Encontré una vida verdaderamente feliz
Crecí en una familia rural modesta. Aunque no éramos para nada ricos, aun así, era muy feliz. Mi madre tenía una personalidad alegre; era amable y capaz, y mantenía el hogar en perfecto estado. Mi padre era particularmente cariñoso y atento con mi madre, y permanecieron juntos en las buenas y en las malas durante más de 60 años. No recuerdo haberlos visto discutir ni una vez. Cuando me hice adulta, esperaba poder encontrar un hombre que cuidara a su familia como mi padre. Tal como deseaba, encontré un esposo adecuado. Íbamos a trabajar juntos, regresábamos a casa juntos y compartíamos las tareas del hogar y las responsabilidades de la crianza de los niños. Mi esposo también era muy considerado conmigo. Especialmente durante los pocos años en que mi salud se deterioró, cuando enfermé, él estaba incluso más nervioso que yo. Me acompañaba al hospital y me cuidaba con suma dedicación. Durante los años de nuestro matrimonio, rara vez discutíamos y éramos capaces de perdonarnos. Yo también cuidaba de la familia con diligencia y cumplía mis responsabilidades de esposa. Sentía que tenía un matrimonio feliz, que era la mujer más feliz del mundo. También soñaba recurrentemente con permanecer así de cerca de mi esposo para siempre, con que fuéramos compañeros para toda la vida.
En 2017, acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. Creía firmemente que seguir a Dios era la senda correcta en la vida, y sentía un gran entusiasmo; aceptaba todos los deberes que la iglesia me asignaba y me sometía. Al principio, no estaba muy ocupada con mi deber y no afectaba mi vida familar, y mi esposo apoyaba mi fe en Dios. En 2020, me convertí en líder de iglesia y mi deber aumentó mucho. Todos los días, me iba muy temprano y llegaba a casa tarde, y a mi esposo le tocaba ocuparse de todas las cosas del hogar, grandes y pequeñas. Él comenzó a cuestionar mi creencia en Dios, e incluso me criticaba diciendo: “¡Estás más ocupada ahora que estás retirada que cuando trabajabas!”. Para ganar su aprobación, me pasaba las mañanas y las noches cocinando para él. Recuerdo una vez que la madre de mi esposo enfermó y tuvo que permanecer en el hospital, y mi esposo se quedó allí con ella durante más de 20 días. Estaba tan cansado que tenía ojeras y había perdido mucho peso. Yo les llevaba comida todas las mañanas, y mi esposo no parecía feliz de verme. Verlo tan agotado me afligía. Pensé: “Si tan solo pudiera cumplir un deber más simple como el de antes, mi esposo y yo podríamos turnarnos para cuidar a mi suegra y él no estaría tan cansado. No he cumplido con mis obligaciones de esposa”. Un día, después de que mi suegra hubiera abandonado el hospital, llegué a casa muy tarde. Cuando mi esposo me vio, me dijo enojado: “Ella estuvo enferma todo ese tiempo, no la cuidaste, y en cambio hiciste que yo acabara agotado. Solo piensas en ti misma. No podemos seguir así”. Frente a las críticas de mi esposo, no había nada que pudiera decir. Escapé al dormitorio y comencé a llorar. Pensé: “Desde que comencé con mis deberes de liderazgo he tenido mucho que hacer en la iglesia, y ni siquiera pude cuidar a mi suegra cuando enfermó. No me sorprende que mi esposo no esté contento conmigo. Si las cosas siguen así, estará cada vez más insatisfecho conmigo y tendremos discusiones. Y entonces, ¿este matrimonio al que dediqué tantos años de esfuerzo se rompería sin más? Sin mi matrimonio, no tengo hogar”. Esa noche di vueltas en la cama sin poder dormir y pensé: “De un lado está mi matrimonio, y del otro mi deber; ¿cuál tengo que elegir? También podría renunciar a mi posición de liderazgo y cumplir un deber más simple”.
