Las lecciones que aprendí al ser destituida

3 Sep 2024

Por Chen Jin, China

En 2012, me eligieron para ser líder de la iglesia. Con la guía de Dios, la obra evangélica de nuestra iglesia logró ciertos resultados, y también fundamos dos iglesias nuevas. En aquellos días, los hermanos y hermanas me nominaron para que me hiciera cargo del trabajo electoral de la iglesia, y cuando los hermanos y hermanas se encontraban en un estado frágil también acudían a mí para que compartiera con ellos y los ayudara. Después de mis enseñanzas lograban cambiar su estado. En especial durante las reuniones de trabajo, me llenaba de alegría ver que nuestra iglesia era la que había recibido el mayor número de miembros, que contaba con un gran equipo de líderes y diáconos, y que el trabajo avanzaba sin problemas en todos los aspectos. Pensaba que tenía capacidad de trabajo y habilidad para seleccionar a las personas y aprovechar sus capacidades.

Más tarde, me eligieron para ser predicadora. En una ocasión, presidí las elecciones de una iglesia, y en la primera vuelta, una hermana llamada Wang Chen obtuvo el mayor número de votos. Me dije a mí misma: “Aunque Wang Chen disfruta del estatus y le gusta presumir, en las pocas veces que hemos interactuado, me he dado cuenta de que tiene cierto entendimiento de su carácter corrupto. Está capacitada para ser líder”. Ese día vi a Zhang Lin, quien anteriormente había sido destituida de su puesto de liderazgo en la iglesia. Zhang Lin me dijo: “Wang Chen muchas veces da testimonio de sí misma y alardea. Cuando habla de su estado, solo menciona sus puntos positivos, nunca sus actitudes corruptas. Esto ha hecho que los hermanos y hermanas la veneren y digan que puede hablar sobre la verdad y resolver problemas. No ha adquirido ningún entendimiento de sí misma, incluso tras ser destituida; no es apropiado elegirla como líder”. Despues de oírla hablar así, me formé mi propia opinión sobre Zhang Lin. Pensé: “¿No será que te sientes mal porque Wang Chen ha sido elegida y a ti te acaban de destituir? Es más, he tenido contacto con Wang Chen varias veces, y creo que ha demostrado cierta comprensión respecto a su destitución anterior. No es para nada como tú lo has dicho. Deberías reflexionar sobre los motivos que hay detrás de esas palabras”. Anteriormente, me había encargado de casi todas la elecciones de la iglesia, y las pesonas elegidas estaban más o menos capacitadas para su trabajo, entonces pensé que mi juicio era bueno y no quise aceptar el consejo de Zhang Lin. Cuando llegué a casa le comenté a la hermana con la que trabajaba que Wang Chen había conseguido la mayoría de los votos en las elecciones. Se quedó sorprendida y dijo: “Wang Chen tiene un fuerte deseo de estatus y sus alardes son un problema grave. Cuando era líder, al informar sobre el trabajo solo se centraba en su lado bueno y jamás mencionaba sus descarríos. Cuando hablaba de su estado, todo era positivo; no dejaba que nadie viera su lado corrupto. Decía que los hermanos y hermanas le comunicaban si surgía un problema, pero que no buscaban los principios. En aquel momento, hablamos con ella y señalamos sus problemas, pero dijo que no tenía segundas intenciones, que eran los hermanos y hermanas quienes deseaban admirarla. Y después de ser destituida, no ha adquirido ningún entendimiento de sí misma. Aún no logramos entender bien a Wang Chen; deberías seguir buscando la verdad sobre esto”. Me molestó bastante oír que esta hermana también rechazaba a la persona que yo había seleccionado. Me dije a mí misma: “Hablas de cosas que pasaron hace años. Las últimas veces que he interactuado con ella, he visto que es capaz de entenderse a sí misma. No es para nada como tú lo has dicho. No encasilles tan rápido a los demás. Por no hablar de que llevo varios años como líder. Me he encontrado con muchos tipos de personas y sé discernir. Tengo más experiencia que tú en cuanto a elegir y aprovechar a las personas, ¿de verdad podría estar equivocada en esto?”. Pero a ella solo le contesté con amabilidad: “Las cosas de las que hablas ocurrieron hace varios años; ahora tiene cierto entendimiento de sí misma. No podemos juzgar a las personas solo por su pasado; debemos valorarlas de manera correcta”. Al no recibir respuesta de la hermana, me convencí de que tenía razón.

