La alta presión en la educación perjudicó a mi hija

19 Ago 2024

Por Niuniu, China

Mis padres se divorciaron cuando yo era muy joven. Mi hermana mayor y yo vivíamos con mi papá, y nuestra vida era muy dura. Nuestra familia no tenía muchos recursos, además mis notas eran malas, así que cuando llegué a la secundaria, abandoné la escuela y comencé a trabajar. No tenía estudios y solo podía realizar algunos trabajos manuales. Era agotador y humillante. Al no tener educación, solo podía ser una trabajadora de clase baja en esta vida. Por eso, cuando me casé y tuve a mi primera hija, esperaba que estudiara mucho y entrara a una buena universidad en el futuro, no solo para que tuviera un buen futuro, sino también porque reflejaría bien en mí como su madre. Durante ese tiempo, trabajaba un poco en casa con mi esposo mientras también cuidaba a mi hija. Cuando ella tenía dos años, compré algunos libros de nivel principiante en línea para enseñarle. Mientras cocinaba o lavaba la ropa, le enseñaba el Clásico de los Tres Caracteres o la hacía memorizar poesías de Tang. A veces, cuando yo decía una frase, ella podía decirme la siguiente de memoria. Vi lo rápido que aprendía y pensé que mi hija era muy lista, que sin duda destacaría académicamente en el futuro. Cuando cumplió cuatro años, la envié al jardín de infancia. Al cabo de medio año, al ver que no aprendía mucho en la clase de nivel inferior, la cambié a la clase de nivel medio, e incluso antes de que terminara ese nivel, la cambié a la clase de nivel superior. El primer jardín de infancia que elegí para mi hija no estaba lejos de casa, pero luego noté que no estaba aprendiendo mucho allí, y pensé: “Este es el momento en que los niños construyen cimientos. Si sigue estudiando aquí, esto afectará sus perspectivas en el futuro”. Así que le pedí a alguien que preguntara por mí, y encontré un jardín de infancia que era bueno pero bastante lejos de donde vivíamos. Llevaba a mi hija a la escuela y la traía a casa todos los días, y durante ese tiempo pensaba: “Enviar a mi hija a un buen jardín de infancia es beneficioso para su futuro. Vale la pena por muy duro que sea”. Para que mi hija sacara buenas notas, ahorré en comida y otros gastos, y gasté más de 500 yuanes en un bolígrafo inteligente. Pensé que esto ayudaría a sus notas. Más tarde, mi hija empezó el primer grado y le gustaba jugar demasiado, así que establecí una regla: todos los días, después de desayunar, tenía que practicar la escritura de caracteres. Después, tenía que recitar un pasaje de su libro de texto, y solo entonces podía salir a jugar. Al ver que le había organizado todo ese estudio y que no podía jugar hasta que terminara, lloró e hizo un escándalo. Me enfadé y la regañé diciéndole: “Si estudias mucho y puedes hacer toda esta tarea, entonces no necesitaré poner estas reglas. ¿No son estas reglas para tu propio bien? Mira a la hija de fulanito; ¿ves qué buenas notas saca? Sus padres nunca están en casa, pero aun así sabe cómo estudiar duro. Si no estudias duro, ni siquiera podrás encontrar un trabajo cuando termines la escuela, y mucho menos tener un futuro brillante. Cuando llegue ese momento y no tengas qué comer, no vengas corriendo a mí”. Mi regaño hizo callar a mi hija, que accedió a regañadientes a mis exigencias y estudió. Así, bajo mi estricto control, las notas de mi hija mejoraron. Sacaba notas de 90, y a veces incluso de 99, en los exámenes. Pero aun así la regañaba, diciendo: “¿Por qué sacaste solo 99 en lugar de 100?”. Después de eso, la animaba a estudiar mucho, comprándole materiales para que estudiara en su tiempo libre y pudiera sacar 100 en los exámenes lo antes posible.

