Los líderes no deben frenar el talento
En agosto de 2020 me eligieron líder y supervisaba los trabajos en video de la iglesia. Nueva en el trabajo, desconocía muchos de sus principios y me encontraba con algunas dificultades mientras trabajaba. Por ello, solía buscar el consejo y el asesoramiento de la líder del equipo, la hermana Marsha. Marsha estaba muy familiarizada con los principios y el trabajo. Me era de gran ayuda. Noté que ella era meticulosa, se tomaba en serio el deber y tenía sentido de la responsabilidad. A veces, cuando yo estaba sobrecargada, le pasaba parte de mi trabajo. Hacíamos buen equipo.
Luego, poco a poco descubrí que siempre que los hermanos y hermanas encontraban un problema, buscaban a Marsha y hasta tomaban decisiones directamente tras verse con ella. Yo estaba bastante a disgusto con esa circunstancia. Pensaba: “Si esto se mantiene, ¿no perderé el puesto de líder? Así no puede ser. En lo sucesivo me ocuparé yo misma de todo el trabajo asignado a mí y no pediré ayuda a Marsha. Si no, el resto pensará que ella es una obrera muy buena y con talento”. Una vez, Marsha descubrió que un hermano avanzaba despacio en su trabajo de producción de video. Cuando lo investigó, descubrió que sus habilidades no estaban a la altura y él no buscaba los principios en el deber, con lo que a menudo había que repetir el trabajo. Asignó a otro hermano con más talento para que lo ayudara. Yo no me enteré hasta más tarde. Marsha había tomado la decisión correcta, pese a lo cual me sentí un poco incómoda con la situación. Me pareció una falta de respeto que tomara una decisión tan importante sin informarme. ¿Acaso yo me estaba convirtiendo en una líder decorativa? Le pregunté después por qué no me había informado de esto. Para mi sorpresa, dijo: “Estaba ocupada y se me olvidó avisarte”. Ante esa respuesta, perdí la calma y pensé: “Cada vez estás asumiendo más autoridad y tomando decisiones sin mi visto bueno. No me tienes ningún respeto. ¿Eso no hace que parezca que la iglesia no me necesita? De seguir así, ¿qué opinarán de mí los hermanos y hermanas? Naturalmente, me creerán una inútil. ¿Cómo podría ejercer de líder entonces?”. Al darme cuenta, se agravó mi sensación de pánico. En otra ocasión, Marsha me contó que había organizado unos materiales de estudio y planeaba reunir a todo el mundo para estudiar algunas habilidades. Me sentí incómoda al enterarme y pensé: “A veces soy yo la que te recuerda que trabajes en esto; sin embargo, cuando terminamos de hablar, eres tú la que se pone a enseñar y guiar a los demás. Nadie sabe el trabajo que invierto yo entre bastidores y todos deben de creer que tú llevas más carga que yo. Si esto continúa, ¿cómo se supone que conservaré mi posición de líder?”. En realidad sabía que Marsha era responsable de dirigir a los hermanos y hermanas en los estudios y que este trabajo no podía demorarse, así que no debía hacer un drama de ello, pero no quería que Marsha gestionara esa labor. Pensé: “Marsha participa cada vez en más proyectos, incluida parte del trabajo del que yo soy responsable. Los demás prefieren acudir a ella cuando tienen problemas. ¿Me van a sustituir pronto por ella?”. Me sentí bastante desgraciada al pensar en todo esto. Así pues, empecé a resaltar sus fallos y problemas en el trabajo. Quería mostrar a los demás que no era tan hábil en él y que yo tenía más talento aún.
Un día, debatiendo nuestro trabajo con una líder superior, esta comentó de pasada que un proyecto en video de Marsha progresaba lentamente. Era justo lo que quería oír, e inmediatamente respondí: “En efecto. Se le han asignado muchos proyectos, pero no puede abordarlos todos. Además, algunos proyectos suyos no han sido muy eficaces. Creo que es mejor no darle demasiado trabajo. No se le debería conceder tanta autoridad”. Tras decir eso, me sentí algo culpable: ¿cómo pude decir algo así? Los deberes son una comisión de Dios. Hablaba como si yo le hubiera asignado esos deberes, como si le hubiera concedido la autoridad para hacer esas tareas y ahora se la estuviera quitando. ¿No estaba teniendo una postura equivocada? No podía creer que fuera capaz de decir algo así y me horroricé bastante de mí misma. Asimismo, parte de ese trabajo realmente formaba parte de los deberes de Marsha, pero yo trataba de impedir que lo hiciera y no dejaba de resaltar los fallos de su trabajo. Quería que todos vieran que no era una buena obrera y que era inferior a mí. ¿Cómo pude ser tan despreciable?
