Me perjudicó no esforzarme en el deber
Por Owen, EspañaEn 2018 trabajaba como creador de video en la iglesia. Al principio, como no estaba familiarizado con las habilidades...
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Acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días en diciembre de 2020. Unos meses más tarde me eligieron líder de la iglesia. Había mucho trabajo que hacer en la iglesia y muchos problemas que había que resolver. Me dediqué a esta labor con entusiasmo. Tras un tiempo, me familiaricé un poco más con la obra de la iglesia, pero seguía encontrándome con muchos problemas. Muchos nuevos fieles no asistían a las reuniones con regularidad. A algunos los afectaban los rumores en internet, otros no entendían claramente las verdades de las visiones y tenían nociones religiosas sin resolver, y otros más no podían asistir con regularidad a las reuniones porque tenían mucho trabajo. Al enfrentar estos problemas, me esforzaba mucho por compartir con ellos las intenciones de Dios y ayudarles a resolver sus dificultades, pero sus problemas seguían sin resolverse. Me sentía desanimada. Me preguntaba constantemente por qué todos mis esfuerzos no habían dado fruto. ¿Por qué no bendecía Dios a nuestra iglesia? Los hermanos y hermanas tenían muchos problemas y mis enseñanzas hacia ellos habían fracasado una tras otra. ¿Quizá yo no servía como líder? No podía evitar reprochármelo: yo era la causa de todo esto. Si aceptaba la responsabilidad y dimitía, otro podría servir como líder y el trabajo tendría más éxito. Empecé a sentirme negativa y me volví pasiva en mi deber, a la espera de ser reemplazada. Incluso pensé que Dios disponía estas dificultades para ponerme en evidencia, para hacerme fracasar, y probablemente ya me había abandonado. Eso me asustaba. ¿Realmente me había abandonado Dios? Oraba y buscaba, pero seguía sin entender Su intención. La idea de que Dios me había abandonado seguía surgiendo de vez en cuando. Me sentía negativa, fatigada y débil todo el tiempo. Tenía mucho miedo, y sentía que ya no tenía la obra del Espíritu Santo.
En ese momento a la iglesia le faltaban unos líderes de equipo, así que el supervisor me recomendó a algunos nuevos fieles. Yo los designé sin analizarlo mucho. Al principio todos afirmaron que querían encargarse de un deber, pero, cuando comenzaron oficialmente, uno dijo que tenía que trabajar y estaba muy ocupado, así que no podía ocuparse del trabajo, y otro llegaba tarde a las reuniones a causa de asuntos familiares, así que tampoco podía hacer el trabajo. Al final determiné que, por el momento, no eran aptos para ser cultivados como líderes de equipo y que lo único que podía hacer era elegir a otros para esas tareas. Me esforcé mucho para resolver estas dificultades que encontraba en el trabajo, pero, durante un tiempo, no obtuve resultados. Por entonces, realmente no era capaz de cargar con todos estos fracasos. Me sentí negativa e incluso tenía miedo de enfrentarme a cada día nuevo. No quería seguir haciendo la obra de la iglesia porque había trabajado mucho pero no había logrado nada. Pensé que estaba enfrentando esta situación porque Dios quería exponer que yo era incompetente, pero no quería dejarme caer en ese tipo de estado. No quería que se me revelara y descartara por no lograr resultados en mi deber.
Una vez, en mis devociones, me topé con uno de los puntos de “65. Principios para admitir la responsabilidad y renuncia” de Los 170 principios de la práctica de la verdad: “Todo falso líder u obrero que no acepte la verdad, que no pueda realizar trabajo real y que, durante algún tiempo, se haya visto privado de la obra del Espíritu Santo, debe admitir su responsabilidad y renunciar”. Al leer esto me sentí aun más negativa. ¿Qué debía hacer? No había resuelto ningún problema de la iglesia, así que era una falsa líder. ¿Debía admitir la responsabilidad y dimitir para dejar que liderara una persona competente? Ya llevaba tres meses haciendo la obra de la iglesia, pero seguía sin resolver los problemas que existían en ella. Es más, ante semejante situación todavía no entendía la intención de Dios ni había logrado ningún progreso. Incluso malinterpretaba a Dios. Me preocupaba que los demás pensaran que era demasiado negativa y temía que me regañasen por pensar en dimitir.
