Cuando mi hijo pequeño cayó enfermo
Por Yang Le, China Dios Todopoderoso dice: “Tienen una razón muy precaria, le exigen muchísimo a Dios, le piden demasiado y carecen de la...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en 2008. Mediante la lectura de la palabra de Dios, las reuniones y las enseñanzas, aprendí que, para alcanzar la salvación y un destino maravilloso, no solo debemos perseguir la verdad, sino también cumplir con nuestros deberes como seres creados. Así que juré en silencio perseguir la verdad y cumplir bien mi deber. Me di cuenta de que algunos hermanos y hermanas, que servían como líderes de la iglesia o líderes de grupo, a menudo enseñaban la palabra de Dios para resolver problemas en las reuniones, y siempre estaban ocupados con el trabajo de la iglesia. Yo pensaba que debían de haber recibido el reconocimiento de Dios y que debían de ser buscadores de la verdad para que se les asignaran deberes tan importantes, así que los admiraba profundamente. En cambio, sentía que quienes realizaban deberes ordinarios, que no requerían enseñar la verdad para resolver problemas —como recibir a otros hermanos y hermanas o realizar otras tareas generales— no se ganarían la admiración de los demás, y que en el futuro tendrían muy pocas posibilidades de salvarse. Más tarde, durante la acogida de una líder de la iglesia, vi que a menudo ella enseñaba la palabra de Dios para resolver problemas de los hermanos y las hermanas. Por tanto, yo pensaba que, sin duda, debía tener una comprensión considerable de la verdad. Cuando también me di cuenta de que los líderes de mayor rango a menudo se reunían con ella para intercambiar enseñanzas sobre la palabra de Dios, pensé que la iglesia debía estar cultivándola y que tenía una gran oportunidad de salvarse. Muerta de la envidia, se intensificaron aún más mis deseos de ser líder y me prometí a mí misma que, en el futuro, asumiría un deber importante.
Tiempo después, me convertí en líder de un grupo de riego, encargada de supervisar el trabajo de varios grupos. Estaba encantada con ello, y en mi interior pensaba: “Como el líder me ha encomendado una tarea tan importante, esto debe significar que tengo cierta realidad-verdad y que soy una perseguidora de la verdad. Al parecer tengo una oportunidad de salvarme, después de todo”. Como me di cuenta de esto, le daba gracias a Dios continuamente. Después, me apresuré a afanarme en el día a día de la iglesia, trabajando para asegurarme de que los recién llegados tuvieran lo antes posible una base sólida del camino verdadero. No obstante, como no compartía la verdad con claridad, fracasábamos continuamente a la hora de conseguir resultados en nuestro trabajo de riego y muchos recién llegados no llegaban a asistir a las reuniones con regularidad. Me ponía más nerviosa aún cuando veía que la mayoría de los recién llegados a cargo de otro líder de grupo asistían regularmente a las reuniones y cumplían sus deberes de forma activa. Pensaba: “Cuando nuestra líder vea que no he obtenido buenos resultados en mi deber, ¿pensará que no tengo la realidad-verdad y que no puedo hacer trabajo real? Si me destituyen, ¿algún día volveré a cumplir un deber tan importante como este? ¿Será el final para mí si la líder me encomienda llevar a cabo algunos asuntos generales sin importancia? No tiene importancia si mis hermanos y hermanas no me admiran, pero si pierdo la oportunidad de un destino y un resultado maravillosos, ¡eso es un problema serio! No lo puedo dejar así. ¡Tengo que reunir a todo el personal de riego y encontrar una forma de resolver este problema lo antes posible!”. Después, empecé a compartir enseñanzas con cada equipo de riego, dirigiéndolos para dar apoyo a los recién llegados que no estaban asistiendo a las reuniones y llevarlos a una asistencia habitual durante las dos siguientes semanas. Sin embargo, yo no transmitía adecuadamente cómo resolver los problemas y las dificultades reales que estábamos teniendo con el trabajo de riego para empezar. Más tarde, supe que una de las hermanas se había echado a llorar. Ella decía que mis enseñanzas no le habían dado una senda de práctica y que se sentía muy limitada por mí. Al oír esto, no solo no me paré a hacer introspección, sino que incluso seguí pensando que yo tenía razón. Después de tres meses, los grupos que supervisaba seguían sin obtener buenos resultados, y me preocupaba que la líder me destituyera. Pensaba que en cuanto me destituyeran, sería mi final. Claramente, la obra de Dios llegaba a su fin. Si me destituían y me descartaban, ¿cómo podría conseguir un destino y un resultado favorables? ¿Aun así podría salvarme? ¿Todos mis años de fe habrían sido en vano? Cuanto más lo pensaba, más pánico me daba, no sabía qué debía hacer. Al final, simplemente no estaba hecha para el trabajo y me destituyeron. La líder me encomendó acoger a hermanos y hermanas en función de las necesidades actuales de la iglesia.