Una vez también vi a una hermana llamada Li Li. Después de ser destituida de su posición de liderazgo, se mostró muy negativa y quería irse a casa. Pensé que Li Li podría querer irse a casa porque no tenía ningún deber que cumplir. Si le asignara un deber, tal vez ya no querría marcharse. Justo en ese momento, la iglesia necesitaba a alguien para encargarse de los asuntos generales, así que pensé en Li Li, y pensé que ella podía asumir este deber. Fui a reunirme con su líder, Zhang Hui, para discutir el asunto de asignar a Li Li los deberes de asuntos generales. Zhang Hui respondió: “Desde su destitución, Li Li no ha mostrado ningún entendimiento de sí misma. No acepta que los hermanos y hermanas le señalen sus problemas y todos se sienten limitados por ella. Los hermanos y hermanas informaron que tiene poca humanidad y no acepta la verdad”. Al oír las palabras de Zhang Hui, sentí un profundo desprecio. Me dije a mí misma: “A Li Li la acaban de destituir; es normal que no tenga demasiado entendimiento. Las veces que interactué con ella en el pasado, no noté que su humanidad fuera mala. ¿Es que no saben siquiera cómo juzgar a las personas? Aunque Li Li se preocupa bastante por su reputación y a veces discute con quienes le señalan sus problemas, es capaz de reflexionar sobre sí misma e intenta conocerse mejor tras el incidente, sin dejar que su mal humor interfiera en el cumplimiento de su deber. Tiene un sentido de la carga en cuanto a su deber”. Así que respondí a Zhang Hui: “Conozco a esta hermana bastante bien y no he notado que su humanidad sea mala. Está bien que asuma este deber”. Aunque a simple vista no parecí muy inflexible, seguía pensando: “Soy líder desde hace años; ¿cómo voy a juzgar mal este asunto? Haremos lo que yo diga. Solo he venido aquí a informarte al respecto. Al final, la decisión está en mis manos”. Después de eso, organicé de inmediato que Li Li se encargara de los asuntos generales.

Y de ese modo, vivía en un estado de arrogancia y vanidad; era mi manera o nada, y no aceptaba consejos de los demás. Pensaba que era genial, que tenía una visión profunda de las cosas. Además, cuando hablaba con la hermana que era mi compañera siempre pensaba que mi juicio era mejor que el suyo y me aferraba a mis puntos de vista. Después de esto, los resultados en el desempeño de mi deber comenzaron a decaer y mi estado iba de mal en peor. Incluso cuando hablaba de las palabras de Dios no arrojaba ninguna luz. Siempre me dormía cuando realizaba mi deber y me entraba sueño sobre las 8 o las 9 de la noche; no podía combatirlo aunque quisiera. Sentía que había perdido la obra del Espíritu Santo, como si Dios me ocultara Su rostro. En ese momento, aún era incapaz de reconocer mis problemas. Un par de días después, tuve que afrontar el juicio y el castigo de Dios.

