Disfruté de un rico banquete
El 25 y 26 de junio de 2013 fueron días inolvidables. Nuestra región experimentó un suceso enorme, en el que la mayoría de los líderes y colaboradores de la región fueron tomados por el gran dragón rojo. Sólo unos cuantos salimos ilesos y, con el corazón lleno de gratitud, hice un juramento secreto a Dios: cooperar de buena manera con el trabajo que teníamos por delante. Posteriormente, comenzamos con la agitada tarea de lidiar con las consecuencias. Y después de casi un mes, los arreglos ya estaban casi terminados. Ese mes fue muy caluroso, y si bien sufría físicamente, mi corazón estaba alegre porque el trabajo avanzaba sin problemas justo delante de las narices del gran dragón rojo. Cuando la tarea quedó terminada, inconscientemente me encontré en un estado de autosatisfacción y pensaba lo inteligente que había sido al organizar el trabajo tan bien. ¡Qué trabajadora tan capaz era yo! Y fue en este momento que Dios hizo caer Su castigo y Su juicio sobre mí…
Una noche, varias de las hermanas estábamos charlando. Una hermana sugirió que yo les escribiera a XX y a XX, me asignó algunas tareas y agregó una oración final: “No corras de un lado al otro; ahora es momento de esconderse y de llevar a cabo tus devociones espirituales. Enfócate en las devociones espirituales y entra a la vida”. Tan pronto escuché esas palabras, mi corazón las rechazó: tengo que escribir cartas, tengo que trabajar. ¿Dónde está el tiempo para las devociones espirituales? Tú eres una persona recién llegada; yo soy de aquí, te estoy protegiendo al no dejarte salir e ir a trabajar, ¿y tú me criticas? Si yo me sentara en mi casa a hacer devociones espirituales todo el día como lo haces tú, ¿quién iría a hacer el trabajo? Hay que tener en cuenta la carga del trabajo cuando se asignan las tareas y se debe tener en cuenta la situación antes de podarme… A la mañana siguiente, todos estaban comiendo, bebiendo y comunicando las palabras de Dios, pero yo estaba distraída, sin disfrutar de comer y beber. Todas las hermanas hablaban de su comprensión de las palabras de Dios, mientras yo permanecía en silencio. Esa hermana luego me preguntó: “¿Por qué no hablas?”. Le contesté malhumoradamente: “No tengo ningún entendimiento”. La hermana continuó: “Veo que no estás en un buen estado”. Le contesté sin pensar: “No he notado ningún problema”. Pero, en realidad, mis pensamientos estaban a punto de explotar. Finalmente, no pude contenerlos por mucho tiempo más y le dije lo que me había estado molestando. Esa hermana escuchó y reconoció de inmediato que ella había sido impertinente y que no debería haberme asignado tareas como ella quería. Pero eso no fue suficiente para que yo dejara de lado mi resistencia; al contrario, sentí que mi trabajo durante este período había sido poner la verdad en práctica, y que ella no debería haber dicho que yo no estaba en un buen estado. ¿Qué pensarían los líderes distritales que estaban cerca de nosotras? Luego la hermana continuó hablando: “Me preocupa que si sólo trabajas sin tener tiempo para tu propia entrada vayas a degenerarte…”. Cuánto más hablaba ella, más me oponía y pensaba: ¿Me llamas degenerada? ¡Creo que estoy en un muy buen estado, no voy a degenerarme! Simplemente no estaba de acuerdo con su comunicación. Después del desayuno, salí a trabajar, estaba molesta y pensaba: Dejaré de ser líder, haré algunas tareas rutinarias y terminaré con todo esto. Si ella dice que soy degenerada y que no tengo entrada en la vida, ¿cómo puedo entonces liderar a otras personas? Cuánto más pensaba al respecto, más decaía mi espíritu, y pensaba: Cuando termine estas tareas, renunciaré. Entonces sentí todo el cuerpo débil, como si estuviese enferma. Me di cuenta de que mi estado estaba mal. Al regresar a casa, me presenté delante de Dios y oré: “Dios Todopoderoso, he sido muy arrogante y testaruda, no he amado la verdad, no fui capaz de aceptar Tu castigo ni Tu juicio, Tu trato ni Tu poda. Espero que puedas ayudarme y que protejas mi corazón y