En junio de 2021, mi hija estaba en segundo grado y sus notas no dejaban de bajar, así que la regañé diciéndole: “¿Por qué tus notas en los exámenes siguen bajando?”. También la acusé de no prestar atención en clase. En casa, la vigilaba mientras estudiaba y, a veces, cuando no me hacía caso, la golpeaba. Mi hija se asustaba cada vez que me veía y, como no se atrevía a oponerse a mí, se golpeaba; tampoco se acercaba a mí. Incluso le dijo a su abuela que yo no la quería. En ese momento, me enfadé mucho y le dije a mi hija: “Aún eres joven y no entiendes las cosas; hago todo esto por tu bien. Cuando yo tenía tu edad, como no era una buena estudiante, no tenía perspectivas de futuro y solo podía convertirme en una ciudadana de clase baja. Tienes que ser una buena estudiante; no puedes ser como yo”. Mi hija no tuvo más remedio que seguir mis exigencias.

Más tarde, me eligieron para liderar una iglesia. Estaba bastante ocupada con los deberes de liderazgo y no tenía mucho tiempo para supervisar los estudios de mi hija en casa. Sus notas estaban bajando bastante; al principio había sacado notas de 90, y luego fueron bajando poco a poco hasta los 70. Pensé: “Si las cosas siguen así, es posible que ni siquiera pueda graduarse de la escuela secundaria, y mucho menos ingresar a una buena universidad y tener un futuro brillante. Si mi hija no tiene perspectivas de futuro, también se reflejará mal en mí”. Así que me ocupaba del trabajo de la iglesia durante el día, y por la noche daba clases extra a mi hija. Pero a ella le gustaba jugar y no era muy disciplinada, y sus notas empeoraban cada vez más. Su profesora me llamó y me dijo que las notas de mi hija estaban bajando mucho, y también me dijo que, por muy ocupada que estuviera, debía preocuparme por los estudios de mi hija. Al oír lo que decía la profesora, me quejé conmigo misma, pensando que era porque estaba demasiado ocupada con mi deber que no había logrado estar pendiente de los estudios de mi hija, y que por eso sus notas habían bajado tanto. Por eso, no quería cumplir con mis deberes de liderazgo, solo quería reunirme cada semana y con eso estaría bien. De ese modo, tendría más tiempo para supervisar los estudios de mi hija en casa. Esa tarde, un líder vino a reunirse con nosotros, y yo no quería ir. Sabía que estaba mal pensar así, y oré a Dios: “Dios, las notas de mi hija están bajando mucho, y me preocupa que, si sigue así, afectará sus perspectivas de futuro. Por esta razón, no quiero cumplir con mis deberes de líder. Sé que esto está mal; por favor, guíame y muéstrame una senda para practicar”. Después de orar, fui a participar en la reunión, donde le conté a la líder sobre mi estado. Ella compartió conmigo y me recordó que volviera a casa y leyera las palabras de Dios que exponen cómo los padres educan a sus hijos.