Me quedé estupefacta cuando la líder me comunicó mi reasignación. “¿Acoger a hermanos y hermanas? ¿En serio soy tan mala? Quizás no lo haya hecho genial en mi trabajo de riego, pero no podía haber sido tan malo como para reasignarme a acogida. ¿Qué pensarán de mí los hermanos y las hermanas?”. Cuando recordaba que una hermana había sido reasignada a la labor de acogida durante los últimos siete años sin nunca llegar a conseguir otro ascenso, me mostraba más reticente. Pensaba que no tendría ninguna oportunidad de distinguirme en un deber tan ordinario, y que nunca me salvaría. Con todo lo que había invertido, sufrido y sacrificado durante mis años de creyente, nunca pensé que acabaría siendo del personal de acogida. ¿Qué podía esperar de mi futuro? Aun así, rechazar mi asignación sería totalmente irrazonable, así que solo me quedaba someterme. Sin embargo, me volví totalmente pasiva, cuando se trataba de encontrar un apartamento de alquiler adecuado, sentía las piernas tan pesadas que apenas podía caminar. En medio de mi sufrimiento, oré varias veces a Dios: “¡Dios mío! Sé que, con Tu permiso, la iglesia me asignó la acogida de hermanos y hermanas, pero al parecer soy incapaz de someterme. Todavía no estoy dispuesta a cumplir con este deber y me siento débil y negativa. ¡Oh, Dios! Sé que mi estado es precario. ¡Por favor, sálvame! No quiero seguir así”. Después de orar, leí unas palabras de Dios: “Estos días, la mayoría de las personas se encuentran en este tipo de estado: ‘Con el fin de ganar bendiciones, debo entregarme por Dios y pagar un precio por Él. Para conseguir bendiciones, debo abandonarlo todo por Dios; debo completar aquello que Él me ha confiado, y cumplir bien con mi deber’. Este estado está dominado por la intención de obtener bendiciones, lo que es un ejemplo de entregarse por completo por Dios con el propósito de obtener Sus recompensas y ganar una corona. Tales personas no tienen la verdad en su corazón y, sin duda, su entendimiento solo consiste en unas pocas palabras y doctrinas de las que presumen por todas partes. La suya es la senda de Pablo. La fe de tales personas es un acto de labor constante y, en lo más profundo, sienten que cuanto más hagan, más quedará probada su lealtad a Dios; que cuanto más hagan, con toda certeza Dios estará más satisfecho, y que cuanto más hagan, más merecerán que se les otorgue una corona ante Dios y mayores serán las bendiciones que obtengan. Piensan que si pueden soportar el sufrimiento, predicar y morir por Cristo, si pueden sacrificar su propia vida, y si pueden acabar todos los deberes que Dios les ha encomendado, entonces serán aquellos que obtienen las mayores bendiciones, y sin duda se les concederán coronas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). “Un anticristo considera que ser bendecido es más grande que los propios cielos, más grande que la vida, más importante que perseguir la verdad, que el cambio de carácter o la salvación personal y más relevante que desempeñar bien su deber y convertirse en un ser creado de calidad razonable. Les parece que convertirse en un ser creado dentro de lo normal, cumplir bien su deber y lograr la salvación son cosas nimias que ni merece la pena mencionar o comentar, mientras que obtener bendiciones es la única cosa en toda su vida que no se ha de descuidar. Todo lo que encuentran, sea grande o pequeño, lo relacionan con ser bendecidos, se muestran increíblemente precavidos y atentos y siempre se aseguran de tener un plan B. Así pues, cuando se ajusta su deber, si es un ascenso el anticristo pensará que tiene la esperanza de ser bendecido. Si es una degradación, de líder de equipo a sublíder de equipo, o de sublíder de equipo a miembro regular, prevén que esto es un enorme problema y piensan que sus esperanzas de recibir bendiciones son escasas. ¿Qué clase de perspectiva es esta? ¿Es adecuada? En absoluto. Es un punto de vista absurdo” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 12: Quieren retirarse cuando no tienen estatus ni esperanza de recibir bendiciones). Mediante lo que ponía al descubierto la palabra de Dios, me di cuenta de que solo vivía y me esforzaba para obtener bendiciones. Solo me entregaba a Dios y no escatimaba esfuerzos para cumplir con mi deber para