Por fin veo la verdad acerca de mí misma
En 2018, mi deber en la iglesia era la traducción de documentos, en la que trabajaba con la hermana Zhang y la hermana Liu. Nos llevábamos genial. En una reunión hablamos de que habían descubierto un falso líder. Así evaluó la hermana Liu al falso líder: “Cambia a la gente de puesto sin ningún principio. Trasladó a la hermana Zhang, pero mantuvo en el equipo a otra hermana menos atenta y trabajadora en el deber”. Cuando el otro líder nos leyó esto a los hermanos y hermanas, me ruboricé inmediatamente. Las palabras de la hermana Liu me parecieron especialmente duras. Me obligué a guardar la compostura, pero por dentro estaba inquieta. Con un equipo de solo tres personas, seguro que se había referido a mí. Creí que todos pensarían que no era atenta ni trabajadora en el deber. ¿Cómo podría mantener la cabeza alta después de aquello? A partir de entonces, estuve resentida con la hermana Liu y nuestra relación se distanció más.
Poco después la hermana Liu fue elegida líder del equipo. Era muy escrupulosa y revisaba minuciosamente todo lo que yo traducía. Al principio mantenía una actitud positiva, pero con el tiempo empecé a ser reticente hacia ella. Notaba que llevaba en ese deber bastante tiempo, pero ella aún no confiaba en mí, como si me faltaran aptitudes. También me hacía sugerencias de vez en cuando, por lo que sentía que me menospreciaba y me complicaba las cosas. Lo que de verdad no soportaba era que, cuando hablábamos de trabajo, siempre mencionaba mis fallos delante del encargado. Pensaba: “¿Acaso no estás tratando de dejarme a la altura del betún delante de él?”. Mi resentimiento hacia ella no hacía más que aumentar y se acrecentó. Posteriormente, cuando trabajábamos juntas, la odiaba con solo verla y me irritaba. No me gustaba que hiciera seguimiento de mi trabajo y ponía cara de pocos amigos ante sus indicaciones. A veces pensaba en cómo podía dejarla a la altura del betún y bajarle los humos. No quería ayudarla cuando veía algún problema en su deber, sino que la despreciaba y hasta esperaba que, en su deber, se topara con un obstáculo que le diera una lección. Una vez, la hermana Liu se sinceró en una reunión diciendo que sentía que yo la agobiaba cuando colaborábamos, que era demasiado irascible y no sabía cómo trabajar conmigo. Me encolericé en el momento en que lo dijo. Pensé: “¿Intentas dejarme en evidencia ante los demás con el pretexto de sincerarte? Ahora que todos saben que mi genio te agobia, ¿qué opinarán de mí?”. Cuanto más lo pensaba, más me enojaba. Creía que trataba de dejarme en mal lugar. Empecé a tener prejuicios hacia ella y me quedé con mal gesto y callada durante el resto de la reunión. Después, la hermana Liu me vio algo apagada, así que se me acercó a decirme tranquilamente: “Pareces molesta y no has dicho nada en la reunión. Si algo te preocupa, estaré encantada de hablarlo. También puedes comentarme cualquier defecto que tenga yo”. No obstante, no soportaba verla y no tenía más que aversión hacia ella. Pensé: “¿Me lo preguntas en serio? ¿A quién le haría gracia oír cómo te ‘sinceras’ de este modo?”. Luego se sentó a mi lado. Le lancé una mirada llena de desdén y no pude contener la rabia al pensar que me había puesto verde delante de todos. Le solté sus defectos y la corrupción que manifestaba, que le faltaba sabiduría, dejaba a los demás en mal lugar adrede, agobiaba a la gente y era muy arrogante. No paré de hablar. Me calmé al verla abatida y cabizbaja. Había dado rienda suelta a toda esa rabia que había mantenido reprimida. La hermana Liu me dijo entonces: “Jamás imaginé que te hubiera hecho tanto daño. Mis más sinceras disculpas”. Sentí una punzada de culpa cuando se volvió para secarse disimuladamente las lágrimas. ¿Me había pasado? ¿Se quedaría en un estado negativo por esto? Sin embargo, después pensé: “Solo estaba siendo sincera. Se lo dije para que se conociera a sí misma”. En ese momento se disipó mi culpa. La hermana Liu estaba todavía más cohibida a partir de entonces y ya no se atrevía a hacer seguimiento de mi trabajo; menos aún a hacerme sugerencias.