Cuando llegué a casa, encontré las palabras de Dios sobre este tema y las leí. Dios Todopoderoso dice: “Cada padre o anciano tiene diversas expectativas respecto a sus hijos, ya sean grandes o pequeñas. Esperan que estudien mucho, tengan buena conducta, destaquen en la escuela, su media sea de sobresaliente y no aflojen. Quieren que sus maestros y compañeros los respeten, y que saquen más de un 80 en todo. Si sacan un 60, la emprenden a golpes con ellos, y si sacan menos de 60, los ponen de cara a la pared para que piensen en sus fallos, o les hacen permanecer de pie y en silencio como castigo. No se les permite comer, dormir, ver la tele o jugar a videojuegos, y no les comprarán la ropa y los juguetes bonitos que les prometieron. Cada pareja de padres alberga múltiples expectativas hacia sus hijos y deposita en ellos grandes esperanzas. Ambos esperan que tengan éxito en la vida, avancen rápido en sus carreras y traigan honor y gloria a sus ancestros y a la familia. Ningún padre quiere que sus hijos acaben siendo mendigos, agricultores o incluso ladrones o bandidos. Tampoco quiere que se conviertan en ciudadanos de segunda clase después de acceder a la sociedad, que rebusquen en la basura, ofrezcan sus mercancías en las aceras, sean vendedores ambulantes o reciban el desprecio de los demás. Al margen de que los hijos puedan hacerlas realidad, los padres de todos modos depositan en ellos todo tipo de expectativas. Son una proyección de las cosas y las aspiraciones que ellos consideran buenas y nobles para sus hijos, a las que aplican una capa de esperanza, y confían en que estos puedan cumplir los deseos paternos. ¿Qué crean de manera inadvertida estos deseos paternos en los hijos? (Presión). Les crean presión, ¿y qué más? (Cargas). Se convierten en presión y también en ataduras. Dado que los padres tienen expectativas sobre sus hijos, los disciplinan, guían y educan de acuerdo con ellas. Llegarán incluso a invertir en sus hijos para satisfacer sus expectativas, o a pagar cualquier precio por ellas. Por ejemplo, los padres esperan de sus hijos que destaquen en la escuela, sean los mejores de su clase, saquen más de 90 en todos los exámenes, que siempre sean el número uno o, como poco, nunca queden por debajo del quinto puesto. Después de expresar estas expectativas, ¿acaso no están los padres haciendo a su vez ciertos sacrificios para ayudar a sus hijos a alcanzar estas metas? (Sí). A fin de alcanzarlas, los hijos se despiertan temprano todas las mañanas para repasar las lecciones y memorizar los textos, y sus padres también se levantan para hacerles compañía. Los días cálidos los abanican, les dan bebidas frescas o les compran helados. Se levantan a primera hora para prepararles a sus hijos leche de soja, palitos de masa frita y huevos. En especial durante los exámenes, les hacen comer dos huevos y un palito de masa, con la esperanza de que eso les haga sacar un 100. Si dices: ‘No puedo comerme todo eso, me basta con un huevo’, te replican: ‘Tonto, solo sacarás 10 puntos si te comes un huevo. Cómete otro por mamá. Esfuérzate, si te lo comes, sacarás cien puntos’. El niño dice: ‘Me acabo de levantar, todavía no tengo ganas de comer’. ‘¡No, tienes que comer! Sé bueno y escucha a tu madre. Mamá lo hace por tu propio bien, así que vamos, cómetelo, hazlo por tu madre’. El niño lo considera: ‘Mamá se preocupa mucho. Todo lo que hace es por mi bien, así que me lo voy a comer’. Lo que se come es el huevo, pero ¿qué es lo que se traga en realidad? La presión, la reticencia y la desgana. Comer es bueno y las expectativas de su madre son altas, y desde la óptica de la humanidad y la conciencia, uno debe aceptarlo, pero con base en la razón, debe resistirse a esta clase de amor y no aceptar esta manera de hacer las cosas. Sin embargo, por desgracia, no puedes hacer nada. Si no comes, se va a enfadar y te pegará, te regañará o incluso te maldecirá. […] ¿Qué clase de educación te aportan las expectativas de tus padres? (La necesidad de rendir bien en los exámenes y tener un futuro de éxito). Has de demostrar que eres prometedor, tienes que estar a la altura del amor de tu madre y de su arduo trabajo y sus sacrificios, y has de colmar las expectativas de tus padres y no defraudarles. Te quieren mucho, lo han dado todo por ti y te dedican su vida entera. Entonces, ¿en qué se han tornado todos sus sacrificios, su