Ya conozco el nuevo nombre de Dios
Desde pequeña creía en Dios y asistía a reuniones con mis padres, por lo que fui a una universidad cristiana después de secundaria. En una clase, el pastor nos dijo: “En Hebreos 13:8 se indica lo siguiente: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’. El Señor Jesús es el único Salvador. No cambiará de nombre en ninguna época. Solo podemos salvarnos si confiamos en el nombre del Señor Jesús…”. Al oír esto, creí firmemente que solamente nos podríamos salvar si guardábamos el nombre del Señor Jesús y que no podíamos renegar de Su nombre. Fuera de clase era activa en grupos dedicados a la enseñanza, el estudio de la Biblia y el evangelio. Nunca me perdía un sermón ni una reunión. Sin embargo, con el tiempo descubrí que los pastores y ancianos solían decir siempre lo mismo. Nunca había nueva luz y mi espíritu se quedó sin nada de sustento. Algunos hermanos y hermanas se debilitaron, dejaron de ir a reuniones y recibían muy poca ayuda o apoyo. Algunos hasta se dormían en las reuniones y vendían seguros o productos a los demás después del servicio. Esta situación en la iglesia me indignaba y decepcionaba. Pensaba: “Si un cristiano no procura avanzar en la vida espiritual, sino que siempre anhela las cosas mundanas y el dinero, ¿se le puede denominar cristiano igualmente? Y los pastores y ancianos ven lo que pasa, pero no les importa. ¿Concuerda eso con la voluntad del Señor? ¿Qué tiene eso de adoración a Dios?”. Al no recibir sustento en las reuniones durante tanto tiempo, mi espíritu se secó. Además, tenía mucho trabajo, por lo que al final dejé de ir a las reuniones. Me sentía mal por ello, así que leía la Biblia en casa y oraba al Señor con la sensación constante de haber perdido todo propósito y esperanza, sintiéndome perdida y desamparada.
Entonces, en octubre de 2017, conocí en internet a las hermanas Li y Wang, de la Iglesia de Dios Todopoderoso. Sus enseñanzas sobre las palabras del Señor me parecieron prácticas y esclarecedoras. Hacía años que creía en el Señor y nunca había oído hablar así de claro sobre Sus palabras. Tuve la impresión de que estaban guiadas por el Espíritu Santo, por lo que solía quedar con ellas en línea.
Tardé un poco en conectarme a una reunión, pero, en cuanto lo logré, oí decir a la hermana Li: “El plan de gestión de Dios para salvar a la humanidad se divide en tres eras, en cada una de las cuales realiza una nueva obra y adopta un nuevo nombre. Dios utiliza Su nombre para cambiar de era y simbolizar Su obra. Su obra avanza y Su nombre cambia con cada obra que realiza. En la Era de la Ley, Dios proclamó las leyes y los mandamientos con el nombre de Jehová. Cuando concluyó la Era de la Ley y realizó la obra de redención en la Era de la Gracia, ya no se llamaba Jehová, sino Jesús. Ahora, en los últimos días, la obra de Dios avanza de nuevo y Él está realizando la obra del juicio, que comienza por Su casa sobre la base de la obra redentora de Jesús. Ha concluido la Era de la Gracia y dado paso a la Era del Reino, en la que ha cambiado de nombre. Ya no es Jesús, sino Dios Todopoderoso”. Cuando le oí decir que Dios había cambiado de nombre, pensé: “Ni hablar. La Biblia señala claramente: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8). El Señor Jesús no puede cambiar de nombre, ¿y tú afirmas que el nombre de Dios ha cambiado ahora? Si no invocamos a Jesús cuando oramos, sino que invocamos a Dios Todopoderoso, ¿concuerda eso con la Biblia?”. La hermana Li me lo explicó entonces con una analogía: “Hermana Zhao, si tu empresa te nombrara jefa de planificación para un año, luego gerente durante un año y después directora, cambiarías de denominación según las necesidades de tu trabajo. Al cambiar de trabajo, cambias de denominación. Antes, la gente te habría llamado jefa de planificación o gerente, pero ahora te llamaría directora. Te habría llamado cosas distintas, pero ¿habrías cambiado tú? ¿No seguirías siendo la misma? Así es como Dios adopta un nombre en cada era. La obra de Dios es distinta y Su nombre cambia, pero Él sigue siendo un solo Dios”. Todo empezó a parecerme lógico. Sin embargo, cuando pensaba en el cambio de nombre del Señor Jesús, no lo aceptaba. Pensaba: “Me da igual lo que digas. Guardaré el nombre del Señor Jesús. No me convencerás tan fácilmente”. Bloqueé a la hermana Li en internet tras la reunion.