En una reunión, una vez leí estas palabras de Dios: “Eres una persona corriente. Has de pasar por muchos fracasos, muchos periodos de desconcierto, muchos errores de juicio y muchas desviaciones. Esto puede revelar completamente tu carácter corrupto, tus debilidades y deficiencias, tu ignorancia e insensatez, permitiéndote reexaminar y conocerte a ti mismo, así como tener conocimiento de la omnipotencia de Dios, Su plena sabiduría y Su carácter. Obtendrás cosas positivas de Él, y llegarás a comprender la verdad y a entrar en la realidad. En medio de tu experiencia habrá muchas cosas que no salgan como deseas, ante las que te sentirás impotente. En este caso, debes buscar y esperar; debes obtener de Dios la respuesta a cada asunto, y comprender de Sus palabras la esencia que subyace en cada uno y en cada tipo de persona. Así es como se comporta una persona normal y corriente” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Atesorar las palabras de Dios es la base de la fe en Dios). Dios es increíblemente sabio. Logré un nuevo entendimiento de cómo obra Dios. Aprendí que todo el mundo tiene que pasar por algunos fracasos y reveses en su deber y que la intención de Dios era que yo buscase la verdad a través de todo esto para resolver mi carácter corrupto. Había enfrentado algunas dificultades en mi deber y había experimentado algunos fracasos, pero no había buscado la verdad ni la intención de Dios. Siempre pensaba en dimitir porque creía que no había tenido ningún resultado en mi deber ni había hecho lo que un líder debe hacer. Ni tan siquiera me atrevía a contarles a los demás sobre mi situación real. Era muy ignorante. No entendía la intención de Dios ni por qué Él dejaba que eso me ocurriese. Las palabras de Dios me mostraron que era solo una persona corriente, así que era normal enfrentar algunas dificultades y fracasos en mi deber. En ello estaba la intención de Dios. Así pues, me sinceré ante los hermanos y hermanas acerca de mi estado reciente y busqué su ayuda. También les dije que había pensado en admitir la responsabilidad y dimitir. No me despreciaron, sino que me ayudaron y me animaron, compartiendo conmigo las palabras de Dios. Me sentí muy conmovida.
Me leyeron algunas palabras de Dios Todopoderoso. Dios dice: “Mientras experimentas la obra de Dios, por más veces que hayas fallado, caído, sido podado o puesto en evidencia, estas cosas no son malas. Independientemente de cómo hayas sido podado, o si ha sido por parte de los líderes, obreros o hermanos o hermanas, todo esto es bueno. Debes recordar que, por mucho que sufras, en realidad te estás beneficiando. Cualquier persona con experiencia puede dar fe de ello. Sí o sí, la poda o la revelación son siempre cosas buenas. No son una condena. Son la salvación de Dios y la mejor oportunidad para que llegues a conocerte. Puede traer un cambio de aires a tu experiencia de vida. Sin ello, no tendrás ni la oportunidad, ni la condición ni el contexto para poder alcanzar un entendimiento de la verdad de tu corrupción. Si entiendes realmente la verdad, y eres capaz de desenterrar las cosas corruptas ocultas en las profundidades de tu corazón, si puedes distinguirlas con claridad, entonces eso es bueno, esto ha resuelto un problema importante de entrada en la vida, y supone un gran beneficio para la transformación de carácter. Poder conocerte realmente es la mejor oportunidad para que enmiendes tus caminos y te conviertas en una nueva persona; es la mejor oportunidad de que obtengas nueva vida. Cuando realmente te conozcas, podrás ver que, cuando la verdad se convierte en la vida de alguien, es algo realmente precioso, y tendrás sed de la verdad, la practicarás y entrarás en la realidad. ¡Esto es algo verdaderamente grandioso! Si puedes aprovechar esta oportunidad y reflexionar sinceramente sobre ti mismo y obtener un conocimiento genuino de ti mismo cada vez