La prueba de los contrastes
Por Xingdao, Corea del Sur “¡Oh, Dios! Tenga estatus o no, ahora me entiendo a mí mismo. Si mi estatus es alto, se debe a Tu elevación; y...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
Me encargaba del trabajo de riego en la iglesia. Conforme más gente aceptó la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, la iglesia se dividió en tres y me pusieron a cargo de una de ellas. Tras la división, descubrí que asignaron a mi iglesia a muchos nuevos fieles que no se reunían asiduamente. Pensé: como nos faltaba personal de riego, requeriría mucho tiempo y energía sustentar a los que no se reunían adecuadamente. Si causaban baja porque no se les regaba bien, los hermanos y hermanas tal vez dirían que yo era incapaz y poco apto. Sería realmente vergonzoso. Quizá me podarían o me culparían de su marcha. Si no fuera la encargada, sino personal de riego, no tendría que asumir esa responsabilidad. Me parecía mucha presión, como si me endosaran una gran carga, y en el fondo estaba abrumado. El líder quería que capacitáramos a más gente frente a la escasez de regadores. Pero, al ver cuántos nuevos creyentes no se reunían adecuadamente, la dificultad me agobió. Creía que no podría formar a nadie lo bastante pronto y me desanimé. Luego me volví muy pasivo en el trabajo. No formaba ni regaba adecuadamente a quienes debía formar y regar, lo que perjudicó nuestra labor. Muy enojado y algo culpable, oré a Dios: “Dios mío, me falta estatura. Ante la multitud de dificultades y problemas en esta nueva iglesia, he querido abandonar. Sé que no es esa Tu intención. Te pido que me guíes para hacer introspección y para cambiar mi estado incorrecto, de forma que pueda asumir esta labor”.
Leí un pasaje de las palabras de Dios en mis devociones. Dios Todopoderoso dice: “Algunas personas tienen miedo de asumir responsabilidades en el cumplimiento de su deber. Si la iglesia les da un trabajo que hacer, consideran primero si el trabajo requiere asumir responsabilidad y, si es así, no lo aceptan. Sus condiciones para cumplir con un deber son, primero, que debe ser un trabajo ligero; segundo, que no sea cansado ni les quite tiempo; y tercero que, hagan lo que hagan, no asuman ninguna responsabilidad. Ese es el único deber que aceptan. ¿Qué clase de persona es esta? ¿Acaso no es una persona esquiva y taimada? No quieren asumir siquiera la menor responsabilidad. Incluso tienen miedo de que las hojas de los árboles les caigan encima y les abran la cabeza. ¿Qué deber puede cumplir una persona así? ¿Qué utilidad puede tener en la casa de Dios? La obra de la casa de Dios tiene que ver con la tarea de batallar contra Satanás, además de difundir el evangelio del reino. ¿Qué deber no conlleva responsabilidades? ¿Diríais que ser líder requiere responsabilidad? ¿Acaso sus responsabilidades no son aun mayores y no deben asumirlas en mayor medida? Por mucho que difundas el evangelio, des testimonio, hagas vídeos y cosas así, sea cual sea el trabajo que hagas, siempre que esté relacionado con los principios-verdad, conlleva responsabilidades. Si tu cumplimiento del deber no tiene principios, afectará a la obra de la casa de Dios, y si tienes miedo de asumir responsabilidad, entonces no puedes cumplir con ningún deber. ¿Es cobarde alguien que teme asumir responsabilidades al cumplir con su deber o es que existe un problema con su carácter? Hay que saber diferenciarlo. El hecho es que no se trata de una cuestión de cobardía. Si esa persona fuera en busca de riquezas o estuviera haciendo algo en su propio interés, ¿cómo no habría de ser tan valiente? Asumiría cualquier riesgo. Pero cuando hacen cosas por la iglesia, por la casa de Dios, no asumen ninguno. Tales personas son egoístas y viles, las más traicioneras de todas. Quien no asume responsabilidades al cumplir con