Hay más bendición en dar que en recibir
Hace unos años, los líderes de la iglesia organizaron que yo hiciera videos. También dijeron que, en ese momento, faltaban personas que hicieran videos, por lo que me darían la responsabilidad principal de ese trabajo. Cuando escuché eso, me sentí muy feliz y pensé: “Parece que los líderes tienen una opinión bastante buena de mí. Si hago bien este trabajo de video, los hermanos y hermanas de seguro también pensarán bien de mí”. Así que acepté sin problemas. Después de un tiempo, debido a que hice bastantes videos, todos los hermanos y las hermanas me admiraban. A menudo me sentía muy feliz de poder cumplir con este deber y sentía que era un talento poco común en la iglesia. Aunque estaba bastante ocupado, me quedaba despierto hasta muy tarde todos los días y la tarea en sí era bastante aburrida, me sentía feliz y para nada cansado.
Más adelante, los líderes organizaron para que le enseñara técnicas de producción de videos al hermano Liu Rui. Vi que tenía una mente aguda y aprendía rápido, y también escuché decir al hermano Zhao Cheng, que estaba con nosotros en la reunión, que Liu Rui tenía buena aptitud, lo que me hizo sentir algo incómodo, y pensé: “Liu Rui es muy rápido para aprender. Si me supera, ¿no me eclipsará? Si se vuelve más hábil que yo y todos lo elogian, ¿dónde me dejaría eso? Tendré que guardarme algunos de mis trucos bajo la manga. No puedo enseñarle todo lo que sé o, de lo contrario, el ‘estudiante’ hará que el ‘maestro’ se muera de hambre”. Para que Liu Rui no aprendiera demasiado rápido, empecé mostrándole solamente cómo hacía los videos y me guardé los detalles y los aspectos esenciales del proceso. Unos días después, le pedí que viera algunos tutoriales relevantes y luego hice que practicara por su cuenta como pudiera. Le dije que así había aprendido yo, y que solo podría hacer videos si practicaba bien. Siguió mis instrucciones y se pasó los días practicando torpemente por su cuenta. Nunca tuve la intención realmente de enseñarle a hacer videos. Incluso pensé: “No te voy a enseñar ninguna técnica. Puedes mirar algunos tutoriales por tu cuenta. Si no puedes aprender nada y al final no logras hacer nada, entonces los líderes, por supuesto, te sacarán”.
Pasó un tiempo, y Liu Rui todavía no podía hacer videos por su cuenta porque estaba avanzando muy lentamente, y comenzó a sentirse bastante negativo. Al ver esto, por dentro me alegré y pensé: “Es bueno que no puedas aprender nada. Cuando los líderes lo vean, dispondrán que te ocupes de algún otro deber, así no tendré que preocuparme por que alguien me supere”. Pero luego pensé: “Liu Rui ha estado negativo durante varios días. Si no lo ayudo, ¿no dirá que carezco de buena humanidad y compasión?”. Para que no pensara que lo estaba reprimiendo intencionalmente y que no le estaba enseñando ninguna técnica, me acerqué a él y fingí consolarlo, diciendo: “Hermano, no te preocupes, tómate tu tiempo. Aprender estas técnicas lleva tiempo. Cuando comencé, también tuve que ver muchos videos tutoriales. Todavía hay muchos videos por hacer. Con más práctica, seguro podrás hacer videos por tu cuenta”. Por fuera, parecía que me preocupaba por Liu Rui, pero, a sus espaldas, hablaba sobre todos sus defectos frente a Zhao Cheng, lo que hacía que a Zhao Cheng no le agradara y se uniera a mí para excluirlo y aislarlo. Pensaba que, mientras todos ignoráramos a Liu Rui, él no podría quedarse y pediría irse por su propia voluntad, entonces, yo no tendría que compartir un deber con él. Pero Liu Rui nunca dijo que quería irse, y mi actitud hacia él siguió empeorando. La mayoría de las veces, ni siquiera quería dirigirle la palabra. Luego, Zhao Cheng notó que mis problemas eran bastante graves, así que habló conmigo y me pidió que cooperara en armonía con Liu Rui. También sentí que yo había ido demasiado lejos y me sentí un poco culpable. Sentí que no debería tratar así a Liu Rui, pero todavía tenía miedo de que me superara si aprendía algunas habilidades, así que seguí sin estar dispuesto a enseñarle. Más tarde, como Liu Rui seguía sin poder hacer videos por su cuenta, los líderes organizaron que se fuera y cumpliera con otro