Cómo afrontar las dificultades de predicar el evangelio

23 Oct 2022

Por Kelvin, Perú

Toda mi familia era católica, al igual que la mayoría de las demás personas de nuestra aldea, pero, como no había un sacerdote que presidiera la iglesia católica de allí, durante mucho tiempo nadie iba a la iglesia a estudiar la Biblia. El 22 de mayo de 2020 leí las palabras de Dios Todopoderoso en Internet, y a través de ellas llegué a la certeza de que el Señor Jesús ha regresado, de que es el Cristo de los últimos días, Dios Todopoderoso, y acepté gustoso Su obra de los últimos días. Más adelante, leí esto en las palabras de Dios Todopoderoso: “Ya que el hombre cree en Dios, debe seguir muy de cerca los pasos de Dios, paso a paso, debe ‘seguir al Cordero dondequiera que vaya’. Solo estas son personas que buscan el camino verdadero, solo ellas son las que conocen la obra del Espíritu Santo(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La obra de Dios y la práctica del hombre). Sabía que, como creyentes, debemos conocer la obra de Dios y seguir Sus pasos. Había muchos creyentes en la aldea, pero ninguno de ellos había escuchado la voz de Dios ni había recibido el regreso del Señor Jesús, así que de verdad quise compartirles esta noticia maravillosa. Pero tenía un poco de miedo. Sentía que era joven y no sabía cómo predicar el evangelio, por lo que definitivamente no me escucharían. Me preocupaba que me menospreciasen y dijesen: “Eres muy joven, ¿por qué vas de acá para allá predicando en vez de ir a estudiar o a buscar un empleo?”. Además, llevaban años siendo creyentes, ¿escucharían entonces mi testimonio del regreso del Señor Jesús? ¿Cómo me tratarían? ¿Cómo podría compartir para resolver cualquier noción o confusión que tuviesen? ¿Qué haría si se opusieran a que yo creyese en Dios Todopoderoso y predicase el evangelio? Lo pensé bien, pero sabía que predicar el evangelio era la intención de Dios. Tenía que predicarles el evangelio y dar testimonio de Dios.

Así que oré a Dios y, al leer las palabras de Dios Todopoderoso, mi fe se fortaleció. Leí esto en Sus palabras: “¿Eres consciente de la carga que llevas a cuestas, de tu comisión y tu responsabilidad? ¿Dónde está tu sentido de misión histórica? ¿Cómo servirás adecuadamente como señor en la próxima era? ¿Tienes un fuerte sentido del señorío? ¿Cómo describirías al señor de todas las cosas? ¿Es realmente el señor de todas las criaturas vivientes y todas las cosas físicas del mundo? ¿Qué planes tienes para el progreso de la siguiente fase de la obra? ¿Cuántas personas están esperando a que seas su pastor? ¿Es pesada tu tarea? Son pobres, lastimosos, ciegos, están confundidos, lamentándose en las tinieblas: ¿dónde está el camino? ¡Cómo anhelan que la luz, como una estrella fugaz, descienda repentinamente y disperse a las fuerzas de la oscuridad que han oprimido a los hombres durante tantos años! ¿Quién puede conocer el alcance total de la ansiedad con la que esperan, y cómo anhelan día y noche esto? Incluso cuando la luz les pase por delante, estas personas que sufren profundamente permanecen encarceladas en una mazmorra oscura, sin esperanza de liberación; ¿cuándo dejarán de llorar? Es terrible la desgracia de estos espíritus frágiles que nunca han tenido reposo y han estado mucho tiempo atrapados en este estado por ataduras despiadadas e historia congelada. Y ¿quién ha oído los sonidos de sus gemidos? ¿Quién ha contemplado su estado miserable? ¿Has pensado alguna vez cuán afligido e inquieto está el corazón de Dios? ¿Cómo puede soportar Él ver a la humanidad inocente, que creó con Sus propias manos, sufriendo tal tormento? Después de todo, los seres humanos son las víctimas que han sido envenenadas. Y, aunque el hombre ha sobrevivido hasta hoy, ¿quién habría sabido que el maligno envenenó a la humanidad hace mucho tiempo? ¿Has olvidado que eres una de las víctimas? ¿No estás dispuesto a esforzarte por salvar a estos sobrevivientes por tu amor a Dios? ¿No estás dispuesto a dedicar toda tu energía para retribuir a Dios, que ama a la humanidad como a Su propia carne y sangre? A fin de cuentas, ¿cómo interpretarías el ser usado por Dios para vivir tu vida extraordinaria? ¿Tienes realmente la determinación y la confianza para vivir la vida llena de sentido de una persona piadosa y que sirve a Dios?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo deberías ocuparte de tu misión futura?). Comprendí que nuestro deber es compartir el evangelio. Muchas personas aún no han escuchado la voz de Dios y tienen incluso menor idea de que el Señor ha regresado y está haciendo la obra de juzgar y purificar a la gente. Todavía viven en la corrupción y la desgracia de Satanás. Dios espera que todos podamos considerar Su intención y levantarnos y colaborar con Él. Sean cuales sean los problemas o las dificultades que encaremos, podemos orar y apoyarnos en Dios más, y hacer todo lo posible para predicar el evangelio del reino. Pero yo no entendía la intención de Dios; sentía que, al ser tan joven, no sabía predicar el evangelio. Temía que los aldeanos no me hicieran caso y me menospreciaran, por lo que estaba atrapado entre estas dificultades y mi imaginación, abrumado por preocupaciones. Solo pensaba en mis adversidades sin considerar la intención de Dios, y no pensaba en orar y apoyarme en Él en estas situaciones difíciles, en cumplir mi deber y responsabilidad. Cuando pensaba en las muchas personas que anhelaban el regreso del Señor y ser salvadas de la oscuridad, tuve una sensación de urgencia. Me decidí a hacer todo lo posible por predicar y dar testimonio del evangelio de Dios de los últimos días, y a dedicar todo mi tiempo y energía a esta labor.

