Cómo resolver los sentimientos de inferioridad

27 Mar 2025

Por Xia Ke, China

Desde que era pequeña, siempre he sido incapaz de expresarme con claridad, mientras que mi hermana era elocuente, se expresaba bien y les gustaba a todos los vecinos. Por eso, me daba miedo salir con ella y, siempre que conocía gente, intentaba buscar formas de evitarlos. Cuando mis compañeros de clase me invitaban a hablar sobre el escenario en la escuela, sentía que no sabía expresar bien mis ideas y tenía miedo de hacer el ridículo, así que directamente me negaba. Siempre sentía envidia cuando veía a otras personas con mejor capacidad de expresión que yo y que afrontaban las tareas con decisión y audacia. Pensaba que carecía de elocuencia y tenía escasa aptitud, lo que me hacía sentir muy inferior.

En agosto de 2020, empecé a creer en Dios Todopoderoso. Luego, me convertí en líder de iglesia. Al principio, pude resolver algunos problemas reales mientras asistía a reuniones con los hermanos y hermanas. Más tarde, el hermano Chen Yi y yo comenzamos a trabajar juntos en el trabajo de la iglesia. Durante una reunión, hablamos sobre cómo colaborar para mejorar la eficacia del trabajo evangélico. Al oír cómo el hermano Chen Yi hablaba de los detalles del tema de manera muy clara y coherente, sentí envidia y pensé que yo no podía compartir tan bien como él. Después de la plática del hermano Chen Yi, el líder superior me dijo: “Tú también deberías compartir tu plática”. Me puse muy nerviosa y pensé: “Tengo una mala capacidad para organizar mis ideas. ¿Qué pensarán de mí si no doy una buena plática? Tal vez sería mejor evitarlo. Pero no hay excusa para no compartir”. Así que di una breve plática. Cuando terminé de hablar, no hubo respuesta por parte de los demás, por lo que el ambiente se volvió incómodo. En ese momento, deseé que me tragara la tierra y quise irme de allí lo más rápido posible. Después de eso, cuando trabajaba con Chen Yi, veía lo elocuente y decidido que era en su trabajo, por lo que yo hablaba menos durante nuestra colaboración. Incluso cuando decía algo, me sentía extremadamente limitada. Ni siquiera me atrevía a señalar las desviaciones o problemas que veía en nuestro trabajo, al pensar que tenía una aptitud demasiado escasa como para hacer buenas sugerencias. En comparación con Chen Yi, sentía que estaba muy por detrás y que simplemente no era capaz de hacer un buen trabajo como líder. Más tarde, cuando fui a poner en práctica el trabajo evangélico en un grupo, me enteré de que algunos hermanos y hermanas tenían dificultades. Al principio, tenía la intención de compartir con ellos para resolver sus problemas, pero luego pensé: “Chen Yi ha estado a cargo de este grupo antes. No tengo la capacidad ni la aptitud que él tiene para compartir y tampoco tengo su manera de abordar el trabajo. ¿Qué pensarán todos de mí si mi plática no sale bien? Tal vez no debería compartir”. Al pensar en esto, decidí no compartir. Durante esa época, siempre que encontraba problemas, me retraía y no compartía cuando debía hacerlo, lo que llevó a que algunos problemas permanecieran sin resolver durante mucho tiempo. El trabajo evangélico se vio afectado y los estados de los hermanos y hermanas no eran buenos. En ese momento, determiné que tenía poca aptitud y que no era capaz de desempeñar el deber de líder. Además, me quejé en mi corazón de que Dios no me hubiera dado una buena aptitud. Más tarde, los líderes me hablaron para ayudarme, pero no pude aceptarlo y mi estado no se revirtió. Al final, me destituyeron.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios y solo entonces conseguí entender un poco sobre mi estado. Dios Todopoderoso dice: “No importa lo que les ocurra, cuando los cobardes se encuentran con alguna dificultad, reculan. ¿Por qué lo hacen? Un motivo es su sentimiento de inferioridad. Como se sienten inferiores y no se atreven a presentarse ante la gente, ni siquiera pueden contraer las obligaciones y responsabilidades que les corresponden, ni pueden asumir lo que realmente son capaces de lograr dentro del ámbito de su propia capacidad y calibre y del de la experiencia de su propia humanidad. Este sentimiento de inferioridad afecta a todos los aspectos de su humanidad, afecta a su personalidad y, por supuesto, también afecta a su temperamento. Cuando están rodeados de otras personas, rara vez