La historia de Joy
Antes siempre trataba a la gente basada en las emociones. Siempre que la gente fuera amable conmigo, yo también lo era. No discernía cómo era la gente y, encima, no tenía principios. Fue así hasta que experimenté ciertas cosas que hicieron que entendiera que los principios según los cuales congeniaba con la gente y consideraba a los demás eran incorrectos.
En febrero de 2021, mi buena amiga, Emma, me invitó a una reunión de la Iglesia de Dios Todopoderoso. A base de leer las palabras de Dios Todopoderoso y de escuchar enseñanzas en las reuniones, comprobé que Dios Todopoderoso es la segunda venida del Señor Jesús y acepté con gusto la obra de Dios en los últimos días. Unos meses después me eligieron diaconisa de riego de la iglesia.
Un día, advertí que, en el grupo de reunión, Emma de pronto estaba difundiendo rumores y falacias que cuestionaban a Dios y atacaban la iglesia, así como prejuicios acerca de los líderes y diáconos. Había insatisfacción y ridiculización en sus palabras. También decía que estas cosas no eran sus opiniones personales, sino de otros, y que esperaba que se pudiera celebrar una reunión para que los líderes respondieran a estas cuestiones. Me horroricé tras leer las falacias y rumores que había enviado Emma. A su vez, también estaba preocupada, pues toda la gente de ese grupo eran hermanos y hermanas que acababan de aceptar la obra de Dios en los últimos días. Sin duda, enviar esa clase de mensajes al grupo ocasionaría una perturbación y hasta podría hacer tropezar a gente con una base superficial y sin discernimiento. Me sentía muy inquieta y no sabía por qué hacía eso Emma. Si realmente quería respuestas a sus preguntas, podría haberlas enviado directamente al líder. ¿Por qué difundir estas cosas entre los nuevos creyentes? Enseguida, como había temido, los rumores que Emma había estado difundiendo provocaron confusión y perturbación dentro de la iglesia e influyeron sobre algunos hermanos y hermanas, con lo que estos desarrollaron prejuicios hacia los líderes y diáconos y se sentían reticentes. Una líder del grupo me preguntó: “¿Son ciertas las cosas que dijo Emma?”. Ante esta situación, me sentí aún más preocupada. Por ello, me apresuré a buscar a Emma para preguntarle de dónde provenían tales rumores. Emma me respondió: “Yo no planteé esas preguntas. Solo quiero que los líderes celebren una reunión para responderlas”. Volví a preguntarle quién le había enviado esos rumores, pero Emma guardó silencio. Denuncié este asunto ante la líder, quien también quiso saber exactamente quién había planteado esas preguntas para resolver rápidamente el problema de raíz. Sin embargo, Emma no le dijo nada. Luego, tras investigarlo, se descubrió que ningún otro hermano o hermana había planteado estas preguntas, y que era la propia Emma la que tenía nociones sobre la obra de Dios. Recabó rumores de internet y los formuló en forma de preguntas, pero se negaba a admitirlo. Cuando la líder supo la verdad del asunto, enseguida organizó una reunión y habló en respuesta a cada uno de los rumores y las falacias de Emma, con lo cual les dio discernimiento a los hermanos y hermanas acerca de lo afirmado por ella. No obstante, la propia Emma no tenía conciencia ni arrepentimiento respecto a sus actos.