recibir bendiciones. Mis creencias no eran diferentes a las de un anticristo. Pensaba que tenía muchas posibilidades de obtener bendiciones como líder, pero que, si me reasignaban de un deber importante a otro insignificante, tendría pocas posibilidades de recibir bendiciones. Echando la vista atrás, cuando empecé a creer en Dios envidiaba mucho a los líderes porque creía que llevaban a cabo deberes importantes, tenían una buena aptitud y perseguían la verdad. Creía que Dios los salvaría y perfeccionaría, y que, con toda certeza, obtendrían grandes bendiciones en el futuro. En cuanto a los que llevaban a cabo deberes insignificantes, pensaba que carecían de la realidad-verdad y que apenas tenían posibilidades de salvarse y de obtener bendiciones. Como esta idea dominaba mi forma de pensar, continuamente buscaba convertirme en líder. Como líder de grupo, cuando no obtenía resultados en mi deber, no hacía introspección; en cambio, me preocupaba el hecho de ser destituida. Para mantener mi posición y alcanzar un éxito rápido, incluso usaba mi autoridad para limitar a mis hermanos y hermanas. Cuando la iglesia me asignó la tarea de acoger a hermanos y hermanas tras mi destitución, me mostré totalmente reacia ante esta decisión. Me volví negativa y me desentendí de mi deber, pensando que —después de asumir ese rol— mis perspectivas de futuro serían desalentadoras. Cada una de estas situaciones claramente puso de manifiesto mi obsesión por obtener bendiciones. Me di cuenta de que únicamente creía en Dios, hacía sacrificios y me esforzaba para obtener bendiciones. No me estaba sometiendo a Dios ni cumpliendo en lo más mínimo con mi deber como ser creado. Tenía una relación con Dios meramente transaccional en mi deber y caminaba por la senda de un anticristo.
Más tarde, me encontré con unas palabras de Dios: “En la casa de Dios se hace referencia constante a aceptar la comisión de Dios y cumplir con el deber propio adecuadamente. ¿Cómo surge el deber? En términos generales, surge como resultado de la obra de gestión de Dios de traer la salvación a la humanidad; hablando de manera más concreta, a medida que la obra de gestión de Dios se desarrolla entre la humanidad, surgen diversos trabajos que requieren de la gente que colabore para completarlos. Esto ha hecho que surjan responsabilidades y misiones que las personas tienen que cumplir y estas responsabilidades y misiones son los deberes que Dios confiere a la humanidad. En la casa de Dios, las diversas tareas que requieren la cooperación de las personas son los deberes que han de cumplir. Entonces, ¿se diferencian los deberes entre mejores y peores, nobles y humildes o grandes y pequeños? No existen tales diferencias; todo aquello que guarde relación con la obra de gestión de Dios, sea requisito de la obra de Su casa y sea un requerimiento para la difusión del evangelio de Dios, entonces es el deber de una persona. Este es el origen y la definición del deber” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es el adecuado cumplimiento del deber?). “Para un ser creado, poder cumplir su deber como tal, poder satisfacer al Creador, es lo más hermoso entre la humanidad y algo que se debe difundir como una historia que todos elogien. Cualquier cosa que el Creador encomiende a los seres creados debe ser aceptada incondicionalmente por ellos; para la especie humana es una cuestión tanto de felicidad como de privilegio y, para todo aquel que cumpla el deber de un ser creado, nada es más hermoso ni digno de conmemoración; es algo positivo. En cuanto a cómo trata el Creador a aquellos que cumplen el deber de un ser creado y lo que Él les promete, esto es asunto del Creador; no es asunto de la humanidad creada. Dicho de forma un poco más clara y simple, es cosa de Dios y la gente no tiene derecho a interferir. Tú recibirás lo que Dios te dé y, si no te da nada, no tienes que protestar. Cuando un ser creado acepta la comisión de Dios y coopera con el Creador para cumplir el deber y hacer lo que puede, esto no es una transacción ni un trueque; las personas no deben intentar intercambiar expresiones de actitudes o acciones y comportamientos con la intención de ganar promesas o bendiciones de Dios. Cuando el Creador os encomienda esta obra, es correcto y