educación e incluso su amor? En algo que debes devolverles y, al mismo tiempo, en una carga para ti. Así es como surge la carga(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (16)). Dios puso al descubierto que cuando los padres tienen expectativas para sus hijos, siempre piensan que todo lo que hacen es por el bien de sus hijos. Quieren que sus hijos sean buenos estudiantes, ingresen a buenas universidades y obtengan buenos títulos para que puedan traer gloria a sus antepasados y tener un estatus social elevado. También exigen que sus hijos hagan las cosas de cierta manera según las expectativas que tienen. Sin embargo, no consideran todo el estrés que sus persistentes exigencias provocan en sus hijos. Lo que Dios puso al descubierto fue exactamente mi estado. Vi que mi hija era bastante lista cuando tenía unos dos años, así que esperaba que pudiera estudiar mucho y entrar a una buena universidad cuando creciera. De esa manera, no solo sería bien vista por los demás, sino que también añadiría prestigio a nuestro apellido. Una vez que tuve estas expectativas, empecé a buscar una buena escuela para mi hija, para que tuviera una base sólida desde pequeña. También escatimé en comida y gastos diarios y le compré un bolígrafo inteligente para sus estudios, exigiéndole que sacara notas perfectas en los exámenes, y comparándola siempre con el hijo de los vecinos, que sacaba buenas notas. Si mi hija no quería seguir el plan que había trazado, le decía que todo lo que hacía era por su bien, y si seguía sin escuchar, la sermoneaba diciéndole que viviría como una mendiga en el futuro. Esto hizo que no se atreviera a desobedecerme y que no tuviera libertad alguna. No se atrevía a razonar conmigo, solo se golpeaba a sí misma, y se distanciaba cada vez más de mí. Al hacer todo esto, no hice más que dañar su joven mente. Sin embargo, seguía pensando que lo hacía por su propio bien, sin reconocer que instruir a mi hija de este modo era un error.

Seguí leyendo más palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Las esperanzas que depositan en su descendencia antes de que llegue a la edad adulta, desde ‘han de aprender muchas cosas, no pueden perder en la línea de salida’ a ‘cuando crezcan tienen que progresar en el mundo y consolidarse en la sociedad’, se convierten poco a poco en una especie de exigencia para con sus hijos. El requerimiento es el siguiente: cuando crezcas y te consolides en la sociedad, no te olvides de tus raíces, no te olvides de tus padres, tienes que retribuirlos primero, has de mostrarles piedad filial y ayudarles a llevar una buena vida, porque son tus benefactores en este mundo, son las personas que te formaron. Que estés consolidado ahora en la sociedad, además de aquello de lo que disfrutas y lo que posees, todo se compró con los denodados esfuerzos de tus padres, así que debes emplear el resto de tu vida en retribuirles, recompensarlos y ser bueno con ellos. Las expectativas que los padres tienen hacia sus hijos antes de que alcancen la edad adulta, como que se consoliden en la sociedad y progresen en el mundo, evolucionan hasta este punto, poco a poco pasan de una esperanza parental normal a una especie de exigencia y requerimiento que los padres les hacen a sus hijos. Supongamos que estos niños no sacan buenas notas durante este periodo anterior a llegar a adultos; digamos que se rebelan, que no quieren estudiar ni obedecer a sus padres y los desobedecen. Sus padres dirán: ‘¿Crees que para mí es fácil? ¿Para quién crees que hago todo esto? Lo hago por tu propio bien, ¿no te das cuenta? Todo lo que hago, lo hago por ti y tú no lo aprecias. ¿Acaso eres estúpido?’. Emplearán estas palabras para intimidar a sus hijos y mantenerlos prisioneros. ¿Es correcto este planteamiento? (No). No lo es. Esta parte tan ‘noble’ de los padres es a la vez la más despreciable(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (18)). Dios puso al descubierto que hay intenciones y motivos ocultos detrás de las expectativas que los padres tienen para sus hijos. Esperan que, tras pagar un precio por educar a sus hijos, cuando estos se destaquen entre los demás y añadan prestigio al apellido familiar, recibirán algún beneficio de esto. Si Dios no hubiera puesto al descubierto esto, yo siempre habría pensado que enseñar a mi hija a estudiar mucho y mantenerla bajo mi estricto control era para que pudiera