Al día siguiente, me encontré con la hermana que tenía de compañera y le hablé de lo que había sucedido en casa, y también sobre mis pensamientos y la aflicción que sentía. La hermana compartió conmigo varios pasajes de las palabras de Dios, y uno de ellos me impactó enormemente. Dios Todopoderoso dice: “En cada paso de la obra que Dios hace en las personas, externamente parece que se producen interacciones entre ellas, como nacidas de disposiciones humanas o de la perturbación humana. Sin embargo, detrás de bambalinas, cada etapa de la obra y todo lo que acontece es una apuesta hecha por Satanás ante Dios y exige que las personas se mantengan firmes en su testimonio de Dios. Mira cuando Job fue probado, por ejemplo: detrás de escena, Satanás estaba haciendo una apuesta con Dios, y lo que aconteció a Job fue obra de los hombres y la perturbación de estos. Detrás de cada paso de la obra que Dios hace en vosotros está la apuesta de Satanás con Él, detrás de todo ello hay una batalla. […] Cuando Él y Satanás luchan en el reino espiritual, ¿cómo deberías satisfacer a Dios? Y ¿cómo deberías mantenerte firme en el testimonio de Él? Deberías saber que todo lo que te ocurre es una gran prueba y es el momento en que Dios necesita que des testimonio” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo amar a Dios es realmente creer en Él). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, comprendí que todas las cosas, grandes y pequeñas, que ocurren a diario, son parte de la instrumentación y el plan de Dios. Todas estas cuestiones forman parte de una batalla espiritual. Dios quiere que las personas se mantengan firmes en su testimonio. Hoy, al creer en Dios y cumplir con mi deber, recorrí la senda correcta en la vida, lo cual complace a Dios. Sin embargo, Satanás estaba generando perturbaciones y poniendo obstáculos por doquier. Como mi esposo no creía en Dios, pertenecía a Satanás. Solo pensaba en sus propios intereses. Cuando yo estaba cumpliendo mi deber y no podía encargarme de los asuntos familiares, afectaba sin darme cuenta los intereses de mi esposo. Él hacía un escándalo, obstaculizando y perturbando mi deber. Yo temía que nuestro matrimonio se rompiera. Por eso quería renunciar a mis responsabilidades de liderazgo y aceptar un deber más simple para poder cuidar de mi familia con más facilidad. No me mantuve firme en mi testimonio y Satanás casi se apodera de mí. No podía seguir apartándome de mi deber de esta forma, así que descarté la idea de renunciar.
Un día llegué a casa muy tarde, y mi esposo, enojado, me lo reprochó una vez más: “Ah, veo que viniste a pasar la noche en tu ‘hotel’. Parece que ya ni siquiera quieres esta vida conmigo”. Al ver a mi esposo así, oré en silencio a Dios en mi corazón, pidiéndole que me diera la fe y la fuerza necesarias para mantenerme firme en mi testimonio de Él. Después de que mi esposo descargó su ira, le dije: “Ya he sacrificado suficiente por esta familia los últimos treinta y tantos años. Mira a aquellas colegas mías; después de retirarse, se van a jugar mahjong, a bailar o viajan por todos lados. Nunca están en sus casas y gastan mucho dinero. Ahora, yo creo en Dios, estoy caminando en la senda correcta y dedicándole una parte de mi tiempo. Aun así, tú te opones y buscas discutir conmigo a diario. Si no quieres que sigamos juntos, ve y pide el divorcio mañana. Si quieres estar conmigo, deja de interferir; soy libre de hacer lo que yo elija”. Él se quedó de pie, impactado, y no dijo nada más. A la mañana siguiente, le pregunté: “Entonces, ¿qué dices? Respóndeme, ¿seguiremos casados o no?”. Al oírme decir esto, mi esposo señaló mi frente con el dedo y dijo: “Oh, ¿qué voy a hacer contigo?”. En ese momento, me sentí muy feliz. Después de eso, no presté nada de atención a las quejas de mi esposo, y poco a poco, comenzó a quejarse menos que antes.