su deber no es en absoluto sincero con Dios, ya no hablemos de su lealtad. ¿Qué clase de persona se atreve a asumir responsabilidades? ¿Qué clase de persona tiene el valor de llevar una pesada carga? Alguien que asume el liderazgo y da un paso adelante con valentía en el momento más crucial de la obra de la casa de Dios, que no teme cargar con una gran responsabilidad y soportar grandes dificultades, cuando ve la obra más importante y crucial. Se trata de alguien leal a Dios, un buen soldado de Cristo. ¿Es que todos los que temen asumir responsabilidades en su deber lo hacen porque no entienden la verdad? No; es un problema de su humanidad. No tienen sentido de la justicia ni de la responsabilidad. Son personas egoístas y viles, no son creyentes sinceros de Dios, y no aceptan la verdad en lo más mínimo. Por esta razón, no pueden ser salvados. Los creyentes en Dios deben pagar un alto precio a fin de ganar la verdad, y se toparán con muchos obstáculos para practicarla. Deben renunciar a las cosas, abandonar sus intereses carnales y soportar cierto sufrimiento. Solo entonces podrán poner en práctica la verdad. Entonces, ¿puede practicar la verdad quien teme asumir responsabilidades? Desde luego que no pueden practicar la verdad, y menos aún obtenerla. Tiene miedo de practicar la verdad, de incurrir en una pérdida para sus intereses; tiene miedo de ser humillado, de ser despreciado y de ser juzgado, y no se atreven a poner en práctica la verdad. Por consiguiente, no pueden obtenerla, y no importa cuántos años crean en Dios, no pueden alcanzar Su salvación” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Quieren que los demás se sometan solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Me sentí muy mal al ver lo revelado en las palabras de Dios. Dice dios que quienes temen asumir la responsabilidad en el deber son los más egoístas, viles y astutos. No saben practicar la verdad y es imposible que alcancen la salvación. Yo actuaba así. Al ver que muchos nuevos se reunían de forma irregular y había pocos candidatos a ser formados, no pensaba en cómo respetar las intenciones de Dios, en capacitar a candidatos viables y regar bien a los nuevos para que pudieran enraizarse antes en el camino verdadero. Los consideraba una carga. Pensaba en el tiempo y la energía que supondría sustentarlos y en que los demás me despreciarían si no lo hacía bien. Me podarían y me culparían si aquello era grave. Parecía un trabajo agotador que podría no dar fruto, y yo era reacio. Aunque me forzaba a hacerlo, era pasivo. Como era irresponsable, no formé a personas a las que debía formar, mientras que otras dejaron de venir asiduamente. El evangelio de Dios de los últimos días ya se está expandiendo rápido y más gente se está volviendo hacia Dios. La intención urgente de Dios es que se riegue y sustente bien a los nuevos, pero yo solo pensaba en mis intereses, no en Su intención. Tampoco en la entrada en la vida de los nuevos fieles. ¡Qué egoísta y decepcionante para Dios! Y, en las otras iglesias nuevas, observaba que otros eran capaces de sostener la labor de la iglesia sin pensar en sus pérdidas y ganancias personales. Hacían lo imposible por regar a nuevos creyentes por duro que fuera. Eran auténticos creyentes consagrados a su deber. Estaba avergonzado y humillado. Tenía que dejar de pensar en mis intereses y de demorar la labor de la iglesia. Era preciso que asumiera esta responsabilidad y lo diera todo por regar bien a los nuevos. Después empecé a cooperar de manera activa y me esforzaba por regar a personas a las que se podía cultivar. Cuando entendieron la intención de Dios, también fueron activas en el deber. Colaborábamos en el trabajo y sustentábamos juntos a los nuevos. Al poco tiempo, algunos nuevos se estaban reuniendo asiduamente. Estaba muy feliz y agradecido a Dios.