Una noche, sin querer abrí una carta que contenía un informe. Cuando la vi no daba crédito. La carta decía que, durante mi tiempo como predicadora, no había manejado las cosas de acuerdo con los principios. Cuando los hermanos y las hermanas me informaron de que Wang Chen no estaba capacitada para ser líder no quise aceptarlo, tampoco traté de entender la verdadera situación. En el periodo en que Wang Chen ocupó el cargo de líder en la iglesia, no buscó palabras de Dios para compartir con los hermanos y harmanas y ayudarlos cuando sus estados eran precarios, sino que los regañaba por no perseguir la verdad. Xiaoxue, la hermana que era su compañera, señaló los problemas de Wang Chen, y esta no solo no lo aceptó, sino que además difundió los problemas de Xiaoxue entre los hermanos y hermanas. Esto llevó a que todos se pusieran del lado de Wang Chen y creyeran que Xiaoxue era una falsa líder. Se desató el caos en la iglesia y los hermanos y hermanas pasaron más de dos meses sin participar en la vida normal de la iglesia. Su entrada en la vida sufrió pérdidas y la obra de la iglesia se vio gravemente perturbada y trastornada. Al leer este informe, me puse a temblar de pies a cabeza y el corazón me latía con fuerza. Fue como si cada palabra me hubiera atravesado el corazón y era como si me hubieran condenado; me encontraba en un estado de pánico y alarma. Me dije a mí misma: “Estoy totalmente acabada. ¿La líder superior va a destituirme?”. También pensé: “La obra de Dios está llegando a su fin. Si me destituyen en este momento, ¿no significará que he quedado en evidencia? ¿Significará que no tendré ninguna esperanza de salvarme?”. Sentía que un peso pesado me oprimía el pecho. No pude comer ni dormir bien durante esos días por miedo a que, en cualquier momento, la líder me destituyera. Pronto, la líder superior me convocó a una reunión. Al ver que no tenía entendimiento de mí misma, me expuso, me podó y me dijo que era arrogante en extremo, que no aceptaba los consejos de los hermanos y hermanas, que actuaba de manera arbitraria e imprudente en mi deber y que trastornaba y perturbaba la obra de la iglesia. Al final, la líder me destituyó. Tras mi destitución estaba muy negativa; no quería comer ni beber las palabras de Dios ni orar, y en cuanto pensaba en cómo la líder me había expuesto, sentía una angustia desgarradora. Pensé que estaba acabada, que era demasiado arrogante, que era irredimible. Incluso me di por vencida y me sumí en la tristeza, y no reflexionaba sobre mí misma cuando tenía tiempo; en vez de eso, me dediqué a ver la televisión para anestesiar el sufrimiento. Pasaba los días en una especie de trance atolondrado, parecía una muerta viviente. Había momentos en que pensaba: “¿Para qué creo en Dios en realidad? ¿Voy a parar de buscar ahora que me han destituido? ¿Por qué ya no tengo la misma energía de antes para seguir buscando? ¿Creo en Dios con sinceridad?”. Al pensar esto, me puse ante Dios y oré: “¡Oh, Dios! Tras mi destitución, he caído en la negatividad y he terminado así. Me doy cuenta de que mi estatura es escasa de verdad. Dios, te pido que me guíes para salir de este estado negativo”.

Un día, durante mi devoción espiritual, leí estas palabras de Dios: “Hay quienes piensan que una vez que una persona vive lo que es que la juzguen, castiguen y poden, o después de que se revela su verdadera naturaleza, su final está decidido y está destinada a no tener esperanza de salvación. La mayoría de las personas no pueden ver este asunto con claridad, dudan en las encrucijadas, sin saber cómo caminar por la senda que tienen por delante. ¿No significa esto que aún carecen de un verdadero conocimiento de la obra de Dios? ¿Tienen aunque sea un poco de fe verdadera quienes siempre tienen dudas sobre la obra de Dios y la salvación del hombre por parte de Dios? Normalmente, cuando hay personas que todavía no han sido podadas y que no han sufrido ningún contratiempo, ellas sienten que deberían perseguir la verdad y satisfacer las intenciones de Dios en su fe. Sin embargo, en cuanto sufren algún golpe y surgen dificultades, sale a relucir su naturaleza traicionera, lo que es algo aborrecible de ver. Luego también sienten que es aborrecible y terminan dando su propio veredicto y diciendo ‘¡Ya no puedo hacer nada! Si soy capaz de hacer cosas así, ¿no significa que ya no tengo