Libre de la esclavitud de los celos
Por Joylene, FilipinasEn enero de 2018 acepté la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, y pronto me asignaron un deber en la...
¡Damos la bienvenida a todos los buscadores que anhelan la aparición de Dios!
A finales de abril de 2023, recibí una carta de mis líderes superiores que decía que un líder de una cierta iglesia había sido destituido por no estar haciendo trabajo real. No habían encontrado un reemplazo adecuado, así que por el momento habían determinado que fuera yo quien se hiciera cargo de la obra de la iglesia. Después de leer la carta, no tuve mucho tiempo para pensar y me dirigí rápidamente a la iglesia. Me enteré de que algunos regadores eran perezosos y vagos en sus deberes y que había que reemplazarlos, y que muchos nuevos fieles eran negativos, débiles y no se reunían con regularidad, por lo que requerían riego y apoyo urgentes. El trabajo evangélico de la iglesia tampoco era efectivo. Pensé: “¿Por qué los líderes me enviaron a esta iglesia con resultados de trabajo tan pobres? Si me quedo aquí durante mucho tiempo y no logro mejorar el trabajo, ¿qué pensarán de mí los líderes? ¿Dirán que no soy adecuada para este deber? Como ya estoy aquí, confiaré en Dios y haré mi mejor esfuerzo para cooperar”. Como pensaba que lo primero que había que hacer para realizar bien el trabajo era reasignar al personal, trabajé de sol a sol y estuve ocupada con estas tareas a diario.
Después de un tiempo, los ajustes de personal estaban listos y el trabajo de riego fue dando algunos resultados de a poco. Luego, la hermana Li Ming, una trabajadora evangélica, fue elegida como una líder de iglesia. Yo estaba muy feliz porque esta hermana tenía un sentido de carga en sus deberes, se centraba en la entrada en la vida y era bueno tenerla como colaboradora para hacer juntas la obra de la iglesia. Pero, inesperadamente, no mucho después de que la hermana Li hubiera sido elegida, recibimos una carta de los líderes superiores que decía que Li Ming estaba siendo buscada por el PCCh, que no era seguro que ella cumpliera su deber en las inmediaciones y que había que reubicarla. Al leer esta carta, pensé: “Apenas acabamos de escoger una nueva líder de iglesia y ahora tiene que irse. Esperaba que, con Li Ming supervisando el trabajo evangélico, mi carga se alivianara un poco, pero ahora no solo mi carga no es más liviana, sino que también una trabajadora evangélica con experiencia será reubicada. Si el trabajo sigue sin ser efectivo, ¿qué pensarán de mí los líderes superiores?”. Aunque con reticencia, no me quedó opción más que someterme. Más tarde, encontré dos trabajadores evangélicos para cooperar con el trabajo evangélico, pero luego el operativo represivo a gran escala arruinó mis planes. Durante los días que siguieron, me la pasé oyendo noticias de hermanos y hermanas que eran detenidos, unos tras otros, incluyendo los trabajadores evangélicos que acababa de encontrar. Todo esto hizo que me sintiera paralizada, y pensé: “¿Por qué tengo tanta mala suerte? He enfrentado muchos contratiempos en los dos meses desde que llegué a esta iglesia y finalmente había logrado ajustar el personal, pero ahora vean lo que está sucediendo. No solo no mejoraron los resultados del trabajo, sino que el personal que cooperaría ha sido detenido. ¡Parece que solo tengo mala suerte! El líder anterior tuvo un período estable y de calma durante su deber. ¿Por qué tengo la mala suerte de que estas cosas malas me sucedan a mí? ¡Todos mis esfuerzos recientes han sido en vano! Los líderes superiores seguro pensarán que no tengo capacidades de trabajo”. Mientras pensaba en esto, no podía evitar llorar y sentirme completamente abatida. Sin resultados en el trabajo, perdí la motivación de hacer el seguimiento de los problemas e incluso quería irme de allí. Mientras vivía en este estado, vi que mi espíritu se hundía cada vez más en la oscuridad y la desesperación.