Luego me puse a buscar pasajes pertinentes de las palabras de Dios para corregir mi estado. Encontré un pasaje en el que Dios revela a los anticristos, que se hacía eco de mi estado. Dice Dios: “Una de las características más obvias de la esencia de un anticristo es que son como déspotas dirigiendo su propia dictadura. No escuchan a nadie, desprecian a todos y, a pesar de los puntos fuertes de la gente, o de las ideas correctas u opiniones sensatas que esta exprese, o de los métodos adecuados que planteen, no les prestan atención; es como si nadie estuviera cualificado para trabajar con ellos, o para participar en cualquier cosa que hagan. Este es el tipo de carácter que tienen los anticristos. Algunas personas dicen que esto es tener una humanidad pobre, pero ¿cómo va a ser eso sencillamente una humanidad pobre? Se trata de un carácter satánico absoluto, y tal carácter es sumamente feroz. ¿Por qué digo que su carácter es sumamente feroz? Los anticristos se apropian de todo lo de la casa de Dios y los bienes de la iglesia, y los tratan como propiedad personal, todo lo cual les corresponde administrar, sin que nadie interfiera. Lo único en lo que piensan cuando hacen el trabajo de la iglesia es en sus propios intereses, su propio estatus y su propio orgullo. No permiten que nadie perjudique sus intereses, y mucho menos permiten que cualquiera con aptitud o que sea capaz de hablar de su testimonio vivencial amenace su estatus y prestigio. […] Cuando alguien se distingue con un pequeño trabajo, o cuando alguien es capaz de ofrecer un testimonio vivencial verdadero para beneficiar, edificar y apoyar a los escogidos de Dios, y se gana grandes elogios de todos, la envidia y el odio crecen en el corazón de los anticristos, y estos tratan de aislarlos y reprimirlos. En ninguna circunstancia permiten que tales personas emprendan ningún trabajo, para evitar que amenacen su estatus. […] Los anticristos piensan para sí: ‘De ninguna manera voy a soportar esto. Quieres desempeñar un papel en mi campo de acción, quieres competir conmigo. Eso es imposible, ni lo pienses. Eres más ilustrado que yo, más elocuente, más popular que yo, y buscas la verdad con más diligencia que yo. Si tuviera que trabajar contigo y me robaras el protagonismo, ¿qué haría yo?’. ¿Consideran los intereses de la casa de Dios? No. ¿En qué piensan? Solo piensan en cómo mantener su propio estatus. Aunque los anticristos se saben incapaces de hacer un trabajo real, no cultivan ni promueven a las personas de buena aptitud que buscan la verdad; a las únicas personas que promueven son aquellas que los adulan, aquellas que son propensas a idolatrar a otros, que les dan su visto bueno y los admiran de corazón, aquellas que se las saben todas, que no tienen comprensión de la verdad y son incapaces de discernir” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Querrían que se les obedeciera solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Antes, siempre creía que este pasaje revelaba a los anticristos y no me concernía a mí, pero luego me di cuenta de que mi carácter de anticristo era bastante grave. Al principio, recordé lo responsable y trabajadora que era Marsha y me dio gusto delegarle parte de mi trabajo, pero cuando me percaté de que el resto la admiraba y recurría a ella con muchas de sus preguntas y de que ella realizó algunos proyectos sin pasar por mí, me preocupó que me quitara protagonismo y sentí que constituía una amenaza para mi estatus, por lo que traté de impedir que participara en más proyectos, incluidos algunos que, de hecho, formaban parte de sus deberes. Me preocupaba que, si ella lo hacía bien, los hermanos y hermanas la admiraran todavía más, y yo quedara peor en comparación. Llegué a engañar a la líder superior para que no le diera más trabajo a Marsha. Al reflexionar sobre estas conductas, vi que me faltaba mucha humanidad y que era obvio que excluía a otras personas por preservar mi estatus. Los anticristos valoran la autoridad por encima de todo y jamás tienen en cuenta el trabajo ni los intereses de la iglesia. Hagan el trabajo que hagan, solo les importa su estatus, y cuando alguien tiene más talento que ellos y amenaza su estatus, hacen todo lo posible por reprimirlo y excluirlo e impiden que juegue un papel importante en cualquier deber del que sean responsables. ¿Era mi conducta distinta a la de un anticristo? Hacía como si el trabajo de la iglesia fuera propiedad privada mía. Al pensar en a quién asignar ciertos deberes y cuánto trabajo asignarle, siempre me preocupaba si suponía una amenaza a mi estatus y mi reputación. No pensaba lo más mínimo en cómo repercutiría esto sobre el trabajo de la iglesia. Llegué a reprimir y excluir a gente por preservar mi estatus, con lo dejé en evidencia mi carácter de anticristo. Era realmente horrenda.