arreglo? Dios nunca me salvará’. Muchas personas están en este estado. Hasta podría decirse que todas las personas son así. ¿Por qué las personas dictan veredictos sobre sí mismas de esta manera? Esto prueba que siguen sin comprender la intención de Dios de salvar a la humanidad. Ser podado solo una vez puede hacer que entres en un largo período de negatividad, que no puedas salir de él, al punto de que quizás hasta renuncies a tu deber; incluso una situación menor puede asustarte para que dejes de perseguir la verdad y quedes atascado. Es como si las personas solo se entusiasmaran en su búsqueda cuando sienten que son perfectas y no tienen defectos. Pero cuando descubren que son demasiado corruptas, no tienen el valor para seguir persiguiendo la verdad. Muchas personas han dicho palabras de frustración y negatividad como: ‘Claramente ya no puedo hacer nada; Dios no me salvará. Aun si Dios me perdona, yo no puedo perdonarme; nunca podré cambiar’. Las personas no comprenden la intención de Dios, lo que demuestra que siguen sin conocer Su obra. De hecho, es natural que las personas a veces revelen determinadas actitudes corruptas en sus experiencias o que actúen de manera adulterada, o con irresponsabilidad, de manera superficial o sin lealtad. Esto se debe a que las personas tienen un carácter corrupto; esta es la ley inexorable. Si no fuera por estas revelaciones, ¿por qué se los llamaría seres humanos corruptos? Si los seres humanos no fueran corruptos, la obra de salvación de Dios no tendría sentido. Ahora, dado que las personas no entienden la verdad ni se comprenden realmente a sí mismas y que tampoco pueden ver con claridad sus propios estados, necesitan que Dios exprese Sus palabras de exposición y juicio para ver la luz. De lo contrario, seguirían adormecidas y atontadas. Si Dios no obrara de esta manera, nunca cambiarían(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Este pasaje de las palabras de Dios fue como una corriente cálida que calmaba mi corazón, que me consolaba y me animaba. Al final, reconocí que vivía en ese estado de desesperación porque no había entendido la obra de Dios. Pensé que, al haber elegido y aprovechado a las personas según mi propia voluntad, trastornando y perturbando la obra de la iglesia. Dios ya no me salvaría. En realidad, la obra de juicio y castigo de Dios era para ayudarme a entender mi corrupción. Sin lo que los hechos revelaron y sin esta poda, no habría visto cuán grave era mi carácter arrogante, y cómo había sido capaz de hacer tantas cosas que se oponían a Dios. Mi destitución fue, pues, una forma de protección por parte de Dios que me hizo cesar de hacer el mal de inmediato y ser capaz de reflexionar sobre mí misma, arrepentirme y cambiar. Pero seguía malinterpretando a Dios, pensaba que me estaba poniendo en evidencia y descartando, por eso vivía en la negatividad y sucumbí a la desesperación. ¡Le había causado tanto dolor a Dios! Me sentía muy en deuda con Él y por eso me dije por dentro: “No importa cuán corrupta sea, he de esforzarme al máximo por mejorar. No puedo seguir hundiéndome en la negatividad”. Después de eso, comí y bebí las palabras de Dios con normalidad y le oraba cada día; mi estado empezó a mejorar poco a poco.

Durante ese tiempo, también reflexioné sobre por qué había fallado y tropezado. Leí un pasaje de las palabras de Dios: “¿Qué supone ser ‘arbitrario e imprudente’? Supone actuar ante un problema como creas conveniente, sin un proceso de reflexión o búsqueda. Nada de lo que diga cualquiera te toca el corazón o te hace cambiar de idea. Ni siquiera aceptas la verdad cuando te la comparten, te mantienes en tus propias opiniones, no escuchas cuando otras personas dicen algo correcto, crees que eres tú el que tiene razón y te aferras a tus propias ideas. Aunque tu pensamiento sea correcto, deberías tener también en consideración las opiniones de otras personas. Y si no haces esto en absoluto, ¿acaso no es eso ser extremadamente sentencioso? A las personas que son extremadamente sentenciosas y obstinadas no les resulta fácil aceptar la verdad. Si haces algo mal y te critican, diciéndote: ‘¡No lo haces conforme a la verdad!’, tú respondes: ‘Aunque sea así, lo voy a hacer igualmente’, y entonces encuentras alguna razón para hacerles pensar que es lo correcto. Si te lo reprochan y dicen: ‘Que actúes