deber. Cuando Liu Rui se fue, no me sentí tan feliz como pensé. En cambio, me sentí incómodo de una manera difícil de describir. No podía sentir la presencia de Dios, mi corazón estaba lleno de oscuridad y me sentía aturdido. No tenía buenas ideas mientras hacía los videos y me quedaba sin respuesta incluso ante problemas sencillos, lo que hacía que a menudo se tuvieran que rehacer los videos. Me sentía sofocado, dolorido y sin tanta motivación para cumplir con mi deber como antes. Más tarde, busqué abrirme sobre mi estado con mis hermanos y hermanas. Dijeron que le daba demasiada importancia a la reputación y al estatus, que tenía un carácter arrogante y carecía de buena humanidad. Fue bastante incómodo escuchar esto, pero finalmente comencé a reflexionar sobre mí mismo. Realmente me había excedido con la forma en que había tratado a Liu Rui, y esto no era algo que una persona que creía en Dios hubiera hecho. ¡Realmente carecía de humanidad!
En ese momento, comencé a leer la palabra de Dios que expone este aspecto de los estados de las personas. Un día, leí que la palabra de Dios decía: “Algunas personas siempre temen que otros sean mejores que ellas o estén por encima de ellas, que otros obtengan reconocimiento mientras a ellas se les pasa por alto, y esto lleva a que ataquen y excluyan a los demás. ¿Acaso no es eso envidiar a las personas con talento? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Es malicia! Aquellos que solo piensan en los intereses propios, que solo satisfacen sus propios deseos egoístas, sin pensar en nadie más ni considerar los intereses de la casa de Dios tienen un carácter malo y Dios no los ama” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). “Cada uno de vosotros ha subido a la cumbre de las multitudes; habéis ascendido a ser los antepasados de las masas. Sois extremadamente arbitrarios, y corréis frenéticamente entre todos los gusanos en busca de un lugar tranquilo y tratáis de devorar a los gusanos más pequeños que vosotros. Sois maliciosos y siniestros en vuestro corazón, e incluso superáis a los fantasmas que se han hundido en el fondo del mar. Vivís en lo hondo del estiércol, molestáis a los gusanos de arriba abajo hasta que no tienen paz, y estos luchan entre sí durante un tiempo y después se calman. No conocéis vuestro propio estatus, y aun así peleáis entre vosotros en el estiércol. ¿Qué podéis conseguir de esa lucha? Si de verdad tuvierais un corazón temeroso de Mí, ¿cómo podríais pelear unos con otros a Mis espaldas? Independientemente de lo elevado que sea tu estatus, ¿acaso no sigues siendo un apestoso gusanito en el estiércol? ¿Serás capaz de hacer que te crezcan alas y convertirte en una paloma en el cielo?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cuando las hojas caídas regresen a sus raíces, lamentarás todo el mal que has hecho). Cada una de las palabras de juicio de Dios me traspasó el corazón, y especialmente cuando leí la palabra de Dios que decía: “Tener envidia de las personas con talento”, “arbitrarios” e “insidiosos e implacables en sus corazones”, realmente sentí que Dios estaba delante de mí, exponiéndome. Había visto que Liu Rui tenía una mente aguda y aprendía rápido y me preocupaba que me superara y luego ocupara mi lugar cuando hubiera aprendido todas estas habilidades. Para proteger mi estatus, no solo me negué a enseñarle, sino que también lo sofoqué deliberadamente, le impedí aprender y traté de enganchar a Zhao Cheng para que también lo excluyera y aislara, todo para que sintiera que el deber era demasiado difícil y quisiera irse. Había tratado a mi hermano como un enemigo para proteger mi reputación y mi estatus. Al ver que, por mi exclusión, mi hermano se volvió negativo hasta querer dejar de aprender, no solo no reflexioné sobre mí mismo, sino que me sentí feliz. Incluso esperaba que se fuera pronto. Zhao Cheng me señaló mi problema, pero, como era tan intransigente y le daba tanta importancia a mi propio estatus, nunca reflexioné de verdad sobre mí mismo. Como resultado, Liu Rui siguió sin poder hacer videos por su cuenta y lo transfirieron para encargarse de otro deber. ¡Realmente fui egoísta, despreciable y malévolo!