Más adelante, comencé a hacer planes para predicarles el evangelio a las personas de mi aldea. Primero, fui al centro de copiado para imprimir algunas invitaciones para que diez familias escucharan un sermón en mi casa. Se quedaron bastante sorprendidos y dijeron cosas buenas de lo que estaba haciendo. Estaba muy feliz. Después, pensé: “Si asisten muchas personas esta noche, será difícil que todos lean las palabras de Dios solo con mi pequeño celular mientras escuchan el sermón”. Así que le pedí prestada a un amigo su computadora portátil. Esa noche vinieron 13 personas a escuchar el sermón, y durante la reunión a todas les gustó leer las palabras de Dios; quien quería leer sencillamente se levantaba y se ofrecía a hacerlo. Todos estaban muy felices después. Dijeron que las palabras de Dios eran maravillosas y que habían aprendido mucho leyéndolas. Dijeron que era buenísimo poder reunirse a leerlas, e incluso querían traer a sus familiares el día siguiente a escuchar Sus palabras también. Me hacía muy feliz ver que todos anhelaban las palabras de Dios. Pero entonces me di cuenta de que no era viable seguir tomando prestada la computadora de mi amigo. Quería comprar una, pero, cuando reuní todo mi dinero, aún no me alcanzaba. Estaba en un dilema. Después de averiguar, me enteré de que los proyectores eran un poco menos costosos que las computadoras, y decidí pedir un préstamo para comprar uno para que los aldeanos pudieran leer las palabras de Dios. Fue al centro de la ciudad para pedir el préstamo y compré un proyector. Lo organicé todo antes de comenzar la siguiente reunión, y poco después los aldeanos empezaron a llegar. Vinieron diecinueve personas y la habitación estaba llena. En ese momento entendí que Dios había dispuesto todo eso y me emocioné mucho. Me apresuré a buscar un altavoz para que todos pudieran escuchar las palabras de Dios. Compartimos la verdad sobre cómo se han cumplido las profecías del regreso del Señor, cómo recibirlo, cómo estar seguros de que el Señor Jesús ha regresado y que la obra de juicio de Dios de los últimos días pondría en evidencia a cada tipo de persona. Todos los asistentes participaron con entusiasmo en la lectura de las palabras de Dios y algunos de los niños también las leyeron entusiasmados. Al ver cuánto anhelaban Sus palabras, supe que todo era la obra de Dios. Algunas personas se quedaron después de terminar la reunión y dijeron que habían disfrutado mucho al escucharlas. Algunos estaban muy conmovidos, incluso el jefe de la aldea, que quería que todos los aldeanos vinieran a escuchar las palabras de Dios. Fue una sorpresa muy agradable. Este resultado destruyó por completo mis nociones e imaginaciones, y me sentí avergonzado. Realmente había sido testigo de la obra y guía de Dios y seguí ganando más seguridad para compartir el evangelio. Posteriormente invité a los aldeanos a escuchar sermones todos los días y empezaron a acudir cada vez más personas. Todos estaban emocionados y decían: “Nunca antes había leído algo así. Dios ya se ha hecho carne y ha regresado y estamos cara a cara con Él. Estamos tan bendecidos de poder recibir al Señor”. También organizaron un evento para invitar a más gente de aldeas vecinas a una reunión. Me dijeron: “Eres muy joven, pero estás haciendo esto por los aldeanos; ayudas a todo el mundo a escuchar las palabras de Dios y eres muy concienzudo al respecto. Nadie ha hecho nunca algo así por nosotros. Nunca pensamos que una persona joven como tú pudiera hacer esto; es maravilloso”. Sabía que todo esto era obra de Dios, lo que me emocionó y me dio más seguridad para difundir el evangelio.

