Enfermarme de covid me puso en evidencia
Estos últimos años, en los que la pandemia de coronavirus se extendió por todo el mundo, muchas personas se enfermaron con el virus, y muchas de ellas murieron. Me dije a mí misma: “Una vez concluida la obra de Dios, vendrá la gran calamidad, y todos los que hacen el mal y se resisten a Él se hundirán en el desastre y serán destruidos. Solo quienes acepten el juicio y castigo de las palabras de Dios y sean purificados podrán recibir Su protección y entrar en Su reino. Tengo que acelerar la difusión del evangelio y el cumplimiento de mi deber, y hacer más buenas obras. Solo entonces tendré un buen resultado y destino”. También pensé: “Después de aceptar la obra de Dios de los últimos días, renuncié a mi trabajo para difundir el evangelio. Me arrestaron varias veces, y nunca delaté a los hermanos y hermanas ni a la iglesia. Después, seguí difundiendo el evangelio como lo hacía antes y he ganado a unas cuantas personas en estos años. A pesar de que ya tengo 70 años, todavía estoy a cargo de la obra evangélica de varias iglesias, y sus resultados no son malos. Confío en que, siempre que persista en cumplir mi deber correctamente, Dios definitivamente me salvará en el futuro”. Pensando en esto, me regocijé por dentro y fui muy activa en mi cumplimiento del deber.
Un día de diciembre de 2022, cuando me levanté por la mañana, me sentí un poco afiebrada, con picazón de garganta y tos. Hacía poco, había estado en contacto con una persona que tenía covid, así que sospeché que podía estar enferma. Sin embargo, mis síntomas no eran muy graves en ese momento, y todavía podía tolerarlos, así que no lo tomé demasiado en serio. Después de descansar en casa unos días, me sentía un poco mejor. En ese momento, estaba bastante feliz y pensaba que, porque creía en Dios y siempre había cumplido mi deber en la iglesia durante estos años, Él me había permitido recuperarme rápidamente. Por esto, debía difundir especialmente el evangelio y hacer más buenas obras. Pero inesperadamente, mi enfermedad se agravó más adelante. Un día, cuando regresé a casa después de difundir el evangelio, de repente empecé a sentirme débil, tenía fiebre alta y me sentía mareada. Al día siguiente, todavía tenía fiebre alta que no bajaba. En ese momento, entré un poco en pánico y pensé: “Cuando me enfermé, no me quejé y seguí cumpliendo con mi deber como de costumbre. Debería haber recibido la protección de Dios, ¿por qué entonces me siento peor de repente? Desde el brote de coronavirus, muchas personas en todo el mundo han muerto, muchas de ellas mayores. Si sigo empeorando, ¿moriré también?”. Durante esos pocos días, tomé medicamentos para bajar la fiebre, pero seguía alta. Me sentía fatigada y tosía constantemente. En especial cuando escuchaba que personas mayores que conocía morían por covid, me sentía asustada y ansiosa, y pensaba: “La obra de Dios terminará pronto. Si muero ahora, ¿igual podré ser salvada? ¿Se desperdiciará todo mi esfuerzo durante estos años? Hay algunas personas en la iglesia que no cumplen ningún deber. ¿Por qué no se han enfermado todavía? Yo he renunciado a mi familia y mi carrera, y siempre he cumplido con mi deber; he sufrido mucho y he pagado un precio muy alto. ¿Por qué Dios no me ha protegido?”. Al pensar en esto, no podía evitar sentirme deprimida. Aunque no lo dijera y siguiera cumpliendo mi deber, mi corazón había perdido su vigor, y yo no quería sufrir ni pagar un precio con mi deber. Cuando el líder me habló acerca de ponerme a cargo de la obra evangélica en otras iglesias, no me alegró la idea. Pensé que era más importante conservar la buena salud. Mi cuerpo no podría tolerar que tuviera que preocuparme por demasiadas cosas. Además, todavía no me había recuperado completamente de mi último episodio de covid. Si me volvía a enfermar, era muy probable que no sobreviviera. Mientras cumplía mi deber después de eso, cada vez que tenía escalofríos y tos, temía que las cosas empeoraran y, a menudo, me sentía preocupada y asustada. Me di cuenta de que mi estado era incorrecto y oré a Dios: “¡Dios! Me has permitido tener esta enfermedad, pero te estoy haciendo exigencias y nunca puedo someterme. Por favor, guíame para someterme a Tus orquestaciones y arreglos y buscar la verdad y aprender de ella”.
