La vivencia de la enfermedad me trajo enormes ganancias

26 Sep 2024

Por Violet, Grecia

En su creencia en Dios, lo que las personas buscan es obtener bendiciones para el futuro; este es el objetivo de su fe. Todo el mundo tiene esta intención y esta esperanza, pero la corrupción en su naturaleza debe resolverse por medio de pruebas y refinamiento. En los aspectos en los que no estás purificado y revelas corrupción, en esos aspectos debes ser refinado: este es el arreglo de Dios. Dios crea un entorno para ti y te fuerza a ser refinado en ese entorno para que puedas conocer tu propia corrupción. Finalmente, llegas a un punto en el que preferirías morir para renunciar a tus planes y deseos y someterte a la soberanía y el arreglo de Dios. Por tanto, si las personas no pasan por varios años de refinamiento, si no soportan una cierta cantidad de sufrimiento, no serán capaces de deshacerse de la limitación de la corrupción de la carne en sus pensamientos y en su corazón. En aquellos aspectos en los que la gente sigue sujeta a la limitación de su naturaleza satánica y en los que todavía tiene sus propios deseos y sus propias exigencias, esos son los aspectos en los que debe sufrir. Solo a través del sufrimiento pueden aprenderse lecciones; es decir, puede obtenerse la verdad y comprenderse las intenciones de Dios. De hecho, muchas verdades se entienden al experimentar pruebas dolorosas. Nadie puede entender las intenciones de Dios, reconocer la omnipotencia de Dios y Su sabiduría o apreciar el carácter justo de Dios cuando se encuentra en un entorno cómodo y fácil o cuando las circunstancias son favorables. ¡Eso sería imposible!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Siempre que leo este pasaje de las palabras de Dios, me recuerda mi propia vivencia de la enfermedad. Si la enfermedad no me hubiera revelado, jamás hubiera reconocido mi visión errónea de creer en Dios solo para obtener bendiciones, ni me hubiera desprendido de la ansiedad y preocupación acerca de mis perspectivas futuras y mi destino. Gracias a Dios por disponer las cosas de modo que tuviera la vivencia de esta enfermedad y sus ganancias inesperadas.

Desde muy joven fui propensa a enfermarme. A los 21 años enfermé de bronquitis y tuve una leve fiebre durante tres meses. Visité muchos hospitales, grandes y pequeños, pero no pudieron curarme. Además, me trataba con un medicamento líquido que me dañaba gravemente el estómago y los vasos sanguíneos, y todo lo que podía hacer era volver a casa a recuperarme. De regreso en casa, no podía comer, y mi salud no dejó de empeorar. Parecía que solo podía esperar la muerte. Al ver cuánto sufría, mi madre compartió conmigo el evangelio de los últimos días de Dios Todopoderoso. Con la palabra de Dios, pude comprender el hecho de que la humanidad fue creada por Dios, así como el origen de su corrupción, por qué las personas sufren tanto en la vida y cómo pueden liberarse de ese dolor, cómo obrar para tener una vida significativa y demás cuestiones. Por entonces, nada disfrutaba más que leer la palabra de Dios todos los días. Era como si me hiciera olvidar mi enfermedad. Más tarde, mi salud mejoró un poco, y comencé a vivir la vida de la iglesia. Seis meses después estaba básicamente recuperada. Tras disfrutar de la gracia de Dios, decidí en mi corazón ofrecer toda mi vida y entregarme a Él para retribuir Su amor. Luego, me lancé de forma proactiva a mi deber. Sin importar la lluvia o el viento, el frío helado o el calor sofocante, o que el Partido Comunista nos amenazara con arrestarnos o perseguirnos, continué con mi tarea contra viento y marea.

De pronto, pasaron nueve años en un instante, y la persecución del Partido Comunista se hacía cada vez más intensa. Por fortuna pude escapar de China y llegar a un país libre y democrático, donde continué creyendo en Dios. Durante esos años seguí cumpliendo con mi deber sin pausas. Durante un tiempo, estuve regando a unos recién llegados de una zona horaria distinta, y me acostaba muy tarde para cumplir con mi deber. Aunque algunas veces me cansaba un poco, al pensar en el gran destino que Dios nos había preparado sentía que valía la pena soportar cualquier dolor. En 2021 a menudo sentía opresión en el pecho y tenía palpitaciones, y mi ritmo cardíaco solía fluctuar. Sumado a ello, todo mi cuerpo estaba exhausto y muchas veces me sentía somnolienta. Al principio no le presté atención, pensando que me repondría con un pequeño descanso. Además, los recién llegados acababan de aceptar a Dios Todopoderoso y aún no tenía una base sólida. Si no los regaba de inmediato, sus vidas sufrirían pérdidas. Sin embargo, pasaron algunos meses y los síntomas empeoraron. A veces sentía un dolor agudo en el corazón. Estaba un poco preocupada, creía que padecía alguna enfermedad severa. Pero luego pensé: “Aunque mi salud no ha sido muy buena desde joven, nunca he tenido una enfermedad grave. Quizás sean las consecuencias físicas normales de acostarse tarde en los últimos tiempos. Es probable que no sea nada grave. Además, en estos años he renunciado a todo y me he entregado a Dios, por tanto Él debería protegerme y no permitir que contraiga una enfermedad grave”.

