Cómo dejé ir un empleo seguro
Nací en una familia rural pobre y provinciana. Incluso de niño, mi padre me exigía que estudiara mucho para, en un futuro, poder entrar en una buena escuela y tener una vida próspera. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaba. Suspendí el examen de acceso de secundaria tres años seguidos. Esto me dejó confundido acerca de mi senda futura, y perdí la confianza. Por entonces tuve mucho estrés y mucho dolor. Así fue hasta el cuarto año, cuando por fin me admitieron en una escuela de Ingeniería Ferroviaria y, tras graduarme, conseguí un trabajo fijo en una oficina de la Agencia Ferroviaria.
En marzo de 1999, mi esposa y yo aceptamos la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Más tarde, cumplía con el deber y participaba activamente en la vida de la iglesia, y seis meses después me eligieron para liderarla. Sin embargo, una vez líder, al pasar más tiempo en reuniones y en el deber, eso coincidía con mi trabajo. Para no perderme reuniones, tenía que pedir varias licencias al mes. Aparte de las deducciones salariales, también perdía mi bonificación a fin de mes. Mi jefe, descontento, me dijo: “Acabas de empezar en este empleo, así que has de hacerlo bien. Si siempre pides licencias, pierdes gran parte de tu sueldo y tu bonificación; ¿no es una estupidez? Te he cuidado mucho, pero si pides licencias constantemente, será difícil ascenderte”. Luego, al volver a pedir licencia, me sentía muy confundido. Pensé: “Mi jefe es bueno conmigo. Si me tomo días libres constantemente y le doy mala impresión, será difícil ascender. No puedo tomarme más días libres; si no, el jefe no estará contento conmigo”. No obstante, reflexioné, como líder de la iglesia, si no iba a las reuniones, no sabría mucho de la labor de la iglesia y del estado de mis hermanos y hermanas ni sabría hacer bien el trabajo de la iglesia. Por eso estaba muy confundido. Después, decidí quedarme en el trabajo varias veces, pero me sentía muy culpable por ello.
En una ocasión, mi líder superior me notificó una reunión de colaboradores y de nuevo comencé a luchar conmigo mismo, por lo que oré a Dios para buscar Su voluntad. Leí entonces un pasaje de Su palabra. “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la interferencia humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio para Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la interferencia de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Todo lo que las personas hacen exige un determinado precio en sus esfuerzos. Sin dificultades reales no pueden satisfacer a Dios; ni siquiera se acercan a ello, ¡y solo están repitiendo eslóganes vacíos! ¿Pueden estos eslóganes vacíos satisfacer a Dios? Cuando Él y Satanás luchan en el ámbito espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio. Aunque parezcan no ser importantes desde fuera, cuando estas cosas ocurren muestran si amas o no a Dios. Si lo haces, serás capaz de mantenerte firme en tu testimonio de Él y, si no has puesto en práctica el amor a Dios, esto muestra que no eres alguien que pone en práctica la verdad, que no tienes la verdad ni tienes la vida, ¡que eres cascarilla!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). En la palabra de Dios vi que, a simple vista, nos relacionamos con gente todos los días, pero por detrás está la apuesta de Satanás con Dios, y hemos de mantenernos firmes en el testimonio. Cuando a Job le llegaron las pruebas, perdió toda su riqueza de un día para otro y parecía que le habían robado sus bienes unos ladrones, pero la tentación de Satanás estaba detrás de ello y, como Job se mantuvo firme en el testimonio, Satanás se replegó humillado. Que coincidiera la hora de mi reunión con mi trabajo era, de hecho, una batalla espiritual. Aparentemente, mi jefe me tenía afecto y quería ascenderme, pero, en realidad, Satanás estaba perturbando. Con la reputación y la fortuna, Satanás me tentaba a centrarme solamente en trabajar y ganar dinero. Quería hundir mi relación normal con Dios y alejarme de Él para que yo no tuviera tiempo de reunirme y cumplir mi deber. Esto albergaba las malvadas intenciones de Satanás. Mientras lo pensaba, oré a Dios: “No caeré en las trampas de Satanás, asistiré a la reunión, compartiré Tus palabras, mantendré una relación normal contigo y jamás permitiré que salgan bien las tramas de Satanás”. Luego tuve el valor de pedirle la licencia a mi jefe, y asistí a la reunión de colaboradores.