En mayo de 2022, fui elegida para ser predicadora y estar a cargo del trabajo de varias iglesias. El ascenso debería haber sido motivo de alegría, pero sentí la presión de una gran roca sobre mi corazón, y pensé: “Durante el último par de años fui líder de una iglesia, y aunque estaba ocupada con el trabajo de la iglesia, aún podía dedicarle tiempo a las tareas del hogar por las mañanas y las noches. Ahora voy a ser predicadora y no solo estaré ocupada, sino que tendré que dejar mi casa y vivir separada de mi esposo, ya que algunas de las iglesias están muy lejos. ¿Cómo aceptará esto? ¿Acaso no significaría que estoy activamente abandonando mi matrimonio? Si mi matrimonio se disuelve y me quedo sola en el futuro, ¿cómo me las arreglaré? Pronto cumpliré 60 años; si en el futuro me enfermo, ni siquiera tendré a alguien que cocine para mí o me lleve agua. ¿Cómo podría vivir así?”. Cuanto más lo pensaba, más me entristecía, y las lágrimas rodaban por mi rostro, sin control. Deseaba mucho complacer a Dios, pero lo poco de doctrina que había comprendido antes no tenía ningún efecto. Sin importar cuánto lo intentara, no podía ponerla en práctica. Finalmente, rechacé este deber con el argumento de que mi estatura era muy baja y que no poseía la realidad-verdad. Durante los días que siguieron, estuve muy confundida. Me sentía en deuda con Dios y pensaba: “La iglesia me ha cultivado durante varios años, y he sido líder de una iglesia todo este tiempo. A menudo he hablado con hermanos y hermanas sobre la verdad de someterse a Dios, pero cuando me necesitaron para este deber, fui cobarde y elegí mi matrimonio y mi familia. Me he convertido en un hazmerreír de Satanás; ¿cómo puedo considerarme una seguidora de Dios? ¡No sirvo para nada!”. Quería buscar la verdad y remediar la corrupción de mi carácter con urgencia, y leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Quién puede en verdad esforzarse verdadera y enteramente por Mí y ofrecer su todo por Mi bien? Todos sois tibios, vuestros pensamientos dan vueltas y vueltas, pensáis en el hogar, en el mundo exterior, en la comida y en la ropa. A pesar de que estás aquí, delante de Mí, haciendo cosas para Mí, en el fondo, sigues pensando en tu esposa, tus hijos y tus padres, que están en casa. ¿Son todas estas cosas tu propiedad? ¿Por qué no las encomiendas a Mis manos? ¿No tienes suficiente fe en Mí? ¿O es que tienes miedo de que Yo haga disposiciones inapropiadas para ti? ¿Por qué siempre te preocupas de la familia de tu carne? ¡Siempre echas de menos a tus seres queridos! ¿Ocupo Yo un lugar determinado en tu corazón? Sigues hablando de permitirme tener dominio sobre ti y de permitirme ocupar todo tu ser; ¡estas son todas mentiras engañosas! ¿Cuántos de vosotros estáis comprometidos con la iglesia con todo vuestro corazón? ¿Y quién de entre vosotros no piensa en sí mismo, sino que está actuando a favor del reino de hoy? Piensa muy detenidamente en esto” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 59). Al meditar sobre las palabras de Dios, sentí como si Dios estuviera juzgándome cara a cara. Lo que Él puso al descubierto fue mi estado exacto. Yo parecía estar cumpliendo mi deber en la iglesia, bastante ocupada con cosas a diario, pero en el fondo siempre estaba pensando en mi familia. A veces, cuando estaba en reuniones, me preocupaba por si mi esposo ya había comido. Cuando vi lo extremadamente cansado que estaba por cuidar a su madre en el hospital, solo quería realizar un deber más simple para aliviar un poco su carga. Cuando estaba ocupada con mi deber y eso hacía infeliz a mi esposo, quise renunciar a las responsabilidades de liderazgo. Esperaba en vano tener lo mejor de ambos mundos, cuidar a mi familia y a la vez cumplir mi deber. ¿Acaso no terminaba teniendo un pie en cada lado? Podría haber gritado las palabras “Dios tiene soberanía sobre todo”, pero en realidad, no tenía fe verdadera en Dios en absoluto y no me animaba a dejar todo en Sus manos. Cuando la iglesia me ascendió a ser predicadora, no consideré en absoluto las necesidades del trabajo de la iglesia. Solo pensé en mi propio matrimonio, preocupada porque vivir separada de mi esposo haría que se disolviera y ya no tendría una familia. En realidad, preservar mi matrimonio no era algo que pudiera controlar. Si mi matrimonio estaba destinado a romperse, se rompería aunque estuviera en casa todos los días. Tenía una amiga que seguía a su esposo a donde él fuera, y eran prácticamente inseparables. Aun así, su esposo se involucró con otra mujer frente a sus ojos, y acabaron divorciándose. También había algunas parejas casadas que vivían separadas por motivos laborales y solo se veían unas pocas veces al año. Sin embargo, sus matrimonios eran duraderos. Teniendo esto en cuenta, estaba dispuesta a confiar mi matrimonio a Dios. Me presenté ante Dios y oré: “Dios, te doy gracias por diseñar estas circunstancias para revelar mi corrupción. Veo que no amo la verdad y que mi naturaleza es en extremo egoísta. Solo considero mis propios intereses carnales al querer solamente mantener mi matrimonio intacto. Dios, ¡estoy dispuesta a confiar en Ti y renunciar a mi matrimonio! Si alguna vez tengo otra oportunidad para dejar mi casa y cumplir con mi deber en el futuro, estoy dispuesta a elegir mi deber y satisfacerte”.
