Lecciones que aprendí de atacar a los demás para vengarme

20 Abr 2022

Por Owen, España

En 2021, la hermana Sofía y yo nos encargábamos del trabajo de vídeo de la iglesia. Ella tenía más competencias técnicas y experiencia que yo, por lo que siempre buscaba conversar con ella cada vez que me topaba con problemas o dificultades. Una vez, trabajando en un video, cometí un error bastante básico y ella vino a ayudarme a resolverlo en cuanto se dio cuenta. Mientras lidiaba con ello, me preguntó: “Ya llevas un tiempo haciendo este deber, ¿cómo pudiste cometer un error tan simple?”. Sentí cierta resistencia interna, ella me había preguntado así de buenas a primeras, como si yo fuera realmente incompetente. ¿Me estaba menospreciando y me apuntaba deliberadamente? Luego solucioné el problema, pero me sentí desafiante mientras lo hacía. Días después, unos hermanos y hermanas tuvieron problemas similares. Al resumir los problemas del trabajo en una reunión, Sofía puso de ejemplo mi error para analizarlo. Me sentí aún más reacio hacia ella entonces, y pensaba: “Después de todo, yo soy uno de los supervisores, ¿qué opinarán todos de mí si hablas de mi error delante de ellos? ¿Seguirán respetándome? Parece que estás avergonzándome a propósito”. Después de eso ya no quería hablarle más ni preguntarle sobre los problemas que me costaba solucionar. Me marchaba de los debates de trabajo en cuanto acabábamos, y no quería hablar más con ella. Cuando ella me buscaba para discutir los estados de cada uno, me forzaba a decir un par de cosas para salir del paso y no veía la hora de que terminara cuanto antes.

Más adelante, me destituyeron del deber por ir en pos de la fama y el estatus en vez de hacer trabajo real. Pasado un tiempo, Sofía me preguntó sobre mi estado, y al compartir me sinceré acerca de mi reflexión y entendimiento después de haber sido destituido. Creía que ella me consolaría y alentaría, pero, sorprendentemente, me dijo: “Últimamente eres más proactivo en el deber, pero tienes una comprensión superficial. En realidad no has reflexionado ni comprendido la causa de tus fracasos. Lo hablé con otra hermana y ella estuvo de acuerdo”. Fue bochornoso oír que expusiera mis problemas de forma tan directa. Pensé: “No estás considerando mis sentimientos para nada. Al decir esto delante de otros hermanos y hermanas, ¿no estás tratando deliberadamente de dañar mi imagen?”. Estaba lleno de resistencia y no escuché absolutamente nada de lo que me dijo después. Le di una respuesta breve, pero guardaba mucha rabia. Pensé que, como ella me trataba así, le daría a probar de su propia medicina la próxima vez que tuviera ocasión. A partir de ese momento, al margen de las cosas que tuviéramos que debatir sobre el trabajo, hacía lo posible por no hablarle. Ya ni siquiera quería oír su voz.

Una tarde, una hermana envió por mensaje a nuestro chat de grupo que tenía que hablar conmigo urgentemente. Yo estaba trabajando en un video y no vi el mensaje a tiempo, lo que demoró la labor. Sofía se enteró y me llamó para preguntarme por qué no había respondido enseguida, y añadió: “Veo que aún tienes el mismo problema de siempre. No respondes enseguida a los mensajes y a veces no podemos localizarte. Este proyecto a tu cargo es importantísimo; no lo demores más…”. Pero yo me sentí muy reacio y pensé: “Fui irresponsable en mi deber anteriormente, cuando me centraba solamente en mi propia labor, pero tras mi destitución he prestado atención para cambiar las cosas. ¿Decirme eso no es negar todo mi esfuerzo reciente? ¿Me estás menospreciando al pensar que no persigo la verdad?”. Mis prejuicios hacia ella crecieron. A veces, cuando veía que ella me había enviado un mensaje de trabajo, ni siquiera tenía ni ganas de responder. Al poco tiempo, el líder nos pidió que redactáramos una evaluación de Sofía. Sentí que había llegado mi oportunidad. Ella siempre me estaba exponiendo, pero esta vez yo podía exponer sus problemas y hacerle saber lo que se siente quedar mal. Así que enumeré detalladamente sus problemas y me centré en lo desdeñosa que era de palabra y obra hacia mis sentimientos, así como en los aspectos en los que no hacía un trabajo real. Después de leer nuestras evaluaciones, el líder le señaló a Sofía sus problemas y Sofía hizo un esfuerzo consciente por cambiar. No obstante, yo aún no podía quitarme los prejuicios hacia ella. Por ello, una vez aproveché la ocasión para compartir sobre las palabras de Dios en una reunión para descargar los prejuicios y opiniones que tenía en su contra. Durante esa reunión, habíamos compartido sobre los comportamientos relacionados con limitar a los otros, y pensé en que ella nunca había tenido en consideración mis sentimientos en nada de lo que decía, por lo que quería increparla para que todos vieran que también ella tenía muchos problemas y que no era mejor que yo. La revelé sutilmente diciendo: “Una persona puede ser supervisora y tener preparación técnica, pero también puede faltar al respeto en su forma de hablar y señalar los problemas ajenos. A veces puede llegar a adoptar un tono muy sentencioso y afirmar que esto y aquello está mal en alguien, lo que puede hacer que esa persona se sienta limitada en su deber. Eso también es limitar a la gente y perturbar indirectamente la vida de iglesia. Nosotros también necesitamos discernimiento de esta clase de persona”. Sentía que había conseguido descargarme, pero hubo silencio durante unos minutos; nadie compartió nada más. Me sentí algo inquieto y me preocupaba que lo que había compartido no hubiera sido apropiado. Pero después pensé que todo lo que había dicho era cierto, así que no podía haber tenido nada de inapropiado. Me lo quité de la cabeza.