Sin embargo, conforme había más trabajo en la iglesia, había que organizar y ejecutar pronto muchas cosas, y si quería cumplir bien mi deber, necesitaba días libres. En esa época estaba muy atormentado, y muchas veces no podía dominarlo, lo que, por ende, afectaba al trabajo de la iglesia. En ocasiones pensaba que podía dejar mi empleo para no demorar el trabajo de la iglesia, pero me preocupaba que, en tal caso, me fuera imposible tener un buen porvenir. Era un trabajo tan bueno que me sentía reacio a dejarlo, y era como si hubiera un constante tira y afloja dentro de mí. Al llegar a casa le dije a mi esposa que quería dejar el trabajo, y le conté lo que pensaba. Le dije: “No soporto la idea de renunciar a este empleo. Estudié mucho, y muchos años, para conseguirlo, y el sueldo es alto. Si lo dejo, ¿qué pensarán de mí mis familiares, amigos y compañeros de clase? Mis padres se enojarán cuando se enteren. Además, si dejo el trabajo, no podremos comprar una casa en un futuro y quizá seamos pobres el resto de nuestra vida. Pero ya he leído muchas palabras de Dios Todopoderoso y entiendo la voluntad de Dios. Los hermanos y hermanas me han elegido líder de la iglesia. Si por mi trabajo demoro el de la iglesia, ¿no incumplo mi deber?”. Tras escucharme, mi esposa me pidió que orara más a Dios y decidiera por mí mismo. Aquella noche daba vueltas en la cama y no me dormía, así que oré a Dios para pedirle que me guiara. Un día leí en la palabra de Dios Todopoderoso: “¿Quién puede en verdad esforzarse verdadera y enteramente por Mí y ofrecer su todo por Mi bien? Todos sois tibios, vuestros pensamientos dan vueltas y vueltas, pensáis en el hogar, en el mundo exterior, en la comida y en la ropa. A pesar de que estás aquí, delante de Mí, haciendo cosas para Mí, en el fondo, sigues pensando en tu esposa, tus hijos y tus padres, que están en casa. ¿Son todas estas cosas tu propiedad? ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No tienes suficiente fe en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti? ¿Por qué siempre te preocupas de la familia de tu carne? ¡Siempre echas de menos a tus seres queridos! ¿Ocupo Yo un lugar determinado en tu corazón? Sigues hablando de permitirme tener dominio sobre ti y de permitirme ocupar todo tu ser; ¡estas son todas mentiras engañosas! ¿Cuántos de vosotros estáis comprometidos con la iglesia con todo vuestro corazón? ¿Y quién de entre vosotros no piensa en sí mismo, sino que está actuando a favor del reino de hoy? Piensa muy detenidamente en esto” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). La palabra de Dios revela que, cuando la gente no tiene auténtica fe en Dios, no se atreve a poner su futuro y su destino en Sus manos. Siempre se preocupa y hace planes para su carne por miedo a que Dios no disponga bien las cosas. Esa gente no lleva a Dios en el corazón. ¿Acaso yo tampoco tenía fe en Dios? Siempre me preocupaba que, si dejaba el trabajo, las limitaciones financieras no me permitieran vivir. Tenía muy poca fe en Dios. No tenía la más mínima comprensión real de la soberanía de Dios sobre todas las cosas. Recordé lo que manifestó el Señor Jesús: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?” (Mateo 6:26). “Buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Solía recitar estos versículos y exhortar a otras personas con ellos, pero cuando realmente me pasaban las cosas a mí, no tenía auténtica fe en Dios. Al meditar las palabras de Dios, comprendí que el futuro y el destino de todos están en Sus manos y que Él siempre dispone cosas convenientes. Dios prometió no maltaratar a aquellos que se esfuercen sinceramente por Él. ¿Por qué no tenía yo esa confianza en Dios? En ese momento quise dejar el trabajo ya y cumplir bien con el deber. No obstante, al llegar a la oficina, mis compañeros estaban hablando de sus subidas salariales y bonificaciones, y empecé a dudar, reacio a renunciar a mi empleo. Como sabía que había que pagar un precio por practicar la verdad, oré a Dios para pedirle que me guiara para vencer la carne y poder dejar mi empleo y cumplir con el deber.
