Lecciones que aprendí tras el arresto de mi hijo
En diciembre de 2013, un día me llamó una hermana y me dijo que la policía se había llevado a mi hijo. Cuando oí la noticia, me paralicé y pensé: “Mi hijo hace tiempo que no cree en Dios y no tiene una base. Acaba de renunciar a su trabajo y de comenzar a cumplir con su deber, ¿cómo puede ser que ya lo arresten?”. Me acordé de cuando me detuvieron a mí. La policía usó todo tipo de medios para atormentarme y obligarme a delatar a los líderes de la iglesia y el dinero, hasta el punto de sentir que prefería estar muerto. Cada uno de esos oficiales de policía es cruel y despiadado; ¡son demonios! Tienen un odio profundo por los que creen en Dios; pueden matarnos a golpes con impunidad. Me preocupé y pensé: “Mi hijo todavía es joven y jamás ha experimentado ese tipo de sufrimiento. Si no puede soportar la tortura y se convierte en un Judas, ¡su chance de ser salvo se perderá por completo!”. Pensar en esto me preocupó mucho. En los días siguientes, no pude comer y no dormí bien. Era como si un cuchillo me atravesara el corazón; solo deseaba sufrir en el lugar de mi hijo. Oraba a Dios constantemente y le pedía que lo cuidara y lo protegiera. También albergaba quejas en mi corazón y pensaba: “Mi hijo se fue de casa para cumplir con su deber tras poco tiempo de creer en Dios; ¿por qué Él no lo cuidó ni lo protegió? Si la policía lo hiere gravemente, ¿cómo se las arreglará en el futuro? Y si lo matan a golpes, no podré volver a verlo”. Cuanto más lo pensaba, más me alteraba, y mi corazón se sumió en la oscuridad. No podía calmarme cuando comía y bebía las palabras de Dios y, por dentro, hasta llegué a culpar a los líderes y obreros por no poner a alguien a cargo de mantener un ambiente seguro y por hacer que detuvieran a mi hijo. En ese tiempo, yo era diácono del evangelio en la iglesia y estaba bastante ocupado, pero no podía concentrarme en la obra; solo podía pensar en mi hijo.
En medio del dolor y la desesperanza, oraba a Dios sin parar, pidiéndole que cuidara y protegiera a mi hijo para que no se convirtiera en un Judas y no delatara a sus hermanos y hermanas. Luego de orar, pensé en las palabras de Dios: “Todo lo que os ocurre, sea malo o bueno, debe proporcionarte beneficio y no debe volverte negativo. En cualquier caso, deberías poder considerar las cosas desde la perspectiva de Dios y no analizarlas y estudiarlas desde la perspectiva del hombre (esto sería una desviación en tu experiencia)” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Promesas a aquellos que han sido perfeccionados). Lo que nos sucede a diario, ya sea bueno o malo, está todo dispuesto por Dios y contiene Sus intenciones. Con respecto al arresto de mi hijo, yo lo miraba desde una perspectiva carnal porque no quería que sufriera. Por eso, sentía que su arresto era algo malo y hasta culpé a Dios por no haberlo protegido. Pensé en lo que le sucedió a Job. Cuando Job perdió su riqueza y sus bienes, y sus hijos cayeron en el infortunio, su esposa lo ridiculizó y quiso que abandonara a Dios, pero él la reprendió diciendo: “Como habla cualquier mujer necia, has hablado. ¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Job tenía un corazón temeroso de Dios; ya fuera que recibiera el bien o la adversidad, siempre podía aceptarlo de parte de Dios, sin quejarse ni pecar con los labios, ofendiéndolo, y era capaz de someterse a Dios y exaltar Su santo nombre. Por el contrario, cuando me enteré de que habían detenido a mi hijo y no de que su vida corría peligro, empecé