Me he liberado de la represión

21 Ago 2024

Por Xinyi, China

En enero del año pasado, la líder decidió que Li Xin y yo nos encargáramos juntas del trabajo de textos de la iglesia. Li Xin no me dio mucho trabajo. Cuando me encontraba con problemas o dificultades, ella compartía conmigo según los principios. No tenía que preocuparme demasiado y el trabajo no era muy estresante. En marzo, me eligieron líder de la iglesia y sentí un peso mayor sobre mis hombros. Como parte de mis deberes de liderazgo, tuve que encargarme del trabajo general de la iglesia y de resolver y lidiar con todo tipo de problemas. Siempre sentía presión. Al principio, la líder superior me solía escribir cartas sobre la implementación del trabajo, como el riego y la labor del evangelio, así como el trabajo de depurar y expulsar a la gente, trabajar con los textos, formar a las personas, y demás. Tenía que responder detalladamente sobre cómo se planificaba y organizaba cada tarea, las complicaciones o problemas que habían surgido en el trabajo, cómo se debían resolver en el futuro, etc. Como estaba a cargo de tanto trabajo, a veces, apenas terminaba una tarea, tenía que ir a la iglesia a ocuparme de otro trabajo. Todos los días había muchísimas cosas que hacer. Después de pasar un tiempo así de ocupada, quise parar y tomarme un descanso, ver algunos vídeos de testimonios vivenciales y escuchar himnos para relajarme. Pero, teniendo en cuenta que había un montón de trabajo que había que hacer con urgencia, me angustiaba pensar que no tenía ninguna libertad para cumplir con ese deber. Una vez, la líder superior vio que el progreso en el trabajo de depuración de la iglesia era lento y que varios documentos de expulsión de personas no se habían presentado, así que me podó, diciendo que no tenía sentido de la responsabilidad en mi deber. En ese momento, quise razonar con ella, pero sabía que tenía razón al podarme y que debía aceptarlo y someterme a ello. Después de eso, fui a la iglesia a recoger las evaluaciones y, tras pasar varias semanas ocupada, por fin pude poner los materiales en orden. Justo después, tuve que apresurarme a revisar y llevar a cabo otras tareas. Durante ese tiempo, solía ir de un lado a otro sin parar, desde el amanecer hasta el atardecer. Siempre estaba tensa y me sentía muy agotada. Pensé: “¿Cuándo podré descansar de verdad? Estar así de ocupada todos los días es muy represivo”. Cuando me ocupaba de los deberes de los textos, no tenía tanta carga de trabajo. Tenía a Li Xin a mi lado, quien compartía esa carga conmigo, y no me sentía estresada en absoluto. Echaba mucho de menos esa época. Desde que asumí deberes de liderazgo, estaba ocupadísima todos los días, así que empecé a sentirme reprimida y dejé de querer llevar a cabo ese deber. Sin embargo, sentí que pensar así demostraba que me faltaba razón. Los hermanos y hermanas seguramente pensarían que no podía lidiar con el estrés o soportar el sufrimiento. No podía hacer nada al respecto; tenía que seguir colaborando.