mi espíritu, que me hagas capaz de someterme a Tu obra, examinarme con sinceridad y tener un verdadero conocimiento de mí misma”. Más tarde, vi las siguientes palabras: “La clave para la autorreflexión y el conocimiento de ti mismo es esta: cuanto más sientas que en ciertas áreas has hecho bien o has hecho lo correcto, y más creas que puedes satisfacer la voluntad de Dios o que eres digno de jactarte en ciertas áreas, entonces más vale la pena que te conozcas en esas áreas y que profundices en ellas para ver qué impurezas existen en ti, así como qué cosas en ti no pueden satisfacer la voluntad de Dios. […] Esta historia sobre Pablo sirve como una advertencia para todos los que creen en Dios, y es que cada vez que sintamos que lo hemos hecho especialmente bien o creamos que estamos especialmente dotados en algún aspecto o pensemos que no necesitamos cambiar ni ser tratados en algún aspecto, debemos esforzarnos por reflexionar y conocernos mejor en ese aspecto; esto es crucial. Esto se debe a que ciertamente no has desenterrado, prestado atención ni analizado minuciosamente los aspectos de ti mismo que crees buenos, para ver si realmente contienen o no algo que resista a Dios” (‘Sólo reconociendo tus opiniones equivocadas puedes conocerte a ti mismo’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios reflejaron mi corazón como en un espejo luminoso. Dios requiere que nos conozcamos a nosotros mismos al comprender dónde creemos que hacemos bien las cosas, dónde creemos que hacemos lo correcto y requiere que nos conozcamos más a nosotros mismos en aquellos aspectos que pensamos que no necesitamos tratar. Al pensar en ese tiempo, veo que estaba llevando una carga. Mi trabajo estaba mostrando resultados y estaba manejando bien muchas tareas importantes, y creía que estaba poniendo en práctica la verdad, que estas eran las entradas positivas y activas y que mi estado era muy bueno; así que no me presenté delante de Dios ni me examiné. Hoy, gracias al esclarecimiento de las palabras de Dios, me doy cuenta de que en ese tiempo estaba haciendo bien mi tarea, pero que mi naturaleza arrogante estaba desenfrenada. Creía que el resultado de mi trabajo se debía a mis esfuerzos, que era una trabajadora capaz. Estaba completamente satisfecha conmigo misma. En realidad, cuando recuerdo ese tiempo ahora, me doy cuenta de que sólo estaba trabajando, haciendo lo que era capaz de hacer bajo el liderazgo y la protección del Espíritu Santo, pero que no buscaba la verdad mientras lo hacía. No tenía entrada en la vida y, durante un tiempo, no tuve conocimiento de mí misma, no tuve conocimiento de Dios y mi experiencia en la obra de Dios no me daba un entendimiento más claro sobre ningún aspecto de la verdad. Al contrario, me volví arrogante al punto de no escuchar a nadie y le robaba la gloria a Dios por mi pequeña participación en Su gran obra. ¡El carácter satánico que revelé de esa forma fue suficiente para que Él me etiquetara como una pecadora! Pero a través de esa hermana, Dios me recordó hoy que me enfocara en las devociones espirituales, que evitara la degeneración. Sin embargo, seguí sin aceptarlo. Verdaderamente no sabía distinguir el bien del mal y era muy ignorante de mí misma. Al mismo tiempo, sentía que me encontraba en un terrible estado. Si Dios no hubiese levantado a esa hermana para que señalara mi estado e hiciera que regresara rápidamente a Él, habría seguido viviendo en la degeneración, ignorando que había perdido la obra del Espíritu Santo, y, finalmente, habría cometido algunas ofensas graves contra Dios. Me temo que entonces habría sido demasiado tarde para arrepentirme. En ese momento, me di cuenta de la enorme necesidad que tenía el juicio de Dios y de ser tratada para estar protegida en el camino a seguir. Aunque, cuando el juicio y el castigo, la poda y el trato se acercaban, sentí que había sido desprestigiada y que esta era una dificultad, esta era la salvación de Dios. Estaba dispuesta a aceptar más de esta clase de obra proveniente de Dios.