Pero pronto me hallé en la misma situación otra vez. Un día me dijo el líder: “Se acaba de crear la iglesia en Chenguang. Varios nuevos creyentes no se están reuniendo adecuadamente y les faltan buenos regadores. El trabajo avanza despacio. Vamos a poner esa iglesia en tus manos”. Cuando dijo esto el líder, me di cuenta de que la intención de Dios subyacía a esta situación. La última vez que se dividió una iglesia, me dio miedo la responsabilidad, lo que demoró la labor de la iglesia. Esta vez tenía que someterme y cumplir bien con mi deber. Pero dudé cuando miré de nuevo el estado actual de la iglesia de Chenguang. A la iglesia de la que me encargaba le empezaba a ir mejor y había mucho trabajo pendiente. Asumir otra iglesia supondría mucho tiempo y energía. Si no podía sustentar correctamente la iglesia de Chenguang ni ocuparme del trabajo de mi iglesia actual, ¿qué opinarían los demás de mí? No sería tanto ajetreo gestionar una sola iglesia y podría centrar mis esfuerzos en hacer bien mi trabajo. Todos me verían con otros ojos y hasta puede que me ascendieran. Con esta idea, pensé que la iglesia de Chenguang sería demasiado para compaginarla. En todo caso, no me beneficiaría, y no quería aceptarla. No obstante, si la rechazaba y nadie la asumía, eso afectaría al trabajo de la iglesia. Estaba confundido. El líder vio en qué estado me hallaba y compartió conmigo un pasaje de las palabras de Dios: “Si tienes cierta habilidad en algún campo y has estado trabajando en él por más tiempo que la mayoría, se te debe asignar el trabajo más complicado. Debes aceptar de parte de Dios y someterte. No seas quisquilloso y te quejes diciendo: ‘¿Por qué me complican las cosas a mí? Les dan las tareas fáciles a los demás y a mí me dan las difíciles. ¿Acaso no intentan complicarme la vida?’. ‘Intentan complicarme la vida’, ¿qué quieres decir con eso? La organización del trabajo se adapta a cada persona: los que son más capaces hacen más. Si has aprendido mucho y Dios te ha dado mucho, corresponde que se te asigne una carga más pesada, no para complicarte la vida, sino porque eso es precisamente lo adecuado para ti. Es tu deber, así que no intentes elegir, negarte o zafarte. ¿Por qué te parece difícil? En realidad, si te esforzaras un poco, serías totalmente capaz de lograrlo. El hecho de que lo consideres difícil, que es injusto, que se meten contigo adrede, es revelación de un carácter corrupto. Es negarte a cumplir con el deber y no aceptar nada de parte de Dios. Eso supone no practicar la verdad. Cuando eliges qué deber cumplir y haces lo que es sencillo y fácil, y haces solo aquello que te hace quedar bien, este es un carácter satánico corrupto. El hecho de que no seas capaz de aceptar tu deber ni someterte demuestra que aún eres rebelde hacia Dios, que te opones a Él, lo rechazas y lo evitas. Ese es un carácter corrupto” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Este pasaje me conmovió. El líder no trataba de complicarme las cosas haciendo que asumiera otra iglesia. Como llevaba un tiempo trabajando en riego, debía saber gestionarlo con solo sacrificarme un poquito más. Sin embargo, era demasiado egoísta por pensar únicamente en mis intereses y no querer sacrificarme más. Además, temía quedar mal si no hacía un buen trabajo, por lo que no quería asumirlo y lo rechazaba: no era nada sumiso. La iglesia me confiaba algo tan importante como el riego de nuevos creyentes por la gracia y la exaltación de Dios. Debía someterme sin condiciones y hacer todo lo mejor. Eso haría alguien con conciencia y razón. Al ampararme en Dios y cooperar sinceramente con Él, sabía que me guiaría para que hiciera bien el trabajo. Oré a Dios en mi interior, dispuesto a olvidar mis inquietudes y a asumir esa responsabilidad.
