Cómo dejé atrás mis emociones negativas
En octubre de 2022, nos eligieron a Shelley y a mí como líderes de iglesia. Como acabábamos de empezar a practicar y no estábamos familiarizadas con muchas tareas, siempre comentábamos las cosas. Pasado un tiempo, nuestro trabajo empezó a dar resultados. La aptitud de Shelley era relativamente buena. Siempre respondía rápido cuando la líder preguntaba algo. La mayoría de veces, la líder también la reconocía. Así que la líder le daba prioridad a las sugerencias de Shelley en muchos asuntos, mientras que yo parecía alguien al margen y prescindible. Pensé: “Shelley tiene una buena aptitud y la líder tiene una opinión relativamente buena de ella, mientras que yo puedo estar mucho rato sin decir nada. Es probable que la líder haya detectado mi falta de habilidad y piense que solo puedo hacer algo de trabajo auxiliar”. Estaba un poco abatida, pero entonces pensé que como acababa de empezar a practicar y mi aptitud no era tan buena, era normal que no me encargasen trabajo importante. Me consolé con eso y se me pasó esa sensación.
Más adelante, aumentó la cantidad de trabajo a nuestro cargo. Al asignar el trabajo, la líder nos llamaba a las dos. Pero a la hora de hacer tareas más complicadas, la líder se las pedía específicamente a Shelley, y rara vez me mencionaba. Como mucho, terminaba con: “Shelley, tú y los demás pueden supervisar esta tarea”. De puertas afuera, fingía que no me importaba, pero en mi interior había conflicto: “Siempre me pasan de largo, solo soy parte de ‘los demás’. Es como si no existiera en absoluto para la líder. No puedo hacer nada, a fin de cuentas, no tengo la aptitud de Shelley. Me limitaré a hacer lo que pueda”. Posteriormente, me fui volviendo cada vez más pasiva a la hora de supervisar tareas y no me quería implicar mucho en el trabajo que era responsabilidad de Shelley. Cuando venía a hablar conmigo de trabajo, le contestaba sin ganas. A veces, todos debatían activamente un problema y yo me sentía apartada, sin decir apenas nada en toda la tarde. A veces tenía algunas ideas, pero no estaba segura de que fueran correctas. Si decía algo mal, ¿no quedaría en ridículo? Tras pensarlo, decidí no intervenir. Así, cada vez sentía más que no tenía buena aptitud y que no servía de mucho, así que dejé de querer tener tanto trabajo a mi cargo. Entonces dirigí mi atención al trabajo de riego. En esa época, la iglesia no tenía líder de grupo de riego, y pensé en la hermana Rose, que ya había tenido algunos resultados al regar a nuevos creyentes. Pero los hermanos y hermanas informaron que no llevaba una carga en su deber y que no era adecuada como líder de grupo. Quería hablar de esto con Shelley, pero al ver lo ocupada que estaba, no le dije nada por temor a que me dijera que mis aptitudes no estaban a la altura porque no podía hacerme cargo ni de esta pequeña tarea. Pensé: “Rose tiene buena aptitud y puede compartir para resolver algunos problemas. Aunque puede que ahora no tenga una carga porque está limitada por su marido, si le doy más supervisión y enseñanza, no tendría por qué retrasar el trabajo”. Así que elegí a Rose como líder de grupo de riego. Pero unos días después, supe que Rose había abandonado su deber y se había ido a casa al estar limitada por su marido. Al oír esto, me quedé paralizada, pensando: “Se acabó. La elegí yo. ¿Acaso no demuestra esto que no tengo criterio? He cometido errores hasta al trabajar por mi cuenta en una tarea pequeña, esto es terrible. Si esto retrasa el riego de nuevos creyentes, estaré trastornando el trabajo de la iglesia”. Cuanto más pensaba en ello, peor me sentía, creyendo que no sabía hacer nada bien. Como me faltaba aptitud y criterio, y no podía ver claramente las cosas, debía renunciar rápido, antes de hacer más daño a los hermanos y hermanas y retrasar el trabajo de la iglesia. Así que escribí mi carta de renuncia y se la mandé a la líder y a Shelley. Poco después, Shelley me mandó un pasaje de la palabra de Dios: “Con independencia de la situación o el entorno laboral, las personas a veces cometen errores, y hay ámbitos en los que sus calibres, percepciones y perspectivas se quedan cortas. Esto es normal, y tienes que aprender a manejarlo correctamente. En cualquier caso, sea cual sea tu práctica, debes afrontarla y gestionarla de forma correcta y activa. No te deprimas ni te sientas