Sorprendentemente, unos días más tarde, el líder me llamó y compartió que yo había sido judicial con Sofía de forma velada en aquella reunión, y que eso fue atacarla y condenarla. Eso podía resultar hiriente para ella y podía haber hecho que algunos hermanos y hermanas se pusieran de mi parte, tuvieran prejuicios hacia Sofía y fueran incapaces de colaborar con ella en su labor. Fue algo perjudicial y perturbador. Al oír la disección del líder, estaba muy nervioso y asustado. Sabía que las palabras de Dios dicen que condenar y diseccionar informalmente a alguien en una reunión es perturbar y trastornar la vida de iglesia y es hacer el mal. Sabía que la naturaleza de ese asunto era muy grave. Terminada nuestra conversación, busqué inmediatamente unas palabras pertinentes de Dios. Las palabras de Dios dicen: “El fenómeno de que alguien sea condenado, etiquetado y atormentado arbitrariamente se da a menudo en todas las iglesias. Por ejemplo, algunas personas albergan un prejuicio contra cierto líder u obrero y, para vengarse, hacen comentarios sobre ellos a sus espaldas, los exponen y diseccionan bajo el pretexto de compartir la verdad. La intención y los propósitos detrás de tales acciones son erróneos. Si uno realmente está compartiendo la verdad para dar testimonio de Dios y para beneficiar a los demás, debería enseñar sobre sus propias experiencias verdaderas, y beneficiar a otros a través de la disección y el conocimiento de sí mismos. Tal práctica da mejores resultados, y el pueblo escogido de Dios lo aprobará. Si la propia enseñanza expone, ataca y menosprecia a otra persona en un intento de acometer contra ella o de vengarse de ella, entonces la intención de la enseñanza es incorrecta, es injustificada, aborrecida por Dios y no edificante para los hermanos y hermanas. Si la intención de alguien es condenar a otros, o atormentarlos, entonces es una persona malvada y está haciendo el mal. Todo el pueblo escogido de Dios debe tener discernimiento cuando se trata de personas malvadas. Si alguien voluntariamente ataca, expone o menosprecia a las personas, entonces debe ser ayudado con cariño, se debe compartir con él y diseccionarlo o podarlo. Si son incapaces de aceptar la verdad, y se niegan obstinadamente a enmendar sus caminos, entonces esto es un asunto totalmente diferente. Cuando se trata de personas malvadas que a menudo condenan, etiquetan y atormentan arbitrariamente a los demás, deben ser expuestas plenamente, para que todos puedan aprender a discernirlas, y entonces, deberían ser restringidas o expulsadas de la iglesia. Esto es esencial, ya que tales personas perturban la vida de iglesia y la obra de la iglesia, y es probable que desorienten a las personas y traigan el caos a esta(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (15)). “El ataque y las represalias son un tipo de acción y de revelación que provienen de una naturaleza satánica maliciosa. También son una clase de carácter corrupto. La gente piensa de la siguiente manera: ‘Si eres desagradable conmigo, yo te haré daño. Si no me tratas con dignidad, ¿por qué habría yo de tratarte con dignidad?’. ¿Qué tipo de mentalidad es esta? ¿No es una forma de pensar revanchista? A los ojos de una persona corriente, ¿no es esta una perspectiva válida? ¿No es sostenible? ‘Yo no ataco a menos que me ataquen; si me atacan, claro que contraataco’ y ‘Toma una dosis de tu propia medicina’ son cosas que los no creyentes dicen a menudo; entre ellos, todos estos razonamientos tienen sentido y están completamente de acuerdo con las nociones humanas. No obstante, ¿cómo deberían ver estas palabras quienes creen en Dios y persiguen la verdad? ¿Son correctas estas ideas? (No). ¿Por qué no lo son? ¿Cómo deberían discernirse? ¿Dónde se originan tales cosas? (De Satanás). Provienen de Satanás, de eso no hay duda. ¿De qué actitudes satánicas provienen? Vienen de la naturaleza maliciosa de Satanás; contienen veneno y el verdadero rostro de Satanás con toda su maldad y fealdad. Contienen esta clase de esencia-naturaleza. ¿Cuál es la naturaleza de las perspectivas, los pensamientos, las revelaciones, el discurso e, incluso, las acciones que contienen ese tipo de