Dejé los estudios

16 Abr 2023

Por Lin Ran, China

Desde pequeña, mis padres me dijeron que, como no tenían un hijo, solo dos niñas, mi hermana y yo, lo pasaban mal delante de la familia, así que tenía que estudiar mucho, enorgullecerlos y demostrar a la familia que las hijas eran tan buenas como los hijos. Cuando mi madre dijo eso, me impresionó profundamente, y decidí estudiar mucho, enorgullecerlos y honrarlos. Siempre estudié mucho y obtuve buenas notas. Cuando los mayores preguntaban amablemente qué tal me iba, me alegraba mucho ver tan feliz a mi madre mientras contestaba, y eso me hacía sentir que yo le granjeaba respeto y la enorgullecía.

Durante mi posgrado, mis padres me dijeron: “Debes sacar buenas notas en este programa, y luego, un doctorado. Luego podrás tener un trabajo cómodo como profesora universitaria, ganar mucho dinero y enorgullecernos”. Estas palabras de mis padres me estresaron mucho. Tras todos esos años de estudio, hacía mucho que me había hartado de los exámenes. Pensaba en todos los que se habían suicidado por el estrés de un doctorado y temía acabar como ellos. No quería estudiar más, pero, frente a la mirada expectante de mis padres, no podía negarme.

En ese momento he aceptado la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días, pero, al estar tan ocupada, no podía ir a reuniones. Hasta que no llegué al posgrado y di clase en el campo, no pude asistir a reuniones en la iglesia local. En una, la hermana Zhang Lu me contó que cada vez más gente aceptaba la obra de Dios en los últimos días y que había necesidad urgente de regantes. Me preguntó si los podía regar yo. Recordé que, de pequeña, estuve a punto de ser atropellada por un camión cuando iba en bicicleta. Sobreviví gracias a la protección de Dios. En la universidad tuve un grave accidente de tráfico, pero solo me hice un corte en la frente. Aquella vez, también veló Dios por mí en silencio. Dios siempre me había protegido en silencio para que pudiera crecer bien. Sabía que, como ser creado, había gozado de abundante gracia de Dios y del sustento de la verdad y que debía retribuirle a Dios Su amor cumpliendo con un deber, así que accedí encantada. Mientras regábamos a los nuevos fieles, mi compañera y yo orábamos, amparadas en Dios, para enseñarles Su palabra y resolver sus dificultades. Nos alegraba mucho resolver sus problemas y que se arraigaran en el camino verdadero, y eso nos hacía sentir que nuestro deber tenía mucho sentido.

Luego, como cada vez precisaban riego más nuevos fieles, quise dejar de estudiar y cumplir mi deber a tiempo completo, pero recordé que mis padres habían puesto todas sus esperanzas en mí. Si dejaba los estudios, el resto de la aldea seguiría despreciando a mis padres. Con todo lo que se habían gastado en mí, ¿cómo podía defraudarlos? Dudaba sin saber qué hacer. Un día leí un pasaje de la palabra de Dios: “Eres un ser creado, debes por supuesto adorar a Dios y buscar una vida con significado. Si no adoras a Dios, sino que vives en tu carne inmunda, ¿no eres solo una bestia, vestida de humano? Como eres un ser humano, ¡te debes gastar para Dios y soportar todo el sufrimiento! El pequeño sufrimiento que estás experimentando ahora, lo debes aceptar con alegría y con confianza y vivir una vida significativa como Job y Pedro. En este mundo, el hombre usa la ropa del diablo, come la comida del diablo, trabaja y sirve bajo el campo de acción del diablo, pisoteado completamente en su inmundicia. Si no captas el significado de la vida u obtienes el camino verdadero, entonces, ¿qué significado tiene vivir así? Vosotros sois personas que buscáis la senda correcta, los que buscáis mejorar. Sois personas que os levantáis en la nación del gran dragón rojo, aquellos a quienes Dios llama justos. ¿No es esa la vida con mayor sentido?