Poco después viví algo aterrador que me hizo reflexionar sobre mi senda futura en la vida. Una noche estaba trabajando con el maquinista, el capataz y otros para unir unos vagones. Estaba subido a la escalerilla de un tren en marcha dándole instrucciones por el walkie-talkie al maquinista de cómo unir el vagón. El tren se movía muy rápido. De acuerdo con el procedimiento de trabajo, di la orden de frenar cuando estábamos a diez vagones de distancia del vagón que íbamos a unir, pero el maquinista no frenó y vi con impotencia que el tren iba a chocar con el vagón aparcado en la vía. Se movía tan rápido que no pude saltar del vagón. Tan solo pude saltar de la escalerilla al interior del vagón en el que estaba. Cerré los ojos, agarrado al lateral del vagón para no salir despedido, y clamé una y otra vez a Dios Todopoderoso en mi interior. El tren y el vagón chocaron con un fuerte ruido. Al segundo maquinista se le fracturó el brazo, y lo llevaron deprisa al hospital para que se lo trataran esa noche. Yo estaba asustado pero ileso. Cuanto más lo pensaba, más aterradora me parecía aquella noche. Sabía que muchos especialistas en cambios de vía tenían accidentes. Terminaban con los brazos, o con las piernas destrozadas… Vi que, ante el peligro, un trabajo fijo no podría protegerme ni preservar mi vida. Tras este accidente, sentí que el afán por el dinero solo podía aportar un goce carnal temporal. Nada podría ser más triste que perder el cuidado y la protección de Dios y, luego, la vida. Si me costaba la vida ganar dinero, ¿de qué servía un buen trabajo? No podía seguir dejando que mi empleo me dificultara el deber. Decidí vivir según la palabra de Dios, confiarle todo cuanto tenía y someterme a Su soberanía y Sus disposiciones. Recordé unas palabras de Dios. “Como alguien que es normal y que busca el amor a Dios, la entrada al reino para convertirse en uno del pueblo de Dios es vuestro verdadero futuro, y es una vida que tiene el mayor valor y significado; nadie está más bendecido que vosotros. ¿Por qué digo esto? Porque los que no creen en Dios viven para la carne y viven para Satanás, pero hoy vivís para Dios y vivís para hacer la voluntad de Dios. Es por esto que digo que vuestras vidas son de gran importancia. Solo este grupo de personas, que Dios ha seleccionado, puede vivir una vida de gran importancia: Nadie más en la tierra puede vivir una vida de tal valor y significado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Conoce la obra más reciente de Dios y sigue Sus huellas). La palabra de Dios me resultó muy conmovedora. Cierto. Quienes aman sinceramente a Dios no viven por la reputación, la fortuna ni el goce carnal, sino para Dios. Vivir para Dios es la única vida que vale la pena y tiene sentido. Por la predestinación y la selección de Dios, tuve la suerte de oír la voz del Creador, comprender algo de la verdad y tener la ocasión de cumplir con un deber. Era algo maravilloso. Tenía que dejar de vivir en mi pequeño mundo, persiguiendo el dinero y el goce material. Debía obedecer las instrumentaciones y disposiciones de Dios y cumplir mi deber de ser creado.