esencia-naturaleza? Sin ninguna duda, es el carácter corrupto del hombre; es el carácter de Satanás. ¿Concuerdan estas cosas satánicas con las palabras de Dios? ¿Están acordes con la verdad? ¿Tienen fundamento en las palabras de Dios? (No). ¿Son las acciones que deben llevar a cabo los seguidores de Dios y los pensamientos y puntos de vista que deberían poseer? ¿Concuerdan estos pensamientos y estas formas de actuar con la verdad? (No). Dado que estas cosas no concuerdan con la verdad, ¿acaso concuerdan con la conciencia y la razón de la humanidad normal? (No)” (La Palabra, Vol. III. Discursos de Cristo de los últimos días. Solo si se corrige el propio carácter corrupto es posible lograr una auténtica transformación). Al comparar la forma en la que me había comportado con lo que exponían las palabras de Dios, sentí mucho miedo. En mi trato con Sofía, cuando ella había usado mi error en el trabajo como ejemplo y lo había analizado en frente de todos, sentí que había sido humillado, la había odiado y no había querido hablar con ella. En los debates de trabajo simplemente la ignoraba. Cuando ella había visto mis problemas y fue tan directa al señalarlos, e incluso habló de ello con otra supervisora, me había enojado mucho. Sentí que, en un instante, ella había hundido la buena imagen que tanto me había esforzado en establecer, y tenía tanta resistencia que ni siquiera quería oír su voz. Cuando me señaló que no había respondido a tiempo a los mensajes y me advirtió que no demorara el trabajo como antes, sentí que estaba circunscribiéndome, negando que había cambiado y complicándome las cosas a propósito. Entonces yo descargaba mi frustración por medio del deber y no le respondía a propósito. Mis prejuicios hacia Sofía se intensificaron; estaba lleno de rencor hacia ella. Cuando el líder nos pidió que escribiéramos una valoración sobre ella, yo me había abusado de esa oportunidad para ventilar mi queja personal y subrayé sus faltas para que el líder la podara, o incluso la destituyera, y yo descargar un poco mi frustración. Por querer vengarme de ella, había aprovechado la oportunidad durante la enseñanza de las palabras de Dios para juzgarla como persona de poca humanidad, e incité a los otros a que la discernieran y aislaran para yo poder descargar mi ira. Ví que yo había revelado un carácter cruel. Sabía que cuando Sofía señalaba mis problemas estaba responsabilizándose del trabajo de la iglesia y ayudándome a conocerme, pero no lo había aceptado de ninguna manera ni me había sometido a ello. Había sido caprichoso y había usado mi deber para expresar mi frustración, hasta el punto de atacarla y reprimirla al compartir las palabras de Dios. Al hacer esto, intentaba formar una camarilla, perturbando y trastornando la vida de iglesia. Solo porque unas pocas palabras de Sofía habían herido mi orgullo, la había atacado por venganza, buscando castigarla. ¡Yo daba miedo! Según las palabras de Dios: “Si los creyentes son tan casuales y desenfrenados en sus palabras y su conducta como lo son los no creyentes, entonces son todavía más perversos que los no creyentes; son demonios arquetípicos(La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Una advertencia a los que no practican la verdad). Había comido y bebido tanto de la palabra de Dios, pero no podía aceptar unas pocas sugerencias correctas. ¿Era en verdad creyente? Siempre había estado siguiendo estas filosofías satánicas: “Si eres cruel, no seré justo” y “Yo no ataco a menos que me ataquen; si me atacan, claro que contraataco”. Tan solo descargaba mi malestar sin tener un corazón temeroso de Dios para nada. Lo que estaba viviendo era un carácter corrupto satánico sin una pizca de semejanza humana, para nada. Me sentía muy culpable y muy mal, por lo que oré a Dios queriendo arrepentirme y deseando quitarme los prejuicios hacia Sofía. Durante unos días, cuando tuve el tiempo, pensé por qué con lo bien que nos llevábamos al principio, ahora me había vuelto tan irritable con ella. Sabía que ella decía la verdad al podarme; tal vez había empleado un tono duro al hacerlo, pero no era para tanto. ¿Por qué no podía aceptarlo y por qué, en cambio, podía incluso atacarla para vengarme?