Una noche, en febrero de 2022, cumplía como siempre mi deber frente a la computadora, cuando sentí una punzada ligera de dolor en el corazón. Primero pensé en soportarlo y dejar que pasara, pero se fue poniendo peor, hasta parecer un calambre. Comenzó a faltarme el aire, hasta que no pude mantenerme en pie y caí al piso. Cuando sucedió eso, me asusté mucho y no pude evitar derramar algunas lágrimas. Otra hermana presente en la casa me halló y me subió a la cama, y al poco tiempo me dormí. Cuando desperté ya eran más de las 9 de la noche Fijé la vista en el techo, recordé lo que había pasado y pensé: “¿Me desmayé por el dolor en el corazón? ¿Realmente tengo una enfermedad cardíaca? Las enfermedades cardíacas son fatales; ¿voy a morir? Renuncié a todo y cumplí con mi deber; ¿por qué Dios no me protegió?”. No comprendía la intención de Dios al enfrentarme a esta enfermedad. Necesitaba silenciar mi mente y leer las palabras de Dios, así que tomé mi teléfono y vi estas palabras de Dios: “Cuando las personas atraviesan pruebas, es normal que sean débiles, internamente negativas o que carezcan de claridad sobre las intenciones de Dios o sobre la senda en la que practicar. Pero en cualquier caso, como Job, debes tener fe en la obra de Dios, y no negarlo. Aunque Job era débil y maldijo el día de su propio nacimiento, no negó que Jehová le concedió todas las cosas en la vida humana, y que también es Él quien las quita. Independientemente de las pruebas que haya soportado, él mantuvo esta creencia. En tu experiencia, da igual cuál sea el tipo de refinamiento al que te sometas mediante las palabras de Dios, lo que Él exige de la humanidad, en pocas palabras, es su fe y su corazón amante de Dios. Lo que Dios perfecciona al obrar de esa manera es la fe, el amor y las aspiraciones de las personas. Dios realiza la obra de perfección en la gente y ellos no pueden verla ni sentirla; es en tales circunstancias en las que se requiere tu fe. Se exige la fe de las personas cuando algo no puede verse a simple vista, cuando no puedes abandonar tus propias nociones. Cuando no tienes clara la obra de Dios, lo que se requiere es tu fe y que adoptes una posición sólida y que te mantengas firme en tu testimonio. Cuando Job alcanzó este punto, Dios se le apareció y le habló. Es decir, sólo podrás ver a Dios desde el interior de tu fe. Cuando tengas fe, Dios te perfeccionará. Si no tienes fe, Él no puede hacerlo. Dios te concederá cualquier cosa que esperes obtener. Si no tienes fe, Dios no puede perfeccionarte y serás incapaz de ver Sus acciones, y menos aún Su omnipotencia. Cuando tengas una fe con la que puedas ver Sus acciones en tu experiencia práctica, entonces Dios aparecerá ante ti, y te esclarecerá y te guiará desde dentro. Sin esa fe, Dios no podrá hacer esto. Si has perdido la esperanza en Dios, ¿cómo podrás experimentar Su obra? Por tanto, sólo cuando tengas fe y no albergues dudas hacia Dios, cuando tu fe en Él sea verdadera, haga lo que haga, Él te esclarecerá e iluminará en tus experiencias, y sólo entonces podrás ver Sus acciones. Todas estas cosas se consiguen por medio de la fe. La fe sólo llega mediante el refinamiento, y en ausencia de refinamiento, la fe no puede desarrollarse(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento). Las palabras de Dios me ayudaron a calmarme un poco. Comprendí que pasaba por una de las pruebas de Dios y que en mi enfermedad estaba la intención de Dios; solo que todavía no lo entendía. Al enfrentar Sus pruebas, Job no comprendió la intención de Dios, y aun así no pecó con su boca. En cambio, oró y buscó orientación, dando un bello testimonio de Dios. Por fin, Dios se reveló a Job, y esto fue una gran bendición. Yo me había desmayado por un problema del corazón, y aunque aún no entendía cuál era la intención de Dios, debía aprender de Job y no pecar con mi boca. Además, Dios observaba si tenía fe verdadera. En el pasado, cuando gozaba de buena salud, había sido capaz de entregarme a Él, de sufrir y pagar un precio en mi deber, sin quejarme. Ahora que enfrentaba esta enfermedad, no podía tener quejas sobre Dios. Debía buscar la intención de Dios; no podía perder mi fe en Él.