así provoca trastornos, y dañará la obra de la iglesia’, tú no solo no escuchas, sino que además no dejas de poner excusas como: ‘Yo creo que es la manera adecuada, así que voy a hacerlo así’. ¿Qué carácter es este? (Arrogancia). Es arrogancia. Una naturaleza arrogante te convierte en obstinado. Si tienes una naturaleza arrogante, te comportarás de manera arbitraria e imprudente e ignorarás lo que dicen los demás(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Lo que Dios sacó a la luz fue mi comportamiento tal como era. Yo era justo como Él había descrito: alguien con un carácter arrogante que actuaba de manera arbitraria y precipitada. Pensaba que tenía bastante experiencia en cuanto a elegir y aprovechar a las personas, que sabía juzgarlas según los principios, por eso no estaba dispuesta a escuchar las sugerencias de los hermanos y hermanas; pensaba que tenía razón y que no juzgaría mal a nadie. En lo que respecta a la elección de líderes de la iglesia, Zhang Lin y la hermana con la que trabajaba me recordaron que Wang Chen siempre alardeaba y daba testimonio de sí misma, que no había adquirido un verdadero entendimiento de sí misma tras su destitución, y que no estaba capacitada para ser líder. Sin embargo, no hice ningún caso a los consejos de las hermanas y seguía creyendo que, como había sido líder durante muchos años, podía juzgar mejor a la gente. No solo no entendí ni investigué más ese asunto, sino que además refuté lo que decían las hermanas y quise que me obedecieran. Como era arrogante y sentenciosa, me aferraba a mis propias opiniones y actuaba de manera imprudente, Wang Chen se convirtió en líder, lo cual trastornó y perturbó la vida de la iglesia. Y con respecto al ascenso de Li Li, Zhang Hui me dijo que la acababan de destituir, que no tenía entendimiento de sí misma, que su humanidad era mala, no aceptaba los consejos de los demás y no estaba capacitada para encargarse de los asuntos generales. Aunque sabía que lo que Zhang Hui dijo tenía sentido, pensé que el estado de Li Li podía mejorar si se le asignaba un deber. También creí que la conocía bastante bien, por eso insistí en ascenderla. En estas dos ocasiones en que tuve que elegir personas y aprovechar sus capacidades, los hermanos y hermanas me ofrecieron algunas sugerencias, pero no escuché una sola palabra de lo que dijeron. El resultado fue que causé graves trastornos y perturbaciones a la obra de la iglesia, y los hermanos y hermanas pasaron más de dos meses sin tener una vida normal en ella. Esta fue la consecuencia de actuar según mi carácter arrogante, comportarme de manera arbitraria y no aceptar los consejos de los demás. Al comprender esto, oré a Dios: “¡Oh, Dios! Si no me hubieran denunciado y destituido, impidiendo así que hiciera el mal, quién sabe cuántas acciones malvadas más habría cometido. ¡Dios! Gracias por dejarme en evidencia; estoy dispuesta a arrepentirme”.

Más adelante, seguí leyendo las palabras de Dios y adquirí cierto entendimiento de mi carácter corrupto. Dios Todopoderoso dice: “Si tienes un carácter arrogante y engreído, que se te diga que no te opongas a Dios no sirve de nada, no puedes evitarlo, escapa a tu control. No lo haces intencionalmente, sino que esto lo dirige tu naturaleza arrogante y engreída. Tu arrogancia y engreimiento te harían despreciar a Dios y verlo como algo insignificante; harían que te ensalzaras a ti mismo, que te exhibieras constantemente; te harían despreciar a los demás, no dejarían a nadie en tu corazón más que a ti mismo; te quitarían el lugar que ocupa Dios en tu corazón, y finalmente harían que te sentaras en el lugar de Dios y exigieras que la gente se sometiera a ti y harían que veneraras tus propios pensamientos, ideas y nociones como la verdad. ¡Cuántas cosas malas hacen las personas bajo el dominio de esta naturaleza arrogante y engreída!