Luego leí otro pasaje de la palabra de Dios. Dios Todopoderoso dice: “¿Cómo transmitirás lo que has visto y experimentado a esos creyentes religiosos lastimosos, pobres y devotos, hambrientos y sedientos de justicia, y que están esperando a que tú los pastorees? ¿Qué tipo de personas están esperando a que tú las pastorees? ¿Puedes imaginarlo? ¿Eres consciente de la carga que llevas a cuestas, de tu comisión y tu responsabilidad? ¿Dónde está tu sentido de misión histórica? ¿Cómo servirás adecuadamente como señor en la próxima era? ¿Tienes un fuerte sentido del señorío? ¿Cómo describirías al señor de todas las cosas? ¿Es realmente el señor de todas las criaturas vivientes y todas las cosas físicas del mundo? ¿Qué planes tienes para el progreso de la siguiente fase de la obra? ¿Cuántas personas están esperando a que seas su pastor? ¿Es pesada tu tarea? Son pobres, lastimosos, ciegos, están confundidos, lamentándose en las tinieblas: ¿dónde está el camino? ¡Cómo anhelan que la luz, como una estrella fugaz, descienda repentinamente y disperse a las fuerzas de la oscuridad que han oprimido a los hombres durante tantos años! ¿Quién puede conocer el alcance total de la ansiedad con la que esperan, y cómo anhelan día y noche esto? Incluso cuando la luz les pase por delante, estas personas que sufren profundamente permanecen encarceladas en una mazmorra oscura, sin esperanza de liberación; ¿cuándo dejarán de llorar? Es terrible la desgracia de estos espíritus frágiles que nunca han tenido reposo y han estado mucho tiempo atrapados en este estado por ataduras despiadadas e historia congelada. Y ¿quién ha oído los sonidos de sus gemidos? ¿Quién ha contemplado su estado miserable? ¿Has pensado alguna vez cuán afligido e inquieto está el corazón de Dios? ¿Cómo puede soportar Él ver a la humanidad inocente, que creó con Sus propias manos, sufriendo tal tormento? Después de todo, los seres humanos son las víctimas que han sido envenenadas. Y, aunque el hombre ha sobrevivido hasta hoy, ¿quién habría sabido que el maligno envenenó a la humanidad hace mucho tiempo? ¿Has olvidado que eres una de las víctimas? ¿No estás dispuesto a esforzarte por salvar a estos sobrevivientes por tu amor a Dios? ¿No estás dispuesto a dedicar toda tu energía para retribuir a Dios, que ama a la humanidad como a Su propia carne y sangre? A fin de cuentas, ¿cómo interpretarías el ser usado por Dios para vivir tu vida extraordinaria? ¿Tienes realmente la determinación y la confianza para vivir la vida llena de sentido de una persona piadosa y que sirve a Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo deberías ocuparte de tu misión futura?). Con la palabra de Dios sentí Su amor y preocupación por la humanidad, así como Su apremiante deseo de salvarla. Ya estamos en los últimos días y los desastres van en aumento. Dios expresa la verdad y realiza la obra de juicio y castigo para salvar a la gente del dominio de Satanás. Por la gracia de Dios, tuve la suerte de oír Su voz y aceptar Su salvación, pero muchos que anhelan Su aparición no han recibido al Señor, todavía se dejan engañar y controlar por pastores y ancianos del mundo religioso que son unos anticristos, y no tienen manera de oír la voz de Dios y recibir al Señor. Si todos fueran tan egoístas como yo, si solo les importara la comodidad de la carne y no predicaran el evangelio ni dieran testimonio de Dios, cuando llegara el gran desastre, todos caerían en él y serían castigados. Una vez meditada la voluntad de Dios, entendí qué debía elegir y buscar. Así pues, decidí renunciar a mi empleo, cumplir bien con el