Después de orar, leí algunas de las palabras de Dios: “Cuando la gente no es capaz de desentrañar, comprender, aceptar o someterse a los entornos que Dios orquesta y a Su soberanía, y cuando la gente se enfrenta a diversas dificultades en su vida diaria, o cuando estas dificultades superan lo que la gente normal puede soportar, sienten de un modo subconsciente todo tipo de preocupación y ansiedad, e incluso angustia. No saben cómo será mañana, ni pasado mañana, ni cómo serán las cosas dentro de unos años, ni cómo será su futuro, y por eso se sienten angustiados, ansiosos y preocupados por todo tipo de cosas. ¿Cuál es el contexto en el que la gente se siente angustiada, ansiosa y preocupada por todo tipo de cosas? Es que no creen en la soberanía de Dios, es decir, son incapaces de creer en la soberanía de Dios y desentrañarla. Aunque lo vieran con sus propios ojos, no lo entenderían ni lo creerían. No creen que Dios tenga soberanía sobre su destino, no creen que sus vidas estén en manos de Dios, y por eso surge en sus corazones la desconfianza hacia la soberanía y los arreglos de Dios, y entonces surge la culpa, y son incapaces de someterse” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (3)). “Aquellos que padecen una enfermedad suelen pensar: ‘Estoy decidido a cumplir bien con mi deber, pero tengo esta enfermedad. Pido a Dios que me proteja de todo mal, y con Su protección no tengo nada que temer. Pero si me fatigo en el cumplimiento de mis deberes, ¿se agravará mi enfermedad? ¿Qué haré si tal cosa sucede? Si tengo que ingresar en un hospital para operarme, no tengo dinero para pagarlo, así que si no pido prestado el dinero para pagar el tratamiento, ¿empeorará aún más mi enfermedad? Y si empeora mucho, ¿moriré? ¿Podría considerarse una muerte normal? Si efectivamente muero, ¿recordará Dios los deberes que he cumplido? ¿Se considerará que he hecho buenas acciones? ¿Alcanzaré la salvación?’. […] Cada vez que piensan en estas cosas, les asalta un profundo sentimiento de ansiedad en sus corazones. Aunque nunca dejan de cumplir con su deber y siempre hacen lo que se supone que deben hacer, piensan constantemente en su enfermedad, en su salud, en su futuro y en su vida y su muerte. Al final, llegan a la conclusión de pensar de manera ilusoria: ‘Dios me curará, me mantendrá a salvo. No me abandonará, y no se quedará de brazos cruzados si me ve enfermar’. No hay base alguna para tales pensamientos, e incluso puede decirse que son una especie de noción. Las personas nunca podrán resolver sus dificultades prácticas con nociones e imaginaciones como esas, y en lo más profundo de su corazón se sienten vagamente angustiadas, ansiosas y preocupadas por su salud y sus enfermedades; no tienen ni idea de quién se hará responsable de estas cosas, o siquiera de si alguien lo hará en absoluto” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (3)). Dios dejó en evidencia que las personas no entienden verdaderamente Su omnipotencia y soberanía, y que siempre le temen a la muerte. Por ello, viven con emociones negativas de preocupación e inquietud. Mi estado era exactamente el que Dios expuso. Cuando me enfermé de covid, al principio, mejoré rápidamente, por lo que estaba feliz y agradecida con Dios por Su cuidado y protección. Luego, cuando mi afección empeoró y tuve fiebre alta, tuve miedo y me preocupaba que, por ser mayor, podría morir por el virus si mi enfermedad empeoraba. Vivía con abatimiento, sin energía para cumplir mi deber. En particular, cuando el líder quiso ponerme a cargo de la obra evangelizadora en otras iglesias, temí que si mi deber era demasiado arduo, mi afección empeoraría y moriría de covid, así que no lo acepté. A menudo viví esta enfermedad con ansiedad y miedo, sin siquiera tener el estado de ánimo correcto para cumplir con mi deber. Dios es el Creador que tiene soberanía sobre todo y que todo controla. Cuándo me enfermo, cuándo me recupero, cuándo termina mi vida: todo esto está en las manos de Dios, y debo someterme a Sus instrumentaciones y arreglos. Sin embargo, no tenía fe en la soberanía de Dios ni creía que Él controlaba todo; siempre vivía con preocupación y miedo. ¡Qué necia fui! Dios me había permitido sufrir esta enfermedad, y debo buscar la verdad y aprender de ella. Si viviera siempre con esta emoción de negatividad, cuando en verdad mirara a la muerte a los ojos, igualmente me quejaría, malinterpretaría y culparía a Dios; incluso me resistiría a Él de palabra, lo que Dios detestaría y condenaría. Pensando en esto, me asusté, y también sentí la urgencia de querer buscar la verdad y resolver este estado.