que falles o caigas, entonces en medio de la negatividad y la debilidad, podrás volver a levantarte. Cuando hayas cruzado este umbral, entonces podrás dar un gran paso adelante y entrar en la realidad-verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Para ganar la verdad, uno debe aprender de las personas, los acontecimientos y las cosas cercanas). “La salvación de Dios para la humanidad es una salvación de aquellos que aman la verdad, de la parte de ellos con voluntad y determinación, y de la parte de ellos que anhela la verdad y la rectitud en su corazón. La determinación de una persona se refiere a la parte de ella dentro de su corazón que anhela la rectitud, la bondad y la verdad, y que posee conciencia. Dios salva esta parte de la gente, y a través de ella Él cambia su carácter corrupto para que puedan comprender y obtener la verdad, para que su corrupción pueda ser purificada y su carácter-vida pueda transformarse. Si no posees estas cosas en ti, no puedes ser salvado. […] ¿Por qué se dice que Pedro es un fruto? Porque hay cosas de valor en él, cosas que merecen la pena perfeccionar. Buscaba la verdad en todas las cosas, tenía determinación y era de una voluntad firme; tenía razón, estaba dispuesto a sufrir dificultades, amaba la verdad en su corazón, no se dejó ir pasara lo que pasara, y fue capaz de aprender lecciones de todas las cosas. Todos estos son puntos fuertes. Si no tienes ninguno de estos puntos fuertes, eso implica problemas. No te resultará fácil obtener la verdad ni ser salvado. Si no sabes experimentar o no tienes experiencia, no podrás resolver las dificultades de los demás. Como eres incapaz de practicar y experimentar las palabras de Dios, no tienes idea de qué hacer cuando te sucede algo, te alteras y rompes a llorar cuando te encuentras con problemas, y te vuelves negativo y huyes cuando sufres algún pequeño contratiempo, y eres incapaz de reaccionar de la manera correcta. Por eso, te resulta imposible lograr la entrada en la vida” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Tras leer esto, una hermana compartió conmigo: “Sea cual sea el tipo de reveses y fracasos que enfrentemos, debemos orar y buscar la intención de Dios, y no abandonar la verdad y nuestro deber. Abandonar nuestro deber no es la senda para resolver el problema. Solo a través de las dificultades y los reveses que encontramos en nuestro deber se revelan nuestra corrupción y defectos, y podemos conocernos a nosotros mismos de verdad. Sin esas experiencias, no podemos ver nuestra corrupción ni nuestras carencias de ninguna manera. ¿Cómo podemos cambiar entonces? Por eso, atravesar fracasos y escollos no es algo malo. Es entonces cuando debemos buscar la verdad y aprender una lección; no podemos malinterpretar a Dios. Si solo dimitimos, abandonamos nuestro deber cuando enfrentamos dificultades, ¿cómo experimentaremos la obra de Dios y perseguiremos la salvación? ¿Qué testimonio tendríamos? Dios no nos pide mucho. Si tenemos determinación cuando enfrentamos problemas y dificultades y oramos y buscamos la verdad sinceramente, Dios nos guiará y ayudará”. Leer las palabras de Dios y luego escuchar la comunión de la hermana me resultó muy esclarecedor. Me di cuenta de que experimentar fracasos y reveses es el amor de Dios y es una buena oportunidad para que yo busque la verdad y aprenda una lección. Recordé que Pedro experimentó muchas pruebas, refinamientos, reveses y fracasos durante toda su vida. A veces sufría debilidades carnales, pero nunca perdió su fe en Dios. Siguió persiguiendo la verdad, buscando la intención de Dios y compensando sus carencias. Al final, entendió la verdad y conoció a Dios, y logró someterse y amarlo. Debo ser fuerte y decidida como Pedro, orar a Dios y buscar Su intención cuando enfrente reveses y fracasos, reflexionar sobre lo que me falta en vez de malinterpretar a Dios y culparlo.