tener un futuro brillante. Sin embargo, detrás de todo eso, resultó que solo lo hacía por mis intereses personales. Había cultivado a mi hija desde una edad temprana, esperando que pudiera desarrollar una base sólida mientras era joven y que pudiera ingresar a una buena universidad y destacarse por encima de sus compañeros en el futuro. De esta manera, no solo traería gloria a nuestros antepasados; que tuviera una buena vida en el futuro también sería beneficioso para mí como madre, y ella sería una buena hija para mí en el futuro. Cuando vi que a mi hija le gustaba mucho jugar, me preocupé que esto afectara sus notas, así que la regañé y le pegué. Como no tenía mucho tiempo para guiar a mi hija en sus estudios mientras cumplía con mi deber, sus notas bajaron mucho, y cuando vi esto, ni siquiera quise cumplir con mis deberes de liderazgo. Pensándolo ahora, había intenciones y motivos detrás de todo lo que hacía por mi hija, y todo era por mis propios intereses. Vivía según venenos satánicos como “No muevas un dedo si no hay recompensa” y “Cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”. En verdad era muy egoísta y despreciable.

Luego, leí las palabras de Dios y encontré una senda para practicar. Dios Todopoderoso dice: “Al analizar minuciosamente la esencia de las expectativas de los padres hacia sus hijos, nos damos cuenta de que todas ellas son egoístas, que van en contra de la humanidad y que, además, no tienen nada que ver con las responsabilidades propias de los padres. Cuando les imponen diversas expectativas y exigencias a sus hijos, no están cumpliendo con dichas responsabilidades. Entonces, ¿cuáles son sus ‘responsabilidades’? Las más básicas consisten en enseñar a sus hijos a hablar, a ser bondadosos y a no ser malas personas, y guiarlos en una dirección positiva. Estos son sus deberes más elementales. Además, deben ayudarlos a adquirir cualquier clase de conocimiento, habilidad, y demás, que mejor les convenga en función de su edad, de lo que puedan abarcar y de su calibre e intereses. Unos padres un poco mejores ayudarán a sus hijos a entender que Dios creó a las personas y que Él existe en el universo, los guiarán para que oren y lean las palabras de Dios, y les compartirán algunos relatos bíblicos, con la esperanza de que al hacerse mayores sigan a Dios y cumplan el deber de un ser creado en lugar de perseguir las tendencias mundanas, quedar atrapados en complicadas relaciones interpersonales y ser devastados por las diversas tendencias de este mundo y de la sociedad. Las expectativas no tienen nada que ver con las responsabilidades que deben cumplir los padres. Al desempeñar este papel, son responsables de aportarles una guía positiva y una adecuada atención antes de alcanzar la edad adulta, así como de ocuparse debidamente de su vida carnal en cuanto a la comida, el vestido, la vivienda o en caso de enfermedad. Si sus hijos se enferman, los padres han de ocuparse de cualquier dolencia que sea necesario tratar, no deben descuidarlos ni decirles: ‘Sigue yendo a la escuela, no dejes de estudiar, no puedes quedarte atrás en las clases, si te atrasas mucho no vas a poder recuperarlas’. Cuando los hijos necesiten descanso, los padres deben dejar que lo tengan; cuando estén enfermos, deben ayudarlos a recuperarse. Estas son las responsabilidades de los padres. Por una parte, deben cuidar del bienestar físico de sus hijos, por otra, deben atenderlos, educarlos y auxiliarlos en lo relativo a su salud mental. Esto es lo que a los padres les corresponde hacer, en lugar de imponer a sus hijos ninguna expectativa o exigencia poco realista. Es su deber cumplir con las responsabilidades que incumben tanto a las necesidades emocionales de sus hijos como a las de su vida física. No pueden permitir que pasen frío en invierno, han de enseñarles una serie de conocimientos generales acerca de la vida, como en qué circunstancias es posible que pillen un resfriado, la necesidad de comer platos calientes, que les dolerá el estómago al comer cosas frías y que no deberían exponerse al viento a la ligera ni desvestirse en lugares con corrientes de aire cuando hace frío, para, de este modo, ayudarlos a aprender a ocuparse de su propia salud. Además, cuando en sus jóvenes mentes surjan ideas infantiles e inmaduras sobre su futuro o algún pensamiento extremo, los padres deben proporcionales una guía correcta