negativo o reprimido cuando te enfrentes a cierta dificultad, y no caigas en emociones negativas. No hay necesidad de nada de eso, no hagas de esto gran cosa. Lo que debes hacer es reflexionar inmediatamente sobre ti mismo, y determinar si existe un problema con tus destrezas profesionales o con tus intenciones. Examina si se trata de impurezas en tus acciones o si la culpa es de ciertas nociones. Reflexiona sobre todos los aspectos. Si se trata de un problema de falta de competencia, puedes seguir aprendiendo, buscar a alguien que te ayude a explorar soluciones o consultar con personas del mismo campo. Si las malas intenciones entran en juego, relacionadas con un problema que se puede resolver a través de la verdad, puedes acudir a los líderes de la iglesia o a alguien que entienda la verdad para consultarles y hablar sobre ello. Habla con ellos sobre el estado en el que te encuentras y deja que te ayuden a resolverlo. Si es un asunto que involucre nociones, una vez que las hayas examinado y comprendido, puedes analizarlas y entenderlas, y luego apartarte y rebélate contra ellas. ¿Acaso no es eso todo? Los días venideros aún te aguardan, mañana volverá a salir el sol y tienes que seguir viviendo. Ya que estás vivo, ya que eres humano, debes seguir desempeñando tu deber. Mientras estés vivo y tengas pensamientos, debes esforzarte por cumplir con tu deber y completarlo. Este es un objetivo que nunca debe cambiar a lo largo de la vida de una persona. No importa cuándo, no importan las dificultades que encuentres, no importa a qué te enfrentes, no debes sentirte reprimido. Si te sientes reprimido, te estancarás y caerás derrotado. ¿Qué clase de personas se sienten siempre reprimidas? Los débiles y los necios suelen sentirse así” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (6)). Tras leer la palabra de Dios, sentí una gran calidez en mi interior. Dios dijo que cuando las personas cumplen su deber, a veces se confunden, cometen errores, o vulneran principios debido a una falta de entendimiento de la verdad. Así que cuando surgen problemas que perjudican el trabajo, o cuando se poda a gente, todo esto es normal y se debe tratar correctamente. La clave es aprender lecciones de los fracasos, reflexionar sobre uno mismo, arrepentirse y cambiar. Si los perjuicios al trabajo se deben a actuar según actitudes corruptas, se debe buscar la verdad para resolver tales actitudes. Si el trabajo no es efectivo por falta de habilidades, se deben aprender rápido o consultar a alguien más capacitado. Si, solo porque aparezcan estas desviaciones o errores, uno piensa que queda en evidencia, se vuelve negativo, se encasilla e incluso se vuelve reticente a cumplir sus deberes, esto demuestra debilidad e ignorancia. Reflexioné en los problemas de elegir a Rose y me di cuenta de que me preocupaba demasiado mi propia reputación y estatus. Cuando cooperaba con Shelley, como me sentía eclipsada en todo, quería lograr una tarea por mi cuenta para demostrar que aún tenía habilidades para el trabajo. Por lo tanto, en el caso de elegir a un líder de grupo de riego, aunque claramente me faltaban principios y no podía discernir a la gente, ya que temía que si preguntaba a los hermanos y hermanas podrían pensar que era una incompetente por no poder gestionar ni una tarea tan sencilla, elegí a Rose según mis propias ideas. Me faltaba criterio con la gente y no seguí los principios al seleccionarla y emplearla. En realidad, la casa de Dios ha enseñado desde hace mucho que al elegir y emplear a la gente, debemos consultar a aquellos que conocen sus antecedentes para garantizar que se selecciona a los que tengan sentido de la responsabilidad y aptitudes antes de cultivarlos, y que cuando se descubra un problema con una persona, tenemos que investigar para entender la situación de inmediato. Si no podemos ver con claridad, debemos recurrir a alguien que entienda la verdad. Solo así podremos seleccionar y emplear gente de manera más precisa. Pero, por proteger mi vanidad y mi estatus, ascendí a Rose según mi propia voluntad. Actuaba de forma arbitraria y muy irresponsable respecto al trabajo. Ahora que el trabajo se había retrasado, tenía que pensar rápido en formas de resolver el problema en lugar de hundirme en el abatimiento y darme por perdida. Al actuar así estaba evitando mi responsabilidad. ¡Qué egoísta era!