Más adelante, la iglesia se enfrentó a arrestos que realizó el Partido Comunista y tuvimos que lidiar con algunos problemas como consecuencia. El trabajo nos abrumaba a la hermana que tenía de compañera y a mí, así que no presté atención al trabajo de riego que tenía a mi cargo. Pensé: “Tengo que encontrar el momento para preguntar a los obreros del riego sobre su situación”. Pero, luego, recordé lo ocupada que estaba lidiando con los problemas que surgieron después de los arrestos. No es que los resultados del trabajo de riego fueran a mejorar drásticamente de inmediato. Además, todavía tenía otros trabajos pendientes. Preferí terminar eso primero y luego revisar el trabajo de riego. La líder superior me envió una carta para recordarme que no podía descuidar otros trabajos solo porque estaba lidiando con las consecuencias de los arrestos, y formuló un plan específico para el trabajo de riego. No pude evitar sentir resistencia y pensé: “Ya estoy a cargo de mucho trabajo, y ahora me está imponiendo aún más exigencias. ¡No hay forma de que tenga tiempo para hacer todo! ¿Por qué nadie muestra ningún tipo de consideración con mis dificultades? Solo tengo dos brazos y dos piernas; ¿cómo voy a ser capaz de hacer tanto trabajo al mismo tiempo?”. Me sentí un poco irritada y reprimida, y ni siquiera quería leer las cartas de la líder. Pero aún había que hacer todo ese trabajo. Si los nuevos fieles abandonaban porque no se les regaba a tiempo, eso sería una transgresión. No solo podrían podarme; incluso podrían despedirme. Entonces, fui a averiguar cómo progresaba el trabajo de riego y los problemas de los nuevos fieles. Pero, como no tenía ganas de ser proactiva, fui descuidada al revisar el trabajo e hice todo solo por inercia para poder informar a la líder. Durante ese tiempo, parecía que estaba ocupada todo el tiempo, pero en realidad solo pasaba de una tarea a otra de mala gana. Al llevar a cabo el trabajo, siempre faltaba algo, por lo que se debía rehacer. Pasaba cada día abatida y exhausta, y los resultados del trabajo iban en declive. La hermana que era mi compañera dijo que yo no tenía sentido de la carga, y me sentí agraviada. Pensé: “Estoy a cargo de todo este trabajo y paso todos los días trabajando. ¿Cómo puedes decirme que no tengo sentido de carga y que no soy diligente? ¡Me estás pidiendo demasiado!”. Cuanto más pensaba, más agraviada me sentía y llegué a pensar que no podía seguir con ese deber. En lugar de soportar todo ese dolor, era mejor que renunciara para hacer un deber más relajado; así no estaría tan reprimida. Me abrumaba la negatividad. Una noche, fui ante Dios y oré: “Dios, siento un gran dolor y no creo que pueda soportar mucho más. No sé cuál es la lección que debo aprender. Te pido que me esclarezcas y me guíes para que pueda entender mi problema”.

Después de orar, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Qué significa ser incapaz de hacer lo que a uno le apetece? Significa no poder satisfacer todo deseo que se le pasa a uno por la cabeza. Estas personas tienen el requisito de poder hacer lo que quieran, cuando quieran y cómo quieran, tanto en su trabajo como en sus vidas. Sin embargo, debido a varias razones, como las leyes, los ambientes en los que viven o las reglas, sistemas, estipulaciones y medidas disciplinarias de un grupo y demás, las personas son incapaces de obrar según sus propios deseos y figuraciones. En consecuencia, se sienten reprimidas en su interior. Dicho sin rodeos, esta represión ocurre porque una persona se siente agraviada, algunas incluso ofendidas. Hablando con total sinceridad, no poder hacer lo que a uno le apetece significa no poder satisfacer la propia voluntad, significa que uno no puede ser obstinado ni complaciente a su antojo debido a diversas razones y a las restricciones de diversas condiciones y entornos objetivos. Por ejemplo, algunas personas son siempre superficiales y hallan la manera de holgazanear en el cumplimiento de sus deberes. A veces, la labor de la iglesia requiere premura, pero ellas solo quieren hacer lo que les apetece. Si no se sienten muy bien físicamente, o llevan un par de días de mal humor y con el ánimo decaído, no estarán dispuestas a soportar adversidades ni a pagar un precio por hacer el trabajo de la iglesia. Son particularmente holgazanes y codician las comodidades. Cuando carecen de motivación, sus cuerpos se vuelven perezosos, y no están dispuestas a moverse, pero temen que los líderes las poden y que sus hermanos y hermanas las llamen vagas, así que la única opción que les queda es realizar el trabajo a regañadientes junto con todos los demás. Sin embargo, se sentirán muy