Tras este incidente, la líder me preguntó: “¿Qué harás si Emma no es una persona correcta? ¿Sabrás tratarla según los principios verdad?”. Ante las preguntas de la líder, no supe qué contestar. Después, la líder y yo leímos juntas un pasaje de la palabra de Dios: “¿Según qué principio piden las palabras de Dios que la gente trate a los demás? Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia. Ese es el principio al que hay que atenerse. Dios ama a los que buscan la verdad y son capaces de seguir Su voluntad; esas son también las personas a las que debemos amar. Aquellos que no son capaces de seguir la voluntad de Dios, que lo odian y se rebelan contra Él, son personas despreciadas por Dios, y nosotros también debemos despreciarlas. Esto es lo que Dios pide del hombre. […] Durante la Era de la Gracia, el Señor Jesús dijo: ‘¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?’ ‘Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’. Estas palabras ya existían en la Era de la Gracia, y ahora las palabras de Dios son incluso más claras: ‘Ama lo que Dios ama, y odia lo que Dios odia’. Estas palabras van directas al grano, pero las personas a menudo son incapaces de captar su verdadero sentido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo reconociendo las propias opiniones equivocadas puede uno transformarse realmente). Tras leer las palabras de Dios, entendí Su voluntad un poco mejor. Dios nos exige que tratemos a la gente según los principios, y debemos amar lo que Dios ama y odiar lo que Dios odia. En toda cuestión de principios, y sea quien sea, debemos tratarla según las palabras de Dios: “Ama lo que Dios ama y odia lo que Dios odia”. Emma había estado difundiendo adrede estos rumores y falacias que provocaron en la gente nociones y malentendidos acerca de Dios y confusión sobre Su obra. Esto perturbó la vida de iglesia, lo que por naturaleza es hacer el mal. Dios aborrece a los malhechores. La gente debe estar de parte de Él, rechazar a los malhechores y detener sus acciones malvadas para que no perturben continuamente a los demás cuando se reúnan normalmente y lean la palabra de Dios. Una vez entendido esto, le dije a la líder: “Aunque me cuesta admitir que Emma cometiera el mal, es una realidad. No me dejaré perturbar ni limitar por ella. La trataré según los principios otorgados por Dios. Si la iglesia decide aislarla, yo dejaré de lado mis sentimientos hacia ella y no culparé a Dios”. La líder me contestó: “En este tipo de situación, para que Emma no continúe engañando a los hermanos y hermanas, la iglesia ha decidido aislarla para que pueda hacer introspección”. Aunque me preocupaba la difícil situación de Emma, también sabía que ella había actuado como sierva de Satanás al interrumpir y perturbar la vida de la iglesia y que lo dispuesto por la líder era para proteger a los hermanos y hermanas de ser engañados o perturbados por rumores y falacias, por lo que no dije nada más. Días después, Emma vino a verme y me dijo que le preocupaba que la echaran del grupo de reunión. Le respondí: “Te has equivocado. Si de verdad quieres resolver estos problemas, puedes planteárselos a la líder y ella puede ayudarte a resolverlos, en vez de difundir esos rumores y falacias entre los hermanos y hermanas y perturbarlos”. Yo quería que Emma se arrepintiera, pero no me respondió. Lo único que dijo fue que no quería que la echaran del grupo y que, si eso sucedía, iba a crear una cuenta falsa con una dirección y datos falsos para volver a ingresar a la iglesia como alguien que estudia el camino verdadero, con lo cual se dispondría que fuera a otra iglesia. Me sorprendieron mucho las palabras de Emma. Ella no tenía ninguna intención de arrepentirse. Hasta quería crear una cuenta falsa para infiltrarse en la iglesia con el fin de perturbar y sabotear. ¿No era una simple sierva de Satanás? Las acciones de Emma también demostraban que no era honesta. Planeaba engañar a los hermanos, las hermanas y a la iglesia. En ese momento, me acordé de la responsabilidad del diácono de riego: “En cuanto descubra un problema ha de abordarlo inmediatamente buscando la verdad; debe resolver los problemas importantes hablando con los líderes de la iglesia. No ha de ocultar los hechos reales” (Organización del trabajo). Me pareció que, como diaconisa de riego, tenía que respetar los principios verdad y proteger a mis hermanos y hermanas de perturbaciones y engaños. Por tanto, se lo conté a la líder y le envié capturas de pantalla de nuestra charla. Pero luego pensé en que Emma fue la primera en compartir el evangelio conmigo y que éramos amigas, así que le pregunté a la líder si sería posible dejar a Emma en el grupo. Así no solicitaría una cuenta falsa para perturbar otras iglesias. La líder me contestó: “Si no hace el mal ni perturba, puede quedarse. No obstante, ahora mismo no comprende sus malas acciones ni la perturbación que ocasionó. Aún desea mentir, engañar y colarse en otra iglesia. Esto demuestra que no se ha arrepentido. Si realmente tiene la esencia de una malhechora, no se arrepentirá y transformará ni dejará de hacer el mal”. Las palabras de la líder fueron una advertencia para mí, y fue entonces cuando me percaté de que yo actuaba desde las emociones al querer mantener a Emma en la iglesia. Emma no se conocía a sí misma. Podría hacer el mal y perturbar la iglesia en cualquier momento. No me regiría por los principios al defender a Emma.