(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo persiguiendo la verdad puede uno lograr un cambio en el carácter). “La arrogancia es la raíz del carácter corrupto del hombre. Cuanto más arrogante es la gente, más irrazonable es, y cuanto más irrazonable es, más propensa es a oponerse a Dios. ¿Hasta dónde llega la gravedad de este problema? Las personas de carácter arrogante no solo consideran a todas las demás inferiores a ellas, sino que lo peor es que incluso son condescendientes con Dios y no tienen un corazón temeroso de Él. Aunque las personas parezcan creer en Dios y seguirlo, no lo tratan en modo alguno como a Dios. Siempre creen poseer la verdad y tienen buen concepto de sí mismas. Esta es la esencia y la raíz del carácter arrogante, y proviene de Satanás. Por consiguiente, hay que resolver el problema de la arrogancia. Creerse mejor que los demás es un asunto trivial. La cuestión fundamental es que el propio carácter arrogante impide someterse a Dios, a Su soberanía y Sus disposiciones; alguien así siempre se siente inclinado a competir con Dios por el poder y el control sobre los demás. Esta clase de persona no tiene un corazón temeroso de Dios en lo más mínimo, por no hablar de que ni lo ama ni se somete a Él. Las personas que son arrogantes y engreídas, especialmente las que son tan arrogantes que han perdido la razón, no pueden someterse a Dios al creer en Él e, incluso, se exaltan y dan testimonio de sí mismas. Estas personas son las que más se resisten a Dios y no tienen un corazón temeroso de Él en absoluto(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Dios dijo que aquellos que tienen actitudes arrogantes son capaces de hacer cosas que causan trastornos y perturbaciones, y que vulneran los principios; son capaces de oponerse a Dios. Creía en Dios desde hacía años y había logrado ciertos resultados en el desempeño de mi deber, y para mí esas cuestiones eran un mérito personal. Pensaba que poseía un poco de la realidad-verdad, que era talentosa y mejor que todos los demás. Tenía gran seguridad en mí misma, y creía que tenía razón en todas las cuestiones. Las dos veces que seleccioné personas e hice uso de ellas, Dios se sirvió de los hermanos y hermanas para recordarme una y otra vez que aprovechar a esas personas no cumplía con los principios, pero no los tomé en serio en modo alguno. Creía que entendía la verdad y era buena juzgando a las personas, así que insistía en salirme con la mía; elegía y aprovechaba a las personas según mis propias ideas e ignoraba los principios-verdad. Pensaba que todo el mundo estaba por debajo de mí y no tenía a Dios en mi corazón; mi arrogancia no tenía límites. El hecho de haber logrado resultados en el desempeño de mi deber no fue porque tenía buen calibre y comprendía la verdad. En realidad, cuando empecé a desempeñar mi deber había un montón de cosas que no entendía. Oraba y confiaba en Dios al afrontar las dificultades; buscaba Su intención y actuaba de acuerdo a los principios. Esto me facilitó obtener la guía del Espíritu Santo, y también al desempeñar mi deber hubo resultados. Pero consideraba que los resultados obtenidos mediante la obra del Espíritu Santo eran mérito mío, y siempre pensaba que comprendía la verdad. No acepté los consejos de los hermanos y hermanas ni busqué los principios-verdad; actué de manera impetuosa y arbitraria y causé trastornos y perturbaciones a la obra. Al final, perdí la obra del Espíritu Santo y fui destituida. Esta fue la principal causa de mi fracaso. Pensé en cómo Cristo les daba a los hermanos y hermanas la oportunidad de expresar sus puntos de vista en cada reunión, y aceptaba sus palabras si eran correctas. Al ver la humildad y el ocultamiento de Cristo, así como Su esencia de belleza y bondad, me sentí aún más avergonzada. Yo no era nada; entendía algunas doctrinas y había adquirido cierta experiencia en el trabajo, y dejé de escuchar a los demás, y actué con la actitud de “a mi manera o nada”. Si en aquel momento hubiera sido capaz de escuchar los consejos de los hermanos y hermanas con una mente abierta y hubiera tenido disposición para aceptar la verdad, no habría elegido y aprovechado a las personas como me apetecía, ni habría hecho tanto daño a la obra. ¡Sentía mucho remordimiento de verdad! Dios utilizó la denuncia y posterior destitución por parte de los hermanos y hermanas para evitar que hiciera el mal; esta fue Su forma de protegerme. Sin Su protección, dada mi naturaleza arrogante, no se sabe qué clase de acciones malvadas habría cometido. En ese momento, Dios me dio la oportunidad de reflexionar y arrepentirme. Sentí que Su amor hacia mí era muy grande y en mi corazón, me dije: “En el futuro, no importa lo que haga, he de buscar más y mantener un corazón temeroso de Dios; no puedo actuar de manera imprudente, guiada por mis propios deseos”.