poco dispuestas, además de infelices y reacias a hacerlo. Se sentirán agraviadas, ofendidas, molestas y agotadas. Quieren obrar según su propia voluntad, pero no se atreven a separarse o a ir en contra de las exigencias o estipulaciones de la casa de Dios. En consecuencia, con el tiempo empieza a surgir en ellas una emoción: la represión. Una vez que esta emoción represiva se arraiga en ellas, empezarán poco a poco a mostrarse desganadas y débiles. Al igual que una máquina, ya no entenderán lo que hacen con claridad, pero seguirán haciendo a diario lo que se les diga, de la manera en la que se les diga. Aunque a primera vista continuarán llevando a cabo sus tareas sin detenerse, sin pausa, sin apartarse del entorno de cumplir con sus deberes, en sus corazones se sentirán reprimidas, y pensarán que sus vidas son agotadoras y están llenas de agravios(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). Al ver lo que las palabras de Dios ponían al descubierto, entendí que la razón por la que siempre me sentía reprimida y dolorida cuando hacía mi deber era que no quería que me controlaran y solo quería hacer lo que me apetecía. Cada vez que me enfrentaba a circunstancias que no me agradaban, cuando no podía hacer lo que quería y me enfrentaba a restricciones en todo, me surgían sentimientos de represión. Cuando acababa de empezar a hacer los deberes de los textos, la líder no me exigía mucho y tenía a Li Xin, quien me guiaba mientras yo estudiaba la técnica. Cuando surgían dificultades, Li Xin compartía conmigo sin demora y me ayudaba. Además, era un trabajo relativamente cómodo y no me sentía estresada en absoluto, por lo que me gustaba hacer mi deber de esa manera. Pero, desde que empecé a hacer deberes de liderazgo, me encargaba de mucho trabajo y tenía que preocuparme y estar al tanto de todo tipo de tareas en la iglesia. Tenía que involucrarme en casi todos los asuntos y resolverlos de manera práctica. Más tarde, cuando la iglesia se enfrentó a arrestos, tuve que lidiar con sus consecuencias, por lo que estaba aún más ocupada. Para aliviar un poco el estrés, quise posponer mi atención al trabajo de riego, pero la líder superior no aflojó ni un poco su supervisión del trabajo. Eso arruinó mis planes y mi carne tuvo que sufrir más, así que no pude someterme. Pero tenía miedo de que los demás dijeran que no podía soportar el sufrimiento si no hacía el trabajo. Temía aún más que los nuevos fieles no fueran bien regados y yo tuviera que asumir la responsabilidad, por lo que me sometí a regañadientes. Sin embargo, todavía me sentía reprimida y hacía todo sin prestar atención. Cumplía con mi deber de forma superficial, por inercia, haciendo solo lo que se me pedía. Como resultado, trastorné y perturbé la obra. La hermana que era mi compañera me reprendió, y me volví aún más resentida y obstinada. Incluso quería aceptar la culpa y renunciar a mi deber. ¡Qué irracional fui! Después, me di cuenta de que tenía un problema bastante grave y no me atreví a seguir siendo tan intransigente.

Tras eso, leí estas palabras de Dios: “En la sociedad, ¿quiénes son los que no se ocupan de su trabajo? Los holgazanes, necios, vagos, gamberros, rufianes y vividores, la gente de ese tipo. No desean aprender ninguna habilidad o destreza nueva, y no quieren emprender carreras serias o encontrar un trabajo para salir adelante. Son los holgazanes y vividores de la sociedad. Se infiltran en la iglesia, y luego quieren conseguir algo a cambio de nada, obtener las bendiciones que les corresponden. Son unos oportunistas. Estos oportunistas nunca están dispuestos a desempeñar sus deberes. Si las cosas no salen como ellos quieren, aunque sea solo un poco, se sienten reprimidos. Desean siempre vivir con libertad, sin realizar ningún tipo de trabajo, y aun así quieren comer bien y vestir ropa buena, comer lo que les venga en gana y dormir cuando lo deseen. Piensan que cuando se dé un día como ese, sin duda será maravilloso. No quieren soportar siquiera unas pocas adversidades y desean una vida complaciente. A estas personas incluso vivir les resulta agotador; las emociones negativas las limitan. A menudo se sienten cansadas y confusas porque no pueden hacer lo que les apetece. No quieren ocuparse del trabajo que les corresponde ni de sus propios asuntos. No quieren dedicarse a un trabajo y ser constantes en él de principio a fin, tratándolo como su propia profesión y deber, como su obligación y responsabilidad; no quieren acabarlo y conseguir resultados, ni llevarlo a cabo según el mejor estándar posible. Nunca han pensado así. Lo único que quieren es actuar de manera superficial y utilizar su deber como un