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Práctica (2)). Con la palabra de Dios entendí que soy un ser creado, que Dios me dio la vida y que debo vivir para Dios. Buscar la verdad en el deber, eliminar mi carácter corrupto y alcanzar la salvación de Dios: esta es una vida con sentido y que vale la pena. Durante muchísimos años, mi vida había consistido en estudiar y dar clase para hacer felices a mis padres. Siempre ocupadísima, pero en el fondo muy vacía. Ni siquiera sabía para qué era todo eso. Ni siquiera en mi tiempo libre sabía qué podía hacer que tuviera sentido. No sabía qué hacer para librarme de esta sensación de vacío. Probé muchas cosas, como aprender instrumentos, pintar, leer, escuchar música o correr, pero ninguna cambió lo que sentía. Seguía muy vacía por dentro. Mi vida aún parecía no tener rumbo ni propósito. Reflexioné más acerca de mis años de esfuerzo académico. Aunque había obtenido un posgrado, era maestra y el elogio y la aprobación de mi entorno satisfacían mi vanidad, estas cosas no me aportaban plenitud espiritual ni comodidad. Ante los grandes desastres, ni el conocimiento más elevado puede salvarte. Solo si buscas la verdad, cumples un deber y te libras de tu carácter corrupto puedes ser salvada por Dios y sobrevivir. Al comprenderlo oré a Dios, y decidí renunciar a mi puesto docente y solicitar la baja del posgrado.

Un día, tras volver de regar a nuevos fieles, vi que mi familia me había mandado reiterados mensajes para localizarme. Empecé a tener palpitaciones. ¿Qué haría si se empeñaban en que no cumpliera con un deber? Llamé a mi madre, que me gritó al teléfono: “¡Tienes el descaro de dejar los estudios sin avisarnos!”. Enseguida vinieron unos parientes del pueblo a decirme que volviera a la docencia y acabara los estudios; si no, me llevarían directamente de vuelta al pueblo. Me asustó que realmente lo hicieran y ya no pudiera reunirme ni cumplir un deber. Así pues, volví a mi puesto docente, pero me sentía muy incómoda y culpable. Pensaba en la rápida difusión del evangelio de Dios en los últimos días, en los nuevos fieles en busca de riego y en que debería estar cumpliendo con mi deber, pero, al acordarme de las esperanzas de mis padres sobre mí, comenzaba mi confusión. Me sentía en deuda con ellos y temía lastimarlos. En una reunión, los demás se enteraron de mi estado y me leyeron la palabra de Dios. Dios Todopoderoso dice: “¿Acaso no hay muchos entre vosotros que han fluctuado entre lo correcto y lo incorrecto? En las competencias entre lo positivo y lo negativo, lo blanco y lo negro, seguramente sois conscientes de las elecciones que habéis hecho entre la familia y Dios, los hijos y Dios, la paz y la alteración, la riqueza y la pobreza, el estatus y lo ordinario, ser apoyados y ser rechazados, y así sucesivamente. Entre una familia pacífica y una fracturada, elegisteis la primera, y sin ninguna vacilación; entre la riqueza y el deber, de nuevo elegisteis la primera, aun careciendo de la voluntad de regresar a la orilla; entre el lujo y la pobreza, elegisteis la primera; entre vuestros hijos e hijas, esposa, marido y Yo, elegisteis lo primero; y entre la noción y la verdad, una vez más, elegisteis la primera. Al enfrentarme a toda forma de malas acciones de vuestra parte, simplemente he perdido la fe en vosotros. Estoy absolutamente asombrado de que vuestro corazón se resista tanto a ablandarse. Muchos años de dedicación y esfuerzo al parecer solo me han traído vuestro abandono y desesperación, pero Mis esperanzas hacia vosotros crecen con cada día que pasa, porque Mi día ha sido completamente expuesto ante todos. Sin embargo, continuáis buscando cosas oscuras y malvadas, y os negáis a dejarlas ir. Entonces, ¿cuál será vuestro resultado? ¿Habéis analizado detenidamente esto alguna vez? Si se os pidiera que eligierais de nuevo, ¿cuál sería, entonces, vuestra postura? ¿Seguiría siendo la primera? ¿Seguiríais dándome decepciones y una tristeza miserable?