Mientras buscaba, leí un pasaje de la palabra de Dios: “¿En qué te basas tú, un ser creado, para imponer exigencias a Dios? La gente no está cualificada para imponer exigencias a Dios. No hay nada más irracional que imponer exigencias a Dios. Él hará lo que deba hacer y Su carácter es justo. La justicia no es en modo alguno justa ni razonable; no se trata de igualitarismo, de concederte lo que merezcas en función de cuánto hayas trabajado, de pagarte por el trabajo que hayas hecho ni de darte lo que merezcas a tenor de tu esfuerzo, esto no es justicia, es simplemente ser imparcial y razonable. Muy pocas personas son capaces de conocer el carácter justo de Dios. Supongamos que Dios hubiera eliminado a Job después de que este diera testimonio de Él: ¿Sería esto justo? De hecho, lo sería. ¿Por qué se denomina justicia a esto? ¿Cómo ve la gente la justicia? Si algo concuerda con las nociones de la gente, a esta le resulta muy fácil decir que Dios es justo; sin embargo, si considera que no concuerda con sus nociones —si es algo que no comprende—, le resultará difícil decir que Dios es justo. Si Dios hubiera destruido a Job en aquel entonces, la gente no habría dicho que Él era justo. En realidad, no obstante, tanto si la gente ha sido corrompida como si no, y si lo ha sido profundamente, ¿tiene que justificarse Dios cuando la destruye? ¿Debe explicar a las personas en qué se basa para hacerlo? ¿Debe Dios decirle a la gente las reglas que Él ha ordenado? No hay necesidad de ello. A ojos de Dios, alguien que es corrupto y que es susceptible de oponerse a Dios no tiene ningún valor; cómo lo maneje Dios siempre estará bien, y todo está dispuesto por Él. Si fueras desagradable a ojos de Dios, si dijera que no le resultas útil tras tu testimonio y, por consiguiente, te destruyera, ¿sería esta también Su justicia? Lo sería. […] Todo cuanto Él hace es justo. Aunque los humanos no sean capaces de percibir la justicia de Dios, no deben juzgarlo a su antojo. Si alguna cosa que haga les parece irracional o tienen nociones al respecto y por eso dicen que no es justo, están siendo completamente irracionales” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Reflexionando sobre las palabras de Dios, me di cuenta de que, en el pasado, no había entendido realmente el carácter justo de Dios. Siempre había creído que, como me había esforzado por Dios al cumplir mi deber, debía recibir Su cuidado y protección y no debería enfrentarme a la enfermedad o incluso a la muerte. Creía que esto era la justicia de Dios. Influenciada por esta idea equivocada, siempre pensé que, ya que había creído en Dios por muchos años, sufrido mucho y pagado un precio bastante alto, e incluso había continuado cumpliendo mi deber después de enfermarme de covid, Dios debía mantenerme a salvo o ayudarme a recuperarme de la enfermedad lo más rápido posible. Sin embargo, cuando las cosas no salieron como esperaba, malinterpreté y me quejé de Dios, sin poner energía para cumplir mi deber. Especialmente cuando vi que algunos hermanos y hermanas que no cumplían ningún deber no se enfermaron de covid pero yo, que siempre me esforcé con entusiasmo y cumplí mi deber, sí me enfermé, sentí que era injusto y pensé que Dios era injusto. Ya no me entregaba a cumplir mi deber e incluso no estaba dispuesta a supervisar el trabajo de otras iglesias. Originalmente, pensaba que después de creer en Dios por años y siempre perseverar en mi deber, había logrado un poco de sumisión a Dios, pero cuando miré a la muerte a los ojos, mi rebeldía y resistencia quedaron en evidencia, y no mostré sumisión alguna. Había disfrutado tanto riego y provisión de las palabras de Dios; cumplir con mi deber y esforzarme un poco eran cosas que se suponía que debía hacer. Sin embargo, fui tan lejos como para usarlos como capital para hacer tratos y transacciones con Dios, incluso quejarme de Él cuando no se cumplían mis deseos. ¡Realmente era muy irrazonable! Dios es el Creador; lo que sea que Dios haga y como sea que trate a las personas, todo es justo y todo tiene Su intención. No debo juzgar lo que hace Dios con base en mis nociones