medio para ganarse la vida. Cuando se enfrentan a un poco de presión o a alguna forma de control, o cuando se les exige un estándar ligeramente superior o se les hace cargar con un poco de responsabilidad, se sienten incómodas y reprimidas. Estas emociones negativas surgen en su interior, la vida les resulta agotadora y se sienten desgraciadas. Una razón fundamental por la que a estas personas les resulta agotador vivir es que carecen de razón. Su razón está deteriorada, se pasan el día fantaseando, viviendo en un sueño, en las nubes, imaginando siempre las cosas más descabelladas. Por eso su represión es muy difícil de resolver. No les interesa la verdad, son incrédulos. Lo único que podemos hacer es pedirles que abandonen la casa de Dios, que vuelvan al mundo y encuentren su propio lugar de tranquilidad y comodidad(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). Este pasaje de las palabras de Dios me conmovió profundamente. Dios puso al descubierto que la raíz de sentirse reprimido es que uno desea satisfacer la carne y no quiere que lo controlen ni tener que sufrir un poco. En cuanto no pueden satisfacer sus deseos carnales, se sienten reprimidos y dolidos. Nunca piensan en encargarse de su trabajo real ni en cumplir su deber. Siempre quieren estar ociosos en la iglesia. Las personas que realmente persiguen la verdad y se encargan de su trabajo real ven su deber como su responsabilidad y obligación. No les importa mucho que su carne sufra o soportar algo de estrés por hacer bien su deber. Saben que su vida tendrá valor y significado solo si hacen bien su deber. No se sienten reprimidos ni dolidos porque su búsqueda es positiva. Dios aprecia y bendice a esas personas. Yo era muy consciente de que asumir deberes de liderazgo era una gracia especial que Dios me había otorgado. Sin embargo, al estar a cargo de más trabajo y tener que ocuparme de más tareas, y con la líder superior también revisando y supervisando, tenía menos oportunidades de disfrutar de comodidades. Por eso pensaba que hacer ese deber era demasiado difícil y represivo, y quería pasar los días relajada, sin ningún estrés. Pensé en esos rufianes, pandilleros, vagos y sinvergüenzas de la sociedad. Nunca piensan en cosas adecuadas, van a la deriva, engañan a la gente para conseguir comida y bebida, y no se esfuerzan en su trabajo. Estas personas viven sin integridad ni dignidad, y los demás los menosprecian dondequiera que vayan. Son las personas más despreciables de todas. Mientras tanto, yo siempre quería buscar los placeres carnales en mi deber y no pensaba en seguir adelante. No quería sufrir ni un poco y, en esencia, era alguien que no se encargaba de su trabajo real y solo quería que la casa de Dios me regalase todo. Aunque ser líder es un poco más agotador, cada día uno entra en contacto con más personas y cosas, y obtiene más oportunidades de practicar. Por ejemplo, para el trabajo de depuración de la iglesia, se necesita tener la verdad para discernir a los demás. En cuanto al trabajo de riego, dado que los nuevos fieles no tienen una base estable, uno necesita poseer la verdad de la visión para regarlos y apoyarlos. Además, llevar a cabo otros trabajos implica principios-verdad relevantes. Esto no es algo que se pueda obtener haciendo solo un deber sencillo. Sin embargo, no valoraba estas oportunidades que Dios me daba para ganar la verdad, sino que siempre pensaba que estaba demasiado ocupada y agotada haciendo deberes de liderazgo, sin poder vivir como quería. Cuando la líder superior supervisaba mi trabajo, yo me resistía y realizaba mis tareas de forma superficial, lo que ralentizaba su avance. No reflexionaba sobre mí misma, seguía viviendo con sentimientos de represión e incluso quería abandonar mi deber. ¡Realmente no tenía conciencia ni razón alguna! Me sentí especialmente consternada y afligida cuando leí estas palabras de Dios: “No les interesa la verdad, son incrédulos. Lo único que podemos hacer es pedirles que abandonen la casa de Dios, que vuelvan al mundo y encuentren su propio lugar de tranquilidad y comodidad”. Sentí como si Dios me estuviera desenmascarando justo frente a mis ojos. Dios define a estas personas como incrédulas y las desprecia y detesta. Si no cambiaba mi actitud hacia mi deber, tarde o temprano, Dios me revelaría y me descartaría. Al darme cuenta de esto, me sentí un poco asustada y oré en silencio a Dios con el corazón: “Dios, no quiero seguir viviendo así, de manera superficial. Quiero ser alguien con una humanidad normal, una razón sensata y encargarme de mi trabajo real. Te pido que me guíes para que pueda entenderme a mí misma con mayor profundidad”.

