No estoy capacitado para ver a Cristo
Por Huanbao, provincia de Liaoning Desde que empecé a creer en Dios Todopoderoso, siempre he admirado a esos hermanos y hermanas que...
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A los sesenta años, acepté la obra de Dios de los últimos días. Asistiendo a reuniones y comiendo y bebiendo las palabras de Dios, llegué a comprender que la humanidad fue creada por Dios, que es Dios quien ha guiado, provisto y nutrido a la humanidad hasta el día de hoy y que, en los últimos días, Dios ha venido nuevamente para salvar a la humanidad del pecado y guiar a las personas hacia un hermoso destino. Rebosaba de alegría y sentía que, incluso en mi vejez, ser capaz de venir a la casa de Dios y recibir una salvación tan grande de Su parte ¡era verdaderamente una bendición inmensa! Así que era apasionada en mi búsqueda y, no mucho después, me eligieron líder de grupo y luego líder de iglesia. Sin importar cuántos obstáculos y contratiempos enfrentaba, nunca dejé de hacer mis deberes en estos roles. Creía que, al hacerlo, conseguiría la aprobación de Dios.
En 2022, cumplí setenta y seis años. A medida que envejecía, mi memoria se deterioraba y mis reacciones se hacían más lentas. Un día, estaba montando una bicicleta eléctrica para hacer mi deber. Iba bastante rápido e intenté aminorar la velocidad, pero porque me puse nerviosa y mi cerebro no reaccionó por un momento, accioné ambos frenos a la vez y, tanto la bicicleta como yo, terminamos cayendo desde un pequeño puente a tres o cuatro metros de altura. Afortunadamente, no salí lastimada. En mi corazón estaba claro que era gracias a la protección de Dios. Al día siguiente, me dirigí a una reunión en una casa de acogida a la que solía concurrir, pero de repente se me nubló la mente y no pude recordar cómo llegar allí. Como resultado, me perdí la reunión. El líder de iglesia, por consideración a mi edad y mi seguridad, dispuso que yo organizara las reuniones para los hermanos y hermanas en mi casa y que regara a algunos nuevos fieles que estaban cerca cuando tuviera tiempo. Cuando fue mi turno de organizar reuniones para los nuevos fieles, el líder acordó con una hermana que me llevara. Me sentía un poco descorazonada y pensaba: “Antes, cuando estaba sana, podía salir y hacer mi deber sin ninguna preparación. Ahora, incluso necesito que alguien me lleve a las reuniones. ¿No me he convertido en una carga para la iglesia? Ahora solo hago esta pequeña parte del deber y me pregunto si Dios lo recordará y si aún puedo ser salvada. A medida que envejezca, cada año mi mente estará más confundida. ¿Aún seré capaz de hacer mi deber? Si no puedo hacer mi deber, ¿cómo seré salvada?”. Especialmente cuando fui a reunirme con los nuevos fieles más adelante, vi cuán jóvenes eran, cuán veloces para comprender la verdad y de reacción rápida, mientras que, a veces, después de leer las palabras de Dios, yo de repente me trababa al intentar hablarles y era incapaz de recordar lo que quería compartir. Sentí un escalofrío en el corazón mientras pensaba: “He envejecido de veras y hay muchas áreas en las que no puedo seguir el ritmo”. No mucho después, los dos nuevos fieles que estaba regando tuvieron problemas de seguridad y no podían asistir a las reuniones y, por algunas razones, ya no podía dar acogida en mi casa a los hermanos y hermanas para las reuniones. Al ver que de a poco mis deberes se escurrían uno a uno, me sentí completamente descorazonada: “Ahora no puedo hacer mis deberes para nada. Me he vuelto tan vieja e inútil. ¡Ya no tengo esperanza de salvación!”. Me volví tan negativa que me sentía completamente agotada. Poco después, me enfermé y tosía persistentemente y tenía dificultad para respirar. Aunque fui al médico y mi estado mejoró un poco, pensaba en cómo cada vez envejecía más y cómo mi salud estaba empeorando, y me preguntaba cómo podría seguir haciendo mis deberes. Cuanto más pensaba en ello, peor me ponía y me sentía completamente paralizada. Después de eso, mis oraciones perdieron regularidad, y ya no quería comer y beber las palabras de Dios. En mi tiempo libre, incluso comencé a mirar dramas por televisión. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi estado era incorrecto y me apresuré a orar a Dios: “¡Dios! Ahora que soy vieja y tengo mala salud, siento que no puedo hacer ningún deber y que no tengo esperanza de salvación. Me siento tan negativa que incluso he perdido las ganas de vivir. ¡Dios! Por favor guíame para poder salir de este estado incorrecto”.