Más tarde, comí y bebí un pasaje de las palabras de Dios relevante para mi estado. Leí las palabras de Dios: “¿Qué problema hay con las personas que siempre piensan que no tienen suerte? Siempre usan el estándar de la suerte para medir si sus acciones son acertadas o equivocadas, y para sopesar qué senda deben tomar, las cosas que han de experimentar y cualquier problema que afronten. ¿Es eso acertado o equivocado? (Equivocado). Describen las cosas malas como mala suerte y las buenas como buena suerte o beneficiosas. ¿Es acertada o equivocada esta perspectiva? (Equivocada). Medir las cosas desde ese tipo de perspectiva es una equivocación. Se trata de un método y estándar extremo e incorrecto para evaluar las cosas. Esta clase de método conduce a menudo a las personas a sumirse en la depresión, y suele volverlas intranquilas, como si nada les fuera bien y nunca consiguieran lo que quieren, lo cual las lleva a sentirse siempre ansiosas, irritables e intranquilas. Cuando estas emociones negativas no se resuelven, tales personas se hunden en una constante depresión y sienten que Dios no las favorece. Consideran que Dios trata a los demás con gracia, mientras que a ellas no, y que cuida de los demás, pero no de ellas. ‘¿Por qué siempre me siento intranquilo y ansioso? ¿Por qué siempre me pasan cosas malas? ¿Por qué nunca me llegan cosas buenas? ¡Al menos una vez, solo pido eso!’. Cuando percibes las cosas con este tipo de pensamiento y perspectiva equivocados, caerás en la trampa de la buena y la mala suerte. Al caer continuamente en esta trampa, te sentirás siempre deprimido. En mitad de esta depresión, serás especialmente sensible a si las cosas que te ocurren se deben a la buena o la mala suerte. Cuando esto ocurre, se demuestra que esta perspectiva y esta idea de la buena y la mala suerte se han apoderado de ti. Cuando estás controlado por este tipo de perspectiva, tus puntos de vista y tu actitud hacia las personas, los acontecimientos y las cosas ya no entran dentro del rango de la conciencia y la razón de la humanidad normal, sino que se han precipitado hacia una especie de extremo. Cuando caes en este extremo, no sales de la depresión. Seguirás deprimiéndote una y otra vez, y aunque normalmente no te sientas deprimido, en cuanto algo vaya mal, en cuanto sientas que ha ocurrido algo desafortunado, te sumirás inmediatamente en la depresión. Esta depresión afectará a tu juicio y toma de decisiones normales, e incluso a tu felicidad, ira, tristeza y alegría. Cuando afecte a tu felicidad, ira, tristeza y alegría, perturbará y destruirá el cumplimiento de tu deber, así como tu voluntad y deseo de seguir a Dios. Si se destruyen estas cosas positivas, las pocas verdades que has llegado a comprender se desvanecerán en el aire y no te servirán absolutamente de nada” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Dios dice que describir las cosas malas como “mala suerte” y las cosas buenas como “buena suerte” o “beneficiosas” es la postura de un extremista, alguien que tiene perspectivas equivocadas. Así era yo exactamente. Cuando llegué a esta iglesia para hacer mis deberes y encontré que los resultados de varios aspectos de la obra de la iglesia eran pobres, que los regadores carecían de un sentido de carga por sus deberes, que muchos nuevos fieles eran negativos y débiles y que el trabajo evangélico no estaba brindando buenos resultados, sentí que tenía mala suerte. Para hacer bien el trabajo, me había mantenido ocupada de sol a sol, me había reunido y platicado y reasignado personal. Después de un tiempo, cuando vi que el trabajo de riego se movía de a poco en una dirección positiva, me sentí feliz y motivada para hacer mi deber. Pero luego, cuando transfirieron a una trabajadora evangélica con experiencia y, poco después, se desató un operativo represivo generalizado y los trabajadores evangélicos estaban siendo detenidos y nadie podía colaborar con el trabajo evangélico, caí en el abatimiento y no pude armarme de energía para hacer nada. Estos comportamientos que tenía provenían de mi perspectiva incorrecta. Cuando el trabajo daba buenos resultados y todo iba sobre ruedas, sentía como que había ganado la admiración de los líderes superiores y eso me hacía feliz. Pero cuando el trabajo no daba buenos resultados y las cosas no iban como quería, me había sentido negativa y débil, culpé a mi mala suerte e incluso quise abandonar mi deber. Pensé en cómo los incrédulos nunca aceptan nada de lo que les sucede de parte de Dios y que, cuando ocurren situaciones desfavorables, se quejan de Dios y lo malinterpretan, e incluso lo traicionan. Comprendí que, si no cambiaba mi estado por completo, yo también estaba en verdadero peligro. Así que oré a Dios, esperando que Él me guiara para poder cambiar mi estado.