e imaginaciones. Pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “¿Acaso no es una insensatez sentirse angustiado, ansioso y preocupado por cosas que uno no puede decidir por sí mismo? (Sí). La gente debe ocuparse de resolver las cosas que puede resolver por sí misma, y en cuanto a las que no, debe aguardar a Dios; debe someterse en silencio y pedirle a Dios que la proteja; esa es la mentalidad que debe tener la gente. Cuando la enfermedad golpea de verdad y la muerte está realmente cerca, entonces deben someterse y no quejarse ni rebelarse contra Dios o decir cosas que blasfemen contra Él o lo ataquen. En lugar de eso, las personas deben permanecer como seres creados y experimentar y apreciar todo lo que viene de Dios; no deben tratar de elegir las cosas por sí mismas” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (4)). Reflexionando sobre las palabras de Dios, me reproché aún más y me sentí más humillada. Estaba muy lejos de satisfacer las exigencias de Dios. Mi salud, mi muerte y todo lo que me pertenece fueron orquestados por Dios. Si muriera de covid, sería porque Dios lo permitió. Ya sea que viviera o muriera, debía someterme a Su soberanía y a Sus arreglos. Este era el mínimo de razón que un ser creado debería poseer. Entonces, me arrodillé y oré a Dios: “¡Dios, soy tan rebelde! Ya sea que mi enfermedad mejore o no, estoy dispuesta a someterme a Tus arreglos. Ya no me quejaré de Ti ni te demandaré cosas sin sentido”.
Más tarde, reflexioné sobre mí misma. “Cuando no enfrente enfermedades o desastres, puedo ser activa en mi deber y compartir frecuentemente con los hermanos y las hermanas que no importa lo que nos suceda, siempre debemos someternos a las orquestaciones y arreglos de Dios. Entonces, ¿por qué malinterpreté y me quejé de Dios cuando mi enfermedad empeoró, e incluso perdí la energía para cumplir con mi deber? ¿Por qué he revelado esta rebeldía y resistencia?”. Mientras buscaba, leí algunas de las palabras de Dios: “Antes de decidirse a cumplir su deber, en lo más hondo de su corazón, los anticristos están rebosantes de expectativas en lo que se refiere a sus perspectivas, a ganar bendiciones, un buen destino y hasta una corona, y poseen la máxima confianza en obtener estas cosas. Acuden a la casa de Dios para cumplir su deber con esas intenciones y aspiraciones. ¿Contiene, pues, su cumplimiento del deber la sinceridad, la fe y la lealtad genuinas que Dios exige? En este punto uno no puede atisbar aún su lealtad, fe o sinceridad genuinas porque todos albergan una mentalidad completamente transaccional antes de cumplir su deber; todos toman la decisión de llevar a cabo su deber movidos por intereses y partiendo también de la condición previa de sus desbordantes ambiciones y deseos. ¿Qué intención tienen los anticristos al cumplir su deber? Hacer un trato y llevar a cabo un intercambio. Cabría decir que estas son las condiciones que fijan para llevar a cabo su deber: ‘Si cumplo con mi deber, debo obtener bendiciones y alcanzar un buen destino. Debo obtener todas las bendiciones y los beneficios que dios ha dicho que están reservados para la humanidad. En caso de no poder obtenerlos, no cumpliré este deber’. Acuden a la casa de Dios para llevar a cabo su deber con esas intenciones, ambiciones y deseos. Parece como si tuviesen cierta sinceridad y, por supuesto, en el caso de nuevos creyentes que acaban de empezar a llevar a cabo su deber, también puede describirse como entusiasmo. Sin embargo, esto carece de fe genuina o de lealtad; solo hay un cierto grado de entusiasmo, no se puede calificar de sinceridad. A juzgar por esta actitud de los anticristos ante el cumplimiento de su deber, se trata de algo completamente transaccional y repleto de sus deseos de beneficios, tales como ganar bendiciones, entrar en el reino de los cielos, obtener una corona y recibir recompensas. Por eso desde fuera parece que muchos anticristos, antes de que los expulsen, están cumpliendo su deber e incluso que han renunciado a más cosas y sufrido más que la persona promedio. El esfuerzo que hacen y el precio que pagan están a la par de los de