Un día, leí un pasaje de las palabras de Dios que era muy relevante para mi estado. Dios dice: “También hay gente anciana entre los hermanos y hermanas, de edades comprendidas entre los 60 y los 80 o 90 años, y que debido a su avanzada edad, también experimentan algunas dificultades. A pesar de su edad, su pensamiento no es necesariamente correcto o racional, y sus ideas y puntos de vista no tienen por qué conformarse a la verdad. Estas personas ancianas también tienen problemas, y siempre se preocupan: ‘Mi salud ya no es buena y los deberes que puedo cumplir son limitados. Si solo cumplo con ese pequeño deber, ¿me recordará Dios? A veces me pongo enfermo y necesito que alguien cuide de mí. Cuando no hay nadie que me cuide, no puedo desempeñar mi deber, entonces ¿qué puedo hacer? Soy viejo y no recuerdo las palabras de Dios cuando las leo, y me resulta difícil entender la verdad. Al comunicar la verdad, hablo de un modo confuso e ilógico, y no tengo ninguna experiencia que merezca ser compartida. Soy viejo y no tengo suficiente energía, mi vista no es muy buena y ya no soy fuerte. Todo me resulta difícil. No solo no puedo cumplir con mi deber, sino que olvido fácilmente las cosas y las confundo. A veces me despisto y causo problemas para la iglesia y para mis hermanos y hermanas. Quiero lograr la salvación y perseguir la verdad, pero es muy complicado. ¿Qué puedo hacer?’. Cuando meditan sobre estas cosas, empiezan a inquietarse, pensando: ‘¿Por qué empecé a creer en Dios a esta edad? ¿Por qué no soy igual que los de 20, 30 o incluso 40 o 50 años? ¿Por qué me he encontrado con la obra de Dios ahora que soy tan viejo? No es que mi sino sea malo, al menos no ahora que me he encontrado con la obra de Dios. Mi sino es bueno, y Dios ha sido bueno conmigo. Solo hay una cosa con la que no estoy contento, y es que soy demasiado viejo. Mi memoria no es muy buena, mi salud no anda muy allá, pero tengo mucha fuerza interior. Es solo que mi cuerpo no me obedece, y me entra sueño tras un rato de escucha en las reuniones. A veces cierro los ojos para orar y me quedo dormido, y mi mente vaga cuando leo las palabras de Dios. Tras leer un poco, me entra sueño y me quedo traspuesto, y las palabras no me llegan. ¿Qué puedo hacer? Con esas dificultades prácticas, ¿sigo siendo capaz de perseguir y entender la verdad? Si no, y si no soy capaz de practicar conforme a los principios-verdad, entonces ¿no será toda mi fe en vano? ¿No fracasaré en obtener la salvación? ¿Qué puedo hacer? Estoy muy preocupado. A esta edad, ya nada es importante. Ahora que creo en Dios ya no tengo más preocupaciones ni nada que me haga sentir ansiedad, mis hijos han crecido y ya no necesitan que los cuide o los crie, mi mayor deseo en la vida es perseguir la verdad, cumplir con el deber de un ser creado y en última instancia lograr la salvación en los años que me quedan. Sin embargo, al fijarme en mi situación actual, con la vista nublada por la edad y la mente confusa, con mala salud, incapaz de cumplir bien con mi deber, y a veces creando problemas cuando intento hacer todo lo que está en mi mano, parece que alcanzar la salvación no me va a resultar fácil’. Reflexionan una y otra vez sobre estas cosas y se angustian, y entonces piensan: ‘Parece como si las cosas buenas solo les ocurrieran