Más tarde, leí la palabra de Dios que dice: “Los anticristos se apropian de todo lo de la casa de Dios y los bienes de la iglesia, y los tratan como propiedad personal, todo lo cual les corresponde administrar, y no permiten que nadie intervenga en ello. Lo único en lo que piensan cuando hacen el trabajo de la iglesia es en sus propios intereses, su propio estatus y su propio orgullo. No permiten que nadie perjudique sus intereses, y mucho menos permiten que cualquiera con aptitud o que sea capaz de hablar de su testimonio vivencial amenace su reputación y su estatus. […] Cuando alguien se distingue con un pequeño trabajo, o cuando alguien es capaz de platicar acerca de un testimonio vivencial verdadero y el pueblo escogido de Dios se beneficia, se edifica y recibe apoyo a partir de él, y se gana grandes elogios de todos, la envidia y el odio crecen en el corazón de los anticristos, y estos tratan de aislarlo y reprimirlo. En ninguna circunstancia permiten que tales personas emprendan ningún trabajo, para evitar que amenacen su estatus. […] Los anticristos piensan para sí: ‘De ninguna manera voy a soportar esto. Quieres desempeñar un papel en mi campo de acción, quieres competir conmigo. Eso es imposible, ni lo pienses. Eres más ilustrado que yo, más elocuente, más popular que yo, y persigues la verdad con más diligencia que yo. Si tuviera que colaborar contigo y me robaras el protagonismo, ¿qué haría yo?’. ¿Consideran los intereses de la casa de Dios? No” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). La palabra de Dios expone que, para ganar estatus y hacer que los demás los admiren, los anticristos usan todos los medios a su disposición para oprimir y excluir a cualquiera que pueda amenazar su estatus, y que no consideran en lo absoluto la obra de la iglesia. Vi que mis acciones eran las de un anticristo y que había estado cumpliendo con mi deber únicamente para ganar la admiración de los demás. Tenía miedo de que Liu Rui me superara y ocupara mi lugar cuando hubiera aprendido algunas habilidades, así que no le enseñé, y lo juzgué y aislé a sus espaldas. Veía esta obra de la iglesia como mi propio proyecto. Quería hacer mi voluntad, actuar caprichosamente y usar todos los medios que tenía a mi disposición para atacar y excluir a cualquiera que pudiera ser una amenaza para mi estatus. No estaba considerando los intereses de la iglesia en absoluto. ¡Mi deseo de estatus realmente se me subió a la cabeza y perdí todo sentido de razón! Ahora es un momento crucial para difundir el evangelio del reino. Necesitamos hacer más videos para dar testimonio de la aparición y la obra de Dios. Si le hubiera enseñado a Liu Rui todo lo que sé, él habría podido mostrar sus talentos y, si hubiéramos podido trabajar juntos en armonía, hubiéramos hecho videos más rápido y hubiéramos podido aportar nuestro humilde esfuerzo para difundir el evangelio del reino. Así hubiéramos cumplido con nuestras responsabilidades y nuestros deberes. Pero yo solo pensaba en que un compañero podría representar una amenaza para mi estatus. Solo me importaba mi propia reputación y estatus y no consideraba la intención de Dios ni cómo afectaría la obra de la iglesia ni los sentimientos de mi hermano. Prefería que mis deberes se retrasen antes que permitir que mi estatus se viera afectado. ¡Realmente fui egoísta y carente de humanidad! Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por mi reputación y estatus, incluso a costa de sacrificar los intereses de la iglesia. ¡Estaba caminando por la senda de un anticristo!