Pablo, y ellos también van de aquí para allá tanto como él. Eso es algo que todo el mundo puede ver. En términos de su comportamiento y de su disposición a sufrir y pagar el precio, no deberían quedarse sin nada. En todo caso, Dios no considera a una persona en función de su comportamiento externo, sino en base a su esencia, su carácter, lo que revela y la naturaleza y la esencia de cada una de las cosas que hace. Cuando las personas juzgan a los demás y tratan con ellos, determinan su identidad basándose únicamente en su comportamiento externo, en cuánto sufren y qué precio pagan, y este es un grave error” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Con lo que Dios expuso, finalmente entendí que mientras cumplía mi deber y me esforzaba con entusiasmo durante estos años, no consideraba realmente las intenciones de Dios ni cumplía mi deber como un ser creado; tampoco provenía de mi sinceridad o lealtad hacia Dios. Más bien, había convertido mi deber en una herramienta y moneda de cambio para satisfacer mi deseo de ganar bendiciones para poder sobrevivir en el futuro y disfrutar de bendiciones eternas. Viendo que los desastres ocurrían uno tras otro y que la obra de Dios estaba casi terminada, me felicité, pensando que como había renunciado y me había esforzado por Dios, y había cumplido con mi deber, definitivamente recibiría Su protección y sobreviviría. Sin embargo, cuando me enfermé de covid y mi cuadro empeoró, me preocupaba que, por ser mayor, podría morir por el virus. Por eso, me desanimé y decepcioné, y perdí la fe. Incluso, empecé a usar mi supuesto capital para razonar con Dios, pensando que, ya que había sufrido tanto en mi deber y logrado resultados al difundir el evangelio, Dios debía protegerme. Cuando mis deseos absurdos no fueron satisfechos, pensé que Dios no me estaba protegiendo y me estaba tratando injustamente, y no tenía energía al cumplir mi deber. Cuando se revelaron los hechos, finalmente vi que desde que empecé a creer en Dios, lo hacía para ganar bendiciones. Dije una y otra vez que creía en Dios, que cumplir mi deber era perfectamente natural y justificado, pero, en realidad, estaba usando y engañando a Dios. ¡Era realmente muy egoísta y falsa! Pensé en Pablo, que viajó por toda Europa difundiendo el evangelio durante la Era de la Gracia, y soportó mucho sufrimiento y convirtió a muchas personas. Sin embargo, su esfuerzo y sufrimiento eran solo para poder entrar en el reino de los cielos y obtener recompensas. Fue transaccional y engañoso, y Dios no solo desaprobó su esfuerzo, sino que lo detestó grandemente. Al final, en lugar de ser bendecido por Dios, Pablo fue castigado. El carácter de Dios es justo y santo, y cuando Él determina nuestro final y destino, no juzga cuánto sufrimos ni trabajamos en apariencia, ni cuánto buen comportamiento mostramos. Más bien, se basa en si hemos obtenido la verdad y si nuestro carácter ha cambiado. Si siempre quisiera obtener un buen resultado y destino a cambio de correr de un lado a otro y esforzarme, en lugar de perseguir la verdad o limpiar mi corrupción, entonces mi final sería el mismo que el de Pablo; sería descartada por Dios y castigada. ¡El fracaso de Pablo me sirve de recordatorio y advertencia! Entonces, pensé en cómo Dios pone todo Su corazón en salvar a la humanidad, dedicando todo Su esfuerzo y pagando todos los precios, todo sin nunca requerir ni exigir nada de nosotros. ¡Dios es tan desinteresado! Mientras tanto, había disfrutado de todo lo que Dios me otorgó sin considerar Sus intenciones. Incluso había hecho transacciones con Él cuando cumplía mi deber con el propósito de recibir un buen destino. ¡Era realmente muy egoísta y despreciable! Consideraba a Dios como alguien a quien usar y engañar. Dada la forma en que me había esforzado, ¿cómo podía Dios no detestarlo y odiarlo? Al entender esto, me reproché a mí misma y me sentí en deuda con Él, y oré a Dios en mi corazón. Le dije que ya no quería hacer transacciones con Él para obtener bendiciones, y que, en cambio, quería perseguir adecuadamente la verdad, cumplir mi deber como un ser creado, y satisfacerlo.