Días después, una líder de la iglesia nos pidió a todos evaluar a los líderes de equipo por escrito, para así poder medir su eficacia de acuerdo con los principios. Yo estaba encantada para mis adentros. Tenía ganas de delatar toda la corrupción revelada por la hermana Liu para que todos la conocieran tal como era y le bajaran los humos. Sentí una fugaz desazón y comprendí que me equivocaba al pensar así, que debía ser justa y objetiva y aceptar el escrutinio de Dios. Pretendía ser justa y objetiva en mi evaluación, pero, cuando pensaba que la hermana Liu me ponía siempre en apuros, me abrumaba el resentimiento. Volqué todos mis prejuicios hacia ella en esa evaluación, con la esperanza de que la líder la tratara seriamente o incluso la trasladara. Sería feliz siempre que no estuviera en mi equipo. No tardó en cesar a la hermana Liu. Esta noticia me dejó inquieta. Pensé: “¿Ha tenido algo que ver eso con lo que escribí? Solamente escribí un poco sobre su corrupción, pero no deberían haberla cesado por eso, ¿verdad?”. Veía a la hermana Liu en un estado negativo a partir de entonces y yo tenía una vaga sensación de culpa. No tenía energía en mi deber.
Dos días después le hablé sobre mi estado a la líder, que me contó que había cesado a la hermana Li, sobre todo, por sus limitaciones y porque no tenía capacidad para ser líder de equipo. No había tenido nada que ver con mi evaluación. No obstante, sí me dijo que yo era implacable con sus fallos, que no sabía tratar a la gente de forma justa, que era vengativa y tenía un carácter malévolo. Se me cayó el alma a los pies al oír eso. ¿No son “vengativa” y “carácter malévolo” cosas que decimos de la gente malvada? Durante unos días me daban ataques de angustia cada vez que pensaba en lo que me había dicho. Me preguntaba si realmente era una persona malévola. En medio del dolor, me presenté ante Dios en oración: “Oh, Dios mío, esa hermana me dijo que tengo un carácter malévolo, pero yo no lo percibo. Te pido esclarecimiento para poder conocerme de verdad”.
Tras mi oración leí este pasaje de las palabras de Dios: “¿Sois capaces de idear diversas maneras de castigar a las personas porque no son de vuestro agrado o no se llevan bien con vosotros? ¿Habéis hecho alguna vez algo así? ¿En qué medida? ¿No habéis despreciado siempre a la gente de forma indirecta con exabruptos y muestras de sarcasmo? (Sí). ¿En qué estados os hallabais al hacer esas cosas? En ese momento os estabais desahogando y os sentíais felices; habíais ganado la partida. Sin embargo, luego pensasteis para vuestros adentros: ‘Qué ruindad he cometido. No temo a Dios y he tratado muy injustamente a esa persona’. En el fondo, ¿os sentíais culpables? (Sí). Aunque no temáis a Dios, al menos tenéis cierta conciencia. Por lo tanto, ¿continuáis siendo capaces de repetir este tipo de cosas en lo sucesivo? ¿Eres capaz de barajar la posibilidad de atacar a las personas y vengarte de ellas, hacérselo pasar mal y enseñarles quién manda cada vez que las desprecias y no te llevas bien con ellas, o cada vez que no te obedecen o no te escuchan? ¿Les dirás ‘Si no haces lo que quiero, buscaré la ocasión de castigarte sin que se sepa. No se enterará nadie, pero haré que te sometas a mí; te demostraré mi poder. ¡Nadie se atreverá a meterse conmigo después!’