En 2020, volví a asumir el cargo de líder de la iglesia. En ese momento, nuestra iglesia necesitaba a alguien para encargarse de la obra de riego. La hermana con la que trabajaba comentó que una hermana de nuestra iglesia llamada Zhenxin era diligente en su deber, que tenía un corazón puro, era una persona correcta y se la podía cultivar. Al oír esto, pensé para mí misma: “He interactuado con esta hermana un par de veces. Su plática es un tanto superficial y no menciona sus actitudes corruptas. ¿Puede alguien así dedicarse a la obra de riego?”. Además, otras dos hermanas comentaron que aunque Zhenxin era diligente al hacer las tareas, tenía deficiencias para hablar de la verdad y resolver problemas. Esto me convenció aun más de que había juzgado este asunto correctamente, que Zhenxin no estaba capacitada para la obra de riego. Al pensar así, me di cuenta de que estaba siendo arrogante y sentenciosa de nuevo. Recordé cómo había transgredido anteriormente por seguir a toda costa mis propias opiniones, y sentí que no podía seguir aferrándome a ellas, que necesitaba acudir a quienes entendían la verdad. Leí más de las palabras de Dios: “Cuando otros expresan opiniones contrarias: ¿cómo puedes practicar para evitar ser arbitrario e imprudente? Primero debes tener una actitud de humildad, dejar de lado lo que crees correcto y permitir que todos hablen. Aunque creas que lo que dices es correcto, no debes seguir insistiendo en ello. Esa es una suerte de paso adelante; demuestra una actitud de búsqueda de la verdad, de negarte a ti mismo y satisfacer las intenciones de Dios. Una vez que tienes esta actitud, a la vez que no te apegas a tus propias opiniones, debes orar, buscar la verdad proveniente de Dios y buscar un fundamento en Sus palabras; decidir cómo actuar según las palabras de Dios. Esta es la práctica más adecuada y precisa. Cuando buscas la verdad y planteas un problema para que todos compartan y busquen juntos, ahí es cuando el Espíritu Santo proporciona esclarecimiento(La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Tercera parte). Oré a Dios: “Oh, Dios, dijeron que esta hermana está capacitada para la obra de riego, pero siento que no es adecuada para ello. Sé que tengo un carácter arrogante y no es seguro que haya juzgado este asunto de forma correcta. Por favor, ayúdame a desprenderme de mí misma y a obrar de un modo que se ajuste a los principios y sea beneficioso para la obra de la iglesia”. En una de nuestras reuniones, el predicador estaba presente, y le pedí consejo. Él habló conmigo y dijo que podía hacer un juicio basándome en cómo la mayoría de hermanos y hermanas evaluaban a Zhenxin. Pregunté a más gente y averigué que todos pensaban que Zhenxin tenía una buena humanidad, era paciente y era capaz de abrirse de manera sincera al interactuar con los demás. Dijeron que, pese a que su entrada en la vida era un poco superficial, tenía un sentido de la carga en cuanto a su deber. En ese momento, la iglesia tenía falta de personal y no había nadie más adecuado disponible. Zhenxin era la mejor de un grupo mediocre, así que elegirla para la obra de riego era lo apropiado. Tras la evaluación de los hermanos y hermanas, al final seleccionamos a Zhenxin para ser líder del grupo de riego. Y cuando después empecé a trabajar con ella, me di cuenta de que era capaz de reconocer su carácter corrupto cuando le sucedían cosas y que tenía cierto sentido de la rectitud. Afortunadamente, escuché los consejos de todos y no me aferré a mis puntos de vista. En los días posteriores, al dicutir asuntos con los hermanos y hermanas, cada vez que sentía que tenía razón o cuando recibía sugerencias distintas de los demás, conscientemente oraba a Dios y me rebelaba contra mí misma; y escuchaba a los hermanos y hermanas con el corazón dispuesto a buscar. Al practicar de este modo, vi que a menudo había algo que valía la pena escuchar en sus sugerencias que también me mostraba mis carencias. Esto me ayudó mucho en el desempeño de mi deber. El que haya podido cambiar, aunque sea un poco, es todo gracias a las palabras de Dios. ¡Gracias Dios!

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