a albergar quejas e incluso dejé que afectara mi deber. Mi nombre ni siquiera cabía en la misma frase que el de Job; ¡me sentía tan humillado! Oré a Dios: “¡Dios! Mi hijo fue arrestado cuando cumplía con su deber, y no sé cómo está ahora. Temo que se convierta en un Judas y sea castigado en el futuro. ¡Dios! Mi corazón sufre, y estoy perturbado cuando cumplo con mi deber. Por favor, guíame para reflexionar y entender mi problema”. Después de orar, leí las palabras de Dios: “No les doy a las personas la oportunidad de expresar sus sentimientos porque Yo no tengo sentimientos carnales y he llegado a detestar a un grado extremo los sentimientos de la gente. Es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido dejado de lado y, así, me he convertido en ‘otro’ a sus ojos; es a causa de los sentimientos entre las personas que he sido olvidado; es por los sentimientos del hombre que él aprovecha la oportunidad para recoger su ‘conciencia’; es por los sentimientos del hombre que siempre siente aversión por Mi castigo; es por los sentimientos del hombre que me llama injusto y parcial y dice que estoy haciendo caso omiso de los sentimientos humanos en Mi manejo de las cosas. ¿También tengo parientes sobre la tierra? ¿Quién ha trabajado, como Yo, día y noche, sin pensar en la comida o el sueño, en aras de la totalidad de Mi plan de gestión? ¿Cómo podría el hombre compararse con Dios? ¿Cómo podría el hombre ser compatible con Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Las palabras de Dios al universo entero, Capítulo 28). “Toda la humanidad vive en un estado afectivo y, por ello, Dios no evita ni una sola persona y expone los secretos escondidos en el corazón de todos los seres humanos. ¿Por qué a las personas les es tan difícil separarse de sus sentimientos? ¿Acaso hacer esto sobrepasa los estándares de la conciencia? ¿Puede la conciencia cumplir la voluntad de Dios? ¿Pueden los sentimientos ayudar a las personas durante la adversidad? A los ojos de Dios, los sentimientos son Su enemigo. ¿No se ha expuesto esto claramente en las palabras de Dios?” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. Interpretaciones de los misterios de “las palabras de Dios al universo entero”, Capítulo 28). A partir de las palabras de Dios vi que detesta que la gente viva según sus sentimientos. Cuando las personas actúan según sus sentimientos, solo piensan en los lazos familiares y los intereses de la carne, y no buscan la verdad ni la voluntad de Dios en absoluto. Se resisten a Dios en todo lo que hacen. Así era yo. Cuando me enteré de que habían arrestado a mi hijo, lo primero que pensé fue que la policía lo iba a golpear y a obligar a que negara a Dios y entregara a los líderes y obreros de la iglesia. Creía que si mi hijo no soportaba la tortura y se convertía en un Judas, perdería la oportunidad de obtener la salvación, y no solo no podría alcanzar bendiciones futuras, sino que sería castigado en el infierno. Como mi hijo era aún joven, también me preguntaba cómo sobreviviría en el futuro si los golpes lo dejaban discapacitado, y que si lo mataban a golpes, perdería a mi hijo para siempre. Al pensar en estas consecuencias graves, en mi corazón surgieron quejas hacia Dios. Lo culpaba por no cuidar y proteger a mi hijo. Hasta razonaba y clamaba a Él. ¿Dónde estaba mi razón? ¿Dónde estaba mi humanidad? Al ver que las personas que vivían según sus sentimientos podían resistirse a Dios en cualquier momento y lugar, tenía sentido que Él expusiera que “los sentimientos son Su enemigo”.