Pero me encontré con todo tipo de dificultades cuando regaba a estos nuevos creyentes. A veces, mi conexión a Internet no era muy buena y tenía que ir de puerta en puerta para celebrar reuniones. Aun peor era que llovía mucho y los caminos se llenaban de barro, con lo que era difícil caminar. Cuando salía a regar a los nuevos fieles, tenía que correr de casa a casa. A veces iba deprisa a lo de un nuevo creyente antes de que lloviese y en ocasiones tenía que esperar porque no habían regresado a casa. Luego, cuando las reuniones terminaban, no era fácil caminar a casa en los caminos inundados de agua. A veces me sentía un poco negativo y débil cuando me cansaba, así que oraba y leía las palabras de Dios. En ese momento, leí esto en las palabras de Dios Todopoderoso: “No te desanimes, no seas débil; y Yo te aclararé las cosas. El camino que lleva al reino no es tan fácil. ¡Nada es tan simple! Queréis que las bendiciones vengan a vosotros fácilmente, ¿no es así? Hoy, todos tendréis que enfrentar pruebas amargas. Sin esas pruebas, el corazón amoroso que tenéis por Mí no se hará más fuerte ni sentiréis verdadero amor hacia Mí. Aun si estas pruebas consisten únicamente en circunstancias menores, todos deben pasar por ellas; es solo que la dificultad de las pruebas variará de una persona a otra. Las pruebas son una bendición proveniente de Mí. ¿Cuántos de vosotros venís a menudo delante de Mí y suplicáis de rodillas que os dé Mis bendiciones? ¡Niños tontos! Siempre pensáis que unas cuantas palabras favorables cuentan como Mi bendición, pero no reconocéis que la amargura es una de Mis bendiciones(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 41). “Cuando te enfrentes a sufrimientos debes ser capaz de no considerar la carne ni quejarte contra Dios. […] Independientemente de cuál sea tu estatura real, debes poseer primero la voluntad de sufrir dificultades, una fe verdadera y tener la voluntad de rebelarte contra la carne. Deberías estar dispuesto a soportar dificultades personalmente y a sufrir pérdidas en tus intereses personales con el fin de satisfacer las intenciones de Dios. Debes ser capaz de sentir arrepentimiento en tu corazón. En el pasado no fuiste capaz de satisfacer a Dios, y ahora, puedes arrepentirte. Ni una sola de estas cosas puede faltar y Dios te perfeccionará a través de ellas. Si careces de estas condiciones, no puedes ser perfeccionado(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Las palabras de Dios me animaron y consolaron para no perder la esperanza o ponerme débil, porque Dios me guiaría y ayudaría. Sufrí algo de dolor físico y pagué un pequeño precio para predicar el evangelio, pero fue valioso y tuvo sentido. Fue la cosa más recta y lo que más merecía la aprobación de Dios. Pensé en Pedro, Mateo y otros apóstoles del Señor Jesús que sufrieron mucho por predicar el evangelio. Algunos incluso murieron en su esfuerzo por predicarlo, pero aguantaron y nunca se rindieron. Comparado con ellos, lo poco que yo sufría no merecía mención. Era por la gracia de Dios que yo había tenido la buena fortuna de aceptar Su obra de los últimos días y podía cumplir mi deber predicando el evangelio del reino. No podía seguir teniendo en cuenta mi carne y temiendo sufrir un poco. Debía estar dispuesto a sufrir. No podía desanimarme ante ninguna dificultad. Aunque sufriera malestar físico, todavía tenía que predicar el evangelio, dar testimonio de Dios y cumplir mi deber para satisfacerlo.