a los jóvenes y no a los viejos. Parece que por muy buenas que sean las cosas, ya no podré disfrutar de ellas’. Cuanto más piensan en esto, más se inquietan y más ansiosos se sienten. No solo se preocupan por sí mismos, sino que también se sienten heridos. Si lloran, sienten que en realidad no merece la pena llorar, y si no lloran, ese dolor, ese daño, los acompaña siempre. Entonces, ¿qué deben hacer? En particular, hay algunos ancianos que quieren dedicar todo su tiempo a gastarse por Dios y cumplir con su deber, pero no se encuentran bien físicamente. Algunos tienen la tensión alta, otros el azúcar, algunos tienen problemas gastrointestinales, y su fuerza física no puede seguir el ritmo de las exigencias de su deber, lo cual les inquieta. Ven a jóvenes que pueden comer y beber, correr y saltar, y sienten envidia. Cuanto más ven a los jóvenes hacer tales cosas, más angustiados se sienten, pensando: ‘Yo quiero cumplir bien con mi deber y perseguir y comprender la verdad, y también quiero practicarla, así que ¿por qué es tan difícil? Soy tan viejo e inútil. ¿Acaso Dios no quiere a los ancianos? ¿De verdad son tan inútiles? ¿Acaso no podemos alcanzar la salvación?’. Están tristes y son incapaces de sentirse felices, lo miren por donde lo miren. No quieren perderse un momento tan maravilloso y una oportunidad tan grande, pero son incapaces de gastarse y cumplir con su deber con todo su corazón y su alma como hacen los jóvenes. Estos ancianos caen en una profunda angustia, ansiedad y preocupación debido a su edad. Cada vez que encuentran alguna dificultad, contratiempo, adversidad u obstáculo, culpan a su edad, e incluso se odian y se desagradan a sí mismos. Pero en cualquier caso, es en vano, no hay solución, y no tienen forma de avanzar” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Dios nos entiende tan bien. Mi estado y mi condición eran tal cual Dios lo exponía: me preocupaba que, al hacerme mayor y a medida que mi salud y mi memoria se deterioraban, no sería capaz de hacer mis deberes y por lo tanto no sería salvada e, incluso si lograba hacer mis deberes lo mejor que podía, temía que Dios no lo recordara por hacer tan poco, por lo que caí en un estado de angustia. El líder, por consideración a mi edad y seguridad, dispuso que hiciera el deber de organizar reuniones para los hermanos y hermanas en mi casa, mientras también regaba a algunos nuevos fieles. Me sentí un poco descorazonada y me preocupaba que Dios no estuviera de acuerdo con los deberes limitados que estaba haciendo. Vi que no tenía la misma respuesta que los jóvenes y me preocupaba que, al hacerme mayor, seguiría quedándome atrás en todos los sentidos y que los deberes que pudiera hacer seguirían disminuyendo. En particular más tarde, cuando perdí uno a uno mis deberes y caí enferma, me sentí aún más descorazonada y molesta, creyendo que, sin hacer mis deberes, mi esperanza de salvación era aún más remota. Por ello me hundí en un estado de ansiedad y angustia, perdí mi motivación para orar y leer las palabras de Dios, y en cambio pasaba el tiempo mirando dramas por televisión. ¿No estaba viviendo en un estado de abatimiento y oponiéndome a Dios? Me apresuré a presentarme ante Dios y oré: “Dios, quiero salir de este estado de abatimiento. Por favor esclaréceme y guíame”.