Pero, en la tarde del día siguiente, vinieron a mi puerta dos hermanas que predicaban el evangelio de Dios Todopoderoso de los últimos días. Como creía que el nombre de Jesús no podía cambiar, sentí cierta aversión hacia ellas. Me negué a oírlas dijeran lo que dijeran. Cuando se marchaban, me dijeron: “Hermana, el Señor dijo: ‘Buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá’ (Mateo 7:7). No sabemos por qué no lo aceptas, pero ¿realmente lo has estudiado alguna vez?”. Cuando se habían ido, no podía dejar de pensar en lo que habían dicho. Estaba incómoda. Pensé en todas las enseñanzas de la gente de la Iglesia de Dios Todopoderoso y todo el sustento que había recibido mi espíritu. En el fondo sabía que las palabras de Dios Todopoderoso que leían era la verdad y las declaraciones del Espíritu Santo. ¿Qué buscadora de la verdad era yo rechazándolas de ese modo? Recordé una reunión en que la hermana Li compartió esto: “Las ovejas de Dios oyen Su voz. Si queremos recibir el regreso del Señor, tenemos que aprender a oír Su voz. Las vírgenes prudentes siguen al Señor porque oyen Su voz, al igual que Pedro en la Era de la Gracia: ¿acaso no siguió al Señor porque oyó Sus palabras y reconoció la voz de Dios?”. Una vez que comprendí esto, saqué rápidamente la Biblia y la abrí por Apocalipsis 3:20-22, que dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. […] El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Reflexioné detenidamente acerca de estos dos versículos. El Señor afirma que el Espíritu Santo hablará en los últimos días y que debemos escuchar Sus palabras. Si había tenido la suerte de oír que el Señor había regresado, ¿por qué estaba tan dispuesta a permitir que me frenaran mis nociones y a hacer oídos sordos a aquello que no entendiera? “Si no entiendo que Dios cambia de nombre ahora”, pensé, “primero he de estudiarlo para comprenderlo y decidir después qué hacer”. Luego leí esto en Mateo 7, versículo 7: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Pensé: “Si el Señor ha regresado de verdad, está llamando a mi puerta y dejo que mis nociones me dejen sorda y ciega para que no vea ni oiga y no abra la puerta, ¿no me abandonará el Señor?”. No pegué ojo esa noche. Me sentía incómoda rechazando el evangelio. Me preguntaba: “¿Estaré equivocada? ¿De verdad es Dios Todopoderoso el regreso del Señor Jesús?”. Pensando en ello, oré al Señor para pedirle guía y esclarecimiento.
Después me dirigí al sitio web oficial de la Iglesia de Dios Todopoderoso, que se llama Evangelio del Descenso del Reino. Entonces leí un pasaje sobre los nombres de Dios: “Algunos Algunos dicen que el nombre de Dios no cambia. ¿Por qué, entonces, pasó a ser Jesús el nombre de Jehová? Se profetizó la venida del Mesías, ¿por qué vino, entonces, un hombre con el nombre de Jesús? ¿Por qué cambió el nombre de Dios? ¿No se llevó a cabo esa obra hace mucho tiempo? ¿Acaso no puede realizar Dios una obra más nueva hoy? La obra de ayer puede alterarse y la obra de Jesús puede seguir a la de Jehová. ¿No puede, entonces, la obra de Jesús ser sucedida por otra obra? Si el nombre de Jehová puede cambiar al de Jesús, entonces, ¿no puede cambiarse también el nombre de Jesús? Nada de esto es extraño, es solo que las personas son así de simples. Dios siempre será Dios. Sin importar cómo cambie Su obra e independientemente de cómo pueda cambiar Su nombre, Su carácter y sabiduría nunca cambiarán. Si crees que solo se puede llamar a Dios por el nombre de Jesús, tu conocimiento es demasiado limitado” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿Cómo puede el hombre que ha delimitado a Dios con sus nociones recibir Sus revelaciones?). Esta lectura me emocionó bastante. Recordé que, en la Era de la Ley, Dios se llamaba Jehová y con ese nombre lideró a los israelitas. Sin embargo, cuando el Señor Jesús vino a realizar Su obra, ¿Dios no había cambiado de nombre, de Jehová a Jesús? Me pregunté: “¿Qué es todo esto? ¿Realmente es posible que el Señor tenga un nuevo nombre en los últimos días? Si en verdad Dios Todopoderoso es la aparición del Señor Jesús y no lo busco ni estudio; si, de hecho, perdiera la oportunidad de recibir al Señor, ¡qué necia sería!”. En ese instante decidí estudiar la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días.