en cuanto se den cuenta de ello, en lugar de someterlos a una represión forzosa. Deben lograr que sus hijos expresen y expongan sus ideas, para que puedan efectivamente resolver el problema. En esto consiste cumplir con sus responsabilidades. Implica, por un lado, cuidar de sus hijos y, por otro, orientarlos, corregirlos y guiarlos hacia los pensamientos y puntos de vista correctos. En realidad, las obligaciones que los padres han de cumplir no guardan relación con las esperanzas que tengan puestas en su descendencia. Puedes desear que tus hijos gocen de buena salud física y posean humanidad, conciencia y razón cuando se hagan mayores, o esperar que te muestren piedad filial, pero no que se conviertan en tal o cual celebridad o en una persona importante, y menos aún deberías decirles a menudo: ‘¡Mira qué obediente es Xiaoming, el vecino!’. Tus hijos son tus hijos: no te corresponde decirles lo bueno que es su vecino ni procurar que aprendan de él. No es algo que un padre deba hacer. Cada persona es diferente. La gente difiere en sus pensamientos, puntos de vista, intereses, aficiones, calibre y personalidad, y en si su esencia-humanidad es buena o despiadada. Hay quienes nacen parlanchines, mientras que otros son introvertidos por naturaleza y no se sienten molestos si se pasan un día entero sin pronunciar una sola palabra. Por tanto, si los padres desean cumplir con sus responsabilidades, deberían intentar comprender la personalidad, las actitudes, los intereses y el calibre de sus hijos, además de las necesidades de su humanidad, en vez de convertir sus propias búsquedas mundanas de adulto, de prestigio y de riqueza en expectativas hacia sus hijos e imponerles todo esto que proviene de la sociedad. Los padres le ponen a esto un nombre que suena bien, ‘expectativas hacia sus hijos’, pero en realidad no se trata de eso. Está claro que pretenden empujar a sus hijos al pozo de fuego y echarlos en brazos de los diablos. Si eres realmente un padre o una madre idóneo, deberías cumplir con tus responsabilidades respecto a la salud física y mental de tus hijos, en lugar de imponerles tu voluntad antes de que sean adultos, y obligar a sus jóvenes mentes a sobrellevar cosas que jamás deberían(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (18)). A través de las palabras de Dios, entendí que los padres deben desprenderse de las exigencias y expectativas inapropiadas que imponen a sus hijos. Deben tratar a sus hijos según la situación real y no pueden imponerles su deseo de perseguir la fama y la ganancia. En cuanto a cómo educaba a mi hija, no había practicado según las palabras de Dios. Puede que mi hija fuera inteligente desde muy pequeña, pero nunca había alcanzado una puntuación perfecta en sus exámenes; debería ver esto de manera correcta. No debería haberla comparado con el hijo de los vecinos, y no debería haberle inculcado una idea errónea desde pequeña, obligándola a ser una buena estudiante e ingresar a una buena universidad para destacarse entre sus compañeros y traer gloria a nuestros antepasados. Además, al tratar con niños de diferentes edades, hay que exigirles cosas en función de su situación real. Mi hija aún no tenía 10 años; era normal que le gustara divertirse y jugar un rato antes de hacer la tarea. No debí exigirle nada según mi propia manera de educarla y luego regañarla cuando no podía hacer algo. Esto solo trajo daño a su joven mente y no se hizo realmente por su propio bien. Para hacer realmente lo correcto por el bien de un hijo, uno debe practicar según las palabras de Dios, tratándolo según su aptitud, personalidad y edad. Si uno tiene su propia manera de educar a su hijo, incluso si logra que se destaque entre sus compañeros, ese hijo se alejará más de Dios a medida que adquiera más conocimientos. Cuando sus padres le difundan el evangelio en el futuro, podría usar el conocimiento que ha aprendido para oponerse y negar a Dios. Si eso ocurre, el niño se arruinará. Al entender todo esto, dejé de prestar tanta atención a las notas de mi hija, y ya no esperaba que entrara a la universidad y trajera honor a mi nombre en el futuro. Solo esperaba que aprendiera algún conocimiento práctico durante su época de estudiante. En cuanto a si tendría éxito académico y encontraría un buen trabajo en el futuro, y cuáles serían sus perspectivas, me sometí a la soberanía y los arreglos de Dios.