Posteriormente, mi salud se deterioró. Con frecuencia tenía palpitaciones y opresión torácica, y sentía debilidad en todo el cuerpo. Al hablar, tenía dificultades para respirar y jadeaba por falta de aire, y no podía hacer las tareas más simples del hogar. Al observar mi condición, me sentí disgustada, y pensé: “Solo tengo 30 años. ¿De verdad tendré que vivir como una persona semiinválida en el futuro? Comencé a creer en Dios a los 21 años, entregando mi juventud y abandonándolo todo. Ni siquiera me acobardé al enfrentar la persecución del Partido Comunista. ¿Por qué Dios no me protegía? Ahora, todos cumplen activamente su deber, pero yo tengo esta enfermedad. En este momento crucial, no puedo cumplir con mi deber ni hacer buenas obras. ¿Aún así tendré un buen final, un buen destino?”. Cuanto más pensaba, más molesta me sentía, y me oculté en el balcón a llorar a solas. Cuanto más lloraba, más agraviada me sentía, y pensaba que mi situación actual era realmente triste. Después de llorar, mi mente se sentía un poco más en calma, y me arrodillé y oré a Dios: “Dios, de verdad que esta enfermedad me angustia mucho, y no sé cuál es Tu intención. Sé que no debo quejarme ni carecer de razón al exigir cosas de Ti, pero mi corazón es muy débil y mi estatura es muy escasa. Por favor, oriéntame para entender Tu intención, para conocerme y aprender lecciones en medio de estas circunstancias”. Después de orar, pensé en un pasaje de las palabras de Dios: “Dios los consideraba como miembros de Su familia, pero ellos le trataban como a un desconocido. Sin embargo, después de un período en el que Dios obró, los seres humanos llegaron a entender lo que Él intentaba lograr, y supieron que era el Dios verdadero, y llegaron a saber lo que podían obtener de Él. ¿Cómo consideraba el hombre a Dios en aquel momento? Le veían como un salvavidas y esperaban que les concediera Su gracia, Sus bendiciones y Sus promesas. En ese momento, ¿cómo veía Dios a los seres humanos? Los veía como el objetivo de Su conquista. Dios quería usar palabras para juzgarlos, someterlos a examen y ponerlos a prueba. Sin embargo, en lo que respectaba a la humanidad en aquel entonces, Dios era solo un objeto al que podían utilizar para conseguir sus metas. Las personas veían que la verdad que Él expresaba les podía conquistar y salvar, que tenían la oportunidad de obtener aquello que querían de Dios, además de alcanzar el destino deseado. Por esto, en su corazón se formó una pequeña pizca de sinceridad, y se mostraron dispuestos a seguir a ese Dios(La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Cómo conocer el carácter de Dios y los resultados que logrará Su obra). Al reflexionar sobre las palabras de Dios, estaba profundamente angustiada y triste. Dios me había traído a Su casa y tratado como a un miembro de la familia; me había dado la oportunidad de hacer mi deber y permitido ganar varias verdades al cumplir con mi deber para que pudiera, en última instancia, despojarme de mi carácter corrupto y alcanzar la salvación de Dios. Sin embargo, había tratado a Dios como a un salvavidas, con el único propósito de ganar Su gracia y Sus bendiciones. Al enfrentarme con esta enfermedad, calculé cuánto había abandonado por Dios, y pensé que ya que había renunciado a mí misma y me había entregado a Él, no debí haberme enfermado, y Dios tendría que haberme bendecido con una buena salud. Cuando no logré lo que quería, me sentí desanimada y decepcionada. Resultó que no había renunciado a todo y no me había entregado a Dios con el fin de retribuir Su amor. En lugar de ello, estaba haciendo una transacción con Él; estaba renunciando y entregándome para ganar la gracia y las bendiciones. Al ver que aún albergaba tantos motivos despreciables en mi fe en Dios, me sentí muy triste y pensé que no era digna de la salvación de Dios. Pensé lo triste que estaría Dios al ver que estaba cumpliendo con mi deber solo para ganar bendiciones de Él. Si un hijo cuidara de sus padres solo para poder heredar propiedades, de seguro que los padres se sentirían heridos. Yo era igual que ese mal hijo, y me esforzaba y entregaba únicamente para lograr mis propios intereses. Eso no era lo que Dios quería ver. Al entender esto, oré a Dios con arrepentimiento. Tenía la voluntad de renunciar a mi intención de ganar bendiciones y realizar mi deber con el fin de retribuir el amor de Dios. Luego, comencé a ajustar mi horario de sueño. Por lo general, ponía atención en descansar más seguido, regular mi dieta y cumplir con mi deber en forma normal, todos los días. Para mi sorpresa, una semana después, mi salud había comenzado a mejorar gradualmente. Era inevitable que agradeciera y alabara a Dios.