Más tarde, la líder investigó y descubrió que cuando Emma tenía nociones, no buscaba la verdad para resolverlas. En cambio, aprovechaba las cosas adrede para atacar a Dios, tergiversaba los hechos, difundía rumores y falacias y engañaba a los hermanos y hermanas para que tuvieran nociones sobre la obra de Dios. Además, solía alegar en las reuniones que los líderes y jefes de grupo no estaban a la altura de su trabajo para socavar el optimismo del cumplimiento de su deber, con lo que estaban negativos, cosa que afectaba a sus resultados en el deber. Los actos de Emma perturbaban gravemente la iglesia y ella no se arrepentía, así que, en efecto, era una malhechora. Al final, la iglesia expulsó a Emma según los principios de remoción de personas y yo dejé de protegerla. Sin embargo, lo que pasó después me dejó sumida en el dolor.
Una mañana, Emma de pronto me envió un mensaje donde me preguntaba por qué le estaba haciendo eso, y decía que yo había destruido su confianza en mí, y que por mi culpa la situación se había vuelto tan terrible. Más tarde me di cuenta de que ella estaba enojada a causa del asunto de la cuenta falsa. El contenido de las capturas de pantalla que yo le había enviado a la líder estaba en el idioma local, que esta no entendía, así que le pidió a otra hermana que tradujera la conversación. Sin embargo, esta hermana casualmente era amiga de Emma, y se lo contó todo. Por eso, Emma me enviaba mensajes con los que me cuestionaba al respecto. Lloré en varias ocasiones esa mañana. Creía que mi amistad con Emma estaba a punto de acabarse. Me puse a rememorar los momentos que había pasado con ella. Emma me ayudaba a que me le ocurrieran ideas cuando tenía dificultades y solíamos compartir nuestros pensamientos entre nosotras… Pero ahora yo no sabía cómo enfrentarme a Emma. No podía sosegar mi corazón. Ni siquiera podía concentrarme lo bastante como para celebrar reuniones. No dejaba de culparme: “¿De verdad lo hice todo fatal? Tal vez haya un modo mejor de evitar que consiga una cuenta falsa y perturbe la iglesia”. Comencé a dudar de si mi decisión fue la correcta. Estaba muy perturbada. Llegué a querer desactivar mi cuenta, evitar a mis hermanos y hermanas y huir de todo, pero sabía que no podía renunciar al deber, que no debía eludir los problemas y sí buscar activamente soluciones. Así pues, le conté mi estado a la líder. La líder me envió un pasaje de la palabra de Dios: “Debes entrar desde la positividad, ser activo y no pasivo. Deberás ser impasible ante todo y todos, en todas las situaciones, y no debes ser influenciado por las palabras de nadie. Debes tener un carácter estable, sin importar lo que las personas pudieran decir, pondrás inmediatamente en práctica lo que sabes que es la verdad. Siempre debes tener Mis palabras obrando dentro de ti, independientemente de a quién te estés enfrentando; debes poder permanecer firme en tu testimonio de Mí y mostrar consideración por Mis cargas. No puedes estar de acuerdo a ciegas con los demás sin tener tus propias ideas. En cambio, debes tener el valor para ponerte de pie y objetar las cosas que no concuerdan con la verdad. Si claramente sabes que algo está mal, pero careces del valor para ponerlo en evidencia, entonces no eres alguien que practique la verdad. Quieres decir algo, pero no te atreves a soltarlo, así que te andas con rodeos y entonces cambias de tema; Satanás está dentro de ti y te retiene, lo que hace que hables sin ningún efecto y que no puedas perseverar hasta el final. Todavía llevas miedo en tu corazón, ¿no se debe a que tu corazón todavía lleno de las ideas de Satanás?