deber y esforzarme por Dios. Justo cuando quería renunciar, de pronto vino a verme el subjefe de estación a enseñarme cómo hacer regalos y quiénes podrían ayudarme a ascender. Me lo explicó todo muy atentamente. No todos tienen ocasión de ascender, y me subirían mucho el sueldo. Tras hablar un poco, empecé a dudar de nuevo de mi decisión de renunciar al trabajo. No mucho después, experimenté otra cosa aterradora que me hizo cambiar totalmente de idea. Una vez, en el turno de día, después de que entrara en la estación un tren de mercancías, había que desacoplarlo y volverlo a acoplar. Hecho esto, yo era el responsable de poner las zapatas de freno bajo las ruedas. Tras el descanso para comer, antes de que el tren comenzara a moverse, se me olvidó quitar las zapatas. El maquinista arrancó y las ruedas arrastraron las zapatas de freno por la vía. Él se dio cuenta y paró el tren justo antes de pasar por el cambio de vía, lo que evitó un descarrilamiento o incluso un vuelco. Ese día, sin la protección de Dios, si el tren hubiera descarrilado o volcado, las consecuencias habrían sido inimaginables. Asustado, no pude evitar hacer introspección y preguntar por qué pasó esto. Vi que, como líder de iglesia, sabía que mi empleo era un impedimento para mi deber que afectaba gravemente al trabajo de la iglesia, pero codiciaba el dinero y el placer carnal, no estaba nunca dispuesto a renunciar a ellos, y con frecuencia hacía juramentos a Dios y luego lo engañaba traicionándolos. Recordé la palabra de Dios: “Habéis recibido gracia infinita de Mí, y visto infinitos misterios del cielo, e incluso os he enseñado las llamas del cielo, pero no podría soportar quemaros, ¿y cuánto me habéis dado a cambio? ¿Cuánto estáis dispuestos a darme?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¡Sois todos muy básicos en vuestro carácter!). Visto por fuera, lo que pasó no fue bueno, pero entendí claramente que se trató del amor de Dios, de un aviso y una advertencia de Él hacia mí. Dios ha expresado muchísima verdad y explicado el resultado y el destino de la gente con claridad meridiana. Solo quiere que comprendamos Su sincero deseo, busquemos correctamente la verdad, cumplamos los deberes de un ser creado y alcancemos Su salvación. Sin embargo, yo era terco. Dado que siempre me creí capaz de sobrevivir y vivir bien gracias a mi empleo, no estaba dispuesto a renunciar a él, seguir a Dios y cumplir mi deber. Estos dos incidentes aterradores me despertaron del todo. Ante el desastre, no había dinero que pudiera salvarme la vida. Me acordé de lo que dijo el Señor Jesús, “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Era ahora cuando realmente entendía el sentido de las palabras del Señor Jesús. Cuando valoramos el dinero y el goce material, estas cosas se instalan en nuestro corazón y se hace imposible que amemos y sigamos sinceramente a Dios, nos esforcemos por Él y cumplamos nuestros deberes de seres creados. La gente así sigue anhelando la carne y el mundo y es indigna de ser seguidora de Dios. No quería desobedecer ni decepcionar más a Dios. Tenía que cambiar de idea sobre las cosas, someterme a la soberanía y las disposiciones de Dios, seguirlo incondicionalmente, esforzarme por Él y retribuir Su amor. Así, le dije a mi jefe que quería renunciar y pasé por los trámites de rescisión del contrato laboral. En ese momento estaba muy relajado. Me sentía como un pájaro que volaba de la jaula. Ya no tenía que preocuparme de pedir más licencias ni sufrir porque la labor de la iglesia se viera afectada por mi empleo. Me alegraba mucho de haber decidido eso.