En diciembre de ese mismo año, me asignaron un nuevo deber. Debido a que tenía que familiarizarme con el trabajo y también verificar la labor de los hermanos y hermanas del grupo, muchos días me iba a dormir relativamente tarde. Una tarde, poco después de las 5, sentí un dolor tenue en el corazón. Continuó durante un buen rato, y se hizo cada vez más doloroso. Me levanté para ir al baño, y cuando volví a salir, sentí que algo estaba muy mal en mi corazón, y me costaba respirar. No podía pararme derecha, por lo que puse la mano en la puerta y me fui dejando caer al piso lentamente. Estuve tirada en el piso alrededor de media hora. No me sentía para nada bien del corazón, y me temblaba todo el cuerpo sin parar. Una de las hermanas se asustó mucho de verme tirada allí, y me ayudó a subir a la cama. Más tarde, después de las 10 de la noche, quise sentarme y tomar la mesilla de la computadora portátil en la cama, pero no tenía fuerzas en lo absoluto. En ese momento, mi corazón estaba lleno de angustia, y pensé: “Si se mantiene mi mala salud en el futuro, ¿qué voy a hacer?”. Al día siguiente, fui al hospital con una hermana a hacerme un control, pero los resultados mostraron que todo estaba dentro de lo normal. No sabía si esto debía alegrarme o ponerme nerviosa. Era bueno que no tuviera una enfermedad, pero realmente algo malo me estaba pasando, y si la enfermedad no se podía identificar, no había forma de curarla. Más tarde, al considerar mi estado de salud, el supervisor redujo mi carga de trabajo. Al ver que mis deberes se reducían una y otra vez, no pude evitar preocuparme, y pensé: “Mi deber está desapareciendo poco a poco, ¿eso no significa que tendré cada vez menos oportunidades de preparar buenas obras? ¿Cómo se supone que prepare buenas obras y alcance la salvación en el futuro?”. Al pensar en esto, me volví un poco negativa. Luego, mi salud se deterioró aún más, e incluso necesitaba mantener la mano en la pared al ir al baño desde mi habitación. Con frecuencia solo podía estar sentada en la cama, y cuando no podía mantenerme en pie, simplemente me recostaba en la pared o descansaba contra el escritorio. Pensaba para mis adentros: “En el pasado, siempre que descansara un rato, podía recuperarme. ¿Por qué ahora se vuelve cada vez peor? Todos se mueven de un lado a otro, cumpliendo con sus deberes; si yo no puedo hacer mis deberes debido a mi enfermedad, ¿no habré perdido la posibilidad de alcanzar la salvación? Luego de esto, siempre que la salud me lo permita, voy a perseverar con mis deberes. Los deberes que puedo hacer ahora son limitados, pero mientras continúe haciéndolos, tal vez Dios verá que soy capaz de perseverar y me permitirá mejorar más rápido”. Luego de esto, mi salud continuó siendo mala, y el dolor de pecho se hizo cada vez más frecuente. No podía tolerar que algo me asustara, y si había un ruido fuerte, sentía un malestar en el corazón. Pensé: “He estado haciendo todo lo que estuvo a mi alcance para realizar mis deberes teniendo esta enfermedad; ¿por qué entonces mi salud se deteriora de esta manera? ¿Por qué Dios no me ha curado? Esta enfermedad ya se ha prolongado durante casi dos años. Fui al hospital, pero no pudieron diagnosticarla, y no hay nada que pueda hacer para curarla. Incluso ahora me es difícil vivir de forma autosuficiente, y no tengo la energía necesaria para hacer mis deberes. ¿Será que me van a descartar?”. En mi interior estaba cada vez más débil, por lo que oré a Dios y busqué orientación.

Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios: “Cuando alguien normal se pone enfermo, siempre sufre y se deprime, y hay un límite para lo que es capaz de soportar. Sin embargo, hay algo a tener en cuenta: si las personas siempre pensaran en depender de su propia fuerza cuando están enfermas para deshacerse de la dolencia y escapar de ella, ¿al final cuál sería el resultado? Además de su enfermedad, ¿acaso no sufrirían y se sentirían aún más deprimidas? Por eso, cuanto más se vean envueltas en la enfermedad, más deben buscar la verdad, y más deben buscar la manera de practicar para ajustarse a las intenciones de Dios. Cuanto más se vean envueltas en la enfermedad, más deben presentarse ante Dios y conocer su propia corrupción y las exigencias irrazonables que le hacen a Dios. Cuanto más te veas envuelto en la enfermedad, más se pondrá a prueba tu verdadera sumisión. Por tanto, cuando estás enfermo, tu capacidad de continuar sometiéndote a las instrumentaciones de Dios y de rebelarte contra tus propias quejas y demandas irrazonables demuestra que eres alguien que de veras persigue la verdad y que realmente se somete a Dios, que das testimonio, que tu lealtad y sumisión a Dios son auténticas y pueden superar la prueba, y que tu lealtad y sumisión no son eslóganes ni doctrina. Esto es lo que la gente debe practicar cuando enferma. Cuando enfermas, esto ocurre para que se revelen todas tus exigencias irrazonables y tus figuraciones y nociones poco realistas sobre Dios, y también para poner a prueba tu fe en Dios y tu sumisión a Él. Si superas la prueba con estas cosas, entonces tendrás un testimonio verdadero y una prueba real de tu fe en Dios, de tu lealtad y de tu sumisión a Él. Esto es lo que Dios quiere, y es lo que un ser creado debe poseer y vivir. ¿Acaso no son todas estas cosas positivas? (Lo son). Todas ellas son cosas que la gente debería buscar. Además, si Dios permite que te pongas enfermo, ¿no puede también quitarte la enfermedad en cualquier momento y lugar? (Sí). Dios puede quitarte la enfermedad en cualquier momento y lugar, así que ¿acaso no puede también hacer que tu enfermedad perdure y nunca te abandone? (Sí). Y si Dios hace que esta misma enfermedad nunca te abandone, ¿puedes seguir cumpliendo con tu deber? ¿Puedes mantener tu fe en Dios? ¿Acaso no es esto una prueba? (Lo es). Si enfermas y luego te recuperas a los pocos meses, entonces tu fe en Dios y tu lealtad y sumisión a Él no se ponen a prueba, y careces de testimonio. Resulta fácil soportar la enfermedad durante unos meses, pero si esta perdura durante dos o tres años, y no cambian ni tu fe ni tu deseo de ser sumiso y leal a Dios, sino que se tornan más auténticos, ¿no demuestra esto que has crecido en la vida? ¿Acaso no recoges lo que has sembrado? (Sí). Por tanto, mientras alguien que realmente persigue la verdad está enfermo, sufre y experimenta en primera persona los innumerables beneficios que conlleva su enfermedad. No trata ansiosamente de escapar de ella ni se preocupa por el desenlace de su enfermedad si esta se prolonga, ni por los problemas que le causará, ni por si va a empeorar o va a acabar muriendo; nada de eso le preocupa. Además de no preocuparse por tales cosas, es capaz de entrar con positividad, de tener verdadera fe en Dios y de serle realmente sumiso y leal. Practicando de esta manera, llega a dar testimonio, y esto también beneficia enormemente su entrada en la vida y su cambio de carácter, y construye una base sólida para alcanzar la salvación. Esto es maravilloso(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (4)). Las palabras de Dios eran como una luz en medio de la oscuridad, me reconfortaban y me daban una senda para la práctica. Dios sabía lo que yo más necesitaba en ese momento. Él había dispuesto estas circunstancias para ayudarme a buscar la verdad a partir de ellas y entender mi carácter corrupto. Al mismo tiempo, Dios quería poner a prueba mi fe y mi sumisión. Para Dios hubiera sido fácil quitarme esta enfermedad, pero no lo hizo. En lugar de ello, mis síntomas habían empeorado, y sin duda era Su intención que así fuera. Estas dos experiencias con la enfermedad revelaron mucho de mi rebeldía. Cada vez que me enfrentaba a esta enfermedad, mi deseo subjetivo al principio pudo haber sido el de someterme y no quejarme, pero cuando la enfermedad empeoraba, comenzaba a quejarme y a razonar con Dios. Durante los últimos dos años, había estado experimentando estas circunstancias constantemente, pero no me había mantenido firme en mi testimonio, y siempre albergaba la intención de hacer transacciones. Dios había dispuesto sin cesar estas circunstancias para que las experimentara, y así era como Él demostraba responsabilidad hacia mi vida y me salvaba. No podía carecer de conciencia y quejarme de Dios. Al enfrentar estas circunstancias, en un sentido, debía mostrar una sumisión verdadera y cumplir con mi deber lo mejor que pudiera. En otro sentido, también debía entender las actitudes corruptas que había puesto en evidencia y buscar las verdades en las que debía entrar.