expresan sus propias opiniones, y casi nunca los oyes aclarar su propio punto de vista u opinión. En cuanto se encuentran con un problema, no se atreven a hablar, sino que se retraen y dan marcha atrás. En aquellos momentos en los que hay poca gente, se sienten valientes para sentarse entre ellos, pero cuando hay mucha, buscan un rincón y se dirigen hacia donde apenas da la luz, sin atreverse a mezclarse con los demás. Siempre que sienten que les gustaría decir algo de un modo positivo y activo y expresar sus propios puntos de vista y opiniones para demostrar que lo que piensan es correcto, no tienen siquiera el valor de hacerlo. Cuandoquiera que tienen esas ideas, su sentimiento de inferioridad aflora de golpe y los controla, los ahoga y les dice: ‘No digas nada, no sirves para nada. No expreses tus puntos de vista, guárdate tus ideas para ti. Si en tu corazón albergas algo que realmente quieras decir, anótalo en el ordenador y mastícalo tú solo. No debes permitir que nadie más lo sepa. ¿Y si te equivocas? ¡Sería muy embarazoso!’. Esta voz sigue diciéndote que no hagas o digas esto o aquello y hace que te tragues cualquier palabra que quieras decir. Cuando deseas decir algo que llevas mucho tiempo pensando, te bates en retirada y no te atreves a decirlo, o te avergüenzas de hacerlo, creyendo que no deberías; y si lo haces, sientes como si hubieras infringido alguna regla o vulnerado la ley. Y cuando un día expresas de forma activa tu propia opinión, en el fondo te sientes incomparablemente perturbado e inquieto. Aunque esta enorme sensación de malestar se desvanece poco a poco, tu sentimiento de inferioridad asfixia lentamente las ideas, intenciones y planes que tienes de querer hablar, de querer expresar tus propios puntos de vista, de querer ser una persona normal igual que los demás. Los que no te entienden creen que eres una persona de pocas palabras, callada, de carácter tímido, alguien a quien no le gusta destacar entre los demás. Cuando hablas delante de mucha gente, te sientes avergonzado y te ruborizas; eres algo introvertido y, en realidad, solo tú sabes que te sientes inferior(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (1)). Las palabras de Dios me permitieron entender que, cuando las personas están atrapadas por sentimientos de inferioridad, se vuelven negativas, abatidas y carecen de la determinación necesaria para esforzarse para avanzar. Se vuelven débiles, eluden todo lo que hacen e incluso dejan de cumplir con sus responsabilidades y obligaciones. Ven problemas y desviaciones y quieren expresar sus opiniones o hacer sugerencias, pero les falta el valor y se creen incapaces, mientras se hunden en el abatimiento. Ese era exactamente mi estado. Desde joven, había visto que mi hermana era elocuente y eficiente en todo lo que hacía, mientras que yo era torpe y me expresaba mal. Me había sentido muy inferior y solía evitar situaciones al temer que mis defectos quedarían al descubierto, lo que me haría quedar mal. Después de que empecé a creer en Dios, me volví muy pasiva al hacer mi deber junto con personas que fueran muy elocuentes y decididas en su trabajo. Había determinado que tenía una escasa aptitud y era incapaz de asumir el trabajo, y había vivido con sentimientos de inferioridad. No me atrevía a compartir cuando debía hacerlo y, a menudo, me tragaba las opiniones que debía expresar justo cuando estaba a punto de compartirlas. Al reflexionar sobre la época en que trabajaba con Chen Yi y hablábamos sobre cómo colaborar en el trabajo evangélico, al principio, tenía algunas ideas, pero al ver lo elocuente que él era, me sentí incompetente y no quise compartirlas. Había podido identificar algunos problemas en el trabajo y quería señalarlos, pero, al pensar que mi capacidad de expresión no era tan buena como la suya, tras meditarlo un poco, terminé por no expresar mis opiniones. Cuando fui a la iglesia a poner en práctica el trabajo y percibí que había problemas, no hablé para resolverlos, lo que hizo que el trabajo no avanzara. Vivía constantemente con sentimientos de inferioridad y mi estado empeoraba cada vez más. No fui capaz de cumplir bien con mis deberes y me sentía completamente inútil. No solo había afectado mi propia vida, sino que también había retrasado mis deberes. Al darme cuenta de la gravedad del problema, quise revertir ese estado de inmediato.