Contacté con el hermano Chen, de la Iglesia de Dios Todopoderoso en internet. En una reunión le hablé de mi confusión. Le dije: “La Biblia afirma: ‘Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos’ (Hebreos 13:8). El nombre del Señor Jesús no puede cambiar. Si ya ha venido, hay que seguir llamándolo Jesús. ¿Cómo lo vamos a llamar Dios Todopoderoso? Si siempre he orado e invocado el nombre del Señor Jesús, ¿cómo voy a orar en otro nombre?”. El hermano Chen me envió entonces dos pasajes de las palabras de Dios: “Están aquellos que dicen que Dios es inmutable. Eso es correcto, pero se refiere a la inmutabilidad del carácter y la esencia de Dios. Los cambios en Su nombre y obra no demuestran que Su esencia se haya alterado; en otras palabras, Dios siempre será Dios, y esto nunca cambiará. Si dices que la obra de Dios siempre permanece igual, ¿sería entonces capaz de terminar Su plan de gestión de seis mil años? Sólo sabes que Dios es eternamente inmutable, ¿pero sabes que Él es siempre nuevo y nunca viejo? Si la obra de Dios nunca cambió, ¿podría haber traído a la humanidad hasta hoy? Si Dios es inmutable, ¿por qué ha hecho ya la obra de dos eras? […] las palabras ‘Dios es siempre nuevo y nunca viejo’ hacen referencia a Su obra, y las palabras ‘Dios es inmutable’ tienen relación con lo que Dios inherentemente tiene y es. En cualquier caso, no puedes hacer depender la obra de seis mil años en un punto, o representarla con simples palabras muertas. Tal es la estupidez del hombre. Dios no es tan simple como el hombre imagina, y Su obra no puede detenerse en una era. Jehová, por ejemplo, no puede representar siempre el nombre de Dios; Él también puede hacer Su obra bajo el nombre de Jesús. Esto es una señal de que la obra de Dios siempre progresa hacia adelante” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)).
Tras leerlos, el hermano Chen compartió conmigo lo siguiente: “Las palabras ‘Dios es inmutable’ aluden al carácter y esencia de Dios. No quieren decir que nunca pueda cambiar de nombre. Dios es siempre nuevo y nunca viejo, Su obra solamente avanza y Él cambia de nombre a la vez que Su obra. No obstante, sea cual sea el cambio de nombre de Dios, Su carácter y esencia nunca cambian. Dios es por siempre Dios, esto es lo inmutable. Si no entendemos a qué aluden las palabras ‘Dios es inmutable’ ni que la obra de Dios es siempre nueva y nunca vieja, tendemos a delimitar la obra de Dios en función de nuestras nociones y llegamos a oponernos y juzgar a Dios. Los fariseos se aferraban a las Escrituras mientras esperaban al Mesías. Sin embargo, cuando vino el Señor, no se llamaba Mesías, sino Jesús, por lo que lo negaron y condenaron. Aunque sabían que Sus palabras y Su obra tenían autoridad y poder, no solo no estudiaron Su obra, sino que se opusieron a ella y la condenaron. Acabaron confabulados con los romanos para crucificar a Jesús, con lo que cometieron una terrible atrocidad. Si ahora nos aferramos a la Biblia y creemos que el nombre de Jesús no puede cambiar y Él es el único Salvador, de manera que negamos y condenamos la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, ¿no seremos como los fariseos? Tenderíamos entonces a oponernos a Dios y a ofender Su carácter”.
Por fin comprendí que cuando la Biblia dice “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos”, solo alude al carácter y la esencia de Dios y no implica que el nombre de Dios no pueda cambiar nunca. Entendí que los sermones de los pastores se basan en sus nociones y fantasías y que en realidad tampoco comprenden la Biblia.