Durante mi búsqueda, leí más de las palabras de Dios: “La senda por la cual Dios nos guía no va directamente hacia arriba, sino que es un camino con curvas, lleno de baches; además, Dios dice que cuanto más escarpado es el camino, más puede revelar nuestro corazón amoroso. Sin embargo, ninguno de nosotros puede abrir una senda así. En lo que se refiere a Mi experiencia, Yo he caminado por muchas sendas rocosas y traicioneras y he soportado gran sufrimiento; en ocasiones, incluso he sufrido tanto dolor que he querido gritar, pero he caminado por esta senda hasta este día. Creo que esta es la senda que Dios dirige, así que soporto el tormento de todo el sufrimiento y sigo adelante, pues esto es lo que Dios ha ordenado; entonces ¿quién puede escapar a esto? No pido recibir ninguna bendición; todo lo que pido es poder ser capaz de caminar por la senda por la que debo caminar de acuerdo con las intenciones de Dios. No busco imitar a los demás, caminar por la senda que ellos recorren; todo lo que busco es poder cumplir con Mi lealtad para caminar por Mi senda designada hasta el final. No pido la ayuda de los demás; para ser franco, Yo tampoco puedo ayudar a nadie más. Parece que soy terriblemente sensible en este tema. No sé lo que otras personas piensan. Esto se debe a que siempre he creído que la cantidad de sufrimiento que una persona debe soportar y la distancia que debe recorrer en su senda están ordenadas por Dios, y que, en realidad, nadie puede ayudar a alguien más” (La Palabra, Vol. I. La aparición y obra de Dios. La senda… (6)). A partir de las palabras de Dios entendí que todo el sufrimiento que uno soporta y las circunstancias que uno enfrenta en la vida fueron dispuestos por Dios hace tiempo. Debo entregar a mi hijo a Dios y someterme a Su soberanía y disposiciones. Esa era la razón que debía tener y era así como debía practicar. Hacía tiempo que mi hijo no creía en Dios, y no era capaz de discernir la esencia del gran dragón rojo, que odia a Dios y la verdad. Ahora había sido arrestado y sufriría; esta era la buena voluntad de Dios. Incluso más, contenía lecciones que mi hijo debía aprender. Pensé en cuántos hermanos y hermanas habían sido arrestados y perseguidos por el gran dragón rojo, y todos sufrieron mucho, pero estas experiencias les dieron verdadera fe en Dios. En medio del dolor y la adversidad, estuvieron dispuestos a pudrirse en la cárcel en vez de traicionar a Dios, vencieron a la carne y a Satanás, y, finalmente, dieron un hermoso y contundente testimonio de Dios. También reflexioné sobre mi propia experiencia en la cárcel. Aunque mi carne había sufrido un poco en aquel entonces, y aunque tuve miedo y fui débil cuando me torturaron y atormentaron, cuando oré a Dios y Él me guio con Sus palabras, mi fe en Él también creció. A través de esta experiencia, no solo aprendí a discernir la esencia perversa del gran dragón rojo de resistirse a Dios, sino que también comprendí la omnipotencia y la soberanía de Dios. Con esta comprensión, estuve dispuesto a entregar mi hijo a Dios y a dejar que Él orquestara y arreglara todo.
Un mes después, mi hijo regresó, con el rostro pálido y cabizbajo. Mi hijo tenía escasa estatura y no se atrevió a decir que creía en el Dios Todopoderoso, así que, al final, lo dejaron ir. Luego de experimentar este fracaso, mi hijo aprendió algunas lecciones y pudo discernir mejor al gran dragón rojo. También vio que su estatura era escasa y que su fe en Dios no era para nada genuina. Seis meses después, retomó su deber.
En octubre de 2023, un día recibí una carta de la iglesia que decía que habían vuelto a arrestar a mi hijo. Habían arrestado a más de 30 personas de la iglesia de mi hijo, incluidos líderes y obreros. Pensé en que mi hijo ya tenía antecedentes policiales y que, si la policía se enteraba de que había sido líder, lo iban a obligar a entregar el dinero de la iglesia, a delatar a los líderes y obreros, y a firmar un documento en el que renunciaba a su fe. En ese momento, Dios revelaba a las personas y las clasificaba según su clase. Si el partido comunista le lavaba la cabeza a mi hijo, o si no podía soportar la tortura y renunciaba a su fe y traicionaba a Dios, estaba abriendo la puerta al infierno y perdería su oportunidad de ser salvo. Al pensar en eso, sentí como si tuviera algo atorado en el estómago, y comenzé a ponerme ansioso por el futuro y el destino de mi hijo, y no podía concentrarme en mi deber. En mi corazón, oraba por mi hijo constantemente y le pedía a Dios que mostrara misericordia y lo protegiera para que pudiera atravesar este tiempo difícil de forma segura. Algunos hermanos y hermanas, al ver que yo estaba abatido y lanzaba suspiros de desesperanza todo el día, me hablaron sobre la intención de Dios y también buscaron muchas de Sus palabras para ayudarme. Me di cuenta de que, una vez más, me había dejado limitar por mis sentimientos, entonces, oré a Dios: “¡Dios! La policía se volvió a llevar a mi hijo. No puedo superarlo y temo por su vida; por favor, guíame para buscar la verdad y para que este asunto no me limite”.