Ví un pasaje de las palabras de Dios en mi búsqueda: “Cuando los anticristos se enfrentan a recibir la poda, a menudo muestran gran resistencia, y luego se emplean a fondo para defenderse y utilizan el sofismo y la elocuencia para desorientar a la gente. Esto es bastante común. La manifestación de la negativa de los anticristos a aceptar la verdad revela completamente su naturaleza satánica de odio hacia la verdad y de sentir aversión por ella. Pertenecen, meramente, al linaje de Satanás. Hagan lo que hagan los anticristos, quedan en evidencia su carácter y su esencia. Especialmente en la casa de Dios, todo lo que hacen va en contra de la verdad, Dios lo condena y es una acción malvada que se resiste a Dios, y todas estas cosas que hacen confirman plenamente que los anticristos son satanases y demonios. Por tanto, desde luego no se alegran, y ciertamente no están dispuestos, a la hora de aceptar la poda; pero, aparte de su resistencia y oposición, también odian la poda, a aquellos que los podan y a quienes dejan en evidencia su esencia-naturaleza, así como sus malas acciones. Los anticristos piensan que quien los deja en evidencia, sencillamente, les está complicando la vida, por lo que compiten y luchan con cualquiera que los deje en evidencia. Debido a esta clase de naturaleza de los anticristos, nunca son amables con quien los poda, ni lo toleran o soportan, y ni mucho menos sienten gratitud ni elogian a quien lo haga. En cambio, si alguien los poda y les hace perder dignidad y prestigio, albergarán odio hacia esta persona en su fuero interno y querrán hallar la ocasión de vengarse. ¡Cuánto odio sienten hacia los demás! Esto es lo que piensan y lo dirán abiertamente delante de ellos: ‘Hoy me has podado. Bien, ahora nuestra animadversión está grabada en piedra. Tú sigue tu camino, y yo, el mío, ¡pero te juro que me vengaré! Si me confiesas tu culpa, inclinas la cabeza ante mí o te arrodillas y me suplicas, te perdonaré; si no, ¡jamás olvidaré esto!’. Sin importar lo que digan o hagan los anticristos, nunca entienden la poda amable de alguien, ni su ayuda sincera, como el advenimiento del amor y la salvación de Dios. Por el contrario, lo consideran una señal de humillación y el momento en el que estuvieron más avergonzados. Esto demuestra que los anticristos no aceptan la verdad en absoluto, que su carácter es el de sentir aversión por la verdad y odiarla(La Palabra, Vol. IV. Desenmascarar a los anticristos. Punto 9 (VIII)). Con las palabras de Dios entendí que la actitud de los anticristos hacia ser podados consiste en rechazarlo rotundamente, discutir para zafarse, ser desafiantes, y hasta considerar enemiga a la persona que los poda, y por ello buscar oportunidades para atacar y vengarse de ella. Son reacios a la verdad y la odian por naturaleza; nunca la aceptarán. Lo que Sofía había dicho sobre mis problemas y las desviaciones en mi trabajo era cierto, por lo que, independientemente del tono que adoptara o el método que escogiera, lo hizo para ayudarme a conocerme, no para atacarme a propósito. Evidentemente, yo no era concienzudo ni práctico en mi deber, ni asumía ninguna responsabilidad en el seguimiento del trabajo, lo que había derivado en algunos problemas en nuestros videos. Sofía estaba analizando y diseccionando estos problemas para que no cometiéramos otra vez los mismos errores y no demoráramos el progreso del trabajo completo. También advirtió que mi autoconocimiento tras mi destitución había sido bastante superficial, así que me lo había señalado por amabilidad. Esto lo hizo para ayudarme a conocerme mejor y a arrepentirme sinceramente. Pero frente al hecho de que señalara mis problemas y que me ayudara una y otra vez, yo no solo había sido un desagradecido, sino que había pensado que ella me estaba avergonzando en forma intencional y que dañaba mi dignidad. En verdad le había guardado mucho rencor y había comenzado a tratarla como a una enemiga, y a desviarme para buscar oportunidades para vengarme de ella. Incluso había incitado a otros a que la aislaran y rechazaran. Mis acciones eran las de un anticristo. Los anticristos aprovechan cualquier halago y les encanta cualquiera que diga maravillas de ellos. Pero, cuanto más honesto sea alguien, más lo reprimen y lo castigan. Quien los ofenda o perjudique sus intereses se llevará la peor parte y ellos no descansarán hasta que esa persona les ruegue ser perdonada. Esto provoca perturbaciones en el trabajo de la iglesia y la entrada en la vida de otras personas. Ellos terminan descartados definitivamente por Dios por cometer todo ese mal y por ofender Su carácter. Lo que Sofía había dicho había herido mi sentido de la reputación y del estatus, por lo que había querido vengarme. Parecía que solo me apaciguaría castigándola hasta que admitiera su error y dejara de “provocarme”. ¡Yo era muy malévolo! Era reacio a la verdad e iba por la senda de un anticristo. Si no transformaba mi carácter de anticristo, cuando tuviera una posición sabía que haría aún más mal, castigando y reprimiendo a todavía más personas, y que terminaría maldecido y castigado por Dios. Podía ver que las consecuencias eran muy aterradoras. Así que oré a Dios para buscar una senda de práctica y entrada.