Durante una práctica devocional, me di cuenta de que la razón por la que sentía que tenía poca aptitud era que las opiniones de los demás sobre mi mala capacidad de expresión me habían influenciado, y eso se debía a mi incapacidad de ver las cosas según las palabras de Dios. Entonces, ¿cómo debe uno evaluar si tiene una aptitud buena o mala? Busqué las palabras de Dios al respecto. Dios Todopoderoso dice: “Entonces, ¿cómo puedes evaluarte y conocerte con precisión, y escapar del sentimiento de inferioridad? Debes tomar las palabras de Dios como base para obtener conocimiento sobre ti mismo, para averiguar cómo son tu humanidad, tu calibre y tu talento, y qué puntos fuertes tienes. Por ejemplo, supongamos que te gustaba cantar y lo hacías bien, pero algunas personas no dejaban de criticarte y menospreciarte, diciendo que no tenías oído y desafinabas, así que ahora te parece que no sabes cantar bien y ya no te atreves a hacerlo delante de los demás. Debido a que esas personas mundanas, esas personas confundidas y mediocres, hicieron valoraciones y juicios inexactos sobre ti, los derechos que merece tu humanidad se vieron coartados y tu talento sofocado. En consecuencia, no te atreves ni a cantar una canción y solo te atreves a soltarte y cantar en voz alta cuando no hay nadie cerca o cuando estás solo. Dado que por lo general te sientes tan terriblemente reprimido, no te atreves a cantar una canción a no ser que estés solo; es entonces cuando lo haces y disfrutas del momento en que puedes cantar alto y claro, ¡qué momento maravilloso y liberador! ¿Verdad que sí? Debido al daño que la gente te ha hecho, no sabes o no puedes ver con claridad qué es lo que realmente sabes hacer, en qué eres bueno y en qué no. En este tipo de situación, debes realizar una correcta evaluación y adoptar la medida adecuada de ti mismo, de acuerdo con las palabras de Dios. Debes constatar lo que has aprendido y dónde están tus puntos fuertes, y lanzarte a hacer lo que sabes hacer. En cuanto a las cosas que no sabes hacer, tus carencias y deficiencias, debes reflexionar sobre ellas y conocerlas, y también debes evaluar con precisión y saber cómo es tu calibre, además de si es bueno o malo. Si no puedes comprender o lograr un conocimiento claro de tus propios problemas, entonces pídeles a las personas que son capaces de comprender que te rodean, que emitan una valoración sobre ti. Al margen de que lo que digan sea o no exacto, al menos te servirá de referencia y consideración y te permitirá tener un juicio o caracterización básica de ti mismo. Entonces podrás resolver el problema esencial de las emociones negativas, como la inferioridad, y salir poco a poco de ellas. Tales sentimientos de inferioridad se resuelven con facilidad si uno puede discernirlos, abrir los ojos ante ellos y perseguir la verdad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (1)). “¿Cómo medimos el calibre de las personas? La forma apropiada de hacerlo es observando su actitud hacia la verdad y si pueden o no comprenderla. Hay personas que pueden aprender muy rápido algunas especializaciones, pero, cuando escuchan la verdad, se sienten confundidas y se adormecen. En su interior, se vuelven atolondradas, no les entra nada de lo que oyen ni entienden lo que están escuchando; eso es el calibre escaso. Algunas personas no están de acuerdo cuando les dices que tienen un calibre escaso. Piensan que tener una buena educación y ser cultos es lo mismo que tener buen calibre. ¿Acaso una buena educación demuestra un calibre alto? No. ¿Cómo se debe medir el calibre de una persona? En función del punto hasta el que comprendan las palabras de Dios y la verdad. Esa es la forma más certera de hacerlo. Hay personas que son elocuentes, espabiladas y tienen una habilidad especial para tratar con los demás, pero cuando escuchan sermones nunca pueden entender nada y cuando leen las palabras de Dios no las comprenden. Al hablar de su testimonio vivencial, siempre dicen palabras y doctrinas, y de este modo revelan que son novatos y dan a otros la sensación de que no tienen comprensión espiritual. Esas personas tienen un calibre escaso(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Comprender