Cierto día, leí estas palabras de Dios: “Acabamos de hablar sobre cómo los anticristos sienten aversión por la verdad, cómo les gustan las cosas injustas y perversas, cómo persiguen intereses y bendiciones, cómo nunca se desprenden de su intención y deseo de obtener bendiciones y cómo siempre intentan hacer tratos con Dios. ¿Cómo se debería discernir y clasificar este asunto? Si lo llamáramos ‘anteponer el beneficio a todo lo demás’, seríamos demasiado moderados. Es como cuando Pablo reconoció que tenía una espina en la carne y que debía trabajar para expiar sus pecados, pero al final aún deseaba ganar una corona de justicia. ¿Cuál es la naturaleza de este hecho? (La malicia). Es un tipo de carácter malicioso. Pero ¿cuál es su naturaleza? (Hacer tratos con Dios). Tiene esta naturaleza. Él buscó el beneficio en todo lo que hizo y lo trató todo como una transacción. Hay un dicho entre los no creyentes: ‘Nadie da nada por nada’. Los anticristos también albergan esta lógica y piensan: ‘Si trabajo para ti, ¿qué me darás a cambio? ¿Qué beneficios puedo obtener?’. ¿Cómo se podría resumir esta naturaleza? Está guiada por el beneficio, antepone el beneficio a todo lo demás y es egoísta y despreciable. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos. Creen en Dios solo con el propósito de obtener beneficios y bendiciones. Incluso si soportan un poco de sufrimiento o pagan algún precio, todo tiene la finalidad de hacer un trato con Dios. Su intención y su deseo de obtener bendiciones y recompensas son inmensos y se aferran a ellos con fuerza. No aceptan ninguna de las muchas verdades que Dios ha expresado, siempre piensan en el corazón que creer en Dios consiste en obtener bendiciones y procurarse un buen destino, que este es el principio más elevado y que nada puede sobrepasarlo. Piensan que la gente no debería creer en Dios, salvo por ganar bendiciones y que si no fuera por estas, creer en Él no tendría ningún significado ni valor, perdería ambas cosas. ¿Alguna otra persona inculcó estas ideas en los anticristos? ¿Se derivan de la formación o la influencia de otra persona? No, estas ideas vienen determinadas por la esencia-naturaleza inherente de los anticristos, que nadie puede cambiar. A pesar de que el Dios encarnado pronuncia muchas palabras hoy en día, los anticristos no aceptan ninguna de ellas y, por el contrario, se resisten a ellas y las condenan. Su naturaleza de sentir aversión por la verdad y de odiarla nunca puede cambiar. Si no pueden cambiar, ¿qué indica esto? Que su naturaleza es perversa. Esto no es una cuestión de perseguir o no la verdad; es un carácter perverso, es clamar y contrariar a Dios de forma descarada. Esta es la esencia-naturaleza de los anticristos; es su verdadera cara(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 7: Son perversos, insidiosos y falsos (II)). Las palabras de Dios me llevaron a un estado de reflexión profunda. Dios ponía al descubierto que los anticristos creen en Dios para ganar bendiciones y hacen transacciones con Él en sus deberes. No creen en Dios para perseguir la verdad y cambiar su carácter-vida. Estar siempre enferma durante los dos años previos reveló mi estatura verdadera. Al principio, podía experimentarlo con normalidad, pero a largo plazo, cuando mi estado de salud empeoró, comenzaron a dejarse ver mis quejas y mis malentendidos, y empecé a utilizar mi renuncia y mi entrega para razonar con Dios. Todos pasan por la experiencia de la enfermedad y de la muerte; estas son cosas normales. Renunciar a todo para creer en Dios y cumplir con mi deber fue mi decisión y algo que hacía por voluntad propia. Esforzarme en el deber y mi enfermedad no guardaban relación entre sí. Sin embargo, usé mi entrega como un capital para hacer exigencias irrazonables a Dios. Pensé que ya que lo había abandonado todo para seguir a Dios y cumplir con mi deber, Él debía protegerme, no permitir que tuviera esta enfermedad o que sufriera tanto, y darme un buen destino en el futuro. Cuando esto no ocurrió, me quejé, y razoné y clamé a Dios. Pensé en Pablo, que recorrió gran parte de Europa difundiendo el evangelio y haciendo muchas obras, y todo ello solo para ganar una corona y un buen destino en el futuro. Pablo dijo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia” (2 Timoteo 4:7-8). Al decir estas palabras, Pablo descaradamente hacía una transacción con Dios. Es perfectamente natural cumplir con nuestro deber como seres creados y, además, es así como Dios eleva al hombre. Pero Pablo veía la cuestión de entregarse a Dios a través del lente de la transacción, y así distorsionaba completamente el significado de cumplir con el deber. Si era incapaz de ganarse las recompensas de Dios, clamaba y hacía razonamientos hacia Él, lo cual dejaba totalmente expuesto su carácter cruel y perverso. Vi que la senda que yo recorría en mi fe en Dios era la misma que la de Pablo. Si continuaba así, con certeza al final sería castigada, igual que él. Al reconocer esto, tuve un poco de miedo, y pensé: “Ocurre que la naturaleza y las consecuencias de perseguir las bendiciones en nuestra fe en Dios son muy graves. No puedo seguir teniendo esta visión equivocada en mi búsqueda”.