Una vez, en mis devociones, leí un pasaje de las palabras de Dios que me ayudó a comprender mejor Su intención. Dios Todopoderoso dice: “La gente debe aprender a prestar atención a las palabras de Dios y a entender Su corazón. No debe malinterpretarlo. En realidad, en muchos casos, la preocupación de la gente proviene de sus intereses personales. En general, se trata del temor a no tener ningún desenlace. Siempre piensa: ‘¿Y si Dios me revela, descarta y rechaza?’. Se trata de tu mala interpretación de Dios; son solo tus conjeturas parciales. Tienes que llegar a comprender cuál es la intención de Dios. Él no revela a la gente para descartarla. La revela para poner de manifiesto sus defectos, sus errores y su esencia-naturaleza, para que se conozca a sí misma y pueda arrepentirse sinceramente; la revelación propiamente dicha es para que la gente crezca en la vida. Sin un entendimiento puro, la gente tiende a malinterpretar a Dios y volverse negativa y débil, o incluso puede sucumbir a la desesperación. De hecho, la revelación por parte de Dios no implica necesariamente que vaya a descartar a la persona. Lo hace para ayudarte a conocer tu propia corrupción y lograr que te arrepientas. A menudo, como la gente es rebelde y no busca la verdad para encontrar una solución cuando revela corrupción, Dios debe ejercer Su disciplina. Por ello, en ocasiones revela a la gente poniendo en evidencia su fealdad y su lamentable estado y permitiéndole conocerse a sí misma, lo que le ayuda a crecer en la vida. Revelar a la gente tiene dos implicaciones distintas. Para los malvados, ser revelados implica el descarte. Para los que son capaces de aceptar la verdad, es un recordatorio y una advertencia; les obliga a hacer introspección, a descubrir su verdadero estado y a dejar de ser díscolos e imprudentes, pues seguir así sería peligroso. Revelar de este modo a la gente es recordarle que, cuando cumpla con el deber, no sea atolondrada y descuidada, que no deje de tomarse las cosas con seriedad, que no se conforme con ser solo un poco eficaz creyendo haber cumplido con el deber a nivel aceptable, cuando, a decir verdad, en comparación con lo que exige Dios, no llega ni de lejos y, sin embargo, sigue siendo autocomplaciente y cree que lo hace bien. En tales circunstancias, Dios disciplina, amonesta y advierte a la gente. Algunas veces, Dios revela su fealdad, lo que, evidentemente, sirve de recordatorio. En esos momentos has de hacer introspección: es insuficiente cumplir con el deber de esta forma, hay rebeldía de por medio, hay demasiadas cosas negativas en ello, es totalmente superficial y, si no te arrepientes, corresponde que seas castigado. De vez en cuando, cuando Dios te disciplina o te revela, eso no implica necesariamente que te vaya a descartar. Hay que plantear correctamente esta cuestión. Incluso si eres descartado, debes aceptarlo y someterte a ello, y apresurarte a reflexionar y arrepentirte” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo a base de practicar la verdad y someterse a Dios se puede lograr transformar el carácter). Las palabras de Dios me mostraron que Su propósito al poner en evidencia a la gente no es descartarla, sino, en cambio, hacer que esta reconozca su corrupción y defectos para que pueda perseguir la verdad a fin de resolver sus problemas y progresar más rápido en la vida. No pude más que hacer introspección. Cuando enfrentaba cualquier clase de dificultad o problema, no consideraba ni buscaba con diligencia la intención de Dios. Tampoco hacía introspección para aprender acerca de mis propios problemas. Solo pensaba que Dios usaba estas situaciones para ponerme en evidencia y descartarme, que no era una líder apta y que debía aceptar la responsabilidad y dimitir. Estaba malinterpretando a Dios. Entonces, me di cuenta de que había tantos problemas y dificultades sin resolver en mi trabajo principalmente porque no me entregaba de corazón a mi deber. Siempre sentía que tenía mucho que hacer, y no tenía dirección ni metas cuando trabajaba. Hacía lo que me venía a la mente sin buscar resultados. Algunos nuevos fieles se