Más tarde, recordé la enseñanza de Dios sobre desprenderse de las expectativas que uno tiene para sus hijos, y encontré esas palabras y las leí. Dios Todopoderoso dice: “Una vez que los padres entienden las actitudes que deben adoptar con sus hijos adultos, ¿deberían desprenderse también de las expectativas que tienen hacia ellos? Algunos padres ignorantes no son capaces de comprender la vida ni el destino, no reconocen la soberanía de Dios y tienden a manifestar comportamientos ignorantes respecto a sus hijos. Por ejemplo, una vez que estos se independizan, puede que se encuentren con ciertas situaciones especiales, adversidades o grandes incidentes. Algunos afrontan enfermedades, otros, se ven involucrados en demandas judiciales, se divorcian, los engañan o los estafan, a otros los secuestran, les hacen daño, les dan brutales palizas o se enfrentan a la muerte. Algunos hijos, incluso, caen en el abuso de drogas y en otras cosas. ¿Qué deberían hacer los padres en estas situaciones especiales y significativas? ¿Cuál es la típica reacción de la mayoría de ellos? ¿Hacen lo que les corresponde como seres creados con identidad de padres? No es común que se enteren de este tipo de asuntos y reaccionen como si le hubiera pasado a un extraño. La mayoría de los padres se pasa la noche en vela hasta que su cabello se vuelve gris, pierde el sueño una noche tras otra, no tiene apetito durante el día, se devana los sesos pensando. Algunos incluso lloran con amargura, al punto que se les enrojecen los ojos y se quedan sin lágrimas. Oran con fervor a Dios, para que tenga en cuenta su fe y proteja a sus hijos, les muestre Su favor y los bendiga, para que sea misericordioso con ellos y les perdone la vida. En esa situación, quedan de manifiesto sus debilidades y vulnerabilidades humanas y sentimientos hacia sus hijos. ¿Qué más se pone de manifiesto? Su rebeldía contra Dios. Le imploran y le oran, le suplican que aleje a sus hijos de las desgracias. Si ocurre alguna catástrofe, oran para que sus hijos no mueran, puedan escapar del peligro, los malhechores no les hagan daño, sus enfermedades se alivien y no se agraven, etcétera. ¿Para qué oran en realidad? (Dios, estas oraciones son exigencias hacia Él, con un matiz de queja). Por una parte, están extremadamente descontentos con la difícil situación de sus hijos, se quejan de que Dios no debería haber permitido que les sucedieran tales cosas. Su insatisfacción se mezcla con la queja y le piden a Dios que cambie de opinión, que no actúe así, que aparte a sus hijos del peligro, que los mantenga a salvo, que cure su enfermedad, los ayude a escapar de los litigios, a evitar el desastre cuando ocurra, etcétera. En resumen, que todo vaya bien. Al orar así, por una parte, le reclaman a Dios, y por otra, le hacen exigencias. ¿Acaso no manifiestan rebeldía? (Sí). Dicen de manera implícita que lo que Dios hace no es correcto ni bueno, que no debería actuar así. Como se trata de sus hijos y creen en Dios, consideran que Él no debería permitir que les pasaran estas cosas. Sus hijos son diferentes a los demás, deberían tener preferencia a la hora de recibir bendiciones de Dios. Su fe en Él es motivo para que Dios bendiga a sus hijos y, si no lo hace, se angustian, lloran, cogen una rabieta y ya no quieren seguirlo. Si su hijo muere, sienten que ellos tampoco pueden seguir viviendo. ¿Es ese el sentimiento que tienen en mente? (Sí). ¿No se trata de una forma de protestar contra Dios? (Sí). Es protestar contra Él. […] Cuando Dios instrumenta o rige el destino de alguien, te parece bien mientras no tenga nada que ver contigo. Pero ¿consideras que no debería poder regir el destino de tus hijos? A ojos de Dios, toda la humanidad está bajo Su soberanía y nadie puede escapar de la soberanía y los arreglos dispuestos por la mano de Dios. ¿Por qué iban a ser tus hijos una excepción? Dios planea y ordena Su soberanía. ¿Está bien que tú quieras cambiarla? (No). No está bien. Por tanto, nadie debe hacer cosas tan necias e irrazonables. Todo aquello que Dios hace se basa en causas y efectos de vidas anteriores, ¿qué tiene que ver contigo? Si te resistes a la soberanía de Dios, buscas la muerte. Si no quieres que tus hijos experimenten esas cosas, lo haces desde el afecto, no desde la justicia, la misericordia o la amabilidad; es meramente el resultado de tu afecto. […] La verdadera relación que existe entre las personas no se basa en lazos carnales y de sangre, sino en la que se establece entre un ser vivo