Aunque mi estado tuvo cierto cambio de rumbo, mi salud no mejoró, y continuó empeorando en forma constante. Pensé que quizás mis días estaban contados, y en ocasiones tenía algunos pensamientos negativos, tales como: “¿No es esta enfermedad la forma en que Dios me revela y me castiga? Si no fuera así, ¿por qué iba a seguir empeorando en lugar de mejorar?”. Al pensar en esto, mi corazón se sentía muy dolorido y era difícil soportarlo. Un día, pensé en las palabras de Dios que decían: “La gente debe examinar con frecuencia lo que pueda existir en su interior que sea incompatible con Dios, o que sea un malentendido sobre Él”. Entonces, encontré el pasaje completo de las palabras de Dios y lo leí: “La gente debe examinar con frecuencia lo que pueda existir en su interior que sea incompatible con Dios, o que sea un malentendido sobre Él. ¿Cómo surgen los malentendidos? ¿Por qué la gente malinterpreta a Dios? (Porque se ve afectado su interés personal). […] ¿De qué otras maneras ama Dios a la gente, además de a través de la misericordia, la salvación, el cuidado, la protección y escuchando sus oraciones? (A través de la reprensión, la disciplina, la poda, el juicio, el castigo, las pruebas y la refinación). Correcto. Dios demuestra Su amor de numerosas maneras: golpeando, disciplinando, reprochando, y mediante el juicio, el castigo, las pruebas, la refinación, etc. Todos estos son aspectos del amor de Dios. Esta es la única perspectiva integral y acorde a la verdad. Si lo entiendes, cuando te examinas a ti mismo y te das cuenta de que tienes malentendidos sobre Dios, ¿no eres capaz de reconocer tus distorsiones y de reflexionar de manera adecuada sobre aquello en lo que te equivocaste? ¿No puede ayudarte esto a resolverlos? (Sí). A fin de lograrlo, debes buscar la verdad. Siempre que la gente busque la verdad, puede eliminar sus malentendidos acerca de Dios, y una vez que los haya eliminado, puede someterse a todos Sus arreglos. […] Dios puede conceder gracia y bendiciones a la gente, y darles el pan de cada día, pero Él también puede quitárselos. Así son la autoridad, la esencia y el carácter de Dios(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo al entender la verdad se pueden conocer los hechos de Dios). De inmediato, las palabras de Dios hicieron que mi corazón se sintiera mucho más luminoso. El caso era que siempre había tenido un punto de vista incorrecto: creía que si Dios amaba a alguien, lo cubriría de bendiciones continuamente, haría que todo marchara viento en popa para él y lo mantendría sano y salvo, mientras que si no amaba a alguien, lo haría sufrir mucho dolor a través de altibajos, inconvenientes, enfermedades y demás. Por lo tanto, cuando mi enfermedad siguió empeorando, pensé que este podía ser el modo en que Dios me castigaba, y vivía inmersa en mis nociones y figuraciones, era negativa y sufría. Al pensarlo más en detalle, aunque estos dos años de enfermedad habían sido dolorosos, había orado y buscado la orientación de Dios aún más durante este trance, y sentía que me había acercado más a Él. También había llegado a reconocer que albergaba una intención muy fuerte de perseguir las bendiciones. Todo esto era la forma en que Dios me bendecía; era mi privilegio. Tal como está expresado en las palabras de Dios: El amor de Dios no es solo misericordia y bondad, cuidado y protección. El juicio y el castigo, así como las pruebas y el refinamiento, también son el amor de Dios; son Sus bendiciones y Su gracia. Este método de demostrar amor podía no ser de mi gusto, pero era lo que necesitaba. Sin estas circunstancias, no habría llegado a entenderme a mí misma. Durante este tiempo, había experimentado de primera mano la consideración de Dios al salvar a las personas. Dios me había estado salvando todo el tiempo y, sin embargo, había tenido que soportar mis malentendidos y mis quejas. Al pensar en esto, sentía odio hacia mí misma, y al mismo tiempo me sentía profundamente conmovida por el amor de Dios.