dejaron engañar por rumores y yo no busqué qué aspecto de la verdad compartir para resolver sus nociones a fin de que pudieran discernir esos rumores y permanecer firmes en el camino verdadero. Al cultivar a la gente no buscaba los principios pertinentes ni obtenía un entendimiento claro de sus circunstancias reales, sino que lo hacía a ciegas. Como resultado, no logré nada en ese aspecto tampoco. Al regar a los nuevos fieles, no pensaba antes en qué aspectos de la verdad podía compartir para resolver sus problemas, así que no obtenía ningún resultado real en eso. Aunque, en apariencia, parecía que me esforzaba mucho, no prestaba atención y no analizaba los problemas de manera oportuna, por lo que no se lograba nada. Además, no solo no reflexioné ni me entendí a mí misma, sino que no busqué las verdades en las que debía entrar. Por el contrario, supuse que Dios me ponía en evidencia a propósito y me hacía quedar mal. Siempre me quejaba y no quería enfrentar fracasos y reveses, sino tenerlo siempre fácil, que todo fuera como la seda. Malinterpreté a Dios y lo culpé ante la mínima dificultad. ¿Cómo podía experimentar la obra de Dios y cumplir bien con mi deber? Era tan irracional. Así no es como un ser creado debe actuar. Tras darme cuenta de esto, sentí muchos remordimientos y oré a Dios: “Dios mío, Tú dispusiste esta situación para formarme y permitirme crecer en la vida, pero yo no entendí Tu intención, te malinterpreté. Soy muy rebelde. Por favor, esclaréceme, guíame y ayúdame a entender mi carácter corrupto”.
Después leí un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso que me ayudó a entenderme a mí misma. Dios dice: “Me regocijo en aquellos que no sospechan de los demás y me gustan los que aceptan de buena gana la verdad; a estas dos clases de personas les muestro gran cuidado, porque ante Mis ojos, son personas honestas. Si eres muy deshonesto, entonces te protegerás y sospecharás de todas las personas y asuntos y por esta razón, tu fe en Mí estará edificada sobre un cimiento de sospecha. Esta clase de fe es una que jamás podría reconocer. Al faltarte la fe verdadera, estarás incluso más lejos del verdadero amor. Y si puedes dudar de Dios y especular sobre Él a voluntad, entonces sin duda eres la persona más falsa de todas. Especulas si Dios puede ser como el hombre: imperdonablemente pecaminoso, de temperamento mezquino, carente de imparcialidad y de razón, falto de un sentido de la rectitud, entregado a tácticas despiadadas, traicioneras y arteras, y que se deleita en la maldad y la oscuridad y ese tipo de cosas. ¿Acaso el hombre no tiene tales pensamientos porque no conoce a Dios en lo más mínimo? ¡Esta forma de fe no se diferencia del pecado! Es más, hay incluso quienes creen que los que me agradan son precisamente los más aduladores y lisonjeros, y que todo aquel que carezca de estas habilidades no será bienvenido y perderá su lugar en la casa de Dios. ¿Es este el único conocimiento que habéis cosechado en todos estos años? ¿Es esto lo que habéis obtenido? Y vuestro conocimiento de Mí no termina en estas malas interpretaciones; peor aún es vuestra blasfemia contra el Espíritu de Dios y la calumnia sobre el Cielo. Por eso afirmo que una fe como la vuestra solo hará que os alejéis cada vez más de Mí y que os opongáis cada vez más a Mí” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo conocer al Dios en la tierra). Frente a la revelación de las palabras de Dios, estaba muy avergonzada de mí misma. Tenía recelos de Dios y lo malinterpretaba cuando enfrentaba fracasos y reveses porque pensaba que Él era frío y cruel como la gente. Pensaba que, cuando Dios quiere usar a alguien, le permite disfrutar de Su gracia pero, de lo contrario, lo descarta, lo echa a un lado y lo ignora. Cuestioné a Dios y recelé de Él basándome en este tipo de ideas. ¡Qué falsa era! No llevaba mucho tiempo siendo creyente, las verdades que entendía eran limitadas y tenía muchos fallos, pero la iglesia aun así me formó como líder y me dio la oportunidad de practicar para que pudiese aprender la verdad lo más rápidamente posible y entrar en la