Luego, leí más palabras de Dios: “Estas personas que siempre están preocupadas por si tienen buena o mala suerte, ¿es correcta su forma de ver las cosas? ¿Existe la buena o la mala suerte? (No). ¿Qué base hay para decir que no existe? (Las personas que conocemos y las cosas que nos pasan todos los días vienen determinadas por la soberanía y los arreglos de Dios. No hay nada semejante a la buena o la mala suerte, todo ocurre por necesidad y tiene un significado detrás). ¿Es eso cierto? (Sí). Ese punto de vista es correcto, y es la base teórica para asegurar que la suerte no existe. Te ocurra lo que te ocurra, sea bueno o malo, todo es normal, igual que lo es el tiempo a lo largo de las cuatro estaciones: no todos los días pueden ser soleados. No puedes decir que los días soleados los ha dispuesto Dios, mientras que los días nublados, la lluvia, el viento y las tormentas no. Todo está determinado por la soberanía y los arreglos de Dios, y lo genera el entorno natural. Este entorno natural surge según las leyes y reglas que Dios dispuso y estableció. Todo esto es necesario e imperativo, de modo que sea cual sea el tiempo que haga, se genera y se produce conforme a las leyes naturales. No hay nada bueno ni malo en ello: solo los sentimientos de la gente al respecto son buenos o malos. La gente no se siente bien cuando llueve, hace viento, está nublado o cae una granizada. En particular, a la gente no le gusta cuando llueve y hay humedad; les duelen las articulaciones y se sienten débiles. Puede que te sientas mal los días de lluvia, pero ¿puedes decir que los días de lluvia dan mala suerte? Se trata tan solo de un sentimiento que el tiempo despierta en las personas; la suerte no tiene nada que ver con el hecho de que llueva. Se podría decir que los días soleados son buenos. Si hace sol durante tres meses, sin una gota de lluvia, la gente se siente bien. Pueden ver el sol todos los días, y hace un tiempo seco y cálido, acompañado de una ligera brisa ocasional, y pueden salir al aire libre siempre que quieran. Sin embargo, las plantas no lo toleran y los cultivos mueren debido a la sequía, por lo que ese año no hay cosecha. Entonces, ¿que te sientas bien significa que de verdad es bueno? Cuando llegue el otoño y no tengas nada que comer, dirás: ‘Vaya, tampoco es bueno tener demasiados días de sol. Si no llueve, los cultivos sufren, no hay comida que recolectar y la gente pasa hambre’. Llegados a este punto, te das cuenta de que los interminables días de sol tampoco son buenos. El hecho es que el que una persona se sienta bien o mal por algo se basa en sus propios motivos, deseos e intereses egoístas, más que en la esencia de la cosa en sí. Por tanto, la base sobre la que la gente evalúa si algo es bueno o malo es inexacta. Como la base es inexacta, las conclusiones a las que llegan también lo son. Volviendo al tema de la buena y la mala suerte, ahora todo el mundo sabe que este dicho de la suerte no se sostiene, y que no es ni buena ni mala. Las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te encuentres, ya sean buenos o malos, vienen todos determinados por la soberanía y los arreglos de Dios, así que debes afrontarlos como es debido. Acepta de Dios lo bueno, y acepta de Él también lo malo. No digas que tienes suerte cuando suceden cosas buenas, y que tienes mala suerte cuando suceden cosas malas. Solo se puede decir que hay lecciones que la gente debe aprender dentro de todas esas cosas, y no deben rechazarlas ni evitarlas. Agradece a Dios las cosas buenas, pero también agradécele las cosas malas, porque todas son arreglos Suyos. Las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos buenos proporcionan lecciones de las que se debe aprender, pero hay aún más que aprender de las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos malos. Todas estas experiencias y episodios deberían formar parte de nuestra vida. La gente no debería utilizar la idea de suerte para evaluarlos. Entonces, ¿cuáles son los pensamientos y las perspectivas de las personas que utilizan la suerte para