Luego, leí otro pasaje de las palabras de Dios que me pareció bastante conmovedor. Dios Todopoderoso dice: “No importa el deber que desempeñe uno, cumplirlo es lo más correcto, lo más bello y recto que podría hacer entre la especie humana. Como seres creados, las personas deben ejecutar su deber y, solo entonces, pueden recibir la aprobación del Creador. Los seres creados viven bajo el dominio del Creador y aceptan todo lo que Dios les proporciona, todo lo que viene de Él, así que deben cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Es perfectamente natural y está totalmente justificado y ha sido ordenado por Dios. Esto evidencia que, para la gente, cumplir el deber de un ser creado es más recto, hermoso y noble que ninguna otra cosa que se haga mientras se viva en la tierra; no hay nada en la humanidad más importante ni digno y nada aporta mayor sentido y valor a la vida de una persona creada que cumplir el deber de un ser creado. En la tierra, solo el grupo de personas que cumplen verdadera y sinceramente el deber de un ser creado es el que se somete al Creador. Este grupo no sigue las tendencias mundanas; se someten al liderazgo y la guía de Dios, solo escuchan las palabras del Creador, aceptan las verdades expresadas por Él y viven según Sus palabras. Este es el testimonio más auténtico y rotundo y es el mejor testimonio de creencia en Dios. Para un ser creado, poder cumplir su deber como tal, poder satisfacer al Creador, es lo más hermoso entre la humanidad y algo que se debe difundir como una historia que todos elogien. Cualquier cosa que el Creador encomiende a los seres creados debe ser aceptada incondicionalmente por ellos; para la especie humana es una cuestión tanto de felicidad como de privilegio y, para todo aquel que cumpla el deber de un ser creado, nada es más hermoso ni digno de conmemoración; es algo positivo. […] Como un ser creado, cuando se presenta ante el Creador, debe realizar su deber. Es algo muy correcto y debe cumplir con esa responsabilidad. Sobre la base de que los seres creados cumplen sus deberes, el Creador ha realizado una obra aún mayor entre los seres humanos y ha llevado a cabo una etapa de obra más a fondo en las personas. ¿Y qué obra es esa? Él les proporciona la verdad a los humanos permitiendo que la reciban de Él mientras cumplen su deber, para así deshacerse de su carácter corrupto y ser purificados. Así, satisfacen las intenciones de Dios y se embarcan en la senda correcta de la vida, y, en última instancia, son capaces de temer a Dios y evitar el mal, alcanzar la salvación completa y dejar de estar sujetos a las aflicciones de Satanás. Este es el objetivo que Dios desearía que la humanidad logre al final mediante el cumplimiento de sus deberes” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VII)). Después de leer las palabras de Dios, entendí que el hecho de que los seres creados acepten sus deberes ante el Creador es lo más significativo y lo mejor que existe. Es lo mismo que los hijos que son devotos con sus padres; es una responsabilidad y obligación que la gente debe cumplir sin ninguna transacción o demanda. Más importante aún, en el desempeño de nuestros deberes, Dios dispone diferentes circunstancias que ponen en evidencia nuestras corrupciones y deficiencias, permitiéndonos buscar la verdad, entendernos a nosotros mismos, resolver nuestras actitudes corruptas, juzgar a las personas y las cosas con base en Sus palabras, dejar de sufrir la corrupción y el daño de Satanás y, en última instancia, alcanzar la salvación. Esta es la intención de Dios. A lo largo de los años, me arrestó la policía varias veces, y en medio de mi dolor, fueron las palabras de Dios las que me iluminaron y guiaron, dándome fe y fortaleza, y me permitieron superar la crueldad de esos demonios. También, cuando me ensalzaba y presumía en mi deber, revelando un carácter arrogante, Dios daba lugar a las circunstancias para reprenderme y disciplinarme. Mediante lo que Sus palabras dejaron en evidencia, gané un poco de comprensión de mí misma y pude arrepentirme ante Él rápidamente. ¡Todo esto fue la salvación de Dios! Dios se había esforzado tanto conmigo y, sin embargo, no perseguí la verdad ni retribuí Su amor; solo me concentraba en las bendiciones al hacer mi deber. Realmente no tenía conciencia alguna. Cuando me enfermé esta vez, después de buscar la verdad y reflexionar sobre mí misma, finalmente vi con claridad mi motivo despreciable de solo cumplir mi deber para ganar bendiciones todos estos años, y también comprendí un poco mi carácter corrupto. Con todo esto, Dios me estaba salvando. Ahora, Dios me había dado aliento y me había dejado vivir, y esta era Su misericordia y gracia. Tuve que desprenderme de mi intención de ganar bendiciones y cumplir bien mi deber.
