la verdad y dejar de intentar protegerme como una cobarde. Debía depurar rápidamente a las personas malvadas de la iglesia, así como fomentar el discernimiento entre los hermanos y hermanas, para que no volvieran a ser desorientados y perturbados por personas malvadas. Más tarde, me reuní con Zhao Hui y Liu Ying y cité su comportamiento constante junto con las palabras de Dios para exponer y diseccionar su maldad. Después de hacerlo, me sentí muy tranquila y en paz. Poco después y, tras una votación de los hermanos y hermanas, las dos personas malvadas fueron echadas de la iglesia. Esto puso fin a un periodo de desorden en la iglesia y, entre los hermanos y las hermanas, promovió un mayor discernimiento de las personas malvadas. Di gracias a Dios por Su justicia, de todo corazón.

Gracias a esta experiencia, fui consciente de mi naturaleza egoísta y falsa, y fui testigo de la santidad de Dios y de Su justicia. Me di cuenta de que en la casa de Dios reinan la verdad y la justicia, y de que ninguna influencia maligna puede mantenerse en pie en su interior. También me percaté de que solo si practicamos la verdad y protegemos los intereses de la iglesia somos conformes a las intenciones de Dios y nos sentimos en paz. ¡Gracias a Dios!

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