valorar si las cosas son buenas o malas? ¿Cuál es la esencia de esas personas? ¿Por qué prestan tanta atención a la buena y a la mala suerte? Las personas que se centran mucho en la suerte, ¿esperan que esta sea buena o que sea mala? (Esperan que sea buena). Así es. De hecho, buscan la buena suerte y que les ocurran cosas buenas, y simplemente se aprovechan de ellas y se benefician. No les importa cuánto sufran los demás, ni cuántas adversidades o dificultades otros tengan que soportar. No quieren que les ocurra nada que perciban como desafortunado. En otras palabras, no quieren que les ocurra nada malo: ni contratiempos, ni fracasos, ni situaciones embarazosas, ni ser podados, ni perder nada, ni salir perdiendo, ni ser engañados. Si algo de eso ocurre, lo consideran mala suerte. No importa quién lo haya dispuesto, si ocurren cosas malas, se trata de mala suerte. Esperan que todas las cosas buenas les ocurran a ellos, desde ser ascendidos, destacar entre el resto y beneficiarse a costa de los demás, hasta obtener ganancias de algo, ganar mucho dinero o convertirse en un funcionario de alto rango, y piensan que en eso consiste la buena suerte. Siempre valoran a las personas, los acontecimientos y las cosas con los que se encuentran en función de la suerte. Buscan la buena suerte, no la mala. En cuanto lo más mínimo sale mal, se enfadan, se disgustan y se quedan insatisfechos. Dicho sin rodeos, este tipo de personas son egoístas. Buscan beneficiarse a costa de los demás, obtener ganancias para sí mismos, llegar a la cima y destacar entre el resto. Se darían por satisfechos si todo lo bueno les ocurriera solo a ellos. Esta es su esencia-naturaleza; es su verdadero rostro” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). En las palabras de Dios, vi que las personas suelen juzgar su suerte basándose en su beneficio personal. Si la situación es beneficiosa para ellos, la llaman “buena suerte” y si no, la llaman “mala suerte”. Las personas con esta mentalidad solo quieren beneficios para sí mismas y son extremadamente egoístas. En realidad, cada situación arreglada por Dios es buena y no existen la “buena suerte” ni la “mala suerte”. Las situaciones que a las personas les parecen favorables o desfavorables todas tienen por fin hacer que aprendan lecciones y benefician su entrada en la vida. Como sucede con el clima, tanto los días soleados como los lluviosos son necesarios para la humanidad. Un sol constante pronto secaría las cosechas, y una lluvia prolongada las ahogaría. Entonces, ya sea un día soleado o lluvioso, todos forman parte de la soberanía y los arreglos de Dios y son beneficiosos para la humanidad. Cuando solía encontrarme cosas que no estaban de acuerdo con mis deseos, siempre pensaba que simplemente tenía mala suerte, pero esto era así porque dentro de mí tenía ambiciones y deseos, y siempre perseguía la admiración de los otros; entonces, cuando no conseguía lo que quería, me sentía desventurada y con mala suerte, me quejaba y refunfuñaba contra Dios y vivía en un estado de abatimiento. Haciendo introspección, después de venir a esta iglesia, inicialmente había querido cumplir bien mi deber para ganar la admiración de las personas y por ello había trabajado de sol a sol sin quejarme. Pero cuando las cosas no fueron como deseaba y detuvieron a los trabajadores evangélicos, me había preocupado que, sin gente para cooperar con el trabajo, no me sería posible lograr buenos resultados y, cuando mi deseo de reputación y estatus quedó insatisfecho, me había sentido desafortunada y mi entusiasmo previo se esfumó rápidamente. Varios aspectos de la obra de esta iglesia ya habían sido demorados por la falta de trabajo real del anterior falso líder y los arrestos de los hermanos y hermanas habían entorpecido aún más el progreso normal de gran parte del trabajo. Los líderes superiores me habían ubicado aquí esperando que fuera capaz de ser considerada con las intenciones de Dios, hacer avanzar varios aspectos del trabajo y proteger los intereses de la iglesia. Pero, ante las grandes