Pasaron varios meses y me volvieron a elegir para ser predicadora. En ese momento estaba muy sensible y pensaba: “En el pasado siempre he herido y desilusionado a Dios, he acumulado una gran deuda para con Él en lo que respecta a mi deber, pero aun así Él me ha dado la oportunidad de arrepentirme. Esta vez voy a satisfacerlo”. Pero al pensar en que tenía que dejar mi hogar para cumplir con mi deber, aun sentía un gran conflicto interno. Oré a Dios y pensé en un pasaje de Sus palabras que había leído antes: “Debes sufrir adversidades por la verdad, debes entregarte a la verdad, debes soportar humillación por la verdad y, para obtener más de la verdad, debes padecer más sufrimiento. Esto es lo que debes hacer. No debes desechar la verdad en beneficio de una vida familiar pacífica y no debes perder la dignidad e integridad de tu vida por el bien de un disfrute momentáneo. Debes buscar todo lo que es hermoso y bueno, y debes buscar un camino en la vida que sea de mayor significado. Si llevas una vida tan vulgar y no buscas ningún objetivo, ¿no estás malgastando tu vida? ¿Qué puedes obtener de una vida así? Debes abandonar todos los placeres de la carne en aras de una verdad y no debes desechar todas las verdades en aras de un pequeño placer. Las personas así, no tienen integridad ni dignidad; ¡su existencia no tiene sentido!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio). Las palabras de Dios me dieron fe y fortaleza. La primera mitad de mi vida había vivido enteramente para satisfacer la carne, manteniéndome ocupada con cosas. Solo busqué la felicidad familiar y paz terrenal. Vivir así no tenía ningún valor ni ningún sentido. Al final, solo moriría con las manos vacías y llena de remordimientos. Dios me escogió para ir a Su casa y me dio la oportunidad de ganar verdad y vida. Pero fui una desagradecida y no le entregué todo mi corazón, rechazando mi deber para preservar mi matrimonio y cometiendo una transgresión ante Dios. Esta vez, Dios me ha favorecido una vez más, dándome la oportunidad de ser una predicadora. No podía volver a rechazar mi deber solo por preocuparme de que mi matrimonio se rompiera; vivir así carecía de integridad, dignidad o valor. Yo había elegido creer en Dios y seguirlo, así que tenía que dejar que Él instrumentara las cosas. Valía la pena renunciar a todo para ganar la verdad. Incluso si mi matrimonio se rompiera después de dejar mi hogar, aun cumpliría con mi deber y esta vez viviría para Dios.