En una reunión, leí un pasaje de la palabra de Dios que me ayudó mucho. Dios Todopoderoso dice: “Si eres una persona con determinación, si eres capaz de considerar como objetivos y metas de tu búsqueda a las responsabilidades y obligaciones con las que deben cargar las personas y a las cosas que deben lograr los adultos y quienes tienen humanidad normal, y si puedes asumir tus responsabilidades, entonces no importa el precio que pagues y el dolor que soportes, no vas a quejarte. Mientras reconozcas que estos son los requerimientos y las intenciones de Dios, serás capaz de soportar cualquier sufrimiento y cumplir bien con tu deber. En ese momento, ¿cómo sería tu estado mental? Sería diferente; sentirías paz y estabilidad en tu corazón y experimentarías gozo. Fíjate, solo con tratar de vivir una humanidad normal y con buscar las responsabilidades, las obligaciones y la misión que deben sobrellevar las personas con una humanidad normal, y con las que deben cargar, la gente siente paz y alegría en sus corazones y experimenta gozo. Ni siquiera han alcanzado el punto en el que se encargan de los asuntos de acuerdo con los principios y obtienen la verdad, y ya han experimentado cierto cambio. Tales personas son las que poseen conciencia y razón; son personas rectas que pueden superar cualquier dificultad y emprender cualquier tarea. Son los buenos soldados de Cristo, han sido formados y ninguna dificultad puede vencerlos. Decidme, ¿qué opináis de ese comportamiento? ¿Acaso estas personas no tienen entereza? (La tienen). Tienen entereza y la gente las admira. ¿Seguirían sintiéndose reprimidas? (No). Entonces, ¿cómo cambiaron esas emociones represivas? ¿Cómo es que estas emociones represivas no las molestarán ni encontrarán? (Porque aman las cosas positivas y soportan una carga en sus deberes). Así es, se trata de ocuparse del trabajo que les corresponde. […] Si una persona se ocupa del trabajo que le corresponde y sigue la senda correcta, estas emociones no surgirán en ella. Incluso si experimenta emociones represivas de vez en cuando debido a circunstancias especiales temporales, solo se tratará de estados de ánimo pasajeros, porque las personas que poseen el modo de vida correcto y la perspectiva adecuada de la existencia reemplazarán enseguida tales emociones negativas. Por tanto, no te encontrarás atrapado con frecuencia en emociones de represión. Esto significa que tales emociones de represión no te molestarán. Puede que experimentes mal humor temporalmente, pero no te quedarás atrapado en él. Esto pone de relieve la importancia de perseguir la verdad. Si buscas ocuparte del trabajo que te corresponde, si asumes las responsabilidades propias de los adultos y tratas de tener una existencia normal, buena, positiva y proactiva, no desarrollarás estas emociones negativas. Estas emociones represivas no te encontrarán ni se aferrarán a ti” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). Tras leer las palabras de Dios, sentí mucha vergüenza. Gracias a Sus palabras, vi que los adultos y los que hacen el trabajo que corresponde centran su atención en los asuntos correspondientes. Cada día piensan en cosas relacionadas con sus deberes, como qué problemas presentan, cómo hacerlos bien, cómo trabajar mejor, etc. Incluso si en sus deberes hay alguna desviación o error, y se pueden topar con contratiempos y debilitarse o abatirse un poco, no se quedan con esas emociones negativas todo el tiempo, sino que buscan activamente la verdad para resolver sus problemas. Sin embargo, en ese momento, era como alguien inútil que no podía cargar con responsabilidades. Al afrontar algunos contratiempos, me volví negativa y me rendí, sin un ápice de la fortaleza que tendría que tener un adulto. Además, esto también exponía que había omitido ocuparme de lo que debía estar haciendo últimamente. Desde que empecé con el trabajo de iglesia, al ver que la hermana con la que trabajaba era mejor que yo en varios aspectos, sentía que me faltaban aptitudes y no se me apreciaba. Así que en realidad esperaba una oportunidad para demostrar mi capacidad. Cuando la líder se reunía con nosotros, observaba constantemente su expresión e intentaba juzgar por su tono si me valoraba. Si la líder me pedía a mí en concreto que hiciese algún trabajo, me alegraba al pensar que me valoraba, lo que me motivaba para cumplir mis deberes. Pero si asignaba las responsabilidades principales a la hermana que era mi compañera, me sentía infravalorada. Mis deseos de reputación y estatus hacían que me sintiera angustiada cuando no se satisfacían. Aunque cooperaba con los hermanos y hermanas, no pensaba en mis deberes, sino en hasta qué punto estaban de acuerdo con lo que yo decía. A veces, cuando compartía un punto de vista y nadie contestaba, me sentía incómoda. Si aportaban sugerencias opuestas, me volvía más negativa todavía y llegaba a la conclusión de que mi aptitud era muy baja, hasta el punto de no querer intervenir en la conversación. En especial respecto al tema de Rose, actué de manera imprudente según mi propia voluntad a pesar de la falta de criterio, y no reflexioné sobre mí misma tras cometer un error, sino que me hundí en emociones negativas y quería renunciar. Todo esto se debía a que no me ocupaba del trabajo que correspondía al cumplir con mi deber, sino que siempre