(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. ¿A quién eres leal?). Me conmovió mucho la lectura de estas palabras. Dios se ha hecho carne para obrar y salvarnos, y ha volcado Su corazón y Su alma para que al final nos salvemos y perduremos. Toda persona racional con conciencia debe cumplir bien un deber para satisfacer a Dios. Pero, siempre que decidía cumplir un deber, sentía que defraudaba a mis padres, que habían invertido muchísimo en mí y que no se lo retribuía, con lo que desaprovechaba todo su amor y devoción. También temía que, por dejar los estudios, no honrara a mis padres y que la familia los despreciara. No podía pensar más que en satisfacer a mis padres y llegué a renunciar al deber por no angustiarlos. Como ser creado, he gozado del sustento de la palabra de Dios, pero no estaba cumpliendo el deber de un ser creado para retribuirle Su amor. Era muy irrazonable. Estaba defraudando a Dios. Pese a ser así de rebelde, Dios no me abandonó. Siguió guiándome y sustentándome por medio de los hermanos y hermanas, pero, a cambio, yo a Él no le daba sino dolor y decepción. No estaba a la altura de los meticulosos esfuerzos que Dios me había dedicado. Con gran remordimiento y culpa, oré a Dios: “Dios mío, yo no te satisfago. Te debo muchísimo. Te pido fe y fortaleza y que me guíes para decidir lo correcto”. Después de orar escribí una carta a mi familia para contarles que decidía dejar los estudios y cumplir un deber.

Luego me llamaron mis padres para decirme: “Si te atreves a dejar los estudios, nos vamos a matar de una sobredosis”. Fue insoportable oír a mis padres decir esto, y no paraba de orar a Dios: “Dios mío, digan lo que digan, no te traicionaré. Solo te pido que me des las palabras adecuadas. Mi estatura es muy pequeña y me da miedo decir inconscientemente, por ignorancia y necedad, algo que utilice Satanás en mi contra. Por favor, guíame para mantenerme firme en el testimonio”. Me sentí algo más tranquila tras orar, y les respondí: “Si saben que he elegido la senda correcta, ¿por qué me coaccionan así? Solo quiero creer en Dios, buscar la verdad y cumplir mi deber. ¿No pueden dejar que elija mi propia senda?”. Mi madre replicó, furiosa: “Sé que creer en Dios es la senda correcta, pero, por cumplir un deber, hasta has dejado de estudiar. ¿Crees que nos ha resultado fácil pagar tu formación todos estos años? ¡No puedes ser tan egoísta!”. Al oír a mi madre, pensé: “El hombre es creación de Dios. Él nos da todo cuanto disfrutamos. Tenemos la responsabilidad y la obligación de cumplir un deber y esforzarnos por Dios. Si no cumpliera ese deber por satisfacer a mis padres, sería egoísta”. Por tanto, les dije: “Ya me he decidido. Da igual cómo intenten impedírmelo; voy a cumplir un deber”. Mi madre, acalorada, dijo: “Nos hemos gastado tanto en ti para que tú puedas salir adelante en la vida y enorgullecernos ante el resto de la familia, y poder tener nosotros una vida más fácil. ¿Por qué no piensas para nada en nosotros? Eres muy cruel”. También me llamó mi hermana para reprocharme: “¿Te das cuenta de que, si dejas de estudiar, toda la aldea nos va a despreciar y nuestros padres caerán en desgracia? Si dejas de estudiar y trabajar, ¡llamo a la policía y les digo que los detengan a todos los creyentes!”