Después de experimentar ese juicio y castigo, mi estado cambió. Mi conducta y mi comportamiento se volvieron más discretos, y entendí un poco sobre la obra de Dios, una obra incompatible con los conceptos del hombre. Pero pronto, gracias a otra revelación de Dios, volví a ver que mi conocimiento era muy superficial. A principios de agosto, me promovieron para trabajar en la región. En ese momento, estaba muy animada e hice un juramento en secreto: Dios, gracias por Tu elevación que me diste y por darme tan importante encargo. No quiero fallar a Tu confianza en mí, y quiero hacer todo lo que esté a mi alcance, y espero que me guíes y me dirijas. Y, así, me lancé a una agenda de trabajo ocupada. Cada día me enfrentaba a los muchos problemas que los hermanos y hermanas habían planteado y a los cuales tenía que responder y proporcionar orientación a cada uno de ellos. A menudo me quedaba despierta hasta el amanecer, pero estaba alegre de hacerlo. A veces me enfrentaba a una situación que no entendía o que no era clara, y oraba a Dios y veía Su liderazgo y Su guía, y el trabajo se desarrollaba sin problemas. E, inconscientemente, me volví arrogante otra vez, y pensaba: Soy bastante buena; soy una trabajadora capaz. Cierto día, me encontré con varias dificultades. Así que oré y reflexioné sobre cómo aclarar mi mente, y, luego, vi cada vez con mayor claridad cómo organizar y manejar este trabajo. Así que le escribí a mi líder para hacerle una sugerencia y preguntarle si era factible o no. Mientras escribía la carta pensé que la líder seguramente iba a pensar que yo había asumido una carga y que era una trabajadora capaz. Esperé la respuesta con la esperanza de recibir su elogio. Unos días después, me alegré al recibir la respuesta, pero al abrir la carta y leerla me afligí. La líder no sólo no me había elogiado, sino que la respuesta estaba llena de trato y de poda para mí, y decía: “¡No tienes principios para hacer esto, y si continúas de esta manera vas a interrumpir la obra de Dios! Si los líderes de base pueden manejar su propio trabajo, déjalos; si no, tan sólo hazte a un lado. Deberías realizar con urgencia devociones espirituales y escribir artículos…”. En ese momento, estaba obsesionada con lo correcto y lo incorrecto y sentía que me habían maltratado: “¿Qué clase de líder es esta que no soluciona los problemas de los subordinados? Ha ocurrido un incidente en nuestra región, todo nuestro trabajo se ha desordenado: ¿No necesitamos acaso un poco de organización? Si los líderes de base manejan su propio trabajo, ¿qué sucederá con todas estas cartas?”. Fallé por completo en examinarme y estaba tan disgustada que me quejé con la hermana anfitriona e incluso pensé: Voy a renunciar; si no lo hago, soy una interrupción; he estado trabajando muy duro y sigo siendo una interrupción. ¿De qué vale? Al día siguiente me puse delante de Dios y examiné lo que yo había revelado, pensando en lo que dicen los sermones acerca de que el rechazo a ser tratado y podado mostraba un fracaso para amar la verdad, y que las personas que no aman la verdad tienen una naturaleza mala. Así que deliberadamente leí “El principio de aceptar ser podado y tratado”. Vi que las palabras de Dios decían: “Algunas personas se vuelven pasivas después de ser podadas y tratadas; pierden toda la energía para llevar a cabo sus deberes y acaban perdiendo su lealtad también. ¿Por qué ocurre esto? Se debe, en parte, a su falta de conciencia de la esencia de sus acciones, y esto lleva a que sean incapaces de aceptar ser podadas y tratadas. También se debe, en parte, a que todavía no entienden el significado de ser podadas y tratadas. Todas las personas creen que ser podadas y tratadas significa que su resultado ha sido determinado. Como consecuencia, creen equivocadamente que, si poseen cierta lealtad hacia Dios, entonces no deberían ser tratadas y podadas; y que si son tratadas, entonces esto no