Luego, leí un pasaje de las palabras de Dios y gané algo de entendimiento sobre las impurezas en mi fe. Dios Todopoderoso dice: “La gente cree en Dios para ser bendecida, recompensada y coronada. ¿Esto no se encuentra en el corazón de todo el mundo? Es un hecho que sí. Aunque la gente no suele hablar de ello e incluso encubre su motivación y su deseo de recibir bendiciones, este deseo y esta motivación que hay en el fondo del corazón de la gente han sido siempre inquebrantables. Sin importar cuántas teorías espirituales comprenda la gente, qué conocimiento vivencial tenga, qué deber pueda cumplir, cuánto sufrimiento soporte ni cuánto precio pague, nunca renuncia a la motivación por las bendiciones que oculta en el fondo del corazón, y siempre se esfuerza silenciosamente a su servicio. ¿No es esto lo que hay enterrado en lo más profundo del corazón de la gente? Sin esta motivación por recibir bendiciones, ¿cómo os sentiríais? ¿Con qué actitud cumpliríais con el deber y seguiríais a Dios? ¿Qué sería de la gente si se eliminara esta motivación por recibir bendiciones que se oculta en sus corazones? Es posible que muchos se volvieran negativos, mientras que algunos podrían desmotivarse en el deber. Perderían el interés por su fe en Dios, como si su alma se hubiera desvanecido. Parecería que les hubieran robado el corazón. Por eso digo que la motivación por las bendiciones es algo oculto en lo más profundo del corazón de las personas” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Seis indicadores de crecimiento vital). Dios deja absolutamente en claro en Su exposición las intenciones y las impurezas que las personas tienen en su fe. Las personas se entregan, trabajan duro, sufren y pagan un precio a Dios con la esperanza de recibir bendiciones. Si no ven las bendiciones o las promesas de Dios, se desinflan como globos pinchados y pierden la motivación hasta de hacer sus deberes. Este era el estado exacto en el que me encontraba. Al recordar cuando acepté la obra de Dios, vi que hacer los deberes en nuestra fe puede llevar a la salvación y la supervivencia, así que era apasionada en mi búsqueda y, contra viento y marea, sin importar los peligros ni la persecución del PCCh, no me echaba atrás ni retrasaba mis deberes. Creía que, mientras hiciera mi mejor esfuerzo, Dios lo recordaría y ganaría así Su aprobación. A medida que me hice mayor, mi memoria y mi fuerza física se deterioraron y los deberes que podía hacer fueron cada vez menos. Cuando se volvió imposible que cooperara en los pocos deberes que aún era capaz de hacer, como regar nuevos fieles y organizar reuniones para los hermanos y hermanas, comencé a creer que sería incapaz de ser salvada y entrar en el reino y comencé a abandonarme. Me di cuenta de que la intensidad de mi antigua motivación en mis deberes se debía a un deseo de bendiciones oculto y, cuando no pude obtener bendiciones, me volví reacia a orar o leer las palabras de Dios. Haciendo mis deberes de esta forma, ¿cómo mostraba algo de sinceridad a Dios? Meramente buscaba beneficios por parte de Dios y trataba de intercambiar el desempeño de mis deberes por bendiciones futuras. ¿No estaba tratando solamente de negociar con Dios? Al hacer esto, intentaba engañar a Dios. Cuanto más lo pensaba, más sentía que carecía de conciencia y razón, y que, ¡realmente estaba en deuda con Dios! De hecho, al hacer memoria, vi que había disfrutado mucho riego y provisión de las palabras de Dios durante todos estos años de creer en Él y que había recibido mucho de Su gracia. Cuando mi esposo falleció y yo tenía el corazón roto y luchaba para poder atravesar esa terrible experiencia, fueron las palabras de Dios las que abrieron mi corazón y me permitieron enfrentarla de forma correcta. Además, cuando me caí de ese puente tan alto mientras montaba mi bicicleta eléctrica, tanto la bicicleta como yo salimos ilesas. Todo eso fue por la protección de Dios. A través de mi camino, Dios me había dado Su gracia innumerables veces pero, cuando pensaba que las bendiciones estaban fuera de mi alcance, me encontraba llena de malentendidos y quejas y me distanciaba de Dios. ¿Cómo pudo haberme faltado tanta humanidad? Cuando la iglesia me reasignó, fue porque no era seguro para mí salir a hacer mis deberes considerando mi edad, y eso retrasaría la obra de la iglesia. La reasignación era beneficiosa tanto para mí como para la obra de la iglesia y yo debí haberlo aceptarlo de parte de Dios. Si no hubiera sido por esta reasignación de mis deberes, no me habría dado cuenta de las intenciones despreciables que se escondían detrás de mis años de fe en Dios. Pensé en Pablo durante la Era de la Gracia. Él viajó por toda Europa predicando el evangelio, pagando un precio alto y soportando mucho sufrimiento, pero su intención era buscar una corona y bendiciones por parte de Dios en lugar de cumplir su deber de ser creado y, al final, fue castigado por Dios. Yo también había estado haciendo mi deber para ganar bendiciones y, si no buscaba cambiar mi carácter, al final sería castigada por Dios igual que Pablo. No quería seguir la senda del fracaso de Pablo. Debía arrepentirme y confesarme a Dios y, en el tiempo que me quedara, perseguiría la verdad y ya no buscaría bendiciones.