. Fue muy deprimente oír estas cosas de mi familia. Resultaba que todo lo que habían hecho por mí había sido una inversión. Cuando hacía el posgrado y los enorgullecía ante familiares y amigos, me hablaban con dulzura y me decían que era su hija más querida, pero, cuando buscaba la verdad y cumplía un deber en vez de honrarlos a ellos, me lanzaban improperios. No me dedicaban amor, sino que me utilizaban. Rememoré la palabra de Dios: “Lo que se conoce como ‘amor’ se refiere a una emoción que es pura y sin mancha, en la que usas tu corazón para amar, sentir y ser considerado. En el amor no hay condiciones, no hay barreras ni distancia. En el amor no hay sospecha, engaño ni astucia. En el amor no hay trueques ni nada impuro(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Muchos son llamados, pero pocos son escogidos). Esta es la mejor explicación que da Dios del amor. El amor de Dios a la humanidad es el único puro e intachable. Para salvar a la humanidad de la corrupción y el daño de Satanás, Dios se ha encarnado dos veces y ha pronunciado millones de palabras de verdad, mientras paga en silencio un precio por nosotros. Dios jamás nos ha pedido nada. Solo espera que seamos capaces de buscar la verdad y alcanzar la salvación. El único amor abnegado es el de Dios por nosotros. El “amor” de mi familia por mí era utilizarme para ganarse el respeto de los demás. No era amor, sino una transacción, una relación abiertamente interesada. Recordé que Dios observó: “Las personas que viven en lo carnal toman como placeres las diferentes relaciones y lazos familiares de la carne. Creen que no se puede vivir sin los seres queridos. ¿Por qué no piensas en cómo viniste al mundo de los hombres? Viniste solo, inicialmente, sin relaciones con otras personas. Dios trae aquí a los seres humanos uno a uno; de hecho, cuando tú viniste, estabas solo(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Quizá las relaciones familiares son estrechas en la carne, pero no hay un nexo espiritual. Dios ha predestinado a cada persona para que venga a este mundo. Cada cual tiene un papel que desempeñar y una misión que cumplir. Aunque sean mis padres y mi hermana de sangre, no compartimos un nexo espiritual. Me criaron, cumplieron su responsabilidad y mejoraron mi vida material, pero no pueden decidir mi futuro ni mi destino, y ni mucho menos salvarme de la corrupción y el daño de Satanás. Solo Dios puede darme la verdad y la vida, purificarme y salvarme. Que mis padres no me dejaran cumplir un deber, estar cerca de Dios ni recibir Su salvación me lastimaba y me arruinaba la vida. No podía estar limitada por ellos. Al comprenderlo oré a Dios: “Gracias, Dios, por darme discernimiento acerca de mi familia. ¡Te pido que veles por mí para poder mantenerme firme!”. Al día siguiente por la tarde, dejé los estudios para asumir un deber.

Luego pensé para mis adentros: “Sé que he elegido la senda correcta; entonces, cuando mi familia intenta impedírmelo y hacer que abandone mi deber, ¿por qué siempre me siento limitada por los afectos como si les debiera tanto? ¿Por qué exactamente?”. En un devocional leí la palabra de Dios. “En el pasado, las personas siempre obraban según su conciencia y la utilizaban para medir a los demás. Estas tenían que aprobar continuamente el examen de conciencia, siempre temerosas de las habladurías, temerosas de que se rieran de ellas o de ganarse una mala reputación, o de que las llamaran ‘sin conciencia o mala persona’. Así que, para encajar, tuvieron que aceptar algunas cosas a regañadientes. ¿Ahora cómo se mide a las personas? (Mediante los principios de la verdad). ¿Cómo eran las cosas en aquel entonces, cuando la vida de las personas estaba sujeta a las nociones y las falacias de los incrédulos? Por ejemplo, desde pequeño tus padres te adoctrinaban con palabras como: ‘¡Cuando crezcas debes hacernos sentir orgullosos; debes honrar a nuestra familia!’