Encontré este pasaje: “¿Qué tipo de carácter se presenta cuando una persona ve a alguien que es mejor que ella y trata de derribarla, difundiendo rumores sobre tal persona o empleando medios despreciables para denigrarla y socavar su reputación —incluso pisoteándola— con el fin de proteger su propio lugar en la mente de la gente? Esto no es solo arrogancia y engreimiento, es el carácter de Satanás, es un carácter malicioso. Que esta persona pueda atacar y alienar a personas que son mejores y más fuertes que ella es mezquino y malvado. Y que no se detengan ante nada para derribar a la gente muestra que hay mucho de diablo en ellos. Viviendo según el carácter de Satanás, son capaces de menospreciar a las personas, de intentar que las culpen de algo que no han hecho, de ponerles las cosas difíciles. ¿No es esto hacer el mal? Y viviendo así, siguen pensando que no hay problema en ellos, que son buenas personas; sin embargo, cuando ven a alguien mejor que ellos, son propensos a hacérselo pasar mal, a pisotearlo todo. ¿Qué problema hay aquí? Las personas que son capaces de cometer semejantes maldades, ¿acaso no son inescrupulosas y caprichosas? Esas personas solo piensan en sus intereses, solo consideran sus sentimientos, y lo único que quieren es concretar sus deseos, ambiciones y objetivos. No les importa el daño que causan a la obra de la iglesia, y prefieren sacrificar los intereses de la casa de Dios para proteger su estatus en la mente de la gente y su propia reputación. ¿Acaso no son las personas así arrogantes y santurronas, egoístas y viles? Estas personas no solo son arrogantes y santurronas, sino que también son extremadamente egoístas y viles. No tienen en cuenta la voluntad de Dios en absoluto. ¿Tienen estas personas un corazón temeroso de Dios? No tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. Esa es la razón por la que actúan arbitrariamente y hacen lo que les place, sin ningún sentido de culpa, sin ninguna inquietud, sin ninguna aprensión o preocupación y sin considerar las consecuencias. Esto es lo que suelen hacer y el modo en que se han comportado siempre. ¿Cuál es la naturaleza de tal comportamiento? Por decirlo suavemente, esas personas son demasiado envidiosas y tienen un deseo excesivo de reputación y estatus personales; son demasiado taimadas y traicioneras. Dicho con mayor dureza, la esencia del problema es que esas personas no tienen un corazón temeroso de Dios en absoluto. No temen a Dios, creen que son sumamente importantes y consideran que cada aspecto de sí mismas es superior a Dios y a la verdad. En su corazón, Dios no merece mención y es insignificante, y Dios no tiene absolutamente ningún estatus en su corazón. ¿Acaso pueden poner la verdad en práctica aquellos que no tienen lugar para Dios en su corazón y no tienen un corazón temeroso de Dios? Por supuesto que no. Entonces, cuando habitualmente van alegres manteniéndose ocupados y gastando mucha energía, ¿qué están haciendo? Esa gente incluso asegura que lo ha abandonado todo para esforzarse por Dios y que ha sufrido mucho, pero, en realidad, la motivación, el