perseguía la reputación y el estatus. Mis ojos y mis pensamientos no se centraban en otra cosa que no fuese la reputación y el estatus. Al no recibir la admiración de los demás, me volví negativa y me angustié, incluso dejé de lado el trabajo de la iglesia. Así no podía cumplir bien con mi deber en absoluto. Esta era una actitud que Dios realmente detestaba. Recordé lo que dijo Dios: “En especial los que actualmente están desempeñando sus deberes en la casa de Dios, ¿acaso tienen tiempo para sentirse reprimidos? No tienen tiempo. Entonces, ¿cuál es el problema con aquellos que se sienten reprimidos, se ponen de mal humor y se sienten desanimados o se deprimen cada vez que se encuentran con algo un poco desagradable? Es que no se ocupan de las cosas correctas y están ociosos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). Al ver a todos los hermanos y hermanas a mi alrededor ocupados con sus deberes, mientras que yo seguía sumida en la preocupación por mi reputación y estatus sin buscar la verdad para resolver estos problemas y, en cambio, me volvía más negativa y reticente, me di cuenta de que no era alguien que persigue la verdad. Especialmente cuando pensaba que Shelley había mencionado que los resultados de la obra evangélica a su cargo no eran buenos, que todos vivían con dificultades, y que esperaba de verdad que pudiésemos ser del mismo sentir para superar estas dificultades juntas, me sentía muy culpable y angustiada. Dios organizó el entorno para que cooperásemos juntas en la responsabilidad del trabajo de la iglesia. Pero en lugar de centrarme en cómo cumplir bien mi deber, estaba perdida en mis pensamientos nimios, me volví negativa y retraída y quería renunciar. ¡Me faltaba mucha humanidad! Oré a Dios: “Dios, soy demasiado egoísta. Ahora mismo hay tantas dificultades en la iglesia, pero no he prestado atención a los asuntos que corresponden, sino que he competido con mi hermana cada día. Cuando no podía ser mejor que ella, me volvía negativa. Me siento como una cloaca por dentro, carente de todo afán positivo. No solo sufro yo, sino que también retraso el trabajo de la iglesia. Ahora he comprendido mis problemas. Aunque mi aptitud no es muy buena, debería dar lo mejor de mí para cooperar y trabajar en armonía con la hermana, o por lo menos no retrasar el trabajo a causa de mi actitud. Te pido que escrutes mi corazón; ¡estoy dispuesta a arrepentirme!”. Después de eso, mi actitud hacia mis deberes se volvió más activa. Empecé a hablar y resolver problemas en el trabajo junto a Shelley de forma proactiva. En algunas tareas difíciles que solía temer, oraba a Dios y participaba todo lo que podía. Cuando notaba dificultades en los deberes de los demás, si no podía ofrecer mucha ayuda, buscaba a alguien que entendiese la verdad para que ayudase a resolverlas. A veces, aunque la líder asignara a Shelley específicamente la supervisión de una tarea y no mencionara mi nombre, mientras Shelley se comunicase conmigo, yo participaba y hacía sugerencias, sin importarme que la líder lo notara o no. Practicaba hacer las cosas ante Dios, centrándome en hacer cada tarea de manera meticulosa y creyendo que era fundamental practicar la verdad y satisfacer a Dios. Cuando me rebelé conscientemente contra mis propias intenciones y centré mi corazón en mis deberes cada día, me sentí decidida y empecé a salir un poco de mis emociones negativas.
Pasado un tiempo, me enfrenté a una poda y volví a caer en emociones negativas. En ese momento, la líder me pidió organizar algunos materiales. Como me faltaba experiencia, lo hice colaborando con los hermanos y hermanas. Tras acabar el borrador, la líder lo leyó y pensó que estaba bien, pero sugirió añadir algunos detalles en algunas partes. Me alegró ver que no había grandes problemas. Al pensar que era un trabajo bien hecho, sería sencillo añadir los detalles adicionales y añadir solo un poco más de contenido sería satisfactorio, así que no compartí los principios con los hermanos y hermanas. Inesperadamente, a la líder el nuevo contenido añadido le parecía largo e incoherente y que empeoraba el resultado. Preguntó si habíamos entendido bien y considerado cuidadosamente cuál era el problema. Entonces les pidió a otros que reorganizaran los materiales. Al oír esto, me quedé de piedra: “Quería hacerlo bien, ¿por qué había pasado esto?”. Al reflexionar, sentí que era por mi poca aptitud y mi entendimiento superficial de la verdad. Pensé que podría gestionar algunos asuntos generales, pero cuando se trataba de trabajos que requerían entender la verdad, no estaba a la altura. No es que quisiera apartarme a propósito; realmente tenía la voluntad, pero me faltaba capacidad. Después de eso, me volví indecisa en cooperar con el trabajo. Al notar algún problema en el trabajo, me daban ganas de señalarlo, pero entonces me negaba a mí misma, pensando: “Con mi escasa aptitud... ¿puedo siquiera detectar problemas? ¿Soy capaz de hacer este trabajo? Mis aptitudes son escasas y no se me da bien discernir las cosas, de lo contrario, el trabajo no se habría hecho tan mal. Así pues, será mejor no señalar problemas a los demás”. A causa de esto, volví a caer en emociones negativas y me volví pasiva en mis deberes; me preocupaba constantemente por mi futuro y expectativas, y no era capaz de calmar mi corazón.