Mientras buscaba, leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Qué causa la represión en la gente? Desde luego no es la fatiga física; entonces, ¿qué la causa? Si las personas buscan sin cesar la comodidad física y la felicidad, si esto es lo que buscan sin tener deseo alguno de sufrir, entonces bastará con un poco de sufrimiento físico, con sufrir un poco más que los demás o sentirse un poco más sobrecargadas de trabajo que de costumbre para sentirse reprimidas. Esta es una de las causas de la represión. Si las personas no consideran que un pequeño sufrimiento físico sea un gran problema, y no buscan la comodidad física, sino que persiguen la verdad y tratan de cumplir con sus deberes para satisfacer a Dios, entonces a menudo no sentirán sufrimiento físico. Incluso si de vez en cuando se sienten un poco ocupadas, cansadas o agotadas, después de irse a dormir se despertarán sintiéndose mejor, y continuarán con su trabajo. Se concentrarán en sus deberes y en su trabajo; no considerarán que un poco de fatiga física sea un problema importante. Sin embargo, cuando surge un problema en el pensamiento de las personas y buscan sin parar la comodidad física, cada vez que sus cuerpos físicos se vean ligeramente agraviados o no puedan hallar satisfacción, surgirán en ellas ciertas emociones negativas. […] A menudo se sienten reprimidas respecto a estos asuntos y no están dispuestas a aceptar la ayuda de sus hermanos y hermanas, o a ser supervisadas por los líderes. Si cometen un error, no permitirán que otros las poden. No desean que las limiten de ninguna manera. Piensan: ‘Creo en Dios para poder encontrar la felicidad, así que ¿por qué voy a ponerme las cosas difíciles a mí mismo? ¿Por qué ha de ser mi vida tan agotadora? La gente debería vivir feliz. No deberían prestar tanta atención a esas normas y esos sistemas. ¿De qué sirve acatarlos siempre? Ahora mismo, en este momento, voy a hacer lo que quiera. Ninguno de vosotros debería tener nada que decir al respecto’. Este tipo de personas son especialmente obstinadas y disolutas: no se permiten sufrir ninguna restricción, ni desean sentirse frenadas en ningún entorno laboral. No desean atenerse a los reglamentos y principios de la casa de Dios, no están dispuestas a aceptar los principios que las personas deben mantener en su conducta, y ni siquiera desean atenerse a lo que la conciencia y la razón dicen que deben hacer. Quieren hacer lo que les apetezca, lo que les haga felices, lo que las beneficie y las haga sentir cómodas. Creen que vivir bajo estas restricciones atentaría contra su voluntad, que sería una especie de abuso de sí mismas, que sería demasiado duro para ellas y que la gente no debería vivir así. Estas personas piensan que la gente debe vivir libre y liberada, complaciendo su carne y sus anhelos con desenfreno, así como sus ideales y deseos. Piensan que deben dar rienda suelta a todas sus ideas, decir lo que les dé la gana, hacer lo que les plazca e ir adonde deseen, sin tener que considerar las consecuencias ni los sentimientos de los demás, y especialmente sin tener en cuenta sus propias responsabilidades y obligaciones, ni los deberes que los creyentes deben cumplir, ni las realidades-verdad que deben defender y vivir, ni la senda vital que deben seguir. Este grupo de personas siempre quiere hacer lo que le apetezca en la sociedad y entre los demás, pero, vayan donde vayan, nunca pueden lograrlo. Creen que la casa de Dios hace hincapié en los derechos humanos, que concede plena libertad a las personas, y que se preocupa por la humanidad, y por tolerar y ser indulgente con la gente. Piensan que después de venir a la casa de Dios deberían poder satisfacer libremente su carne y sus deseos, pero como la casa de Dios tiene decretos administrativos y reglamentos, siguen sin poder hacer lo que les apetece. Por tanto, esta emoción negativa y represiva no se puede resolver ni siquiera después de entrar en la casa de Dios. No viven para cumplir ningún tipo de responsabilidad o completar ninguna misión, ni para convertirse en una persona auténtica. Su fe en Dios no se basa en cumplir con el deber de un ser creado, completar su misión