. ¿Qué han significado estas palabras para ti? ¿Un estímulo o una limitación? ¿Una influencia positiva o una especie de control negativo? Lo cierto es que son una forma de control. Tus padres te fijan un objetivo con base en alguna afirmación o teoría que las personas consideran correcta y buena, te obligan a vivir la vida al servicio de ese objetivo, y acabas dejando de ser libre. ¿Por qué terminas perdiendo la libertad y cayendo bajo su control? Porque las personas piensan que honrar a su familia es algo bueno que debe hacerse. Si no compartes esa forma de pensar o no aspiras a hacer cosas que honren a tu familia, te verán como un ridículo desperdicio de espacio, un perdedor bueno para nada, y las personas te despreciarán. Para tener éxito, debes estudiar mucho, adquirir cada vez más habilidades y honrar tu apellido. De esta forma, las personas no te acosarán en el futuro. ¿En realidad, todo lo que haces para conseguir este objetivo no es una cadena que te ata? (Sí). Dado que tus padres te exigen alcanzar el éxito y honrar a la familia, y dado que obran en tu beneficio propio para que tengas una buena vida y enorgullezcas a tu familia, es lógico que aspires a ese estilo de vida. Pero, efectivamente, estas cosas son problemas y, en cierto modo, una cadena. Cuando las personas no comprenden la verdad, piensan que estas cosas son positivas, que son la verdad, el camino correcto, y, por lo tanto, las dan por sentado y las acatan u obedecen. Y cuando estas palabras y exigencias proceden de tus padres, las obedeces sin fisuras. Si vives según estas palabras, trabajando duro y dedicándoles tu juventud y toda tu vida, y, al final, llegas a lo más alto, tienes una buena vida y honras a tu familia, puede que seas brillante para los demás, pero, en tu interior, cada vez estás más vacío. No le encuentras sentido a la vida, ni sabes qué destino te depara el futuro, ni qué tipo de senda deberían tomar las personas en la vida. No has comprendido ni alcanzado nada en absoluto sobre esos misterios de la vida cuyas respuestas anhelas, y quieres saber, y quieres entender. ¿En efecto, no te han arruinado las buenas intenciones de tus padres? ¿Acaso tu juventud y toda tu vida no se han visto arruinadas por las exigencias de tus padres, que, según sus propias palabras, son ‘lo que más te conviene’? (Así es). Entonces, ¿tus padres tienen razón al exigirte ‘lo que más te conviene’ o no? Puede que tus padres de verdad piensen que obran en tu beneficio propio, pero ¿son personas que entienden la verdad? ¿Poseen la verdad? (No la poseen). Muchas personas pasan toda su vida dependiendo de las palabras de sus padres: ‘Debes enorgullecernos, debes honrar a la familia’, palabras que les inspiran y que les influyen a lo largo de sus vidas. Cuando los padres dicen: ‘Es lo que más te conviene’, se convierte en el motor de la vida de una persona, proporcionándole un rumbo y un objetivo por el que trabajar. Por consiguiente, por muy glamurosa que sea la vida de esa persona, por muy digna y exitosa que sea, en realidad, su vida está arruinada. ¿No es cierto? (Sí). ¿Esto quiere decir que, si alguien no vive conforme a las exigencias de sus padres, su vida no está arruinada? No; pues también tiene un objetivo propio. ¿Cuál es el objetivo? Sigue siendo el mismo, es decir, ‘tener una buena vida y enorgullecer a sus padres’, aunque no porque