Hasta que en una reunión leí un pasaje de la palabra de Dios que me ayudó a mejorar mi estado. Dios Todopoderoso dice: “Todas las cosas que surgen cada día, sean grandes o pequeñas, que pueden sacudir tu determinación, ocupar tu corazón o limitar tu capacidad de cumplir con tu deber y tu progreso hacia delante requieren un tratamiento diligente; debes examinarlas cuidadosamente y buscar la verdad. Todos estos problemas deben resolverse a medida que experimentas. Algunas personas se vuelven negativas, se quejan y abandonan sus deberes cuando se encuentran con dificultades, y son incapaces de volverse a poner de pie después de cada revés. Todas estas personas son necios que no aman la verdad y no la obtendrán aunque vivan toda una vida de fe. ¿Cómo podrían seguir hasta el final tales necios? Si te pasa lo mismo diez veces pero no ganas nada con ello, entonces eres una persona mediocre e inútil. Las personas astutas y las que tienen verdadero calibre que tienen comprensión espiritual son buscadoras de la verdad; aunque le pase algo diez veces, en tal vez ocho de esos casos serán capaces de lograr algún esclarecimiento, aprender alguna lección, entender algo de verdad y hacer algún progreso. Cuando le acaecen las cosas a un necio diez veces, a uno que no tiene comprensión espiritual, ni una sola va a beneficiar a su vida, ni lo va a cambiar, ni le hará conocer su feo rostro; en cuyo caso será su fin. Caen cada vez que les ocurre algo, y cada vez que caen necesitan de alguien que los apoye y los persuada. Si no los apoyan o persuaden, no pueden levantarse, y cada vez que ocurre algo, hay peligro de que caiga y se degenere. ¿No es este el final para ellos? ¿Existen otras razones para que estas personas inútiles sean salvadas? La salvación de Dios para la humanidad es una salvación de aquellos que aman la verdad, de la parte de ellos con voluntad y determinación, y de la parte de ellos que anhela la verdad y la rectitud en su corazón. La determinación de una persona se refiere a la parte de ella dentro de su corazón que anhela la rectitud, la bondad y la verdad, y que posee conciencia. Dios salva esta parte de la gente, y a través de ella Él cambia su carácter corrupto para que puedan comprender y obtener la verdad, para que su corrupción pueda ser purificada y su carácter-vida pueda transformarse. Si no posees estas cosas en ti, no puedes ser salvado. […] Algunas personas sienten que su calibre es demasiado bajo y que carecen de la capacidad de comprensión, por lo que se autolimitan, y sienten que, por mucho que persigan la verdad, no serán capaces de cumplir con los requisitos de Dios. Piensan que, por mucho que se esfuercen, es inútil, y eso es todo, por lo que siempre son negativos, y el resultado es que, incluso después de años de creer en Dios, no han obtenido ninguna verdad. Sin hacer el esfuerzo de perseguir la verdad, dices que tu calibre es demasiado pobre, renuncias a ti mismo, y siempre vives en un estado negativo. Por consiguiente, no comprendes la verdad que debes entender ni practicas la verdad dentro de tu capacidad; ¿no eres tú el que se obstaculiza a sí mismo? Si siempre dices que tu calibre no es lo suficientemente bueno, ¿no es esto evadir y eludir la responsabilidad? Si puedes sufrir, pagar un precio y obtener la obra del Espíritu Santo, entonces podrás inevitablemente comprender algunas verdades y entrar en algunas realidades. Si no acudes a Dios ni confías en Él, y renuncias a ti mismo sin esforzarte ni pagar un precio, y simplemente te rindes, entonces eres un bueno para nada y careces de la más mínima conciencia y razón. No importa si tu calibre es pobre o excepcional, si tienes un poco de conciencia y razón deberías completar adecuadamente lo que debes hacer y tu misión; ser un desertor es algo terrible y es traicionar a Dios. Es irredimible. Perseguir la verdad requiere una voluntad firme, y las personas que son demasiado negativas o débiles no conseguirán nada. No serán capaces de creer en Dios hasta el final y, si desean obtener la verdad y conseguir un cambio de carácter, aún tendrán menos esperanza. Solo aquellos que tienen determinación y persiguen la verdad la pueden obtener y serán perfeccionados por Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Tras leer la palabra de Dios, la relacioné conmigo. Comprendí que al afrontar contratiempos y fracasos siempre era especialmente frágil y negativa, y que me sentía como un cero a la izquierda. Mi primera reacción era siempre pensar: “Que