Durante mi devocional espiritual, leí estas palabras de Dios: “El deseo de Dios es que todas las personas sean hechas perfectas, en última instancia ganadas por Él, que sean completamente purificadas por Dios y que se conviertan en personas que Él ama. Sin importar que Yo diga que sois atrasados o de un bajo calibre, es un hecho. Esto que afirmo no demuestra que Yo pretenda abandonaros, que haya perdido la esperanza en vosotros, y mucho menos que no esté dispuesto a salvaros. Hoy he venido a hacer la obra de vuestra salvación, y esto quiere decir que la obra que hago es la continuación de la obra de salvación. Cada persona tiene la oportunidad de ser hecha perfecta: siempre y cuando estés dispuesto y busques, al final podrás alcanzar este resultado, y ninguno de vosotros será abandonado. Si eres de bajo calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes con ese bajo calibre; si eres de alto calibre, Mis requisitos respecto a ti serán acordes a tu alto calibre; si eres ignorante y analfabeto, Mis requisitos estarán a la altura de tu nivel de analfabetismo; si eres letrado, Mis requisitos para ti serán acordes al hecho de que seas letrado; si eres anciano, Mis requisitos para ti serán según tu edad; si eres capaz de proveer hospitalidad, Mis requisitos para ti serán conforme a esta capacidad; si afirmas no poder ofrecer hospitalidad, y sólo puedes realizar cierta función, ya sea difundir el evangelio, cuidar de la iglesia o atender a los demás asuntos generales, te perfeccionaré de acuerdo con la función que lleves a cabo. Ser leal, someterse hasta el final mismo y buscar tener un amor supremo a Dios, esto es lo que debes lograr y no hay mejores prácticas que estas tres cosas” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Restaurar la vida normal del hombre y llevarlo a un destino maravilloso). “Yo decido el destino de cada persona, no con base en su edad, antigüedad, cantidad de sufrimiento ni, mucho menos, según el grado de compasión que provoca, sino con base en si posee la verdad. No hay otra opción que esta. Debéis daros cuenta de que todos aquellos que no siguen la voluntad de Dios serán también castigados. Esto es algo que nadie puede cambiar” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Prepara suficientes buenas obras para tu destino). Con las palabras de Dios comprendí que Dios espera que aquellos que lo siguen puedan ser perfeccionados y ganados por Él. Dios no mira el calibre de una persona, ni su edad ni el tipo o la cantidad de deberes que es capaz de hacer para determinar si puede ser salvada. Mientras una persona busque con sinceridad, pueda someterse a las orquestaciones y arreglos de Dios y haga sus deberes con lealtad, entonces será salvada por Dios. Yo vivía según mis propias nociones y pensaba que, como me estaba haciendo vieja, tenía problemas de salud y no podía hacer muchos deberes, Dios no me aprobaría y no tendría ninguna esperanza de salvación. Me volví tan negativa que perdí toda mi motivación. No buscaba la verdad y veía a Dios como un jefe del mundo de los no creyentes, que mantiene a sus empleados mientras contribuyen, pero despide a los ancianos cuando dejan de ser útiles. Medía a Dios mediante la perspectiva de Satanás y, al hacerlo, ¡malinterpretaba a Dios y blasfemaba contra Él! Ahí comprendí que Dios quiere a aquellos que persiguen la verdad, que buscan una transformación en su carácter y que son ganados por Él. Vi que, mientras persiguiera la verdad, escuchara las palabras de Dios e hiciera mi deber con diligencia, Dios no me abandonaría. Como ahora, aún cuando no podía ser líder de grupo, ni líder de iglesia, ni hacer mis deberes en otras regiones, todavía podía hacer mi mejor esfuerzo para predicar el evangelio y dar apoyo a hermanos y hermanas que se sintieran negativos o débiles. Sin importar qué deber realizara, mientras pusiera mi corazón en cooperar, me centrara en buscar la verdad, actuara de acuerdo a los principios en mis deberes y me sometiera a las orquestaciones y arreglos de Dios, entonces todo esto estaría de acuerdo con la intención de Dios.