Luego reflexioné y busqué. ¿Por qué siempre quería rechazar los deberes, y nunca asumir responsabilidades? Leí unas palabras de Dios: “No importa lo que estén haciendo, los anticristos consideran primero sus propios intereses y solo actúan una vez que lo han pensado todo bien; no se someten verdadera, sincera y absolutamente a la verdad sin compromiso, sino que lo hacen de manera selectiva y condicional. ¿Cuáles son las condiciones? Se trata de que su estatus y reputación estén a salvo y de que no deben sufrir ninguna pérdida. Solo después de que se satisfaga esta condición, decidirán y elegirán qué hacer. Es decir, los anticristos consideran muy seriamente la manera de tratar los principios-verdad, las comisiones de Dios y la obra de la casa de Dios o cómo ocuparse de las cosas a las que se enfrentan. No les importa cómo satisfacer las intenciones de Dios, cómo evitar dañar los intereses de Su casa, cómo contentar a Dios o cómo beneficiar a los hermanos y hermanas; esas no son las cosas que les interesan. ¿Qué les importa a los anticristos? Si su propio estatus y su reputación van a verse afectados y si su prestigio va a disminuir. Si hacer algo de acuerdo con los principios-verdad beneficia a la obra de la iglesia y a los hermanos y hermanas, pero puede provocar que su propia reputación se vea afectada y causar que mucha gente se dé cuenta de su verdadera estatura y sepa qué tipo de esencia-naturaleza tiene, entonces no cabe duda de que no van a actuar de acuerdo con los principios-verdad. Si piensan que hacer algo de trabajo real provocará que más personas piensen bien de ellos, los respeten y los admiren, que les dará incluso un mayor prestigio o hará que sus palabras tengan autoridad y causará que más personas se sometan a ellos, entonces elegirán hacerlo así. De lo contrario, nunca escogerán renunciar a sus propios intereses por consideración hacia los intereses de la casa de Dios o de los hermanos y hermanas. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos. ¿Acaso no es egoísta y despreciable?” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). “Mientras las personas no hayan experimentado la obra de Dios y no hayan comprendido la verdad, la naturaleza de Satanás es la que toma las riendas y las domina desde el interior. ¿Qué cosas específicas conlleva esa naturaleza? Por ejemplo, ¿por qué eres egoísta? ¿Por qué proteges tu propia posición? ¿Por qué tienes sentimientos tan fuertes? ¿Por qué te gustan esas cosas injustas? ¿Por qué te gustan esas maldades? ¿Cuál es la base para que te gusten estas cosas? ¿De dónde proceden? ¿Por qué las aceptas de tan buen grado? Para este momento, todos habéis llegado a comprender que esto se debe, principalmente, al veneno de Satanás que hay dentro del hombre. Entonces, ¿qué es el veneno de Satanás? ¿Cómo se puede expresar? Por ejemplo, si preguntas ‘¿Cómo debería vivir la gente? ¿Para qué debería vivir?’, te responderán: ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema. La filosofía y la lógica de Satanás se han convertido en la vida de las personas. Sea lo que sea lo que persigue la gente, lo hace para sí misma, por tanto solo vive para sí misma. ‘Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda’: esta es la filosofía de vida del hombre y también representa la naturaleza humana. Estas palabras se han convertido ya en la naturaleza de la humanidad corrupta y son el auténtico retrato de su naturaleza satánica. Dicha naturaleza satánica se ha convertido ya en la base de la existencia de la humanidad corrupta. La humanidad corrupta ha vivido según este veneno de Satanás durante varios miles de años y hasta nuestros días” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Cómo caminar por la senda de Pedro). Hallé respuesta en las palabras de Dios. No quería una gran carga, sobre todo, porque vivía de acuerdo con el carácter de un anticristo, era egoísta y taimado. Todo cuanto hacía lo asociaba a mis intereses, a condición de que estos no pudieran correr peligro. No era considerado con las intenciones de Dios ni con sostener la labor de la iglesia. Al ver que muchos nuevos fieles de mi nueva iglesia no se reunían asiduamente, temí que eso afectara a la efectividad en mi deber, lo que dañaría mi reputación. Cuando el líder me pidió que supervisara la iglesia de Chenguang, supe que, si no se regaba pronto a los nuevos creyentes de allí, a lo mejor los perturbaban los pastores religiosos y causaban baja, pero no quería aceptar el trabajo de regar allí. Sopesaba los pros y los contras para mí mismo y solo pensaba cómo hacer el trabajo del que ya era responsable. Así no sería tan estresante, y yo no tendría que sufrir mucho. Si al final lograba algo, recibiría el visto bueno de los demás y daría buena impresión. Vivía según el veneno satánico de que “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”. Ante cualquier cosa, lo primero en que pensaba era en si sería bueno para mi reputación. Si se iban a ver perjudicados mis intereses, incluso aunque eso fuera bueno para la labor de la iglesia, yo no quería hacerlo. Me resistía y me negaba, sin ser para nada sincero ni sumiso hacia Dios. Los que acababan de aceptar la obra de Dios de los últimos días no conocían la verdad todavía. Era posible que sufrieran la injerencia de los pastores, lo que podría desorientarlos y ahuyentarlos, por lo que la iglesia me asignó su riego y sustento. Ante una tarea tan crucial, no asumí la responsabilidad y cumplí con el deber, sino que temí que se resintiera mi reputación si no lo hacía bien. Ese es el carácter de un anticristo: egoísta, despreciable e interesado. Me embargaron el pesar y la culpa. Me sentí muy en deuda con Dios y quería arrepentirme ante Él.