y otro creado por Dios. Esta clase de relación no entraña lazos carnales y de sangre, se da solo entre dos seres vivos independientes. Si lo piensas desde semejante ángulo, como padre, cuando tus hijos sufren la desgracia de caer enfermos o de que su vida esté en peligro, debes afrontar estos asuntos adecuadamente. No deberías renunciar al tiempo que te queda, a la senda que deberías tomar o a las responsabilidades y obligaciones que has de cumplir a causa de las desgracias o la muerte de tus hijos; deberías afrontar este asunto correctamente. Si cuentas con los pensamientos y puntos de vista adecuados y puedes desentrañarlos, serás capaz de superar rápidamente la desesperación, la pena y la añoranza” (La Palabra, Vol. VI. Sobre la búsqueda de la verdad 1. Cómo perseguir la verdad (19)). Leyendo las palabras de Dios, entendí que, en su origen, las personas son seres vivos independientes sin ninguna relación entre sí. Solo una vez que el alma se reencarna y entra en este mundo material, las personas tienen familias, esposos y esposas, padres e hijos, madres e hijas, y otras relaciones similares. Pero en lo que respecta a la esencia de una persona, no existen relaciones entre unos y otros originalmente. Pero la gente no puede ver esto claramente y pone a los lazos familiares carnales y a las relaciones de sangre por encima de todo. Cuando sus hijos se enfrentan a la desgracia y la enfermedad o su vida corre peligro, los padres viven inmersos en sus sentimientos y sufren tanto que hasta desearían estar muertos. En realidad, la senda que tomen las personas y el sufrimiento que padezcan a lo largo de la vida fueron dispuestos por Dios hace tiempo y no les corresponde a los padres determinarlos. Por ejemplo, mis vecinos. Este matrimonio vivió modestamente toda su vida, gastando todo su dinero ganado con esfuerzo en su hija. La enviaron a una escuela de elite y le dieron la mejor educación, esperando que pudiera tener un trabajo estable y seguridad económica en el futuro. Sin embargo, su hja no siguió el camino correcto y comenzó a consumir drogas a una edad temprana. Al final, la detuvieron por tráfico de drogas y la condenaron a 13 años de prisión. Sus padres prácticamente se volvieron locos. También pensé en una joven hermana cuyos padres habían trabajado lejos de casa durante muchos años y la habían puesto al cuidado de su tío. Sus padres nunca prestaron atención a sus estudios, pero ella logró entrar en la universidad y creyó en Dios siguiendo el ejemplo de sus tíos. Ahora, esta hermana está cumpliendo con su deber y sigue el camino correcto en la vida. El camino que toman las personas no está relacionado en absoluto con el cuidado o la educación que les dieron sus padres, y no es algo que estos puedan cambiar. Sin embargo, yo no podía ver esto de forma clara y siempre me preocupaba por las perspectivas de futuro y el porvenir de mi hijo y no podía cumplir con mi deber con normalidad; incluso mi comer y beber de las palabras de Dios se vio perturbado. No quería nada más que sufrir en el lugar de mi hijo, incluso le exigía a Dios que lo protegiera de la cruedad de esos demonios y que se asegurara de que superara sano y salvo aquel difícil momento. ¿Tenía siquiera una pizca de razón? Pensándolo más detenidamente, cuando detuvieron a mi hijo por primera vez, tenía escasa estatura y no se atrevió a admitir que creía en Dios; no tenía testimonio. Diez años más tarde, lo detuvieron de nuevo y, sin duda, eso lo permitió Dios. Le estaba dando a mi hijo la oportunidad de arrepentirse; lo estaba poniendo a prueba. Si mi hijo podía superar las restricciones de la influencia de las tinieblas del gran dragón rojo, arriesgando su vida para mantenerse firme en su testimonio de Dios, entonces que lo detuvieran esta vez tenía mucho sentido y era una forma de ser hecho perfecto. Sin embargo, yo había actuado según mis sentimientos y no había buscado la intención de Dios, pensando que un ambiente cómodo en el que la carne de mi hijo no sufriera era beneficioso para él. Mi forma de ver las cosas no se ajustaba en nada a la intención de Dios; ¡era realmente absurda! Que esta vez mi hijo pudiera o no mantenerse firme en su testimonio dependía de su esencia, de lo que habitualmente procuraba y de la senda que recorría. No debía preocuparme por de más por las perspectivas de futuro y el porvenir de mi hijo hasta el punto de culpar a Dios y quejarme de los hermanos y hermanas. Cuando comprendí esto, sentí un poco de alivio en el corazón.