Más tarde, leí otro pasaje de las palabras de Dios y mi corazón se alegró todavía más. Dios Todopoderoso dice: “No es que los ancianos no tengan nada que hacer, ni que sean incapaces de cumplir con sus deberes, ni mucho menos que sean incapaces de perseguir la verdad; hay muchas cosas que pueden hacer. Las diversas herejías y falacias que has acumulado durante tu vida, así como las varias ideas y nociones tradicionales, las cosas ignorantes y obstinadas, las conservadoras, las irracionales y las distorsionadas que has acumulado se han amontonado en tu corazón, y debes dedicar aún más tiempo que los jóvenes a desenterrarlas, diseccionarlas y reconocerlas. No es el caso que no haya nada que puedas hacer, o que debas sentirte angustiado, ansioso y preocupado cuando te encuentres en un callejón sin salida; esa no es ni tu tarea ni tu responsabilidad. En primer lugar, las personas mayores deben tener la mentalidad correcta. Aunque te estés haciendo mayor y estés relativamente envejecido físicamente, debes tener una mentalidad joven. Aunque estés envejeciendo, tu pensamiento se haya ralentizado y tu memoria sea deficiente, si todavía puedes conocerte a ti mismo, entender las palabras que digo y la verdad, eso demuestra que no eres viejo y que no te falta calibre. Si alguien tiene más de 70 años pero no es capaz de entender la verdad, entonces esto demuestra que su estatura es demasiado pequeña y no está a la altura. Por tanto, la edad es irrelevante cuando se trata de la verdad y de actitudes corruptas” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad. Cómo perseguir la verdad (3)). Las palabras de Dios me hicieron comprender que, incluso cuando la gente envejece, sus funciones físicas se deterioran y pueden hacer menos deberes, no significa que ya no puedan perseguir la verdad. Los ancianos, como los jóvenes, también tienen muchas actitudes corruptas y han acumulado varios venenos satánicos. Necesitan invertir más tiempo para examinar en profundidad y diseccionar estos problemas. He vivido durante décadas y he sido tanto arrogante como falsa. Por dentro, he acumulado varias nociones tradicionales y filosofías satánicas para los asuntos mundanos. Todas ellas deben resolverse buscando la verdad. Como en la iglesia, donde había una hermana que a menudo charlaba y se desviaba del tema durante las reuniones y eso perturbaba la vida de iglesia. Yo quería señalárselo pero tenía miedo de ofenderla. Vivía de acuerdo a la filosofía satánica de “Callarse los errores de los buenos amigos hace la amistad larga y buena” y por ello nunca se lo señalé. Durante las reuniones, cuando veía que algunos hermanos y hermanas no sabían cómo hablar en relación a sus estados, sentía que era mejor que ellos compartiendo y revelé un carácter arrogante al desdeñarlos. También, ahora, al ver que estaba envejeciendo, temía no ser capaz de hacer mis deberes y ser salvada y me volví tan negativa que ni siquiera podía ponerme de pie. Comprendí que mi deseo de bendiciones era demasiado fuerte. Todos estos problemas necesitaban resolverse buscando la verdad. Al darme cuenta de ello, encontré una senda de práctica. Aunque estoy envejeciendo, eso no significa que no haya deberes o cosas que pueda hacer. Necesito centrarme en conocer y resolver mi carácter corrupto en los asuntos diarios que enfrente. Todo esto es un deber que tengo que hacer. También puedo escribir artículos, aprender himnos, aprender a bailar y predicar el evangelio. ¡Hay muchos deberes que puedo hacer! Luego, me centré en reconocer mi corrupción en los asuntos que encontraba a diario. Por la noche escribía sobre ello y buscaba palabras de Dios para resolverla, y luego escribía mi entendimiento vivencial. No mucho después, cuando mi salud mejoró, retomé mi deber de acogida. Pensé en cómo proteger bien este hogar de acogida para que los hermanos y hermanas pudieran reunirse sin preocupaciones. Mientras viviera, me dedicaría a mi deber. Aunque en el futuro ya no pueda hacer mis deberes, seguiré comiendo y bebiendo las palabras de Dios para resolver mi corrupción y someterme a la orquestación y los arreglos de Dios.
Ahora ya han aparecido varios desastres inusuales, y según las profecías de la Biblia, habrá desastres aún mayores en el futuro. Entonces, ¿cómo obtener la protección de Dios en medio de los grandes desastres? Contáctanos, y te mostraremos el camino.
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