y alcanzar la salvación. Con independencia de las personas entre las que se encuentren, los entornos en los que se desenvuelvan o la profesión a la que se dediquen, su objetivo último es encontrarse y satisfacerse a sí mismas. El objetivo de todo lo que hacen gira en torno a esto, y la autosatisfacción es su eterno deseo y la meta de su búsqueda(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). Antes, siempre creía que mis sentimientos de represión se debían a que estaba demasiado ocupada con mis deberes de liderazgo y su causa era el estrés y las dificultades. Gracias al desenmascaramiento de las palabras de Dios, finalmente vi que lo que causaba mi represión era un problema que radicaba en mis pensamientos y opiniones sobre mi búsqueda. Siempre buscaba hacer lo que deseaba en mi deber y, cuando enfrentaba estrés, dificultades o no podía satisfacer mi carne, vivía presa de ese sentimiento de represión. Eso se debía a que estaba influenciada por los venenos que Satanás me había inculcado, como las frases: “Aprovecha el momento, pues la vida es corta”, y “Vive el presente”, creyendo que las personas deben darse gustos en la vida. En el pasado, cuando era estudiante y se acercaban los exámenes de ingreso a la escuela secundaria, la escuela nos daba unos días libres para repasar nuestras lecciones. Mis compañeros de clase se sentían apremiados por el tiempo y querían hacer un último esfuerzo antes de los exámenes, pero yo no quería esforzarme tanto, ya que pensaba que los resultados de los exámenes no eran tan importantes y que no había necesidad de fatigarme. Pasé ese tiempo con algunos amigos cercanos, sin sentir la ansiedad que los demás experimentaban antes de los exámenes. Cuando comencé la carrera, también tomé decisiones en función de mis preferencias carnales. Una empresa tenía requisitos estrictos con los empleados y me hizo sentirme reprimida y limitada, por lo que presenté mi renuncia y me fui. Pensaba que uno debía vivir así, de forma libre y sencilla. Después de empezar a creer en Dios, mantuve esas mismas opiniones en mi búsqueda, ya que quería hacer deberes relajados y sin estrés. Cuando mi deber se hacía más ajetreado y estresante, surgían mis sentimientos de represión y resistencia, y hacía mi deber de manera superficial y por inercia. No tenía ningún tipo de humanidad. Sabía muy bien que el Partido Comunista estaba arrestando y persiguiendo de forma desesperada al pueblo escogido de Dios. Dado que la estatura espiritual de los nuevos fieles era débil, la líder superior nos dijo que debíamos redoblar esfuerzos para regarlos y apoyarlos, de manera que pudieran echar raíces en el camino verdadero lo más rápido posible. Al revisar y supervisar más de cerca el trabajo de riego, la líder estaba asumiendo plena responsabilidad por las vidas de los nuevos fieles y teniendo en cuenta la intención de Dios. Eso era lo que se esperaba de un líder. Pero, como mi carne tenía que sufrir y pagar un precio mayor, me resistía y me quejaba, sin tomar en serio el trabajo de riego. Eso llevó a que las vidas de algunos recién llegados sufrieran pérdidas por no haber sido regados a tiempo. Las personas que aman la verdad y tienen un sentido de responsabilidad sobre la comisión de Dios, primero, piensan en cómo ser considerados con Sus intenciones y estar a la altura de Sus exigencias. No importa lo grandes que sean las dificultades o el estrés que enfrenten, son capaces de enfrentarlos de manera proactiva y llevar a cabo cada tarea de forma seria y responsable. En comparación con ellos, yo estaba desempeñando deberes de liderazgo, pero no asumía responsabilidades en mi trabajo y hacía las tareas de manera superficial. Al tratar mi deber de esta manera, no era digna de la confianza de nadie y había perdido mi integridad y dignidad. Si seguía sin arrepentirme ante Dios, ¡retrasaría gravemente el trabajo de la iglesia y Dios me condenaría y descartaría! Si no hubiera sido puesta en evidencia de esa manera, no habría reconocido estas opiniones erróneas en mi búsqueda durante todos esos años y habría pensado que buscar de esa manera era bastante fácil y liberador. Fui realmente muy tonta y ridícula.