Mi padre se enojó mucho al enterarse de que lo dejaba. Vino a verme y me dijo: “Me esforcé en tu crianza. Pedí un préstamo para tus estudios. Al final conseguiste un buen empleo, ¿y ya no lo quieres? ¿En qué estás pensando? Es estupendo tener trabajo en la Agencia Ferroviaria. Cree en Dios si quieres, pero ¿cómo puedes dejar el trabajo? Sin tu empleo, ¿cómo sobrevivirás en el futuro?”. Me entristeció la expresión de enojo de mi padre. Me acordé de cómo ahorraban dinero mis padres para que estudiara, con la esperanza de que encontrara un buen empleo, huyera de la pobreza y tuviera una magnífica vida. Yo también quería llevarme a mis padres del campo a la ciudad para vivir en un rascacielos y vivir bien en lo material, pero como había elegido la senda de la fe en Dios y ya no me afanaba por el dinero y el goce material, me sentía en deuda con ellos. Ante las palabras de mi padre, no supe qué responder. Se me llenaron los ojos de lágrimas y no me atrevía a mirarlo, pero dentro de mí sabía que había elegido bien porque el Salvador de los últimos días ha aparecido y lleva a cabo Su obra. Él expresa la verdad para salvarnos de este oscuro y malvado mundo, lo cual es el único modo de que nos salvemos y entremos en el reino de Dios, una oportunidad única en la vida. ¿Cómo podía renunciar a ello por anhelar la comodidad de la carne? ¿Cómo podía permitir que los líos del trabajo me impidieran buscar la verdad y cumplir el deber de un ser creado? Con dolor, oré en silencio a Dios para pedirle que protegiera mi corazón de perturbaciones. Recordé unas palabras de Dios. “Dios creó este mundo y trajo a él al hombre, un ser vivo al que le otorgó la vida. Después, el hombre tuvo padres y parientes y ya no estuvo solo. Desde que el hombre puso los ojos por primera vez en este mundo material, estuvo destinado a existir dentro de la predestinación de Dios. El aliento de vida proveniente de Dios sostiene a cada ser vivo hasta llegar a la adultez. Durante este proceso, nadie siente que el hombre esté creciendo bajo el cuidado de Dios. Más bien, la gente cree que lo hace bajo el amor y el cuidado de sus padres y que es su propio instinto de vida el que dirige este crecimiento. Esto se debe a que el hombre no sabe quién le otorgó la vida o de dónde viene esa vida, y, mucho menos, la manera en la que el instinto de la vida crea milagros. El hombre solo sabe que el alimento es la base para que su vida continúe, que la perseverancia es la fuente de su existencia y que las creencias de su mente son el capital del que depende su supervivencia. El hombre es totalmente ajeno a la gracia y la provisión de Dios y, así, desperdicia la vida que Dios le otorgó… Ni uno solo de esta humanidad a quien Dios cuida día y noche toma la iniciativa de adorarlo. Dios simplemente continúa obrando en el hombre —sobre el cual no tiene expectativas— tal y como lo planeó. Lo hace así con la esperanza de que, un día, el hombre despierte de su sueño y, de repente, comprenda el valor y el significado de la vida, el precio que Dios pagó por todo lo que le ha dado y la ansiedad con la que Dios espera que el hombre regrese a Él” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Dios es la fuente de la vida del hombre). “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Personas como estas no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me dieron esclarecimiento. Pensaba que mis padres me habían criado y habían reunido y ahorrado para que pudiera terminar de estudiar, por lo que, si no les hacía caso y renunciaba al trabajo por mi deber, estaría en deuda con ellos, pero mi opinión era ridícula y absurda. Dios es la única fuente de la vida humana y nuestra vida proviene de Él. Todo cuanto tenemos proviene de la provisión y bendición de Dios. Sin Él no tendríamos nada. Dios dispuso de manera soberana que mis padres me criaran hasta la edad adulta. Tenía que estarle agradecido a Dios y retribuirle Su amor. Si no podía cumplir mi deber de ser creado para satisfacer a Dios, aunque tuviera un empleo estable y una buena vida material con mi familia, eso no tendría ningún valor ni sentido. Estos placeres temporales no me permitirían comprender la verdad y alcanzar la vida. Además, para Dios, me estaría rebelando contra Él, y no me daría Su visto bueno. Para alcanzar la verdad, tenía que sufrir y experimentar dolor. Sería la única forma de vivir con personalidad y dignidad, y solo entonces podría recibir el visto bueno de Dios. En ese momento, cuanto más lo pensaba, más fuerte me sentía. Por ello, volví a dar testimonio a mi padre de la aparición y obra de Dios y le dije que, sin fe en Dios, todo afán es vacío y carente de valor y sentido. Que el Salvador ya ha venido a expresar la verdad para salvar a la gente, y que esta, solo si cree en Dios, busca la verdad, rechaza el pecado y se arrepiente realmente ante Él, podrá sobrevivir a los desastres y entrar en Su reino. Que todos aquellos que se afanan por el mundo, por muy rica que sea su vida material, al final perecerán en los desastres y serán castigados. Pero dijera lo que dijera, mi padre seguía sin estar de acuerdo con mi renuncia, y al final se marchó enojado.