la verdad es lo más importante para cumplir bien con el deber). Las palabras de Dios me permitieron ver que la aptitud de una persona se evalúa principalmente en función de si puede comprender la verdad, conocerse a sí misma y entender las intenciones de Dios a través de Sus palabras. Además, depende de si puede encontrar sendas de práctica basadas en las palabras de Dios cuando se enfrenta a situaciones de la vida real. Tras escuchar las palabras de Dios, las personas con buena aptitud pueden captar los principios y los puntos clave, en lugar de simplemente comprender algunas palabras o preceptos. Tienen sus propios puntos de vista, opiniones y soluciones para las situaciones que afrontan y pueden practicar según las palabras de Dios, con exactitud y sin desviarse. Pero yo había creído que las personas con buena aptitud eran aquellas que eran elocuentes y decisivas en su trabajo. Como sentía que mi capacidad de expresión era pobre y que no era decisiva en mi trabajo, había considerado que tenía poca aptitud y me había quedado sumida en un estado lleno de sentimientos de inferioridad y negatividad, y me creía incapaz. Solo entonces me di cuenta de que mis opiniones sobre esos asuntos habían sido incorrectas. Pensé en Pablo, quien tenía dones y era elocuente. Predicó el evangelio por gran parte de Europa y escribió muchas epístolas, pero carecía de la capacidad para comprender la verdad. No entendía al Señor Jesús ni conocía de verdad su propio carácter corrupto. Solo sabía hablar de muchas doctrinas espirituales e incluso testificó de manera descarada que para él, el vivir es cristo, hasta que, al final, Dios lo descartó. Eso muestra que no era una persona con buena aptitud. La evaluación que había hecho de mi propia aptitud no se basaba en los principios-verdad, sino en mis propias nociones e imaginaciones, por lo que era inexacta. Entonces, haciendo memoria, fui capaz de comprender las palabras de Dios y reflexionar y entenderme a mí misma teniéndolas en cuenta. También pude reconocer algunos de los problemas en el trabajo y los estados de los hermanos y hermanas, entendí cómo compartir para resolver esos problemas y también pude encontrar algunas sendas de práctica en las palabras de Dios. Aunque mi capacidad de trabajo era algo limitada y mi oratoria no era tan buena, cuando colaboraba con esmero y daba lo mejor de mí, podía lograr algunos resultados al cumplir mi deber. Los hermanos y hermanas también evaluaron que tenía un calibre promedio, pero que podía comprender las palabras de Dios. Observaron que, cuando enfrentaba situaciones, ponía atención en la introspección y el aprendizaje de lecciones, y tenía algo de discernimiento. Además, cuando me asignaban una tarea, era diligente, colaboraba y lograba obtener ciertos resultados. Al reflexionar sobre esto, pude verme a mí misma correctamente. Mis sentimientos de inferioridad me habían atado y limitado, y no era capaz de ver mis deficiencias correctamente. Había determinado a ciegas que tenía poca aptitud y que no podía asumir el trabajo. Al vivir en ese estado, no había podido desempeñar el papel que debía y no había logrado marcar la diferencia al hacer mi deber, como si fuera un estorbo. No solo no había lamentado las pérdidas que había ocasionado en mi deber, sino que, en cambio, me había quejado de que Dios no me había dado una buena aptitud. Había afrontado mi deber con negatividad y negligencia. ¡Había sido verdaderamente rebelde! De hecho, la aptitud que Dios me dio era suficiente. No podía seguir viviendo en ese estado de inferioridad. Debía arrepentirme ante Dios, centrarme en buscar los principios en mi deber y trabajar en armonía con mis hermanos y hermanas. Cuando fuera necesario compartir mis opiniones, debía compartir tanto como entendiera. Tenía que sacar a relucir lo que Dios me había dado. Aunque mi plática tuviera deficiencias, podía resumir sus problemas después. No debía ser negativa ni negligente, lo que decepcionaba a Dios. Luego, la iglesia dispuso que ayudara a los líderes en la obra de depuración de la iglesia. Aunque tenía muchas deficiencias, ya no me limitaba mi poca aptitud.