principio y el objetivo de todos sus actos es en aras de su propio estatus y prestigio, de proteger todos sus intereses. ¿Diríais o no que esa clase de gente es terrible? ¿Qué clase de personas han creído en Dios durante muchos años y sin embargo no tienen un corazón temeroso de Él? ¿Acaso no son arrogantes? ¿No son Satanás? ¿Y cuáles son las cosas que más carecen de un corazón temeroso de Dios? Además de las bestias, los malvados y los anticristos, la calaña de los demonios y Satanás. No aceptan para nada la verdad; carecen totalmente de un corazón temeroso de Dios. Son capaces de cualquier maldad; son los enemigos de Dios y los enemigos de Su pueblo escogido” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Las cinco condiciones que hay que cumplir para emprender el camino correcto de la fe en Dios). Al leer las palabras de Dios, sentía como si Él estuviera allí mismo juzgándome. Era obvio que no había grandes problemas en el trabajo que supervisaba Marsha, pero, como suponía una amenaza a mi estatus, busqué el modo de reprimirla y aproveché la ocasión para denigrarla delante de la líder superior, con la esperanza de inducirla a que le diera menos trabajo a Marsha y, así, esta no me sustituyera en el puesto. Reprimía y castigaba a los demás para consolidar mi estatus. ¿Acaso tenía un corazón temeroso de Dios? Vivía de acuerdo con ponzoñas satánicas como “cada hombre para sí mismo, y sálvese quien pueda”, “solo puede haber un macho alfa” y “yo soy el único soberano del universo”. Era muy egoísta y arrogante. Pensé en el PCCh, tiránico y autoritario, que reprime y excluye a cualquiera que suponga una amenaza a su posición. ¿Yo no era igual? Reprimía a los hermanos y hermanas con talento y eficaces en el trabajo. Trataba de consolidar mi autoridad en la iglesia y de hacer que los hermanos y hermanas solo me admiraran y me llevaran en el corazón a mí. Iba por la senda de un anticristo. Me acordé de aquellos anticristos que, por conservar el estatus, castigaban y maltrataban a otros por todos los medios posibles, que consideraban espinas en su carne a aquellos que amenazaban su estatus, acusándolos injustamente, castigándolos y no rindiéndose nunca hasta su expulsión. Tras cometer toda clase de maldad, esos anticristos terminaron expulsados de la casa de Dios. Si seguía así y no me arrepentía, ¿no afrontaría el mismo destino al final? Dios nos ha enseñado a discernir a los anticristos y a no recorrer la senda que estos recorren. Dios ha enseñado muy claramente este aspecto de la verdad para que sepamos discernir a los anticristos, reflexionemos sobre nuestras conductas similares a las de estos y busquemos la verdad, el arrepentimiento y la transformación. Sin embargo, yo no me centraba en corregir mi carácter de anticristo en mi trabajo, no meditaba la mejor manera de cumplir con el deber y proteger el trabajo de la iglesia. Por el contrario, competía por el estatus, consideraba el deber mi empresa personal, un medio para alcanzar estatus y la admiración de mis hermanos y hermanas, y quería toda la autoridad en mi deber. Me dejaba llevar por mis deseos.