realidad-verdad. Cuando no fui lo suficientemente atenta en mi deber, lo que ocasionó que no tuviera logros, la iglesia de todos modos no me destituyó. Los demás todavía me ayudaban y animaban. Compartían conmigo las palabras de Dios, me guiaban a comprender Su intención y reconocer mi corrupción y mis defectos. Pero yo estaba en guardia contra Dios y lo recelaba. ¿Era eso demostrar verdadera fe en Dios? Había sido profundamente corrompida por Satanás, siempre siguiendo sus palabras endiabladas, como: “No confíes en nadie porque incluso tu sombrea te dejará en la oscuridad” y “Nunca pretendas hacer daño a otros, pero protégete siempre del daño que otros puedan hacerte”. Estaba en guardia contra todos, incluso Dios. Esto me mostró que mi carácter falso era verdaderamente muy grave, y de ahí venían completamente mis recelos y malentendidos hacia Dios. Al enfrentar dificultades, cuestioné y malinterpreté a Dios, pero Él me seguía esclareciendo y guiando para que yo entendiera la verdad, y me hacía ver mis propios problemas. Podía sentir el amor de Dios y lo real que era Su salvación para mí. Oré a Dios, dispuesta a arrepentirme y a dejar de vivir según mi carácter falso, recelando de Dios y malinterpretándolo.
Más adelante, leí este pasaje de las palabras de Dios: “Aunque quizá ahora cumplas de buen grado con tu deber, y aunque quizá renuncies a cosas y te esfuerces de buena gana, si todavía albergas malentendidos, especulaciones, dudas o quejas con respecto a Dios, o incluso rebeldía y reticencia hacia Él, o si empleas métodos y técnicas diversos para oponerte a Él y rechazar Su soberanía sobre ti, si no resuelves estas cuestiones, será casi imposible que la verdad se convierta en dueña de tu persona y llevarás una vida agotadora. A menudo, la gente brega y se atormenta en estos estados negativos, como si estuviera hundida en un cenagal, y está siempre preocupada por los conceptos del bien y el mal. ¿Cómo pueden descubrir y comprender la verdad? Para buscar la verdad, primero hay que someterse. Después, tras un período de experiencia, lograrán adquirir cierto esclarecimiento, momento en el cual resultará fácil comprender la verdad. Si uno está siempre tratando de averiguar qué está bien y qué está mal y se queda atrapado en el dilema de qué es verdadero y qué es falso, no tendrá forma de descubrir la verdad ni de comprenderla. ¿Y qué ocurre si uno nunca llega a comprenderla? No comprender la verdad provoca la aparición de nociones y malentendidos acerca de Dios; en tal caso, lo más es probable es que se queje de Él. Las protestas, cuando estallan, se convierten en oposición a Dios, lo cual equivale a resistirse a Él y constituye una transgresión grave. Si uno ha cometido muchas transgresiones, ha cometido múltiples males y debe ser castigado. Este es el tipo de consecuencias que conlleva el hecho de no llegar a comprender jamás la verdad” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo con la búsqueda de la verdad se pueden corregir las nociones y los malentendidos propios acerca de Dios). Leer esto me generó un temor persistente. Si hubiese seguido viviendo en un estado de negatividad, sin buscar la verdad ni sincerarme con los hermanos y hermanas, habría continuado viviendo según mi carácter falso, malinterpretando a Dios. Así podría haber culpado fácilmente a Dios y haberme opuesto a Él, lo que constituiría una trasgresión. Incluso podría hacer el mal e ir contra Dios. ¡Eso sería sumamente peligroso! Durante la época en la que malinterpretaba y cuestionaba a Dios, mi estado negativo prácticamente me controlaba. Siempre me preocupaba ser puesta en evidencia y descartada. No tenía sentido de la libertad; era muy agotador. En mi deber solo me esforzaba por completar tareas. En cuanto aparecía un problema nuevo, no podía evitar malinterpretar a Dios y querer renunciar. Fueron las palabras de Dios las que me guiaron a sincerarme con los demás y buscar la verdad y aprender acerca de mi carácter corrupto. De lo contrario, habría continuado malinterpretando a Dios y habría decidido abandonar mi deber. Las consecuencias habrían sido aterradoras.