El hermano Chen me leyó después un par de pasajes de las palabras de Dios: “En cada era, Dios hace nueva obra y se le llama por un nuevo nombre; ¿cómo podría hacer Él la misma obra en diferentes eras? ¿Cómo podría aferrarse a lo antiguo? El nombre de Jesús se adoptó para la obra de redención, entonces ¿se le seguiría llamando por el mismo nombre cuando vuelva en los últimos días? ¿Seguiría haciendo Él la obra de redención? ¿Por qué son Jehová y Jesús uno, pero se les llama por nombres diferentes en eras diferentes? ¿Acaso no es porque las eras de Su obra son distintas? ¿Podría un solo nombre representar a Dios en Su totalidad? Siendo esto así, se debe llamar a Dios por un nombre diferente en una era diferente y Él debe usar el nombre para cambiar la era y representarla. Porque ningún nombre puede representar totalmente a Dios mismo y cada nombre sólo puede representar el aspecto temporal del carácter de Dios en una era dada; todo lo que necesita hacer es representar Su obra. Por tanto, Dios puede escoger cualquier nombre que encaje con Su carácter para representar a toda la era” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)). “‘Jehová’ es el nombre que adopté durante Mi obra en Israel y significa el Dios de los israelitas (el pueblo escogido de Dios) que puede tener compasión del hombre, maldecirlo y guiar su vida; el Dios que posee gran poder y está lleno de sabiduría. ‘Jesús’ es Emanuel, que significa la ofrenda por el pecado que está llena de amor, de compasión y que redime al hombre. Él hizo la obra de la Era de la Gracia y la representa, y solo puede representar una parte de la obra del plan de gestión. […] El nombre de Jesús llegó a existir para permitir que las personas de la Era de la Gracia nacieran de nuevo y fueran salvadas, y es un nombre particular para la redención de toda la humanidad. Así, el nombre de Jesús representa la obra de la redención y denota la Era de la Gracia. El nombre de Jehová es un nombre particular para el pueblo de Israel que vivía bajo la ley. En cada era y etapa de la obra, Mi nombre no carece de fundamento, sino que tiene un sentido representativo: cada nombre representa una era. ‘Jehová’ representa la Era de la Ley y es el título honorífico para el Dios adorado por el pueblo de Israel. ‘Jesús’ representa la Era de la Gracia y es el nombre del Dios de todos aquellos que fueron redimidos durante la Era de la Gracia. Si el hombre sigue anhelando la llegada de Jesús el Salvador durante los últimos días, y sigue esperando que llegue con la imagen con la que apareció en Judea, entonces todo el plan de gestión de seis mil años se habría detenido en la Era de la Redención y no podría haber progresado más. Además, los últimos días nunca llegarían y la era nunca acabaría. Esto se debe a que Jesús el Salvador es solo para la redención y salvación de la humanidad. Yo adopté el nombre de Jesús solo por el bien de todos los pecadores en la Era de la Gracia, pero no es el nombre por el cual llevaré a su fin a toda la humanidad” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La visión de la obra de Dios (3)).