se encarguen otros” o “No tengo suficiente aptitud”, y le cargaba el trabajo a otros para que lo resolvieran. Parecía sensata y autoconsciente al hacer eso, pero en realidad me estaba encasillando y rindiéndome. Demostraba que no aceptaba ni amaba la verdad. Al afrontar contratiempos y fracasos, Dios quiere que busquemos la verdad para resolver los problemas y progresar. Dios nos perfecciona a través de nuestra voluntad y deseo de justicia. Los que aman la verdad y tienen una buena aptitud son proactivos. Se les da bien extraer experiencia de los fracasos, examinar sus carencias, pueden entender algunas verdades al buscar, obtener conocimiento sobre sí mismos y progresar en la vida. Esta vez, cuando me encontré con la poda, en lugar de analizar los motivos de mi fracaso, puse excusas. Sentía que no era porque no quisiera hacerlo bien, sino que mi falta de aptitudes había causado muchos problemas al cumplir mis deberes. Esto implicaba que lo había hecho lo mejor posible dentro de mis capacidades y que no tenía sobre qué reflexionar. Pero al pensarlo más detenidamente, ¿era verdad que realmente no tenía ningún problema? Cuando la líder señaló que a los materiales les faltaban detalles, no lo medité ni busqué, sino que añadí un montón de contenido innecesario según mi imaginación, por lo que los materiales revisados resultaron triviales y demasiado extensos. No busqué los principios ni pensé sobre cómo conseguir mejores resultados, me limité a seguir las reglas de manera mecánica. Esta manera de cumplir mis deberes era simplemente dejarse llevar. Tenía que sintetizar y corregir mi enfoque cuanto antes. Ya me faltaba aptitud, y si me faltaba hasta una mentalidad proactiva y me retraía pasivamente al afrontar dificultades, me costaría mejorar.
Más adelante, pensé en por qué siempre quería huir al toparme con contratiempos y fracasos. Tras pensarlo mucho, me di cuenta de que era porque me preocupaba demasiado por la reputación y el estatus, y la senda que recorría en mi fe en Dios no era la correcta. Recordé un pasaje en el que Dios disecciona a los anticristos. Las palabras de Dios dicen: “El aprecio de los anticristos por su reputación y estatus va más allá del de la gente normal y forma parte de su esencia-carácter; no es un interés temporal ni un efecto transitorio de su entorno, sino algo que está dentro de su vida, de sus huesos y, por lo tanto, es su esencia. Es decir, en todo lo que hacen los anticristos, lo primero en lo que piensan es en su reputación y su estatus, nada más. Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; si no, no considerarían estos problemas. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos, algo superfluo de lo que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Dios dice que los anticristos aprecian su reputación y estatus más que la gente normal, siendo ambos el objetivo a lo largo de su vida, así como el punto de inicio y meta de todo lo que hacen. Cuando la gente los admira y elogia, se motivan para cumplir su deber y están dispuestos a hacer lo que sea. Pero cuando pierden la admiración de los demás, se vuelven negativos y vagos, e incluso sienten que creer en Dios y cumplir sus deberes no tiene sentido. Mi perspectiva sobre la búsqueda era la misma que la de los anticristos. Cuando mis opiniones las reconocían y adoptaban todos, podía trabajar de forma proactiva. Pero cuando valoraban a la hermana que trabajaba conmigo y a mí me ignoraban siempre, me sentía muy perdida y abatida, y perdía la motivación con mis deberes. Cuando afronté más fracasos, me catalogué aún más de falta de aptitudes e inadecuada para el trabajo y quería escapar. Siempre pensé que quería renunciar porque era muy incompetente para este trabajo, y eso demostraba que tenía autoconciencia, pero en realidad era porque valoraba demasiado mi reputación y mi estatus. Sabía que cumplir este deber me dificultaría mantener la cabeza alta, y que si seguía con este deber, probablemente fracasaría y quedaría en evidencia muchas más veces, y otros me calarían por completo. Así que quería cambiar a un deber más sencillo para mantener mi reputación y estatus. Todo el tiempo, estuviese eligiendo un deber, o dónde estudiar o trabajar, mi criterio principal era si así quedaría bien y destacaría. Al mirar universidades, había una con una buena especialidad y otra con una relativamente menos buena. Pero los profesores de esta última me habían invitado varias veces a presentar solicitud, y sentía que ahí me valorarían. Al