Más tarde leí esto en las palabras de Dios: “Si eres alguien que teme a Dios y evita el mal, sentirás que necesitas la supervisión de los escogidos de Dios y que, incluso más que eso, necesitas su ayuda. Si eres una persona malvada y tienes cargos de conciencia, temerás que te supervisen e intentarás eludirlo; es inevitable. Así pues, no hay duda de que todos los que se resisten a la supervisión de los escogidos de Dios y sienten aversión por ella tienen algo que ocultar y, desde luego, no son personas honestas; nadie teme la supervisión más que las personas falsas. Por tanto, ¿qué actitud deberían adoptar los líderes y obreros hacia la supervisión de los escogidos de Dios? ¿Debería ser de negatividad, cautela, resistencia y resentimiento, o bien de obediencia hacia las orquestaciones y arreglos de Dios, así como de humilde aceptación? (De humilde aceptación). ¿Qué significa humilde aceptación? Significa aceptarlo todo de parte de Dios, buscar la verdad, adoptar la actitud correcta y no ser impetuoso. Si alguien descubre realmente un problema en ti y te lo señala, te ayuda a discernirlo y a entenderlo y a resolverlo, está siendo responsable respecto a ti y a la obra de la casa de Dios y la entrada en la vida de Sus escogidos; esto es lo correcto y es perfectamente natural y justificado. Si hay personas que consideran que la supervisión por parte de la iglesia tiene su origen en Satanás y en intenciones malévolas, es porque son diablos y satanases. Con una naturaleza tan endiablada, seguro que no aceptan el escrutinio de Dios. Si alguien ama realmente la verdad, poseerá un correcto entendimiento de la supervisión de los escogidos de Dios, será capaz de considerar que se ha hecho por amor, que proviene de Dios, y podrá aceptarla de Él. Sin duda, no será impetuoso ni actuará por impulso, ni mucho menos aparecerá resistencia, cautela o sospecha en su corazón. La actitud más correcta con la que abordar la supervisión de los escogidos de Dios es esta: deberías aceptar de Él cualquier palabra, acción, supervisión, observación o corrección —e incluso poda— que te sirva de ayuda; no seas impetuoso. Ser impetuoso proviene del maligno, de Satanás, no viene de Dios y no es la actitud que la gente debería tener hacia la verdad(La Palabra, Vol. V. Las responsabilidades de los líderes y obreros. Las responsabilidades de los líderes y obreros (7)). Con las palabras de Dios aprendí que no hay malicia en que los hermanos y hermanas me señalen mis problemas y desviaciones. No se están riendo de mí, sino responsabilizándose del trabajo de la iglesia y de mi entrada en la vida. Sin importar hasta qué punto entendiera los problemas que expusieran, ya sea mucho o poco, debía aceptarlo de parte de Dios, primero aceptándolo y luego sometiéndome, sin darle vueltas a las cosas ni ser temperamental y vengativo. Incluso si no puedo entender del todo las cosas, debo orar y seguir reflexionando, o encontrar hermanos y hermanas con experiencia para hablar. Esa es la actitud de aceptación de la verdad. Recordé que había expuesto disimuladamente a Sofía en una reunión, y que algunos hermanos y hermanas que no conocían la realidad entonces podían haberse formado prejuicios contra ella, lo que habría impactado en su cooperación con ella en sus deberes. Por ello, en una reunión, me sinceré y diseccioné mis acciones basándome en las palabras de Dios, para que los demás tuvieran discernimiento de lo que había hecho. Sofía me buscó después para hablar de trabajo y me sinceré sobre mis prejuicios y mi carácter reacio a la verdad, así como también sobre mis motivaciones malévolas. Ví que ella no parecía culparme ni odiarme en absoluto. Sentí mucha vergüenza. Sofía y yo volvimos a llevarnos mucho mejor después de eso. Cuando ella sacaba a colación mis problemas, yo ya no me preocupaba tanto por su tono de voz y sabía que si eso era bueno para mi deber, tenía que aceptarlo antes que nada. A veces me faltaba conocimiento en ese momento, pero oraba a Dios y renunciaba a mí mismo, no me preocupaba por mi imagen ni por defender mi causa, y de a poco llegaba a entender. Al trabajar con ella de esta manera, con el correr del tiempo me sentí mucho más relajado.