? Cuéntame una cosa: ¿Qué clase de humanidad tiene una persona que hace algo así? En materia de humanidad, es malévola. A decir verdad, no venera a Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los cinco estados necesarios para ir por el camino correcto en la fe propia). Sentí tristeza y dolor tras leer las palabras de juicio de Dios. Habían revelado mi estado exacto. Recordé que, al principio, la hermana Liu y yo habíamos trabajado muy bien juntas. Empecé a tener problemas con ella cuando me di por aludida por su evaluación a otra persona y me hirió en mi orgullo delante de otras. Se puso a sacarme defectos cuando se convirtió en líder del equipo. Sentía que quedaba mal parada y me ponía en apuros. Comenzó a irritarme tremendamente y quería dejarla en ridículo. Cuando se sinceró sobre su estado en busca de una solución, pensé que estaba exponiendo mis fallos y avergonzándome, lo que hacía peligrar mi imagen ante los hermanos y hermanas. Mis prejuicios hacia ella fueron en aumento y magnifiqué sus problemas para desenmascararla, de modo que actué con malicia y le causé negatividad. Mi evaluación sobre ella fue una oportunidad para vengarme. Escribí todos sus fallos y la corrupción que había advertido en ella, sin mentar para nada sus puntos fuertes. Únicamente quería que la líder la descubriera y, con suerte, la trasladara. Me resultó sumamente incómodo recordar cómo había actuado. Guardaba rencor a la hermana Liu solo porque sus palabras habían aludido a mi reputación y estatus, por lo que adopté una postura hostil hacia ella. Hice lo que me dio la gana. Me di cuenta de que carecía de toda veneración por Dios, ¡y de que sí tenía una naturaleza realmente malévola! Creía llevarme muy bien con los hermanos y hermanas y estar dispuesta a ayudar a cualquiera que afrontara dificultades. Me consideraba buena persona porque hacía cosas buenas. Ahora comprendía que las hacía solamente porque nadie había puesto en peligro mis intereses personales. Me salió todo mi carácter satánico cuando mis intereses se vieron implicados. No pude evitar lanzarme a la venganza. Entendí que, si no corregía ese carácter, podía hacer el mal en cualquier momento. ¡Qué peligro!
Después hice introspección. Si era capaz de esa clase de maldad, ¿qué pensamientos me controlaban? Leí estas palabras de Dios: “La fuente de oposición y rebeldía del hombre contra Dios es el haber sido corrompido por Satanás. Debido a la corrupción de Satanás, la conciencia del hombre se ha insensibilizado; se ha vuelto inmoral, sus pensamientos son degenerados, y ha desarrollado una actitud mental retrógrada. Antes de ser corrompido por Satanás, el hombre de manera natural seguía a Dios y obedecía Sus palabras después de escucharlas. Por naturaleza tenía un razonamiento y una conciencia sólidos y una humanidad normal. Después de haber sido corrompido por Satanás, el razonamiento, la conciencia y la humanidad originales del hombre se fueron insensibilizando y fueron mermados por Satanás. Debido a ello, el hombre ha perdido su obediencia y amor a Dios. El razonamiento del hombre se ha vuelto aberrante, su carácter se ha vuelto como el de un animal y su rebeldía hacia Dios es cada vez más frecuente y grave. Sin embargo, el hombre todavía no conoce ni reconoce esto, y meramente se opone y se rebela a ciegas. El carácter del hombre se revela en las expresiones de su razonamiento, su percepción y su conciencia; debido a que su razonamiento y su percepción son endebles, y su conciencia se ha vuelto sumamente insensible, su carácter se rebela contra Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Tener un carácter invariable es estar enemistado con Dios). “La gente piensa de la siguiente manera: ‘Si tú no vas a ser amable, ¡entonces yo no seré justo! Si eres maleducado conmigo, ¡entonces yo también seré maleducado contigo! Si no me tratas con dignidad, ¿por qué habría yo de tratarte con dignidad?’