Después de dejar mi hogar por mi deber, pensaba en mi esposo siempre que tenía algo de tiempo libre y no dedicaba mi corazón por completo a mi deber. Sabía que aún no había renunciado de verdad a mi matrimonio. Luego, cuando vi la enseñanza de Dios sobre las verdades del matrimonio, fue como descubrir un tesoro invaluable, y lo leí con atención. Dios Todopoderoso dice: “Para mucha gente, la felicidad de su vida depende del matrimonio, y su objetivo a la hora de buscar la felicidad consiste en lograr un matrimonio perfecto y feliz. Creen que si su matrimonio es feliz y ellos también lo son con su pareja, su vida será feliz, así que consideran la felicidad marital como la misión de toda una vida alcanzable mediante incansables esfuerzos. […] En los corazones de tales personas, la felicidad conyugal es más importante que cualquier otra cosa, y sin ella les parece que se quedan por completo sin alma. Creen que: ‘El amor es lo más importante para que un matrimonio sea feliz. La felicidad de la unión entre mi mujer y yo se basa en que yo la amo a ella y ella me ama a mí, y por eso hemos durado tanto. Si me quedara sin amor y este se terminara a causa de mi creencia en Dios y del cumplimiento de mi deber, ¿no significaría eso que mi felicidad conyugal llegaría a su fin y se esfumaría y que ya no sería capaz de disfrutar de ella nunca más? ¿Qué será de nosotros sin tal felicidad? ¿Cómo será la vida de mi esposa sin mi amor? ¿Qué me sucederá a mí si pierdo el amor de mi mujer? ¿Pueden el cumplimiento del deber de un ser creado y la consecución de la misión del hombre ante Dios compensar esa pérdida?’. No lo saben, no tienen respuesta a esas preguntas y no entienden ese aspecto de la verdad. Por lo tanto, cuando la casa de Dios exige a aquellos que persiguen la felicidad en el matrimonio sobre todas las cosas que abandonen su hogar y vayan a un lugar lejano a difundir el evangelio y cumplir con su deber, estos se suelen sentir frustrados, impotentes e incluso intranquilos por el hecho de que pronto puedan perder su felicidad conyugal. Hay quienes abandonan su deber o se niegan a cumplirlo a fin de mantener esa felicidad, y otros incluso rechazan los importantes arreglos de la casa de Dios. También están los que a menudo intentan conocer los sentimientos de su pareja para conservar su felicidad conyugal. Si esta se siente ligeramente disgustada o muestra siquiera un atisbo de descontento o insatisfacción respecto a su fe, a la senda de fe en Dios que han tomado y al cumplimiento de su deber, cambian enseguida de rumbo y realizan concesiones. Es algo que hacen a menudo para mantener la felicidad conyugal, aunque eso signifique renunciar a la oportunidad de cumplir con su deber y no disponer de tiempo para reunirse, leer las palabras de Dios y practicar la devoción espiritual; es así como le demuestran a su cónyuge que están ahí, impiden que se sienta aislado y solo, y le manifiestan su amor. Prefieren hacer eso a perder o quedarse sin el amor de su pareja. Esto es así porque consideran que, si renuncian al amor de su cónyuge en aras de su fe o de la senda de fe en Dios que han tomado, significará que han abandonado su felicidad conyugal y que ya no serán capaces de sentirla, y entonces se convertirán en alguien solitario, penoso y lamentable. ¿Qué significa ser alguien lamentable y penoso? Significa que no cuenta con el amor o la adoración de otro. A pesar de que estas personas entienden parte de la doctrina y la importancia de la obra de salvación de Dios y, por supuesto, entienden que deben cumplir con el deber que les corresponde como ser creado, debido a que confían a su cónyuge su propia felicidad y también, naturalmente, supeditan esta a la conyugal, a pesar de que entienden y saben lo que han de hacer, siguen sin poder desprenderse de su búsqueda de la felicidad conyugal. Erróneamente, consideran que esa búsqueda es la misión que deben perseguir en esta vida, y de igual modo la conciben como la misión que un ser creado ha de perseguir y cumplir. ¿Acaso eso no es una equivocación? (Lo es)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (11)). Dios dejó en evidencia algunos de los comportamientos del hombre al perseguir la felicidad marital. Después del matrimonio, para mantener el afecto entre esposo y esposa, las personas hacen cosas para ganarse el favor de sus parejas y complacerlas. O, para mantener su felicidad marital, se entregan y hacen algunos sacrificios. Incluso hay quienes prefieren abandonar la posibilidad de cumplir con su deber por un matrimonio feliz, tomando la búsqueda de la felicidad marital como su misión. Lo que Dios puso al descubierto fue mi verdadero estado; era un retrato perfecto de lo que había estado buscando durante toda mi vida. Después de casarme, vi que mi esposo estaba enfocado en la familia y era bastante considerado conmigo, por lo que pensé que había encontrado amor verdadero y que tener un matrimonio así era un regalo del Cielo. Entonces, encomendé una vida de felicidad a mi esposo, haciendo de la búsqueda de la felicidad marital