es un indicador del amor y la justicia de Dios. Este malentendido hace que muchas personas no se atrevan a ser ‘leales’ a Dios. En realidad, al fin y al cabo se debe a que son demasiado embusteras; no quieren sufrir dificultades. Simplemente quieren obtener bendiciones de una manera fácil. Las personas no son conscientes de la justicia de Dios. No es que Él no haya hecho nada justo o que no esté haciendo nada justo; es simplemente que las personas nunca creen que lo que Dios hace sea justo. A los ojos humanos, si la obra de Dios no se ajusta a los deseos humanos o si no se ajusta a lo que ellos esperaban, entonces Él no debe ser justo. Sin embargo, las personas jamás saben que sus acciones son inapropiadas y que no se ajustan a la verdad, ni se dan cuentas de que sus acciones se resisten a Dios” (‘Las implicaciones de que Dios determine el desenlace de las personas según su desempeño’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). Las palabras de Dios dejaron expuesta mi realidad interna. No aceptaba ser podada ni tratada porque no conocía la naturaleza de lo que hacía. Pensaba que no había nada malo en lo que hacía, pero mi trabajo y el cumplimiento de mi deber hacía tiempo que se habían desviado de las arreglos de la obra; sin embargo, yo pensaba que estaba mostrando una lealtad completa. Recordé cómo lo que dice en los arreglos de la obra, que los líderes y los colaboradores deben hacerse cargo de la obra fundamental y crucial. No obstante, mi punto de vista era que todas las preguntas que venían de abajo tenían que recibir guía y respuesta, sin importar cuán grande fuera el asunto. Sólo podía calmarme y realizar las devociones espirituales si los problemas se manejaban. Al enfrentar los hechos, vi que no me había sometido absoluta e incondicionalmente a los arreglos de la obra. Tenía demasiadas preocupaciones que no podía dejar y era arrogante al punto de no tener razón. Dios estaba usando a la líder para tratar con las cosas en mi interior que no estaban alineadas con la voluntad de Dios, de modo que pudiera conocer mi naturaleza de oponerme y traicionar a Dios y Su voluntad: ahora el entorno es adverso. Las devociones espirituales y las autoevaluaciones deberían ser lo principal, y no debería enfocarme sólo en el trabajo. Pero, no me di cuenta de que la naturaleza de mis actos iba en contra de los arreglos de la obra e iba en contra de Dios y se resistía a Él. Estaba obsesionada con lo correcto y lo incorrecto. Fallé en entender el espíritu, fallé en entender la obra de Dios. Luego, volví a recordar estas palabras que vienen en un sermón: “No importa qué persona, qué líder, qué colaborador trate conmigo y me pode; no importa si coincide por completo con los hechos. Siempre y cuando coincida de forma parcial con los hechos, lo acepto y obedezco; siempre y cuando coincida de forma parcial con los hechos, lo acepto por completo. No pongo excusas delante de otras personas ni digo que acepto una parte, pero no el resto, y no pongo excusas. Estas son las expresiones de alguien que se somete a la obra de Dios. Si no te sometes de esta manera a las palabras y a la obra de Dios, te será difícil obtener la verdad, y te será difícil entrar en la realidad de las palabras de Dios” (‘Cómo debes comer y beber las palabras de Dios para lograr resultados’ en “Sermones y enseñanzas sobre la entrada a la vida I”). Sí, aún si las palabras de la líder no coincidían por completo con mi situación, yo debía someterme a ellas y aceptarlas. Y, en cualquier caso, hacía tiempo que el cumplimiento de mi deber iba en contra de los arreglos de la obra. ¿No debería haberme sometido, aceptado y cambiado más rápidamente? Luego, cuando había mejorado un poco y me había calmado para participar en devociones espirituales, para practicar la escritura de artículos, vi que Dios mismo estaba protegiendo la obra de Dios, y que todo se desarrollaba de forma normal, sin retraso.