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 12). Tras leer la palabra de Dios, la líder compartió conmigo: “Las palabras de Dios son muy claras. Si descubres algo que perjudica el trabajo de la iglesia y a tus hermanos y hermanas, o si hay alguna perturbación de parte de Satanás, debes plantarte y tener el valor de exponerlo, pararlo y defender el trabajo de la iglesia. Esta es la única clase de persona que practica la verdad. Si sabemos que algo está mal, pero, pese a ello, nos limitan nuestras emociones, tememos romper relaciones con otra gente y no somos capaces de respetar los principios verdad, entonces estamos de parte de Satanás, lo cual se opone a la voluntad de Dios. Descubriste que tu amiga difundía falacias, la dejaste al descubierto y la paraste, con lo que protegiste a tus hermanos y hermanas de los daños. Tomaste la decisión correcta y no has de culparte ni estar triste”. Después de leer la palabra de Dios y de escuchar la enseñanza de la hermana, comprendí que mi estatura todavía era demasiado pequeña y me faltaba discernimiento. Claramente, había actuado según los principios, pero cuando Emma se quejó y me acusó a mí, eso me conmovió, y dudaba si yo estaba equivocada. Ahora sé que mi decisión y mi práctica fueron las correctas. En cuestiones del trabajo de la iglesia y de la vida de mis hermanos y hermanas, debo tener principios y adoptar una postura firme. Debía aprender a discernir lo correcto de lo incorrecto y a no dejarme limitar por las emociones.
Tras entender la voluntad de Dios, me tranquilicé y me centré en el deber. Pero ahí no acababan las cosas. De repente, Emma me envió otro mensaje: “Me han sacado del grupo. ¿Ya estás contenta? Todo gracias a ti. ¡Muchas gracias!”. Había ironía y sarcasmo en esas palabras. No supe qué contestarle durante un rato. Supe que nuestra amistad se había acabado en aquel momento y estaba muy triste. Teníamos una relación buenísima y ella fue quien me predicó el evangelio, pero ahora yo he denunciado su problema a la líder. ¿No la he traicionado? ¿Qué opinará de mí? ¿Qué hago? ¿Debería pedirle disculpas? ¿Quebré su confianza en mí? ¿Acaso no valoré nuestra amistad? ¿Hice realmente lo correcto? Perdida en la confusión y el dolor, leí un pasaje de las palabras de Dios: “El comportamiento que no puede obedecerme de manera absoluta es traición. El comportamiento que no me puede ser leal es traición. Engañarme y usar mentiras para embaucarme es traición. El estar llenos de nociones y esparcirlas por todos lados es traición. No poder defender Mis testimonios e intereses es traición. Fingir una sonrisa cuando se está lejos de Mí en el corazón es traición. Todos estos son actos de traición de los que siempre habéis sido capaces y también son comunes entre vosotros. Puede que ninguno de vosotros piense que esto es un problema, pero eso no es lo que Yo pienso. No puedo tratar la traición hacia Mí como un asunto sin importancia, y, ciertamente, no lo puedo ignorar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Un problema muy serio: la traición (1)). Tras leer la palabra de Dios, tuve esclarecimiento. Siempre pensé que fui yo quien había traicionado a mi amiga. ¿Por qué no pensé en si mis opiniones y mi conducta están en consonancia con la verdad o si traiciono a Dios? No debería preocuparme solamente por los sentimientos de mi amiga e ignorar la actitud de Dios. Las palabras de Dios son muy claras: “No poder defender Mis testimonios e intereses es traición”. Emma difundió nociones sobre la obra de Dios, engañó a los hermanos y hermanas y perturbó la vida de iglesia. Además, quería crear una cuenta falsa para engañar a otra gente. Todos estos son actos de Satanás y echan abajo el trabajo de la iglesia. Si hubiera optado por ponerme de parte de Emma y no practicar la verdad, eso habría sido ponerme de parte de Satanás ¡y traicionar a Dios! También recordé las palabras de Dios: “Sé leal a Mí pase lo que pase, y avanza con valentía; ¡Yo soy tu fuerte roca, así que confía en Mí!” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Declaraciones de Cristo en el principio, Capítulo 10). Debía orar sinceramente a Dios y confiar en Él, y creer que Dios me guiaría para que distinguiera lo correcto de lo incorrecto, aprendiera a discernir cómo es la gente, e impediría que perdiera mis principios y mi postura en este asunto.