la misión de mi vida. Para mantener un matrimonio feliz, trabajé duro en cumplir mis responsabilidades de esposa. A diario preparaba tres comidas distintas para mi esposo y me ocupaba de los quehaceres domésticos para satisfacerlo. Cuando me convertí en líder y estuve ocupada con el trabajo de la iglesia, incapaz de pensar en mi familia, mi esposo se mostró reacio. Me sentí culpable y me reprochaba a mí misma, pensando que estaba en deuda con mi esposo y que no había cumplido con mis responsabilidades de esposa. Después de que mi esposo me reprendiera, me preocupaba que mi familia se destruyera. Quise renunciar y abandonar mi deber para preservar la relación con mi esposo. Cuando fui elegida para ser predicadora, solo pensé en mi matrimonio y en mi familia. No solo fui desagradecida con Dios, sino que también preferí abandonar la oportunidad de cumplir con mi deber por la felicidad marital. Vivía según las ideas equivocadas que Satanás me había inculcado, como por ejemplo: “Los esposos deben amarse hasta que la muerte los separe”. Yo había considerado la búsqueda de la felicidad marital como algo positivo, creyendo que si un matrimonio podía llegar a su 25.º o 50.º aniversario, era algo digno de admiración. Cuando era joven, mis padres estaban muy enamorados y siempre se mantuvieron uno al lado del otro, y por eso yo deseaba tener un matrimonio feliz cuando fuera adulta. Cuando se cumplió mi deseo, lo valoré mucho, y tomé a la felicidad marital como el objetivo de mi vida, incluso considerándola más importante que cumplir mi deber y llegar a la verdad, lo que hizo que me desviara de las exigencias de Dios.
Leí más palabras de Dios: “Dios te ha ordenado el matrimonio y te ha dado una pareja. Aunque te cases, tu identidad y estatus ante Él no cambiarán, seguirás siendo tú. Si eres una mujer, seguirás siendo eso ante Dios; si eres un hombre, eso es lo que serás ante Él. Sin embargo, hay una cosa que ambos compartís, y es que, con independencia de que seas hombre o mujer, todos sois seres creados ante el Creador. En el marco del matrimonio, os toleráis y os amáis el uno al otro, os ayudáis y apoyáis, y en eso consiste el cumplimiento de vuestras responsabilidades. No obstante, las responsabilidades y la misión que debes cumplir ante Dios no se pueden sustituir por aquellas que debes satisfacer con respecto a tu pareja. Por lo tanto, cuando exista un conflicto entre tus responsabilidades hacia tu pareja y el deber que un ser creado debe cumplir ante Dios, debes elegir este último y no el relacionado con tu cónyuge. Esta es la dirección y el objetivo que debes elegir y, por supuesto, también es la misión que debes cumplir. […] Dios no recordará las acciones de ningún miembro de la pareja que persiga la felicidad conyugal a toda costa o realice cualquier sacrificio en el marco del matrimonio. Da igual lo correcta o perfectamente que cumplas con tus obligaciones y responsabilidades hacia tu pareja, o hasta qué punto estés a la altura de sus expectativas. En otras palabras, no importa lo correcta o perfectamente que mantengas tu felicidad conyugal, o lo envidiable que esta sea; eso no significa que hayas cumplido con la misión de un ser creado ni demuestra que seas un ser creado a la altura de la norma. Tal vez seas la mujer o el marido perfectos, pero eso queda limitado al marco del matrimonio. El Creador mide la clase de persona que eres en función de cómo cumplas con el deber de un ser creado ante Él, el tipo de senda que sigas, tu perspectiva de vida, lo que persigas en esta y cómo cumplas con la misión de un ser creado. A partir de eso, Dios valora la senda que sigues como ser creado y tu destino futuro. Él no evalúa tales cosas en función de cómo cumplas con tus responsabilidades y obligaciones como esposa o marido, ni de si tu amor hacia tu pareja resulta de su agrado” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (11)). Cuando Dios juzga si las personas son seres creados dignos, Él observa qué senda siguen y si cumplen con sus deberes como tales, no mira si sus familias son armoniosas o felices. Cuando existe un conflicto entre el trabajo de la casa de Dios y los intereses de la propia familia, uno debería priorizar los intereses de la casa de Dios, cumpliendo con los deberes como seres creados y siguiendo la comisión de Dios. Esta es la responsabilidad obligada de los seres creados. Si alguien no cumple su deber por el bien de la felicidad marital, entonces ha fallado al cumplir su responsabilidad y no merece ser llamado humano. Dentro del contexto del matrimonio, debo cumplir mi responsabilidad de esposa, pero por sobre todas las cosas soy un ser creado, y cumplir con mi deber como ser creado es la verdadera misión de mi vida. Cuando existe un conflicto entre estas responsabilidades, debo elegir cumplir con mi deber como ser creado. Ahí entendí que perseguir la felicidad marital no me haría alcanzar la salvación y que no era una vida verdadera; debía anteponer mi deber como ser creado. Me sentí muy agradecida con Dios por guiarme a tomar la decisión correcta.