apropiado que, como seres creados, aceptéis este deber y comisión. ¿Hay algo transaccional en esto? (No). Por Su parte, el Creador está dispuesto a encomendar a cada uno de vosotros los deberes que la gente debe desempeñar; y, por parte de los seres humanos creados, la gente debe aceptar de buen grado ese deber y tratarlo como su obligación vital, como el valor que debe vivir en esta vida. Aquí no hay ninguna transacción, no se trata de un intercambio equivalente y, mucho menos, implica alguna recompensa u otros enunciados que la gente se figura. No se trata en absoluto de un trato; tampoco de intercambiar por otra cosa el precio que pagan o el duro trabajo que aportan las personas al cumplir su deber. Dios nunca ha dicho eso ni la gente debe entenderlo así” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). A través de la palabra de Dios, me di cuenta de que los deberes son comisiones que Dios encomienda a las personas. La iglesia asigna deberes a las personas en función de la demanda actual de la iglesia, así como de la aptitud y los talentos de cada persona. Todos los deberes son importantes, ya que cada uno desempeña un papel en la difusión y el testimonio de la obra de Dios en los últimos días. Ningún deber es más importante que otro, pues todos son indispensables para el trabajo de la iglesia. Por tanto, yo debería aceptar mi deber incondicionalmente y cumplirlo lo mejor posible. Esta es la conciencia y el razonamiento que debe poseer un ser creado. Dios me había agraciado con la oportunidad de cumplir con mi deber para que persiguiera la verdad mientras lo ejecutaba, experimentara la palabra y la obra de Dios, reconociera y corrigiera mi carácter corrupto, y finalmente llegara a temer a Dios y a someterme a Él sin estar sujeta a las cadenas y a los estragos de mi carácter satánico. Sin embargo, no entendía la intención de Dios, pues yo clasificaba los deberes como mejores o peores y veía mi propio deber como un medio para obtener bendiciones. Intenté engañar y utilizar a Dios, fantaseaba con obtener bendiciones como pago por cumplir con mi deber. ¡Qué egoísta y despreciable era! Vi con claridad que, si no rectificaba mi perspectiva errónea sobre la búsqueda, y no corregía mi carácter corrupto, entonces no importaba lo importante que fuera mi deber, o cuánto me esforzara y cuántos sacrificios hiciera, nunca me ganaría el reconocimiento de Dios y, por consiguiente, sería descartada y castigada. Una vez que reconocí todo esto, me di cuenta del estado tan precario en que me encontraba y me dispuse a corregir mis intenciones y a cumplir bien mi deber.
Más tarde, leí los siguientes pasajes de la palabra de Dios: “No existe correlación entre el deber del hombre y que él reciba bendiciones o sufra desgracias. El deber es lo que el hombre debe cumplir; es la vocación que le dio el cielo y no debe depender de recompensas, condiciones o razones. Solo entonces el hombre está cumpliendo con su deber. Recibir bendiciones se refiere a cuando alguien es perfeccionado y disfruta de las bendiciones de Dios tras experimentar el juicio. Sufrir desgracias se refiere a cuando el carácter de alguien no cambia tras haber experimentado el castigo y el juicio; no experimenta ser perfeccionado, sino que es castigado. Pero, independientemente de si reciben bendiciones o sufren desgracias, los seres creados deben cumplir su deber, haciendo lo que deben hacer y haciendo lo que son capaces de hacer; esto es lo mínimo que una persona, una persona que busca a Dios, debe hacer. No debes llevar a cabo tu deber solo para recibir bendiciones, y no debes negarte a actuar por temor a sufrir desgracias. Dejadme deciros esto: lo que el hombre debe hacer es llevar a cabo su deber, y si es incapaz de llevar a cabo su deber, esto es su rebeldía” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La diferencia entre el ministerio de Dios encarnado y el deber del hombre). “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no siguen la voluntad de Dios serán también castigados. Este es un hecho inmutable” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). La palabra de Dios me enseñó que el deber que cumples no influye en la posibilidad de obtener bendiciones o de enfrentarse a la desgracia. Un deber es una comisión de