El hermano Chen me habló entonces de lo siguiente: “El plan de gestión de Dios se divide en tres eras. En cada era realiza una etapa de Su obra y expresa una parte de Su carácter. El nombre que adopta en cada era simboliza Su obra y carácter en esa era, pero no puede simbolizar íntegramente a Dios. En la Era de la Ley, Dios se llamaba Jehová, nombre que simbolizaba la obra de Dios en la Era de la Ley, así como los aspectos de majestad, ira, misericordia y maldición de Su carácter. Dios utilizó el nombre Jehová para proclamar las leyes y los mandamientos y guiar la vida de la gente en la tierra. La conducta de las personas estaba regulada y todas ellas sabían cómo adorar a Dios. Sin embargo, al final de esa era, la gente estaba cada vez más corrompida por Satanás y era incapaz de seguir cumpliendo las leyes y los mandamientos. Todos corrían el riesgo de que los condenaran y ajusticiaran. A fin de liberar al hombre de las leyes, Dios se hizo carne y realizó la obra de redención con el nombre de Jesús, con lo que inició la Era de la Gracia y concluyó la Era de la Ley. El Señor Jesús trajo el camino del arrepentimiento, sanó a los enfermos, expulsó a los demonios y perdonó los pecados a la gente. Expresó, además, el carácter misericordioso y amable de Dios, y al final lo crucificaron y concluyó la obra de redención de toda la humanidad. Todos aquellos que acepten a Jesús como su Salvador, oren en Su nombre, se confiesen y arrepientan pueden recibir el perdón de los pecados, la paz y el gozo que les otorga el Señor. Dado que el Señor Jesús realizó la obra de redención, no la de juicio y purificación de la humanidad en los últimos días, aunque se nos perdonen los pecados por nuestra fe, conservamos nuestra naturaleza pecaminosa. Aún vivimos en un círculo vicioso de pecado y confesión. Aún mentimos y engañamos constantemente. Seguimos las tendencias mundanas, somos envidiosos y detestables, etc. Vivimos en pecado sin escapatoria. Por eso, a fin de liberarnos definitivamente de las ataduras del pecado y purificarnos para que seamos aptos para entrar en Su reino, Dios se ha hecho carne nuevamente en los últimos días con el objetivo de realizar la obra de juicio y purificación. Ha iniciado la Era del Reino, concluido la Era de la Gracia y, asimismo, ha cambiado Su nombre por el de Dios Todopoderoso. Esto, precisamente, cumple las siguientes profecías del Apocalipsis: ‘Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso’ (Apocalipsis 1:8). ‘Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo’ (Apocalipsis 3:12).”
¡Abrí los ojos para ver que el Señor cambia de nombre en los últimos días! Había leído estos versículos antes; ¿por qué no los había comprendido? Profetizan claramente que el Señor tendrá un nuevo nombre, el Todopoderoso, cuando regrese en los últimos días. Sin embargo, siempre había creído que “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8), y había resuelto que el nombre de Jesús no podría cambiar nunca. Siempre había rechazado y me había opuesto a la obra de Dios en los últimos días. ¡Qué ignorante había sido! Ahora sabía que Dios adopta un nuevo nombre cada vez que inicia una nueva obra, y que con este nombre cambia de era y simboliza Su obra y carácter en esa era. Comprendí que el nombre que adopta Dios en cada era tiene profunda trascendencia. Si me atenía a mi noción de que Dios no podía cambiar de nombre y había venido como Jesús en los últimos días, ¿cómo avanzaría entonces la obra de Dios? ¿No estaríamos siempre en la Era de la Gracia? Consciente de esto, ya no tuve dudas acerca del nuevo nombre de Dios en los últimos días: Dios Todopoderoso.
El hermano Chen me leyó luego un pasaje de las palabras de Dios. “Una vez se me conoció como Jehová. También se me llamó el Mesías, y las personas me llamaron una vez Jesús el Salvador con amor y aprecio. Hoy, sin embargo, ya no soy el Jehová o el Jesús que las personas conocieron en tiempos pasados; Yo soy el Dios que ha regresado en los últimos días, el que pondrá fin a la era. Soy el Dios mismo que surge del extremo de la tierra, repleto de todo Mi carácter y lleno de autoridad, honor y gloria. Las personas nunca se han relacionado conmigo, nunca me han conocido y siempre han sido ignorantes de Mi carácter. Desde la creación del mundo hasta hoy, ni una sola persona me ha visto. Este es el Dios que se le aparece al hombre en los últimos días, pero que está oculto entre los hombres. Él mora entre los hombres, verdadero y real, como el sol ardiente y la llama abrasadora, lleno de poder y rebosante de autoridad. No hay una sola persona o cosa que no será juzgada por Mis palabras y ni una sola persona o cosa que no será purificada por el fuego ardiente. Finalmente, todas las naciones serán bendecidas debido a Mis palabras y también serán hechas pedazos debido a ellas. De esta forma, todas las personas durante los últimos días verán que Yo soy el Salvador que ha regresado, y que Yo soy el Dios Todopoderoso que conquista a toda la humanidad. Y todos verán que una vez fui la ofrenda por el pecado para el hombre, pero que en los últimos días también me convierto en las llamas del sol que incineran todas las cosas, así como el Sol de la justicia que revela todas las cosas. Esta es Mi obra en los últimos días. Tomé este nombre y soy poseedor de este carácter para que todas las personas puedan ver que Yo soy un Dios justo, el sol ardiente, la llama abrasadora, y que todos puedan adorarme, al único Dios verdadero, y para que puedan ver Mi verdadero rostro: no soy solo el Dios de los israelitas ni soy solo el Redentor, soy el Dios de todas las criaturas en todos los cielos, la tierra y los mares” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. El Salvador ya ha regresado sobre una “nube blanca”).