Continué leyendo las palabras de Dios: “Pedir que te desprendas de la búsqueda de la felicidad conyugal no significa pedirte que renuncies al matrimonio o que te divorcies formalmente, sino que cumplas con tu misión como ser creado y realices de manera adecuada el deber que te corresponde, con la premisa de cumplir también con las responsabilidades propias del matrimonio. Por supuesto, si tu búsqueda de la felicidad conyugal afecta, obstaculiza o incluso arruina tu desempeño del deber de un ser creado, deberías renunciar no solo a dicha búsqueda, sino también a todo tu matrimonio. En última instancia, ¿cuál es el propósito y sentido de la charla sobre estos temas? Conseguir que la felicidad conyugal no obstaculice tus pasos, te ate las manos, te ciegue, distorsione tu visión ni perturbe y ocupe tu mente; que no invada tu senda vital ni inunde tu vida, y que puedas abordar correctamente las responsabilidades y obligaciones que debes cumplir en el matrimonio, así como tomar las decisiones correctas con respecto a estas. La mejor manera de practicar es dedicar más tiempo y energía a cumplir con tu deber, desempeñar aquel que te corresponde y llevar a cabo la misión que Dios te ha encomendado. No debes olvidar nunca que eres un ser creado, que Dios te ha conducido por la vida hasta este momento, que Él es quien te ha concedido el matrimonio, te ha dado una familia y te ha conferido las responsabilidades que debes cumplir en el marco de este, y que no fuiste tú quien eligió el matrimonio, que no es que te acabaras casando como por arte de magia o que puedas mantener tu felicidad conyugal gracias a tus propias habilidades y fortaleza. ¿Lo he explicado ahora con claridad? (Sí)” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (10)). Al pedirnos que renunciemos a la búsqueda de la felicidad marital, Dios no nos está pidiendo que nos divorciemos formalmente, sino que cumplamos con nuestros deberes de seres creados bajo la premisa de cumplir con las responsabilidades en nuestro matrimonio. Si nuestro matrimonio afecta u obstruye la realización de nuestros deberes, debemos dejarlo ir. Dios señaló una clara senda de práctica para mí. En el pasado, perseguí la felicidad marital, y dediqué a ello media vida de esfuerzo esmerado, e, incluso, después de comenzar a creer en Dios, aún estaba profundamente atrapada en esta búsqueda y era incapaz de liberarme. Incluso rechacé mi deber para preservar mi matrimonio, perdiendo muchas oportunidades de obtener la verdad. No podría volver el tiempo atrás. Al acercarme a los 60 años, quise emplear el tiempo limitado que me quedaba para cumplir con mi deber. Con respecto a cómo sería mi matrimonio en el futuro, yo no tenía la última palabra. Debía dejar todo en manos de Dios y someterme a Su soberanía y Sus planes. Después de eso, me dediqué por completo a cumplir mi deber. Cuando descubría problemas, conversaba con las hermanas que tenía por compañeras para resolverlos, y cuando me topaba con dificultades, buscaba la guía de los líderes de mayor nivel. Después de un tiempo, conseguí resultados con mi trabajo. Dedicaba las mañanas y las noches a la devoción espiritual, y cuando me encontraba en un estado incorrecto, de inmediato buscaba la verdad para resolverlo. En poco tiempo me había equipado con varias verdades. Cuando vivía en casa, estaba ocupada con el trabajo de la iglesia durante el día y con los asuntos familiares por las mañanas y las noches, y el tiempo para mi devoción espiritual era limitado. Pero ahora estaba experimentando por fin lo que significa dejar el hogar para cumplir con el deber, y disponía de más tiempo para ganar la verdad y equiparme con ella. Ahora, entiendo que la búsqueda de la felicidad marital no es mi misión y no me hará alcanzar la salvación. Solo viviré realmente si busco cumplir con mi deber como ser creado.
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