Durante mi búsqueda, leí más de las palabras de Dios: “Además del nacimiento y la crianza, la responsabilidad de los padres en la vida de sus hijos es simplemente proveerle un entorno formal para que crezca en él, porque nada excepto la predestinación del Creador tiene influencia sobre el destino de la persona. Nadie puede controlar qué clase de futuro tendrá una persona; se ha predeterminado con mucha antelación, y ni siquiera los padres de uno pueden cambiar su destino. En lo que respecta a este, todo el mundo es independiente, y tiene el suyo propio. Por tanto, los padres no pueden evitar el destino de uno ni ejercer la más mínima influencia sobre el papel que uno desempeña en la vida. Podría decirse que la familia en la que uno está destinado a nacer, y el entorno en el que crece, no son nada más que las condiciones previas para cumplir su misión en la vida. No determinan en modo alguno el destino de la persona en la vida ni la clase de destino en el que cumplirá su misión. Y, por tanto, los padres no pueden ayudarle en el cumplimiento de su misión en la vida ni tampoco puede ningún familiar ayudarle a asumir su papel en la vida. Cómo cumple uno su misión y en qué tipo de entorno desempeña su papel está totalmente determinado por el destino de uno en la vida. En otras palabras, ninguna otra condición objetiva puede influenciar la misión de una persona, que es predestinada por el Creador. Todas las personas maduran en el entorno particular en el que crecen, y después poco a poco, paso a paso, emprenden sus propios caminos en la vida y cumplen los destinos planeados para ellas por el Creador. De manera natural e involuntaria entran en el inmenso mar de la humanidad y asumen sus propios puestos en la vida, donde comienzan a cumplir con sus responsabilidades como seres creados por causa de la predestinación y la soberanía del Creador” (La Palabra, Vol. II. Sobre conocer a Dios. Dios mismo, el único III). Dios habló con gran claridad sobre las responsabilidades de los padres hacia sus hijos. Como padre, mi responsabilidad es criar a mi hijo hasta la edad adulta, asegurarme de que crezca de forma sana, presentarlo ante Dios, decirle que su vida viene de Dios, y lograr que crea en Él y camine por la senda correcta. Estas son mis responsabilidades y obligaciones como padre. Pero si mi hijo se mantiene firme o no en su testimonio después de ser arrestado, y si su resultado y destino futuro es obtener bendiciones o ser castigado, esas no son cosas que yo pueda cambiar. Como ser creado, debo aceptar y someterme a la soberanía y los arreglos de Dios con la razón. Solo esto está en consonancia con la intención de Dios. Cuando lo comprendí, mi corazón se alivió por completo. Ya fuera que mi hijo se mantuviera firme en su testimonio o no, y que recibiera bendiciones o adversidades en el futuro, yo estaba dispuesto a aceptarlo y someterme a ello.
Ahora, cuando pienso en mi hijo, aunque todavía me preocupa un poco, eso no influye en mi estado, y puedo cumplir con mi deber con normalidad. ¡Doy gracias a Dios de todo corazón!