Más tarde, reflexioné sobre la razón por la que me sentía inferior cuando veía a otras personas más elocuentes y con mayor capacidad de trabajo. ¿Qué actitudes corruptas estaban involucradas en ello? Un día, leí estas palabras de Dios: “Para los anticristos, la reputación y el estatus son su vida y su objetivo durante toda su existencia. En todo lo que hacen, su primera consideración es: ‘¿Qué pasará con mi estatus? ¿Y con mi reputación? ¿Me dará una buena reputación hacer esto? ¿Elevará mi estatus en la opinión de la gente?’. Eso es lo primero que piensan, lo cual es prueba fehaciente de que tienen el carácter y la esencia de los anticristos; por eso consideran las cosas de esta manera. Se puede decir que, para los anticristos, la reputación y el estatus no son un requisito añadido y, ni mucho menos cosas que son externas a ellos de las que podrían prescindir. Forman parte de la naturaleza de los anticristos, los llevan en los huesos, en la sangre, son innatos en ellos. Los anticristos no son indiferentes a la posesión de reputación y estatus; su actitud no es esa. Entonces, ¿cuál es? La reputación y el estatus están íntimamente relacionados con su vida diaria, con su estado diario, con aquello que buscan día tras día. Por eso, para los anticristos el estatus y la reputación son su vida. Sin importar cómo vivan, el entorno en que vivan, el trabajo que realicen, lo que busquen, los objetivos que tengan y su rumbo en la vida, todo gira en torno a tener una buena reputación y un estatus alto. Y este objetivo no cambia, nunca pueden dejar de lado tales cosas. Este es el verdadero rostro de los anticristos, su esencia(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (III)). Las palabras de Dios me permitieron entender que los anticristos valoran especialmente su propia reputación y estatus. Todos sus estados y búsquedas cotidianos están relacionados con la reputación y el estatus. No importa el momento o el lugar, nunca dejan de perseguirlos. Reflexioné sobre cómo yo había sido igual que ellos. Desde que asumí mi deber, cada vez que veía que otros trabajaban con decisión y compartían expertamente, me sentía inferior a ellos. Así que había vivido con sentimientos de inferioridad y me limitaba de forma negativa. Había tenido miedo de poner al descubierto mis deficiencias y quedar en ridículo, y me había faltado una actitud proactiva al colaborar en los deberes. Había estado viviendo bajo los venenos satánicos de “El hombre deja su reputación allá por donde va, de la misma manera que un ganso grazna allá por donde vuela” y “El orgullo es tan necesario para la gente como respirar”, y me preocupaba especialmente por las opiniones de los demás. Cuando trabajé con Chen Yi y vi que él era mejor que yo en todos los aspectos, temí que me menospreciaran. Durante las reuniones, había intentado compartir lo menos posible o no compartir nada. Incluso cuando había percibido desviaciones o problemas en el trabajo que necesitaban resolverse a tiempo, había evitado hablar sobre ellos por miedo a que mi plática no fuera tan buena como la de Chen Yi y que me hiciera quedar mal. Como líder de iglesia, solo me había preocupado si se perjudicaba mi orgullo, en lugar de centrarme en el trabajo de la iglesia en sí. Al encontrar problemas, los había dejado de lado y no los había abordado a tiempo, lo que había ocasionado retrasos en el trabajo. ¡Había sido realmente egoísta! Dios me había elevado para cumplir el deber de una líder y que pudiera perseguir la verdad, desempeñar mi papel al máximo y defender el trabajo de la iglesia. Sin embargo, en lugar de reflexionar sobre cómo cumplir bien con mis responsabilidades como líder, me había preocupado por evitar pasar vergüenza en cada situación. Siempre que mi orgullo estaba en juego, me volvía negativa, me limitaba a mí misma negativamente y me quejaba de que Dios no me había dado una buena aptitud. Incluso había perdido la motivación para cumplir con mis deberes. Vi la poca conciencia y razón que había tenido. De hecho, los malos resultados que había obtenido al hacer mis deberes anteriormente no se debían completamente a una cuestión de aptitud. El problema principal era que había estado viviendo según un carácter corrupto y había protegido mi propia reputación y estatus sin cesar. Habría protegido mi orgullo incluso si eso significaba retrasar el trabajo de la iglesia. No tenía un corazón temeroso de Dios en absoluto y trataba mi reputación y estatus como si fueran mi vida. Había estado recorriendo la senda de los anticristos. Si no me arrepentía y cambiaba, seguro que Dios me aborrecería y descartaría.