Un día, durante mi práctica devocional espiritual, leí más de la palabra de Dios: “No hay nada que Dios deteste más que el que la gente persiga el estatus, pues la búsqueda de estatus representa un carácter satánico; es una senda equivocada, nace de la corrupción de Satanás, es algo que Dios condena y es, precisamente, lo que Él juzga y purifica. No hay nada que Dios deteste más que la gente persiga el estatus, pero tú sigues compitiendo obstinadamente por él, lo valoras y proteges indefectiblemente y siempre tratas de conseguirlo. Y, en su naturaleza, ¿no es todo esto antagónico a Dios? Dios no dispone que la gente tenga estatus; Él provee a la gente de la verdad, el camino y la vida y, al final, hace que se conviertan en seres creados aceptables, pequeños e insignificantes, no en personas con estatus y prestigio veneradas por miles de personas. Por ello, se mire por donde se mire, la búsqueda del estatus es un callejón sin salida. Por muy razonable que sea tu excusa para buscar el estatus, esta senda sigue siendo equivocada y Dios no la aprueba. No importa cuánto te esfuerces o el precio que pagues, si deseas estatus, Dios no te lo dará; si Dios no te lo da, fracasarás en tu lucha por conseguirlo y, si sigues luchando, solo se producirá un resultado: que serás revelado y descartado y te encontrarás en un callejón sin salida” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Al leer las duras palabras de Dios, me di cuenta de que el carácter justo de Dios no tolera ofensas, y cuando pensé en lo que había hecho, me llené de miedo. Dios odiaba y detestaba mi búsqueda de estatus, ¡y era una senda que conducía a una muerte segura! Si la iglesia no me hubiera dado la oportunidad de practicar hacer videos y sin la guía de Dios, ¿cómo habría aprendido todas estas habilidades? La iglesia había organizado que yo le enseñara a Liu Rui, y yo debería haberle enseñado todo lo que sabía y cooperado para cumplir bien con el deber. Sólo esto habría estado de acuerdo con la intención de Dios. Dios esperaba que yo hubiera sido capaz de perseguir la verdad al hacer mi deber, de despojarme de mis actitudes corruptas y de cumplir bien con el deber que me correspondía para satisfacer a Dios. Esta era la única senda correcta y lo que debería haber perseguido en mi fe en Dios. Pero no había estado persiguiendo la verdad en mi fe. En cambio, me había conducido en la vida confiando en venenos satánicos como: “Sólo puede haber un macho alfa” y “Una vez que el alumno sabe todo lo que sabe su maestro, este perderá su sustento”. Veía mis habilidades como propiedad privada y no estaba dispuesto a enseñárselas a otros hermanos y hermanas por temor a que me superaran y que terminara perdiendo mi estatus y la admiración de los demás. Excluía y sofocaba a los demás para consolidar mi estatus. ¡Realmente carecía de conciencia y razón! Pensé en todos los anticristos que habían expulsado de la iglesia. Todos querían tener el poder exclusivo en ella y, para proteger su estatus, estaban dispuestos a atacar y excluir a cualquiera que vieran como una amenaza. No importaba el daño que hicieran a los demás o cuánto se perturbara y perjudicara la obra de la iglesia. No les importaba ni un poco. Al final, debido a todos los males que cometieron, Dios los descartó. Vi que el carácter que revelaban mis acciones no era diferente al de un anticristo: egoísta y malévolo y Dios lo odiaba y lo detestaba. Este pensamiento me asustó bastante, y me sentí lleno de culpa y remordimiento. Me postré ante Dios y oré: “Dios mío, he cometido un error. Estaba cegado por el estatus, perdí toda razón y lastimé a mi hermano. Dios, no debería haber hecho esto, y estoy dispuesto a arrepentirme. Si lo vuelvo a hacer, te pido que me disciplines”.