sus padres se lo hayan dicho, sino porque han aceptado este objetivo de otra parte. Siguen queriendo vivir según estas palabras, enorgullecer a su familia, llegar a lo más alto y convertirse en una persona digna y honorable. Su objetivo no ha cambiado, pues continúan dedicando toda su vida a conseguir estas cosas. Por eso, cuando las personas no comprenden la verdad, aceptan muchas de las doctrinas, afirmaciones y puntos de vista supuestamente correctos que prevalecen en la sociedad. Entonces convierten lo correcto en el rumbo, los cimientos y la motivación de todo el esfuerzo de su propia vida. Al final, las personas viven de forma inflexible y totalmente en pos de estos objetivos, luchando hasta la muerte, momento en el que algunos todavía no están dispuestos a ver la verdad. ¡Qué vida tan lamentable llevan las personas! Sin embargo, una vez que comprendes la verdad, ¿no dejas, poco a poco, atrás las cosas, enseñanzas y afirmaciones supuestamente correctas, así como las expectativas que tus padres tienen de ti? Una vez que abandonas gradualmente lo supuestamente correcto, y el criterio con el que mides las cosas ya no se basa en las afirmaciones de la cultura tradicional, ¿no dejas de estar sujeto a dichas afirmaciones? Y si no estás sujeto a esas cosas, ¿vives libremente? Puede que entonces no seas completamente libre, pero al menos te habrás aflojado la cadena(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad de la verdad?). La lectura de la palabra de Dios me conmovió mucho. Desde niña, mi madre siempre me había dicho que estudiara mucho, que sobresaliera, la enorgulleciera y honrara a la familia. Por honrar a mi familia y recibir elogios de los demás, hice de “silencia el mundo y entierra la cabeza entre libros” mi mantra, y el estudio se convirtió casi en mi único objetivo. Durante muchísimos años había sido una máquina en los estudios de sol a sol. No tenía derecho a elegir ni sentido de la resistencia. Aunque me elogiaban mis padres y mi entorno, siempre me embargaba una sensación de vacío. Solía preguntarme: “¿Por qué vivo así? ¿Tiene sentido una vida como esta?”. Pero no hallaba respuesta y solía estar deprimida y sufriendo. Con la lectura de la palabra de Dios vi que ese daño me lo hacía Satanás. Con venenos como “honra merece quien a los suyos se parece” y “destacar entre los demás y honrar a los antepasados”, Satanás ataba y controlaba a la humanidad. Eran como un yugo que me había puesto Satanás por todo el cuerpo. Si no me afanaba por estas cosas, mi familia y la sociedad me condenarían por poco ambiciosa e inútil. Influida por este entorno, seguía pasivamente la senda del afán por la riqueza y la fama. En su afán por obtener buenas notas y títulos, muchos estudiantes se deprimen por la presión académica. Algunos incluso se suicidan y su vida se malogra. Pero yo, siempre que quería dejar los estudios por cumplir un deber, me sentía atada y controlada por estos venenos. Sentía que mis padres se habían gastado muchísimo en mí y que, si dejaba de estudiar, los defraudaría y no estaría honrándolos. Por fin vi que estos venenos son la forma en que Satanás nos extravía y corrompe. Alteran nuestro rumbo y nuestros objetivos en la vida, y hacen que abandonemos la fe, que no cumplamos el deber de un ser creado y que, poco a poco, nos alejemos de Dios y lo traicionemos. De no ser por la revelación de la palabra de Dios, jamás habría descubierto el daño de estos venenos satánicos. Habría seguido por este camino sin retorno, y al final perdería la salvación de Dios y sería aniquilada con Satanás. Al darme cuenta, me llené de gratitud hacia Dios. Esto era la protección y salvación de Dios.