Más tarde, encontré una senda para practicar en las palabras de Dios. Dios Todopoderoso dice: “Todos aquellos que creen realmente en Dios son individuos que se ocupan del trabajo que les corresponde, son los que están dispuestos a desempeñar su deber, son capaces de asumir una labor y la hacen bien, de acuerdo con su calibre y los preceptos de la casa de Dios. Por supuesto, al principio puede ser un desafío adaptarse a esta vida. Puede que te sientas agotado física y mentalmente. Sin embargo, si realmente tienes la determinación de cooperar y la voluntad de convertirte en una persona normal y buena, y de alcanzar la salvación, entonces debes pagar cierto precio y permitir que Dios te discipline. Cuando tengas el impulso de ser obstinado, debes rebelarte contra él y desprenderte de ese impulso, y reducir poco a poco tu obstinación y tus deseos egoístas. Debes buscar la ayuda de Dios en asuntos cruciales, en momentos y en tareas cruciales. Si tienes determinación, entonces debes pedirle a Dios que te reprenda y te discipline, y que te esclarezca para que seas capaz de entender la verdad, de esa manera obtendrás mejores resultados. Si tu determinación es auténtica, si le oras a Dios en Su presencia y le suplicas, Él actuará. Cambiará tu estado y tus pensamientos. Si el Espíritu Santo realiza un poco de obra, te conmueve y te esclarece un poco, tu corazón cambiará y se transformará tu estado. Cuando ocurra esta transformación, sentirás que vivir de esta manera no es represivo. Tu estado y emociones reprimidos se transformarán y aliviarán, y ya no serán como antes. Sentirás que vivir así no resulta agotador. Disfrutarás desempeñando tu deber en la casa de Dios. Sentirás que es bueno vivir, comportarte y llevar a cabo tu deber de esta manera, soportando adversidades y pagando un precio, siguiendo las reglas y haciendo cosas en base a los principios. Sentirás que este es el tipo de vida que la gente normal debería tener. Cuando vivas según la verdad y cumplas bien con tu deber, te parecerá que tu corazón está firme y en paz, que tu vida tiene sentido(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). A través de las palabras de Dios, comprendí que a Dios le agradan las personas que creen de verdad en Él y se encargan de su trabajo real. No importa el tipo de dificultades o estrés que enfrenten al hacer su deber, estas personas pueden asumir sus responsabilidades y obligaciones como adultos, las aceptan y se someten a ellas. No intentan escapar y actúan de acuerdo con los principios y exigencias de la casa de Dios. Cuando no son capaces de hacerlo, oran a Dios, confían en Él y buscan la verdad. Debido a su búsqueda y al precio que pagan, Dios los esclarece y los guía. Esas son las personas cuyas vidas tienen valor. Al comparar esto con mi propio desempeño de mi deber, cuando enfrentaba la más mínima dificultad o estrés, vivía sumida en mis sentimientos de represión, sin buscar la intención de Dios e, incluso, deseando evadir mi deber. No era en absoluto una persona que fuera considerada con la intención de Dios. Antes, cuando realizaba un deber más sencillo y no se me exigía mucho, se debía a que mi estatura era muy pequeña y apenas estaba empezando a formarme. Ahora que desempeñaba deberes de liderazgo y tenía una carga más pesada sobre mis hombros, era natural que se me exigiera más. Es como cuando un niño en una familia crece lo suficiente para hacer algunas tareas y asumir responsabilidades del hogar, sus padres seguramente le exigirán más. Si teme sufrir y no se encarga de su trabajo real, entonces no tiene humanidad y sus padres seguramente no estarán contentos con él. Dios me había favorecido al asignarme un deber tan importante y al poner una carga más pesada sobre mis hombros. Su intención era que entendiera más verdades, que mi vida creciera más rápido, y que asumiera mis responsabilidades como un adulto, siendo alguien con conciencia y razón. Tras comprender la intención de Dios, me sentí mucho más liberada. No podía seguir siendo indigna de la consideración de Dios. Aunque tenía más trabajo y estrés, debía corregir mi actitud hacia mi deber y esforzarme en los principios-verdad, buscar más junto a mi hermana compañera y a la líder superior cuando no entendía algo, mientras gradualmente suplía mis carencias y estaba la altura de las exigencias de Dios.