Después, mi familia pidió a mis parientes que vinieran a convencerme. Según todos ellos, un puesto en la Agencia Ferroviaria es un empleo que no se puede comprar en secreto con regalos y dinero, y mis padres me criaron en vano. Ante las acusaciones de mi familia, supe que Satanás utilizaba a mis parientes para atacarme e impedirme renunciar y esforzarme por Dios. Me acordé de unas palabras de Dios Todopoderoso: “Debes poseer Mi valentía dentro de ti y debes tener principios cuando te enfrentes a parientes que no creen. Sin embargo, por Mi bien, tampoco debes ceder a ninguna fuerza oscura. Confía en Mi sabiduría para caminar el camino perfecto; no permitas que ninguna de las conspiraciones de Satanás se apodere de ti. Dedica todos tus esfuerzos a poner tu corazón delante de Mí y Yo te consolaré y te traeré paz y felicidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Tras meditar las palabras de Dios, tuve confianza y el valor de decirle a mi familia: “Hoy día, la gente idolatra sobre todo el dinero, la reputación y el estatus. Por estas cosas, la gente pelea, intriga y lucha entre sí, y los esposos y esposas hasta se engañan y traicionan unos a otros. Todo el mundo vive así, por lo que, aunque encontremos un buen empleo fijo y vivamos bien en lo material, ¿realmente es posible sentirnos felices?”. Dios Todopoderoso dice: “Todo tipo de desastres sucederán, uno tras otro; todas las naciones y todos los lugares experimentarán calamidades: la plaga, el hambre, las inundaciones, la sequía y los terremotos están por todas partes. Estos desastres no ocurren solo en uno o dos lugares, ni terminarán dentro de un día o dos, sino que se extenderán sobre un área cada vez mayor y serán cada vez más severos. Durante este tiempo, surgirán, sucesivamente, toda clase de plagas de insectos, y el fenómeno del canibalismo ocurrirá en todos los lugares. Este es Mi juicio sobre todas las naciones y todos los pueblos” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 65). Continué pronunciando las palabras de Dios: “Actualmente, los desastres van en aumento. Seguir a Dios Todopoderoso es lo único que puede protegernos de ellos. Mi fe en Dios, mi predicación del evangelio y mi cumplimiento del deber son mil o incluso diez mil veces más importantes que mi empleo. Mi fe en Dios no es la necedad que ustedes creen. Cuando Noé predicaba el evangelio, la gente decía que estaba loco, pero, cuando llegó el diluvio, de toda la humanidad solo sobrevivieron Noé y sus siete familiares. Noé no era un loco ni un idiota, sino el hombre más prudente y el más bendecido por Dios. Hoy día, la maldad y la corrupción de la humanidad son tales que Dios destruirá esta especie malvada y corrupta y solo podremos sobrevivir si adoramos a Dios Todopoderoso. Hoy les doy esta maravillosa noticia con la esperanza de que también crean en Dios Todopoderoso. No intenten convencerme, pues yo ya he elegido. Seguiré a Dios Todopoderoso el resto de mi vida”. Después de esto, mi tía, que cree en el Señor, dijo: “¡Gracias a Dios! Es bueno que creas en Dios y a Él le agrada que optes por predicar Su evangelio”. Les dijo a los demás: “La senda que ha elegido hoy es la correcta. No importa ser rico. Lo que importa es la vida. Debemos respetar su decisión”. Los demás no dijeron nada después de eso. Esto me alegró mucho. Cuando me planté y opté por satisfacer a Dios, mi familia se sintió avergonzada y dejó de persuadirme. Desde entonces, ya no me limitan las personas y cosas de mi entorno y puedo cumplir el deber a tiempo completo.
Posteriormente, como tanta gente acepta la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, siento un gozo indescriptible en mi interior. Traer de vuelta a la casa de Dios a aquellos que lo anhelan sinceramente, es algo con mucho sentido y lo que más le reconforta a Dios. Al recordar que opté por dejar el trabajo y tomar la senda de la fe en Dios, sé que fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Poder esforzarme y dedicar mi vida a predicar el evangelio y dar testimonio de Dios, tiene más valor y sentido que ninguna otra cosa que pudiera hacer.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.