Estos dos momentos de castigo y juicio, de ser podada y tratada, fueron dificultades, pero me dejaron un mayor entendimiento de mí misma y cambiaron rápidamente mi estado. Posteriormente, vi que las palabras de Dios decían: “Su esencia es buena. Él es la expresión de toda la belleza y bondad, así como de todo el amor” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La esencia de Cristo es la obediencia a la voluntad del Padre celestial). “Él te maldice para que puedas amarlo y para que puedas conocer la esencia de la carne; te castiga con el propósito de que despiertes, para permitirte que conozcas las deficiencias que hay dentro de ti y para que conozcas la indignidad absoluta del hombre. Por tanto, las maldiciones de Dios, Su juicio y Su majestad e ira, todo ello es con el fin de perfeccionar al hombre. Todo lo que Dios hace en la actualidad y el carácter justo que hace evidente dentro de vosotros, todo es con el fin de perfeccionar al hombre. Tal es el amor de Dios” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Solo al experimentar pruebas dolorosas puedes conocer la hermosura de Dios). No pude evitar suspirar: Sí, Dios es la expresión de toda la belleza y la bondad, Su esencia es belleza y bondad, Su esencia es amor, así que todo lo que viene de parte de Dios es bueno y bello, ya sea juicio, ya sea castigo, o si las personas, los acontecimientos o las cosas a nuestro alrededor son utilizados para podarnos o tratar con nosotros, eso se puede sentir como una dificultad o un ataque a la carne del hombre, pero lo que Dios hace es en beneficio de nuestra vida; es salvación y amor. Pero yo no entendía ni a Dios ni Su obra, y tampoco veía Sus buenas intenciones. Al enfrentarme al juicio y al castigo, a ser podada y tratada, me resistí con abandonar mi deber, incapaz de aceptar esto de parte de Dios, como si la gente me causara problemas. A través de las dos revelaciones de Dios, vi que a pesar de haber bebido y comido de Su palabra durante muchos años, de haber escuchado tantos sermones, mi impulso por rebelarme cuando me enfrentaba al juicio y al castigo, a ser tratada y podada, era poderoso y lo rechazaba por completo. Pude ver que, a pesar de creer en Dios, en todo este tiempo mi carácter no había cambiado, la naturaleza de Satanás estaba profundamente arraigada, una naturaleza de resistencia y traición a Dios. De repente, me di cuenta de que necesitaba el juicio y el castigo, necesitaba ser podada y tratada. Sin esta clase de obra de parte de Dios no hubiera visto mi verdadero rostro, no hubiera tenido un verdadero conocimiento de mí misma, mucho menos me hubiera dado cuenta de cuán profundamente arraigada estaba la naturaleza de Satanás dentro de mí. Sólo ahora comprendo por qué Dios dice que una humanidad depravada es Su enemiga, y que somos descendientes de Satanás… Al contemplar las palabras de Dios, mi corazón se esclareció. Vi cómo Dios planea cuidadosamente que yo experimente Su obra, que entre en la realidad de la verdad, y me lleva hacia el verdadero camino de la vida. Dios me levanta y me trata amablemente. También pude darme cuenta de que todo lo que Dios hace por el hombre es amor. El juicio y el castigo de Dios, la poda y el trato son la necesidad más grande del hombre y la mejor salvación.
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