Más tarde, los líderes organizaron que dos hermanos más vinieran a cooperar conmigo. Me pidieron que les enseñara y dijeron que esto haría que el trabajo de video avanzara más rápido y que me ayudaría al permitirme compartir parte de mi carga de trabajo. Al escuchar esto, pensé: “Así que dispusieron que vengan dos personas a aprender al mismo tiempo… Si les enseño todo lo que sé, ¿no me superarán pronto?”. Estaba algo preocupado y poco dispuesto, pero para aparentar, no tuve más opción que aceptar enseñarles a los dos hermanos. Pero mientras les enseñaba, todavía no estaba dispuesto a compartir las claves y los aspectos esenciales que había logrado dominar. Seguía queriendo guardarme cosas y enseñarles solo técnicas básicas. Pero cuando pensé en hacer esto, me sentí muy intranquilo, y vi que era algo egoísta, despreciable y carente de humanidad. Más tarde, leí la palabra de Dios: “Los no creyentes tienen un cierto tipo de carácter corrupto. Cuando enseñan a otras personas algún conocimiento o habilidad profesional creen que ‘una vez que el alumno sabe todo lo que sabe su maestro, este perderá su sustento. Si les enseño a los demás todo lo que sé, entonces ya nadie me tendrá en consideración o me admirará y habré perdido todo mi estatus como maestro. No me sirve. No puedo enseñarles todo lo que sé, debo guardarme cosas. Solo les enseñaré el ochenta por ciento de lo que sé y me guardaré el resto bajo la manga. Es la única manera de demostrar que mis habilidades son superiores a las de los demás’. ¿Qué clase de carácter es este? Es un engaño. Cuando enseñas a otros, los asistes o compartes con ellos algo que has estudiado, ¿qué actitud debes adoptar? (No debo ahorrarme ningún esfuerzo ni guardarme nada). ¿Cómo se puede no guardar nada? Si dices: ‘No me guardo nada cuando se trata de las cosas que he aprendido, y no tengo ningún problema en contároslas a todos vosotros. De todas formas, soy de un calibre superior al vuestro y aún puedo comprender cosas más elevadas’, eso sigue siendo reprimirse y es bastante calculador. O si dices: ‘Os enseñaré todas las cosas básicas que he aprendido, no pasa nada. Sigo teniendo conocimientos superiores, e incluso si vosotros aprendéis todo esto, seguiréis sin estar tan avanzados como yo’, eso sigue siendo guardarse algo. Si una persona es demasiado egoísta, se quedará sin la bendición de Dios. La gente debe aprender a ser considerada con las intenciones de Dios. Debes aportar las cosas más importantes y esenciales que hayas aprendido a la casa de Dios, para que los escogidos de Dios puedan aprenderlas y dominarlas; solo así obtendrás la bendición de Dios, y Él te concederá aún más cosas. Como se suele decir: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’. Dedica todos tus talentos y dones a Dios, mostrándolos al ejecutar tu deber para que todos puedan beneficiarse y obtener buenos resultados en sus tareas. Si aportas tus dones y talentos en su totalidad, resultarán beneficiosos para todos los que cumplen con el deber y para la labor de la iglesia. No te limites a contarle a todo el mundo algunas cosas simples y luego pienses que lo has hecho bien o que no te has guardado nada, porque no servirá. Solo enseñas algunas teorías o cosas que la gente puede entender literalmente, pero la esencia y los puntos importantes escapan a la comprensión de un novato. No das sino una visión general, sin profundizar ni entrar en detalles, al tiempo que piensas: ‘Bueno, de todas formas, ya te lo he explicado y no me he guardado nada a propósito. Si no lo entiendes, es porque tienes muy poco calibre, así que no me culpes. Tendremos que ver cómo te guía Dios ahora’. Dicha deliberación entraña engaño, ¿no es así? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Por qué no podéis enseñar a la gente todo lo que tenéis en vuestro corazón y todo lo que entendéis? ¿Por qué, en cambio, os reserváis conocimientos? Hay un problema con vuestras intenciones y vuestro carácter. La mayor parte de la gente, cuando se le introduce por primera vez a algún aspecto específico del conocimiento profesional, solo comprende su significado literal; requiere un periodo de práctica antes de que se puedan captar los puntos principales y la esencia. Si ya has dominado estos puntos más sutiles, debes explicárselos directamente a otros; no les hagas dar tantas vueltas y pasar tanto tiempo tanteando. Esta es tu