dificultades que había enfrentado, me volqué al abatimiento, perdí mi motivación por mi deber y me quejé de mi “mala suerte”. Este comportamiento mío realmente había repugnado a Dios. Una persona realmente leal a Dios, al ver a la iglesia enfrentar un operativo represivo severo con tantas detenciones de hermanos y hermanas, hubiera hecho su mejor esfuerzo para realizar todo lo que estuviera a su alcance, reasignar personal y minimizar las pérdidas. Pero en un momento tan crítico como este, yo solo me había preocupado por mi propia reputación y estatus. ¡Había sido verdaderamente egoísta y carecía de conciencia y humanidad! Ahora comprendía que Dios había permitido que esta situación me aconteciera para que fuera capaz de cambiar mi carácter corrupto, porque había puesto demasiada importancia en la reputación y el estatus y necesitaba esta situación para ayudar a revelarme y transformarme.
Una mañana, durante mis devocionales espirituales, leí más de las palabras de Dios: “Cuando te desprendes de tus ambiciones y deseos, cuando paras de rechazar o evitar cualquier infortunio que recae sobre ti, y dejas de evaluar tales cosas según la suerte que tengas o que te falte, muchas de las cosas que solías percibir como desafortunadas y malas, ahora pensarás que son buenas; las cosas malas se tornarán en buenas. Tu mentalidad y la manera que tienes de ver las cosas cambiarán, lo cual te permitirá tener una sensación distinta sobre tus experiencias de vida, y al mismo tiempo cosechar recompensas diferentes. Esta es una experiencia extraordinaria, que te acarreará recompensas inimaginables. Es algo bueno, no es malo. […] No busques lo que se llama ‘buena suerte’, y no rechaces la denominada ‘mala suerte’. Entrega tu corazón y todo tu ser a Dios, deja que Él actúe y orqueste, y sométete a Sus instrumentaciones y arreglos. Dios te dará lo que necesites y cuando lo necesites en su justa medida. Él orquestará los entornos, las personas, los acontecimientos y las cosas que requieras, de acuerdo con tus necesidades y carencias, para que puedas aprender las lecciones que debes de las personas, los acontecimientos y las cosas con los que te cruces. Por supuesto, la condición previa para todo esto es que tengas una mentalidad de sumisión hacia las instrumentaciones y arreglos de Dios” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Dios dice que cuando dejamos de ver los acontecimientos como “buena suerte” o “mala suerte” podemos ganar percepciones inesperadas en las situaciones que Dios arregla para nosotros y ver las obras de Dios y Su soberanía en todas nuestras experiencias. Entonces, cuando enfrentamos situaciones adversas, debemos aceptarlas de parte de Dios en lugar de intentar escapar de ellas o evitarlas. Detrás de lo que la gente considera “malos” acontecimientos, siempre se encuentran la intención de Dios y las experiencias que debemos atravesar. Dios emplea estas situaciones para entrenarnos y permitir que nuestras vidas crezcan; esa es Su buena intención. Me di cuenta de que necesitaba corregir mi perspectiva errónea y hacer mi mejor esfuerzo confiando en Dios. Creía que Dios prepararía a las personas correctas para cooperar con la obra de la iglesia. Cuando lo pensé de esa manera, mi estado mejoró mucho. Entonces, comencé a buscar personas para que me ayudaran con el trabajo evangélico. En ese momento, había una hermana que se sentía débil y desalentada por las cargas de su familia. Nos contactamos con ella y le compartimos enseñanza y ofrecimos apoyo. Después de un tiempo de hablar con ella, su estado mejoró y estuvo dispuesta a hacerse cargo de su deber. Otra hermana también se presentó luego para hacer sus deberes después de nuestra enseñanza. Comprendí que Dios había arreglado este entorno para enseñarme a hacer trabajo real como la charla para abordar los problemas de los hermanos y hermanas. Una vez que comprendían la intención de Dios, cooperaban activamente. Además, este entorno nos ayudó a cultivar a más personas para que comenzaran a hacer sus deberes. ¡Estaba agradecida a Dios!