Después leí más la palabra de Dios. “Dado que ser filial a los padres no es la verdad, sino simplemente una responsabilidad y una obligación humanas, ¿qué deberías hacer si esta obligación entra en conflicto con tu deber? (Priorizar mi deber; anteponerlo). Una obligación no es necesariamente un deber. Decantarse por el cumplimiento del deber propio es practicar la verdad, mientras que cumplir con una obligación no lo es. Si las condiciones son adecuadas, puedes cumplir esa responsabilidad u obligación, pero si las circunstancias actuales no te lo permiten, ¿qué deberías hacer? Deberías decir: ‘Debo cumplir con mi deber, eso es practicar la verdad. Ser filial a mis padres es vivir según mi conciencia, y no llega a la práctica de la verdad’. Por tanto, debes dar prioridad a tu deber y defenderlo. Si actualmente no tienes ningún deber, no trabajas lejos de casa y vives cerca de tus padres, busca la forma de cuidar de ellos. Haz todo lo posible para ayudarles a vivir un poco mejor y a aliviar su sufrimiento. Pero esto también depende del tipo de personas que sean tus padres. ¿Qué debes hacer si tus padres tienen poca humanidad y te impiden constantemente creer en Dios, si continúan alejándote de creer en Dios y de cumplir con tu deber? ¿Qué verdad deberías practicar? (La renuncia). En ese momento, debes renunciar a ellos. Has cumplido con tu obligación. Tus padres no creen en Dios, así que no tienes la obligación de mantenerlos. Si creen en Dios, entonces tus padres son familia. Si no lo hacen, entonces camináis por sendas diferentes: Creen en Satanás y adoran al diablo, y caminan por su senda, que es distinta a la de aquellos que creen en Dios. Ya no sois una familia. Consideran adversarios y enemigos a los creyentes en Dios. Por tanto, eso te exime de la obligación de cuidarlos y debes cortar los lazos con ellos por completo. ¿Cuál es la verdad: ser filial a los padres o cumplir con el deber propio? Por supuesto, la verdad es cumplir con el deber propio. Cumplir con el deber propio en la casa de Dios no se limita a cumplir con la obligación propia y a hacer lo que supuestamente uno debe hacer. Se trata de cumplir con el deber de un ser creado. Aquí está la comisión de Dios; es tu obligación, tu responsabilidad. Se trata de una verdadera responsabilidad, consistente en cumplir con tu responsabilidad y tu obligación ante el Creador. Este es el requerimiento del Creador a las personas, y la gran cuestión de la vida. Pero respetar a los padres simplemente es la responsabilidad y la obligación de un hijo o una hija. En realidad, no es una comisión de Dios, y mucho menos cumple con Su requerimiento. Por lo tanto, entre respetar a los padres y cumplir con el deber propio, sin duda hay que cumplir con el deber de uno, y solo eso es practicar la verdad. Cumplir con el deber propio como ser creado es la verdad, y es un deber imperioso. Respetar a los padres significa ser filial a las personas. No significa que uno esté cumpliendo con su deber, ni que esté practicando la verdad(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. ¿Cuál es la realidad de la verdad?). La palabra de Dios enseña principios para lidiar con los padres: si tus padres respaldan tu fe y tu deber, puedes honrarlos en todo lo posible sin demorar tu deber, pero si se oponen a Dios y te entorpecen en tu fe y tu deber, no debes dejarte limitar por ellos, y sí priorizar tu deber y la satisfacción de Dios. Mis padres, obedientes a Satanás, se afanaban por el dinero y la fama. En esencia, eran unos diablos de Satanás. En mi fe quiero buscar la verdad y cumplir con un deber. Nuestras sendas están totalmente reñidas. Si obedeciera a mis padres y no cumpliera un deber, estaría obedeciendo a Satanás y resitiéndome a Dios. Al percatarme de esto, tuve una sensación de liberación y supe cómo tratar a mi familia según los principios.

Posteriormente seguí cumpliendo con un deber en la iglesia y, para mi sorpresa, mi familia fue por mí a la universidad a arreglar lo de mi abandono. Veo que cada vez más gente acepta la obra actual de Dios. Soy muy afortunada de unirme a aquellos que predican Su evangelio y de poder proveer mi fortaleza para expandir el evangelio del reino de Dios. Me alegro mucho de esto. Ahora cumplo mi deber con mis hermanos y hermanas, hablamos y practicamos la verdad. Aunque comprendo muy poco de la verdad, noto que se va transformando mi carácter corrupto, vivo con cierta semejanza humana y puedo hablar de la verdad y dar testimonio de la obra de Dios. Son cosas que jamás habría aprendido por muchos años que estudiara en la universidad. Creo realmente que la decisión más correcta que he tomado nunca es cumplir mi deber y esforzarme por Dios.

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