final, escogí la universidad con la especialidad no tan buena. En la universidad era igual. Me esforzaba en las asignaturas cuyos profesores me valoraban y evitaba aquellas en las que no. A lo largo de mi vida, había juzgado las cosas en función de si me podían dar reputación y estatus. Me gustaban los sitios en los que me podían valorar y podía destacar y evitaba aquellos en los que me pudieran ignorar o humillar. Ahora me daba cuenta de que mi preocupación por la reputación y el estatus tenía raíces profundas, y que habían arraigado en mí, haciendo que quisiera proteger estas cosas constantemente. Por ejemplo, ahora sabía claramente que ser líder significaba que te revelasen y podasen mucho, algo bueno para mi entendimiento de los principios-verdad y para mi entrada en la vida. Pero para mantener mi reputación y estatus, consideraba hasta abandonar mi deber. Vi que valoraba la reputación y el estatus más que la verdad, y revelé el carácter de sentir aversión por la verdad. Si seguía por este camino, ¿qué acabaría por conseguir? No sería capaz de ejercitar mis habilidades o de hacer ningún progreso en mi entrada en la vida y, al final, no sería más que una inútil detestada y descartada por Dios. En ese momento me di cuenta de que perseguir la reputación y el estatus conduce a un callejón sin salida, y que tenía que buscar la verdad y desprenderme de la búsqueda de reputación y estatus para liberarme de este estado.
Después, leí un pasaje de la palabra de Dios y encontré la manera de practicar. Dios Todopoderoso dice: “¿Qué es lo más importante en lo que debemos centrarnos a la hora de creer en Dios? Que la aptitud de alguien sea o no mediocre, que tenga comprensión espiritual o que afronte un tipo u otro de poda no es importante. ¿Qué es lo más importante hoy en día? Cómo entráis en las realidades-verdad. Para hacerlo, ¿qué es lo mínimo que alguien debe tener? Debe poseer un corazón sincero. ¿Qué quiere decir ser sincero? Significa no ser escurridizo cuando te suceda algo, obviar los intereses propios, no conspirar ni confabular con nadie y no jugar al engaño con Dios. Si eres capaz de engañar a Dios y no eres sincero con Él, entonces estás completamente acabado y Dios no te salvará. Así pues, ¿qué sentido tiene comprender la verdad? Puede que tengas entendimiento espiritual y buena aptitud, seas elocuente y capaz de comprender rápidamente las cosas, sacar conclusiones y entender todo lo que Dios transmite, pero si juegas al engaño con Dios cuando te sucede algo, esto es propio del carácter satánico y es muy peligroso. Tu aptitud no vale de nada por buena que sea, y Dios no te querrá. Dios dirá: ‘Hablas bien, tienes buena aptitud, eres inteligente y tienes comprensión espiritual, pero hay un problema: no amas la verdad’. Aquellos que no aman la verdad son problemáticos y Dios no los quiere. Una persona que carece de buen corazón será descartada, igual que un coche que parece en perfecto estado por fuera pero tiene el motor estropeado. Las personas también son así; no importa lo buena que parezca tu aptitud, lo inteligente, elocuente o capaz que seas, o lo bien que se te dé gestionar un problema, todo eso no sirve de nada y no es la cuestión clave. Entonces, ¿cuál es la cuestión clave? Que el corazón de esa persona ame la verdad. No se trata de escuchar cómo habla, sino de observar cómo actúa. Dios no se fija en lo que dices o prometes ante Él, sino en si lo que haces tiene realidad-verdad. Además, a Dios no le importan lo elevadas, profundas o grandes que sean tus acciones; aun cuando hagas algo pequeño, si percibe sinceridad en cada uno de tus actos, dirá: ‘Esta persona cree sinceramente en Mí. Nunca ha alardeado. Se comporta de acuerdo con su posición. Aunque es posible que no haya hecho una gran contribución a la casa de Dios y tenga poca aptitud, es firme y sincera en todo lo que hace’. ¿Qué abarca esa ‘sinceridad’? El temor y la sumisión a Dios, así como la fe y el amor verdaderos; abarca todo lo que Dios desea ver. A ojos de otros, esas personas pueden parecer corrientes. Bien podría ser una persona que hace la comida o se encarga de la limpieza, alguien que realiza un deber ordinario. Para los demás, esas personas no son excepcionales, no han logrado nada importante ni poseen nada estimable, admirable o envidiable: son simplemente personas corrientes. Y, sin embargo, en ellas se encuentra y vive todo lo que Dios quiere, y le entregan todo ello a Dios. Dime: ¿qué más quiere Dios? Él está