Más tarde, leí más de las palabras de Dios: “Para cualquier persona nacida en este mundo, el nacimiento es necesario y la muerte inevitable; nadie está por encima del transcurso de estas cosas. Si uno desea partir de este mundo sin dolor, si uno quiere ser capaz de afrontar la coyuntura final de la vida sin reticencias ni preocupaciones, el único camino es no dejar remordimientos. Y el único camino para partir sin remordimientos es conocer la soberanía del Creador, Su autoridad, y someterse a ellas. Solo de esta forma puede uno mantenerse lejos de los conflictos humanos, del mal, de la atadura de Satanás; solo de esta forma puede uno vivir una vida como la de Job, guiada y bendecida por el Creador, una vida libre y liberada, con valor y sentido, honesta y franca. Solo de esta forma puede uno someterse, como Job, a las pruebas y la privación del Creador, a las orquestaciones y arreglos del Creador. Solo de esta forma puede uno adorar al Creador toda su vida y ganarse Sus elogios, tal como Job hizo, y oír Su voz, verlo aparecerse. Solo de esta forma puede uno vivir y morir felizmente, como Job, sin dolor, sin preocupación, sin remordimientos. Solo de esta forma puede uno vivir en la luz, como Job, pasar cada una de las coyunturas de la vida en la luz, completar sin problemas su viaje en la luz, completar con éxito su misión —experimentar, aprender y llegar a conocer la soberanía del Creador como un ser creado— y morir en la luz, y permanecer desde entonces al lado del Creador como un ser humano creado y elogiado por Él” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Después de leer las palabras de Dios, mi corazón se iluminó mucho más. Antes, creía que, porque era mayor y mi enfermedad empeoraba cada vez más, estaba en peligro de perder la vida en cualquier momento, y que si muriera por covid, no tendría un buen final o destino. De las palabras de Dios, entendí, de hecho, que todos vamos a morir, pero cada muerte es diferente en naturaleza. La muerte de algunas personas demuestra que Dios las ha puesto en evidencia y las ha descartado, mientras que el cuerpo de otras tal vez aparente estar muerto, pero su alma ha sido salvada. Pensemos en Job, por ejemplo, quien tenía verdadera fe en Dios y pudo alabar el nombre de Dios incluso frente a las pruebas y dar verdadero testimonio ante Él, y completar así su misión como ser creado. Cuando Job murió, no tuvo ansiedad ni temores; en cambio, se sintió satisfecho y agradecido cuando dejó el mundo. Su cuerpo murió, pero su alma fue salvada. Pensemos también en Pedro, quien buscó amar y satisfacer a Dios toda su vida y pudo someterse hasta la muerte frente a pruebas y tribulaciones. Al final, fue crucificado cabeza abajo por Dios, dando un buen testimonio y obteniendo la aprobación de Dios. Ahora, entendía que la muerte del cuerpo no implica un mal final ni destino. Lo importante es si la persona puede perseguir la verdad y cumplir bien su deber como un ser creado durante su vida. Esta es la verdadera clave para determinar si, en última instancia, alguien tiene un buen final y destino. Lo que debía hacer era mantenerme firme en mi posición como un ser creado y someterme a la soberanía y los arreglos de Dios. Mientras viviera, debía confiar en Dios y hacer bien mi deber, persiguiendo la verdad y siguiendo los principios durante el transcurso de mi deber, para así cumplir mi deber de forma adecuada y consolar el corazón de Dios. Al entender esto, me sentí mucho más tranquila, y ya no estaba limitada por mi enfermedad. Lo que no esperaba era que, varios días después, mi cuadro mejorara.
Esta experiencia de enfermarme de covid me ayudó a ver que mi fe tenía puntos de vista incorrectos, que estaba haciendo todo a fin de obtener bendiciones y hacer transacciones con Dios. Haber podido desprenderme de algunos de mis deseos de ganar bendiciones y enderezar mis motivos para cumplir con mi deber es la forma de Dios de salvarme.