Una vez, en mis devociones, encontré dos pasajes muy útiles de la palabra de Dios. Las palabras de Dios dicen: “Como líder u obrero, si siempre te consideras por encima de los demás y te deleitas en tu deber como si fueras funcionario del gobierno, siempre entregándote a las ventajas de tu puesto, siempre haciendo tus propios planes, considerando y disfrutando tu propia fama y estatus, siempre ocupándote de tus propios asuntos, y siempre buscando ganar estatus mayor, manejar y controlar a más personas y extender el ámbito de tu poder, esto es un problema. Es peligroso tratar un deber importante como una oportunidad para disfrutar de tu posición como si fueras un funcionario del gobierno. Si siempre actúas así, sin deseo de trabajar con otros, sin querer diluir tu poder y compartirlo con nadie, que ningún otro tenga la sartén por el mango ni te robe el protagonismo, si solo quieres disfrutar del poder por tu cuenta, entonces eres un anticristo. Pero si buscas a menudo la verdad, dejas de lado la carne, renuncias a tus propias motivaciones y designios, y eres capaz de asumir la colaboración con los demás, abres tu corazón para consultar y buscar con otros, escuchas atentamente sus ideas y sugerencias, y aceptas los consejos que son correctos y están en consonancia con la verdad, venga de quien venga, entonces estás practicando de forma sabia y correcta y eres capaz de evitar tomar la senda incorrecta, lo que te protege” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Querrían que se les obedeciera solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). “Hagas lo que hagas, ya sea importante o no, siempre debe haber alguien ahí para ayudarte, para señalarte el camino, para darte consejo o cooperar contigo para hacer cosas. Es la única manera de asegurarse de que las harás del modo más correcto, de que cometerás menos errores, y será menos probable que te desvíes; se trata de algo bueno. Servir a Dios, en particular, es un asunto importante ¡y no resolver tu carácter corrupto puede ponerte en peligro! Cuando la gente tiene un carácter satánico, se rebela y resiste contra Dios en cualquier lugar y momento. La gente que vive según el carácter satánico puede negar, resistirse a Dios y traicionarlo en cualquier momento. Los anticristos son muy estúpidos, no se dan cuenta de ello, piensan: ‘Ya he tenido bastantes problemas para hacerme con poder, ¿por qué iba a compartirlo con nadie? Dárselo a los demás significa que no tendré nada para mí, ¿verdad? ¿Cómo puedo demostrar mis talentos y habilidades sin poder?’. No saben que lo que Dios ha confiado a las personas no es poder o estatus, sino un deber. Los anticristos solo aceptan el poder y el estatus, dejan de lado su deber y no hacen ninguna labor práctica. Por el contrario, solo buscan la fama, el beneficio y el estatus, y lo único que quieren es hacerse con el poder, controlar al pueblo escogido de Dios y disfrutar de los beneficios del estatus. Hacer las cosas de esta manera es muy peligroso: ¡es resistirse a Dios! Cualquiera que busque la fama, el beneficio y el estatus en vez de cumplir con el deber adecuadamente está jugando con fuego y con su vida. Los que hacen esto se pueden destruir a sí mismos en cualquier momento. Hoy, como un líder u obrero, estás sirviendo a Dios, lo cual no es algo corriente. No estás haciendo cosas para una persona, y mucho menos trabajando para pagar las facturas y poner comida en la mesa; en cambio, estás cumpliendo con tu deber en la iglesia. Y dado, en particular, que este deber te fue confiado por Dios, ¿qué implica cumplirlo? Que eres responsable ante Dios de tu deber, tanto si lo haces bien como si no; en última instancia, hay que rendir cuentas a Dios, tiene que haber un resultado. Lo que has aceptado es una comisión de Dios, una responsabilidad sagrada, así que da igual lo importante o lo insignificante que esta responsabilidad sea, es un asunto serio. ¿Cómo de serio es? A pequeña escala, se trata de si puedes obtener la verdad en esta vida y de cómo te contempla Dios. A una escala mayor, está directamente relacionado con tu futuro y tu destino, con tu fin; si cometes maldades y te opones a Dios, serás condenado y castigado. Todo lo que haces cuando cumples con tu deber es registrado por Dios, y Dios tiene Sus propios principios y normas para calificar y evaluar; Dios determina tu fin basándose en todo lo que manifiestas cuando cumples con tu deber” (La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 8: Querrían que se les obedeciera solo a ellos, no a la verdad ni a Dios (I)). Antes consideraba mi puesto de líder un símbolo de estatus. Tras leer las palabras de Dios, fue cuando comprendí que mi deber es una comisión que Dios me ha concedido. Es una responsabilidad y no