satisfecho” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Solía darle mucha importancia a si alguien tenía aptitud y dones, y creía que solo aquellos con buena aptitud podrían tener un buen uso en la casa de Dios. Cuando quedaba en evidencia repetidamente que me faltaba aptitud y que no podía ver las cosas con claridad, me volvía negativa y me encasillaba, y era incapaz de hacer incluso las tareas que sí podía hacer. Tras leer la palabra de Dios, entendí que los creyentes no se deben centrar en el nivel de su aptitud o en si son elocuentes o agudos. Eso no es lo que valora Dios. Lo que a Él le importa es el corazón de las personas y si este es sincero con Dios y el trabajo de la iglesia. La aptitud y la elocuencia que me ha dado Dios no determinan si puedo hacer bien mis deberes. Si soy elocuente y capaz pero evito mis responsabilidades y soy deshonesta cuando en verdad practico, entonces no importan mis aptitudes, seré alguien que Dios detesta. Aunque la aptitud puede ayudarle a la gente a hacer bien su deber, lo más importante es la actitud que uno tenga respecto a la verdad y sus deberes, tener un corazón proactivo y amante de la verdad, poder buscar la verdad cuando se fracasa y se queda en evidencia, aprender de la experiencia y perseguir el crecimiento en la vida: eso es lo que valora Dios. En el pasado, algunos con dones y aptitudes también servían como líderes de iglesia, pero muchos no cumplían correctamente su deber. Pasado un tiempo, codiciaban la comodidad y la facilidad, no hacían trabajo real, o luchaban por la fama y el beneficio, trastornando el trabajo de la iglesia, y al final acababan descartados. Sin embargo, algunos parecían ordinarios, sin dones, con aptitudes medias, pero cumplían su deber con los pies en la tierra, buscando los principios en todo, y progresaban al cumplir su deber sin que los reemplazaran o descartaran. Esto demuestra que Dios es justo, y que no emite un veredicto sobre la gente según sus aptitudes, sino que valora si persiguen y practican la verdad y si pueden llevar a cabo cada trabajo de forma sensata y responsable. Al entender esto, me dije a mí misma que desde ese momento tenía que centrar mi atención en mi deber y trabajar de manera meticulosa, y que mientras tuviese asignado el trabajo, tendría que hacerlo de manera seria y responsable, esforzándome todo lo posible, y ser una persona fiable y con los pies en la tierra que hace lo que corresponde.
Entonces empecé a centrarme en aprender lecciones de cada fracaso, cambiando mi mentalidad cada vez que quedara en evidencia. Antes, cuando me topaba con un fracaso o una poda, pensaba: “Vaya, la líder debe de haberme calado” o “Todos deben pensar que me falta aptitud”. Cuando me sumía en este pensamiento, me abatía mucho. Después, empecé a considerar por qué quedaba en evidencia, qué problemas podía descubrir sobre mí misma y qué carencias podía compensar. Con esta nueva mentalidad, mi corazón se centró más en lo correcto. Más adelante, durante un tiempo, me vi podada en varias ocasiones, a veces por ser poco eficiente al hacer las cosas, otras veces por no comprender los principios al hacer las tareas, y en otras ocasiones por tener una perspectiva parcial sobre un asunto en concreto y no entenderlo correctamente. Así que reflexioné sobre mis problemas, y busqué métodos para mejorar la eficiencia en el trabajo en cuanto a mis habilidades. En el caso de problemas de entendimiento, reflexionaba sobre mis propios problemas, examinaba qué había entendido de manera equivocada y, luego, buscaba a mis hermanos y hermanas que entendían la verdad y tenían experiencia. Cuando reflexionaba así, mi actitud ante la poda mejoraba. Aunque todavía me siento abatida de vez en cuando, ya no me quedo atascada ahí, mi carga mental ya no es tan grande al cumplir mi deber cada día y puedo vivir las circunstancias que afronto con normalidad.
Al reflexionar sobre este periodo, cuando estaba atrapada en la negatividad y me revolcaba en el sufrimiento y el cansancio, si no hubiera sido por la guía de las palabras de Dios, no podría haber dejado atrás esa emoción negativa, y hubiera seguido degradándome y distanciándome de Dios, incluso hubiera perdido mis deberes actuales. Le doy gracias a Dios de corazón, porque en mis momentos más débiles, me hizo llegar recordatorios por medio de los que me rodean y me ha guiado con Sus palabras, ayudándome a dejar atrás esa emoción. De ahora en adelante, solo quiero asentarme y cumplir mi deber lo mejor que pueda.