Después de eso, leí más palabras de Dios: “Cuando uno deja a sus padres y pasa a ser independiente, las condiciones sociales a las que se enfrenta y el tipo de trabajo y profesión disponibles para él son decretados por el destino y no tienen nada que ver con sus progenitores. Algunas personas eligen una buena especialidad en la universidad y acaban encontrando un trabajo satisfactorio después de la graduación, dando una primera zancada triunfante en el viaje de su vida. Algunas personas aprenden y dominan muchas habilidades distintas, pero nunca encuentran un trabajo adecuado para ellas o nunca encuentran su posición, y mucho menos tienen una carrera; al principio del viaje de su vida se ven frustradas a cada paso, asediadas por los problemas, con sus perspectivas ensombrecidas y la vida incierta. Algunas personas se aplican diligentemente en sus estudios, pero se pierden por poco todas las oportunidades de recibir una educación superior, y parecen destinadas a no conseguir nunca el éxito y a ver cómo su primera aspiración en el viaje de la vida se esfuma. Sin saber si el camino por delante es liso o pedregoso, sienten por primera vez lo lleno de variables que está el destino humano, y contemplan la vida con expectación y temor. A pesar de no tener una educación demasiado buena, algunos escriben libros y consiguen algo de fama; algunos, aunque casi analfabetos, hacen dinero en los negocios y son por tanto capaces de sustentarse por sí solos… Qué ocupación elegir, cómo ganarse la vida: ¿tienen las personas algún control sobre la toma de buenas o malas decisiones en estas cosas? ¿Son estas cosas acordes con sus deseos y decisiones de las personas? La mayoría de las personas tienen los siguientes deseos: trabajar menos y ganar más, no trabajar al sol ni bajo la lluvia, vestir bien, resplandecer y brillar en todas partes, estar por encima de los demás y honrar a sus ancestros. La gente anhela la perfección, pero cuando dan sus primeros pasos en el viaje de su vida, llegan a darse cuenta poco a poco de lo imperfecto que es el destino humano, y por primera vez comprenden realmente la realidad de que, aunque uno pueda hacer planes atrevidos para su futuro y, aunque pueda albergar audaces fantasías, nadie tiene la capacidad ni el poder para materializar sus propios sueños y nadie está en posición de controlar su propio futuro. Siempre habrá alguna distancia entre los sueños y las realidades a las que se debe hacer frente; las cosas nunca son como a uno le gustaría que fuesen, y frente a tales realidades las personas no pueden conseguir satisfacción ni contentamiento. Algunas personas llegarán hasta un punto inimaginable, realizarán grandes esfuerzos y sacrificios por el bien de su sustento y futuro, intentando cambiar su propio destino. Pero al final, aunque puedan materializar sus sueños y sus deseos a través de su propio trabajo duro, nunca pueden cambiar su destino. Por muy obstinadamente que lo intenten nunca podrán superar lo que el destino les ha asignado. Independientemente de las diferencias de capacidades, inteligencia y la fuerza de voluntad, las personas son todas iguales ante el destino, lo que no hace distinción entre grandes y pequeños, altos y bajos, eminentes y humildes. A qué ocupación se dedica uno, qué se hace para vivir y cuánta riqueza se amasa en la vida es algo que no deciden los padres, los talentos, los esfuerzos ni las ambiciones propias: es el Creador quien lo predestina(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). A