Una vez, enfermé y tuve un resfriado durante varios días. Por las noches tenía fiebre, dolor de cabeza y de estómago. No podía ni hablar. Una hermana vio que me encontraba mal y me dijo: “No deberías ir a la reunión de esta noche”. Yo estuve de acuerdo en ese momento. Pero, después, pensar en dejar que los nuevos creyentes se reunieran solos me incomodó. Pensé que encontrarme mal era una prueba, y aun así tenía que cumplir bien mi deber. Recordé que iba a jugar al fútbol aunque estuviera enfermo o tuviera una pierna lesionada. ¿Por qué no podía cumplir mi deber ahora? Tras pensar eso, me subí a mi motocicleta y fui a la reunión. Inesperadamente, cuando llegué no me sentía tan mal. Estaba muy feliz y me recuperé en tan solo un par de días.

Tras más de un mes de trabajo duro difundiendo el evangelio, la mayoría de los aldeanos, salvo los que trabajaban fuera de la aldea, habían aceptado el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Quería que más personas escucharan la voz de Dios porque aún hay muchos que no saben que el Señor Jesús ha regresado, que está expresando muchas verdades y haciendo la obra de purificar y salvar a la humanidad. Así que decidí predicar el evangelio en otras aldeas. Oré en mi corazón: “Dios Todopoderoso, por favor, guíame para no perder la fe y poder seguir adelante. Estoy seguro de que me ayudarás a resolver cualquier dificultad que afronte”. Después fui a una aldea vecina a compartir el evangelio. Caminé cuesta abajo por un camino enlodado durante 30 minutos para predicarles el evangelio, pero los tres primeros hogares dijeron que no tenían tiempo y volvieron la espalda amablemente. Me sentí muy decepcionado y algo desanimado. Regresé a casa muy tarde esa noche. La hermana Annie me llamó para preguntar cómo me había ido con la predicación del evangelio, también compartió las palabras de Dios conmigo, animándome y ayudándome. Leí algo en las palabras de Dios Todopoderoso: “Lo que deseo ahora es tu lealtad y sumisión, tu amor y tu testimonio. Incluso si en este momento no sabes lo que es el testimonio o lo que es el amor, debes entregarte por entero a Mí y entregarme los únicos tesoros que tienes: tu lealtad y tu sumisión. Debes saber que el testimonio de Mi derrota de Satanás está en la lealtad y la sumisión del hombre, del mismo modo que lo hace Mi testimonio de Mi conquista completa del hombre. El deber de tu fe en Mí es dar testimonio de Mí, ser leal a Mí y a ningún otro, y ser sumiso hasta el final. Antes de que Yo comience el siguiente paso de Mi obra, ¿cómo darás testimonio de Mí? ¿Cómo serás leal y sumiso a Mí? ¿Dedicas toda tu lealtad a tu función o simplemente te rendirás? ¿Preferirías someterte a cada arreglo mío (aunque sea muerte o destrucción) o huir a mitad de camino para evitar Mi castigo? Te castigo para que des testimonio de Mí y seas leal y sumiso a Mí. Es más, el castigo presente es para desplegar el siguiente paso de Mi obra y permitir que esta progrese sin obstáculos. Por lo tanto, te exhorto a que seas sabio y a que no trates tu vida o la importancia de tu existencia como arena sin ningún valor. ¿Puedes saber exactamente cuál será Mi obra por venir? ¿Sabes cómo voy a obrar en los días por venir y cómo Mi obra se desarrollará? Debes conocer la relevancia de tu experiencia de Mi obra y, además, la relevancia de tu fe en Mí. He hecho tanto; ¿cómo podría rendirme a medio camino, como tú lo imaginas? He hecho una obra tan extensa; ¿cómo podría destruirla? En efecto, he venido para dar fin a esta era. Esto es cierto, pero además debes saber que voy a comenzar una nueva era, a comenzar una nueva obra y, sobre todo, a difundir el evangelio del reino. Así que debes saber que la obra presente es solo para comenzar una era y sentar los cimientos para difundir el evangelio en el futuro y para poner fin a la era en el futuro. Mi obra no es tan sencilla como piensas, ni es tan inútil y sin sentido como crees. Por lo tanto, todavía debo decirte: debes entregar tu vida a Mi obra y, más aún, te tienes que dedicar a Mi gloria. Hace mucho que he anhelado que des testimonio de Mí e incluso aún más que esparzas Mi evangelio. Debes entender lo que hay en Mi corazón(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Qué sabes de la fe?). Leer esto en las palabras de Dios me dio algo de fuerzas. Sentí que Dios me decía que debía tener fe en Él y, sin importar las dificultades que encarase, no podía ser débil o negativo ni estar desanimado o triste, porque Él nos guía. Siempre que fuese considerado con la intención de Dios y saliese a predicar Su evangelio del reino, Él me abriría una senda. A través de las palabras de Dios entendí que predicar el evangelio no es una senda fácil, sino que requiere sufrimiento y pagar un precio. Noé predicó el evangelio durante 120 años y la gente se burló de él, lo calumnió y difamó. Sufrió mucho, y aunque no convirtió a nadie, no se rindió ni se hizo débil, sino que siguió predicando el evangelio. Noé se mantuvo firme en su lealtad y sumisión a Dios. Cumplió su deber como ser creado y recibió la aprobación y las bendiciones de Dios. Cuando Dios envió el diluvio para destruir el mundo, salvó a la familia de ocho de Noé que sobrevivieron. Entonces, pensé en mí. Solo había compartido el evangelio con tres familias y perdí la esperanza cuando no lo aceptaron. No tenía verdadera fe en Dios. De hecho, Dios había permitido que esta situación y estas dificultades me sucediesen para perfeccionar mi fe y lealtad a Él. Así que, ya aceptasen el evangelio o no, tenía que predicarlo. Ese era mi deber.