Más tarde, me pregunté: “Cuando descubrí que Emma estaba haciendo algo malo, lo denuncié a la líder. Esto fue claramente para salvaguardar el trabajo de la iglesia. ¿Por qué siento siempre lástima de Emma?”. Posteriormente, fue la palabra de Dios la que dio respuesta a mi pregunta. Las palabras de Dios dicen: “Si no tienes una relación normal con Dios, entonces no importa lo que hagas para mantener tus relaciones con otras personas, no importa qué tan duro trabajes o cuánta energía inviertas, todo esto se corresponderá con una filosofía humana de vida. Estarás protegiendo tu posición entre las personas y logrando su elogio a través de perspectivas y filosofías humanas, en lugar de establecer relaciones interpersonales normales de acuerdo con la palabra de Dios. Si no te centras en tus relaciones con las personas y, en cambio, mantienes una relación normal con Dios, si estás dispuesto a darle tu corazón a Dios y a aprender a obedecerle, entonces, de manera natural, tus relaciones interpersonales serán normales. […] Las relaciones interpersonales normales se establecen sobre el fundamento de volver nuestro corazón a Dios, no por medio del esfuerzo humano. Si Dios está ausente en el corazón de una persona, sus relaciones con los demás son solamente relaciones carnales. No son normales, son complacencias lujuriosas, y Dios las odia y aborrece” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Es muy importante establecer una relación normal con Dios). “En todo lo que hagas y digas, sé capaz de enderezar tu corazón y sé justo en tus acciones y no te dejes llevar por tus emociones ni actúes conforme a tu propia voluntad. Estos son principios por los cuales los que creen en Dios deben conducirse” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo es tu relación con Dios?). Con la palabra de Dios, comprendí que me importaba demasiado proteger mi relación con los demás y que había descuidado mi relación normal con Dios y vivía inmersa en las emociones carnales. El caso es que se conserva la relación con otras personas solo para preservar los intereses, la imagen y el estatus propios. Todas estas cosas derivan de la carne. Además, está viciado por las emociones y las intenciones personales y no es conforme a los principios verdad. Me di cuenta de que en esta cuestión me dejé llevar por Emma y no tenía ninguna postura porque me limitaban las emociones, por lo que no podía hacer lo correcto. No pensaba sino en conservar la amistad, mi imagen y mi lugar en el corazón de la gente; en consecuencia, estaba atrapada en las emociones, así que no podía tratar a la gente según los principios verdad, ni mucho menos tener en cuenta los intereses de la iglesia. Hasta quise dejar el deber, alejarme de los hermanos y hermanas y traicionar a Dios. Fue entonces cuando descubrí que las emociones son egoístas. Con ellas, Satanás controla a la gente de manera que esta traiciona la verdad y a Dios. También comprendí que, en realidad, cuando Emma me predicó el evangelio y me invitó a la reunión, estas fueron las disposiciones soberanas de Dios. Yo debería haberle estado agradecida a Dios, no a Emma. Entendidas estas cosas, me sentí muy aliviada y mucho menos atormentada.