través de las palabras de Dios, entendí que las perspectivas y la suerte de las personas a lo largo de su vida están bajo la soberanía de Dios. Que mi hija pudiera entrar a una buena universidad y encontrar un buen trabajo no dependía de lo que yo le exigiera, ni de su esfuerzo. Todo esto dependía de lo que Dios había ordenado. Cuando cada persona nace, Dios ya ha dispuesto su vida. Algunas personas ingresan a la universidad y obtienen un buen título pero no logran encontrar un trabajo satisfactorio, mientras que otras no tienen estudios superiores, pero son capaces de hacerse una carrera. Tenía una amiga cuyo hijo entró a la universidad pero nunca encontró un trabajo y solo se quedó en casa desempleado. Además, la nuera de mi abuela también entró a la universidad, pero no pudo encontrar un buen trabajo y se fue a casa a ser granjera, mientras que el tío de mi esposo ni siquiera terminó la escuela primaria y no podía leer muchos caracteres, pero aun así abrió una fábrica y se convirtió en jefe, ganando mucho dinero. De estos ejemplos de la vida real, vi que si alguien encuentra un buen trabajo y tiene un futuro brillante no depende de si puede entrar a la universidad, ni proviene de cómo sus padres lo educan. Todo está en lo que Dios ha ordenado. Tuve que invertir esta opinión equivocada mía en el futuro y desprenderme de mis expectativas hacia mi hija, y no exigirle que usara sus estudios para satisfacer mi deseo de destacarme entre los demás.

Después de eso, cumplí con mi deber normalmente, y ya no eduqué a mi hija como antes. Durante su tiempo libre, también le hablaba de creer en Dios, haciéndole entender que los cielos y la tierra y todas las cosas, incluida la humanidad, fueron creados por Dios, que todo lo que tenemos nos fue otorgado por Él, y que las personas deberían tener fe en Él y adorarlo. Ella estaba dispuesta a leer las palabras de Dios conmigo y a escuchar mi enseñanza, y eso me hacía muy feliz. Pasó un tiempo y mi hija se volvió obediente. Terminaba su tarea a tiempo y sus notas mejoraron poco a poco, y sacaba alrededor de 80 en cada examen. Aunque me sentía feliz, era una felicidad diferente a la que sentía antes. Le dije a mi hija: “No importa la nota que saques en un examen. No te exigiré que saques un 100, ni que entres a una buena universidad en el futuro. Eso es porque las palabras de Dios me han enseñado que las perspectivas y la suerte del hombre están en Sus manos. La vida del hombre viene de Dios, y cuando crezcas, lo único que puedo esperar es que creas en Dios como es debido y cumplas con tu deber en la casa de Dios”. Ella dijo alegremente: “Lo sé”, y también me dijo que ahora era mucho más feliz que los demás niños. Vi que, una vez que practiqué según las palabras de Dios, mi hija ya no sufría. Además, la había llevado por la senda correcta. Me sentí liberada y pude dedicar más energía a cumplir con mi deber.

Gracias a esta experiencia, entendí que Dios tiene soberanía sobre la vida del hombre, y que también la tenía sobre la suerte de mi hija. No estaba en sus manos, y mucho menos en las mías. También comprendí que querer que mi hija fuera una buena estudiante y tuviera un futuro brillante era solo por obtener fama y ganancia personales; era egoísta y despreciable. Ahora puedo desprenderme de mis expectativas respecto a mi hija y practicar según las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

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