Más adelante, trabajé apurado en un video para llegar a la fecha de entrega, sin buscar principios, por lo que se produjeron problemas que exigieron que el trabajo fuera repetido. Una supervisora, la hermana Nora, me envió un mensaje privado para pedirme que lo solucionara y pensé que no pasaría de eso. No obstante, para mi sorpresa, durante un resumen de trabajo volvieron a plantearse mis errores para analizarlos. ¡Pensé que el hecho de que ella hablara de mis errores delante de todos era vergonzoso! Empecé a tener prejuicios contra Nora, como si estuviera haciendo un mundo de la nada y no tuviera en cuenta mi dignidad. Quería encontrar un motivo para defenderme, para conservar mi imagen delante de todos. Sin embargo, comprendí entonces que mi estado era incorrecto, e inmediatamente oré a Dios para rebelarme contra mí mismo. Después de orar, me calmé un poco. Pensé: “Hubo que repetir el trabajo porque yo había estado tomando atajos. Nora estaba hablando de ello a modo de recordatorio, para que yo pudiera reflexionar acerca de mi propia actitud hacia mi deber. Al mismo tiempo, hermanos y hermanas podían usarlo también como advertencia para no cometer el mismo error. Ella estaba protegiendo los intereses de la iglesia. Si yo ponía excusas y me justificaba para cuidar mi imagen y me volvía prejuicioso contra Nora, ¿eso no sería ser reacio a la verdad y negarme a aceptarla? Supe que no podía seguir comportándome basado en un carácter corrupto”. Entonces, me sinceré y compartí con todos acerca de los pormenores de los errores que había cometido. Cuando acabé, ellos compartieron algunas formas útiles de encarar esos tipos de problemas, y en mi producción en video posterior seguí sus sugerencias y evité cometer los mismos errores. Experimenté verdaderamente que aceptar sugerencias de los hermanos y hermanas puede prevenir algunos traspiés innecesarios y mejorar la eficacia del trabajo. Además, puede ayudarme a conocerme y ser beneficioso para mi entrada en la vida.

Con esto he experimentado de veras que es importante tener una actitud de sometimiento ante la poda. Si los demás tienen razón y concuerdan con la verdad, debo dejar de lado mi orgullo y aceptarlo, y someterme sin condiciones. Pero si rechazo con terquedad y me resisto a la poda, y desarrollo prejuicios o incluso ataco a los demás para vengarme, ese es el comportamiento de una persona malvada y un anticristo, y Dios me condenará y descartará si no me arrepiento. Antes, casi nadie había señalado mis problemas de manera tan directa y no me conocía a mí mismo. Pensaba que tenía buena humanidad y podía aceptar la verdad. Ahora veo que soy reacio a la verdad y no tengo buena humanidad. Lo que he ganado y aprendido hoy es todo gracias al juicio y exposición de las palabras de Dios. ¡Gracias a Dios!

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