Luego leí más palabras de Dios: “¿Cuál es el estándar a través del cual las acciones y el comportamiento de una persona son juzgados como buenos o malvados? Que en sus pensamientos, revelaciones y acciones posean o no el testimonio de poner la verdad en práctica y de vivir la realidad-verdad. Si no tienes esta realidad ni vives esto, entonces, sin duda, eres un malhechor. ¿Cómo considera Dios a los malhechores? Para Dios, tus pensamientos y tus acciones externas no dan testimonio para Él, no humillan a Satanás ni lo derrotan; en cambio, avergüenzan a Dios, están llenas de marcas del deshonor que le has causado a Él. No estás dando testimonio para Dios, no te estás gastando por Él y no estás cumpliendo tus responsabilidades y obligaciones hacia Dios, sino que más bien estás actuando para ti mismo. ¿Qué significa ‘para ti mismo’? Siendo precisos, significa ‘para Satanás’. Así que, al final Dios dirá: ‘Apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad’. A ojos de Dios tus acciones no se verán como buenas, se considerarán actos malvados. No solo no obtendrán la aprobación de Dios, además serán condenadas. ¿Qué espera obtener alguien con una fe así en Dios? ¿Acaso no se quedaría esta fe en nada al final?” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios son muy claras. Dios no se fija en cuánto sufrimos, sino en lo que llevamos dentro, en lo que revelamos en el deber y en si tenemos testimonio de práctica de la verdad. Si la motivación de alguien en el deber no es satisfacer a Dios, si no practica la verdad, entonces, por mucho que dé, Dios considera que hace el mal y que se opone a Él. Al recordar lo revelado en aquel tiempo por mi actitud, vi que siempre pensaba y planificaba en torno a mis intereses, y quería eludir el deber. Aunque lo acepté a regañadientes, no era responsable. No formé a quienes debería haber formado y algunos nuevos creyentes no se reunían asiduamente porque no los regué a tiempo. Dios abominaba de mis motivaciones y conductas. A ojos de Dios, hacía el mal y me resistía a Él. Hacía años que era creyente y había gozado de muchísimo sustento de la verdad de Dios, pero jamás pensé en retribuirle Su amor. Cuando más apoyo requería el trabajo de la iglesia, no quise asumir una pesada carga. No cumplía bien con el deber ni satisfacía a Dios. Realmente no tenía conciencia ni humanidad. Oré en silencio: “Oh, Dios mío, en el deber, me afano por la reputación y el estatus sin proteger para nada la labor de la iglesia. Soy muy egoísta. No he cumplido bien con mi deber y tengo una enorme deuda contigo. Dios mío, gracias por darme otra oportunidad. Quiero arrepentirme, asumir esta carga y hacer lo imposible en el deber para reparar las transgresiones previas”.