. ¿Qué tipo de mentalidad es esta? ¿No es una forma de pensar vengativa? A los ojos de una persona corriente, ¿no es esta una perspectiva viable? ‘Ojo por ojo y diente por diente’; ‘Toma una dosis de tu propia medicina’. Entre los incrédulos, todos estos razonamientos tienen sentido y están completamente de acuerdo con las nociones humanas. Sin embargo, como persona que cree en Dios, como alguien que busca entender la verdad y busca un cambio de carácter, ¿dirías que estas palabras son correctas o incorrectas? ¿Qué deberías hacer para distinguirlas? ¿De dónde vienen estas cosas? Vienen de la naturaleza maligna de Satanás; contienen veneno y el verdadero rostro de Satanás con toda su maldad y fealdad. Contienen la esencia misma de esa naturaleza. ¿Cuál es la esencia de las perspectivas, los pensamientos, las expresiones, el discurso e, incluso, las acciones que contienen la esencia de esa naturaleza? ¿No son de Satanás? ¿Están estos aspectos de Satanás en concordancia con la humanidad? ¿Están acordes con la verdad o con la realidad de la verdad? ¿Son las acciones que deben llevar a cabo los seguidores de Dios y los pensamientos y puntos de vista que deberían poseer? (No)” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Corregir tu carácter corrupto es lo que puede liberarte de un estado negativo). Comprendí que la gente es tan corrupta y malvada exclusivamente por la corrupción de Satanás. Con la formación académica y las influencias sociales, Satanás, el diablo, nos impregna de todos sus venenos, como “Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda”, “No atacaremos a menos que nos ataquen; si nos atacan, sin duda contraatacaremos”, “Toma una dosis de tu propia medicina”, y “La venganza es un plato que se sirve frío”. La gente los adopta como leyes de supervivencia sin ni siquiera darse cuenta. Se vuelve más arrogante, taimada, egoísta y malévola a cada instante. La gente no es verdaderamente solidaria ni compasiva y no hay auténtico amor. Se ofende y guarda la distancia cuando algo afecta a sus intereses personales. Puede que incluso se cree enemigos o se vengue. La gente se vuelve más fría y distante y pierde todo sentido de la humanidad normal. Me había impregnado de ese pensamiento y vivía según estas cosas desde pequeña. Cuando otra persona alteraba mis intereses, no podía evitar odiarla y vengarme. Durante mi época con la hermana Liu, dijo e hizo cosas que pusieron en peligro mis intereses, así que me quedé resentida y aproveché para vengarme de ella. Quería que viera quién era yo para que no se atreviera a ofenderme de nuevo. Hasta quise forzar su renuncia. ¿En qué se diferenciaba mi conducta de la de los anticristos y malvados expulsados de la iglesia? Esas personas querían únicamente la aprobación y el elogio ajenos, pero no toleraban ninguna palabra sincera que expusiera su corrupción. Atacaban a cualquiera que les hiciera o dijera algo ofensivo. Con toda su maldad, terminaron por ofender el carácter de Dios, enojaron a los demás y fueron expulsados de la iglesia. Perdieron para siempre su oportunidad de salvación. Y yo estaba arremetiendo contra la hermana Liu solo porque sus palabras me habían herido en mi orgullo. No había hecho sino lastimarla. ¡Estaba haciendo el mal! Vi cuán terrible era mi humanidad, que tenía la naturaleza y esencia malvadas de un anticristo, de una malhechora, lo que repugnaba a Dios. Si no me arrepentía inmediatamente, me hundiría en la maldad y Dios me castigaría como a un anticristo, ¡como a una malhechora! Cuanto más lo pensaba, más miedo me daba. Me presenté ante Dios en oración: “Oh, Dios mío, me falta mucha humanidad. Vivía con un carácter corrupto y arremetía contra mi hermana. No me parezco en nada a un ser humano. Si Tú no hubieras generado esta situación para tratarme, nunca habría hecho introspección. Habría seguido cometiendo el mal y lastimándola. Dios mío, deseo arrepentirme y no vivir más en función de los venenos de Satanás. Te ruego que me guíes para que sea una persona consciente, racional y humana”.