Después leí otro pasaje de las palabras de Dios que me dio una senda de práctica cuando enfrento problemas con el trabajo de la iglesia. Dios dice: “Respecto a los problemas que surgen en la iglesia, no os llenéis de dudas tan grandes. En el proceso de edificación de la iglesia, los errores son inevitables, pero no entréis en pánico cuando os enfrentéis a los problemas; tened calma y estad sosegados. ¿Acaso no os lo he dicho ya? Ven delante de Mí con frecuencia y ora, y Yo te mostraré claramente Mis intenciones” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). Las palabras de Dios me enseñaron que enfrentar diversas dificultades es inevitable al cumplir con el trabajo de la iglesia. Es perfectamente normal y Dios permite que eso suceda. Cuando enfrentamos dificultades, siempre que oremos y confiemos en Dios de verdad, Él nos mostrará el camino. Algunos nuevos creyentes que acaban de aceptar la obra de Dios de los últimos días no comprendían del todo las verdades de las visiones y podían dejarse engañar por los rumores. Yo tenía que confiar más en Dios y usar Sus palabras para exponer los trucos de Satanás y ayudar a los nuevos creyentes a asentarse en el camino verdadero. Tras entender la intención de Dios, y después volver a la obra de la iglesia, analicé los errores y problemas que existían en nuestro trabajo anterior. En respuesta a los problemas que enfrentaban los nuevos creyentes, me dotaba de las verdades pertinentes, y después los ayudaba a abordarlos mediante la comunión. En cuanto a cultivar a la gente, primero buscaba los principios correspondientes y oraba de corazón. En las reuniones me centraba en observar quién era adecuado a los principios para recibir formación. Seleccionar a la gente de esta manera era algo más preciso.
A veces todavía me encuentro con dificultades y fracasos en mi deber, pero miro estos problemas desde una perspectiva diferente ahora. Me pregunto: ¿qué lección quiere Dios que aprenda de esta situación? Oro a conciencia, leo las palabras de Dios y busco una senda de práctica. También he aprendido a buscar ayuda de los hermanos y hermanas. Si otros señalan problemas en mi trabajo, puedo ver mis propios fallos y defectos. Ya no creo que Dios intente hacerme quedar mal. Por el contrario, siento que es una buena oportunidad de hacer introspección, entenderme a mí misma y madurar en la vida. Una vez, una hermana me dijo: “He notado que eres más paciente cuando riegas a los nuevos creyentes, y cuando te encuentras con problemas sabes buscar la intención de Dios mejor que antes”. Esto me conmovió mucho. Aunque era tan solo un pequeño cambio por mi parte, de veras experimenté que el amor y la salvación de Dios para la humanidad son reales. Dios siempre me guía, y tengo más determinación para cumplir bien con mi deber y satisfacerlo.
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