Durante ese período, solía pensar en la vivencia de Pedro. Sabía que no podía comparar mi humanidad ni mi resolución de buscar el amor de Dios con las suyas, pero quería saber cómo había sido su vivencia cuando sufrió el juicio y el castigo, las pruebas y el refinamiento, y cómo había superado su hora de extremo dolor y debilidad. Comencé a ver dos lecturas grabadas en video de las palabras de Dios: “Las experiencias de Pedro: su conocimiento del castigo y del juicio”, y “Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús”. Leí estas palabras de Dios: “Ahora deberías poder ver con claridad el camino preciso que Pedro tomó. Si puedes ver la senda de Pedro con claridad, entonces estarás seguro de la obra que se está haciendo actualmente, de modo que no te quejarás o serás negativo ni anhelarás nada. Debes experimentar el ánimo de Pedro en ese momento: la tristeza lo golpeó; ya no pedía por un futuro ni ninguna bendición. No buscaba el lucro, la felicidad, la fama o la fortuna del mundo, solo buscaba vivir una vida con un mayor significado, para retribuir el amor de Dios y dedicar lo más absolutamente precioso que tenía a Dios. Entonces estaría satisfecho en su corazón. Muchas veces oró a Jesús con las palabras: ‘Señor Jesucristo, una vez te amé, pero no te amé sinceramente nunca. Aunque dije que tenía fe en Ti, nunca te amé con un corazón sincero. Solo alzaba la vista a Ti, te adoraba y te extrañaba, pero nunca te amé ni tuve verdadera fe en Ti’. Él oró constantemente para tomar su decisión, las palabras de Jesús siempre lo alentaban y motivaban. Más tarde, después de un periodo de experiencia, Jesús lo probó, provocándolo a que lo anhelara más. Él dijo: ‘¡Señor Jesucristo! Cuánto te extraño, y cuánto anhelo verte. Tengo muchas carencias y no puedo compensar Tu amor. Te suplico que me lleves pronto. ¿Cuándo me necesitarás? ¿Cuándo me llevarás? ¿Cuándo veré otra vez Tu rostro? Ya no deseo vivir más en este cuerpo, ni seguir corrompiéndome, y tampoco quiero rebelarme más. Estoy listo para dedicarte todo lo que tengo tan pronto como pueda y ya no te quiero entristecer más’. Así es cómo él oraba, pero en ese momento no sabía lo que Jesús perfeccionaría en él. Durante la agonía de su prueba, Jesús se le apareció otra vez y le dijo: ‘Pedro, deseo hacerte perfecto, de tal manera que te conviertas en una pieza del fruto, uno que es la cristalización de Mi perfección en ti y de la cual gozaré. ¿Puedes realmente dar testimonio de Mí? ¿Has hecho lo que te pedí que hicieras? ¿Has vivido las palabras que he hablado? Una vez me amaste, pero aunque me amaste, ¿me has vivido? ¿Qué has hecho por Mí? Reconoces que no eres digno de Mi amor pero, ¿qué has hecho por Mí?’. Pedro vio que no había hecho nada por Jesús y recordó su promesa anterior de dar su vida por Dios. Y de esta manera, ya no se quejó y sus oraciones prosperaron mucho mejor a partir de entonces. Oró diciendo: ‘¡Señor Jesucristo! Una vez te dejé y Tú también una vez me dejaste. Hemos pasado tiempo separados y tiempo juntos en compañía. Sin embargo, me amas más que a todo lo demás. En repetidas ocasiones me he rebelado contra Ti y en repetidas ocasiones te he afligido. ¿Cómo puedo olvidar tales cosas? Siempre tengo en mente y nunca olvido la obra que has hecho en mí y lo que me has confiado. He hecho todo lo posible por la obra que has hecho en mí. Sabes lo que puedo hacer y también sabes qué papel puedo desempeñar. Deseo ponerme a merced de tus instrumentaciones, y voy a dedicarte todo lo que tengo. Sólo Tú sabes lo que puedo hacer por Ti. Aunque Satanás me engañó tanto y me rebelé contra Ti, creo que Tú no te acuerdas de mí por esas transgresiones y que Tú no me tratas de acuerdo a ellas. Deseo dedicarte toda mi vida. No pido nada y tampoco tengo otras esperanzas o planes; sólo deseo actuar de acuerdo a Tus intenciones y seguir Tu voluntad. Beberé de Tu amarga copa y estoy a Tus órdenes’(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús). “Vosotros debéis tener claro la senda que transitáis; debéis tener claro la senda que tomaréis en el futuro, qué es lo que Dios perfeccionará y qué os ha sido confiado. Un día, tal vez, seréis probados y, cuando llegue ese día, si sois capaces de sacar inspiración de las experiencias de Pedro, esto mostrará que verdaderamente estáis caminando por la senda de Pedro(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Cómo Pedro llegó a conocer a Jesús). Las palabras de Dios me conmovieron mucho, tanto como la determinación de Pedro de procurar amar a Dios. Luego de leer acerca de la vivencia de Pedro, me sentí humillada y avergonzada. En medio de las pruebas, Pedro siempre buscó cómo amar a Dios con más pureza y sentía odio hacia sí mismo cuando no podía satisfacer a Dios. Siempre buscaba la manera de ofrecer a Dios sus cosas más valiosas. Sin embargo, durante mi enfermedad, no había revelado más que rebeldía y malentendidos. Yo estaba, o bien preocupada acerca de cuál sería mi destino en el futuro si mi enfermedad empeoraba, o con temor de que iba a morir. Pensaba que Dios había dispuesto estas circunstancias con la intención de revelarme y castigarme. Solo me importaban mis propios intereses, y no hacía nada en absoluto para satisfacer a Dios. Mi estatura era penosamente pequeña, y no podía tolerar ninguna dificultad. Aunque ahora mi carne estaba bastante debilitada, y los deberes que podía realizar eran bastante limitados, no podía perder la determinación de perseguir la verdad. No obstante las circunstancias en que me hallaba, yo era un ser creado, y el afán de amar y conocer a Dios era el objetivo que debía perseguir en esta vida. Si estaba viva en esta tierra, debía perseguir la verdad y hacer correctamente el deber que debía cumplir.