Después, el hermano Chen compartió lo siguiente: “En los últimos días, Dios Todopoderoso inicia la obra del juicio de la Era del Reino y expresa todas las verdades necesarias para purificar y salvar a la humanidad. Revela los misterios del plan de gestión de Dios para salvar al hombre y expone la verdad de la corrupción satánica de la humanidad, así como el origen del pecado y de la oposición del hombre a Dios. Juzga la rebeldía e iniquidad de la humanidad corrupta y las palabras de Dios Todopoderoso muestran a la gente cómo transformar su carácter. Todos los que acepten el nombre de Dios Todopoderoso, se sometan al juicio, el castigo, las pruebas y la refinación de las palabras de Dios, rechacen el pecado y se purifiquen sobrevivirán a los grandes desastres. Dios los llevará a Su reino para que gocen de Sus bendiciones y promesas. Los malvados, anticristos e incrédulos que se nieguen a aceptar la obra de Dios Todopoderoso en los últimos días, se opongan a Él, lo condenen, difamen y blasfemen contra Él llorarán y crujirán los dientes en los grandes desastres, y Dios los aniquilará. Dios ha adoptado el nombre de Dios Todopoderoso en los últimos días para aparecerse al hombre con Su carácter justo y majestuoso, que no tolera ofensa, para purificar y salvar definitivamente al hombre, para liberarnos de nuestro corrupto carácter satánico y llevarnos al reino de Dios. Dios, asimismo, separa a cada cual según su tipo y pone fin a esta era malvada, con lo que concluye toda Su obra de 6000 años de gestión y salvación del hombre. También lo hace para que todos vean que Dios no solo lo creó y lo gobierna todo, sino que, además, puede hablar y obrar para guiar a la humanidad. Puede expiar los pecados del hombre, purificarlo y perfeccionarlo. Dios es principio y fin. Nadie puede desentrañar Sus maravillas, Su omnipotencia ni Su sabiduría. Esta es la trascendencia de que adopte el nombre de Dios Todopoderoso en la Era del Reino. Todos aquellos que acepten la obra de Dios en los últimos días, oren en el nombre de Dios Todopoderoso y lean Sus palabras podrán recibir la obra del Espíritu Santo y el sustento de las aguas de vida. Sin embargo, es inaudita la actual desolación de las iglesias de la Era de la Gracia. Se enfría la fe de los creyentes, los predicadores no cuentan nada y nadie se conmueve en oración. Las tendencias mundanas seducen a cada vez más personas porque no han ido al compás de las huellas del Cordero, no han aceptado la obra del juicio de Dios Todopoderoso, por lo que no pueden recibir el sustento de las aguas de vida. Sencillamente, caen perdidas en las tinieblas”.
Lo que compartió conmigo el hermano Chen me demostró que Dios Todopoderoso, Jehová y Jesús son un único Dios, solo que Dios adopta distintos nombres para realizar distintas obras en distintas eras. No obstante, sin importar cómo cambie de nombre, Su identidad y esencia nunca cambian. Dios es Dios. Punto. El nombre de Dios en cada era tiene trascendencia. En concreto, que Dios adopte el nombre de Dios Todopoderoso en la Era del Reino y realice la obra del juicio, que comienza por la casa de Dios, es crucial para que nos libere del pecado ¡y nos salve! Reflexioné sobre cómo, durante años, me había quedado sin sustento en las reuniones y los sermones. La fe de los hermanos y hermanas se debilitaba y los predicadores no contaban nada, pues la obra del Espíritu Santo había avanzado. No íbamos al compás de las huellas del Cordero, no nos sustentaban las palabras actuales de Dios, y por ello caímos en las tinieblas. En ese momento tuve la certeza de que Dios Todopoderoso era el regreso del Señor Jesús y acepté formalmente a Dios Todopoderoso. A partir de entonces oraba en el nombre de Dios Todopoderoso y leía Sus palabras a diario. Recibía el riego de las aguas de vida y asistía al banquete del Cordero. ¡Demos gracias a Dios Todopoderoso!
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