responsabilidad; es lo que debes hacer. Solo no te guardarás nada y no serás egoísta si les explicas los que consideras los puntos principales y la esencia. Cuando enseñáis habilidades a los demás, os comunicáis con ellos sobre vuestra profesión, o habláis sobre la entrada en la vida, si no podéis resolver los aspectos egoístas y despreciables de vuestro carácter corrupto, no podréis desempeñar bien vuestros deberes y, en tal caso, no seréis alguien que posea humanidad, ni conciencia o razón, ni alguien que practique la verdad. Debes buscarla para resolver tu carácter corrupto y llegar a un punto en el que carezcas de motivaciones egoístas y solo te atengas a las intenciones de Dios. De este modo, tendrás la realidad-verdad. Resulta muy agotador si uno no persigue la verdad, sino que vive según las actitudes satánicas, como los no creyentes. Entre los no creyentes la competencia es feroz. Dominar la esencia de una habilidad o de una profesión no es nada fácil, y una vez que otra persona lo descubre y lo domina, tu sustento correrá peligro. Para proteger ese sustento, la gente se ve obligada a actuar así. Han de ser precavidos en todo momento: lo que dominan es su activo más valioso. Es su medio de vida, su capital, su savia, y no deben permitir que nadie más lo sepa. Pero tú crees en Dios; si piensas así y actúas de esta manera en la casa de Dios, no hay nada que te diferencie de un no creyente. Si no aceptas la verdad de ningún modo y sigues viviendo según filosofías satánicas, no serás alguien que crea verdaderamente en Dios. Si siempre tienes motivaciones egoístas y eres mezquino mientras cumples con tu deber, no recibirás la bendición de Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Después de leer la palabra de Dios, me di cuenta de que la filosofía satánica de “Una vez que el alumno sabe todo lo que sabe su maestro, este perderá su sustento” es una regla que rige la vida de los no creyentes, y una forma egoísta y despreciable de actuar. Cuando los hermanos y las hermanas cumplen con un deber juntos, confían en las fortalezas de los demás para compensar sus propias debilidades y cooperan para cumplir bien con un deber. Como alguien que cree en Dios, debo comportarme y actuar de acuerdo con la palabra de Dios. No podía confiar en mi carácter corrupto para hacer lo que quería. Tenía que permitir que los hermanos y las hermanas estudiaran adecuadamente, enseñarles las claves y los aspectos esenciales de la producción de videos y no guardarme nada. Tenía que evitar que se desviaran en su aprendizaje para que pudieran comenzar a producir videos pronto. Estas eran las responsabilidades y los deberes que me correspondía cumplir. Esa era la intención de Dios. Al darme cuenta de estas cosas, cuando llegó el momento de enseñarles de nuevo a los hermanos, les di todas las claves y los aspectos esenciales que había llegado a dominar. Después de un tiempo, empezaron a lograr cierto progreso en la producción de videos. Como había dos personas más para ayudar, también aumentó la eficiencia de nuestro deber. Además, en el proceso de enseñarles a los hermanos, mis propias habilidades se consolidaron y fortalecieron. Aprendí que solo al desprenderme de mi intención egoísta y despreciable, al practicar la verdad, pensar en cómo cumplir bien con mi deber y considerar cómo practicar de tal manera que beneficiara la obra de la iglesia y ayudara a mis hermanos y hermanas, podría tener una sensación de tranquilidad y paz.
Al mirar atrás, me doy cuenta de que mi vida se regía por venenos satánicos, y que era egoísta y malévolo. Mis acciones y mi conducta no beneficiaban a mis hermanos y hermanas, ni a la obra de la iglesia, sino que perturbaban y destruían y realmente herían el corazón de Dios. Fue la palabra de Dios la que me permitió comprender un poco lo malévolo y egoísta que era y entender qué es la humanidad normal, qué deben buscar las personas que creen en Dios, cómo deben comportarse, y al mismo tiempo, me dio una comprensión real del carácter justo de Dios. Mientras fui intransigente, rebelde y vivía según mi carácter corrupto, Dios ocultó Su rostro de mí, pero cuando me arrepentí y me confesé con Dios y actué de acuerdo a Su palabra, Él comenzó a obrar en mí de nuevo y usó Su palabra para esclarecerme e iluminarme para conocerme a mí mismo. ¡Llegué a comprender cuán real y práctica es la salvación de Dios!