Luego leí esto en las palabras de Dios: “El amor y el odio son cosas que la humanidad normal debe poseer, pero has de distinguir claramente entre lo que amas y lo que odias. En tu corazón debes amar a Dios, amar la verdad, amar las cosas positivas y amar a tus hermanos y hermanas, mientras que debes odiar al diablo, Satanás, odiar las cosas negativas, odiar a los anticristos y odiar a los malvados. Si albergas odio hacia tus hermanos y hermanas, te inclinarás a dominarlos y vengarte de ellos, lo que sería muy sobrecogedor. Algunas personas solo tienen pensamientos de odio e ideas malvadas. Transcurrido un tiempo, si esas personas no son capaces de llevarse bien con la persona que odian, comenzarán a distanciarse de ella; sin embargo, no dejan que esto repercuta en su deber ni influya en sus relaciones interpersonales normales, ya que llevan a Dios en el corazón y lo veneran. No quieren ofender a Dios y tienen miedo de hacerlo. Aunque estas personas puedan albergar determinadas opiniones sobre alguien, nunca ponen en práctica esos pensamientos ni llegan a pronunciar una sola palabra fuera de lugar, ya que no están dispuestas a ofender a Dios. ¿Qué clase de conducta es esta? Es un ejemplo de conducta y afrontamiento de las cosas con principios e imparcialidad. Podrías ser incompatible con la personalidad de alguien y podría no gustarte esa persona, pero cuando trabajas al lado de ella, permaneces imparcial y no expresas tus frustraciones al llevar a cabo tu deber ni sacrificas tu deber ni sacas tus frustraciones y las lanzas sobre los intereses de la familia de Dios. Podéis hacer cosas de acuerdo con los principios; de ese modo, tenéis una reverencia básica hacia Dios. Si tienes un poco más que eso, entonces, cuando ves que alguien tiene alguna falta o debilidad —aun si te ha ofendido o ha dañado tus propios intereses— tienes el deseo de ayudarlo. Hacerlo sería todavía mejor; significaría que eres una persona que posee humanidad, realidad-verdad y reverencia hacia Dios” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Los cinco estados necesarios para ir por el camino correcto en la fe propia). En las palabras de Dios entendí que quienes lo temen saben tratar a los demás según los principios de la verdad. Puede que a veces tengan prejuicios hacia algunos hermanos y hermanas, pero no son caprichosos en sus relaciones ni hacen nada que ofenda a Dios o lastime a otros. Los que no temen a Dios hacen todo lo que desean sus corazones ruines; es decir, el mal, que Dios condena. La hermana Liu era bastante directa, pero lo que decía de mí era sincero, no para atacarme. Además, se tomaba el deber con seriedad y responsabilidad y la mayoría de sus sugerencias eran útiles para nuestro trabajo. No debería haberle complicado las cosas adrede. Me sinceré con ella sobre mi corrupción y me disculpé. La hermana Liu me dijo que no le daba importancia y me habló un poco de la verdad para ayudarme. Me avergoncé y odié a mí misma todavía más. No quería vivir más en función de mi carácter corrupto. Posteriormente, cuando la hermana Liu me hacía sugerencias o algo que decía o hacía me hería en mi orgullo, sabía afrontarlo adecuadamente y centrarme en la búsqueda de la verdad y la introspección. Pudimos volver a trabajar bien juntas, lo que me supuso un gran alivio. Doy gracias a Dios por Su juicio, que obró esta pequeña transformación en mí.
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