Luego leí un pasaje de las palabras de Dios que me dio una senda de práctica. Dios dice: “Para todos los que cumplen con un deber, da igual lo profundo o superficial que sea su entendimiento de la verdad, la manera más sencilla de practicar la entrada en la realidad-verdad es pensar en los intereses de la casa de Dios en todo, y renunciar a los propios deseos egoístas, a las intenciones, motivos, orgullo y estatus personales. Poner los intereses de la casa de Dios en primer lugar; esto es lo menos que debéis hacer. Si una persona que lleva a cabo un deber ni siquiera puede hacer esto, entonces ¿cómo puede decir que está llevando a cabo su deber? Esto no es llevar a cabo el propio deber. Primero debes pensar en los intereses de la casa de Dios, tener en cuenta las intenciones de Dios y considerar la obra de la iglesia. Coloca estas cosas antes que nada; solo después de eso puedes pensar en la estabilidad de tu estatus o en cómo te consideran los demás. ¿No os parece que esto se vuelve un poco más fácil cuando lo dividís en dos pasos y hacéis algunas concesiones? Si practicáis de esta manera durante un tiempo, llegaréis a sentir que satisfacer a Dios no es algo tan difícil. Además, deberías ser capaz de cumplir con tus responsabilidades, llevar a cabo tus obligaciones y tu deber, dejar de lado tus deseos egoístas, intenciones y motivos. Debes mostrar consideración hacia las intenciones de Dios y poner primero los intereses de la casa de Dios, la obra de la iglesia y el deber que se supone que has de cumplir. Después de experimentar esto durante un tiempo, considerarás que esta es una buena forma de comportarte. Es vivir sin rodeos y honestamente, y no ser una persona vil y miserable; es vivir justa y honorablemente en vez de ser despreciable, vil y un inútil. Considerarás que así es como una persona debe actuar y la imagen por la que debe vivir. Poco a poco, disminuirá tu deseo de satisfacer tus propios intereses” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Con las palabras de Dios hallé una senda de práctica: renunciar a mis intereses y priorizar los de la iglesia cuando surgiese algo. Quería hacer lo que dice la palabra de Dios: dejar de pensar en si mis intereses se resentirían o no y en lo que opinarían los demás de mí. Tenía que cumplir con mis responsabilidades y asumir el trabajo. También me percaté de que nunca quería trabajos difíciles por miedo a que me despreciaran o podaran si no lo hacía bien. No comprendía los buenos propósitos de Dios de salvar al hombre: recibir un trabajo más difícil es la gracia de Dios. Con este reto, Dios me ayuda a aprender a ampararme en Él y a buscar la verdad para resolver los problemas. En el transcurso del deber, es bueno llevar una pesada carga y ser podado o revelado. Estas me dan la ocasión de ver bien mis fallos y defectos, de modo que pueda centrarme más en buscar la verdad y dotarme de ella para compensar mis debilidades. Eso favorece mi comprensión de la verdad y mi progreso vital. Es el amor de Dios. Cuando comprendí la intención de Dios, cambié de actitud hacia el deber. Vi que, para gestionar el trabajo de dos iglesias, no podía contar solamente con mis habilidades. Como lo que podía hacer era limitado, tenía que centrarme en formar a gente. Cuando hubiera más hermanos y hermanas que conocieran las intenciones de Dios, podrían asumir un deber, lo que facilitaría el trabajo. Entonces podría centrar mi energía en las tareas cruciales. Así pues, hablé con el personal de riego y confirmé a quienes había que formar, y me esforcé en celebrar reuniones y hablar de las palabras de Dios para resolver sus dificultades y problemas reales. Me sorprendió que algunos hermanos y hermanas comprendieran la obra de Dios, recibieran la fe y quisieran cumplir con un deber. Cuando colaborábamos, era mucho más eficaz en mi deber, y algunos proyectos se hicieron en un suspiro. Además, ellos adquirieron práctica y tenían más energía en el deber. Tras ser regados y apoyados durante un tiempo, muchos nuevos creyentes habían comprendido un poco la obra de Dios, se habían asentado en el camino verdadero y asistían activamente a reuniones. Todo esto me emocionaba mucho. Una vez que renuncié a mis intereses, asumí una carga y me empleé a fondo en el deber, sin darme cuenta había progresado y lograba muchas más cosas en el deber. Ya no me da miedo asumir responsabilidades y quiero practicar la verdad y cumplir mi deber bien para satisfacer a Dios.
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