Leí otro pasaje de las palabras de Dios y encontré una senda de práctica. Dios Todopoderoso dice: “No hagas siempre las cosas para tu propio beneficio y no consideres constantemente tus propios intereses; no consideres los intereses humanos ni tengas en cuenta tu propio orgullo, reputación y estatus. Primero debes considerar los intereses de la casa de Dios y hacer de ellos tu prioridad. Debes ser considerado con las intenciones de Dios y empezar por contemplar si ha habido impurezas en el cumplimiento de tu deber, si has sido leal, has cumplido con tus responsabilidades y lo has dado todo, y si has estado pensando de todo corazón en tu deber y en la obra de la iglesia. Debes meditar sobre estas cosas. Si piensas en ellas con frecuencia y las comprendes, te será más fácil cumplir bien con el deber. Si tu calibre es bajo, si tu experiencia es superficial, o si no eres experto en tu ocupación profesional, puede haber algunos errores o deficiencias en tu obra y puede que no consigas buenos resultados, pero habrás hecho todo lo posible. No satisfaces tus propios deseos egoístas ni preferencias. Por el contrario, consideras de forma constante la obra de la iglesia y los intereses de la casa de Dios. Aunque puede que no logres buenos resultados con tu deber, se habrá enderezado tu corazón; si además puedes buscar la verdad para resolver los problemas en tu deber, entonces estarás a la altura en el cumplimiento de este y, al mismo tiempo, podrás entrar en la realidad-verdad. Eso es lo que significa poseer testimonio(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Las palabras de Dios me permitieron entender que, al cumplir nuestro deber, debemos hacerlo todo ante Dios y aceptar Su escrutinio. Cuando surgen problemas, debemos priorizar salvaguardar el trabajo de la iglesia, dejar de lado nuestro propio orgullo y hacer todo lo posible por cumplir con lo que debemos hacer. Solo entonces estaremos de acuerdo con las intenciones de Dios. Al trabajar con hermanos y hermanas que eran elocuentes y decisivos en su trabajo, debía colaborar con ellos en armonía, aprender de sus fortalezas para compensar mis debilidades y trabajar juntos para cumplir bien con nuestros deberes. Al darme cuenta de eso, sentí que mi corazón se iluminaba. Después, al cumplir con mi deber, me centré en corregir mis intenciones. Compartí tanto como entendía, ya no me limitaban las preocupaciones sobre mi orgullo o mi reducida aptitud y el trabajo de depuración de la iglesia empezó a mejorar de a poco. No mucho después, me eligieron de nuevo líder de iglesia.

Después de un tiempo, la líder superior y yo fuimos a mantener una reunión con los líderes de equipo y ella me pidió que la presidiera. Pensé en que ella era elocuente, decidida y capaz de encontrar con rapidez las palabras de Dios apropiadas para resolver los estados de los hermanos y hermanas, mientras que eso a mí me costaba. Tenía una mala capacidad de expresión y no era una buena oradora, así que me preocupaba cómo me verían los demás si no llevaba bien la reunión. Me di cuenta de inmediato de que, una vez más, me estaba sumiendo en sentimientos de inferioridad y me preocupaba mi orgullo. Así que oré a Dios: “Dios, veo que he vuelto a sumirme en sentimientos de inferioridad, porque hay otras personas que son más elocuentes que yo. Te ruego que me guíes. No quiero que la vanidad y el orgullo me limiten. Estoy dispuesta a dedicar mi corazón a mi deber y esforzarme al máximo para colaborar”. Después de orar, pensé en las palabras de Dios: “Las funciones no son las mismas. Solo hay un cuerpo. Cada cual cumple con su obligación, cada uno en su lugar y haciendo su mejor esfuerzo, por cada chispa hay un destello de luz, y buscando la madurez en la vida. Así estaré satisfecho(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 21). Dios ha dado a cada persona diferentes dones y fortalezas. Aunque no tengo buena aptitud, cuando colaboro sinceramente con Dios, puedo recibir Su guía. Entonces, al trabajar junto con la líder, debía aprender de sus fortalezas y no dejar que mi orgullo o estatus me limitaran. Debía esforzarme al máximo para hacer mi aporte según lo que entiendo y así poder cumplir bien con mi deber. Al darme cuenta de esto, ya no me sentí limitada por mi orgullo y me sentí mucho más liberada. Encontré un pasaje de las palabras de Dios que era especialmente apropiado para el estado de los líderes de equipo y compartí mi propio entendimiento vivencial. El estado negativo de los líderes de equipo se revirtió. Luego, durante las reuniones, compartía tanto como entendía, sin preocuparme por cómo me vieran los demás, sino por participar de forma activa. Podía tratar correctamente mis propias deficiencias y no limitarme. Ahora, que esté libre de las ataduras de los sentimientos de inferioridad se debe a la guía de las palabras de Dios.

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