En septiembre, repentinamente recibí una carta que decía que el diácono del evangelio había sido detenido. Durante los días siguientes, hubo más noticias de detenciones de hermanos y hermanas. Pensé para mis adentros: “Justo cuando acabábamos de ajustar el equipo y vimos algunos resultados, vuelven a detener a los trabajadores evangélicos. ¿Por qué tengo tanta mala suerte? ¡Estas desgracias me siguen ocurriendo!”. Pero luego me di cuenta de que mi estado no era correcto, así que me apresuré a orar a Dios en silencio, pidiéndole que me guiara a través de esta situación. Recordé las palabras de Dios: “El hecho es que el que una persona se sienta bien o mal por algo se basa en sus propios motivos, deseos e intereses egoístas, más que en la esencia de la cosa en sí. Por tanto, la base sobre la que la gente evalúa si algo es bueno o malo es inexacta. Como la base es inexacta, las conclusiones a las que llegan también lo son. Volviendo al tema de la buena y la mala suerte, ahora todo el mundo sabe que este dicho de la suerte no se sostiene, y que no es ni buena ni mala. Las personas, los acontecimientos y las cosas con las que te encuentres, ya sean buenos o malos, vienen todos determinados por la soberanía y los arreglos de Dios, así que debes afrontarlos como es debido. Acepta de Dios lo bueno, y acepta de Él también lo malo. No digas que tienes suerte cuando suceden cosas buenas, y que tienes mala suerte cuando suceden cosas malas. Solo se puede decir que hay lecciones que la gente debe aprender dentro de todas esas cosas, y no deben rechazarlas ni evitarlas. Agradece a Dios las cosas buenas, pero también agradécele las cosas malas, porque todas son arreglos Suyos. Las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos buenos proporcionan lecciones de las que se debe aprender, pero hay aún más que aprender de las personas, los acontecimientos, las cosas y los entornos malos. Todas estas experiencias y episodios deberían formar parte de nuestra vida. La gente no debería utilizar la idea de suerte para evaluarlos” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (2)). Por las palabras de Dios comprendí que las personas a menudo juzgan si las situaciones son buenas o malas basándose en sus deseos e intereses personales y no en la verdad. La detención del diácono del evangelio sucedió con el permiso de Dios. Dios dispone quién es detenido de acuerdo a Su soberanía y Sus orquestaciones, y estas son experiencias que las personas necesitan atravesar. Debía someterme, hacerme cargo de las consecuencias de las detenciones y hacer lo que pudiera para cooperar. Después de esto, comencé a lidiar con las consecuencias. Más tarde, me enteré de que el líder de equipo evangélico continuó reuniéndose y predicando el evangelio a tres nuevos fieles. No se sentían intimidados por el gran dragón rojo, y su trabajo evangélico era aún más efectivo que antes. Además, algunas hermanas, preocupadas por el impacto sobre la obra de la iglesia, tomaron la iniciativa de hacer sus deberes. Ver todo esto me conmovió profundamente. Me di cuenta de que cada situación que Dios dispone tiene un propósito. Aquellos que fueron detenidos tienen experiencias que necesitan atravesar y, aquellos que no, tienen un testimonio que dar. Dios usa la persecución del gran dragón rojo para rendir servicio a las personas y perfeccionarlas.
A través de esta experiencia, comprendí que estas situaciones no sucedieron por “mala suerte” ni porque Dios me estuviera exigiendo mucho. En cambio, Dios las usaba para purificarme y transformarme. Cuando corregí mi mentalidad y cooperé verdaderamente, vi desplegarse ante mí la obra de Dios. Mientras orara con sinceridad e hiciera mis deberes de todo corazón, Dios abriría una senda para mí. En adelante, estoy dispuesta a continuar confiando en Dios para cumplir bien mis deberes.
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