Las palabras de Dios me dieron fuerzas. Fui a otra aldea al día siguiente para predicar el evangelio. También oré pidiéndole a Dios que esclareciera a los posibles destinatarios potenciales del evangelio para que entendieran Sus palabras. Esa noche encontré a alguien interesado en escuchar el evangelio, y, tras hablarle y darle testimonio de la aparición y la obra de Dios, seguí encontrando a otros a los que predicar el evangelio, y convertí a seis personas esa noche. Estaba muy sorprendido porque algunos destinatarios potenciales del evangelio eran católicos y tenían muchas nociones, pero después de que compartiese con ellos las palabras de Dios, pudieron entender, y aceptaron el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Fui a otro lugar después y cada vez que salía a predicar el evangelio oraba a Dios para pedirle que me esclareciese y guiase para saber cómo predicar y dar testimonio de Sus palabras. A medida que más gente aceptaba el evangelio de Dios, mi fe crecía. Aunque a veces, cuando iba a otras aldeas a predicar a extraños, tenía un poco de vergüenza y miedo, la guía de las palabras de Dios me dio seguridad y valor para afrontarlo. Sabía que este era mi deber, y si no predicaba el evangelio, no tendría más práctica, y no aprendería ni ganaría más verdades. Después, al practicar constantemente predicar el evangelio, dejé de estar tan nervioso y tener miedo y llegué a comprender la verdad de las visiones cada vez más claramente. Me sentí muy relajado y libre. Aprendí muchísimo a lo largo de este proceso de difundir el evangelio.

Al predicar el evangelio, experimenté mucho y enfrenté mucha adversidad. Pero Aprendí a ampararme en Dios y a buscarlo en esos momentos, logré conocer Su soberanía omnipotente, y también a la importancia de cumplir mi deber.

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