Un día, desde temprano en la mañana, sentía el cuerpo débil. El dolor de pecho era más frecuente que antes, y también más duradero. Pasé casi todo el día acostada en la cama. Cuando llegó la noche, el dolor empeoró, y se me hacía difícil respirar. La hermana que vivía conmigo llamó a una ambulancia, y oré a Dios en mi corazón: “Dios, no creo que pueda resistir mucho más tiempo. ¿Ha sido Tu determinación previa que no viva más allá de esta edad? ¿Me voy a morir?”. Justo entonces, llegó con claridad a mi mente una oración de las palabras de Dios: “Mientras tengas aliento, Dios no te dejará morir(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 6). Como un rayo de luz, las palabras de Dios iluminaron mi corazón. Que pudiera o no seguir respirando estaba en manos de Dios. Si Él no me permitía morir, entonces no moriría. Pensé en las vivencias de Pedro, sobre las que había leído con frecuencia durante este tiempo. Incluso al enfrentar la muerte, Pedro oraba a Dios, y decía que no podía amarlo lo suficiente. Me sentí inspirada por las vivencias de Pedro, y oré en silencio a Dios en mi corazón: “Dios, ya sea que muera o no, confío en que todo está en Tus manos. Si has preestablecido que solo viviré hasta esta edad, no tengo ninguna queja. Aunque no estoy a la altura de Pedro, estoy dispuesta a aprender de él y a someterme a todas Tus instrumentaciones y disposiciones. Como ser creado, eso es lo que me corresponde hacer. Dios, tengo la voluntad de ofrecerte mis gracias y alabanzas”. Luego, mientras la ambulancia me llevaba al hospital y el médico realizaba diversos exámenes, me sentí muy tranquila. A partir de los exámenes, el médico aún no estaba seguro de qué tipo de enfermedad tenía, y no había manera de comenzar un tratamiento. El médico simplemente me envió a casa a recuperarme. Creí, aún con más certeza, que mi vida estaba en manos de Dios, y que un médico no podía decidir si viviría o moriría. Si estaba destinada a morir, no había manera de que un médico me salvara, y si no era así, entonces eso no ocurriría. Al llegar a casa, todavía estaba muy débil, y me acosté a dormir. Al despertar, inconscientemente apreté las manos en un puño. De forma inesperada, sentía las manos más fuertes que antes. Me puse las zapatillas y salí de la cama, y comprendí que, de alguna forma, podía caminar con normalidad sin apoyarme en nada. No lo podía creer; ¿me había mejorado así de fácil? Luego de esto, pasé una semana sin tener ningún síntoma de debilidad o de que me faltara fuerza y, después, comencé a cumplir con mis deberes normalmente. Ahora, ya ha pasado un año. Mi cuerpo se está recuperando poco a poco, y puedo ejecutar mis deberes con normalidad.

Luego de pasar por esta vivencia, entiendo de verdad y de primera mano que las pruebas y refinamientos de Dios están destinados a purificar y salvar al hombre. Aunque sufrí un poco durante el transcurso de esta enfermedad, las ganancias que recibí fueron mucho mayores que el dolor que sentí. Esto es algo que no cambiaría por nada. Ha traído riqueza a mi vida.

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