En septiembre, las detenciones del Partido Comunista se agravaban cada vez más y solo podíamos trabajar entre bastidores. A pesar de esto, aún tenía que lidiar con todo tipo de problemas que los hermanos y hermanas notificaban y querían resolver todos los días, además del trabajo que la líder superior nos pedía llevar a cabo con urgencia. Las limitaciones que imponían estas circunstancias repercutían en cómo llevábamos a cabo diversas tareas y gestionábamos y resolvíamos los problemas. Cada día, estos asuntos me inquietaban mucho, lo que me resultaba mentalmente agotador. Además, la líder superior nos enviaba cartas con frecuencia para comprobar cómo avanzaban diversas tareas. Empecé a resistirme de nuevo y pensé: “La supervisión de la líder en el trabajo es demasiado meticulosa y frecuente. Al principio, pensé que trabajar entre bastidores me permitiría descansar un poco, ¡pero la carga de trabajo no solo no ha disminuido, sino que, en realidad, ha aumentado! Ahora no tengo ninguna oportunidad de satisfacer mi carne. ¡Me sentiré muy reprimida si tengo que seguir haciendo mi deber así en el futuro!”. Me di cuenta de que, una vez más, mi estado no era el correcto y fui ante Dios con rapidez, clamándole y pidiéndole que protegiera mi corazón. Más tarde, leí estas palabras de Dios: “Como adulto, debes asumir estas cosas, sin quejarte ni resistirte y, sobre todo, sin eludirlas ni rechazarlas. […] Ya sea en la sociedad o en la casa de Dios, es igual para todos. Esta es la responsabilidad que debes asumir, la pesada carga que debe llevar un adulto, la que debe soportar, y no debes eludirla. Si siempre intentas escapar o desechar todo esto, entonces tus emociones represivas saldrán a la luz, y siempre estarás enmarañado en ellas. Sin embargo, si puedes comprender y aceptar todo esto de una forma adecuada y verlo como una parte necesaria de tu vida y existencia, entonces estas cuestiones no deberían ser motivo para que desarrolles emociones negativas(La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (5)). Tras leer las palabras de Dios, entendí que ser una persona que puede asumir responsabilidades y ser alguien responsable no es algo sencillo ni fácil. Si siempre quisiera evitar ese tipo de circunstancias, seguiría estando atada a esos sentimientos de represión. La líder supervisaba el trabajo para que yo hiciera bien mi deber. Dado que tenía actitudes corruptas y solía hacer mi deber forma superficial, solo la supervisión de la líder me impedía seguir viviendo con esas actitudes y hacer lo que me diera la gana. Eso me ayudaría a desempeñar bien mi deber. Pensé que no podía seguir viviendo con mis sentimientos de represión como antes. Tenía que corregir mi actitud y enfrentar la supervisión de la líder de forma adecuada. Cuando empecé a pensar así, mi estado comenzó a mejorar gradualmente. A partir de entonces, comencé a realizar las distintas tareas con normalidad, haciendo todo lo posible y dando lo mejor de mí. Cuando no era capaz de conseguir algo, escribía a la líder sin demora para buscar una solución. Ahora, aunque todavía enfrento muchas dificultades y estrés en mi trabajo, ya no me siento reprimida ni dolorida; al contrario, mi sentido de responsabilidad ha aumentado. Fue la guía de las palabras de Dios lo que me permitió liberarme de la represión y asumir mis responsabilidades como una persona adulta. ¡Gracias a Dios!

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