tiene que ver con el estatus y la autoridad. Al cumplir con el deber en la iglesia, no existe una distinción entre estatus alto o bajo. Todo el mundo cumple sus responsabilidades en su puesto. Tras convertirme en líder, obtuve muchas oportunidades de practicar, y poco a poco aprendí a actuar según los principios y llegué a comprender algunas verdades. Dios también asignó a unos hermanos y hermanas con talento que comprendían los principios para que colaboraran conmigo, a fin de que yo cumpliera con el deber lo mejor que pudiera e hiciera bien la labor de la iglesia. No obstante, yo no buscaba la verdad ni trabajaba en armonía con otros. En cambio, valoraba el estatus y hasta reprimía y excluía a otras personas por mantenerlo, con lo que arrebataba a los hermanos y hermanas la ocasión de practicar. No solo perjudicaba a mis hermanos y hermanas, sino que también afectaba la labor de la iglesia. A tenor de todas mis conductas, la verdad, no era apta para ser líder. No quería continuar por este camino equivocado. Únicamente quería llevar a cabo mis responsabilidades de manera honesta y práctica, cumplir con el deber. Luego empecé a aplicarme más al cumplimiento del deber, y cuando otros acudían a Marsha con preguntas, ya no me sentía tan mal y dejó de preocuparme que la admiraran a ella en vez de a mí. Solamente pensaba en el mejor modo de colaborar con Marsha en el deber. Cuando advertía problemas en el trabajo de Marsha, se los comunicaba y la ayudaba a retomar el rumbo. Cuando ciertos proyectos avanzaban despacio, debatía con ella sobre cómo aumentar la eficacia. Si me faltaba perspicacia o no sabía manejar cierto asunto, también la buscaba para hablar con ella. Con el tiempo comenzamos a trabajar cada vez mejor juntas y me sentía muy centrada y libre.
También me acordé de este pasaje de las palabras de Dios: “Como líder de la iglesia no solo has de aprender a usar la verdad para resolver los problemas, también tienes que descubrir y cultivar a la gente de talento, a quienes de ninguna manera debes envidiar ni reprimir. Practicar de esta manera es beneficioso para la obra de la iglesia. Si puedes formar a algunos que busquen la verdad para que cooperen contigo y realicen bien todo el trabajo y, al final, todos vosotros tengáis testimonios vivenciales, entonces eres un líder u obrero cualificado. Si eres capaz de manejar todas las cosas según los principios, entonces estás comprometido con tu devoción. Algunas personas siempre temen que otros sean mejores que ellas o estén por encima de ellas, que otros obtengan reconocimiento mientras a ellas se les pasa por alto, y esto lleva a que ataquen y excluyan a los demás. ¿Acaso no es eso envidiar a las personas con talento? ¿No es egoísta y despreciable? ¿Qué tipo de carácter es este? ¡Es malicia! Aquellos que solo piensan en los intereses propios, que solo satisfacen sus propios deseos egoístas, sin pensar en nadie más ni considerar los intereses de la casa de Dios tienen un carácter malo y Dios no los ama. Si realmente puedes mostrar consideración con la voluntad de Dios, podrás tratar a otras personas de manera justa. Si recomiendas a una buena persona y permites que reciba formación y desempeñe un deber, con lo que la casa de Dios gana así a una persona talentosa, ¿no facilitará eso tu trabajo? ¿No estarás mostrando devoción en tu deber? Se trata de una buena obra ante Dios, es el mínimo de conciencia y sentido que debe poseer alguien que sirve como líder” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. La libertad y la liberación solo se obtienen desechando la propia corrupción). Con las palabras de Dios supe que promover el talento es responsabilidad de un líder y lo que necesita el trabajo de la iglesia. Esta experiencia me ayudó a comprender lo importante que es realmente este trabajo. Por un lado, es beneficioso para la labor global de la iglesia al permitir que más gente aplique su talento para cumplir con el deber e impulsar aún más la obra de la iglesia. Por otro lado, también les da a los hermanos y hermanas más práctica que favorece su entrada en la vida. Todas estas son buenas acciones y Dios las recordará. En retrospectiva, Marsha me había sido de gran ayuda. Me ayudó a captar algunos principios y a progresar un poco y el trabajo avanzaba con mucha más facilidad. Comprendí lo crucial que es obedecer las exigencias de Dios y aprender a colaborar con otros en el deber. Es el único camino para hacer el trabajo de la iglesia y cumplir bien con el deber.
Con esta experiencia logré entender un poco mi carácter satánico y mis opiniones falaces, y pude renunciar a mi deseo de reputación y estatus y cumplir con el deber. Así me salvó Dios. ¡Doy gracias a Dios!
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