Dios, es la responsabilidad del hombre. Es perfectamente natural y justificado que uno debe cumplir con su deber. La clave para salvarse está en perseguir la verdad, alcanzarla y lograr la transformación del carácter. Con independencia del deber que uno cumpla. Cumplir un deber importante y tener un estatus alto no implica poseer la realidad-verdad. Si no persigues la verdad, no cambias tu carácter, e incluso haces trueques con Dios para obtener bendiciones, lo engañas, lo usas e interrumpes el trabajo de la iglesia, entonces también serás revelado y descartado, y Dios no te salvará nunca. Aunque se te haya encomendado una tarea aparentemente insignificante, siempre y cuando te esfuerces al máximo, persigas la verdad y logres una transformación de carácter, serás salvado. Pensé en los numerosos falsos líderes que habían sido revelados y descartados, a pesar de cumplir con deberes importantes, reunirse y compartir enseñanzas, esforzarse, soportar el sufrimiento y ser admirados por todos los hermanos y las hermanas. Pero ellos no perseguían la verdad, simplemente ofrecían conocimiento doctrinal a las personas. No ponían en práctica ni experimentaban la palabra de Dios en lo más mínimo; solo se esforzaban y hacían sacrificios para obtener bendiciones y proteger su propio estatus y renombre. A pesar de creer en Dios durante años, seguían sin conocerse a sí mismos, sin cambiar su carácter y, dado que caminaban por la senda equivocada, fueron destituidos. Me di cuenta de que era absurdo y de que contradecía la verdad de la palabra de Dios el hecho de creer que los que sufrían, se esforzaban, tenían una posición alta y llevaban a cabo deberes importantes serían salvados y recompensados con un destino y un resultado maravillosos, mientras que los que llevaban a cabo deberes normales e insignificantes tenían pocas posibilidades de salvarse o de obtener bendiciones. Pensé en Pablo, quien ocupaba una posición alta en la iglesia. Este difundió el Evangelio por todas partes, soportó grandes sufrimientos y se ganó la admiración y el respeto de todos, incluido el mundo religioso moderno, que lo considera un modelo del que aprender. Sin embargo, Pablo nunca perseguía la verdad, ni mucho menos se esforzaba por transformar su carácter, solo se esforzaba por el mero hecho de obtener bendiciones y una corona. Caminó por la senda de la resistencia a Dios y al final fue castigado por Él. En cambio, la obra de Pedro aparentemente no fue tan impresionante como la de Pablo, pero perseguía la verdad y el amor de Dios en su deber, le daba importancia a conocerse a sí mismo y a conocer a Dios a través del juicio y castigo que Dios le imponía. Finalmente, fue clavado cabeza abajo en la cruz por Dios, alcanzando así la sumisión a Él hasta la muerte y amándolo al máximo, a través de la cual fue perfeccionado por Dios. Dios es santo y justo. No traerá a Su reino a los que hacen trueque con Él, le engañan y le oponen resistencia, y mucho menos permitirá que se queden los secuaces de Satanás, quienes están marcados por un carácter corrupto. Solo pueden entrar en el reino de Dios aquellos que persiguen la verdad y la transformación del carácter, y quienes finalmente alcanzan la verdad y se someten a Dios y siguen Su voluntad. Cuando me di cuenta de esto, me sentí mucho más liberada y dispuesta a someterme a Dios y a hacer todo lo posible por acoger a hermanos y hermanas. Sin embargo, justo cuando me preparaba para comenzar la acogida, recibí un mensaje de mi líder diciendo que, en función de las necesidades de la obra de la iglesia, me había reasignado a otra iglesia para regar a los recién llegados. Cuando recibí el mensaje, no pude evitar dar gracias a Dios. Oré a Dios. Le dije que estaba lista para esforzarme y perseguir la verdad, para centrarme en transformar mi carácter y para cumplir bien y diligentemente con mi deber.
Hoy, he conseguido admitir mi deseo de bendiciones y mi relación transaccional con Dios. Veo lo egoísta y despreciable que había sido, y estoy dispuesta a someterme y a cumplir seriamente con mi deber como ser creado. Todo esto es gracias a la salvación de Dios, y por ello le estoy muy agradecida.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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