Luego, en una reunión, leí un pasaje de la palabra de Dios que me permitió ver más claramente la esencia naturaleza de Emma. Las palabras de Dios dicen: “Aquellos entre los hermanos y hermanas que siempre están dando rienda suelta a su negatividad son lacayos de Satanás y perturban a la iglesia. Tales personas deben ser expulsadas y descartadas un día. En su creencia en Dios, si las personas no tienen un corazón temeroso de Dios, si no tienen un corazón obediente a Dios, entonces no solo no podrán hacer ninguna obra para Él, sino que, por el contrario, se convertirán en quienes perturban Su obra y lo desafían. Creer en Dios, pero no obedecerlo ni temerlo y, más bien, resistirse a Él, es la mayor desgracia para un creyente. Si los creyentes son tan casuales y desenfrenados en sus palabras y su conducta como lo son los incrédulos, entonces son todavía más malvados que los incrédulos; son demonios arquetípicos. Aquellos que dan rienda suelta a su conversación venenosa y maliciosa dentro de la iglesia, que difunden rumores, fomentan la desarmonía y forman grupitos entre los hermanos y hermanas deben ser expulsados de la iglesia. Sin embargo, como esta es una era diferente de la obra de Dios, estas personas son restringidas, pues sin duda serán descartadas. Todos los que han sido corrompidos por Satanás tienen un carácter corrupto. Algunos no tienen nada más que un carácter corrupto, mientras que otros son diferentes: no solo tienen un carácter satánico corrupto, sino que su naturaleza también es extremadamente maliciosa. No solo sus palabras y acciones revelan su carácter corrupto y satánico; además, estas personas son el auténtico diablo Satanás. Su comportamiento interrumpe y perturba la obra de Dios, perturba la entrada en la vida de los hermanos y hermanas y daña la vida normal de la iglesia. Tarde o temprano, estos lobos con piel de oveja deben ser descartados; debe adoptarse una actitud despiadada, una actitud de rechazo hacia estos lacayos de Satanás. Solo esto es estar del lado de Dios y aquellos que no lo hagan se están revolcando en el fango con Satanás” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Este pasaje es una advertencia de Dios para la gente. Entiendo que los que no practican la verdad, los que siempre difunden rumores y siembran la discordia son gente que se rebela contra Dios y se resiste a Él. Esa gente no es el pueblo escogido de Dios, sino siervos de Satanás y malhechores. Todo lo que hacen es hostil a Dios, y según las reglas de la iglesia, hay que expulsar a dichas personas. ¡Gracias a Dios! Ahora mi corazón está iluminado y tengo discernimiento. Por su forma de actuar, Emma sin duda es una malhechora. También recordé que en “Principios del trato al prójimo en función de su esencia” se señala: “(4) Siempre que se confirme que alguien es, en esencia, una persona malvada, un espíritu maligno, un anticristo o un no creyente, hay que echar o expulsar a esa persona, tal como lo establece la iglesia. (5) Entre los no creyentes se hallan los falsos, que con frecuencia manifiestan opiniones equivocadas, albergan nociones de Dios y están a la defensiva contra Él. Hay que echarlos o expulsarlos” (Los 170 principios de la práctica de la verdad, 132. Principios del trato al prójimo en función de su esencia). Según los principios, hay que echar a los malhechores de la iglesia para que no provoquen perturbaciones en ella, de modo que nadie se vea perturbado cuando se reúna o cumpla con el deber. También entendí que Dios permite que los malhechores perturben la iglesia para que Sus escogidos puedan comprender la verdad, aprendan a discernir cómo es la gente y la traten de acuerdo con Su palabra. A su vez, con ello podemos conocer nuestra auténtica estatura y aprender a practicar la verdad y a salvaguardar los intereses de la iglesia. Al comprender estas cosas, le estaba agradecida a Dios. Sin la protección de Dios y la guía de Sus palabras, aún me limitarían las emociones, hablaría a favor de una malhechora y me dejaría engañar por Emma. ¡Eso es muy peligroso! Una vez que reconocí estas cosas, ya no me preocupaba esta cuestión y sentía muchísima liberación.
Después, Emma contactó conmigo varias veces, pero yo ya no me dejé influir ni perturbar por ella. Tras atravesar esta experiencia, estaba sumamente agradecida a Dios. Dios fue quien me guio para que comprendiera algunas verdades y adquiriera discernimiento, y desechara las limitaciones de las emociones. La verdad es muy importante para la gente. Solo cuando consideramos a las personas y cuestiones según la verdad podemos tener principios y no dejarnos engañar y utilizar por Satanás. ¡Gracias a Dios!
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